Destino

By Dylivm

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Fred Rummage es un chico que se fue de Itaville, su pueblo natal, justo cuando encontró el amor de verdad. Ah... More

Capitulo 1
Capítulo 2

Capítulo 3

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By Dylivm

Trevor y yo aprovechamos cada ocasión que teníamos para vernos, iba a mi casa (o yo a la suya), íbamos al cine, o simplemente decidíamos hacer un Netflix & Chill cuando estábamos lo suficientemente cansados para ir hasta la casa del otro. Eso y que, básicamente, no disfrutaba mucho de la estadía en su casa. Su casa era el doble de grande que la casa de Bruce Wayne; la casa de este parecía un patio de juegos para niños comparado con la casa de Trevor.

—¿Y de verdad le gustas a Bonneville? —Kevin Morris, a quien ya tenía el gusto de conocer, soltó la pregunta mientras Trevor y la novia de Kevin iban al baño. Estábamos esperando la función para la película de terror que Trevor tuvo la iniciativa de invitarme (pero acompañado de Kevin Morris y su novia, Ashley Belmont).

—Quiero creer que sí es verdad todo lo que me dijo el día del baile de invierno —le solté, afligido, no era la primera persona que me hacían ese tipo de preguntas—. No me ha demostrado lo contrario en estos días que hemos estado juntos.

A Kevin le sorprendió demasiado mi respuesta y decidió contarme que Trevor le había robado un par de besos a Ashley, incluso me metió en la cabeza la idea de que Trevor y Ashley podrían estarse besando en ese momento. No le extrañaría a Kevin, ya que conocía cómo eran Ashley y Trevor, pero yo conocía a mi novio (se sentía tan bien poder decir que, oficialmente, éramos novios), supe que jamás me hubiera hecho algo parecido, ni por error. Pero Kevin seguía con esa idea en mente y me empezó a parecer que, de hecho, sí era cierto. ¡Maldición, Kevin! ¿Por qué no pudiste callarte la boca y ahorrarte esos comentarios que eran cien por ciento impertinentes?

Fueron justamente 20 minutos los que Trevor y Ashley tardaron «yendo al baño». 20 minutos en los que tuve que esperar con tanta agonía en todo mi ser. 20 malditos minutos dándole la razón a Kevin. Sé que mi amor debería ser celebrado, pero parecía que Trevor solo lo toleraba.

—Trevor y yo lamentamos mucho la tardanza, necesitaba una toalla sanitaria, porque vino mi periodo. Tuvimos que esperar a que entrara alguna chica o una señora con toallas sanitarias extra para que pudiera darme una. Deja de hacer esa cara, Freddy, juro que no pasó nada más allá entre él y yo —«no te creo, Ashley —pensé para mí mismo»—. Puedes estar tranquilo con ese tema, Trevor te adora y no dejó de hablar acerca de ti en ningún momento, puedes creerme. Palabra de Ashley Belmont —eran nervios lo que detecté en su voz al hacer el «juramento» de no haber besado a mi novio en ese momento. ¡Joder!

—¿Qué pasa, Freddy? Por favor, no arruines este rato tan especial, no me gustaría que te fueras a España por tanto tiempo pensando que me besé con esta bruja —se refirió a Ashley como «esta bruja» y sé que eso debió calmarme un poco, pero lo cierto era que solo me ponía más nervioso. Solo fingí una sonrisa, le dije que estaba bien y que deberíamos ir a comprar algunas botanas para ver la película (palomitas de maíz, unas bebidas, unos dulces o algo).

Trevor, con cierto detenimiento, tocaba las puntas de mis dedos. Mas nunca me las agarró. Kevin sostenía a Ashley por las caderas, de vez en cuando le daba besitos en el cuello y en las mejillas. Esas son cosas que yo hubiera querido que Trevor hiciera conmigo, ¿por qué parecía que me tenía oculto como un secreto mientras yo lo tenía como mi juramento de amor verdadero?

Al tiempo que pasamos a la sala de cine, Kevin se pasó a sentarse al lado izquierdo de su novia (Ashley) y Trevor a su derecha. Kevin y yo quedamos justo en las orillas de la fila de asientos. Me negué a que Trevor estuviera en medio de mí y Ashley, simplemente, no quería. Le hice saber mis deseos a Trevor y Ashley; hasta sus nombres combinaban y se veían lindos juntos, me lleva, pero ellos hicieron caso omiso de mis comentarios, solo me expresaron su descontento, y de todos modos, hicieron lo que quisieron y se sentaron juntos.

Sí, fue verdad que Trevor me sostuvo la mano en el cine y me abrazaba cuando había screamers en la película. Casi no hubo besos de por medio, pero estuve mirando, cada cierto tiempo, a las butacas de Ashley y Trevor. Solo para verificar que Ashley estaba besándose con Kevin. Ellos no estaban juntos. Poco a poco, comenzaron a desaparecer las ideas y pensamientos que Kevin me había metido en la cabeza.

Al finalizar la película, Ashley y Kevin se fueron al auto de este último, dejándonos solos a Trevor y a mí. No dije muchas palabras cuando íbamos camino al auto de Trevor; ¿cómo iban cambiando las cosas? Un segundo, Trevor me cortejaba y admitió su amor por mí, al siguiente segundo, me trataba como si fuera un completo desconocido y como si todo lo que había dicho con anterioridad era mentira o era una broma de mal gusto (cosa que me juró que no era).

—¿Está todo en orden, Fred? Escucha, siento mucho que no te prestara la atención que te mereces, es solo que sentí que es de mala educación no hacerles caso a Ashley y a Kevin.

—¿La besaste? —pregunté con atisbo en mi voz—. ¿Por qué una tarea de cinco minuto, de repente, se transformó en una tarea de veinte minutos? ¿Sabes lo que me dijo Kevin? Él me contó que Ashley y tú tienen historia, que seguramente estaban besándose mientras él y yo los esperábamos a que volvieran del baño.

