Paper Hearts || Factor R

By puercosvoladores

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Samantha trabaja como abogada en una prestigiosa firma de abogados. Rocio acaba de graduarse de la escuela de... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 36/2
Epílogo.

Capitulo 17

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By puercosvoladores

Sí a Samantha Rivera le hubieran dicho que después de la muerte de su hijo y su desastroso matrimonio, se encontraría acostaba en el césped besando a la hija de su jefe, se habría reído como nunca.

Si a Rocio Torres le hubieran dicho que después de que su novio de toda la vida la dejara plantada en el altar el día de su boda, se encontraría acostada en el césped besando a la mejor abogada de la firma de su padre, se habría reído como nunca.

Sin embargo, a veces la vida es quien se ríe de nosotros.

– Wow – fue lo único que se le ocurrió decir a Rocio cuando el beso terminó. Samantha mordió su labio mirando los de Rocio antes de volver su vista a sus ojos – wow – repitió al verla sonreírle así.

– Y tú querías que me despidieran – dijo Samantha en una risa al verle la expresión que tenía en su rostro. Las mejillas de Rocio ardieron un poco más al escucharla – agradezco que no haya pasado – llevó su mano delicadamente a la mejilla de la chica para acariciarla levemente.

– Yo también – rió Rocio – no puedo creer que haya sido tan idiota contigo – susurró avergonzada – ¿Podrías perdonarme? – Samantha rió esta vez – ¿No?

– Yo te perdoné incluso antes, Rocio – respondió sinceramente – nunca he estado en realidad molesta contigo – los ojos de Rocio no podían apartarse de los suyos, era una sensación muy cómoda – ahora, hablando de eso, no sé si lo sepas pero soy una persona muy... – rió ya que le avergonzaba un poco decirlo – celosa – rodó sus ojos. Rocio se dejó llevar por su risa y aquello solo provocó que Samantha se sonrojara.

– Te he visto enojada y créeme que no quiero que eso suceda conmigo – respondió sinceramente – además, no tengo intenciones de estar con otra persona, lo que quiere decir que todas están contigo, y puedo adelantar que son las mejores – asintió muy convencida. Samantha sonrió, Rocio era una mujer muy sincera, hermosa y agradable, le parecía maravillosa, y la quería solo para ella.

– De cualquier forma te quiero solo para mí – le dijo lo que pensaba – es lo justo – Rocio asintió dándole totalmente la razón.

– Seré solo tuya, lo prometo – respondió, todas sus intenciones estaban con ella. Samantha rió sintiéndose feliz, su lengua entre sus dientes, no recordaba reír así desde que Noah estaba con vida – y tú serás mía, y ya sabes – volvió a reír.

– Oh Rocio, yo ya soy tuya – dijo sin poder dejar de sonreír, y vaya que extrañaba hacerlo. La sonrisa de Rocio era de genuina felicidad, la había hecho feliz – no quiero arruinar el momento, en realidad no quiero hacerlo – suspiró luego de unos segundos en los que simplemente se miraron – pero tenemos que trabajar en el caso de Rogelio.

– Claro, no hay problema – respondió sin dejar de sonreír – cuando el caso se resuelva podrás estar más tranquila y eso me hará sentir así a mí – Samantha sonrió mientras la miraba levantarse y extenderle su mano, la tomó con suavidad sintiendo que no quería volver a soltarla.

Samantha había vivido un momento maravilloso con Rocio, se habían dado su primer beso y aun trataba de asimilarlo. Desde la muerte de su hijo se había cerrado a tantas emociones que la hacían sentir viva, incluyendo el amor; y Rocio con su llegada le había demostrado que los sentimientos que tanto creía reprimir, solo estaban esperando por quien mereciera provocarlos.

Rocio se sentía tan feliz en ese instante, a pesar de conocer a Samantha hace poco tiempo, sentía que la conocía desde hace mucho más. Se habían dado su primer beso y lo que sentía gracias a eso era simplemente incomparable. Sí había logrado que Samantha la quisiese, entonces sí merecía una segunda oportunidad en el amor.

El camino a casa fue en completo silencio, pero no era ese tipo de silencio incómodo. Era el tipo de conversación en el que no eran necesarias las palabras. Cada vez que intentaban hablar era inevitable reír, debido a que ninguna de las dos sabía exactamente qué decir. Querían decir tanto con su voz, pero decían aún más con sus ojos. 

– Llegamos a casa – dijo Samantha al estacionar el auto frente al garaje – no sé qué hacer ahora, sí quieres que abra la puerta del auto o... no lo sé – rió sonrojada mientras apagaba el auto, quería hacer las cosas bien desde el principio.

