Enamorada de una super estrel...

By hannasofiav

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Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astro... More

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42

Capítulo 38

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By hannasofiav

Dedicado a Brenda, que hace poco cumplió años <3.

¡Feliz cumpleaños atrasado, Bren!


Empujo con fuerza las puertas del hospital, adentrándome a este con el corazón en un puño y los pulmones doliéndome con cada respiración.

Recorro el pasillo, mientras tomo el aire por mi nariz con dificultad, y no me detengo hasta que encuentro la recepción.

—Jayden Percival Blackwood. ¿En qué habitación está?—cuestiono al detenerme frente a la señorita detrás del escritorio.

Me mira a través de sus anteojos.

—¿Es familiar directo de él paciente?

—Soy su novia.

—Entonces no es familiar directo. —dice con simpleza, y vuelve a lo que estaba haciendo hace unos minutos.

La desesperación empieza a carcomerme.

—En verdad necesito saber en qué habitación está.

—Ya le dije, si no es familiar directo, no pasará.

Paso las manos por mi cabello, queriendo tirar de él, ansiosa.

—Por favor, déjeme ir a verlo —suplico—. Solo serán un par de minutos y me iré.

—Le repito: si no es familiar directo del paciente, no puede pasar a...

—¿Paris?

Una voz conocida llega hasta mis oídos y me vuelvo hacía la izquierda, encontrándome a mi ex cuñada, con sus ojos un poco hinchados, en medio del pasillo.

—Bonnie —suelto su nombre en forma de suspiro, lleno de alivio, al ver una cara familiar—. Que bueno que te...

Mi oración es interrumpida cuando ella se lanza en mi dirección, pasando sus manos alrededor mío, para unirme a ella en un fuerte abrazo.

—Me alegra tanto verte de nuevo, Paris.

Sonrío levemente y correspondo el abrazo.

—A mi también.

Tras unos segundos, Bonnie se separa para mírame con la cabeza ladeada, en una seña de confusión.

—¿Qué haces aquí abajo? ¿Por qué no has subido a ver a mi hermano?

—Porque solo pueden subir familiares directos.

Le lanzo una mala mirada a la recepcionista, que parece no importarle las miradas llenas de reproche que le estoy lanzando.

—¿Qué? Pero si eres su prima, ¿por qué no puedes subir?—cuestiona, claramente mintiendo.

—¿Prima? ¿En serio?

La señorita recepcionista alza una ceja, incrédula.

—Si, ¿qué no se lo dijo?

—No —se inclina hacía enfrente—. En realidad, la señorita me dijo que era su novia del paciente.

Bonnie se pone totalmente colorada, al ver que su plan estaba fallando.

—¿Ah sí? ¿Eso dijo?

—Mhm.

—Ah, es que ya sabe. Nosotros somos de esas familias modernas.

«¿Familias modernas?»—la chica mira a Bon con extrañeza.

—Si, de esas en las que los primos salen con la primas y los tíos con las... abuelas. —dice con la voz chillona, más roja que antes.

—Ah, ya veo.

La chica nos lanza una última mirada escéptica, por el comentario de Bon, antes de ponerse a teclear algo en su computadora, sin quitar aquella expresión.

¿De verdad? «¿Familia moderna?» ¿Fue lo único que se le ocurrió?

Al parecer si...

—¡En fin! —da un pequeño aplauso—. Mi prima/cuñada y yo debemos irnos. ¡Adiós!

No deja que la recepcionista diga algo más, porque me toma de la muñeca y empieza a arrastrarme hacia las escaleras del complejo. Y, si había sentido algún tipo de diversión con los comentarios de Aby hace un minuto, esa diversión acaba de evaporarse para volverle a abrir paso a la angustia.

No sé cuantos pisos son los que subimos, pero cuando Bonnie se detiene en uno de ellos para luego recorrer uno ancho pasillo, mi corazón está golpeándome tan fuerte, por la ansiedad y nerviosismo del momento, que incluso puedo escucharlo en mis oídos.

—Es por aquí.

Doy la vuelta en la misma esquina en la que ella la da, solo que, a comparación suya que sigue caminando hasta donde se encuentran sus muy angustiados padres, yo me detengo abruptamente al inicio del pasillo cuando mis ojos enfocan a Sarah, sentada junto a Clarise, en una de las sillas del hospital.