—Sí, te mentí, no estuvimos en el baño veinte minutos —¡lo sabía! Me preparé mentalmente para perder al chico que siempre me había gustado—. No puedo decirte qué era lo que estuvimos haciendo, pero créeme que no estábamos besándonos.

—¿Lo dices en serio, Trevor? —le pregunté, molesto, muy molesto. ¿Por qué no confiaba en mí y veía que me estaba haciendo mucho daño por su actitud?—. Si no puedes decírmelo, creo que es porque no me tienes confianza y yo necesito estar con alguien en quien pueda confiar y que confíe plenamente en mí.

—Es que no puedo decirte qué fue lo que pasó y en dónde nos metimos Ashley y yo. No puedo decírtelo, lo siento mucho. Lo que sí puedo decirte es que no tuvo nada que ver con el periodo de Ashley —y pensar que Ashley había hecho un juramento ¿o su juramento se refería a que Trevor estuvo hablando maravillas de mí y que me adoraba? Esa parte sí que me confundió un poco—. Pero escucha, te vas a España en una semana, no quiero desaprovechar el poco tiempo que nos queda peleando. Por favor.

—¿No quieres pelear conmigo? Está bien, no te haré pelear. Esto me va a doler en el alma y lloraré muchísimo. Terminamos, lo siento, no puedo estar con alguien que no confía en mí lo suficiente para decirme que todo lo que sobrepensé es falso —sentí un hueco en el estómago, como si estuviera hecho de plomo y terminara en el piso. Las lágrimas comenzaron a derramarse sobre mis mejillas—. ¿Era esto lo que querías, Trevor? ¿Ya estás feliz? ¿Algo de lo que me dijiste sí fue verdad o todo fue una mentira?

—Recuérdame nunca hacerte una fiesta sorpresa, Freddy —¿eso qué quería decir exactamente?—. Estoy preparándote una sorpresa, lo cierto es que le pedí ayuda a Caroline, Elizabeth, Alison y Nicole; ellas estaban ahí junto con Alice, a esta última no la conoces o no la recuerdas, pero ella fue tu vecina hace un tiempo. Les pregunté cosas sobre ti, como tu música favorita y cosas de ese tipo. Lo cierto es que quiero hacerte un regalo para un día antes de que partas a España. También tuve un hacer un par de llamadas, para poder tenerte la sorpresa. Ashley se inventó todo aquello de su periodo y las toallas sanitarias en ese momento. Dios mío.

Las palabras de Trevor ne tomaron por sorpresa, me di una face palm por haberme arruinado la sorpresa que mi novio me había querido dar. Como dije con anterioridad, soy un maldito. Quise disculparme con él por mi pésimo comportamiento, no era ni sano ni típico que yo hiciera una tormenta en un vaso con agua. «—Bravo, Fred Rummage, arruinaste toda la sorpresa que tu novio, Trevor, había planeado para ti —hablé para los adentros—. Espero que, mínimo, valga la pena haber arruinado la sorpresa».

—Ya no me cuentes más de la sorpresa, por favor. Ya entendí que debí haberme esperado un poco para que me contaras sobre lo que piensas hacerme —sonrió de esa forma que tanto me encantaba—. En estos momentos, tengo un cantante favorito y tiene una canción que me recuerda mucho a ti desde el momento en que la escuché. ¿Me dejas cantarla para ti?

—Es de Louis Gerald Train, ¿no es cierto? —asentí con la cabeza—. No, después lo harás.

—¿Cuándo será después? —lo cierto era que no podía esperar tanto tiempo para poder cantarle al oído la canción que lleva por título “Those Eyes”. Era algo urgente, me iría a España por seis meses (eso si todo salía bien y como lo esperado)—. Podrás cantarme esa canción, y conocer a Louis Gerald Train, más pronto de lo que tú piensas —me guiñó un ojo.

—Lo dices porque eres mi novio y porque es tu trabajo hacerme sentir mejor, deja de mentir —Trevor refunfuñó y puso los ojos en blanco, todo por mi impaciencia—. Ya vámonos a mi casa, ¿quieres? —arrancó el motor y se puso en marcha.

No hablamos mucho la mayor parte del camino, la conversación se dedicó a tener preguntas inútiles y respuestas monosílabicas. Me sentí mal todo el camino a casa y ni siquiera le acepté una cena en Taco Bell de regreso a casa. Fue por dos razones:
1. Ya era tarde, mamá y papá me matarían si se enteraban que había salido al cine y a cenar con mi novio.
2. Me sentía incómodo por haberle arruinado la sorpresa que me quería dar.
A veces quisiera retroceder el tiempo atrás y pensar en las consecuencias de mis acciones, pero no era posible, eso es algo en lo que debo trabajar un poco más seguido.

No nos dijimos una sola palabra después de haber intentado, sin éxito alguno, tener una conversación un poco decente. Solo me dejó frente al porche de casa y se fue sin decir nada, no hubo ni un beso de despedida o algo. Al llegar a casa, les escribí a mis amigas por nuestro grupo de WhatsApp (Nicole nunca había salido de dicho grupo y ni ellas o yo teníamos el valor para botarla fuera del grupo).

Después de discutir un rato, llegaron a la conclusión de que tanto Trevor como yo tuvimos mucha culpa en esa discusión tan boba gracias a mí por haberle arruinado la sorpresa a Trevor y a Trevor por hacer cosas buenas que, a su vez, parecían ser cosas malas. También les pregunté si eran ciertas las palabras de Trevor cuando dijo que habló con ellas para saber más sobre mí. Ellas lo confirmaron todo, Trevor les preguntó más sobre mí y sobre mis gustos. Estaba muy seguro de que Trevor estaba loco por mí, tal y como Ashley afirmó hacía un par de horas antes (antes de entrar a ver la película).

