ASFIXIA ©

By Alexdigomas

15.1M 1.4M 1.9M

Sinopsis: El primero de septiembre de 2019, sucedió. Parecía un día normal hasta que las personas comenzaron... More

Prólogo.
Asfixia regresa a Wattpad
1
2
3
4
5
6: primera parte.
6 - segunda parte.
7 - Primera parte
7 - Segunda parte
8 - primera parte
8 - segunda parte
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20 - Segunda parte
21
22
23
24
25
EN ALGÚN LUGAR

20 - Primera parte

300K 36.7K 39.6K
By Alexdigomas



A las tres de la mañana del día siguiente estaba lista para entrenar. Habían cambiado los horarios para que Ligre pudiera ocuparse por completo de preparar a los que asistirían a la misión, y se habían cancelado mis entrenamientos con él. Entonces tenía que pasar todo el día con Carter practicando técnicas de defensa. No me molestaba, pero pasar un día entero con Carter significaba recibir más gritos de lo normal.

Me resultaba casi imposible superar el dominio que el especialista tenía sobre ataques, pero al menos lograba esquivar y lanzar algunos golpes.

—Tienes suerte de que ninguno de esos soldados sea como yo —había dicho él.

Y tenía razón, porque no solo dominaba el combate cuerpo a cuerpo y el combate cercano, sino que además de ser un especialista en interrogación, mantenía unas impecables habilidades como soldado. Incluso mientras exponía las diferentes maneras en las que un guardia enemigo podía presentarse, se le había escapado el cuentico de que era políglota.

Carter era habilidoso y también peligroso. Daba miedo y al mismo tiempo inspiraba cierto respeto. Cuando le conocías ni siquiera podías negar que era un excelente maestro.

Durante el almuerzo, mi única hora de descanso, Julian me mandó a llamar. Asumí que tenía algo que decirme sobre las pruebas que había estado haciéndome, y deseé que esa vez sí hubiera noticias que pudieran llevarnos al motivo de mi inmunidad. Pero al llegar a su consultorio, justo antes de entrar, presencié una incómoda escena.

Medio oculta entre el umbral de la puerta alcancé a ver cómo Exen y el doctor discutían.

—Pudiste habérmelo dicho —protestó Exen. Su voz era fuerte, cargada de rabia—. Detesto esa maldita costumbre de ocultarlo todo en esta porquería de lugar.

—No te refieras de ese modo al sitio que te ha protegido durante tres años —le reprochó su padre—. Si no te lo dije fue porque en ese momento actuabas con mucha inmadurez. No ibas a saber manejarlo.

Para Exen, esas palabras lo empeoraron todo.

—¡¿Y tú qué sabes?! ¿Y si hubiese sido capaz de aceptarlo? Nunca confías en lo que puedo hacer. Crees que soy débil y que no pienso bien antes de actuar. Me has decepcionado.

El doctor Julian se quedó muy quieto detrás de su escritorio. Sus ojos expresaron el dolor que las palabras de su hijo producían en él. Nunca los había visto discutiendo. Desde que los conocía, Exen siempre había demostrado respeto y agrado hacia su padre incluso sabiendo que era uno de los creadores de ASFIXIA, pero en ese momento su actitud había cambiado; la amargura estaba marcada en su rostro.

—Nunca haría nada para dañarte —se defendió Julian—. Lo oculté porque todavía no estabas listo para comprender las capacidades que te había otorgado. Ahora ya sabes que puedes hacer cosas que el resto no, solo te pido que no hagas nada equivocado por culpa de la ira.

Exen soltó un resoplido irónico.

—No me digas qué carajos puedo hacer y que no —manifestó con un tono hostil—. Me mentiste, me engañaste y me usaste como un experimento. No pensaste en mí como hijo, pensaste en mí como rata de laboratorio. Ahora yo pensaré en ti como un científico incapaz de preocuparse por algo más que una porquería de proyecto, y no como un padre.

—Exen, tú eres lo más importante en mi vida —casi suplicó Julian.

Sus cejas se arquearon y la tristeza fue notable entre sus palabras, pero Exen expresaba una cólera irremediable y aterradora que rayaba el dolor.

—¿Y Cameron? Decías que ella también era importante, ¿la habrías utilizado como experimento? —profirió con cierto desprecio.

No esperó respuesta, Exen avanzó a paso rápido y me esquivó para desaparecer por el pasillo. No le dije nada porque sabía que estaba demasiado molesto como para reaccionar, así que cuando me cercioré de que ya no estuviera cerca, entré en el consultorio.