—Mamá.

—¿Bonnie? —mi ex suegra, mira extrañada a su hija cuando la ve enfrente de ella—. ¿Qué sigues haciendo aquí? ¿No te dije que te fueras a...?

—Paris llegó.

Su mamá se queda callada y todos los presentes en la sala voltean su cabeza en mi dirección, haciendo que me ponga más nerviosa, de lo que ya vengo, al sentir sus ojos posados sobre mi.

—Hola. —saludo en un hilo de voz.

—¿Qué haces aquí?

Luego de estar sumidos en un tenso silencio, escucho esa pregunta, por lo que llevo mi vista a la dueña de esa voz, encontrándome con una Clarise blanca, como una hoja, y sus ojos, asustadizos, abiertos de par en par.

Doy un paso hacía atrás, sintiéndome un poco despreciada tras esa pregunta, y comienzo a jugar ansiosamente con mis dedos.

—Yo...

—Yo la llamé.

Me interrumpe la mamá de Jayden, acercándose a mi con pasos firmes y una sonrisa y mirada cansada.

—Hola, cielo —me envuelve en un abrazo—. ¿Hace cuánto llegó tu vuelo? Me preocupé por ti cuando no contestaste mis últimos mensajes.

Recibo el abrazo, gustosa, y le llevo mi vista a Clarise y a Sarah, por encima del hombro de Alicia, justo en el momento en el que ambas se lanzan una mirada igual de tensa.

—Lo siento, mi teléfono se apagó.

Me separo de ella, y saco mi teléfono de mi bolsillo, para mostrarle mi pantalla totalmente en negro.

—Oh, cielo, está bien. No pasa nada —ladea su cabeza, curiosa, sin quitar sus ojos de mi—. ¿Tú mamá sabe que ya llegaste?

Asiento de inmediato.

—Pude avisarle antes de que mi teléfono se apagará.

—Una suerte —sonríe levemente y toma mis manos entre las suyas, dándoles un suave apretón—. En un rato yo me encargaré de mandarle un mensaje para avisarle que estás sana y salva con nosotros.

—Si. Muchas gracias.

—No hay de que, cielito.

Me guiña un ojo.

—Paris, que gusto me da verte nuevamente.

La voz del padre de Jayden se hace presente, por lo que llevo mi vista hacía él, que ahora está posicionado detrás de su ex esposa.

Le regalo una pequeña sonrisa.

—Digo lo mismo, señor Blackwood, aunque me hubiera gustado que fuera en mejores situaciones. —digo con una mueca en el rostro.

Suspira con pesadez y mueve su cabeza en afirmación.

—Si, pienso lo mismo.

Los tres nos quedamos en un silencio, no muy cómodo, el cual es interrumpido cuando el señor Blackwood, de un aplauso con sus manos, el cual me hace dar un brinquito.

—Pero que idiota soy. ¿Dónde quedaron mis modales? —niega, con una mueca de decepción y se acerca a mi con la mano extendida—. Dame tu mochila, Paris, voy a llevarla al carro.

Instintivamente llevo mi mano a la correa de mi mochila y niego con la cabeza, apenada.

—No, así está bien, yo puedo cargarla. No se moleste.

—No es molestia, Paris —dice con obviedad y me quita la mochila de la espalda—. Además, tenía que bajar de una u otra forma para llevar a mi hija a comer.

Le lanzo una mirada agradecida.

—Muchas gracias.

—No hay de que, Paris.

Le hace una seña con la cabeza a su hija de que se acerque, e inmediatamente ella camina hacia él, parándose a su lado.

—Regresamos en un rato. —dice y toma la mano de su hija, para luego empezar a caminar con ella.

—Con cuidado. —pide Alica al ver cómo se alejan y, como respuesta, su ex esposo sube su dedo pulgar.

Vuelvo mi vista hacia mi ex suegra, cuando la escucho soltar una fuerte exhalación, y la veo pasar sus manos por su rostro.

—Necesito ir al baño para refrescarme —deja caer sus manos en sus hombros, para poder mirarme—. ¿Te importaría quedarte unos instantes con ellas?—dice refiriéndose a Sarah y Clarise.