—Y, sobre la película, no le presté mucha atención a la misma por estar prestando atención a que Trevor no decidiera besar a Ashley mientras Kevin iba al baño o mientras él no veía. Ni siquiera me tomó de la mano mientras estábamos en la proyección; salvo un par de veces. No sé por qué Trevor me mantiene como un secreto, mientras que yo lo mantengo como un juramento —nos estábamos viendo las caras a través de la pantalla (esto porque, después de charlar un rato en el grupo de WhatsApp, decidí hacer una videollamada en FaceTime para pasar el rato)—. ¿Qué he hecho mal? Yo de verdad creí que todas las palabras que me dijo el día del baile de invierno eran ciertas, ¿también me mintió en eso? ¿Ni en eso pudo ser sincero conmigo?

—Tienes que entender que la gente no siempre va a dar lo mismo que tú diste por ellos y sí, yo sé todo lo que te dijo Trevor. También sé lo que sientes por él y cómo todo esto es un sueño hecho realidad para ti; pero es hora de despertar. También debes entender que Trevor estuvo muchísimos años en el clóset, besó a casi todas tus amigas. Nadie se cree que sea verdad lo que te dijo el día del baile de invierno. Y lo siento que sea yo la que te lo diga, pero debes darte cuenta sí o sí, no quiero que sufras —Caroline era como mi Lezley Anderson; la mejor amiga de Louis Gerald Train, era como mi hermana perdida, y la adoraba por eso. Siempre decía lo que necesitabas oír, aunque sea muy duro de escuchar, a ella no le interesaba, ella solo quería tu bienestar.

—Concuerdo con Caroline, Fred. Si tú todavía estás dispuesto a seguir tolerando todas esas faltas de cariño, está bien por ti, sabes que siempre tendrás el apoyo de Caroline, Alison, Nicole y el mío. Porque te queremos y demasiado —ellas sí me querían y deseaban mi bienestar, pero todo el asunto de que Trevor Bonneville dijera que está enamorado de mí, me traía vuelto loco.

Había intentado, sin éxito alguno, hablar con mamá y papá acerca de si era necesario ir. Mamá y papá ya habían comprado el boleto para irme de viaje. Lo cierto era que me querían lejos por seis meses (o más tiempo) porque no les estaba alcanzando el dinero para pagar la colegiatura del colegio al que asistía (incluso aunque tenía una beca y llevaba uno de los mejores promedios en el colegio; eso le atrajo a Billy Hatman para ser mi bravucón personal y hacerme la vida imposible los últimos años, obligándome a hacer sus tareas y torturándome si no las hacía bien… Pero ya basta de hacerme el mártir). Pasé gran parte de la noche pensando en si era verdad todo lo que Trevor había dicho el día del baile de invierno o si todo fue una falacia, ¿por qué me torturaba tanto? Trevor me dijo que solo estaba preparándome una sorpresa para darme el día que partiría a España por muchos meses. Volví a reproducir mi disco favorito de ese año: “Gerald Train”. Incluso aunque el pobre estuviera recuperándose de lo que pasó con su novio, Richard Vallaj, después de un altercado que hubo en México. En realidad no sé si seguían juntos, pero algo me decía que no. Solo vi a Louis Gerald Train en un concierto, durante su primer gran tour, casi visitó los cinco continentes y obtuvo fama mundial cuando Taylor Swift fue su telonera.

Louis Gerald Train era mi ídolo y sabía que algún día lo conocería. Quizás si llegaba el “Eclipse Tour” a España mientras yo estuviera ahí. Juro que pagaré lo que sea necesario, trabajaré para poder permitirme pagar ese concierto. Tal vez hasta pague por una entrada de tipo “Meet & Great”, todo por verlo. Por ver a mi ídolo. La canción que llevaba por título el nombre de su novio, me recordaba un poco a mi relación con Trevor, salvo que él nunca se fue, el que se iría sería yo. Y eso sería una completa tragedia.

«—¿Por qué tengo que irme? ¿Por qué no pude decirle a Trevor todo lo que siento y sentí por él durante muchos años? —me autocuestioné, odiando el hecho de que tendría que irme en dos días—. Trevor, ¿por qué no fuiste un poco más rápido en decirme lo que sientes por mí? ¿Tenías que esperar a que me fuera?». Estas preguntas me mantuvieron despierto hasta las dos de la madrugada: «¿en verdad me amabas, Trevor? ¿Por qué tuviste que ser un imbécil en una de nuestras primeras citas? ¿Algún día sentirías lo mismo; o algo similar, a lo que yo siento por ti?  ¿Me quieres con la misma fuerza con la que yo te quiero a ti?».

Francamente, eran preguntas que necesitaban tener la respuesta, pero al día siguiente, Trevor dejó de responder mis mensajes junto a mis llamadas, ¿esto era el cielo? ¡No! Era como estar en el maldito infierno; lo contrario a lo que sentí que sería estar con Trevor, juré que se sentiría totalmente diferente a como se estaba sintiendo. Juraba. Estaba seguro de que Trevor sería un mejor hombre, a diferencia de cómo me estaba tratando. Esa cosa que dijo de no tratarme lindo en público por tenerles respeto a Ashley y a Kevin, era lo más ridículo que pudo haberme dicho siempre. Yo merecía mucho más que eso. Pero mi amor por él me cegaba por completo y siempre le estaba buscando una justificación a sus hechos que no eran tan buenos como a mí me hubieran gustado. Y no tenían la menor justificación.

Pero me iré en dos días, no volveré a ver a Trevor por seis meses, seguro suspenderé el curso y estaré atrasado por un año. Mientras que Caroline, Elizabeth, Alison y Nicole estarían en el último año del colegio, antes de entrar a la universidad. A veces deseaba no ir a España, pero mi tía Estíbaliz Urriaga, su esposo Adrián Voinescu y sus hijos: Adrià y Víctor Voinescu Urriaga ya me habían hecho un espacio en su casa. No había forma de negarme o echarme para atrás, el vuelo saldría en dos días y yo estaré en España. A diferencia de lo que cualquiera pensaría, no estaba feliz por ello ni por error.