Julian se había quedado mirando al vacío con los ojos vidriosos.

—¿Doctor? —le llamé. Él me enfocó como si apenas se diera cuenta de mi presencia—. Me mandó a llamar.

—Sí, Drey, sí —afirmó, asintiendo rápidamente.

Su cuello estaba tenso y tuvo que tragar saliva para incorporarse.

—Si quiere puedo volver en la tarde —sugerí.

—No, debe ser ahora —habló y se dejó caer en la silla para comenzar a rebuscar entre una pila de papeles que había sobre su escritorio—. Quería... eh... quería decirte que...

Sus manos temblaban de la misma manera que tropezaba las palabras, y noté que lo que iba a decirme ya se le había ido de la mente. Noté que ni siquiera sabía qué buscaba entre los papeles. Sentí cierta pena por él.

—¿Doctor?

—¿Sí?

—¿Quién es Cameron?

Sus manos se detuvieron entre el rebusque. Con lentitud se echó hacia atrás y apoyó la espalda de la silla. Mi pregunta le hizo quedarse en silencio y eso acentuó la angustia en sus envejecidos ojos.

Dudé de haber hecho lo correcto, quizás era un tema que no debía haber tocado.

—Lamento si incomodo, es que... —empecé a decir, pero él me interrumpió.

—No te preocupes —dijo, tratando de darle un tono neutral a su voz—. Cameron era mi hija menor, la hermana de Exen. Murió en el incidente porque no vivía con nosotros.

Tomé asiento, atónita por la confesión. Exen nunca había mencionado a Cameron ni había confesado tener más familia además de su padre. Ahora resultaba haber una hermana. Bueno, ya no vivía, pero por lo que había escuchado durante la discusión mencionar el nombre de la niña era un asunto delicado.

Sentí demasiada curiosidad como para no seguir indagando.

—¿Y por qué no vivía con ustedes?

Julian se quitó las gafas y las dejó sobre el escritorio. Luego comenzó a relatarlo:

—La madre de Exen murió dos años después de que Cameron naciera. Quedé devastado después de eso. Cuidar a dos niños era muy difícil. Un día, un agente del gobierno fue a buscarme y me propuso trabajar para ellos en una sede de laboratorios dedicados al estudio de distintas ciencias. Me prometieron buen sueldo, comodidades y ayuda. Acepté sin dudar y llevé a mis dos hijos conmigo. Esa fue la peor decisión que tomé en mi vida, porque accedí a servirle a El Imperio sin siquiera saberlo. Cuando Cameron cumplió siete años, ellos se habían interesado en ella. Me exigieron que la entregara para ser usada en un proyecto que pretendía desarrollar drogas capaces de hacer que una persona dijera la verdad. Me negué y busqué la manera de sacarla de allí. Conseguí que alguien me hiciera el favor y terminé por enviar a Cameron con la familia de su madre, muy lejos de nosotros. Exen quedó muy mal porque ambos eran muy unidos. Él nunca me perdonó por haberlo alejado de su hermana, pero nunca supo por qué lo hice en realidad.

El doctor bajó la mirada, evitando encontrarse con la mía. Por mi parte pensé que era muy trágico e injusto para Exen.

—Tiene que decirle por qué alejó a Cameron, no mantenerlo dentro de una mentira —opiné.

Julian esbozó una sonrisa melancólica. Sus ojos se entristecieron y su ánimo decayó. Me pregunté si durante las noches lo atormentaba el hecho de saber que el proyecto en el que trabajó durante años, era al mismo tiempo el asesino de su propia hija.

Algunas veces el dolor era identificable en una persona, pero nunca lo había percibido tanto en el doctor como hasta ese momento.

—Exen es bastante orgulloso, se lanzaría a la superficie antes de perdonarme —confesó con desconsuelo.

Se inclinó hacia adelante y entrelazó las manos por encima del escritorio. Recobró un poco su actitud habitual, pero no dejó de vérsele afligido.

Sentí que necesitaba hacer la pregunta.

—Pero, ¿por qué escogió a Exen para ser un supersoldado? Y... ¿Por qué no hace lo mismo con los soldados de La RAI?

Julian inhaló hondo.

