You belong with me

By fanficssleti

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Aitana y Pedri. Pedri y Aitana. Así los conocían en su pueblo de Tenerife, Tegueste. Son mejores amigos desde... More

PERSONAJES PRINCIPALES
PRÓLOGO
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Aviso
Capítulo 9
Capítulo 10
Capitulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21

Capítulo 22

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By fanficssleti

-NARRA PEDRI-
Me desperté por la mañana con el ruido de una alarma. Suspiré aún con los ojos cerrados, sintiendo un peso sobre mi brazo. Cuando miré que era lo que aplastaba mi bíceps, vi la cabeza de Aitana apoyada sobre mí. Mi otro brazo descansaba sobre su cintura mientras ella tenía la espalda pegada a mi pecho. Estiré la mano hacia atrás y apagué el maldito ruido que estaba estropeándome el momento. Hundí la cara en su pelo, oliendo la vainilla de su champú, a la vez que cerraba los ojos para seguir durmiendo. Me sentía demasiado bien como para siquiera pensar en moverme, solo quería seguir abrazándola.

Aitana se removió contra mi cuerpo, girándose hacia mi. Abrí los ojos y la observé mientras se apretujaba contra mi pecho. Era tan bonita.

La puta alarma volvió a sonar cinco minutos después, y esta vez Aitana sí que se despertó. Hizo un ruido de incomodidad y se giró hacia arriba mientras yo volví a apagar la alarma. Me giré de nuevo hacia ella, viendo como tenía los ojos cerrados.

- Buenos días -sonreí apoyándome en mi mano.
- Buenos días -abrió los ojos mirándome.
- ¿Estás bien?
- Sí -sonrió- muy bien.

¿Cómo podía estar tan guapa recién levantada? Y sin maquillaje, sin nada más que su cara de dormida y el pelo revuelto por toda la cama. Bárbara tardó dos meses en que me dejase verla sin maquillaje, y ni de broma le brillaba tanto la cara cuando se despertaba. Dios, todos tenían razón, soy la persona más ciega de este mundo. ¿Como había tardado tanto en darme cuenta de lo que había tenido delante de mí durante años?

- Tengo que ir a clase -suspiró- que pereza.
- Yo tengo que ir a entrenar -suspiré igual.
-Entonces deberíamos levantarnos ¿no?

Asentí, acercando la mano a su cara y quitándole el pelo hacia un lado. La miré embobado, observé sus labios gruesos, las pequeñas pecas de su nariz y mejillas, el rubor de sus mejillas. De repente su sonrisa desapareció y su cara se volvió seria. Tosió incómoda y se sentó en la cama, apartándose unos centímetros de mi.

- ¿Puedes irte a tu habitación?

¿Qué acababa de pasar?

- Eh... sí, claro.
- Gracias.

Me levanté de su cama y recogí mi ropa que había dejado en el suelo.

- ¿Nos vemos a la hora de comer? -pregunté.
- No lo sé, quizás como con las chicas.
- Ah... vale. ¿Seguro que estás bien?
- Sí.
- Vale.

Abrí la puerta de su habitación y me asomé para ver si Fer estaba en casa. Eran las 8 de la mañana, así que dudaba mucho que ya hubiese llegado. Salí corriendo por si las moscas hacia mi habitación y me encerré. Me metí en la ducha y me relajé bajo el agua.

No podía seguir con Bárbara. Había tardado mucho en llegar a esa conclusión, pero ahora lo tenía muy claro. Quizás no entendía muy bien qué había entre Aitana y yo, qué es exactamente lo que sentía por ella. Pero aparte de eso, Bárbara ya no significaba nada para mi. Ni siquiera podía verla guapa ahora que tenía a Aitana delante. Quería seguir como estaba con Aitana sin sentirme culpable y sin que ella se sintiese culpable. Puede que me estuviese equivocando y esto no acabase bien, pero necesitaba probarlo antes que alejarme de ella.

Bajé a la cocina cuando estuve listo, viendo a Aitana tomarse su colacao sobre la mesa. Me acerqué a ella por detrás y le di un beso en la mejilla, viendo como sonreía levemente.

- Me voy ya -dijo cogiendo su móvil y la mochila que tenía en el suelo.
- ¿Me avisas si vienes a comer?
- Pedri -suspiró.

La miré esperando que siguiese hablando.

- Sé que nos acostamos y demás, pero no te comportes como mi novio.
- No es... solo te pregunto si vienes a comer.
- Ya, y también te duermes en mi cama.
- Lo siento.
- Ya, yo también.

Se colgó la mochila de los hombros y salió de la cocina, dejándome solo en casa. Odiaba que después de estar juntos Aitana empezase a comportarse distante, como si no pudiese soportar el hecho de que no éramos más que...más que sexo. Pero para mí empezaba a ser algo más que eso. Esperaba que dejando a Bárbara, Aitana dejase de comportarse así.

Salí de casa quince minutos después que ella, subiendo en el coche y yendo hacia el campo. Estaba cansado de cojones y no iba a poder rendir demasiado, así que Xavi se cagaría en mi vida.

- Hey -saludó Gavi cuando me vio entrar en el vestuario.
- Hola.

Ferran estaba al otro lado, mirándonos, o más bien mirándome. Hizo un gesto con la mano sobre que después hablábamos y asentí.

- ¿Estás bien? -preguntó Gavi.
- Eso creo. Voy a dejar a Bárbara.