Dirijo mi vista hacia ellas quienes, por la manera en que está su rostro, parecen estar hablando de un tema importante y, por mucho que no quiera quedarme con ellas, por incomodidad y por la tensión que se respira en el aire entre nosotras tres, no me queda de otra más que negar con la cabeza repetidas veces, para que Alicia pueda ir tranquila al baño.

—No. No se preocupe —musito—. Vaya tranquila.

Esboza una sonrisa y le da un suave apretón a mi brazo.

—No me tardaré nadita. —dicho esto, la mamá de Jayden pasa por mi lado, desapareciendo de mi vista.

Me quedo en el lugar que me dejó, mirando a todos lados, incómoda, menos en dirección a Clarise y a Sarah, quienes después de unos instantes que se marchó Alicia, se quedaron completamente en silencio, dejándonos sumidas en un muy tenso silencio.

Ojalá se abra la tierra y nos trague.

Ojalá.

Un carraspeo me hace salir de mi pequeña plática con mi conciencia, por lo que clavo mi vista en dirección a ese sonido, y siento mi cuerpo ponerse rígido al ver a Sarah detenerse a lado mía con una sonrisita un tanto nerviosa.

—Hola.

—Hola.

Silencio incómodo.

—¿Cómo has estado?

Tengo unas enormes ganas de mirarla con una cara de: ¿Es en serio?, para luego hacerle saber lo pésimo que me he estado sintiendo estás últimas semanas, pero me contengo y decido actuar de una forma diferente.

—No muy bien.

—Oh.

Volvemos a quedarnos sumidas en un silencio incómodo, el cual es abarcado con las miradas de reojo de una Sarah igual de incómoda que yo.

No estoy soportando esto.

Ni yo.

—¿Tú cómo has estado?—pregunto, rompiendo el silencio.

Sus labios se fruncen.

—No tan bien como me gustaría.

—Oh.

Nos volvemos a sumir en un silencio, más incómodo que los anteriores, en el cual yo pido con todas mis fuerzas que la Tierra se abra y me escupe en mi casa, en la comodidad de mi cama, porque no creo poder seguir tolerando está tensión que, sin duda, podría cortarse con un cuchillo.

—Paris, yo quería disculparme contigo.

Me vuelvo hacía ella como latigazo y la miro con atención, mientras ella mantiene sus ojos llenos de culpa en sus manos.

—Lamento muchísimo lo que viste en redes sociales. Jamás fue mi intención lastimarte, Paris. Siempre estuve en contra de este plan, y más cuando me enteré que Jayden no lo había comentado contigo, pero era necesario hacerlo porque...

Sarah se interrumpe abruptamente cuando una de las puertas de las habitaciones es abierta, haciendo que pierda todo el color de su cara y que Clarise voltee a verme con susto.

¿Pero qué está pasa...?

Mi pensamiento es interrumpido cuando siento las manos de Sarah empujarme con fuerza hacía atrás, a una habitación vacía.

La miro con el ceño fruncido, con la molestia burbujeándome por su acción.

—¡Oye! ¿Qué te ocu...?

—No hagas ningún sonido. —ordena con los dientes apretados y sus ojos suplicantes.

Cierra la puerta de un portazo, dejándome dentro de la habitación, sola y desconcertada.

Cada vez entiendo menos lo que pasa.

Si, yo también.

Con curiosidad, me acerco a la puerta y pego mi oído sobre ella, para tratar de escuchar que es lo que está pasando afuera.

—...que bueno. —escucho la voz Clarise soltar con alivio.

—También, ya hablé con los doctores para que lo den de alta en unas horas. —responde una voz masculina, muy familiar, haciéndome abrir los ojos de par en par.

¡¿Dar de alta hoy?! ¡Pero si apenas ha estado un día en el hospital!

—¡¿Qué?! —exclama Clarise—. ¡¿Lo van a dar de alta hoy?!

—Mhm.

—¡Pero si ni siquiera han pasado dos días desde que se cayó! —la frustración en su voz es evidente—. ¡No puedes hacer algo así, Billy

Mi cuerpo se tensa y siento mis manos

«Billy».

Billy está aquí.

La persona que lastima a Jayden está aquí.

—Ni siquiera lo has dejado descansar bien, porque el día que se cayó, a las dos horas, exigiste el traslado del hospital de Berlín para el de Atlantic —suelta con la respiración agitada—. Lo único que harás si haces que lo den de alta, es que su estado de salud empeore. Así que te suplico que no hagas esto, Billy.