Tal vez si Trevor no hubiera decidido declarar su amor por mí, yo estaría muy contento con el viaje a España e incluso me habría dado lo mismo suspender el semestre. Me sentía cansado, aburrido y tan vacío. Me sentía, francamente, mal. ¡Te lo debo todo a ti, Trevor Bonneville, y a tu declaración de amor! ¿Por qué no lo hiciste un poquito antes? ¿Por qué no lo hiciste cuando me defendiste de Billy Hatman? ¿Por qué tenías que esperar a que me fuera a España a pasar unas muy largas vacaciones? Todo era tan horrible, tan horriblemente malo. Honestamente, creo que estaba mucho mejor sin saber nada acerca de todo el amor que Trevor sentía por mí. Ojalá me hubiera dicho todo eso un par de años antes u ojalá nunca me lo hubiera dicho.

Pasadas unas horas, me encontraba en mi cama, sin noticias acerca de Trevor y sin noticias de nadie en particular. Pensé que todo estaba horriblemente mal, pero ya me daba lo mismo. Solo quería que todo acabara e irme, de una vez por todas, a España. Ya no me importaba Trevor y la supuesta sorpresa que me tenía preparada para antes de irme. Así que dormí en paz y como un bebé.

Mi teléfono me despertó en punto de las siete de la mañana, no programé ninguna alarma y mucho menos a las siete de la mañana. Sin embargo, decidí tomar el teléfono y mirar la pantalla para ver de quién se trataba. En la misma, apareció una foto mía con Trevor (cortesía suya cuando estuvimos en el baile de invierno, dos semanas atrás). Sonreí tras recordar ese maravilloso día y respondí el teléfono. No me importó ni un poco que me despertara un sábado en la mañana (un día antes de irme a España).

—Hola, Trevor, ¿todo en orden? —lo saludé, esperando que valiera la pena el haberme despertado (un fin de semana y cuando estábamos de vacaciones en el colegio). Yo acostumbraba a levantarme a las diez de la mañana.

—Levántate. Báñate. Arréglate, estoy en el porche de tu casa, hoy es el día en que podrás ver la sorpresa que te tengo para ti.

—¿De verdad es hoy? —pregunté con un dejo de emoción en mi voz, algo me decía que ese día sería impresionante—. ¿La sorpresa será ahora, en este momento, o tendré que esperar?

—Si te lo digo ahorita, ya no será más una sorpresa, chiquitín. Date prisa —tenía razón, yo era demasiado molesto, e insistente, con el tema, pero era algo que necesitaba saber.

Colgué la llamada, me levanté y comencé a arreglarme, tomé una ducha rápida, desayuné una fruta con un poco de té (manzanilla con canela). Pensé que, quizás, Trevor me invitaría a desayunar, por eso no elegí desayunar algo completo y balanceado. O tal vez sí. Me apuré, tomé una camisa azul, una chaqueta negra de cuero , unos jeans negros, unos tenis blancos, unas gafas de sol y me puse una gorra con la visera hacia atrás. Me alisté y salí, el ver a Trevor ahí de pie (de perfil, con su pierna recargada sobre el porche y fumando lo que parecía ser su primer cigarrillo del día) me hacía pensar que él de verdad era todo un sueño y yo era muy afortunado en tenerlo. ¡Oh, Trevor! ¿Por qué fumas tanto?

—Ya estoy aquí y estoy listo —anuncié cuando atravesé la puerta y llegué hasta donde estaba él. Se veía perfecto.

—Hola, Fred —me dio un tierno beso en mis pómulos—. Apesto a cigarro, por eso no te saludo con un beso en los labios, no sabes cuán grandes son mis ganas de hacerlo. De verdad.

—Eres muy considerado, gracias por ello, Trevor —sonreí y me dije a mí mismo que eso nunca me había importado ni ahora ni las otras veces que nos habíamos besado con anterioridad—. Esta no es nuestra primera cita, pero sí será la última. Por lo menos durante los próximos meses no estaré aquí. Mañana es mi vuelo, sale en la mañana y tengo que llegar dos horas antes al aeropuerto. Entonces está será nuestra última cita, ni siquiera podré despedirme de ti o algo por el estilo.

—Entonces prométeme que me dejarás consentirte un rato y disfrutarás de lo que preparé con tanta antelación. Por lo menos estas dos semanas que pasaron y Ashley es testigo de lo que pasó.

Tal y como sugirió Trevor, me dejé consenti,r y tal y como lo pensé, primero me llevó a desayunar a Melanie's (un restaurante muy famoso y nuevo en Itaville). Ordené unos panqueques con miel de maple, chocolate líquido y un pedazo de mantequilla encima de la torre de panqueques, además de que venían acompañados de dos bolas de helado de mi preferencia (elegí de fresa). Si el plan de Trevor era engordarme para no conseguir pareja, por lo menos los primeros días o semanas que estuviera en España, podría dar un resultado positivo. Aunque eso hubiera sido un poco malvado de su parte (o quizás mucho).

Mi idea no le pareció tan mala, solo que él prometió que iba a consentirme y eso lo estaba haciendo muy bien. Repito, me dejé consentir y por nada del mundo arruinaría ese momento tan hermoso que estaba pasando a su lado.

Una vez que terminamos el desayuno, pasamos a la tienda de ropa de Vans y a Converse (me compró una mochila, un gorrito, un cinturón, unos sneakers y unos calcetines), no quise aceptarle nada de lo que me quería comprar. Pero él usó la carta de: «me prometiste que te dejarías consentir por mí». Muy astuto, Trevor. No me quedó más remedio que aceptar sus costosos regalos (a decir verdad, el dinero no era un problema para la familia Bonneville). También me invitó al cine (no me dejó pagar ni un centavo). Pasadas unas horas, me di cuenta de que ese había sido el mejor último día en Itaville.

—¿Qué tal te la estás pasando a mi lado, Fred? —me sonrió al tiempo que íbamos saliendo del centro comercial—. Porque la sorpresa aún no termina, lo creas o no.

