Paper Hearts || Factor R

By puercosvoladores

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Samantha trabaja como abogada en una prestigiosa firma de abogados. Rocio acaba de graduarse de la escuela de... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 36/2
Epílogo.

Capitulo 11

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By puercosvoladores

– Ella no lo tomó bien – le dijo Osvaldo en un suspiro – sabías que Samantha estaría allí, no debiste ir y enfrentarla así.

– Vi la oportunidad y la tomé – respondió aun con su vista fija en el techo de su departamento – quería ver con mis propios ojos que estaba bien.

– Sí, ahora quieres verlo todo – le dijo Osvaldo un poco molesto – sabes que ella te odia, Félix – el hombre se encogió de hombros.

– No me odia, odia que no haya evitado la muerte de nuestro hijo – respondió Félix moviendo nervioso su pulgar por el vaso de vidrio que tenía en su mano – ¿Acaso cree que a mí no me duele? – Osvaldo se encogió de hombros – cree que es la única que tiene derecho a sufrir.

– Tú no fuiste un gran apoyo cuando mi sobrino murió – respondió Osvaldo y en ese momento Félix lo miró fijamente, provocando una pequeña punzada en su cabeza – salías cada noche a cualquier bar a beber hasta desmayarte. Dejaste a Samantha sola en esos momentos así que no te hagas la victima ahora.

– Claro, todos del lado de Samantha porque ella era la madre – rió irónico – yo era el padre, Osvaldo. Adoraba a mi hijo, amaba a Samantha – suspiró dolido, arrepentido de tanto – nunca he dejado de amarla.

– Quisiera decir lo mismo por ella – respondió Osvaldo – pero tú y yo sabemos que eso ya no es así – Félix negó con su cabeza sonriendo un poco.

– No mencionar a mi ex – dijo recordando lo que pudo leer del cartel – siempre decía eso cuando peleábamos, le decía a Noah que papá era el ex de mamá – rió haciendo reír a Osvaldo por el recuerdo tan lejano pero a la vez tan cercano – los extraño, los extraño muchísimo – dijo antes de volver a tomar de su vaso de licor.

– Samantha y tú siguen inmersos en el recuerdo de Noah – dijo Osvaldo preocupado – primo, debes dejar de tomar y seguir. Están a punto de despedirte de nuevo.

– Estoy cerca – dijo seguro – estoy cerca de encontrar a la persona que me quitó a mi hijo y a mi esposa. Lo verás, Osvaldo. El fin de la vida de mi hijo solo inició una cuenta regresiva.

– Félix... – advirtió Osvaldo preocupado.

– Le devolveré el favor – respondió sarcástico antes de terminar el licor del vaso de un solo sorbo – esa persona me quitó toda mi vida, yo le quitaré la suya – Osvaldo solo negaba con su cabeza pensando en cómo ayudar a su primo y a su amiga, ambos con mucho rencor en sus corazones.

– Sí, ya me llegó la información del caso – respondió Samantha con su vista fija en la pantalla del computador – gracias, señor Marco – dijo antes de colgar la llamada y dejar su celular sobre el escritorio.

– ¿Sobre qué trata? – le preguntó Rocio al otro lado del escritorio.

– Asesino sutil – respondió Samantha concentrada en leer el caso – entra a casas de chicas solteras o divorciadas – hizo un gesto – tantas chicas muertas y ninguna soy yo – suspiró.

– Agradezco eso, lo agradezco mucho – dijo Rocio sinceramente extendiéndole el vaso de cartón lleno de café que tenía en sus manos. Samantha la miró con una pequeña sonrisa dándose cuenta del vaso.

– Muchas gracias – dijo casi en un susurro recibiendo el café y colocándolo en el escritorio – es un asesino nocturno, viola a sus víctimas y luego las asfixia. Es inteligente.

– ¿Por qué? – preguntó Rocio, estaba prestándole mucha atención.

– Estoy segura de que es el mismo asesino de las dos chicas que encontraron en un bosque fuera de la ciudad – respondió Samantha segura – claro que sí, así desviaba a la policía para hacerla creer que eran dos asesinos diferentes – Rocio estaba impresionada, Samantha era increíblemente analítica. 

– ¿Y quién será esta persona? – preguntó Rocio curiosa.

– En realidad no lo sé. Solo se han registrado cuatro asesinatos, incluyendo a las dos chicas encontradas en el bosque – suspiró – hay otro asesino en serie en la ciudad – dijo con algo de fastidio – eso solo significa más y más trabajo para nosotras – Rocio sonrió un poco, nosotras.

– ¿Otro? Esta ciudad es muy peligrosa – dijo Rocio divertida.

– Es terriblemente peligrosa – asintió Samantha en una risa – está llena de asesinos sueltos – suspiró.

– Afortunadamente existen abogadas como tú para meter a los malos en prisión – le dijo Rocio sonriendo.

– Supongo que así es – se encogió de hombros tímidamente – pero por ahora no puedo hacer mucho. Creo a tu padre se le olvida que soy abogada y no policía – rió – aunque supongo que podría interrogar a algunos sospechosos, no es que me emocione mucho.

– Entiendo – respondió Rocio – por mi parte...

– Samantha, allá hay una mujer que te está buscando – le dijo Margaret mientras pasaba por su oficina sin detenerse. Samantha puso sus ojos en blanco.

– ¿No te agrada? – le preguntó Rocio en una pequeña risa. Samantha negó con su cabeza con un gesto – ¿La odias?