– No te preocupes por nada, Samy – le respondió Rocio mientras abría la puerta del copiloto – yo puedo abrir la tuya sí quieres – rió antes de bajar. Samantha negó con su cabeza mientras reía para luego ella misma abrir la puerta del piloto y bajar del auto, rápidamente debido a que no llevaba puesto el cinturón de seguridad.

– Yo también puedo... – le dijo Samantha abriendo la puerta trasera para tomar su bolso y folders con sus informes y los casos que debía atender. Rocio solo sonreía mientras la veía, vaya que era preciosa como la vida – bajar sin ayuda del auto – rió mientras acomodaba sus cosas entre sus brazos para cerrar la puerta con su pie – sola – volvió a reír con dificultad.

– Claro que sí – asintió Rocio sin querer sonar sarcástica – me di cuenta – Samantha la miró intentando permanecer seria pero sus mejillas rojizas no la ayudaban para nada.

– Basta – dijo al reír un poco antes de caminar hacia la puerta de la casa y cuidando que no se le cayera ni un papel, con su mano derecha sacó su llave de su bolsillo para introducirla en la manija, girarla y abrirla – ¡Ta da! – dijo emocionada, sintiendo nostalgia de inmediato, recordando a su pequeño hijo.

– ¡Ta da! – dijo Samantha cuando abrió la puerta de la casa, dejando a la vista el interior.

– ¡Ta da! – repitió su hijo Noah mientras daba pequeños aplausos. Samantha lo miraba con adoración mientras lo tenía en sus brazos, deseando nunca perderlo – llegamos a casa, mami – le dijo tomando sus mejillas con sus manitas.

– Llegamos a casa, hijito – respondió en una risa, sintiendo las pequeñas manos de su niño sobre sus mejillas, era el contacto más agradable del mundo – ¿Qué quieres hacer? – le preguntó mientras entraba a la casa cerrando la puerta con su pie tras ella – hoy es el día de los dos.

– Hoy, hoy mamá no tiene tra-trabajo – dijo emocionado. Samantha negó con su cabeza – quiero, quiero manejar la bici-cicla – rió con sus mejillas coloradas, y Samantha amaba cuando por cualquier razón sucedía.

– Bicicleta – corrigió su mamá en una risa – a ver, repite, bi.

– Bi – Noah asintió, obedeciendo de inmediato. Samantha lo educó excelentemente y se sentía orgullosa de eso.

– Ci – continuó Samantha sin poder dejar de sonreír mientras lo veía. Ella escribía historias y creaba mundos y hasta universos, pero su hijo era definitivamente su mejor creación.

– Ci – repitió.

– Bicicleta – completó en una risa.

– Bicicleta – repitió Noah sonriendo con duda.

– Pero que inteligente es mi niño – dijo orgullosa antes de darle un beso en su mejilla – te amo tanto – Noah le sonrió antes de besar su nariz.

– Yo te amo más que al helado, mami – sonrió antes de volver a besar su nariz y que Samantha riera, deseando conservar la felicidad de su hijo para siempre.

– Ta da – repitió en un susurro entrando a la casa. Rocio notó su cambio de actitud de inmediato e iba a intervenir.

– ¿Pasó algo, Samy? – le preguntó mientras se acercaba a ella. Samantha suspiró mientras caminaba hacia la cocina para dejar sus cosas en la mesa.

– Sólo recordé, sólo recordé a Noah – respondió, quería ser sincera desde el principio. Rocio ladeó su cabeza – es todo.

– Sí quieres hablar de tu hijo conmigo te escucharé atentamente – le dijo mientras se encogía de hombros, sin dejar de sonreír. Samantha la miró fijamente – ahora somos algo más, y tu hijo es una parte de ti. Noah es tu hijo, un niño en realidad precioso – habló sinceramente mientras lo recordaba, era simplemente idéntico a Samantha – el mismo hoyuelo en el mentón –sonrió llevando su índice al de ella – habría adorado conocer a tu mejor creación – dijo recordando sus palabras. Samantha solo rió intentando disimular las lágrimas que se habían formado en sus ojos debido a sus palabras, y sin aviso simplemente volvió a besarla mientras rodeaba su cuello con sus brazos.

– Debo confirmarlo – dijo al separarse – estás soltera ¿Cierto? – ladeó su cabeza con una sonrisa, fingiendo confusión. Rocio rió – porque eres demasiado buena para ser real – Rocio se encogió de hombros modestamente.

– Lo sé, afortunadamente para ti, si estoy soltera – respondió juguetonamente. Samantha puso sus ojos en blanco sin dejar de sonreír.