—Ya lo había pensado, y te lo dije, antes, pero te lo diré de todos modos: este es y ha sido el mejor último día que he tenido en el pueblo de Itaville —el teléfono de Trevor vibró dentro de su chaqueta. Pensé que no revisaría el teléfono por el respeto que me tenía a mí al ser mi último día con él en un largo tiempo (sí, ya me hice a la idea de que estaría lejos de casa por más de seis meses)—. El mejor día hasta ahora, ¿no puedes esperar a que todo esto termine?

—En serio, ¿quieres hacerme el favor de recordarme no volver a planear una sorpresa para ti? —quitó su mano de mi hombro y volvió a centrar toda su atención en su dispositivo móvil—. Si te interesa saberlo, la mejor parte de tu sorpresa, ya está en mi casa esperando por ti. Espero que no quieras rechazarme esta sorpresa, porque gasté un dineral en él —¿acaso era lo que yo creía que era? Desearía que sí lo fuera.

—Lo siento, vamos a tu casa ya. —no tardé ni cinco minutos en llegar a su auto, él tampoco tardó tanto. Nos pusimos en marcha y llegamos a su casa en un santiamén. Fuera, en la acera, había un autobús y vislumbré a mucha gente subiendo y bajando consolas de audio del autobús a casa de Trevor (más específico, al jardín donde estaba la piscina)—. Ya, suéltalo, ¿quién es? ¿De quién se trata?

—Si te lo digo, ya no sería una sorpresa, cierra los ojos y déjame ponerte esto —sacó una pañoleta de su guantera, la desenvolvió y me la colocó en mis ojos, impidiéndome la vista—. Espero que confíes en mí, porque desde ahora voy a ser tus ojos.

Caminamos desde el garage de Trevor, hasta su jardín. Tropecé un par de veces en camino a la piscina (casi caigo de bruses en esta), pero él me sostuvo para no caer y golpearme contra el piso. Eso hubiera sido un acto terrible y hubiera, en definitiva, arruinado la sorpresa. Trevor dejó de sostenerme para poner su dedo índice en la mitad de mis labios. «—¿Qué es todo esto? ¿Por qué tanto misterio? ¿A qué se debe?» Me pregunté mentalmente.

Sonaron los altavoces, haciendo la típica prueba de «Probando, 1, 2, 3», hasta que salió humo del jardín de Trevor y salió una de las personas que más admiraba en la vida: ¡Louis Gerald Train estaba ahí para cantarme un concierto privado antes de partir a España!

—¡Sorpresa! —me anunció Trevor. Yo aún tenía los ojos y la boca abiertos de par en par—. Hice unas llamadas e investigué mucho acerca de quién es este jovencito que te gusta tanto, perdóname si estuve un poco distante estos últimos días. No fue, para nada, mi intención hacerte sentir mal.

—Es perfecto, sé que él empezó cantando covers en París; más específico en l'Olympia y ahora me va a dar un concierto privado, gracias por esto, Trevor —sentí que unas lágrimas se arremolinaban en mis ojos, había escuchado que a Louis Gerald le molestaba un poquito que le siguieran pidiendo covers en sus conciertos, incluso fue en una entrevista dentro de un noticiero mexicano que le dijeron que él siempre sería el «Chico de los Covers». Y entendía mucho su molestia e incomodidad: tantas canciones que tiene y la gente no puede superar que así empezó su carrera musical—. Ya va a empezar, escucha.

—En el universo hay muchos fenómenos muy interesantes que ocurren, estos, a su vez, son muy hermosos. Tal vez no hemos descubierto varios, no sabemos cómo ocurren y otros, sin embargo, sí sabemos cómo y por qué ocurren. Uno de ellos, es el Eclipse —era la introducción al Eclipse World Tour, Louis Gerald Train estaba recitándome la introducción del Eclipse World Tour.

Comenzó a cantar la canción que le daba nombre al título del disco y siguió con el resto de sus hits que fueron sonados en casi todo el mundo. Me pareció muy curioso que no haya elegido cantar canciones de su primer álbum, “Gerald Train”. Era totalmente entendible que no hubiera querido cantar canciones de ese álbum, todas iban dedicadas a su exnovio (yo podía jurar que había algo que no sabíamos y que Louis Gerald no nos estaba contando; era muy fan de Louis, pero no sabía qué era lo que había pasado entre Louis y Richard). Le resté importancia al asunto y seguí disfrutando de su concierto, fue asombroso.

—Fred —me señaló con el dedo índice de la mano derecha—. Quiero que tengas un excelente viaje, espero que lo disfrutes mucho, y seas muy feliz, tu novio me pidió que cantara para ti. Él te adora y solo te desea lo mejor y nada más que lo mejor.

—Me encantas, Trevor. Gracias por esto, en serio —le susurré al oído, él solo encogió los hombros con una sonrisa de medialuna.

—También me dijo que serías muy feliz si te leo lo que él escribió para ti —Louis Gerald se preparó y comenzó a leer—: «Querido Fred: gracias por darle sentido a mi vida, un amor como el tuyo no se olvida. Quisiera que te quedaras más tiempo a mi lado, ya que el hecho de no tenerte cerca, me  tiene asustado. ¿Por qué en tamaño y en esencia hay una gran diferencia entre decirte lo que siento por ti hace dos semanas con decirlo hace dos años? Por el tiempo, el tiempo se ha convertido en mi peor enemigo, tanto tiempo que pude estar contigo. Hoy te vas de mi vida por los próximos ¿qué? ¿Seis meses? Ambos sabemos que puedes llegar después. Pero incluso antes puedes llegar. Aquí te voy a esperar. A tu lado siempre quiero estar. Por siempre el mejor, ese eres tú, mi amor. Esto te doy, mi más grande amor. Y aunque no estaremos juntos por mucho tiempo más, quiero que sepas que muy pronto se nos cumplirá el deseo. Lo veo. Nuestro deseo de volver a ser una pareja que no se deja engañar ni maltratar por nada ni nadie. Buen viaje, Fred. Con todo el amor que hay en mi corazón: Trevor Bonneville.».