—Ya lo hice. Y no se te olvide quien es tu jefe a la próxima que quieras volver a levantarme la voz así, ¿eh, Clarise?

El silencio se hace presente en la habitación, por lo que supongo que Clarise simplemente respondió con un movimiento de cabeza.

—Y si Jayden no hubiera querido acabar en esta situación, la hubiera pensado antes de irse a California a visitar a esa zorra.

Me tenso de arriba a abajo y siento mi corazón detenerse, lleno de ansiedad y nerviosismo, al escuchar esas cuantas palabras, ya que de inmediato sé que él está refiriéndose a mi.

Demonios...

—¿O qué? ¿Realmente pensaron que me tragué el cuento de que se había enfermado muy gravemente y que tenía que posponer la gira para descansar? —suelta una corta risa, sin nada de gracia, que eriza mi piel—. Pensé que, con estos años trabajando juntos, ya me conocían bien, pero al parecer no. Lo que me lleva a un punto, muy importante, que quiero tocar contigo, Sarah.

Las pisadas de Billy se acercan hacia donde estoy yo, provocando que me quede rígida al momento y que lleve una mano a mis labios para cubrirlos, temiendo que suelte una respiración más fuerte de lo debido, que delate que estoy aquí.

—Escúchame bien, Sarah —un suave golpe en la puerta me hace dar un brinco e instintivamente doy un pequeño paso hacia atrás—. No me interesa con quien se revuelquen Jayden o tú. Créeme que esa es la última de mis preocupaciones. Pero cuando la prensa empieza a involucrarse y a sacar titulares de ustedes, con alguna otra persona que no es de nuestro nivel social, la situación se torna diferente. Así que te lo diré una vez más.

Otro suave golpe en la puerta se escucha, por lo que doy otro paso hacia atrás, sin dejar de cubrir mi boca con fuerza.

—Habla con Jayden para que se aleje de esa niñata, porque si vuelvo a ver sus malditos nombres en algún otro titular o me hacen perder otro puto convenio con una marca, lo van a lamentar. ¿Me has entendido, Sarah?

—Si. —menciona con un tono bajo.

—No te escuché. Repítemelo más fuerte.

—Si, Billy. —dice, subiendo la voz.

—Bien. Y si no te hace caso, recuérdale como acabó tú noviecito. Tal vez eso lo haga recapacitar.

Un jadeo sorpresivo se escucha en la habitación, proveniente de, según yo, Clarise.

—No te atreverías. —suelta en un hilo y con la voz temblorosa.

—¿Segura que no?

Nadie responde.

Todos las personas que están en la habitación contigua a la mía se han quedado en un total y espeso silencio, el cual es interrumpido con el sonido de un fuerte aplauso.

—Dejando en claro eso, quiero a Jayden el Lunes en Europa, nuevamente, para acabar con la gira. No vuelvan a decepcionarme.

El sonido de alguien alejándose, luego de tales palabras, me hace pensar que es Billy quien por fin se va, por lo que cuando ya no escucho más el sonido de sus zapatos contra el piso, me permito quitarme la mano temblorosa de la boca, para expulsar todo el aire que estaba reteniendo, y llevo está misma a mi corazón que, en este preciso momento, siento que puede salirse de pecho por lo rápido que va.

¿Qué acaba de ocurrir?

Tengo tantas preguntas y cero respuestas.

Empezando por: ¿Qué le pasó a Jayden realmente? Porque, evidentemente, por lo que escuché, no fue solo una caída del escenario, si no algo más.

Y seguido por: ¿Quién es el verdadero novio de Sarah? ¿Y qué fue lo que le ocurrió? Seguro fue algo horrible para que la voz de ella se quebrara de esa manera.

Mordisqueo mi labio, pensativa, hasta que una idea viene a mi cabeza como relámpago.

Hace unos años, cuando Sarah estaba de pareja con Jayden —que ahora dudo que también hubieran tenido algo—, salieron varias noticias en redes, periódicos, revistas y televisión, de Sarah teniendo un amorío con un sujeto del que nunca se supo su nombre. Esta noticia estuvo rondando durante mucho tiempo por todos lados y, cuando por fin parecían olvidarlo, algún fotógrafo los volvía a encontrar juntos y se publicaban las fotos, haciendo que ese tema volviera a salir a la luz.