Gavi abrió los ojos como platos y Ferran se acercó a nosotros.

- ¿Podéis hablar conmigo? Creo que también soy cómplice -dijo.
- ¡Vamos chicos! -gritó Xavi.
-  Al salir hablamos -dije.

Ambos asintieron y salimos al campo, empezando el entrenamiento. Como predije, mis fuerzas estaban al mínimo por casi no haber dormido. Xavi me llamó desde el otro lado del campo y me acerqué a él.

- ¿Qué coño te pasa hijo? -preguntó.
- Nada, solo he dormido mal.
- Pedri, sabes que tenéis que descansar bien, no puedes venir con esa cara de zombie. No es la primera vez que estás así, ¿te pasa algo? ¿Puedo ayudarte? Sabes que puedes hablar conmigo.
- No, tranquilo, estoy bien. Son algunas noches que descanso mal.
- Bien, bueno, vuelve con tus compañeros.

Volví trotando donde estaban mis amigos. Al final del entreno Xavi nos puso a jugar un mini partido. Apenas podía moverme ya del cansancio y de sentir las piernas débiles. Se supone que tenía que dormir entre 8-9 horas y había dormido 5.

- ¡Va Pedri! -gritó Gavi.

Me acerqué a Araujo para quitarle la pelota, pero un mal movimiento me hizo estirar de más la pierna, haciéndome sentir un tirón horrible en el muslo.

- Joder -me quejé tocándome la zona.

Intenté seguir, pero la molestia se hacía cada vez más fuerte. Me tiré sobre el césped agarrándome la zona con cara de dolor.

- ¡Paramos! -gritó Xavi corriendo hacia mi- ¿estás bien?
- Me duele de cojones.
- Joder -escuché a Gavi detrás.
- Llamad a enfermería -dijo Xavi- espero que no sea nada.
- Y yo -suspiré.

Una camilla vino a buscarme y me llevaron donde los médicos. Estuve casi dos horas allí dentro, con enfermeros mirándome y haciéndome pruebas. Finalmente, el doctor se acercó a mi con una cara horrible.

- Pedri, tienes una lesión en el recto femoral, vas a tener que estar de baja al menos un mes.
- ¿Un mes? Tiene que ser coña.
- No, tienes que curarte bien eso o puede ir a peor, puedes recaer y fastidiarla del todo. Mejor que estés fuera un tiempo.
- Joder, si estamos a principio de temporada.
- Lo siento.

Quería llorar, pegarle a alguien y romper cosas. No podía lesionarme ahora, joder. Esperaba que de verdad fuese solo un mes y no se alargase, porque el fútbol era lo único que no me hacía sentir mal, donde podía descansar la cabeza de todos mis problemas.

Mis compañeros entraron en la sala cuando les dejaron pasar.

- Lo siento, tío -dijo Ferran.
- Míralo por el lado bueno, estamos a principios, volverás pronto y podrás ayudarnos a cargarnos a todos -dijo Gavi.
- Que mierda -resoplé.
- Venga -sonrió Félix- en nada estás de vuelta.
- Como no ganéis todos los partidos por mi, os mataré.
- Sí, claro -rio Araujo.
- Venga chicos, dejadle descansar -dijo Xavi- en nada ya volverá a molestar por aquí.
- ¿Podemos quedarnos Gavi y yo a hablar con él un momento? -preguntó Ferran.

Xavi no parecía muy convencido, pero finalmente asintió, saliendo detrás del resto de mis compañeros y cerrando la puerta para dejarnos intimidad.

- ¿Qué es eso de que vas a dejar a Bárbara? -preguntó Gavi.
- ¿¡Vas a dejarla!? -Ferran abrió los ojos como platos.
- No sé de que os sorprendéis, vosotros me disteis la chapa.
- No pensábamos que tuvieses el cerebro suficiente para actuar tan rápido -rio Ferran, llevándose un pellizco de mi parte.
- ¿Y Aitana? -preguntó Gavi.
- Me gusta -los miré- mucho. Quizás la estoy cagando porque pueden salir muchas cosas mal y puedo fastidiarlo todo, pero no quiero quedarme de brazos cruzados mientras siento esto. Me vuelve loco. 
- Para Romeo -rio Ferran.

Rodé los ojos y mis amigos sonrieron mirándome.

- Me alegro muchísimo de que por fin reacciones, Aitana es genial -dijo Gavi.
- Cualquiera es mejor que la que tiene ahora -dijo Ferran.

Gavi le dio un codazo y negué con la cabeza riendo. Puede que cualquiera fuese mejor que Bárbara, pero nadie era mejor que Aitana.

- Porfa, no la cagues mucho de ahora en adelante -Gavi unió las manos de forma dramática- quiero a Aitana, así que si le haces daño te romperé un pie jugando.
- Gracias, amigo.
- Y yo el otro -rio Ferran- es muy buena, casi como un ángel.
- Lo sé, llevo años con ella.
- Y aún así eras un puto ciego -dijo Gavi.
- Pero yo sigo teniendo una pregunta -Ferran me miró- entonces ¿vais a ser novios ahora? ¿O como va la cosa?
- No lo sé, voy a ir despacio.
- ¿Despacio? -rio Gavi- os habéis saltado varios pasos en eso de ir despacio.

Le saqué el dedo y mis dos amigos rieron.

