My little girl - Vettel!

By inlovefftz

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Estaba tan enamorada de su mirada, de su tacto y de su sonrisa. Lo amaba con todo mi ser, adoraba todo de él... More

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Running out of time
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By inlovefftz


Qué curioso como pasa el tiempo; Es tan relativo, pareciera pasar tan rápido y a su vez tan lento.

Apenas habían pasado unos cuantos días, pero se había sentido como una eternidad.

Y es que la espera carcomía sin piedad, aun sabiendo que regresaría, pareciera que no, no cuando el tiempo pasa tan lento.

Perdida viendo al techo y recostada en su cama, intentando encontrar la posición correcta; Apretando las piernas, moviendo la cadera, girando sobre su espalda, abrazando la almohada, viéndose a través del espejo frente a la cama, cambiando de canción...

Agh, que difícil.

Con un pequeño pataleo y sofocando un grito de frustración contra la almohada, suspiro profundo y se recargó sobre sus antebrazos, acomodó su cabello y resopló, tomó su teléfono y vio la hora, se limitó a hacer un puchero.

¿Por qué todo va tan lento?.

Volvió a recargar su espalda sobre el colchón y con pesadez se levantó para tomar unos shorts de pijama.

Su cabello revuelto y pequeñas pecas sobresaliendo, sus pestañas sin peinar y sus labios partidos, sus pocas ganas de existir la delataban.

Ella solo anhelaba verlo.

Bajo las escaleras para tomar una bolsa de golosinas y una gaseosa, volvió a su habitación y decida a sentirse mejor mientras esperaba su llegada.

Hizo lo que cualquiera.

Lo más lógico.

Puso música, abrió la lata y comenzó a comer los pandas de gomitas mientras esculcaba su clóset, después de todo tenía que escoger algo lindo pero sencillo.

Adelaide tendría una cita.

Con Sebastian.

Ella llevaba la cuenta de cada cosa, era su quinta cita y no sabía que harían esta vez. Siempre era algo nuevo, o quizá no, pero cada experiencia le parecía diferente.











¡Oh- lo olvidaba!.

Su relación... sobre lo que va la historia, iba de maravilla.

Ella comprendió que no siempre tendrá al público contento, y que no es una mala persona por estar enamorada.

Él se limitó a recalcar lo enamorado que estaba, cada vez que le preguntaban por ella.

Todo marchaba de maravilla, o al menos así parecía.

Y genuinamente, todo era amor.

Intentaron dejar todo de lado, aunque era difícil.

Lo importante era que se tenían el uno al otro y su amor era incondicional.

Así que sí, no había de que preocuparse por el momento.

Bueno, quizás si.

Pero es lo de menos.











Vettel perspective










Moría por abrazarla y decirle lo mucho que la amo, esperando que sus mejillas se sonrojen y sus ojos conecten con los míos, derritiéndose en una sonrisa.

Tocar su cuerpo y perderse en él, recitarle poemas y hacerla sentir amada.

Amarla con intensidad.

Llenar su cara con besos y escucharla reír mientras me llama tonto cuando le digo lo preciosa que es.

Todo esto lo repasaba una y otra vez, no quiera omitir nada.

Recordar cada cosa.

Miro el reloj en su muñeca y me di cuenta que todavía faltaba para que se acercara siquiera la hora.

Joder, que difícil.

Se tiro sobre el sofá en la sala de su departamento y apretó los ojos, analizando las cosas y cómo matar el tiempo.

Se levantó bruscamente y caminó hacia su cuarto nuevamente, tomó unos tenis deportivos y entró al cuarto que tenía destinado como gimnasio en el mismo departamento. Quizá así pasaba más rápido el tiempo.

¿Estará pensando en mi como yo en ella?...

Era lo que pasaba por su mente.

Que fastidio no poder estar con ella ahora mismo.













El tiempo pasó y por fin era de empezar a alisarse, ambos cuidaron con detalle cada cosa, asegurándose de lucir bien.

