Paper Hearts || Factor R

By puercosvoladores

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Samantha trabaja como abogada en una prestigiosa firma de abogados. Rocio acaba de graduarse de la escuela de... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 36/2
Epílogo.

Capitulo 19

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By puercosvoladores

Si aquella dona no hubiera estado sostenida por su boca, habría caído al suelo de inmediato. Sebastián parpadeó rápidamente al ver esa escena, como si hubiera sido sacada de una película. ¡Era la súper abogada Rivera y la hija del dueño de la firma! ¡Besándose!... ¡En la boca! Era simplemente impresionante.

- Siempre supe que había algo entre ellas - se dijo a sí mismo luego de quitar la dona de su boca - la tensión era algo notorio - dijo pasando su mano por su boca para limpiar el glaseado - son tan lindas - rió al ver que seguían besándose - y yo debería irme... - Samantha y Rocio seguían besándose - justo... - y él las miraba fijamente - quizá no... - sin intenciones de dejar de hacerlo - justo ahora - dijo rápidamente luego de sacudir su cabeza, por fin darse la vuelta y caminar sin querer mirar atrás de nuevo.

-

- Es lo mejor después de una discusión - susurró Samantha al terminar el beso, recobrando la respiración mientras veía la sonrisa de Rocio - no recordaba lo bueno que era besar a alguien que quiero.

- Sabes, yo tampoco - rió un poco - ¿Te sientes mejor? - preguntó suavemente. Samantha suspiró antes de asentir e incorporarse en el asiento.

- Por más que grite, odie o llore, jamás recuperaré a mi niño - respondió naturalmente - es inútil.

- Está bien, Samantha - se encogió de hombros sonriendo. Samantha la miró sin entender - a veces está bien no estar bien.

- Pero no estar bien no arregla mucho, en realidad no arregla nada - dijo, lo tenía claro.

- Quizá superficialmente no, pero si arregla un corazón roto - respondió intentando sonar lógica - desahogarse está bien, llorar también, si eso te ayuda a sentirte mejor entonces no solo arregló un poco, arregló todo - Samantha la miraba impresionada.

- ¿Dónde habías estado toda mi vida, Rocio? - preguntó buscando la respuesta internamente. Rocio solo se sonrojó de nuevo.

- Nuestras vidas han sido paralelas - respondió - sin embargo ahora coincidimos - Samantha asintió.

- Entonces por primera vez me siento agradecida con la vida - rió mientras volvía a encender el auto - por permitirte llegar a mí - suspiró poniéndolo en marcha, sin dejar responder a Rocio.

-

Sebastián caminaba hacia la oficina de Samantha, con una caja de donas entre sus manos. Estaba nervioso pero a la vez emocionado, quería escuchar a la parejita y sí tenía suerte ver un beso, de nuevo. Negó con su cabeza pícaramente al llegar en silencio y verlas hablar, solo hablaban.

- Buenos días - interrumpió tan animada charla. Las chicas dirigieron sus miradas a él - ¿Cómo están? Veo que están muy, muy bien - rió sugestivamente mientras colocaba la caja sobre el escritorio - les traje donas, chicas.

- Gracias, Sebastián - respondió Samantha confundida por tan animado comportamiento - pensé que llegarías después del almuerzo.

- Quieren comer solas ¿No es así, traviesas? - entrecerró sus ojos mientras se sentaba en su lugar de siempre. Samantha y Rocio se miraron entre sí.

- ¿A qué te refieres? - preguntó Rocio. Sebastián mordió su labio intentando contener su risa, sin embargo tomó aire e hizo la mejor expresión seria que pudo antes de acercarse un poco

- Ayer las vi en el auto de la señorita Samantha - respondió dándole un beso al aire - besándose tan apasionadamente - la boca de Samantha se abrió tanto mientras que en su rostro no quedaba ningún espacio en blanco, estaba completamente roja. Rocio se encogió de hombros mientras sonreía.

- ¡¿Tú nos viste?! - preguntó Samantha exaltada, deseando que nadie además de ellas hayan escuchado aquella declaración. Sebastián asintió.

- No se preocupe, no tengo problema con eso - respondió sinceramente - ahora, si quieren darse un beso no me molesta - Rocio rió y Samantha frunció el ceño - solo decía - se encogió en sí mismo. 

- Ahora estamos en el trabajo, y no es tiempo de hablar asuntos personales - Samantha seguía sonrojada, y aún así cruzó de brazos mientras apartaba su mirada, a Rocio le parecía tan tierno gesto.

- ¿Entonces son novias? - se atrevió a preguntar un poco emocionado. Las chicas se miraron entre sí, de nuevo.

- Estamos saliendo - respondió Samantha rápidamente, sorprendiendo a Rocio - ¿Y qué? - Sebastián rió ante ese ceño fruncido y esas mejillas ruborizadas.

- Me siento muy feliz de que lo estén - dijo sinceramente - sé algo de sus historias y de verdad me alegra que se estén dando otra oportunidad. Ustedes han sido las únicas personas que han creído en mí - sonrió nostálgicamente.