- Largo, pesados -reí.
- Bueno, ya seguiremos hablando y nos cuentas como vas -dijo Ferran.
- Sí.
- Y recupérate pronto -Gavi dio una suave palmada en mi muslo sin vendar- no poder picarte es súper aburrido.

Ambos se despidieron de mi y salieron de la enfermería, dejándome solo. Acto seguido, Xavi volvió a entrar y se acercó a la camilla.

- Ahora tendrás que venir para recuperarte, no harás entrenos normales.
- Lo sé.
- Cuídate Pedri, descansa y come como tienes que comer. Va en serio.
- De verdad que lo sé.
- Vale, he llamado a tu hermano para que venga a buscarte. Ya sabes que tienes que tener reposo.
- Sí.
- Nada de esfuerzos. Y cuando digo nada, es NADA -alzó las cejas. Encima de lesionado, no podía follar. Genial. Que me quiten un pulmón de paso.
- Entiendo.
- Bien, mañana nos vemos.

Asentí y me dio un apretón cariñoso en el hombro para después salir de la enfermería. Cogí el teléfono para distraerme mientras esperaba a que llegase mi hermano. Esperaba que no me diese mucho la chapa, pero siendo Fer seguro que lo hacía.

Una media hora más tarde, la puerta se abrió de golpe. Giré la cabeza esperando ver a mi hermano, pero era Aitana la que me miraba con la respiración agitada, supongo que de venir corriendo.

- ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?

Se acercó a toda prisa a la camilla, mirándome por todas partes, sobre todo en el muslo donde tenía una venda.

- Ay dios -dijo- Pedri.
- Tranquila, estoy bien.
- ¡Pero si Gavi me ha dicho que estás de baja! ¡Y tienes una venda en el muslo!
- Aitana -la cogí por la barbilla para mirarla- estoy bien. Es una pequeña lesión, solo voy a estar de baja un mes.
- ¿Un mes? Dios, eso es mucho, ¿estás bien?
- Sí -reí- no pasa nada, gafes del oficio.
- Lo siento, dios lo siento. Seguro que es porque ayer dormiste poco, apoyaste mal por el cansancio y ahora estás aquí. Dios lo siento.
- Claro que no es por eso, no es tu culpa. Son cosas que pasan.

Chiscó la lengua y su mano acarició mi pelo. Ese simple gesto me hizo sentir mejor.

- De verdad que lo siento -me miró- mucho.
- Solo es un mes -sonreí.
- Te cuidaré, te lo prometo.
- No hace falta -reí- te estoy diciendo que no es para tanto.
- No me importa.
- Bueno, tampoco voy a ganarte en esta discusión.
- Exacto -sonrió.

Sus dedos se enrollaron entre mi pelo, tocándolo con delicadeza. Estaba preciosa, igual que cuando la vi hace unas horas.

- ¿Puedes cerrar un momento la puerta?
- Claro.

Se separó de mi para hacer lo que le pedí, y un minuto más tarde la estaba besando. Me importaba una mierda todo, deseaba tenerla junto a mis labios más que nada.

- Pedri -sonrió- nos van a pillar.
- Me da igual.

Volví a besarla, acariciando su lengua con cariño. Aitana apoyó las manos sobre mis brazos y la agarré de la nuca para que no se separase.

- Me encanta besarte, créeme -dijo- pero puede entrar alguien.
- Vale, es que lo necesitaba. Por cierto, ¿Qué haces aquí y como te has enterado en tan poco tiempo?
- Gavi me llamó, así que cogí un taxi lo más rápido que pude para venir.
- ¿Solo para eso?
- ¿Solo? Sé lo importante que es para ti el fútbol, así que no podía quedarme lejos sabiendo que te había pasado algo. Además, ya ha salido en todos los medios.

La miré alucinado. Aitana era increíble, y yo había tardado tanto en darme cuenta. La que era mi novia de verdad ni siquiera me había llamado, y estaba seguro de que se había enterado.

No pude evitarlo y tiré de su brazo para volver a besarla. Aitana rio en medio del beso, provocándome a mi también una sonrisa de imbécil. Dios, que bien se sentía.

- Vale ya -dijo- tu hermano está a punto de llegar.

Justo en ese momento, la puerta se abrió para dejar ver a un Fernando evidentemente preocupado. Tuve que repetirle cien veces al igual que a Aitana que no pasaba nada, que era leve, pero los dos parecían ignorarlo con su preocupación desmedida.

- Mira, mamá, es que tu hijo es un lerdo -dijo Fer, alejándose para contestarle a nuestra madre.
- De verdad -reí mirando a Aitana- no tenéis remedio.
- Toma, habla con tu progenitora que está histérica.

Le cogí el móvil a mi hermano, escuchando los chillidos de preocupación de mi madre, que da la casualidad que estaba con Silvia y también empezó a gritarme preocupada. Les expliqué lo que me había dicho el médico, y después de repetirles cien veces que no tenían que venir, por fin me dejaron colgar algo más tranquilas.

- En fin, vámonos anda.
- ¿Te ayudo? -preguntó Aitana.
- Corazón, puedo caminar -sonreí.

Sus mejillas se ruborizaron al escuchar mi mote, y se escondió un poco para que Fer no notase el color de sus mejillas. Menos mal que la llamaba de forma cariñosa desde pequeña y a Fer le parecía normal. Esta vez era lo mismo ¿no?

Aitana asintió y fue Fer el primero en salir, mientras que Aitana salía de última. Mis compañeros ya se habían duchado y se habían ido, así que al bajar al garaje ya solo quedaba nuestro coche y el de algunos trabajadores.