Adelaide se vio por última vez al espejo y le mande un beso a su reflejo, tomando su bolso, bajo con prisa las escaleras, encontrándose con el rubio, que ya la esperaba con brazos abiertos.

Sin dudarlo corrió a él, permitiéndose dar un pequeño salto, y cómo sí no fuera nada, él la elevó ligeramente, sosteniéndose primero de su cintura para después aferrarse a su cadera y escondió su cabeza en la curvatura de su cuello, cabe mencionar, que a pesar de todo, el ramo de tulipanes que tenía en manos seguía casi intacto.

– Princesa. – dejó un beso en su clavícula mientras la bajaba con cuidado.

– Amor. –

La sonrisa en su rostro y el brillo en sus ojos eran tan notorios y tan preciosos.

El alemán extendió su mano, dándole las flores mientras con su otra extremidad volvió a tomar su cintura para acercarla a él, dejando un beso en su frente.

Los tulipanes eran blancos con un ligero toque de rosa pastel, estaban envueltos en papel blanco y tenían una pequeña nota.

Y a pesar de la belleza de las flores, sus ojos no se apartaban de los de Sebastian, y viceversa.

Pareciera que sus miradas no podían despegarse, como si fueran eléctricas. A millas se sentía un aura tan única.

– Te amo, pequeña... – él fue el primero en decirlo.

– Yo más, guapo. – susurro ella acercándose a sus labios. – Iré a poner las flores en agua, no tardo. –

Volteo hacia atrás y vio a su papá cotilleando junto a su hermano, pareciera que su platica estaba bastante interesante, los miro entrecerrando los ojos pero aún con una sonrisa y se fue en dirección a la cocina.

– Michael, ¿cómo estás?. –

Con nervios se acercó Vettel al mayor, y es que ahora no solo era su mejor amigo y mentor, sino también su suegro.

– Seb. – respondió abriendo los brazos. – Bien, diría yo. – ambos hombres se dieron un abrazo.

Mientras tanto, Mick lo veía con una mirada que no podía descifrar.

– Hola, Mickey. –

– Hola. – se abrazaron, pero por alguna razón, se sentía una extraña tensión.

Con un poco de duda, ambos empezaron una plática amena, hablando de cosas triviales y demás.

A los pocos minutos, regreso la chica de la cocina, pasando sus manos sobre el vestido, quitando así las pequeñas arrugas que se habían formado. Llego y se paro al lado de su enamorado, tomando su brazo y recargando su cara sobre el mismo.

– ¿Todo listo?. – pregunto su padre y en respuesta, recibió un asentimiento.

– Bien, entonces, ¿nos vamos, princesa? –

Añadió Seb al ver la respuesta de su novia hacia su padre.

Ella volvió a asentir y se despegó de él para acercarse a su hermano y despedirse, dándole un abrazo y un beso en la mejilla.

– Yo también te quiero, hermanita. – hablo usando una voz dulce.

Después abrazo a su padre por la espalda, mientras él le decía algo a su enamorado.

– Adiós, hija. –

Tomó sus manos y la separó para darle un pequeño beso en la frente y susurrarle al oído que se cuidara y regresara con bien.

– Los veo después, los amo. –

Con una sonrisa ladina, se acercó a ellos nuevamente y les dio un último beso en la mejilla a cada uno.

Seb también se despidió y después dio unos pasos, pasando su mano hacia atrás para que ella la tomara, diciendo adiós con la mano libre otra vez.

– Todavía no queremos un mini tu... –

Murmuró su hermano cuando hubo suficiente distancia y rápidamente se escondió detrás de su progenitor.

La castaña solo se limitó a mostrarle la lengua y dar unos pequeños brincos para alcanzar al rubio.

Una vez salieron de la casa, empezaron a charlar de todo lo que había quedado pendiente durante el tiempo en el que no habían estado juntos.

Él le abrió la puerta de carro, para después tomar asiento y empezar a manejar camino al lugar indicado.