—Lo intenté con un par de soldados, pero respondieron muy mal al procedimiento. Uno de ellos murió —confesó con un ápice de inquietud—. Lo cierto es que no sé por qué el cuerpo de Exen recibió la inyección de forma efectiva mientras que con los demás falló, pero Levi y yo decidimos que no nos arriesgaríamos de nuevo. Es El Imperio quien usa a su pueblo como rata de laboratorio, no nosotros.

Posterior a mi conversación con Julian, asistí a la segunda ronda de entrenamientos que duró hasta que cayó la noche. Cuando regresé a la cabaña con la intención de coger ropa e ir darme una buena ducha, me di cuenta de que alguien había entrado mientras yo no estaba y que no solo había ordenado las sábanas de la cama de Nina, sino que también había dejado un par de cosas sobre ella.

Eran: un pañuelo negro junto a dos pequeños dispositivos.

Fruncí el ceño con extrañeza. No había rastro de la persona que los había dejado. Me acerqué a la cama de Nina y cogí el pañuelo. La tela era negra, pero mantenía un tenue brillo que se producía al darle la luz.

Cuando se deslizó entre mis dedos sentí un inquietante cosquilleo en la parte trasera de la cabeza. Era de seda. Lo acerqué a mi rostro por si podía identificar algún aroma, y otro cosquilleo me recorrió esa vez la frente. Entonces, como si sufriera una repentina y potente descarga, me sentí agotada. Fue como si mi cuerpo perdiera toda energía; pero cuando moví más el pañuelo entre mi mano todo se aclaró.

Se sintió como despertar de sobresalto de una pesadilla. Mi corazón se aceleró. Emití un jadeo mientras que una muy extraña sensación de liberación se dispersó por todo mi cuerpo. Mis pensamientos parecieron más claros, como si antes de eso algo los hubiese estado obstruyendo.

Algo, o mejor dicho: alguien.

Abrumada, miré el pañuelo de nuevo. La persona que lo dejó ahí lo había hecho con toda la intención de permitirme ver las cosas como en realidad eran, pero, ¿cómo podía un pañuelo lograrlo? Me lo guardé en el bolsillo, dejé para después los otros dos objetos y salí rumbo a la cabaña de metal.

Avancé dando zancadas, pero tuve que ir más lento porque comencé a sentir las piernas muy pesadas y adoloridas como si hubiese trotado durante veinticuatro horas seguidas.

Apenas llegué a la cabaña ni siquiera me molesté en tocar. Abrí la puerta con imponencia y entré con la ira chispeándome en los ojos. Pantera estaba recostada en su gran sillón con las piernas elegantemente situadas en una pose sugerente y formal.

No se inmutó ante mi presencia.

—¿Has estado manipulándome? —inquirí con fiereza.

—¿Quién te dijo tal cosa? —preguntó Pantera con calma, arrastrando las palabras.

Me irritó que se hiciera la desentendida.

—Es por eso que he tenido esos pensamientos tan agresivos sobre venganza y muerte. ¡Has estado en mi cabeza todo este tiempo!

Pantera dejó caer las piernas fuera del sofá y se enderezó para quedar sentada.

—¿Tú sola te diste cuenta? Vaya, eso es interesante.

Di un paso adelante con decisión.

—Explícame por qué lo hiciste y con qué derecho —le exigí—. ¿Qué pensabas hacer?

—Pensaba hacerte fuerte, y eso fue lo que hice —confesó con suma tranquilidad—. Has cambiado, Drey. Lograste aprender con rapidez todo lo que te han enseñado. Tu cuerpo ha resistido intensos entrenamientos que sin mi control mental no hubieses soportado. ¿Por qué eso te molesta?

Me negué a creer alguna palabra suya.

—Logré mejorar porque me he esforzado.

—Lo lograste porque yo te ayudé —aclaró Pantera y esbozó una pequeña sonrisa muy inquietante—. No te lleves todo el mérito.

—No sabes lo que dices.

La sonrisa que había en su pálido rostro desapareció dando paso a una expresión seria y sombría.

Mis palabras no le agradaron, pero eso no me intimidó.

—No, tú no sabes lo que dices —soltó ella con un ápice de irritación—. ¿Crees que siendo tan débil te convertirías en un gran soldado en tan poco tiempo? Tal vez lo habrías logrado en algunos años, pero no en un mes y menos con la mente tan voluble e inestable que posees. Yo estabilicé tu mente, impuse orden en tus capacidades y alejé todo aquello que podía desequilibrarte, como esa ingenua ilusión que tenías con Levi que solo iba a volverte endeble. Yo te ayudé, Drey, ¿y te atreves a venir a reprochármelo?