- ¿Y quién lleva mi coche? -pregunté.
- ¡Yo! -saltó Aitana.
- Ni de coña, no vas a llevarlo tú sola, te acabas de sacar el carnet.
- Tampoco hay más voluntarios -rio Fer, pasándole las llaves de mi coche.
- Como me lo raye, quemaré tu habitación.

Aitana se cruzó de brazos claramente ofendida mientras Fer se iba riendo hacia su coche.

- Puedo conducir, mejor lo llevo yo -dije.
- No, aún es pronto. Sube y cállate.

Rodé los ojos y terminé haciéndole caso. Apenas tenía un mes de carnet, podían pasar muchas cosas malas.

- Por favor, si ves que te vas a chocar, frena -la miré.
- Pedro, sé conducir. Además, tu coche es automático. Cualquier tonto sabría conducirlo.

Me persiné y le recé a dios para que no le pasase nada a mi coche, mientras Aitana lo encendía y miraba por los espejos para dar marcha atrás. Estaba muy graciosa, mordiéndose la lengua mientras se concentraba.

- Cuidado con las columnas.
- Ya lo sé.
- Y con los demás coches.
- Ya.
- ¡Los espejos! -grité cuando casi revienta mi espejo con la columna.
- A ver, Pedro González, o te callas y me dejas conducir o te meto en el maletero para que no molestes.
- Vale, me callo.

Asintió y volvió a arrancar el coche, saliendo por fin de la plaza, gracias a Dios ilesos. Salió del garaje y como siempre había una manada de personas esperando.

- Dios mío ¿y si atropello a alguien?
- Aitana por dios, no me asustes.
- Que no tengo seguro en este coche.
- Nena, mira hacia delante y sigue, si alguien se mete solo tienes que frenar. Venga. Y no pares.
- Si me vuelves a llamar nena, entonces sí que no podré ni abrir las piernas y no podré tocar los pedales.

Solté una carcajada ante su repentino atrevimiento y me miró riéndose también. Joder, como me gustaba esta Aitana.

- ¿No te dan pena? Han venido a verte.
- No siempre puedo pararme, están aquí todos los días.
- Pero porque te quieren.
- De los que hay, solo 2 se merecen que pare porque son nuevos. El resto quiere que les firme para vender las camisetas.
- Cada uno se gana la vida como puede -rio- no todos nos hacemos ricos pateando un balón.

Le di un golpe suave en el hombro mientras reía. Se metió en la zona donde nos esperaban todos los chicos, que al verme empezaron a gritar y a meterse por los lados del coche.

- Me está dando mucha ansiedad -dijo.
- Para anda -reí- les firmo y que se vayan.
- Gracias -se relajó contra el asiento.

Abrí mi ventana y todos se acercaron a sacarse fotos y a que les firmase. Algunos le preguntaban a Aitana como estaba, otros ni se enteraban de que estaba ahí.

- ¡Hola Aitana! -la saludaron unas chicas.
- Hola -sonrió.

Dios, como se notaba la diferencia de ánimo entre ella y Bárbara cuando estábamos rodeados de gente. Mi aún novia habría atropellado a todas las personas si así no me paraba. Y por el contrario, Aitana casi me obligaba a parar porque les daba pena. Tenía una inocencia y una dulzura tan bonitas.

- ¿Y tu novia, Pedri? -preguntaron las chicas.
- En su casa -respondí serio.
- Nos cae mejor Aitana.

Aitana apretó los labios para no sonreír, pero sabía que por dentro se estaba riendo.

- ¡Pero si Bárbara está como un camión! -gritó uno.

Arrugué las cejas al oír eso y dejé de firmar la camiseta que tenía en la mano. Me daban ganas de bajar y contestarle que la chica que tenía al lado era las más bonita que iba a ver en su vida, que no se podía ni imaginar lo que escondía debajo de la ropa, pero evidentemente no era nada apropiado.

- Aitana es buena persona, lo que es mejor -le contestó otra chica, iniciando una guerra entre ellos por quien creían que debería estar conmigo.

A veces flipaba un poco con la poca vergüenza de las personas.

- Vamos corazón -susurré.

Aitana asintió y cerré las ventanas, saliendo de esa manada.

Giré la cabeza hacia Aitana y vi como tenía las cejas fruncidas y apretaba el volante con fuerza.

- ¿Sabes que lo que acabas de oír es mentira, no?
- ¿Qué tu novia está como un camión y que yo solo soy buena persona? Claro.
- Aitana -suspiré.
- Da igual.
- No da igual. No me mires porque nos mataremos, pero escúchame. Me gustas tú, me encantas joder. Ellos ni siquiera han visto lo que yo, no han visto cada rincón de tu cuerpo, no han besado cada esquina. Hablan sin tener ni puta idea. Tu cuerpo es un puto monumento. Y sí, eres buena persona. Eres un amor con todo el mundo, eres un ángel que llena de luz cada habitación en donde estás y eso solo hace que seas aún más atractiva, pero también estás como un puto camión. Que se lo digan a mi polla, que tiene ganas de explotar solo viéndote.

Aitana mostró una leve sonrisa en las comisuras de sus labios. No quería que ni por un momento pensase que no era tan guapa como Bárbara, porque lo era más, mucho más. Tenía unas curvas que me volvían loco. Y eso solo era la punta del iceberg, porque debajo de ese cuerpo de escándalo se escondía una chica increíble.