Esta situación duro bastante tiempo, hasta que de un momento a otro, no volvió a saberse nada del sujeto, y Sarah estuvo muy inactiva de todos lados, hasta que volvió a aparecer 3 meses después. Muy diferente a como era antes, pero apareció.

Todo esto, por lo poco que logro escuchar, me hace creer que Billy estuvo involucrado en lo que le pasó al novio de Sarah. Y estoy segura que no fue nada bueno.

Me agrada que ya no seas tan lenta para entender las cosas.

Supongo que gracias, conciencia.

Cuando gustes.

El sonido de la puerta abriéndose, con lentitud, corta el hilo de mis pensamientos y me pone los pelos de punta, sin embargo, me tranquilizo al ver que solo se trata de Clarise.

—Hola, linda —me sonríe levemente—. ¿Todo en orden?

Muevo la cabeza en afirmación.

—Bien —mira a los lados, fuera de la habitación, como si quisiera asegurarse de algo, y luego vuelve a mirarme—. Ya todo está bien. Puedes salir.

Aún un poco inquieta por la conversación que presencié, camino hacía la puerta y, apenas salgo, mi mirada se clava en Sarah.

Esta recargada en la pared de enfrente, con la mirada clavada en el piso y sus manos en un puño. No logro ver bien su rostro, debido a la posición que se encuentra, pero por lo poco que puedo notar, tiene los labios apretados con tanta fuerza, que incluso están blancos.

Doy un paso hacía ella, con la intención de preguntarle si está bien, pero no llego lejos, porque de inmediato, una mano toma con suavidad mi brazo.

Miro sobre mi hombro, cruzando mirada con la de Clarise quien, a comparación de la mía, tiene una chispa de tristeza.

—¿Por qué no pasas a ver a Jayden? Estoy segura que le hará bien verte.

Con una mueca, me vuelvo nuevamente hacía Sarah, que sigue en la misma posición que hace unos minutos y, aunque desee ver a Jayden con todas mis fuerzas y asegurarme que todo está bien con él, no quiero irme sin saber que todo está en orden con ella.

—Yo veré que todo esté bien con ella, Paris —responde, como si hubiera leído mis pensamientos—. Tú entra a ver a Jayden.

Aún sin sentirme segura sobre dejar a Sarah, termino por asentir con la cabeza y me doy la vuelta, caminando hacia la habitación de la cual Billy salió.

Antes de adentrarme a la habitación, me aseguro de pasar mis manos por mis pantalones, tratando de quitar el sudor de ella, y tomo varias respiraciones, buscando calmar los latidos de mi corazón, que si antes estaba palpitando con fuerza por el miedo, ahora es por una emoción totalmente diferente.

Bien, aquí voy.

Tú puedes leona.

Abro la puerta con precaución y mi corazón dar un vuelco y las mariposas cantarinas empiezan a golpear con fuerza mi estómago cuando veo a Jayden, mi Jayden, sobre la camilla, con esa fea bata de hospital y con sus manos cubriendo su rostro.

Hasta casi muerto sigue causando tantas sensaciones en mi...

Yo esa.

—Quiero estar solo en este momento, por favor. —pide aún con sus ojos

cubiertos por sus manos.

Ignorando su petición, entro a la habitación y cierro la puerta detrás mío, encaminándome hacia la camilla con lentitud.

—¿No me escuchaste? —cuestiona con los dientes apretados—. Dije que me dejen en pa...

Se corta a sí mismo cuando me ve, y sus ojos se abren con evidente sorpresa.

Parpadea un par de veces y se inclina, levemente, hacía enfrente, como si quisiera comprobar que de verdad estoy aquí.

—¿Paris? —su voz sale en un hilo.

Le regalo una sonrisa de boca cerrada.

—Hola.

Por sus ojos empiezan a pasar distintas emociones, desde el cariño hasta el miedo.

—¿Q-que estás haciendo aquí?

Hago una mueca.

Es la segunda vez que me preguntan eso.

—Vine a verte.

Empieza a negar compulsivamente con la cabeza.

—No, Paris, no —clava sus ojos grises en los míos—. No deberías estar aquí.