—¿Escribiste eso para mí? —mi sonrisa era como la de un niño chiquito cuando alguien le daba su dulce favorito.

—Bueno, lo cierto es que…

—Sí, Freddy, Trevor escribió esa carta y me la mandó por e-mail para leerla hoy —Louis Gerald me sonrió—. Soy Louis Gerald Train, un gusto conocerte, al fin, Trevor.

—Yo soy Freddy Rummage. Para mí es un gustazo enorme conocerte, Louis Gerald, soy tu fan más grande en todo el mundo —era evidente la emoción en mi voz, no podía creerme que al fin estaba conociendo a mi ídolo—.  Y él es Trevor Bonneville, mi novio.

—Lo sé, los conozco a ambos, investigué un poco sobre ustedes dos y estoy tan encantado de conocerlos, personalmente, en mi pueblo natal.

—Eso sí lo sé, estudiaste en el Colegio Apple White y yo, sin embargo, estaba estudiando en el Colegio Red Moon —el Colegio Red Moon era el colegio rival del Colegio Apple White, pero a Louis Gerald no pareció importarle mucho—. Hace poco, mi escuela barrió el piso con la tuya en un torneo de baloncesto.

—Lo sé, y no me molesta en absoluto, me da gusto que el colegio en el que estudias haya barrido el piso con el colegio en el que estudié. Lo cierto es que, acá entre nosotros, odiaba a los deportistas y a sus horribles novias; que, casualmente, eran las porristas. A excepción de una porrista y un jugador de fútbol americano. Creo saber que tienes una ligera idea de quién hablo —Jessie Jones y Richard Vallaj, Louis hablaba de esas personitas en particular—. No olvides que Apple White sigue teniendo el privilegio de ser uno de los colegios más costosos del país, y la gente que egresa de ese colegio, tienen más posibilidades de entrar en una buena universidad; con o sin becas, además de que el Colegio Apple White tiene un mayor aprovechamiento. Solo mírame, un egresado del Colegio Apple White es un cantante, compositor, bailarín, escritor, guionista y estoy luchando para ser actor.

—¿Jessie Jones y Richard Vallaj? —le pregunté con un tono sútil pero firme de voz, cambié de tema, porque de forma muy sútil, Louis Gerald barrió el piso conmigo y me humilló con su respuesta—. Lo sé porque estuve investigando un poquito desde que escuché tus covers por primera vez, me enteré de todo y sé casi todo en tu vida. Pero aún tengo un par de preguntas que me dan ganas de que me respondas.

—Apuesto a que puedo responder todas las preguntas que tienes en mente —le pedí, de favor, que lo intentara—. Sí, dejé a Richard Vallaj, se casó con Marcus Miller, porque yo no estaba listo para el matrimonio y pasar el resto de mi vida atado a una persona. Sí, le agradezco mucho a Richard por la oportunidad que tuvimos de hacernos felices, pero lo cierto es que yo quiero seguir haciendo mi nombre. No, no está en mis planes volver a ser pareja de Richard Vallaj y no porque no lo amo, más bien es lo contrario. Y sí, estoy contento de que, al fin, Marcus Miller estuviera con Richard Vallaj, ya que él es mi mejor amigo —me volví de piedra y estaba estático con la boca abierta, ¿cómo supo Louis Gerald que esas eran las preguntas que pensaba hacerle?: ¿En serio dejaste a Richard Vallaj? ¿Por qué? ¿Hay algo que le agradezcas?  ¿Volverías a estar con él? ¿Estás feliz con que esté con Marcus Miller?.

—¿Cómo supiste que esas eran las preguntas que estaba a punto de hacerte?

—¿Tal vez porque son las mismas preguntas que todo el mundo me hace? Son preguntas que no están en internet, en alguna página amarillista de chismes o algo así. Y lo sé, evidentemente, lo sé, porque yo mismo busqué páginas que hablaran sobre mí y sobre Richard Vallaj, específicamente: sobre lo que fue #Louchard y lo que significó para mí —me respondió con amabilidad, sin hacer muecas o mostrar incomodidad, Dios mío, Louis Gerald era tan amable que me pregunté si en su otra vida fue un príncipe, un duque o algún miembro de la realeza—. No, estoy seguro de que no fui parte de la realeza en mi vida pasada y, sonará un poco loco, pero mi manager en México me dijo que parecía que Richard era un príncipe que muy pronto llegará al trono para suplir a su padre —parecía que me leía la mente—. Y no, no estoy leyendo tu mente, es solo que me han repetido las mismas preguntas una cantidad inimaginable de veces, que ya me aprendí las respuestas.

—¿Y si hubiera cambiado la pregunta o te hubiera preguntado otra cosa?

—Habría sido una respuesta más pensada, y  genuina, tal vez hasta un poco más larga —en cada palabra que dijo, se notaba su amabilidad, no se notaba el cansancio de que una y otra y otra vez le preguntaran siempre lo mismo. De verdad que él era muy amable y debió aprenderlo de su artista favorita.

—Eres muy amable, Louis Gerald, y eso te hace sumamente especial para cualquiera que esté en tu entorno —le extendí la mano para tomar la suya y sacudirla como si cerráramos un trato.

—Muchísimas gracias, Freddy —él tomó mi mano, pero me atrajo hacia él, de tal forma que terminamos por darnos un abrazo.

—Espero que te haya gustado tu sorpresa, Fred —Trevor apareció, como por arte de magia, detrás de mí y de Louis.

—No fue nada barata la sorpresa —habló Caroline, entrando sigilosamente a la piscina de Trevor.

—Pero se divirtió y conoció a su cantante favorito —Elizabeth fue la segunda en aparecer en casa de Trevor; tanto Caroline como Elizabeth me llevaban un regalo como despedida.