- Eres un bruto -susurró.
- ¿Por decirte que me la pones gorda?
- ¡Pedro!
- Perdón -reí- no nos estrelles. Solo es para que te quedase claro. Y que me importa una mierda lo que piensen los demás.
- Vale -relajó sus hombros aliviada.
- No volveremos a pararnos.
- No, los demás tampoco tienen la culpa. Además, no le puedo gustar a todo el mundo.
- ¿No te vale con gustarme a mí?

Giró la cabeza mirándome unos segundos, donde pude ver como le brillaban los ojos y sonreía. Amaba su sonrisa.

- Sí.
- Bien, pero seguro que si todo el mundo ve lo mismo que yo, babearían por ti. Mira Fermín.
- ¿Ahora ya no estás celoso? -rio.
- Nunca dije que lo estuviese.
- Lo que tú digas.
- Solo me molesta que cenes con él a altas horas de la noche y te emborraches.
- Celos -rio.
- No.
- Y aún así, mira donde acabé la noche.
- Con tu coño en mi cara.
- ¡Pedro! Para de hablar así o te estrello el coche.
- Es que me encanta como te avergüenzas y se te ponen las mejillas rojas.

Me miró unos segundos de reojo y después negó con la cabeza mientras sonreía. Con Aitana no tenía que pensar las cosas porque me salían solas. Era como si mi boca funcionase sola cuando estaba con ella.

Por fin llegamos a casa, sin ningún rasguño. Entramos y Fer nos miró con curiosidad desde la vitro donde estaba preparando la comida.

- ¿Por qué habéis tardado tanto?
- A Aitana le dio pena la gente que me esperaba y se paró.
- Por dios, si siempre son los mismos.
- Ves -reí mirándola.
- No me importa, hay que ser bueno. Además, no quería atropellar a nadie.

Fer soltó una carcajada y Aitana le lanzó un trapo a la cabeza, haciéndome reír. Nos quedamos para ayudar a mi hermano, o más bien Aitana, porque a mi me obligaron a sentarme y mirar.

- Me tratáis como un inválido.
- Lo eres -rio Aitana.

Quise contestarle algo fuera de lugar, pero apreté los labios al darme cuenta de que mi hermano estaba delante. Aitana pareció leerme la mente, porque se puso colorada.

- Oye -dije- ¿y cuando vamos a conocer a mi cuñada?
- No es tu cuñada -respondió Fer- y cuando yo quiera.
- Jolines -Aitana hizo pucheros- yo quiero verla ya.
- Eso, tenemos que interrogarla.
- Vamos Fer -Aitana lo pinchó con el tenedor.
- ¡Dios! Que pesados sois cuando estáis juntos de buen humor. Os prefiero enfadados.

Aitana rio dándole un codazo y mi hermano rodó los ojos apoyándose sobre la mesa.

- Bueno, quizás pueda organizar una cena esta semana.
- ¡Yuju! -gritamos a la vez Aitana y yo.

Mi hermano nos miró como si fuésemos idiotas y volvió a girarse para atender el fuego. Le guiñé un ojo a Aitana y esta sonrió, volviéndose hacia mi hermano para ayudarlo.

Después de comer, Aitana se quedó a lavar mientras a mi me obligaban a tumbarme sobre el sofá. Ni siquiera tenía muletas, menuda tontería. Fer subió las escaleras para ir a su habitación y aproveché para colarme en la cocina y rodear la cintura de Aitana mientras lavaba.

- Que susto -rio.
- Que sexy estás con ese delantal.
- Sí, oliendo a comida. ¿Qué haces aquí? Te hemos dicho que descanses.
- No soy inútil Aitana, puedo moverme.

La vi rodar los ojos y una risa se escapó de sus labios cuando le besé el cuello.

- Tu hermano está arriba -susurró mientras colaba las manos por su abdomen.
- El peligro es excitante.
- Para -rio.

Se giró y me apartó con las manos mojadas.

- Vete a descansar, pesado -dijo.
- Como os odio -arrugué las cejas.
- Ajá, aprende a mentir.

Suspiré frustrado y volví al salón, poniéndome la tele de fondo mientras miraba el móvil. Mi lesión ya estaba por todos lados y tenía mensajes de todo el mundo, menos de mi novia. Ni siquiera me molestaba, otra razón más por la que quería dejarla. Ya no me importaba su poca preocupación por mi, cuando tenía a Aitana que se volvía loca si me torcía un solo dedo.

- Ya he acabado -se acercó a la sala- voy a subir un rato a dormir la siesta y por la tarde voy a salir con las chicas ¿necesitas algo?
- De nuevo: no estoy inválido.
- Vale idiota -rio.
- Bueno, sí necesito una cosa, ven.

Se acercó a mi curiosa. La cogí del brazo y la bajé para plantarle un beso en los labios.

- Tienes unos huevos -rio.
- Sube a dormir anda.

Rodó los ojos y la escuché subir a su habitación. Pues genial, tampoco tenía mucho más que hacer.

-NARRA AITANA-
Me sentía como una adolescente en pleno auge de hormonas. Pedri se estaba comportando demasiado bien conmigo, demasiado adorable. Me sentía mal porque sabía que no éramos nada, que él seguía teniendo otra vida, pero los pequeños ratos en los que se comportaba como un novio real era lo que me daba fuerzas para seguir con esto que teníamos. Si no fuese porqué estaba enamorada hasta el alma, no habría aceptado jamás ser la otra.

