La Niña de las Pesadillas.

By zaesov

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En un mundo de fantasía, seres mágicos y cientos de probabilidades, las pesadillas no son precisamente algo c... More

Sinopsis
Prefacio
Prólogo
1
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X.
Capítulo XI
2
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
3
Capítulo XXIII

Capítulo XVI

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By zaesov

Capítulo XVI: this is me trying.

Will observaba la hora en el reloj de pared sintiendo una desazón inmensa en la boca del estómago.

Recordó entonces una ocasión cuando era niño. La primera vez que montó en bicicleta. Estaba aprendiendo con Aaron en el gigantesco patio de su casa. Sus padres estaban trabajando y no llegarían hasta bien entrada la tarde, por lo que tenían bastante tiempo para improvisar sobre los pedales.

El vehículo no era muy grande, y ellos tampoco. Tenían siete años y apenas alcanzaban la media. Aaron era un centímetro más alto que Will, siempre lo había sido, pero eso no le dio ninguna ventaja sobre la bicicleta.

El pequeño Levi había visto a su primo escabullirse en el cobertizo de jardinería y sacar un destornillador, unas pinzas y una llave tubo de la caja de herramientas. Luego lo había visto ingeniárselas para desarmar las rueditas de apoyo y dejar la bicicleta a dos llantas. Siempre había sido un genio después de todo, por lo que no se sorprendió.

Ninguno conocía la técnica para mantener el equilibrio y pedalear al mismo tiempo. Sus padres estaban demasiado ocupados para preocuparse por enseñarles, pero Will le había dicho que había estudiado la técnica de los chicos que hacían motocross en la pista a la que la niñera Sally solía llevarlos a veces. Decía que la diferencia no iba a ser mucha, incluso si solo tenían una bicicleta y dos mocosos de siete años que apenas medían un metro y se esforzaban por no tenerle miedo a nada más que a los cuentos de terror de vampiros que Sally les contaba para dormir cuando se portaban mal.

Will pedaleaba y mantenía el manubrio con algo de dificultad, pero había conseguido recorrer la distancia desde la verja trasera hasta la entrada de la mansión sin caer estrepitosamente al suelo. Y era el turno de Aaron de intentarlo.

El de ojos negros ya sabía de antemano que no iba a salirle tan bien como a su primo. Porque si en algo era bueno el condenado Will era en llevarle ventaja al resto. Pero Aaron no lo envidiaba, no concebía sentir algo tan bajo por la persona a la que más adoraba en el mundo. En su lugar, lo admiraba demasiado por lo listo y valeroso que era.

Sin embargo, en ese momento deseó ser un poquito más como Will. Porque no conseguía mantener el ritmo de sus pies ni la concentración para enderezar el manubrio. Ni siquiera podía dejar de ladear el cuerpo hacia un lado e iba a caerse, lo sentía. Al igual que Will.

El pequeño pelinegro, con los ojos más grises que la plata misma, veía embobado a su mejor amigo luchar por conseguir llegar ileso a la entrada de la mansión, pero aunque él deseara que lo consiguiera, tenía que ser realista y aceptar que Aaron no iba a llegar muy lejos, por mucha fe que le tuviera. No era decepcionante, al menos no para él, solo había aprendido con el tiempo que ambos no funcionaban de la misma manera.

Aaron era muy bueno con los videojuegos y él apenas conseguía durar cinco minutos en la partida, antes de que sacaran su carrito de la pista de carreras. Su primo siempre lo ayudaba para que pudiera llegar siquiera a las cinco primeras posiciones de la partida, y Will en cambio siempre estaba apoyándolo e instruyéndolo en otro tipo de cosas.

Como manejar bici, por ejemplo.

Se complementaban muy bien.

Pero Aaron iba a caerse, lo veía venir. Y Will sabía que si perdía el equilibrio sus pies iban a deslizarse de los pedales y la velocidad lo iba a hacer caer con mayor violencia. Iba a desesperarse ante la desestabilización que en lugar de prever que podía romperse el brazo, iba a tratar de mantener el control sobre el vehículo que ya había perdido por completo.

Will lo supo. Supo por adelantado que la persona más importante para él, su adorado hermano, iba a lastimarse. Y tenía dos opciones; la primera, era dejar que sucediera y que Aaron asimilara su caída, se motivara y aprendiera más rápido a manejar bicicleta para que Sally los llevara al parque.

Y la segunda opción, era correr a socorrerlo. Hacerse a su lado y sostener el manubrio, obligándolo a recuperar el equilibrio.

Will pilló a correr.

Pero un crío de su edad, estatura y condición física no tenía ni un cuarto de la fuerza necesaria para controlar una bicicleta que ya tenía peso propio, sumado al de su primo. De manera que en su intento por ayudarlo, terminó solo aligerando la rapidez de la caída. Cayó sobre su espalda, con la bicicleta sobre sus piernas y Aaron sobre su torso.

Se quejó, tenía raspones y moretones por varias partes del cuerpo, y seguramente hasta una costilla rota. Pero Ron estaba en perfecto estado.

Luego de eso, Will fue llevado al hospital más cercano para que desinfectaran sus heridas que ya empezaban a sanar, y tanto él como su primo fueron castigados. El dominio de Aaron sobre la bicicleta se aplazó y a partir de ese día, mantuvieron el cobertizo de la casa de Will bajo llave.

Pero ese día también pasó algo importante: Will se había dado cuenta de que en ocasiones tenía el poder de prevenir situaciones catastróficas si actuaba con rapidez y determinación. Porque aunque él haya terminado levemente herido y hayan sido castigados sin verse por dos semanas, había evitado que Aaron se rompiera el brazo, de que llorara de dolor y de que el castigo fuera tres veces peor.

Y eso prevalecía sobre cualquier otra cosa en el mundo.

De vuelta en el presente, Helena Gray continuaba soltando lágrimas y conteniendo sus sollozos, mientras la mente de Will trabajaba a toda velocidad.

Eran las 07:50 de la mañana. Su chofer llegaría en aproximadamente cuarenta minutos para recogerlo y llevarlo a su mansión en Divenah; por lo que lo más sugerente era regresar a su habitación, terminar de empacar sus cosas y alistarse para partir a ver a su familia por el fin de semana.

Pero las ideas no dejaban de confundir su mente, y no podría irse tranquilo sabiendo que Tania Cabrini seguía en peligro allí afuera. Porque estaba seguro de que lo que había soñado todavía no había sucedido.

Todo en lo que podía pensar era en su ignorante mejor amiga, que debía estar angustiada por su madre, aún sin saber que ésta estaba a punto de morir.

Will se movió. Se acercó a la ventana de la habitación, apartó la cortina y entrecerró los ojos para mirar al cielo.

—¿Qué haces? —preguntó Lena a medio camino entre la confusión y la angustia que no podía dejar de sentir. Lo vio regresar la mirada al reloj digital colgado de la pared y luego volver a elevar sus ojos hacia el cielo. Frunció el ceño ante su actuar—. Will, ¿qué haces?

—Escucha, tengo una idea —dijo antes de volver a cerrar la cortina y acercarse a la puerta. La abrió un poco y por entre la rendija que dejó, miró por el pasillo. Luego la volvió a cerrar. Lena arrugó todavía más el entrecejo viéndolo caminar de vuelta hacia ella. La miró a los ojos y del bolsillo de su pantalón extrajo un pequeño objeto negro. Lena lo miró desconcertada.

—¿Por qué tienes un celular acá adentro?