Ignoro el pinchazo en mi corazón y empiezo a jugar compulsivamente con mis dedos.

—Solo quería saber si estabas bien. —respondo con voz más aguda de lo normal.

Vuelve a menear la cabeza.

—No, Paris. No deberías estar aquí. Tú no...

Y, de pronto, como si acabara de recordar algo, se calla abruptamente y me observa totalmente pálido, con su cuerpo ahora rígido y los ojos abiertos de par en par.

—Billy. Billy estaba aquí hace unos instantes —se incorpora hasta quedar sentado—. ¿Te vio? ¿Logró verte?

Por la forma en la que hace las preguntas, y por su expresión, se nota que tiene miedo, por lo que queriendo quitar ese sentimiento me acerco a su lado y muevo la cabeza en forma de «no».

—Nadie me vio, Jay. Sarah fue lo bastante rápida y me escondió antes de que él pudiera verme.

Un gran suspiro de alivio sale de su boca y, seguido a eso, deja caer su cabeza hacia atrás, en su almohada, mientras lleva su mano a su pecho.

—Voy a agradecerle por eso apenas salga de aquí.

Mientras él continúa con los ojos cerrados, y con la mano encima de su corazón, yo empiezo a inspeccionar su rostro, y mientras lo hago, solo puedo pensar en lo mucho que cambió su semblante está última semana que dejé de verlo.

Se ve pálido, cansado, su cabello está desordenado, sus labios se encuentran bastante resecos, y tiene unas ojeras tan pronunciadas que parece un personaje de Tim Burton.

Instintivamente, estiro mi mano derecha hacia su mejilla y paso mi dedo pulgar por debajo de sus ojos, en una suave caricia y, el momento en el que mi mano toca su mejilla, siento como todo su cuerpo se relaja bajo mi tacto, soltando al mismo tiempo una entrecortada bocanada de aire.

Estoy tan concentrada en su cansado, pero hermoso rostro, que cuando siento su brazo derecho rodear mi cintura, para tirar de mi y hacerme sentar en la orilla de la camilla, pego un pequeño brinco de la impresión.

—Si alguien me hubiera dicho que, para volver a tenerte así cerca, necesitaba casi ver a la muerte, me hubiera lanzado de las escaleras hace mucho tiempo. —suelta con voz ronca.

Una enorme sonrisa se forma en mis labios y niego con la cabeza.

—¿Qué clase de comentario fue ese?

—Uno sincero.

Mordisqueo mi labio, tratando de ocultar mi sonrisa, ante las sensaciones que me causó tal comentario.

¿Qué tan mal me veré si admito que, a una parte de mí, le gustó lo que me dijo?

Nada. A mí también me gustó.

Bien.

La felicidad me dura poco, ya que mi mente traidora, empieza a reproducir en mi mente lo que me dijo Jayden segundos después de que me vio: «No deberías estar aquí».

—¿Entonces estás... feliz de verme?—cuestiono, un tanto insegura.

—¿Acaso lo dudas, rubia?

«Rubia».

El deleite y las sensaciones que me causa el volver a escuchar la palabra «rubia» salir de sus labios, luego de un tiempo, provocan que una corriente eléctrica me recorra toda la espina dorsal.

Cierro los ojos y muevo mis hombros, tratando de quitarme la sensación de aquel apodo y concentrarme en lo que iba a decirle.

Como odio que logré desconcentrarme con una sola palabra.

Cosas que solo hace Jayden Blackwood.

Tomo una bocanada de aire y paso la lengua por mis labios, antes de volver a mirarlo.

—Es que, cuando entré no sonaste muy feliz —explico, recordando el pinchazo de mi corazón y quito su mano de su rostro—. Incluso sonaste como si no quisieras verme.

Los ojos de mi ex novio, aún clavados en mí, se abren como platos, y no le toma mucho tiempo deducir a qué me refiero, porque en seguida, sus ojos se llenan de vergüenza y culpabilidad.

—Lo siento mucho, Paris, jamás quise sonar de esa manera. Y mucho menos luego de estar rogándole toda la noche a las estrellas que tú fueras la próxima persona en entrar en esta maldita habitación...

Las mariposas vuelven a golpear mi interior, está vez con más fuerza, y reprimo las ganas de soltar un chillido de alegría.