Me acosté sobre la cama y me costó muy poco dormirme, teniendo en cuenta que la noche anterior me había dormido muy tarde por razones obvias.

Me desperté una dos horas más tarde, con mensajes de Laura petándome el teléfono intentando localizarme. Le respondí que me iba a vestir y que pasease a por mi en media hora, así que me levanté para cambiarme y peinarme.

Bajé a la sala con el móvil entre mis manos, esperando encontrarme con Pedri para preguntarle cómo estaba. Efectivamente estaba allí, pero no solo, sino con Bárbara.

- Eh...hola -dije.
- Aitana -Pedri se sentó, apartándose unos centímetros de su novia que hace unos segundos le tocaba el pelo, tal como me gustaba hacerlo a mi.
- Ah, hola -saludó la rubia.
- Solo venía a ver cómo estabas, yo me voy.
- Estoy bien -sonrió- pásalo bien.
- Gracias. Nos vemos.
- Adiós -dijo la otra.

Una sensación incómoda se me instaló en el pecho. Salí de casa y vi el coche de mi amiga en frente. Me subí en el copiloto sonriendo, intentando que no notase nada raro.

- ¿Qué tal está Pedri? Me he enterado.
- Bien, dice que no es grave.
- Mejor, o estarías mega pesada -rio.

Le saqué la lengua y arrancó el coche, pasándose por casa de Lucía para recogerla. Fuimos hasta una de nuestras cafeterías favoritas, donde la dueña tenía un golden enorme que siempre se tumbaba sobre nuestros pies. La dueña, Julia, decía que éramos sus clientas favoritas.

Nos sentamos en una mesa y la enorme bola de pelo nada más vernos se acercó moviendo la cola.

- Holaa chicas -sonrió Julia- ¿lo de siempre?
- Sip -respondimos las tres a la vez.

Asintió con la cabeza y se alejó mientras su perro se tumbaba a nuestro lado.

- Bueno, señorita -dijo Laura- tenemos que hablar contigo.
- ¿Qué pasa?
- Sabemos lo que has estado haciendo -Lucía entrecerró los ojos.

Tragué hondo. ¿Lo sabían? ¿Cómo iban a saberlo?

- Babeando por Pedri -dijo Laura, lo que me hizo soltar el aire por el alivio.
- Ahora en serio ¿Cómo estas? Después de todo lo que pasó, se nos hace rarísimo que seáis amigos sin más -Lucía me miró.
- Bien -me encogí de hombros- es lo que somos, sin más.
- ¿Sin más? Te comió el alma hija -Lucía abrió los ojos.
- Tiene novia.
- ¿Y? Te comió el coño, repito.
-  ¿Podéis hablar bajo? Hay más gente aquí.
- Bah -Laura movió la mano quitándole importancia.
- ¿Y tú con Gavi?
- No cambies de tema amor -rio Laura- no funcionará.

Nos callamos cuando Julia nos trajo nuestras bebidas y le dimos las gracias cuando se alejó de nuevo. Odiaba mentirles a mis amigas, a las que más me habían apoyado desde que llegué a aquí, pero tenía que hacerlo por Pedri, debía mantener lo nuestro oculto por su bien y por el mío, pero más por el suyo. Si la gente se enteraba de que era un infiel, no importaba que fuese futbolista, lo podrían como la peor persona. Y Pedri no era malo, solo tomaba algunas decisiones cuestionables, como yo, como todos.

- Aiti ¿seguro que no hay nada que quieras contarnos? Sabes que te apoyaremos con lo que sea -Laura tocó mi mano.
- No, en serio -mi mirada se movió entre ellas- todo bien.
- Bueno -suspiró Lucía- entonces pasemos a la siguiente víctima.

Las dos miramos a Laura, que se hizo la loca mirando a otro sitio.

- Desembucha ¿A dónde va lo tuyo con Gavi? -dije.
- A la cama.
- Genial, tema zanjado -dijo Lucía.
- ¡Eh! ¿Por qué a mi me acosais y a ella no le dices nada?
- Porque tiene algo más de cerebro que tú.

Le hice el corte de manga y ambas se rieron.

- Todo va bien -dijo Laura- sin más también. Nos vemos a veces y ya.
- ¿Y no te estás colando? ¿Nada? -alcé las cejas.
- Nop.
- Con lo pesada que era -dijo Lucía.
- Sí -reí- pero mejor así.

Laura nos miró mal a ambas y la conversación se desvió hacia temas irrelevantes y cotilleos de la uni. La verdad que no podía hacerles mucho caso, porqué mi cabeza no paraba de pensar en Pedri estando en casa con Bárbara.

Después de dos horas con mis amigas, nos levantamos y salimos del local. Laura nos dejó a cada una en nuestra casa y entré en la mía con un nudo en el estómago. Me daba miedo acercarme a la sala por si seguían allí, pero no había nadie. Me entristecí un poco al pensar que se había ido con ella, habíamos pasado unos buenos momentos desde ayer por la noche, pero supongo que esto era lo que había.

Subí a mi habitación con pasos lentos. Al abrir la puerta, casi se me cae el teléfono al suelo cuando vi a Pedri tumbado sobre mi cama.