—Para emergencias como estas. Los de cuarto año meten alcohol de contrabando, yo meto un celular —respondió presionando un botón para encender el aparato. No era un teléfono inteligente, de hecho era uno de esos móviles desechables que solo servían para ejecutar llamadas y enviar mensajes de texto—. Si no me equivoco, todo eso que soñamos aún no ha pasado, lo que quiere decir, que tu madre todavía no ha salido de aquella celda y por ende, no se ha lanzado de aquel acantilado —farfulló acelerado. Lena sintió su corazón agitarse—. Tenemos una sola oportunidad de evitar que esto se convierta en una realidad como las otras pesadillas —continuó mientras el celular seguía encendiéndose.

—¿De qué estás hablando? ¿Cómo sabes que no ha sucedido todavía?

—Siempre despertamos unas horas antes de que las muertes ocurran. Sucedió con el caso de Marina Larsson y con el incendio en la cárcel de Cristtia. Es como un patrón, siempre pasa después de que lo soñamos.

—¿Dices que vemos el futuro o algo así?

—¿Acaso no lo habías pensado ya? —Cuestionó con ironía. Lena torció el gesto—. Como sea, mira, la vampiresa de ojos rojos dijo que el sacrificio se llevaría a cabo al mediodía, por ende, Mariah y el lobo debieron haber sacado a tu madre antes de eso para llevarla al lago —dedujo y Lena hizo cálculos mentales.

—¿Qué tanto tiempo?

—No lo sé, ¿aproximadamente una hora antes? —Propuso encogiéndose de hombros—. Es confuso, pero por la posición del sol y la temperatura y humedad del bosque, yo diría que tenemos aproximadamente tres horas para evitar que tu madre llegue a la orilla de ese acantilado —Lena abrió los ojos impresionada.

—¿Dices que puede haber una oportunidad de evitar que salte?

—Por supuesto —respondió y el teléfono vibró en su mano. Él empezó a teclear unos números a los que Lena no prestó suficiente atención.

—¿Y cómo vamos a ayudarla? No sabemos dónde está.

—Error, tú no sabes dónde está. Yo por el contrario... —masculló mientras presionaba una última tecla y se llevaba el aparato al oído. Lena iba a hablar, pero él la mandó a callar con un gesto de mano, mientras escuchaba la llamada en curso, ser atendida—. Buenos días —saludó fingiendo un tono de voz más grave y áspero. Lena lo miró con el ceño fruncido—. Llamo para hacer una denuncia anónima —se quedó callado un par de segundos—. Sí. No. Ajá —parecía responder preguntas que alguien le hacía del otro lado de la línea, pero se notaba impaciente. Con las cejas pobladas arrugadas, el labio inferior entre los dientes y las aletas de la nariz abiertas para dejar entrar el aire con mayor eficiencia. Lena lo detalló por primera vez desde que había llegado. Tenía puesto el pijama todavía —o lo que Lena asumía era su ropa para dormir—, el cabello despeinado, el rostro pálido e incluso iba descalzo.

—Will, ¿qué haces? —Él volvió a pedirle silencio con una seña. La chica de la línea de emergencias le pidió que prosiguiera con su denuncia.

—Tengo información corroborada de una emboscada de una pandilla de rebeldes en el bosque de Jary —mencionó con toda la seguridad que tenía. Lena arrugó la cara, ¿de qué estaba hablando?—. Sí, en la zona aledaña al portal. Justo en el área limítrofe del mar de Jeikor. —La cabeza de Lena trabajaba a toda velocidad. Nunca había estado cerca del portal de Jary, y solo conocía el mar de Jeikor en fotos, nunca había visitado esa parte de Thurstine, ¿acaso Will sí? Porque parecía muy seguro de que su madre estaba ahí—. Son un grupo de vampiros, puede que hasta tengan brujas, licántropos y quién sabe qué otras criaturas de su lado. Tienen prisioneros, así que es urgente que envíen destacamentos para peinar la zona —continuó con ese tono de voz falso. Con su superoído, Lena apenas podía escuchar que la mujer repetía los datos que Will le daba, como si estuviera tomando nota de ellos—. La vida de Tania Cabrini, una mujer que lleva una semana desaparecida, corre peligro.

—Se hará una redada por la zona para corroborar la veracidad de esta denuncia. Cuando se obtengan resultados, ¿hay alguien con quien pueda comunicarme? —preguntó la mujer al otro lado de la línea.

—Si hay novedades, ya me enteraré, solo envíen unidades ahí lo más pronto posible y recaten a Tania —pidió antes de colgar la llamada. Se quedó unos segundos mirando el celular anonadado, al igual que Lena. No podían creer lo que había hecho.

—¿Cómo sabes que mi mamá está en Jary? —interrogó ella mirándolo fijamente. Will se apresuró a apagar el celular y le devolvió la mirada.

—Conozco un poco la zona. Fui a un campamento de verano por ahí, antes de que el bosque se plagara de vampiros buscando atención del Consejo —respondió. En la pesadilla se había encontrado confundido, perdido en medio del bosque, porque lucía similar a muchos otros bosques en Thurstine; pero una vez llegó al acantilado, no tuvo dudas, reconocía el lugar. Había estado en esa misma orilla un año atrás, antes de que fueran evacuados porque un grupo de rebeldes estaba tomando la zona—. Las montañas del otro lado del mar, son los riscos de Jeikor, tienen formas muy peculiares, era difícil no reconocerlos.

—¿Y tú crees que funcione? —Inquirió tras digerir sus palabras—. La llamada a emergencias, me refiero.

—No lo sé, Lena —admitió en medio de un suspiro—. Pero espero que sí. Ellos pueden enviar oficiales a esa zona y prevenir que tu madre muera.

—Yo en serio espero que funcione, porque si no...

—Oye —interrumpió él, tomándola por los hombros y acercándose. Ella levantó la mirada para verlo a los ojos—. Todo va a salir bien, ¿vale? Ya sabemos dónde está tu madre y la ayuda va en camino. Ella va a estar bien. Lo dijo al final.

Los labios de Lena se fruncieron y una solitaria lágrima descendió por su mejilla. Will retuvo el impulso de apartarla con su dedo.

Ellos no tenían ese tipo de intimidad.

—¿Qué le voy a decir a mi familia? ¿Cómo les voy a explicar lo que acabo de soñar? —Cuestionó ella con un gesto de congoja. Las alarmas sonaron en la cabeza del pelinegro.

—No puedes decirle a nadie —Ella le frunció las cejas—. Escucha, Lena, entiendo lo duro que esto debe ser para ti y sé que es mucho lo que te estoy pidiendo, pero necesito que pienses con cabeza fría. Nadie puede enterarse que nosotros sabemos sobre esto. Todavía desconocemos esta magia extraña y sería mejor no involucrar a nadie más hasta estar seguros de que no nos vamos a meter en líos mayores.

—¿Me estás pidiendo que le oculte a mi familia que mi madre fue secuestrada por una panda de rebeldes?

—Lo que te pido es que seas racional. Nos vas a meter en un problema y por consiguiente, a ellos también.

—Mi familia no nos metería en problemas.

—No quiero correr el riesgo —contestó soltando sus hombros y dando un paso hacia atrás—. Además, solo vas a preocuparlos y ya tienen bastante con no saber de su paradero. Lo importante aquí es que ya pedimos ayuda y todo va a resolverse muy pronto.

—¿Lo dices sinceramente o solo buscas darme esperanzas?

—Soy sincero cuando digo que espero que todo salga bien —dijo muy serio, y ella le creyó. Se aclaró la garganta para dispersar la incomodidad que empezaba a sentir.

—¿Y ahora qué prosigue? —preguntó ella sin saber cómo reaccionar. Por el momento, su madre seguía cautiva, sintiéndose desolada y al borde de la muerte, y ella no podía ignorar que eso seguía carcomiéndole el alma.

—Yo tengo que irme. Tengo permiso para salir de aquí y por lo que entiendo, tú no —medió dándole vueltas en la mano al celular que todavía tenía entre los dedos—. Así que vas a esperar por noticias, mientras yo trato de averiguar todo lo que pueda allá afuera.