Durante el transcurso las risas no pararon y la plática era amena, y cabe decir, que la mano de Sebastián subía y baja por la pierna de la menor, tentándola y distrayéndola de la conversación que tenían al momento.

Su nerviosismo la llevaba a tartamudear e incluso a apretar las piernas aún con su mano encima.

Él sabía lo que provocaba.

Pero fingía demencia con una cara de inocencia.











La cita continuó con normalidad, hablando de todo y nada a la vez, con silencios de por medio y un coqueteo incesante.

Era casi tan cursi y cliché como en las películas, compartiendo lo mucho que se extrañaron y la falta que le hicieron al otro, expresando lo mucho que se amaban, sin poder soltar sus manos y separar la mirada.

Lo único que se derrochaba en esa mesa era amor y pasión, aunque también desprendían un pequeño toque de lujuria.

Pero hubo un pequeño inconveniente.

Mientras la cena casi llegaba a su fin y únicamente quedaban sus postres y bebidas, un mesero llegó, poniendo sobre la mesa un vaso con lo que parecía ser una margarita.

El chico, aún con pena, se inclinó ligeramente para murmurarle a Adelaide que un joven ubicado en la barra lo enviaba, señalando por lo bajo al susodicho, se volvió sobre su lugar y se disculpó con la cabeza antes de marcharse.

– ¿Qué le pasa a ese imbécil?. – fue lo primero que dijo Sebastian al irse el meseros.

– No lo sé, pero no lo aceptaré. – agregó ella.

El rubio apretó la mano de su novia, y sin discreción dirigió su mirada a donde lo había hecho el chico.

Se levantó de su asiento, para acercarse a su chica, se paró frente a ella y con sus dedos, elevó el rostro de Adi, haciendo que lo viera a los ojos.

– Iré a pagar la cuenta, corazón. – se inclinó y dejó un beso antes de irse.

Cabe decir que Sebastian siquiera dejaba que la cuenta llegara a la mesa, él se haría responsable de todo, y no quería que su pequeña tuviera que preocuparse por nada, ni siquiera por el precio total de su cena o cualquiera de esas cosas.

Y así como él dijo, fue a pagar para después regresar, llegó nuevamente a la mesa donde estaba la menor de los Schumacher, sonriéndole y diciendo que era hora de marcharse.

Ella le sonrió y se levantó, tomando su mano y encaminándose hacia la salida, pero claro que el campeón del mundo tenía que hacer de las suyas.

Así que la llevo por el camino que daba a la barra, justo donde estaba el niñato que le había mandando esa tonta margarita.

Cómo ella caminaba al frente, a tiempo perfecto, la tomó de la cintura para acercarla a él, abrazándola por atrás, haciendo que caminaran a la par.

"Se nota qué es mayor, no pensé que fueran algo..."

El chico se quedó estático, mostrando un gesto de vergüenza mientras los que parecían ser sus acompañantes soltaban carcajadas.

– ¿Qué fue eso, Seb?. – dijo ella burlona mientras ya iban de regreso al auto.

– ¿Qué cosa?. – nuevamente fingió demencia mientras la acorralaba contra la puerta del copiloto. – ¿Eso...? Nada, mi amor. – le mostró una sonrisa ladina antes de subir su mano a su mejilla para darle un beso lleno de sentimientos.

Adelaide no pudo evitar sonreír a mitad del beso, pero lo correspondió sin dudar, acercándolo más poniendo sus brazos sobre sus hombros. Y a pesar de que el estacionamiento estaba casi vacío, se escuchaban voces lejanas.

Ella temerosa a que los vieran así y sintiendo las manos de Seb empezando a bajar, intento alejarlo, pero él soltó un quejido, apretando más sus caderas y besándola con más intensidad.

– Seb, nos van a ver... – hablo entre suspiros mientras él empezaba a bajar sus besos a su cuello.

– ¿Y cuál es el problema?... – solo se separó un poco, para verla a los ojos. – Eres mía y no es un secreto. –

Viéndola tan profundamente, como si estuviera pidiendo consentimiento, uno que claro le dieron, lo llevo a actuar; poniendo su mano sobre su trasero, dando un pequeño e inofensivo golpe, ella se limitó a suspirar y darle más acceso a su cuerpo.