- Hola -dijo- ya has vuelto.
- Hola -arrugué las cejas- ¿qué haces aquí? Pensaba que te habías ido.
- No, me dijiste que tenía que descansar.
- Ya... ¿en mi habitación?
- Tu cama es más cómoda.

Escondí una sonrisa y me acerqué a la cama, sentándome al lado de su cintura.

- ¿Estás bien? -pregunté.
- Sí, pesadita.

Reí mirándolo. Estaba tan guapo, con esa barba que lo hacía aún más atractivo de lo que era.

- ¿Qué me miras tanto?
- Que no te afeites nunca.
- Pues mi madre ya me está echando la bronca, dice que la estoy dejando crecer mucho -rio.
- Déjatela, por favor.
- ¿Te gusta?
- Me encanta.

Pedri sonrió de lado, activando hasta el último nervio de mi cuerpo. Cogió mi mano y tiró de mi para subirme sobre él, pero me quedé sentada a su lado, con sus manos rodeando mi cintura.

- No quiero hacerte daño.
- Que no me duele.
- No me importa, estás lesionado, no se puede hacer ejercicio lesionado.

Me sacó la lengua y sonreí tocándole el pelo.

- ¿Tú estás bien? -preguntó.
- Sí.
- Te vi rara por la tarde. Supongo por lo que es.
- Da igual.
- Voy a dejarla, Aitana.

Esa frase me hizo activar todos mis sentidos y fijarme en Pedri.

- ¿Qué?
- Que voy a dejar a Bárbara.
- ¿Por qué?
- Creo que es obvio ¿no?

El corazón me latía con tanta rapidez que me apoyé sobre la cama para poder seguir escuchando lo que Pedri me decía.

- ¿Ha pasado algo? -pregunté, ilusa de mi.
- Que me gustas, no le veo el sentido a seguir con ella. Ni siquiera es lo mismo, incluso antes de hacer nada contigo todo había cambiado.
- Pero Pedri.
- No quiero estar con ella Aitana, quiero esto contigo. Me gustas, quiero ver a donde llega, si tú quieres.

Ahora mismo no podría describir lo que era escuchar esas palabras de Pedri. La iba a dejar, básicamente por mi, porque le gustaba. Algo me hacía sentir mal porque iba a hacerle daño a alguien por mi culpa, pero ni ese mínimo dolor podía opacar toda la felicidad que sentía ahora mismo. Le gustaba a Pedri, a la persona que yo llevaba años intentando que me viese como algo más que su amiga. Y estaba pasando, después de tanto tiempo mis deseos se estaban cumpliendo.

- Di algo -sonrió.
- Me parece genial -tenía que relajarme o me pondría a saltar por la habitación- entonces ¿puedo contárselo a mis amigas?
- Pero cuando la deje ¿vale? No se lo he dicho hoy porque me daba cosa cuando había venido a ver cómo estaba, pero lo haré pronto.
- Vale -sonreí.

Pedri apoyó su mano sobre mi nuca y me atrajo hasta su boca, hundiendo la lengua sobre la mía. Me sentía eufórica, por primera vez las cosas estaban saliendo como yo quería. Pedri iba a dejar a Bárbara, lo que significaba que sí que sentía algo por mi, por mínimo que fuese. Nadie deja a su novia por alguien que solo le atrae.

- Voy a ir a mi habitación, Fer salió a comprar y debe estar volviendo ya.
- Vale -asentí.

Le ayudé a levantarse y me miró como si quisiese matarme por tratarlo como un abuelo. Lo solté riendo y antes de irse volvió a besarme.

Dios, si esto era la felicidad, me encantaba. Me tiré sobre la cama sonriendo, como una estupida niña pequeña que no tenía ni idea de lo que iba a pasar a continuación.

Fer llegó quince minutos después de que Pedri hubiese salido de mi habitación, lo supe porque nos gritó que había llegado, como siempre. Me levanté para ir donde él y me crucé con Pedri en el pasillo, que me guiñó el ojo y a mi me tembló el cuerpo. Llegamos a la cocina y saludamos a Fer, que sacaba las cosas de las bolsas de la compra.

- Hoy cenamos pescado y ensalada.
- Pescado noo -hice pucheros.
- Pedri tiene que comer sano.

Miré a Pedri que se encogió de hombros sonriendo.

- ¿Me puedo pedir una pizza? -sonreí como un bebé.
- No -dijeron a la vez.

Me crucé de brazos enfadada y me senté sobre una de las butacas.

- Se acabaron las guarradas en esta casa, todos a comer sano -dijo Fer.

Suspiré apoyándome sobre mis manos y escuché a Pedri reír, lo que me hizo sacarle el dedo del medio.

- Grosera -dijo.
- Críos -dijo Fer.
- Mandón -dijimos Pedri y yo a la vez.

Los tres nos miramos y empezamos a reír. Adoraba esto. Quería sentirme siempre así.

-NARRA PEDRI-
Al día siguiente, me levanté con los ánimos por el suelo. Tenía recuperación con el fisio en el campo, así que no iba a ver a mis compañeros casi nada. Odiaba esta mierda, las lesiones. Un simple apoyo mal y todo se tuerce. Por lo menos no iba a perderme partidos demasiado importantes.

Bajé a la cocina cuando ya estuve listo, viendo a una preciosa Aitana preparar un desayuno como para treinta personas. Había cortado varias frutas, hecho zumo, café y tostadas de lo que parecía aguacate y jamón.

- Buenos días corazón.

Levantó los ojos de la fruta que estaba cortando y sonrió al verme.