—Pero después de lo que me dijo Billy hace unos instantes —aprieta sus dientes, con evidente molestia—, si ya tenía miedo de que las personas de la prensa publicaran tú nombre junto al mío en redes sociales o noticias, por las consecuencias que eso generaban en mí, ahora estoy aterrado, Paris, porque ahora no solo me lastimarían a mi.

La mirada de angustia y terror que me da es tan intensa, que termina destrozándome, por lo que tomo la mano en la que tiene el suero, con cuidado, tratando de transmitirle tranquilidad.

—Nadie me vio, Jay, así que puedes estar tranquilo.

Me regala una frágil sonrisa.

—Eso espero, rubia, porque por mucho que yo esté dispuesto a asfixiar a Billy hasta la muerte, si se atreve a lastimarte, te aseguro que, hasta en el infierno, lograría encontrar una forma de joderme.

Frunzo el ceño.

«¿Lastimarme?» —ladeo la cabeza con confusión—. ¿Te refieres a que las consecuencias son para los dos?

Jayden se queda callado un par de segundos, mirándome con todo su rostro contorsionado en culpabilidad, y mueve una sola vez su cabeza en asentimiento.

Mi corazón cae al piso y siento como en mi estómago se abre un hoyo, debido al pánico que eso acaba de generarme.

—Perdóname, Paris —suelta con arrepentimiento y la voz temblorosa—. Lo siento mucho, rubia. Yo jamás... yo jamás quise que esto pasara. Jamás desee ponerte en peligro, Paris, y...

Jayden empieza a balbucear y a mover sus manos con tanta inquietud, que me destroza el corazón, porque yo jamás lo había visto así: con ese nivel de miedo en sus ojos, alterado y ansioso. Siempre vi a un Jayden tranquilo, juguetón y coqueto.

Verlo así está doliéndome.

En un intento desesperado por apaciguar la ansiedad que se está acumulando en él, tomo sus mejillas y lo atraigo hacia mí, para dejar un beso en sus labios.

El beso dura solo un par de segundos, pero es suficiente para tranquilizarlo.

—¿Ya estás mejor?—cuestiono con la voz más aguda de lo normal y con la cara totalmente caliente.

Mi ex novio se queda unos segundos en silencio, observándome atónito, y pasando su mirada desde mis ojos a mis labios y viceversa.

—No. —susurra.

Mis cejas se alzan.

—¿No?

Niega.

—Necesito otro para sentirme mejor.

No me deja replicar, ni analizar sus palabras, ya que en menos de 1 segundo, está tirando de un mechón de mi cabello para volver a pegarme a su boca.

Paso las manos por su cuello, para pegarlo lo más que se pueda a mí, y siento como todo en mi interior festeja al volver sentir la calidez que me dan sus labios.

Un suspiro de placer se escapa de mi, cuando la mano de Jayden se adentra debajo de mi sudadera, subiendo por mi espalda, al mismo tiempo en que introduce su lengua a mi boca.

Siento su otra mano subir, con lentitud, por mi brazo, mi hombro, mi cuello y solo se detiene cuando sus dedos se enredan en mi cabello y...

—¡Maldita sea!

Se separa de mí, de jalón, luego de hacer tal exclamación sobre mis labios y empieza a agitar con una fuerza innecesaria, su mano izquierda, la cuál estaba enredada en mi cabello y la que, también, tiene el suero.

—¡¿Qué haces?!—lo miro, alarmada, temiendo que vaya a lastimarse.

—Desenredándome este estúpido suero. —responde sin dejar de agitar su mano.

—¡Pero así no! ¡Vas a lastimarte!

Detengo su brazo por la muñeca, antes de que se lastime, y con la máxima precaución, desenredo el suero, que se había atorado entre sus dedos.

—Debes ser más cuidadoso, Jayden, pudiste haberte lastimado tu mano. —regaño, acomodando el suero nuevamente.

—No seré cuidadoso cuando esta estúpida cosas —lo señala, con evidente molestia—, no me deja besar bien a mi novia.

Me quedo rígida cuando entran a mis oídos las palabras: «mi novia», y llevo mi vista hacía él, lentamente, mientras voy sintiendo como el ardor va a subiendo desde mi cuello hasta mi rostro, para acumularse en mis mejillas.