—No puedes, no tenías derecho... —musité, negando con la cabeza—. ¡Yo no te lo pedí!

Pantera se levantó del sofá, y al mismo tiempo retrocedí los pasos que había dado hacia adelante.

—Sí tenía el derecho, porque tú me lo diste.

Lo escuché como si alguien me lo hubiese susurrado al oído, tan claro que me dejó pasmada:

«—...tú abres las puertas de tu mente y yo entro en ella para sacar la verdad. ¿Estás de acuerdo?

—Sí.

—A partir de ahora tu mente es la mía y mi mente es la tuya».

Maldición. Sí le había permitido entrar, pero dudaba de que fuera por voluntad propia. Ni siquiera consideré las consecuencias. Ni siquiera sabía qué estaba aceptando. En verdad habíamos hecho un pacto. Era mi culpa, así que estarle reclamando resultaba absurdo.

—Si hubiese sabido...

—¿Te habrías negado? —preguntó con rapidez, de nuevo intimidándome—. ¿Te habrías negado a la posibilidad de ser fuerte? ¿Habrías preferido quedarte siendo una niña indecisa? Porque sin mi ayuda eso serías, y nadie habría visto potencial en ti. Bueno, Levi todavía duda de tus capacidades. No cree que puedas lograr algo. Él en realidad no cree en ti.

Pantera hizo hincapié en las últimas palabras, recordándome que lo que decía era completamente cierto. Intenté no sentirme afectada, no sentir con tanta fuerza mis defectos, pero fue imposible. Y me enfadé conmigo misma, con ella, con Levi, con todos, y experimenté unas intensas ganas de salir corriendo para descargarme en un violento grito.

—Puedo lograr muchas cosas —alcancé a decir, quizás para convencerme a mí misma.

Pantera se levantó del sofá y comenzó a aproximarse. Desde esa perspectiva su andar parecía el metódico paso de un animal para atrapar a la presa.

—¿Tú sola? —inquirió con una pizca de diversión en su voz—. No lo creo. No aún. Lo bueno es que tienes la osadía de pensarlo. Lo malo es que en este mundo, «pensar» y «hacer» son actos muy distintos.

—Solo quieres que crea que soy débil, pero no es así —solté mientras retrocedía a medida que ella se acercaba.

—Si no lo eres, ¿entonces por qué tienes miedo en este momento? —Sus transparentes y blanquecinos ojos escrutaron mi rostro con insistencia—. Ya que has roto el control que ejercía sobre ti, eres capaz de desmoronarte, de caer como una vulnerable pila de barajas. Te duele el cuerpo, ¿cierto? Es porque ahora tu mente está consciente de que tus músculos no pueden resistir demasiado, así que te seguirán doliendo mañana y te dolerán mucho más cuando intentes volver a entrenar. Te sentirás deprimida, temblarás al coger un arma, serás más lenta que el resto. Fallarás porque eres indecisa, inmadura, un embrión en este grupo de individuos ya desarrollados. Ahora sin mí eres simple, eres nada.

—¡Basta!

Mi espalda y mis manos dieron contra la fría pared de metal. Pantera no se detuvo hasta encontrarse a centímetros de mí, hasta que pudo inclinarse un poco y acercar sus labios a mi oreja.

Temblé por su cercanía. Su cuerpo ni siquiera emanaba calidez. Era gélido. Y olía a hospital, a enfermedades, a fallas...

—Sin mi ayuda morirás en cualquier momento —me susurró.

La evadí con rapidez y corrí fuera de aquel lugar. Mi pecho subió y bajó con agresividad por el temor, por el escalofrío que me produjo su álgido aliento al impactar contra la piel de mi oreja. Sentí el cuerpo exhausto, pero también me sentí pequeña, diminuta e inservible, porque después de todo Pantera había tenido razón al describirme.

No era una persona equilibrada, no era centrada y no tenía habilidades sorprendentes. Era solo una chica con una capacidad de inmunidad que le quedaba grande.

Volví a mi cabaña, me senté sobre la cama y saqué el pañuelo de mi bolsillo. No sabía cómo, pero aquel trozo de tela había interferido con el control mental de Pantera. Era un objeto valioso que no debía perder. Por otra parte, ¿quién había querido hacerme despertar de la manipulación? Curiosamente, dudé de que hubiese sido lo correcto. ¿Y si fracasaba como soldado? ¿Y si todo lo que había logrado bajo su manipulación se desmoronaba tal y como lo había dicho? ¿Y si en verdad debí haberme mantenido bajo su control?