- Oh Sebastián, nosotras siempre vamos a estar para ti - le respondió Rocio siendo sincera también, mientras que Samantha silenciosamente tomaba la caja con las donas dentro - somos amigos, y de igual forma eres amigo de Samantha - Sebastián miró cómo Samantha disimuladamente abría la caja de donas.

- Quiero escucharlo de su voz - dijo Sebastián cruzándose de brazos. Samantha frunció el ceño con la dona en su boca, del mismo modo que Sebastián al día anterior.

- ¿No te basta con que voy a defenderte en el juicio? - preguntó luego de tomar la dona con su mano. El chico negó con su cabeza - muy bien, somos amigos - sonrió suavemente, sin ser hipócrita. Sebastián se levantó y abrazó a Samantha sobre el escritorio - ¿Qué haces? - preguntó sin corresponder el gesto. El chico volvió a reír sin dejar de abrazarla. Samantha miró a Rocio quién solo se encogió de hombros viendo tan linda escena.

- Muchas gracias - susurró. Samantha rodó sus ojos sonriendo.

- Todo va a salir bien, Roier - respondió correspondiéndole un poco el gesto - no tienes que preocuparte por nada si yo voy a defenderte - Sebastián asintió mientras terminaba el abrazo - no llores - pidió al verlo limpiar sus lágrimas mientras se sentaba.

- Tengo miedo, señorita - suspiró.

- Samantha - interrumpió - si somos amigos puedes llamarme por mi nombre, y a Rocio también - la mayor asintió.

- Muy bien - sonrió un poco - tengo miedo, Samantha.

- Está bien - respondió antes de mirar a Rocio directamente a sus ojos - a veces está bien no estar bien - repitió sus palabras - tener miedo está bien - asintió volviendo su vista al chico.

- Tener miedo te hace humano, y está bien sentirse así - intervino Rocio - porque significa que te importa lo que te pueda suceder a ti o a quienes amas. Aun te queda humanidad y eso es maravilloso - sonrió. Samantha la miraba preguntándose cómo no la conoció antes, era tan inteligente en el sentido humano y quizá eso era lo que necesitaba, lo que le hacía falta.

- Escucha a Rocio - suspiró Samantha sin dejar de sonreír - mejorará tu vida - rió antes de volver a llevar la dona a su boca.

- Chicas, ustedes son tan geniales - sonrió impresionado - quiero, quiero, no... será una sorpresa - rió un poco sonrojado.

- ¿Más donas? - preguntó Samantha deleitada - sí me traes más mañana junto a una taza de café negro, creo que podría llegar a pensar que la vida es un poco mejor.

- Te traeré donas y café todos los días, Samantha - rió Sebastián.

- Maravilloso - suspiró recostando su cuerpo en su amada silla. Rocio la miraba con adoración, ahora sabía que a Samantha le gustaba lo dulce...

-

- ¿Qué haces, Rocio? - le preguntó con sus manos tras su espalda, intentando husmear en lo que preparaba Rocio en la cocina.

- Intenta adivinar - respondió con una sonrisa mientras mezclaba la mezcla, vaya redundancia. Samantha dio un paso atrás mientras colocaba su índice en el hoyuelo de su mentón.

- ¿Pastel? - preguntó en un intento. Rocio se encogió de hombros.

- Casi - respondió simplemente.

- Serán... oh, serán ¿Galletas? - preguntó uniendo sus manos frente a su rostro. Rocio asintió sonriente - ¿Con chispas de chocolate? - Rocio volvió a asentir - ¿Por qué?

- Porque sé prepararlas y podemos juntas hacer figuras. Compré moldes - respondió - aunque no sé si queden igual, ya sabes que a veces se deforman - rió provocándole una risa a Samantha.

- Muchas gracias, Rocio - dijo sin dejar de mirarla, comenzando a hacerlo inconscientemente - pero tú eres vegetariana o vegana, o algo así - rió - no puedes comer leche o chocolate - Rocio ladeó su cabeza.

- Tampoco podía besar a la mejor abogada de la firma de mi padre - respondió en una risa. Las mejillas de Samantha se volvieron rojas de inmediato - solo debes dejar que la vida te sorprenda ¿Sabes?

- Solo cuando son sorpresas buenas - no pudo evitar reír.

- Tienes razón allí - volvió a reír notando que los ojos de Samantha estaban puestos en la mezcla - ¿Quieres intentarlo? - preguntó extendiéndole el tazón. Samantha lo miró sin entender, pero no pasaron muchos segundos para que lo tomara con una sonrisa - debes mezclarlo suavemente... - decía mientras la veía mezclarlo - o podrás manchas tu pijama.... - fue interrumpida por el grito ahogado de Samantha cuando, obviamente, le cayó un poco de mezcla sobre ella.

- Que rico, Rocio - dijo al tomar con su dedo la mezcla y llevarla a su boca - eres tan buena en todo - la chica se encogió de hombros un poco sonrojada.

- Eh, Samantha - dijo un poco nerviosa.

- ¿Uh? - dijo con toda su atención en saborear la mezcla, incluso tenía sus ojos cerrados.