– Que presumida eres – rió soltándola completamente para sentarse en una de las sillas de la mesa – presumida, presumida – canturreó tomando el folder del caso.

– ¿Cómo no voy a ser presumida si Samantha Rivera me besó? – preguntó en realidad confundida mientras se sentaba en otra de las sillas, cerca de ella. Samantha sonrió mientras sentía como de nuevo se sonrojaba – es decir, soy la persona más afortunada porque me elegiste y eso es digno de ser presumido – asintió segura.

– Ya lo sé – respondió buscando una página en específico, Rocio solo se limitó a sonreír – es cierto, eres muy afortunada de tenerme – Rocio asintió, tenía razón – como buena, pero frustrada, abogada lo he deducido – rió – y ahora que mencioné nuestra profesión, te diré lo que he estado pensando – dijo comenzando a sentir ansiedad de nuevo, recordó a aquel muchacho Noah, el ex prometido de Rocio y probablemente asesino de su hijo – pienso que ese imbécil, porque es un imbécil, que me hizo hacer el ridículo en el estacionamiento...

-No hiciste el ridículo – le dijo Rocio de inmediato – solo sentiste muchas emociones juntas y no supiste cómo manejarlo, pero no hiciste el ridículo. De cualquier forma, yo estaba contigo así que no sucede nada – sonrió. Samantha la miraba y simplemente no podía estar enojada.

– Pienso que él sí tiene que ver con los demás asesinatos de las chicas – le comentó colocando el folder sobre la mesa para señalarle la información de las chicas a Rocio – pienso que simplemente las asesinó para despistarnos, esto es muy común aunque no lo creas – la miró a los ojos – la maldad si existe, y es personificada por los seres humanos. Humanos sin humanidad – rió irónica – es una frase muy cierta – suspiró volviendo su vista al caso – una persona que es capaz de asesinar a sangre fría a tantas jóvenes que probablemente nunca lo habían visto antes de esa noche, no merece más que consecuencias... Y la otra hipótesis que tenemos es que, en el caso de que sean dos asesinos diferentes, ese hombre haya asesinado a Sabi para incriminar a Sebastián y así librarse de él, de Sabi y su padre, y de... del caso de mi hijo – dijo casi inaudible – el problema es que no puedo comprobar nada – dijo frustrada.

– No te desanimes, por favor – sonrió suavemente – mañana iremos a interrogar a la madrastra de Sabi y así nos dirá qué hizo en la noche del asesinato, y entonces podremos unir más piezas o cambiarlas de lugar – Samantha asintió.

– Sí, tienes razón – suspiró volviendo a sonreír – mañana continuaremos con las investigaciones, ahora debemos escribir otro informe – rió.

– Yo quiero hacerlo, siempre los escribes tú – rió – ¿Puedo? – Samantha sonrió.

– Claro que sí – respondió antes de levantarse – regreso en un segundo – dijo mientras caminaba hacia las escaleras para dirigirse al segundo piso. Rocio la miró irse hasta que la perdió de vista y decidió ponerse a trabajar.

Samantha caminó por el pasillo hasta llegar a la habitación de Noah, donde entró y como cada vez que lo hacía de inmediato sus lágrimas se formaban y caían de sus ojos para recorrer sus mejillas. Con su hijo había aprendido a reír hasta llorar y a llorar hasta dolerle. Cada día era una enseñanza nueva, cada día Noah le demostraba que podía extrañarlo un poco más, que su corazón podía romperse un poco más.

– Mi niño – susurró entrando a la habitación, donde desde su muerte no había movido los juguetes o cualquier cosa que estuviera desubicada, de ahí por qué había tanto polvo en ellos. Tomó del suelo el pequeño oso de peluche con el que su hijo dormía y sonrió un poco mientras se sentaba con el en la cama. Suspiró pesadamente pasando su vista por la habitación, dándose cuenta de nuevo de que nunca se atrevió a recoger los cristales del suelo, cristales rotos, causados por el enojo de su ex esposo cuando lo inevitable sucedió, cuando Noah murió.

Samantha entró a la casa sin poder dejar de llorar de una manera desconsolada, su hijo acababa de morir y su cuerpo estaba siendo trasladado. Murió debido al golpe que recibió en su cabeza por el choque de un auto, el conductor ni siquiera se detuvo. Sintió cómo la respiración de su niño se detenía y cómo la sangre salía de manera rápida de la gran herida de su frente, manchándole todo su pequeño rostro de sangre.