Volví a sentir mucho sueño.

Y ahí estaban de nuevo todas las dudas.

Escuché unos toques a la puerta. Cuando la abrí, Ecain estaba de pie frente a mí. Fue muy extraño. Fue como si lo estuviese viendo por primera vez, y no fui capaz de pronunciar palabra. Algo se había ido. No sentí la misma tranquilidad que antes sentía al tenerlo cerca, entonces me pregunté si Pantera también había influido en lo que creí que sentía por él.

Me sentí frustrada y muy confundida.

—Te vine a buscar para ir a cenar —dijo él—. Puedes pensar que es una cita.

—No creo que vaya a comer esta noche —contesté sin ánimo.

Él hundió las cejas.

—¿Por qué? ¿Pasa algo? ¿No te sientes bien? —inquirió pasando rápidamente de una pregunta a otra.

—Solo no tengo apetito.

Ecain entornó los ojos.

—¿Por qué será que no te creo? Sabes que si sucede algo puedes decírmelo.

—No pasa nada, en serio. El entrenamiento me dejó exhausta, ¿a ti no? Quiero dormir temprano para mañana tener energías.

Ecain se cruzó de brazos.

—Para tener energía también debes comer. Vamos, no te dejaré dormir sin antes alimentarte.

—Ecain, no, en verdad no quiero —recalqué.

Él se mantuvo en silencio unos cuantos segundos y luego asintió con resignación.

—De acuerdo, ¿nos vemos mañana?

—Mañana.

—Bien, descansa.

Cerré la puerta y me eché en la cama.

Era todo cierto. Pantera había intervenido en mi relación con Ecain. Ahora sentía que se había esfumado toda esa paz, esa felicidad y esa ilusión. Sin el control mental no sentía ese frenético interés por tenerlo cerca que antes había experimentado. Sin embargo, aún había dentro de mí un genuino sentimiento por él, una atracción por sus ojos casi infantiles y por su cálida sonrisa.

¿Bastaba eso para seguir comportándome como lo había estado haciendo?

Necesitaba hablar con alguien, y ese alguien sin duda alguna era Exen Palafox.

•••

Exen arrugó la nariz y frunció el ceño cuando terminé de contarle lo sucedido.

—Pero, ¿qué le pasa a esa mujer? —bramó y después abrió los ojos tanto como pudo, como si hubiera cometido un error—. Espera, ¿puede escuchar a través de tu mente? Joder, corrijo: ¿qué le pasa a esa preciosa y respetada mujer?

Le dediqué una mirada de reproche.

—No seas tonto, ya no está en mi mente. La conexión se interrumpió con el pañuelo.

Lo saqué de mi bolsillo y se lo ofrecí. Exen lo estudió.

—¿Seda? —Frotó la tela entre sus dedos—. Aquí no la producen, este pañuelo viene de la superficie. —Se lo acercó al rostro y lo olió—. No huele a nada en especial, qué extraño.

—¿Quién lo habrá dejado?

—Alguien que sabía que Pantera te controlaba, por supuesto —respondió y me devolvió el pañuelo.

—Pero, ¿cómo es que este trozo de tela puede detener la manipulación?

Esa era mi mayor duda. ¿Qué era tan fuerte como para intervenir con las capacidades de Pantera? Se me ocurrió que podía tener relación con ese líquido que Didi había tomado para borrar sus recuerdos, pero esa teoría tenía ciertas contradicciones.

—A lo mejor tienes que decírselo a Levi —sugirió Exen.

—No, eso es lo que ella desea, que vaya como niña chismosa a buscar la ayuda de Levi. No le daré el gusto.

Exen pareció confundido.

—¿No se supone que Pantera está de nuestro lado? —Me encogí de hombros, a lo que él soltó un suspiro—. Mira, ¿sabes lo que debes hacer? Ve si es cierto que progresabas gracias a Pantera. Si las cosas te salen muy mal, habla con Levi y dile la verdad.

Ya no le vi sentido a seguir concentrándome en ese tema, así que cambié a otro más interesante.

—¿Has escuchado algo importante hoy? ¿Hay noticias sobre el asunto del infiltrado?