—Entonces, ¿solo esperas que me quede aquí sin hacer nada mientras mi madre corre peligro allá afuera? —saltó incrédula.

—No, Lena, no espero que te quedes sin hacer nada —gruñó con molestia. ¿Por qué seguía actuando así? ¿Acaso no veía que estaba jugándose el pellejo por ayudar a su familia? Lena podía ser muy injusta a veces. Incluso si él quería entender su angustia, lo cierto era, que no tenía por qué tolerar su cinismo y altanería—. Espero que aguardes aquí, que tranquilices a tus hermanos, mientras yo busco respuestas al rescate de tu madre y a lo que está sucediendo con nosotros y estas premoniciones. Necesito que vuelvas en ti y que utilices el cerebro. —Ella resopló. Estaba desesperada, pero en el fondo sabía que él tenía razón. Lo ideal era que mantuvieran la calma.

—¿Y cómo voy a tener noticias de mamá?

—Te vas a quedar con esto —dijo y cogió su mano. Depositó en su palma el celular que cargaba. Ella lo miró con los ojos desorbitados. Iba a replicar que eso estaba prohibido, pero él no la dejó—. Escucha, necesitamos mantenernos informados, así que conserva esto y espera que yo te llame y te dé noticias —murmuró envolviendo el celular con su otra mano y soltándola—. Enciéndelo apenas yo me vaya, mi número está registrado, así que solo contesta si yo llamo. No respondas otras llamadas.

—¿Pero si llaman los de emergencias dando noticias...?

—Aún así. Este teléfono no es rastreable, pero no hay que correr riesgos. Ya es lo suficientemente sospechoso que alguien desde un teléfono desechable haga una denuncia sobre el paradero de Tania Cabrini, y es mejor mantenernos al margen —señaló y ella tragó saliva—. Prométeme que vas a hacer todo lo que te digo y no nos vas a meter en problemas.

A ella le costó muchísimo asimilar su petición. Pero él era el que estaba siendo racional en ese momento y tenía que admitir que tenía mucha lógica todo lo que decía. Debían ser precavidos, porque lo quisiera o no, ahora estaban juntos en eso.

Debía ser la situación más irónica del mundo: ellos juntos en algo.

Asintió con la cabeza y aferró el aparato en su mano.

—Está bien —cedió con voz trémula.

—Vale, tengo que irme ahora —anunció y se encaminó hacia la puerta. Sostuvo el pomo y la miró fijamente—. Tú ve a ducharte y baja a desayunar con tus hermanos, aparenta normalidad... Y no me llames, yo te llamo.

Dicho eso, se fue de allí, dejando a Lena con un vacío en el estómago.

Apartó las cortinas de la ventana y miró el cielo desde su posición. ¿Qué había dicho Will? ¿La posición del sol?

En ese momento, poco o nada tenía sentido para ella. No podía dejar de darle vueltas a la pesadilla que había tenido. Ella había estado en el cuerpo de su madre, pensando, actuando y sintiendo como ella lo haría, por las deidades, eso era demasiado como para que una tonta chica como ella lo manejara.

Todavía podía evocar el frío que había invadido su cuerpo en el interior de aquella celda, la magnífica sensación de reconocer la presencia propia y la de Will por medio de la intuición de su madre. Todavía sentía un ligero resquemor en su mejilla, allí donde el hombre lobo había restregado la flor azul. Aún sentía el ardor en el pecho, el desgaste físico, el martilleo en la cabeza y la incapacidad de seguir adelante. Todavía podía recordar cómo su madre había pensado en sus hermanos y en ella para darse aliento de continuar; cómo había sollozado sus nombres. Aún podía sentir la desesperanza, la desesperación y la devastación de hallarse sin salida al borde del acantilado. El olor a agua salada del mar, la sensación de los calientes rayos del sol en su piel, las heridas en su cuerpo y el dolor emocional de saberse a punto de perderlo todo.

Era tanto lo que la abrumaba que deseaba desconectar su mente de su cuerpo.

Tenía que reconocer la entereza de Will y su habilidad para manejar la situación, incluso cuando se notaba cansado y asustado también. Lena no hubiese sabido cómo actuar en su lugar, pero él había sido inteligente, astuto, rápido y hasta comprensivo, lo que la sorprendió sobremanera.

Ahora se hallaba cerrando las cortinas de su habitación, escondiendo el celular en el bolsillo interno de un abrigo gris que se había colocado sobre un conjunto deportivo negro. Se dispuso a salir de la habitación, con las manos hechas puños, pensando en qué ilusa excusa iba a inventarse para Aris. A Sara había sido sencillo decirle que ella y Will estaban manteniendo una conversación sobre un trabajo con el que estaban retrasados y por el que Lena estaba sumamente estresada.

Se sintió como la mierda mintiéndole, pero estaba de acuerdo con Will en que involucrarla aún más terminaría por meterla en problemas. Ella no quería que nada malo le sucediera a Sara, así que si tenía que engañarla para mantenerla a salvo, lo haría sin pestañear.

Temía que no fuera lo mismo con Aris.

Lena llegó a la recepción del castillo, donde se encontraban varios chicos despidiéndose y desalojando el castillo. Los Gray eran uno de los pocos novicios que no tenían permitido dejar las instalaciones.

Lena alcanzó a Wade antes de que saliera y le dio un abrazo luego de que este le prometiera que iba a hacer todo lo posible por hablar con Cezarh y conseguir noticias de su madre. Aris, Lia y Lee Ann se quedaron a su lado mientras se despedían del castaño. Sus amigas estaban igual de preocupadas por la madre de los trillizos, aunque ni siquiera la conocían.

Solo se iba a marchar Wade. Lee Ann era becada, por lo que su familia no podía permitirse pagar un boleto por traslador cada mes. Lia, por otro lado, había recibido un correo con los pasajes costeados para ir al mundo humano a ver a su familia, pero ni bien los había recibido, los había echado en la chimenea sin miramientos. A la Gabbana le hacía más gracia clavarse un tenedor en la yugular que ir voluntariamente a ver a sus padres, así que había decidido quedarse y hacerles compañía a sus amigos que no iban a salir.

Ambas chicas se habían levantado temprano para despedir a Wade y apoyar a Aris y Lena.

Era ligeramente agradable saber que no se quedarían solos en Zilhardt. Su amigo terminó partiendo y ellos se quedaron rezagados en una esquina mirando a la gente partir mientras ellos solo añoraban ir con sus familias —a excepción de Lia, claramente—.

Lena vio a lo lejos una cabellera rubia que reconocería en cualquier lugar. Saraeeh caminaba enganchada al brazo de Will mientras se dirigían a la entrada. Ella se despidió de Aaron, de Aura, June y de Ashley. Abrazó a Will al último, quien solo cargaba con un abrigo negro y un morral pequeño colgado al hombro. Mientras el chico la abrazaba, miró por encima del hombro de su hermana y sus intensos ojos grises se clavaron en los suyos.

Compartieron una mirada significativa que hizo que Lena fuera más consciente del peso del celular en su bolsillo; y luego Will se fue.

Sara se reunió con ellos y luego Lee Ann y Lia los acompañaron hasta la dirección, donde los trillizos solicitaron hablar con la directora. Sorprendentemente, la mujer los atendió. Pero poco caso hizo a las súplicas de Sara y Aris por otorgarles un permiso para irse a su casa. Ella decía que legalmente no tenía permitido dejarlos salir y por un segundo, Lena se sintió tan prisionera como su madre. Ella solo quería ir al encuentro con su familia, ¿por qué no podían entenderlo?

Los Gray empezaban a perder los nervios, pero la mujer dijo que debido a la delicada situación con su madre, iba a tratar de ayudarlos y comunicarse con su padre para ver qué podían hacer. Pero mientras eso sucedía, Lena bajó al comedor con sus hermanos y se obligaron a tomar desayuno, junto a sus amigas que trataban de mostrarles todo el apoyo posible.