- Buenos días. Sé que hoy es tu primer día de recuperación, así que te he hecho un desayuno saludable.
- ¿Es para mi o para veinte más? -reí.
- Para ti, con todo lo que necesitas. Hay fruta, yogures, avena, zumo, tostadas.

Me acerqué a ella y me puse a su lado, rodeando su cintura con mi brazo. Enseguida noté su nerviosismo, adoraba ponerla nerviosa.

- Gracias -besé su cabeza.
- Bien, yo me voy ya, Lucía está llegando.
- ¿Has desayunado?
- Sí, tranquilo, nos vemos a la hora de comer.

Quiso alejarse de mi, pero antes tiré de su brazo para besarla. Justo antes de que nuestros labios se chocaran, Fer entró en la cocina frotándose los ojos y la solté.

- Buenos días -dijo bostezando.
- Buenos días -Aitana se alejó unos centímetros de mi.
- ¿Y todo esto?
- Aitana -reí- que se cree que somos 20.
- Que buena pinta.
- Gracias -sonrió Aitana- venga, me voy. Os veo en la comida.
- Adioos, estudia mucho -dijo Fer.
- Os odio.
- Nosotros más -dijimos al unísono.

Aitana salió de casa y Fer se sentó frente a mi para desayunar.

- Tengo una entrevista de trabajo -dijo de repente.
- ¿Qué? ¿En serio?
- Sip, de cocinero en un restaurante.
- ¡Que guay! ¿Cuándo?
- Pues en una hora ¿por qué crees que he madrugado tanto?
- Fer, a las 8:30 no es madrugar -reí.
- Sí lo es para mi.

Rodé los ojos y desayuné junto a mi hermano. Después de que él subiese a prepararse, yo salí de casa con las llaves del coche. Le había dicho que iría en taxi, pero podía conducir perfectamente.

Llegué al campo y fui directamente hacia la zona de recuperación. Allí me saludaron dándome ánimos y empecé con mis ejercicios para librarme de esta estúpidamente lesión de una vez.

Tres horas más tarde, ya había terminado. No podía saludar a mis compañeros porque todavía estaban entrenando, así que me fui directamente al coche. Si me daba prisa, quizás podía recoger a Aitana, aunque me matase por coger el coche. Quizás estaba algo obsesionado, pero de repente ya no quería otra cosa que estar cerca de ella. ¿Y si la agobiaba? Quizás se cansaba de mi.

Mejor antes iba a casa de Bárbara y hablaba con ella las cosas. Necesitaba quitarme ese peso de encima de una vez.

Conduje hasta la casa de la que aún seguía siendo mi novia y bajé del coche. Me acerqué a la puerta, llamando al timbre cuando estuve delante. Tardó en abrir, bastante para mi gusto, o solo es que estaba nervioso. Dios, iba a romper con alguien. ¿Qué se suponía que iba a decirle? No quería que relacionase a Aitana con esto, aunque sabía que sería difícil.

Bárbara por fin abrió la puerta y me miró con los ojos como platos.

- ¿Qué haces aquí? Me dijiste que tenías recuperación.
- Sí, pero ya he salido ¿puedo pasar?
- No es un buen momento.
- Por favor, es importante.
- Pedri, ahora no.
- ¿Pasa algo?
- Eh...que va. Solo que ahora estoy ocupada.

Escuché como algo caía detrás de ella y arrugué las cejas.

- ¿Qué pasa ahí?
- Nada, vete, ya hablaremos.

Me acerqué y la empujé con cuidado, caminando hacia el lugar de donde había escuchado el ruido. Bárbara venía detrás intentando pararme y diciéndome que me fuese.

Cuando llegué a la sala, un tipo que en mi vida había visto se estaba subiendo los pantalones mientras estaba sin camiseta. Podría decir que en ese momento quise romper algo, o gritar, pero no. Sentí un profundo alivio, así que lo único que hice fue respirar hondo. Bárbara me estaba poniendo los cuernos, quizás fue una vez, pero algo me decía que no. Me sentí realmente relajado, porque ahora esto me facilitaba muchísimo las cosas, y porque la culpa que llegué a sentir por lo que le estaba haciendo fue desapareciendo. Ni siquiera me importaba que me hubiese engañado, fue como quitarme un peso de encima enorme. 

- Pedri, te lo puedo explicar -Bárbara se colocó delante de mi.
- Tranquila, todo claro. Hemos roto.
- ¿Qué?

Me giré para irme, pero Bárbara me agarró impidiéndomelo.

- Por favor -suplicó- déjame hablar contigo, deja que te lo explique.
- ¿Qué te follas a otro?
- Tú no me hacías caso, me dejabas por tu amiga, ¡me ignorabas! Solo buscaba cariño.
- Ya. Pues ya lo tienes. Adiós.

Caminé hacia la puerta, pero Bárbara seguía agarrando mi brazo mientras lloraba.

- Por favor, no me dejes. Perdóname. Fue un error.
- Adiós Bárbara.

Me solté de su agarre y salí de su casa mientras ella me llamaba gritando. Subí en el coche y me largué de allí, yendo hacia la universidad para recoger a Aitana.

Me acababan de poner los cuernos y yo solo sentía alivio, tanto que incluso sonreí inconscientemente. Ya no tenía que sentirme mal por lo que había hecho porque me lo habían devuelto, pero me importaba una mierda. Lo único que quería era estar con Aitana.

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