—Después de que salí del consultorio de Julian me di una vuelta por el edificio de control. Levi, Ligre y Carter se pasaron la mañana entera en la sala de interrogación con las personas cercanas a Leiton, e incluso llamaron a Sora. Hasta Pantera estaba ahí, y ya sabes lo que eso significa... —Hizo un movimiento con la mano sobre su cabeza, y entendí qué se refería a hacer cosas como las que le habían hecho a Didi—. Pero según lo que escuché, Sora estaba limpia y los demás también. ¿Sería Leiton el único infiltrado?

Todos nos hacíamos esa pregunta.

Apenas regresé a mi cabaña noté que había olvidado que junto al pañuelo también habían dejado dos cosas más. Examiné los objetos. Uno era un dispositivo de almacenamiento USB. El otro era un aparato rectangular de unos seis centímetros que tenía dos botones: play y pause. Lo inspeccioné mejor y en la parte posterior hallé una ranura. Allí cabía el dispositivo de almacenamiento.

Los conecté y le di play.

Era una grabación.

Al principio solo se escuchó estática, pero después de un minuto las voces se hicieron audibles:

«—¿Sabes lo que hacemos con los traidores? Los tratamos como lo que son, unas ratas —decía un hombre de voz áspera y tono burlón—. Pero hoy tendrás la oportunidad de salvarte si respondes lo que queremos escuchar. Tienes treinta segundos para responder, de lo contrario la máquina a la que estás conectado soltará una descarga eléctrica capaz de destrozarte internamente. Comencemos. ¿Levi Homs es el único que está al mando de La RAI? —No se oyó respuesta, pero un jadeo consecutivo de desesperación y miedo podía escucharse en el fondo—. Responde. Vamos.

De nuevo el silencio predominó. Esperé, ansiosa, y me sobresalté ante el inconfundible sonido de una descarga eléctrica. Los crujidos de la interferencia lo hicieron más escalofriante. Se escucharon desgarradores gritos de dolor y de súplica que cesaron después de sesenta segundos.

Posterior a eso, el jadeo fue más intenso.

—No sé nada —pronunció otra voz masculina, una débil y temblorosa.

Era la del infiltrado que La RAI había enviado a El Imperio.

Era aquel soldado al que habían torturado y asesinado para enviarle a Levi sus huesos.

De pronto se escuchó otra descarga.

Los gritos eran violentos, dolorosos y quejosos.

—¿Julian Palafox sigue con vida? —preguntó la voz enfermiza del torturador. Otra vez silencio y luego más descargas. Más gritos, más dolor, más agonía—. ¡Habla, maldita sea! —Pero la víctima no decía nada. Se limitaba a jadear, a gimotear de sufrimiento y no confesaba—. ¿Creíste que saldrías de aquí con vida?

—Soy leal a mis ideales, soy un superviviente —soltó el hombre como pudo, tropezando las palabras entre resuellos—. Soy leal a mis ideales. Soy leal a mis ideales. Soy... soy resistente, soy leal a mis ideales, soy un superviviente. —Sus palabras se vieron interrumpidas. Se escuchó un golpe, después un grito agresivo, mordaz, inquietante, cargado de agonía, de dolor y de tormento».

Pausé la reproducción.

Me quedé inmóvil, asustada, con la idea de que si atrapaban a Exen en esa misión... Lo imaginé en el lugar de aquella persona, siendo torturado, golpeado, flagelado y por último asesinado.

De pronto sentí un ápice de rencor hacia Ligre y Levi por haberlo escogido a él. Julian tuvo razón al reprochárselos, lo enviarían al matadero. Y no podía permitirlo. No podía perder a Exen como había perdido a Nina. No cometería el mismo error de sacrificarlo para salvar la vida de otros.

Exen era... era como mi familia.

Tenía que probar que sin Pantera yo era capaz de ser un gran soldado, y luego evitar que Exen fuera al rescate de los científicos.

Al menos ese era el plan A.

Continue Reading

You'll Also Like

56.6K 3.6K 44
¡Hola a todos! Esta es la primera vez que escribo una historia, espero y les guste, pero bueno, no quiero aburrirlos. La historia comienza cuando en...
89.5K 6.5K 28
un joven de 22 años, fanático de Ben 10 viaja a ese universo luego de morir en un trágico accidente, estará preparado para enfrentar los peligros de...
17K 898 200
Para este libro te recomiendo que el modo de lectura sea en desplazamiento (scrolling). Momentos de inspiración que llegan de un corazón roto, de un...
15K 1.8K 31
Zayn un joven mesero de 21 años. Liam es un famoso cantante de 21 años. Cuando Zayn participa de un concurso para pasar el día con su cantante favori...