Los hermanos estaban decaídos, preocupados y ansiosos.

—¿Creen que ella esté bien? —murmuró Sara en voz baja. Aris y Lena cruzaron miradas.

—No hay modo de saberlo... —respondió Lena en automático.

—Pero —interfirió Aris lanzándole una mirada furibunda—, esperemos que sí. Ella seguramente está bien. ¿No es acaso la mujer más fuerte y valiente que hemos conocido nunca? —Interrogó y Sara lo miró agradecida, aunque las ganas de llorar se le notaban hasta en la forma en la que respiraba. La mirada de Lena se empañó, porque había rememorado la imagen de ella con el hombro dislocado, tirada en el suelo, sin fuerzas para levantarse, y la había visto hacerlo, obligarse a correr y salvar su vida. Había enfrentado a una bruja oscura y a un lobo gigantesco aún estando encadenada y débil.

Aris, tenía razón, definitivamente lo era.

Pero Lena no podía pensar en eso sin sentir su corazón romperse por no poder contarlo. Se puso de pie de un salto luego de masticar algunas cucharadas de su avena.

—Necesito tomar aire —anunció saliendo de la mesa, bajo la atenta mirada de sus hermanos y sus amigas.

—Helena... —trató de llamarla Sara, pero Lena no dejó de caminar hacia la salida.

—Déjala, tal vez necesite estar sola —intuyó Aris.

Y vaya si lo necesitaba.

Debido al repentino descenso de temperaturas, Lena sentía que se estaba congelando cuando salió al vestíbulo del castillo. Tomó una bocanada de aire y salió al patio exterior. La academia estaba desierta, pero necesitaba pensar en otra cosa que no fuera en la angustia que la embargaba cuando pensaba en su madre.

Llegó a una de las canchas de tenis y se situó en las gradas altas. Sacó el celular y lo dejó en el asiento a su lado, esperando que sonara o hiciera algo, pero eso no pasó.

Terminó acostándose boca arriba sobre las gradas y sacó un libro edición de bolsillo sobre astronomía que su tía Lauren había conseguido para ella unos meses atrás, y se entretuvo un buen rato leyendo.

Sentía demasiado frío, pero se estaba torturando a sí misma por seguir allí encerrada, mientras su madre estaba allá afuera sufriendo quién sabía qué cosas. ¿Que si había pensado en formas de huir? Por supuesto que lo había hecho, pero ningún plan parecía lo suficientemente confiable como para sacarla de Zilhardt y ahorrarle futuros problemas.

Lena resistió los impulsos de llamar a su padre, ya que estaba enojada con él, pero era quizá la única voz que podría darle sosiego en un momento así. Era su culpa que ellos no hayan podido salir, sin embargo era su padre, y Lena siempre sería débil ante él. No podía evitar pensar que todos sus problemas se resolverían si él la abrazaba.

También quiso llamar a Will, interrogarlo por respuestas, pero consiguió mantener el control sobre sí misma.

Para cuando el endemoniado teléfono finalmente sonó, ya habían pasado tres horas desde que Will había dejado la escuela. Era mediodía y hacía un poco más de calor.

Lena se cercioró del identificador de llamadas y frunció al leer "Elai" en la pantalla. Ella podía jurar que él odiaba ser llamado así, por eso siempre le decía de esa manera, ¿entonces por qué se registraba en un celular de esa forma?

—¿Aló?

—Lena... Soy yo, Will —anunció en voz baja. Se escuchaba bastante ruido de fondo, pero ella podía oírlo con claridad y contuvo el impulso de rodar los ojos por la redundancia de su presentación—. Tengo noticias.

—¿Cómo está mi madre?

—Me acabo de enterar hace unos minutos —mencionó con un suave siseo, se escuchaba nervioso y Lena temió lo peor—. La llamada que hicimos funcionó, enviaron un destacamento dhampir y dos patrullas de Control al bosque. No atraparon a ningún rebelde, por desgracia —anunció y Lena estaba a punto de gritarle que le dijera lo que había pasado con su madre, pero él rompió el silencio antes—. Pero tu madre... Ella está bien. La encontraron cerca del mar Jeikor. Está viva y está a salvo.

Lena pudo respirar por fin.

—¿Estás hablando en serio? —Cuestionó con la voz temblorosa y al borde del llanto.

—Lo estoy. Tu madre está bajo la custodia del Consejo —anunció y eso la hizo sentirse mucho más tranquila—. Escucha, tengo que irme, porque si alguien se entera que estoy hablando contigo, nos vamos a meter en problemas.

—Está bien —dijo, puesto que ya había escuchado lo que necesitaba. Su madre, su preciosa madre estaba viva. Asimilarlo fue, de manera poética y hermosa, tranquilizante—. Este... Mh... Will, muchas gracias —susurró a través de la línea en un tono de voz casi imperceptible, aunque Will fue capaz de oírla. Pero no fue capaz de notar otras dos cosas; la primera fue el rubor que invadió la cara de ella, y la segunda, el rubor que invadió la suya propia.

Hacer algo por Helena era extraño.

—V-vale —titubeó y se sintió tremendamente estúpido. Carraspeó para organizar sus pensamientos—. Ahora voy a hablar con mi padre, para ver si puede agilizar el traslado de Tania a Johertham y voy a tratar de hablar con mi tía para que interfiera con el señor Gray y les puedan conseguir un permiso a ti y a tus hermanos para salir de Zilhardt esta misma tarde y que puedan ver a su madre.

Lena no supo qué decir, por lo que se quedó en silencio. Will volvió a repetir que se tenía que ir, y tras un seco "hasta luego" colgó la llamada.

Will había hecho exactamente lo que dijo que haría.

Había acudido a la oficina de su tío nada más abandonar Zilhardt. Se había enterado que Cezarh Gray había puesto una demanda por la desaparición de su ex esposa y Will se había tomado el atrevimiento de pedirle a su tío que se involucrara en el caso. Claramente, que Aaron estuviera presente cuando se lo pidió, influyó bastante en que terminara aceptando.

Estaba seguro que Christian Levi se vio doblegado por la relación tan cercana que su hijo y su sobrino tenían con Sara Gray y porque era Tania Cabrini; toda la élite thurstiriana la adoraba.

Con unas cuantas llamadas, su tío había conseguido que se agilizara la búsqueda en Jary y que enviaran por lo menos tres patrullas de refuerzo. Y Will se lo agradeció, quedándose en su oficina con Aaron y organizando los archivos de su estantería, mientras esperaban novedades.

Al cabo de un par de horas, las buenas nuevas llegaron. Tania había sido rescatada y continuaba viva, aunque en muy mal estado. Will se había ahorrado ese detalle cuando llamó a Helena a contarle. También le había pedido a su madre que hablara con su padre para que moviera algunas fichas y trasladaran a Tania directamente a Johertham. Porque algo le decía que si era un caso que involucraba rebeldes, ella terminaría siendo llevada a Badientham, el distrito gubernamental, para declarar, antes de que pudiera regresar a su hogar.

A Will le parecía ridículo. Lo que aquella mujer necesitaba era estar con su familia, no ser hostigada con un interrogatorio luego de pasar por un secuestro a manos de unos rebeldes. No era justo. Aunque muchas cosas por allí en realidad no lo eran.

Tras una charla con Will, su madre había convencido a su estricto padre, quien había hecho uso de su poder para manipular el protocolo, de inmiscuirse en el caso.

Por último, Will convenció a su tía, Emma Burke, de intervenir por los trillizos que se encontraban en Zilhardt, atentos a novedades de su madre. Ella era una importante miembro de la Corte Ministra y poco le costó conseguirle unos permisos de salida especiales a los Gray Cabrini, que fueron autorizados por su muy angustiado padre.