Lo cierto era que me estaban llevando regalos y Trevor Bonneville me había preparado toda esa sorpresa tan bella, porque sabían que yo estaría en España por más de seis meses. Tal vez ni siquiera vuelva a casa nunca más. ¡Era muy injusto todo en mi vida! ¡No era justo que Trevor me haya declarado su amor por mí justo un par de semanas antes de que me fuera! Dios, ¿a quién se le ocurre? Respuesta corta: ¡a Trevor!

—Las invité a que se pudieran despedir de ti, hace rato, cuando fuiste al sanitario, les envié un mensaje de texto para que no se perdieran tu despedida. ¿Pensabas irte sin despedirte de ellas? Ellas ni siquiera sabían que partes mañana, ¿por qué? —Trevor me metió en un apuro.

—Porque odio las despedidas, más las que son definitivas, esas me hacen llorar un océano de lágrimas, me parten el alma —y era verdad, sí odiaba las despedidas, pero las despedidas en las que no sabes si volverás o no a casa… esas despedidas tomaban mi corazón para meterlo en una mezcladora y mezclarlo por toda la eternidad. Lo supe en el momento en que falleció mi tía (hermana de mamá) se fue de este mundo. Dejó a mi primo huérfano, sin mamá, y a una familia con el corazón partido en cientos de miles de pedazos. No hubo un culpable, el cáncer se la comió viva y nos arrebató; a mi familia y a mí, a una de las integrantes más queridas de la familia.

—Iba a despedirme de ustedes 5 a través de una videollamada, incluso hasta les había escrito algo, pero en vista de que me hicieron esta sorpresa, y no puedo negarme, tendré que improvisar con lo que diré.

—Por favor, Fred, hazme sentir importante, especial y querida antes de que te vayas a otro continente —mi pequeña Alison, siempre me pareciste tan tierna.

—Aquí voy —me preparé para declamar una despedida que no escribí por evidentes razones—: Ustedes hicieron que mi estancia en el colegio fuera mejor. ¿Qué más puedo pedir? Se necesita tener cierto valor y control. Fueron y siempre serán las mejores amigas que he conocido jamás. Tal vez no lo pueda ver ahora, pero estoy seguro de lo mejor que serás, Caroline. De lo lejos que tú llegarás, Elizabeth. De lo mejor que serás, Nicole. Y de lo grande que serás, Alison. Recuérdenme como su amigo más fiel, más guapo y con el mejor gusto entre ustedes cuatro y yo. Gracias por ayudar a Trevor a hacerme esta sorpresa. No es una despedida, es un «nos vemos pronto». Adiós. Se despide de ustedes, su amigo: Fred Rummage.

—No puede haber un mejor discurso que ese, Freddy —Louis Gerald me abrazó con suavidad—. Trevor está un poco triste, ¿por qué no vas a consolarlo?

—Iré, claro, pero primero quiero pedirte un favor a ti, Louis Gerald Train.

—Claro, lo que gustes —¿podía ser más perfecto ese joven?

—¿Podemos tomarnos unas fotos entre mis amigas, mi novio, tú y yo?

—Para mí sería todo un placer, ¿una foto grupal o una foto solos tú y yo? —algo que era de admirarse de Louis Gerald era que la foto podía ser como yo quisiera y no necesariamente tenía que pararme junto a él y sonreír. Había libertad creativa para las fotos.

—¿Pueden ser las fotos que yo quiera o solo una? —tuve miedo de su respuesta, lo admito.

—Las que quieras, Trevor nos pagó lo suficiente para que sean las fotos que tú desees. Tanto conmigo como con tus amigas —ay, Trevor, gracias. Ese fue un detalle en serio soberbio—. Llamaré a mi camarógrafo: ¡Ven, Kevin!

Nos tomaron unas fotos a Louis Gerald y a mí, una foto a mí solo con la publicidad de Louis Gerald Train como fondo, una foto mis amigas y yo con Louis Gerald como compañía, una foto a Trevor y a mí; él me cargaba en forma nupcial, otra conmigo en los hombros de Trevor, Louis Gerald en medio de Trevor y de mí y, ya para finalizar, una foto con todas mis amigas, Trevor, Louis Gerald y yo.

—Es la mejor despedida que me han hecho, siempre. Bueno, en realidad, nunca me habían hecho alguna despedida, porque siempre he vivido aquí; pero saben a lo que me refiero, ¿no? —mi tono fue titubeante y un poco tímido. Louis Gerald se acercó a mí y me dio un fuerte abrazo.

—Unos pajaritos me hicieron saber lo mucho que me admiras y cuánto valgo para ti en tu vida —Louis Gerald se acercó a mí con un sobre color manila en su mano derecha, y en la izquierda, una caja de cartón forrada con papel para envolver cajas de regalos—. Ten, esto te pertenece, Freddy —quise abrirlo hasta que estuviera solo, pero la curiosidad me ganó y le pregunté a Louis Gerald cuál era su contenido del sobre y de la caja—. Ábrelo ahora, si es lo que deseas, no me gusta arruinar las sorpresas y esta es una de ellas.

—¿Pagué por eso, joven Train? —Trevor me advirtió que no lo abriera o podría subir el costo de haberlo llevado hasta allí conmigo—. Porque tu representante no mencionó nada al respecto sobre una misteriosa caja y un sobrecito como el que le acabas de entregar a mi novio.

—Descuide, joven Bonneville, es totalmente gratis, es un regalo de mi parte, de hecho, a Freddy le va a encantar todo lo que contiene la caja y el sobre manila —juro que Louis Gerald era tan lindo, me llevó un regalo que no incluía el paquete que Trevor pagó para verme feliz antes de partir—. Ábrelo, Freddy, si no te gusta, puedes dármelo de vuelta y lo comprenderé.