Félix siempre había sido un hombre calmado, siempre manteniéndose al margen de cada situación, pero en ese momento no podía sentir más que odio debido a que algún imbécil atropelló a su hijo. Daría lo que fuera por saber quién fue, lo que fuera para hacerle lo mismo. Claro que habría preferido ser él en lugar de su hijo. Escuchaba a su esposa llorar de manera desesperada, y se sentía impotente al no poder hacer nada, al no poder devolverle a su niño.

El hombre estaba colérico, totalmente cegado por la ira, simplemente fue a la habitación del pequeño y la abrió fuertemente. Samantha por otro lado, estaba sentada en el borde de su cama, con sus manos cubriendo su rostro, deseando haber sido ella, daría su vida para que le devolvieran la de su niño.

– ¡¿Por qué?! – gritó furioso mientras tomaba los bordes del televisor que había a un lado, para tirarlo fuertemente al suelo, poco le importaba, nada en realidad - ¡¿Por qué?! – volvió a preguntar mientras que pasaba su brazo por una de las repisas, dejando caer los juguetes que allí habían. Félix negó con su cabeza sin poder buscar la racionalidad en lo que hacía, estaba destruyendo la habitación de su pequeño hijo ahora muerto. Quitó el espejo de la pared y al igual que los demás objetos, lo lanzó al suelo.

Samantha escucha cómo su esposo rompía cada cosa, cómo intentaba reparar su corazón por medio de la destrucción, y sabía que no lo llevaría a nada bueno. Se atrevió a levantarse para caminar hacia la habitación de su hijo, donde vio a Félix, rodeado de cristales rotos y juguetes en desorden, tomar el oso de peluche de Noah, y al parecer verlo le hizo darse cuenta de lo que hacía, simplemente lo dejó caer de nuevo al suelo antes de sentarse pesadamente en la cama llevando sus manos a su rostro, Samantha rápidamente se acercó a él y sin dejar de llorar apartó sus manos para que pudiera verla.

– Félix... – le susurró con su mirada suplicante. Ambos sufrían, sufrían de sobremanera.

– ¿Por qué no pude protegerlo? – le preguntó desecho mirándola a sus ojos, Samantha vio el momento exacto en el que sus lágrimas comenzaron a salir, ver a la persona que le daba fortaleza llorar fue más de lo que podía soportar. Lo abrazó fuertemente por su cuello y Félix abrazó su cintura mientras cerraba fuertemente sus ojos, ninguno tenía fuerzas, ambos cayeron en la cama de Noah llorando desconsoladamente. Madre y padre que perdieron a su hijo ante sus propios ojos.

Samantha amaba a Félix, pero verlo sería condenarse a ver a través de él a su hijo, su hijo ahora muerto,

Samantha pasó el revés de su mano por sus ojos antes de sacudirle un poco el polvo al oso. Y al asegurarse de que estuviera totalmente intacto, lo abrazó de la misma manera en la que abrazaba a su hijo, y de la misma manera sonrió.

Rocio estaba leyendo el folder del caso, cuando su campo de visión fue cubierto por lo que ella notaba era la cabeza de un oso de peluche. Sonrió de inmediato al saber quién estaba detrás de ella.

– Tómalo – pidió Samantha. Rocio tomó al oso y al hacerlo sintió los brazos de la menor rodear su cuello por detrás – se llama mapache – le dijo sinceramente, recordando cómo le decía Noah.

– ¿Mapache? – preguntó Rocio en una pequeña risa.

– Mi niño era muy controversial – rió colocando su mentón sobre la cabeza de Rocio, sintiendo el agradable olor de su cabello. Rocio no sabía si agradecer que Samantha no pudiera escuchar los latidos de su corazón, porque vaya que eran fuertes – es el primer juguete que me atrevo a tocar desde, ya sabes, su muerte – dijo naturalmente – quería dártelo porque hoy comenzamos algo nuevo, y él te habría adorado, estoy segura – Rocio se sorprendió al creer comprender.

– Eso quiere decir que...– intentó decir llevando sus pupilas hacia arriba para intentar verla, pero solo le causó mareo y una pequeña risa.

– Quiere decir que tienes la aprobación de Noah para salir conmigo – terminó con una sonrisa – así que todo está listo, Chio bonita – Rocio rió.

– Muchas gracias, Samy preciosa – respondió en una risa antes de detallar al oso, tenía una pequeña corbata de ejecutivo colgando de su cuello – y muchas gracias, súper Noah – susurró moviendo un poco el oso, oso mapache.

– Es oficial, estamos saliendo juntas – sonrió Samantha abrazándola mientras cerraba sus ojos. Rocio sonrió mientras llevaba su mano al brazo de Samantha para acariciarlo, sin saber que estaba reteniendo sus lágrimas. 

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