Sus movidas habían tenido un efecto positivo. Que Will no volviera a decir que nunca había echado mano a sus privilegios para salirse con la suya. Aunque no necesariamente los había manipulado y usado para beneficio propio. En serio quería que Tania estuviera bien. Y por consiguiente, Sara también.

Ahora Tania se encontraba en un vehículo acuático rumbo al hospital municipal de Johertham, puesto que no se encontraba en las facultades físicas ni mentales para viajar por traslador. Los trillizos también se encontraban de camino, mientras Cezarh y Elaine Gray se encontraban ya en el hospital esperando, acompañados de gran parte de su familia, los Holtman y algunos otros amigos y conocidos.

Entre ellos, Regina Materazzi, junto a su hijo Will y su sobrino Aaron.

La imponente representante de la familia Burke se encontraba de pie en un rincón de la sala de espera, con un café expreso en una mano y su móvil en la otra. Estaba perfectamente vestida, peinada y maquillada; bastante imperturbable a decir verdad. La angustia y desesperación del resto, no la compartía. Will sabía que aunque ella y Tania se conocían desde la infancia y en la actualidad intentaran mantener una amistad falsa por el bien de su compartido círculo social, en realidad no se agradaban. Eso no significaba que deseara que la mujer muriera; por supuesto que estaba preocupada por la Cabrini, aunque Will sospechaba que no lo suficiente como para hacer todos sus compromisos de CEO a un lado para pasar toda su tarde del sábado en una sala de hospital.

Si lo hacía, era por mantener las apariencias.

A Will no le agradaba pensar en ello. Pero conocía a su frívola madre lo suficiente como para saber que prefería estar en cualquier reunión de negocios, o en su oficina en el decimoquinto piso del edificio de Razzi Tech, que allí. Pero ella seguía estándolo, mirando a todos con sus ojos verdes y juzgándolos en silencio. Regina era la persona más impávida y fría que conocía, pero Will sabía que aunque el resto del mundo la mirara como una estirada muñeca aristocrática, la Materazzi tenía una debilidad innata por sus dos hijos, Will y Jade.

Y la adoraba, por supuesto que sí, era su madre después de todo, pero su actitud indiferente y poco empática a veces lo hacía pensar que trataba con una máquina. Y en momentos como aquellos, mientras la veía contener sus muecas de molestia ante el ruido que inundó la sala de espera cuando una Tania muy herida arribó en una camilla, no podía evitar pensar que congeniaba bastante bien con su cruel y arrogante marido, Dominic Buke.

Will pensó que a lo mejor se merecían el uno al otro.

Tania fue ingresada por unas puertas blancas y a pesar de que Cezarh intentó colarse, poco pudo hacer por los guardias de seguridad. Las brujas del hospital les pidieron prudencia y paciencia mientras Tania era atendida. La tensión en el salón era muy densa.

Will, desde su posición sentado en medio de su madre y Aaron, observaba a todos en silencio, a la espera de novedades. Demetrio, el hermano mayor de Cezarh, y Peggy Bazzart, la madre de Wade, se encontraban charlando en una esquina, mientras Baru Holtman y Dorian Gray intentaban contener al mismísimo Cezarh, quien parecía a punto de perder los nervios por la situación de la madre de sus hijos.

La tía Lauren consolaba a una Elaine que lloraba desconsolada. La joven de precioso cabello negro se encontraba rodeada por los brazos de la mujer, quien le susurraba palabras de aliento al oído, pero Ela parecía encontrar más sosiego en el agarre de sus dedos entrelazados con los de Wade Holtman, quien en ningún momento se había movido de su lado.

Wade siempre era una constante en la familia Gray. Will entendía porque hasta Sara parecía adorarlo y siempre le recriminaba su enemistad con él y sus hermanos; pero aunque era muy cercano a los Gray y sus familias siempre se habían mantenido unidas, lo cierto era que Wade nunca había sido ni remotamente amistoso con él, o lo había intentado para variar. Así que Will no tenía razones para quererlo también.

Will admiraba cómo él acariciaba los nudillos de la mano de Ela tratando de proporcionarle algo de calma. Veía también el instinto protector de Lauren, quien abrazaba a la chica que adoraba como una sobrina y trataba de brindarle apoyo. Y luego miró a su propia madre, quien solo veía la pantalla de su móvil con expresión aburrida.

Solo despegó su mirada del aparato cuando un ofuscado Aris entró de la mano de una angustiada Sara. El rubio corrió a abrazar a su padre, quien ya lo esperaba con los brazos abiertos, y Elaine se soltó de Lauren y de Wade para abordar a Sara con su débil llanto. Casi de inmediato, Helena Gray cruzó el umbral de la entrada, seguida por dos dhampir de seguridad y los calmados ojos de Regina, fueron a posarse en su flacucha figura.

La soez con la que la barrió con la mirada no pasó desapercibido por los astutos ojos de Will. Si había alguien a quien particularmente su madre no soportaba siquiera ver, era a Lena. Will no sabía por qué, pero su madre siempre la había odiado, incluso antes de que Will y ella empezaran una guerra en el jardín de niños. Regina nunca dejaba escapar la oportunidad de demostrar su desagrado hacia la existencia de la chica y aunque Will también la detestaba, le incomodaba no conocer los motivos de su madre.

Porque dudaba mucho que a Regina le interesara la guerra de jugarretas que tenía con su hijo desde hacía ya varios años. Y no era algo en particular contra los Gray Cabrini, porque al resto los toleraba y fingía que eran sus amigos más cercanos; incluso en ocasiones, cuando quería comunicarse con su hijo, le preguntaba por Sara y cómo le estaba yendo en el mundo civil. Pero Lena simplemente no caía en su gracia.

No disimulaba lo poco que le agradaba su presencia allí. Will encontró grosera su mirada de desdén hacia una chica que ya estaba bastante agobiada y le pareció desubicada la actitud de su madre, porque aquel era el elemento de Lena, no el suyo. La familia que estaba allí era la de ella, la mujer que estaba internada y que acababa de pasar por un secuestro, era su madre y quien más parecía sufrir con todo eso, era la propia Helena.

La chica de ojos morados no se detuvo a mirar a nadie, ella solo corrió hacia el abrazo de su padre y Aris, cuando ambos extendieron sus brazos hacia ella. Casi de inmediato, Sara y Elaine terminaron sumándose y los cuatro chicos terminaron siendo contenidos por su padre, a quien pareció volverle un poco el alma al cuerpo al tener a sus hijos a su alcance.

Lo cual le parecía irónico, porque él había sido quien había denegado los permisos para que sus hijos salieran de Zilhardt.

Apenas terminó de pensarlo, Will quiso golpearse la cabeza con una de las porras que colgaban de los cinturones de los dhampir de seguridad, porque vaya si le faltaba un poquito de consideración con el hombre. Después de todo, él no estaba en sus zapatos, no podía entender lo que era estar en su posición. Tal vez creyó que si su ex esposa estaba en posible peligro, lo mejor era que los trillizos se quedaran en Zilhardt, donde estaban seguros, aunque todo lo que él quisiera, era tenerlos consigo.

Pero a Will le costaba un poco dimensionar los sacrificios que unos padres tan entregados como Tania y Cezarh podían hacer por sus hijos, porque al fin y al cabo, él era el primogénito de dos individuos con nulas habilidades afectivas, que hacían solo lo justamente necesario como padres. Sintió una ligera punzada de envidia de ver a los Gray reunidos.

Pero el sentimiento se diluyó tan pronto como apareció, porque Sara corrió a su encuentro y le rodeó el cuello con los brazos mientras sollozaba bajito.