—Al diablo, Trevor, voy a abrirlo —claramente escuché cuando Louis dijo las palabras «ese es mi chico» al aceptar su regalo. Empecé por la caja, había una hoodie; una muy bonita, por cierto, una T-shirt con la portada del disco “Gerald Train” (pero atrás estaban los títulos de su disco “Eclipse”, le pregunté si fue un error de impresión y respondió que no, pero no dio más detalles; la razón ya, de por sí, era evidente), una taza con su cara impresa, varias fotos de él del tamaño de mi billetera, un osito de felpa con una carta handwritten y una correa para colgar mi teléfono móvil en ella (pero la correa tenía su nombre escrito, Louis Gerald Train Brown, por toda la cinta)—. Dios, no sé cómo voy a agradecerte, Louis Gerald. De verdad gracias por estos detalles tan soberbios.

—La sorpresa no ha terminado aún —declaró en un dulce tono de voz, tendiéndome el sobre color manila—. Te vas a morir, metafóricamente, cuando veas lo que preparé para ti.

—¿En serio esto no tiene un costo extra? —puse los ojos en blanco, Louis Gerald se dio cuenta de ello y ahogó una risita traviesa y burlona por mi acción. Solo le dijo que no y que dejara de preocuparse o sobrepensar—. Adelante, ábrelo, Fred. Por favor.

—Aquí voy —desaté el sobre, y al abrirlo, me encontré con dos entradas (en primera fila) para el concierto de Louis Gerald Train en España (tendría lugar en Barcelona el 13 de mayo; su cumpleaños, de 2023), también me di cuenta de un detalle muy importante, ya que había otras seis hojas tamaño carta.

—En realidad, esas son para tu novio.

—¿Es lo que creo que es?

—Si piensas que son las cartas originales que Richard me dejó el día que partió a Suiza, no son las cartas originales, esas las perdí. Pero sí son las cartas que Richard me dejó —no me lo estaba creyendo que de verdad me estuviera pasando a mí—. Bueno, kind of, son fotos que les tomé y las imprimí para una mejor comodidad —esa parte de la historia no me la sabia por completo, excepto la parte en la que Richard se había ido y había dejado a Louis (lo supe por el video musical que Louis Gerald lanzó de un cover de una canción de Taylor Swift y se vio obligado a borrarlo)—. Les comparto lo que yo senti, sé que te sentirás igual, Trevor. Aunque, por lo menos Fred se va, pero tú lo sabes, Trevor. Imagínate si se hubiera ido en la madrugada, mientras dormías, sin despedirse de ti. Sería otra historia y creerías que el culpable eres tú, ¿no es cierto? Pues así me sentí yo. Atesórenlas como lo que son: un regalo para ustedes. Esa es una parte de la historia que no conocen y es porque casi nadie sabe lo que realmente pasó, excepto mi exrepresentante, un par de amistades y el mismo Richard.

—Es todo un honor para mí recibir estas cartas, Louis, y estoy seguro de que Trevor las cuidará bien —volteé a mirarlo con mi mirada de «cuida estas hojas como tu vida»—. ¡Gracias por tanto, Louis! No me equivoqué al elegirte como mi artista favorito. Lo sabes y lo sé.

Louis Gerald Train se despidió de nosotros dándonos un gran abrazo (a mis amigas, a Trevor y a mí), lo especial de él era que nos daba abrazos tan sinceros y genuinos que pensé que nos conocíamos de toda la vida (incluso aunque no fuese así, solo pasó aproximadamente un año desde que lo conocí). Él nunca terminó el abrazo, estos los terminaba la persona que abrazaba. Me dijo que siguiera con mis sueños y siguiera roqueando. Le grité que lo amaba mientras se iba el autobús en el que llegó. Louis Gerald ya no estaba en México con su anterior disquera, ahora trabajaba en otro, pero en Estados Unidos. Por eso fue tan fácil para él viajar hasta Itaville, que, curiosamente, fue el pueblo donde nació y creció. Pero en su vida ya todo el mundo sabía lo que pasó con él después de estudiar en Apple White. Así que no hablaré sobre él.

Trevor nos fue a dejar a casa de cada quien (a mis amigas y a mí), claramente, me dejó a mí para el final, porque quería despedirse bien de mí. Me pidió ir a su casa o que lo dejara estar en la mía, fue imposible y me rogó bastante, sí dolio (aunque pude soportarlo). Y es que ni Trevor ni yo estábamos listos para despedirnos, por un largo rato, el uno del otro.

—Esta historia de amor, no terminará aquí —le sostuve la cara con ambas manos mientras lo miraba a los ojos—. Continuará, te lo prometo , Freddy —lo que me dijo, me dejó hechizado, dijo que me esperaría, no importaría el tiempo, siempre y cuando estuviéramos juntos.

«Prometer» era una palabra fuerte, pero cobró sentido cuando estábamos solos él y yo. Al final, solo somos él y yo. Quizás el destino quería que fuera así: Trevor y yo nos conoceríamos en una etapa de nuestras vidas en la que no pudiéramos estar juntos, pero quizás era una prueba; una que dictaba que nos separáramos por un tiempo, en algún punto de nuestras vidas volveríamos a estar juntos; por lo tanto, no lo estaríamos. Y eso era algo que me dejaba muy decepcionado.

Al entrar a casa, papá me preguntó si ya me había despedido de mis amigas (ni papá ni mamá supieron de la existencia de Trevor Bonneville, creían que yo seguía soltero). Estaba a punto de platicarle acerca de lo bien que la había pasado ese día (que estaba por llegar a su fin). No pude ni empezar a decirle lo bien que la pasé, en vez de escucharme, solo me dio una maleta y comentó que me faltaban muchas cosas por empacar. Definitivamente, había llegado el final a mi estancia en Itaville. En Red Moon. Ya no pertenecía a ese país ni a nada de mi vida. Ya todo estaba pasado.

Subí a mi habitación, terminé de empacar y me recosté en mi cama, no quería dormir. Mi vuelo salía a las siete de la mañana, yo tendría que estar un par de horas antes. Solo dormí pensando en lo bien que la hubiera pasado si nunca me hubiera marchado de Itaville y me hubiera quedado al lado de Trevor (quien también sentía algo por mí).

Ya saben lo que dicen: «el hubiera no existe»…

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