Sam's POV:
Mordía mis uñas con nerviosismo, no había podido dormir tranquilo ni estudiar, por el miedo de que ese hombre me estuviera siguiendo.
-¿Estas bien?- me pregunta Sarah, es mi compañera, ambos somos voluntarios.
-Eh, si. No te preocupes- digo sonriendo. Ella asiente.
-Entonces ayúdame a llevar estas bandejas con comida a la sección infantil.- dice pasándome unas diez bandejas y caminando a mi lado.
Sarah y yo éramos voluntarios desde hace un año, la chica era muy rara. Tenía cambios de ánimo repentinos y besaba a cualquiera que le pareciera "lindo" , aparte, cada mes tinturaba su cabello de un color diferente.
Esta vez era de un púrpura oscuro.
-¿Y que tal vas con esa...?
-Alexis.- le aclaro, ella sonríe -No puedo creer que aún no sepas su nombre si cuando te la presente, la besaste- digo recordando ese incómodo momento.
Ella suelta una carcajada -La chica no está mal, sólo fue un beso, eres un exagerado.
-Por lo menos debiste avisarme- suspiro. Ella frunce el entrecejo.
-Entonces tendré una palabra clave para cuando quiera besar a alguien que conoces y tu me dirás sí si o no.
-¿Y cuál será? Tiene que ser algo que no sea muy común de escuchar.
Ella pone los ojos en bizco, como suele hacer cuando se concentra, haciendo que me muerda los labios para no reír.
-¡Ya se!- exclama, volviendo sus ojos normales -¡Sexo!.
-¿Qué?
-¡Sexo! Será mi palabra clave.
-¡No, eso es raro! ¡No puedes gritar eso en medio de una conversación!- la reprendo.
-¿Prefieres entonces pene? Porque esa era mi segunda opción...
-¿Qué? ¡No!. ¿Sabes qué? Entreguemos estas bandejas- digo entrando en el primer cuarto, dejando a Sarah ir al segundo.
Veo en la cama un niño de unos ocho años, mirándome extrañado.
-Que ojos tan raros.- dice de repente, suelto una risita y me acerco a él.
-Lo se, pero mi madre decía que me hacen especial- digo acomodando la mesita desplegable y depositando la bandeja en ella.
-¿Qué podría hacerme especial a mi?- pregunta.
-Hum... No se, tal vez algo en lo que seas bueno.
-En el fútbol- dice sonriendo. Le devuelvo la sonrisa triste, este niño llamado Christian había contraído sida de una aguja infectada. Fue uno de los casos más tristes y raros del hospital.
-Entonces mejora en eso.
-Lo haré, apenas me dejen salir del hospital- dice jugando con su puré de papas. Cierro los ojos.
-Seguro lo harás- respondo con la voz rota. Su planilla decía que las probabilidades de muerte eran altas.
.
Antes se irme, había visitado a mi madre, se encontraba decaída por la cirugía, pero se veía mejor. Me alegraba que todo hubiera resultado bien.
Las calles estaban desoladas, y las nubes oscuras indicaban que iba a llover.
-¿Sam Stone?- susurra una voz macabra a mi lado. Doy un respingo y me encuentro con la máscara azul del hombre de la otra vez.
-¿¡Eh, cómo sabes mi nombre!?- exijo saber.
-Le eche un vistazo a los archivos del hospital- dice restandole importancia. Asiento, aún con el corazón latiendome desbocado. -Así que... Usas el apellido de tu madre, ¿y eso por qué?.
-¿Y eso a ti que te importa?- respondo secamente, volviendo a caminar. Oigo su risa detrás mío, para después alcanzarme y ponerse en frente mío.
Su mano agarra mi mandíbula y la alza hacia su máscara, haciendo que mis ojos queden mirando fijamente los agujeros de esta.
-No vuelvas a hablarme en ese tono, ¿oíste?- susurra. Siento mis ojos arder. No, no iba a llorar esta vez
-Si, ahora sueltame.- mascullo. Él me suelta de golpe.
-Responde.
Suelto un bufido y él continúa caminando a mi lado -Mi padre abandonó a mi mamá cuando ella tenía siete meses de embarazo, ella decidió que yo usaría su apellido en vez del de él, y que nunca sabría nada de ese hombre, ni siquiera su nombre, y tampoco es que yo quiera enterarme de algo.
-Que desgraciado.- susurra, me vuelvo hacia él sorprendido. -Aunque no lo creas, soy muy de costumbres, y un hombre de verdad no abandona a su familia.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Este lo nota y carraspea incómodo, desvió la mirada.
-Ah, ya tengo tu primer encargo- suelta. Me vuelvo hacia él nuevamente y este extiende un papelito doblado hacia mi.
Agarro el papel y me lo guardo en el bolsillo del buzo.
-Entérate de que aún sabiendo lo de tu familia, mi amenaza sigue en pie.- dice alejándose.
Insensible. Es lo único que puedo pensar en ese momento, por un segundo creí que podía convencerlo de abandonar su maniática idea, pero parecía que no tenía piedad de nadie.
Las gotas de lluvia empiezan a mojar la calle y mis ropas. Es entonces cuando yo retomo mi camino.
Mi celular suena, indicando que me llego un mensaje, lo abro y me encuentro con uno de Alexis.
"Te quiero."