Él y Sara se conocían desde muy pequeños, desde el jardín de niños, donde la rubia que eran tan sociable como adorable, tenía encantados a todos sus compañeros y terminó haciéndose un lugar en el corazón de Will y de Aaron, porque era la única que no parecía juntarse con ellos para quitarles sus juguetes en el recreo. Sara le había regalado un kit de cuchillos de goma en su cumpleaños número seis y a partir de ahí, él juró que sería su mejor amiga en todas las vidas que tuviera que vivir.

Cuando los padres de ella se divorciaron y Sara se mudó al mundo civil con su madre, fue un poco difícil mantener el contacto. La hermosa Sara estaba conquistando los corazones de miles de humanos y él, junto a Aaron, se enzarzaba en una batalla con Wade y los otros dos trillizos, para demostrar quienes eran el verdadero terror en la escuela. Al Will de dieciocho años le parecía una ridiculez, pero a los doce —e incluso a los cinco, cuando había decidido que Lena, Wade y Aris eran sus enemigos—, aquello tenía mucho sentido.

No obstante, él y Sara consiguieron seguir siendo muy buenos amigos, cada vez que ella visitaba Thurstine se frecuentaban, trataban de hablar todos los días por mensajes y él de vez en cuando conseguía permisos especiales para ir a verla al mundo civil.

Tenerla en Zilhardt y poder verla todos los días era uno de los mayores placeres de su vida, pero ahora su amiga estaba atravesando por uno de los momentos más difíciles en su vida, y él sentía que se quedaba corto en sus intentos por restarle angustia.

La abrazó y le susurró al oído que ya estaba bien, que su madre estaba bien y que ella iba a poder verla muy pronto. Muy en contra de lo que pensaba, aquello surtió efecto y al cabo de algunos minutos, su amiga paraba de llorar. Se separó de él sorbiendo su nariz y le dio una sonrisa de agradecimiento. Sara saludó a Regina y luego a Aaron, quien la convenció de ir a la cafetería por un café.

Will rechazó la oferta cuando su primo se lo preguntó y se sentó en una de lass incómoda sillas junto a su madre, quien todavía seguía con los ojos a una Lena Gray que abrazaba a Elaine mientras conversaba con su padre y hermano.

—Podrías disimular que quieres arrancarle la tráquea por lo menos un rato, mamá —murmuró en voz muy baja, asegurándose de que los oídos desarrollados de los submundos a su alrededor no notaran su conversación—. Tiene a su madre internada y su familia está pasando por un mal momento.

—¿Desde cuándo te interesa mi desdén hacia Helena Gray? —Masculló su madre con aquella voz impecablemente baja—. Yo pensaba que tampoco te agradaba.

—Solo me parece incómodo que odies tanto a una chica que podría ser tu hija, y que nunca te ha hecho nada —señaló Will girándose a mirarla. Regina seguía luciendo imperturbable—. Digo, a mí una vez me encerró en un congelador por dos horas, pero a ti ni siquiera te determina.

—¿No te parece que su enemistad con mi hijo es razón suficiente para que no caiga en mi gracia? —gesticuló con desagrado antes de deslizar sus ojos hasta su hijo.

—Por favor, mamá, nunca te ha interesado con quien me llevo mal. Si tuvieras que condenar a cada persona que me detesta, más de la mitad de mis compañeros de la escuela estuvieran en una correccional —dijo y ella rodó sus ojos. Sabía la joya de hijo que tenía. Sabía que era un chico problemático y algo de razón había en sus palabras, pero Will sabía que no iba a admitirlo jamás.

—De cualquier manera, yo no odio a esa niña, Will, eso es patético —escupió con la mandíbula tensa—. Solo que me parece un poco frívola y no me gusta que esté en tu radar, eso es todo.

—Que ironía —susurró él, pero la mujer alcanzó a escucharlo.

—¿Perdona?

—Nada, mamá —se apresuró a decir y ella le frunció el ceño—. Mira, cuando llamé a la oficina, tu secretaria me dijo que habías abandonado una reunión para venir acá. Pero, creo que ya está todo controlado, puedes volver al trabajo si quieres —sugirió jugando con sus dedos sobre su regazo—. Yo voy a quedarme un rato con Ron a acompañar a Sara. Si surge alguna novedad, te llamo y te aviso.

Su madre no mostró una sola emoción, pero Will supo por la manera en la que tensó los hombros, que algo en aquella propuesta le había agradado. Seguramente ya estaba harta de aquel lugar y el sentimentalismo que había en el aire. Eran demasiadas emociones ajenas con las que lidiar para una mujer que nunca había intervenido en sus pataletas o que nunca le había importado la decepción en el rostro de su hermana pequeña cuando le dijo que no podía asistir a su recital de ballet porque tenía trabajo pendiente.

—¿Estás seguro? —preguntó, más por cortesía que por deseo. Will asintió con la cabeza y ella se puso de pie—. Bien, voy a ir a Razzi, cualquier cosa me llamas. Voy a dejar a Mev y a Gaston contigo y con Ron para que los lleven a casa más tarde —anunció y Will asintió con la cabeza haciéndose muy rápido a la idea de que tenía guardaespaldas—. Por favor, Will, no se te ocurra escaparte o hacer alguna tontería, no quiero tener que mandar a la guardia de la mansión a buscarte por todo Vanae, y menos quiero lidiar con los reclamos de tu padre sobre lo malcriado que te tengo. Te espero para cenar.

—Está bien, mamá. —Y sin un beso o abrazo de despedida, ella se alejó. Will tampoco esperaba nada, así que solo la contempló caminar hacia Cezarh y hacia los demás presentes para despedirse y luego largarse del recinto. Will suspiró aliviado, su madre le ponía los nervios de punta.

Pasó un rato más en el que se quedó allí sentado, distrayéndose con su celular, mientras las personas a su alrededor interactuaban entre ellos. Will no se sentía muy animado para socializar, todavía seguía sintiéndose cansado, asustado y abatido por la pesadilla y toda aquella situación y ni siquiera conocía muy bien a todas esas personas. Era muy cercano a Sara solamente, y por ella seguía allí.

Bueno... por ella y por Helena.

La trilliza pelinegra lo había ignorado todo el rato, mientras hablaba con su familia y con Wade, pero aunque Will la veía estar con aquella expresión impasible en sus facciones, lo cierto era que algo le decía que la calma que Lena trataba de aparentar distaba bastante del caos de pensamientos y emociones que debía sentir en aquel momento.

Ellos tenían que hablar, pero Will entendía que tal vez no era el momento. No podían ponerse de acuerdo para charlar sobre aquella situación tan extraña y perturbadora que los involucraba. Al menos no mientras Lena siguiera al borde de la locura por no tener noticias de su madre.

El momento para hablar vino después.

Al cabo de un par de horas, una bruja con bata de doctora salió por las puertas de ingreso y dio la buena noticia de que Tania estaba bien, sanando y estable. El desgaste mágico y las heridas en su cuerpo la habían dejado en un estado muy delicado, pero nada que no se pudiera tratar. En aquel momento se encontraba descansando y en observación e iba a quedarse internada hasta que mejorara. Todos soltaron un suspiro de alivio al escuchar aquello y los humores mejoraron en la sala. Dejaron ingresar a su familia a su habitación, para que pudieran verla unos cuantos minutos, pero por turnos, porque no podían abarrotar el lugar. Primero entraron Lena y Ela.

Aaron estaba sentado a su lado con las manos escondidas en los bolsillos de su chaqueta. Tenía una expresión seria y miraba analíticamente todo a su alrededor. Will no le había contado de su pesadilla todavía, pero Ron no era ningún idiota, algo debía sospechar. Sin embargo no lo presionaba. Entre ellos las cosas siempre habían funcionado de aquella manera. Aaron siempre le guardaba paciencia porque, tarde o temprano, Will siempre le contaba todo.