– Princesa. – ahora sus dos manos amasaban su cuerpo mientras sus labios repartían besos por todo su cuello. – Te amo tanto. –

Uno de sus tantos besos se formó en algo más, dejando una marca sobre sus clavículas y de esa siguió otra, y después otra, y por sí acaso, una más.

Sus manos vagaban por su cuerpo, mientras Adelaide despeinaba su cabello dorado y arrugaba su fina camisa.

Y cuando el beso se volvía mucho más desesperado y el tacto ya no era suficiente, cuando sus dedos encontraban camino por debajo de la tela del vestido rosado que llevaba la chica y la casa de campaña en sus pantalones casi dolía, se escucharon voces y pasos, los cuales poco a poco resonaban más en el estacionamiento. Aunque parecía importarle poco al rubio, ya que con astucia, le tapó la boca Adelaide, dejando que sus dedos pasaran sobre sus bragas, ella con la adrenalina a tope, puso su mano sobre la muñeca de Sebastian, rogándole con la mirada, pero no que se detuviera, solo que tuviera piedad, ya que a pesar de sentirse cohibida, había algo qué la llamaba a seguir, quizá era la euforia de saber que podrían atraparlos en una situación tan comprometedora, o quizá el hecho de estar haciendo esto con él, no estaba segura, solo sabía que se sentía muy bien.

Sin embargo los sonidos cercanos de ellos se volvieron más intentos, y ya no podían extenderse, así que, casi en contra de su voluntad, se detuvieron, se separaron tomando aire y viendo a sus alrededores.

Se quedaron viendo, pero era curioso, porque no decían nada, en realidad, no podían, aun les faltaba el aire, pero sus miradas parecían decirse todo, se les escapó una sonrisa ladina, más no lujuriosa, con la certeza de que a pesar del placer en estar juntos, no había mejor sensación que sobre todo estaba su amor.

Que cliché.

Sebastian se detuvo un momento, y con su pulgar recorrió los labios de Adelaide, la admiro unos segundos, antes de acércala a él y abrazarla, sin necesidad de decir o hacer algo más, ella claro que correspondió, sintiendo sus mejillas ser comprimidas con el pecho del hombre frente a ella; el abrazo pronto se volvió en un pequeño baile, donde ambos se me movían a la par.

Y, en su distracción, por fin pudieron ver de dónde provenía el sonido, eran una pareja de ancianos, los cuales iban muy ensimismados en su platica que no notaron que estábamos ahí.

Se le escapó una carcajada a Adi, puesto que por alguna razón le dio mucha ternura ver cómo ambos iban tomados de la mano y platicando de algo que no comprendíamos, ella observó como ella hablaba mientras él ponía suma atención a lo que decía.

Ojalá llegar a eso.

Por fin se separaron y se volvieron a mirar, juntaron sus frentes, sonriendo por el momento.

– Te amo, Adelaide Schumacher. –

Y por alguna razón, mientras Seb decía, pensó para sí mismo, lo bien que sonarían sus apellidos en ella.

Adelaide Vettel.















El coché arrancó y llegaron a casa de Seb, ya que le imploró que se quedara con él. Pasaron la noche juntos compartiendo de todo, desde risas, miradas y jadeos.

Que lindo es el amor, supongo.















☆.。†:*・゜☆.。†:











De verdad mil disculpas por no subir nada, pero estuve teniendo problemas personales y le verdad no tenía cabeza para escribir, pero ya tengo varias ideas y demás para poder seguir y darles lo que se merecen.

Por cierto, me gustaría saber si les gustaría que el siguiente capítulo tenga un poco más de spicy y cosas más explícitas, vaya.

Las quiero muchísimo y gracias por el apoyo, les prometo estar más activa.






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ᴹʸ ᴮᴱᴸᴼⱽᴱᴰ

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