- Mañana... mañana vuelve mi padre - dijo casi en un susurro, en ese momento Samantha abrió sus ojos de golpe - y quiere vernos para saber cómo vamos con el caso - Samantha parpadeó varias veces antes de rápidamente colocar el tazón sobre la barra para así tomar su celular de su bolsillo trasero para leer el mensaje que probablemente ignoró.

"Mañana regresaré completamente, y necesito que tú y mi hija me pongan al tanto de cada situación que les, o, que te encargué. Así que, espero que hayan pasado unas semanas agradables juntas."

Samantha leyó aquel mensaje que le había enviado el señor Marco. Suspiró volviendo a guardar su celular.

- Imagino que él no sabe que tú y yo estamos saliendo - se encogió de hombros. Rocio negó con su cabeza - ¿Y cómo crees que lo tome el día en que se entere?

- En realidad no lo sé - rió - él te adora, eres su mejor abogada. A lo mejor me felicita - Samantha rió.

- Podemos llevarle galletas - dijo pensativa - deben gustarle las galletas - Rocio asintió.

- Está bien - respondió mientras Samantha volvía a tomar el tazón - Samantha, eeeh, he estado pensando acerca de nosotras - Samantha asintió levemente - ¿No te incomoda dormir en la silla de tu estudio? - se atrevió a preguntar. Samantha alzó su mirada para dirigirla a ella - digo, yo he estado durmiendo en tu casa por unas semanas.

- Te refieres a que, ¿Deberíamos dormir juntas? - preguntó ladeando su cabeza. Rocio negó efusivamente con su cabeza, altamente sonrojada - oh, porque iba a aceptar dormir contigo, pero ya que no quie...

- ¡Si! - interrumpió de inmediato. Samantha volvió a mirarla - o no, digo, si, como te sientas más cómoda.

- Entonces ten - dijo mientras le devolvía el tazón - iré a trasladar mis cosas a nuestra habitación - dijo caminando fuera de la cocina para dirigirse a su estudio.

- Nuestra habitación - susurró Rocio con una sonrisa.

Cuando Samantha trasladó su ropa a la habitación que ahora compartiría con Rocio, no se molestó en doblarla o colgarla como debería, simplemente después de la muerte de su hijo, cosas tan superficiales como mantener el orden la tenían sin cuidado. Rocio se dio cuenta de eso y al menos intentaría ayudarla.

- ¿Qué haces? - preguntó Samantha sin entender al entrar a la habitación.

- Doblo tu ropa - respondió naturalmente - Samantha, está en el suelo del armario - la menor se encogió de hombros.

- Sí pero no me molesta - dijo sinceramente - no tienes que hacerlo, Rocio.

- Tengo qué, para ordenar tu vida primero debes empezar con mantener un ambiente en orden - le dijo al doblar la última blusa y dejarla sobre la cama. Samantha ladeó su cabeza - sabes a lo que me refiero.

- No de hecho - mintió caminando hacia la cama para sentarse en ella - no tienes que hacer estas cosas por mí, sabes.

- Quiero hacerlas - respondió sinceramente mientras la veía a los ojos, a pesar de que no hubiera mucha luz debido a que no habían lámparas encendidas. Solo la luz de la luna que atravesaba la ventana - por ti - dijo acercándose a ella.

- Primero mi habitación ¿Luego qué? - preguntó dirigiendo su mirada cansada a ella cuando se sentó a su lado en la cama - ¿La habitación de mi niño? - Rocio se encogió de hombros ante la indirecta - no estoy lista - susurró bajando su mirada.

- Claro que lo estás - la animó Rocio, confiando totalmente en ella - tenemos a Mapache - dijo tomándolo de la almohada, donde descansaba - él estaba en la habitación de Noah, y fuiste capaz de sacarlo de allí - susurró acercándole el oso. Samantha la miró antes de mirar a Mapache y tomarlo.

- El rey del anarquismo - susurró con una pequeña sonrisa mirando el oso de nombre Mapache - no lo sé, Rocio. Mi niño murió y ahora sé quién lo hizo. Es todo muy difícil para mí - suspiró acariciando el pelaje del oso.

- Noah murió, Samantha, y lo tienes muy claro - dijo Rocio con cuidado. Samantha la miró directamente - ¿Qué te impide dejarlo ir? - en el momento en que escuchó esa pregunta, sus ojos se llenaron de lágrimas.

- Yo, yo todavía lo siento aquí - susurró llevando su mano a su pecho, superficialmente tocando su corazón - ni siquiera había cumplido cuatro años cuando murió - rió irónica - a Noah lo asesinaron, Rocio, a Noah me lo quitaron. No puedo simplemente rehacer mi vida después de eso.

- Pero lo estás haciendo - respondió y Samantha sentía cómo se cuestionaba internamente tantas cosas - conmigo, ¿O me equivoco? - Samantha negó levemente con su cabeza - ¿Lo ves? No es superarlo, es aprender a vivir con ello.

- Pero Noah, mi niño - susurró. Rocio asintió.

- Tu niño debe estar muy orgulloso de ti, Samy - susurró con una sonrisa - ahora ¿Qué dices? - Samantha la miraba sin saber qué responder - ¿Quieres ir a la habitación de Noah? 

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