Sin embargo, el pelinegro se estaba debatiendo bastante sobre la posibilidad de hablarlo con él. No podía obviar lo peligroso que era aquello que le sucedía, ni podía olvidar que Helena también estaba involucrada. Claro que Aaron nunca haría nada para perjudicarla si Will resultaba afectado en el proceso; pero le había demandado a Lena no contarle nada a nadie, y algo de decencia le quedaba para respetar ese pacto de silencio. No iba a contar algo que le estaba prohibiendo a otra persona decir.

Sara se acercó a él unos minutos más tarde y Will le acarició un hombro para instarla a disipar un poco sus nervios.

—Papá me dijo lo que hizo tu mamá para que pudiéramos salir de Zilhardt —mencionó mirando a Aaron a su lado, con la voz bajita y un atisbo de sonrisa en la comisura de la boca—. Algo me dice que ustedes tuvieron mucho que ver.

El dhampir se encogió de hombros.

—Will hizo todo —mencionó e iba a continuar hablando, muy seguramente para contarle a Sara sobre sus otras intervenciones en el caso, pero Will le lanzó una miradita significativa y el dhampir terminó guardando silencio. Sara lo miró, pero Will solo torció el gesto y ella lo dejó pasar.

—De todas maneras, estoy muy agradecida. Y mi familia también. Muchas gracias, chicos —dijo ella antes de tomar la mano de cada uno y sonreírles. Ellos le devolvieron la sonrisa.

Unos minutos después se había marchado con Aris y su padre a ver a Tania.

Helena venía saliendo con Ela y retirando la sobrebata que la habían obligado a ponerse para poder ingresar a la habitación de su madre.

Los submundos por lo general tenían un sistema inmunológico más desarrollado que el de los humanos, por lo que sanaban en la mitad del tiempo que lo hacía un mortal. Ahora, eso no significaba que no pudieran morir de heridas fatales u otras causas similares. Seguían siendo en parte humanos y eso requería que debían cuidar de su salud. Para ello existían los hospitales municipales, que eran atendidos por brujos que tenían conocimiento en medicina y se encargaban de cuidar y salvar las vidas que cruzaran las puertas. ¿Se usaba magia curativa? Por supuesto que sí, pero solo para acelerar el proceso de sanación. No era muy común que los ciudadanos de Thurstine visitaran el hospital, de hecho Will estimaba que un tercio de la población ni siquiera conocía el interior de uno, y eso se debía a que solo eran frecuentados en casos de extrema urgencia. Como el de Tania.

Por un momento, el joven pensó que a lo mejor si acudía al hospital y comentaba que el desgaste mágico era resultado de unos sueños bastante espeluznantes que terminaban haciéndose realidad, tal vez alguna bruja pudiera darle algunas respuestas a sus preguntas y Will se sentiría un poco mejor.

Pero luego pensó en la otra alternativa y decidió dejar las cosas como estaban. No iba a permitir que nadie lo señalara de loco o que pensaran que había algo muy mal con él.

Lena lo buscó con la mirada y cuando sus ojos se cruzaron, ella movió la cabeza hacia un lado. Le indicó con su gesto a Will lo que quería, y él no tardó en entenderla.

La chica caminó pasillo abajo, alejándose de la sala de espera y Will observó a su alrededor. Cuando Wade le quitó los ojos de encima —porque llevaba un buen rato con la mirada clavada en él— y se acercó a hablar con Elaine, Will se puso de pie con disimulo y se alejó siguiendo a Helena. Asegurándose de mantener una distancia prudente entre ambos.

Lena lo miró por encima del hombro, luego abrió una puerta al final del pasillo, asomó la cabeza y finalmente se metió dentro, dejando la puerta abierta. Will se acercó, sostuvo el pomo con una mano y antes de entrar, miró a ambos lados del pasillo, certificando que nadie lo había visto meterse en una misma habitación con Lena Gray por voluntad propia.

Cuando el chico cerró la puerta, se dio cuenta de que estaban en un pequeño armario de trastes. Lena estaba enfrente suyo, con los brazos cruzados y el gesto sereno. Estaba oscuro, el espacio era de sobra reducido y estaban más cerca de lo que le gustaría.

Por lo general, a Will no le generaba molestia la cercanía femenina, por el contrario, le gustaba; pero se trataba de Chloe Helena, y todo era diferente con ella. Ese deseo agudo por tomarla de la cintura, acercarla a su cuerpo y estampar su boca con la suya, simplemente no estaba, por muy bonita cintura y boca que tuviera.

O bueno... tal vez sí se encontraba en alguna parte de los más profundos y lascivos deseos de Will, pero era demasiado terco para plantearse admitirlo.

La mayoría del tiempo quería matarla y un resentimiento cultivado durante años no desaparecía de un día para el otro, ni siquiera cuando la contraparte lucía tan terriblemente preciosa. Además, ¿qué era toda aquella excesiva cercanía y tensión que tenían últimamente? Era de sobra incómodo.

—¿No había un lugar más pequeño para encerrarnos? —Preguntó con sarcasmo—. Lena, si querías tenerme cerca y besarme solo tenías que pedirlo —continuó mientras sonreía ladinamente y Lena abrió los ojos escandalizada con lo que acababa de decir.

—¿Puedes dejar de decir estupideces? —pidió ella y le chistó. Will perdió la sonrisa y le devolvió la mirada venenosa que ella le dio. La vio inclinarse hacia su izquierda, donde sobresalía una pequeña lavadora digital, ella presionó un botón y acto seguido, el aparato se encendió emitiendo un suave sonido de fondo.

Will sabía que la había encendido por el ruido que despedía. La interferencia hacía imposible que otros submundos con superoído que se encontraran cerca, escucharan su conversación.

—¿Es lavado en seco?

—¿Qué sabrás tú de las funciones de una lavadora?

—Te sorprendería.

—Ya —emitió y entornó los ojos en su dirección—. Quería preguntarte de nuevo, ¿cómo sabías que lo del sueño no había ocurrido cuando llamaste a emergencias?

—No lo sé, ¿una corazonada tal vez?

—Vamos, Will, eso no es muy específico que digamos.

—Lena, no tengo idea, solo sé que soñamos en simultáneo y caí en que nuestras pesadillas siempre suceden antes de la tragedia —explicó luciendo un poco exasperado—. Mira, lo de Marina pasó un rato después de que me desperté. Los informes dicen que el incendio en la cárcel de Cristtia empezó alrededor de las cuatro y media o cinco de la mañana. Yo me desperté de ese horrible sueño a las cuatro en punto, o sea, antes —medió mientras se apartaba el cabello de los ojos.

—Lo del chico en Londres... lo soñamos la noche anterior... —reflexionó ella y él ladeó la cabeza.

—Recuérdame, ¿cómo sabes cuándo pasó eso?

—Mi mamá lleva el caso —dijo a modo de respuesta, Will le frunció el ceño y Lena evitó mencionar que había leído arbitrariamente un archivo de investigación que había encontrado en la oficina de su madre.

—¿Y cuándo pensabas decírmelo?

—No creí que fuera importante.

—Vamos a ver, Helena. Tu mamá lleva el caso de un humano que fue asesinado por unos vampiros. Un asesinato que nosotros vimos en nuestros sueños horas antes de que sucediera... Y luego tu mamá misma es secuestrada, ¿a ti todo esto te suena como una coincidencia? —preguntó con un tono tosco. Lena quiso golpearse la frente, porque de hecho, en medio de toda su angustia, no había pensado en la conexión que podía tener todo aquello.

Que incluso mientras la idea se asentaba en su cabeza, seguía sin encontrar una explicación que le diera sentido a todo eso.

—Bueno, yo... no lo sé —admitió con el gesto pasmado. Will resopló—. Eso no es todo lo que no te he dicho.

—Ah, ¿hay más? —El tono de reproche no pasó desapercibido para ella, quien no pudo solo pasarlo por alto.