Carraspeo y miro a otro punto en la habitación, mientras jugueteo con mis pulseras, nerviosa.

—Tú y yo ya no somos pareja, Jayden.

Sus dedos toman mi barbilla y me vuelve la cabeza hacía él.

—Es cuestión de tiempo para que lo vuelvas a ser —se incorpora, acercándose a mi—, tomatito. —susurra esto último, cerca de mi boca, antes de robarme un beso.

Me quedo totalmente inmóvil, mientras mi cerebro procesa aquellas palabras junto con ese pequeño beso y, no se que cara tengo, que Jayden me observa con una enorme sonrisa.

Seguro le causa risa tu cara de tonta.

Gracias, conciencia.

El sonido de la puerta siendo golpeada con suavidad, para luego ser abierta, me saca de ese pequeño shock que me causaron las acciones de mi ex novio y miro sobre mi hombro, justo cuando la puerta se cierra detrás de un hombre, de más de 40 años, quien parece ser el doctor.

Me levanto de la camilla en seguida.

—Buenas tardes, joven Blackwood —se encamina a los pies de la cama—. Espero no interrumpir nada.

Lanza una mirada, sobre sus gafas, entre ambos

—No, doctor. Nada. Mi novia y yo, justo acabábamos de terminar nuestra conversación.

Y dale con la novia.

Me vuelvo hacía Jayden con el ceño fruncido, sintiendo como mi cara vuelve a tornarse roja como un tomate, y él solamente me recibe con una sonrisa maliciosa.

Ni moribundo deja de ser así...

Lo he notado.

—Oh, ya veo. Entonces supongo que usted debe ser la señorita Paris, ¿cierto?

Ahora no solo siento mi cara caliente, sino que mi cuello y mis brazos también.

—Sí.

Mi voz sale tan aguda que me avergüenzo de inmediato y carraspeo, apenada.

—Mucho gusto, señorita Paris —estira su mano en mi dirección—. Soy el doctor Daniel, él encargado de atender a su pareja.

Paso, con disimulo, mi mano sudada por mi pantalón, quitando cualquier gota de agua de ella, antes de tomar su mano entre la mía.

—El gusto es mío, Doctor.

Suelta mi mano después de unos segundos y lleva su vista hacia la libreta que tiene en las manos.

—Bien, Jayden, antes de darte de alta te haré unas preguntas, volveré a darte tu diagnóstico, te recetare los medicamentos y te daré algunas instrucciones, ¿si?

Hago una mueca.

No me gustaría que lo dieran de alta. No tan pronto.

—Si, por supuesto.

Antes de que el Doctor empiece a hablar, la mano de Jayden toma la mía, por lo que vuelvo mi atención a él.

Rubia, ¿puedes esperarme afuera en lo que termino de hablar con él doctor, por favor?

Quiero negarme y decirle que quiero quedarme para escuchar su diagnóstico, y lo que el Doctor va a decirle, pero por la mirada suplicante que me da, supongo que no quiere que esté aquí para escuchar lo que tiene que decir.

Frunzo mis labios, sintiéndome un poco mal ante el hecho de que quiere que me retire, sin embargo termino por asentir con la cabeza, respetando su decisión.

—Está bien. Te espero afuera.

Hago el ademán alejarme de él, para salir de la habitación, cuando su mano se aferra con más fuerza.

—No hagas esa cara, rubia —deja un beso en mi dorso—. Y no pienses que te pido que salgas porque no quiero que estés aquí, si no porque quiero ser yo quien te explique toda está situación, ¿si?

Algo dentro de mi se tranquiliza y agradece profundamente esa explicación, ya que no deseo seguir lastimando a mi cabeza con las miles de malas ideas que entran a ella.

—Sí, está bien.

Vuelve a llevar mi mano a sus labios, solo que está vez reparte los besos por mis nudillos.

—Te veré afuera, rubia.

Le sonrío.

—Te veré afuera, Jay.

Suelto su mano con suavidad, y tras una breve despedida al doctor con la mano, salgo de la habitación con mis sentimientos revueltos y con muchas más preguntas que antes.

¡Aquí el final!

Espero que le haya gustado el capítulo.

Nos vemos el siguiente.

Los quiere, Hanna.

ig:hannasvelez

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