– En algún momento lo creí, a veces siento que la odio tanto. Conozco a esa mujer desde antes de, ya sabes, y es una envidiosa – respondió frunciendo el ceño – pero a la única persona que odio es a quien me quitó a mi niño. Ella no me interesa – dijo sinceramente mientras se levantaba. Rocio asintió mientras la veía – si quieres puedes acompañarme o...

– Sí, sí quiero – respondió levantándose también.

Caminaron hasta el ascensor donde estaba una mujer en frente, parecía nerviosa.

– Buenos días, soy Samantha Rivera, abogada – se presentó analizando a la mujer – me dijeron que me buscaba – la mujer asintió aliviada.

– Disculpe, soy la madre de una de las chicas que... una de las víctimas – dijo intentando no llorar. Samantha ladeó su cabeza – sé que usted es la encargada del caso y quería saber sí podríamos hablar, creo que podría decirle cosas que le ayuden.

– Adelante – asintió.

– El novio de mi hija era una persona inútil, déspota y grosera – habló con resentimiento – mi hija era muy estudiosa y tranquila. Cuando mi hija desapareció, él lo hizo también – Samantha asintió – pienso que él tuvo algo que ver.

– Entiendo, por favor hable con la policía sobre esto, luego ellos me informarán y cuando eso suceda podré avanzar con el caso – respondió puntualmente – ¿Cómo se llama el muchacho?

– Sebastián García – respondió en un suspiro.

– Entiendo. Daremos con el asesino, el caso de su hija no se quedara así – aseguró Samantha – quisiera decirle que puede estar tranquila, pero yo sé que no. Sólo intente no pensar en eso – la mujer asintió.

– Muchas gracias – respondió simplemente antes de darse la vuelta para llamar y seguido a eso entrar en el ascensor.

– Sebastián García – susurró Rocio para sí misma – ¿Y ahora qué?

– Ahora esperamos – sonrió un poco – la policía me llamará y tendré que ir. No me gusta enfrentar personas, no soy muy amable con los asesinos – Rocio asintió – sigamos trabajando, Rocio – sonrió comenzando a caminar de vuelta a su oficina. Rocio la miró irse mientras se le ocurría una idea.

Era sábado y no había que ir a trabajar. Normalmente los días en libres de Samantha consistían mayormente en dormir y escribir, pero ahora tenía que salir a hacer una pequeña visita.

– ¿Qué es esto? – preguntó Samantha intentando no reír cuando salió de casa y lo primero que encontró fue...

– ¿Te gusta? – preguntó Rocio. Samantha la vio, tenía un overol puesto y estaba sentada en una bicicleta – ésta es para ti – dijo tomando una margarita de la canasta de la bicicleta y extendiéndosela a Samantha.

– Gracias – rió recibiéndola – ahora, ¿Qué es esto?

– Quizá no sepa manejar autos, pero sí sé manejar bicicleta... – su sonrisa se paralizó al darse cuenta de lo que acababa de decir – y soy una estúpida – asintió verdaderamente avergonzada. Samantha suspiró con una sonrisa, no estaba molesta.

– No – rió Samantha acercándose a ella – es tierno que intentes animarme, pero ahora no puedo manejar bici contigo – dijo colocando el tallo de la margarita en la oreja de Rocio mientras ella inevitablemente se sonrojaba – tengo que ir a un sitio y no puedo llegar allá en bici.

– ¿A dónde vas? – preguntó Rocio curiosamente. Samantha se encogió de hombros.

– Tengo que visitar a alguien – dijo mientras veía cómo Rocio intentaba bajar de la bicicleta, intentaba ya que perdió el equilibrio. Samantha intentó tomar su mano para ayudarla pero solo logró que Rocio la jalara cayendo con ella, sobre ella. las mejillas de ambas, y casi todo su rostro, estaban rojas.

– Lo siento – dijo Rocio rápidamente, nerviosa. Sus rostros estaban a centímetros.

– Creo que me caí – bromeó Samantha sintiendo cómo su corazón latía con fuerza – creo que tengo que levantarme – sintiendo cómo el de Rocio también lo hacía.

– Sí – respondió Rocio nerviosa por la cercanía, notó de nuevo los gustos costosos de Samantha – ¿Estás herida? – Samantha negó con su cabeza riendo.

– No tienes que estar nerviosa, no te voy a besar – ese comentario de broma sólo provocó que el rostro de Rocio se sonrojara aún más – a menos que quieras – volvió a bromear.

– Ah, ah, yo... – Rocio estaba tan nerviosa que no podía formular bien sus palabras, pero ¿Por qué estaba tan nerviosa?

Samantha rió un poco antes de acercar sus labios a la nariz de Rocio y dejar un pequeño beso en ella.

– No lo sé, pero quise besarte – rió antes de alejarse para así levantarse, sacudió un poco su ropa para poder extenderle su mano a Rocio quien aún impresionada por lo que acababa de suceder tomó su mano sin quitar su mirada de ella para así levantarse – quizá la próxima vez seas tú quien me bese a mí – bromeó Samantha al ver cómo Rocio seguía sonrojada.

– ¿Yo? – preguntó inocentemente. No importaba que su bicicleta costosa estuviera en el suelo sucia o que le doliera la espalda por recibir el peso de Samantha en ella, lo que realmente le importaba en ese momento estaba mirándola a los ojos.

– Claro – respondió divertida – pero ahora tengo que visitar a alguien ¿Vienes conmigo? – Rocio asintió y aunque no tenía idea de a dónde irían, ella seguiría a Samantha, la seguiría a donde fuese. 

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