—¿Puedes dejar de hablarme como si fuera estúpida? —Recriminó elevando un decibel el tono de voz. Los ojos de Will brillaron en medio de la penumbra—. Controla el tonito de voz y cómo me hablas a mí, Burke... Se supone que estamos trabajando juntos.

—Que estemos juntos en esta mierda no significa que me tengas que agradar. Porque eso simplemente no va a suceder —objetó él sintiendo aquel ramalazo de ira que le embargaba cada vez que la Gray se ponía insolente.

—¿Se puede ser más idiota? Yo creería que no te costaría nada tener un poquito de consideración. Mi madre estaba secuestrada por unos rebeldes, Will, y yo lo vi todo por medio de un sueño. Estuve ahí, sintiendo todo como ella lo hacía —advirtió con el ceño fruncido. Will sintió una leve punzada de culpabilidad—. Disculpa si no encontré el momento para contarte todo —medió con sarcasmo.

Tal vez, y solo tal vez, ella tenía razón. Estaba siendo un insensible de mierda. Y ni siquiera tenía un motivo real para justificarlo; porque el argumento de que la odiaba había dejado de tener peso hacía ya un tiempo. Eso no podía excusar todas las veces que había sido un hijo de puta con ella.

Tragó saliva.

Que lo supiera difería bastante del hecho que lo pudiera admitir. Porque eso costaba un poquito más. Tenía un orgullo nato, no era sencillo solo pararse frente a la chica que había profesado detestar toda la vida y ofrecerle unas disculpas que nunca serían del todo sinceras.

—Vale, está bien —refunfuñó entre dientes. Luego la señaló con un dedo acusador—. Pero, evita omitir detalles en una situación tan delicada como esta —prosiguió pero ya la contraria lo miraba con rabia contenida. No sabía por qué por un microsegundo había albergado la posibilidad de que Will no fuera todo lo imbécil que ella creía. Pero luego aparecía con ese tipo de actitudes para rectificarle que en efecto, no era más de lo que ella ya dimensionaba—. ¿Qué fue lo que olvidaste contarme?

Lena lo recordó entonces.

—El lobo. Yo lo vi una vez —mencionó con los ojos entornados. Lo había recordado aquella mañana luego de volver a ver aquella espeluznante y hermosa criatura en su más reciente pesadilla, pero había olvidado mencionársela a su compañero.

—Sí, lo sé —medió Will—. Es el lobo que asesinó a Marina. Lo vimos en la pesadilla.

—No —se apresuró a decir—. Yo lo vi en Zilhardt.

—¿Qué? —interrogó el pelinegro sintiendo su ritmo cardíaco aumentar y el color abandonar su rostro.

—Fue el primer día. Estaba en una ventana de una de las torres del castillo principal y lo vi. El lobo blanco estaba en el linde del bosque, mirándome fijamente. —Su mente rememoró el instante en que se había topado con sus lobunos ojos y sintió un escalofrío subirle por la espina dorsal. La mente de Will trabajaba a toda velocidad.

—¿Ese maldito lobo estuvo en Zilhardt?

—Eso parece —respondió ella cruzando los brazos sobre el pecho—. Ni siquiera era luna llena, pero ahí estaba, convertido en lobo. Ahora que sabemos que es un licántropo y que lo hemos visto transformarse de la nada frente a mi madre en aquel sueño... ¿Eso significa que no es un hombre lobo común?

Will la miró compungido, con las cejas fruncidas y un mohín en la boca.

—Joder, no lo sé —respondió con sinceridad —. Y, ¿estás segura de que te estaba mirando a ti? Digo, ¿no estabas en una torre o algo así? Cabe la posibilidad de que no te estuviera viendo a ti, sino a... No lo sé, ¿el marco de las ventanas?

Lena lo miró con ironía.

—Déjate de tonterías, ¿qué va a saber un perro sobre ventanas? —Rebatió con una mueca—. ¿Hay alguna posibilidad de que estuviera ahí por mí? Digo, lo vimos en una pesadilla, ¿y sí él nos vio, o me vio ahí? —Conjeturó con algo de pánico en la voz—. ¿Los lobos no tienen un súper olfato? Mejor que un sabueso, leí una vez... ¿Y si él sabe que estuve ahí y me está vigilando? ¿Y sí...?

—Lena...

—¿En su forma lobuna puede ver y percibir lo mismo que en su forma humana? ¿Acaso recuerda todo lo que hizo siendo lobo? ¿Tiene consciencia?

—Yo qué voy a saber.

—No, si ese hombre tiene control sobre su lobo, eso significa que...

—Chloe...

—Que rompió la maldición de la luna.

—¿Tú crees en esa maldición?

—Él está aliado con ese clan de vampiros y esa bruja oscura...

—Lena...

—¿Crees que ella haya hecho un hechizo para romper la maldición? ¿Algo así puede hacerse siquiera?

—No lo sé, ¿quieres que la llame y le pregunte?

Lena se había puesto a parlotear y Will solo la miraba entre extrañado y fastidiado. Incluso si no parecía prestarle atención, tenía que aceptar que sus comentarios, estaban activando la parte analítica de su cerebro.

—Esa misma bruja estaba en la pesadilla del rascacielos con ese vampiro rubio, por lo que él debe ser parte de ese clan.

—Chloe...

—¿Crees que todas las pesadillas que estamos teniendo son tragedias provocadas por ese grupo de rebeldes en específico?

—Bueno, no lo había pensado hasta ahora...

—¿Por qué nuestras premoniciones están conectadas con ellos? ¿Crees que estamos bajo algún hechizo de magia oscura? ¿Puede ser que esa bruja sea la responsable? ¿Tú crees que...?

—¡Chloe Helena! —Exclamó Will tomándola por los hombros y zarandeándola, consiguiendo que finalmente se detuviera. Ella lo miró con los ojos abiertos.

—Ay, pero déjame hablar —se quejó quitándole las manos de encima.

—Mira, puede que lo que dices tenga sentido o no... ¿Qué importa de todas formas?

—¿Cómo que qué importa? Sí importa, Will, ¿acaso tú no quieres saber sobre el origen de esta maldición? —dijo refiriéndose al hecho de que estaban teniendo pesadillas que se convertían en una realidad, como una maldición, porque no había otra palabra que lo definiera mejor.

—Claro que sí, Lena, pero me di cuenta de que hay un detalle que es más importante que eso —medió y ella ladeó la cabeza—. Si hay un patrón establecido con esto de las pesadillas, el tenerlas sugiere que la tragedia va a suceder. Como con Marina, la cárcel, el chico de Londres...

—Su nombre era Vincent —intervino ella. Él asintió—. Entonces, ¿está destinado a suceder?

—Lo que digo es que, según el patrón, tu madre debió morir esta mañana al lanzarse por ese acantilado —vaciló mientras entornaba los ojos—. Pero no lo hizo, porque llamé a emergencias y enviaron un equipo de rescate a salvarla...

Lena levantó las cejas. Eso no había pasado por su cabeza ni un solo momento, pero Will tenía razón. Si todo el tiempo las pesadillas habían sucedido con una ventaja de tiempo de la realidad, siempre había existido la posibilidad de que ellos actuaran y evitaran que pasara. De alguna manera, las pesadillas les dejaba un margen de reacción.

—Si lo soñamos antes, tenemos la oportunidad de evitar que suceda —cayó en cuenta.

—Exacto.

Lena no pudo evitar sentir una terrible culpabilidad, por todas aquellas vidas que pudo haber salvado si solo no se hubiera dejado embargar por el miedo. Pero, ¿cómo no temer a unas premoniciones trágicas que estaba teniendo en compañía de Will Burke?

Lo que sea que estuviera mal con ellos, acababa de tomar algún tipo de sentido.

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