MI DULCE REGALO

By CrystalCassanova

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Él es un militar. Ella es una escritora. Él no cree en el amor. Ella escribe sobre hombres amorosos y perfect... More

Prólogo
CAST
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Epílogo
Extra 1

20

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By CrystalCassanova

No creí poder volver a enamorarme, pero llegaste tú y me hiciste sentir lo que en mucho tiempo no sentía, dolor y desprecio.

—Spencer Tae-moo.

EMMA:

   1 día después...

   Ni siquiera sé como me siento. Es un conjunto de sentimientos que me atormentan. Pero lo peor de todo es ver como Spencer vuelve a alejarse de mi, colocando una pared entre nosotros. Eso me está volviendo loca.

   Ayer no me sentía así, pero hoy al ver como me ignora, me lastima. No quiero que se aleje de mi, pero él no entiende que no puedo estar con él por ahora. Es dificil negar mis sentimientos por él. Es obvio que Spencer me gusta.

   Spencer me gusta y mucho, pero aún estoy casada con Sebastián y lo menos que deseo es que él piense que le estoy siendo infiel. Eso podría provocar que Spencer salga herido y me preocupa. Aunque después de la pelea de ayer, dudo que ningún hombre pueda contra él, es que Spencer es único.

   Ver el tamaño de Sebastián siempre me ha hecho acobardarme un poco. Hasta mis palabras las mido antes de que salgan de mis labios. Sebastián cuando lo conocí fue el hombre que deseaba, pero todo fue cambiando y al ver que no podía darle un hijo, comenzó a ponerse agresivo, empezó a golpearme y maltratarme, hasta que por último comenzó a obligarme a que tuviera relaciones sexuales con él aunque no quisiera.

    Ha sido un gran esfuerzo mío estar viva ahora mismo. Él me ha dejado casi muerta por todos los golpes que me ha dado. Mide casi dos metros, no tengo la cifra exacta, pero sin dejar a un lado su gran tamaño corporal, hablese de sus brazos, espalda, pecho, parece a un fisicoculturista.

   Mis padres creen que soy feliz, a decir verdad, hace tiempo que no los veo y a ellos nunca le ha gustado venir a Corea del sur.

   Ya es de noche, tal vez las nueve y media. Muy tarde.

   Me levanto despacio de mi silla y tomando mi bolso y teléfono, empiezo a darle la vuelta al escritorio para ponerme en camino de irme de mi oficina.

   No hay nadie más que la recepcionista, el guardia y yo en la empresa. Spencer puede que esté en su casa descansando con su hija. Mientras que yo, estaré sola entre cuatro paredes.

   Salgo de la empresa y miro el cielo nublado. Está muy oscuro, no hay estrellas que puedan alumbrar el cielo. El aire fresco con una leve lluvia que le acompaña, azotan mi cuerpo dejándome deseosa de alguien que me abraze y me quite este sentimiento de volver a los brazos de Sebastián.

   Las razones por las que estoy con él es para que mis padres no salgan dañados y tambien para no sentirme sola. Es muy triste no tener a alguien a quien le importes cuando eres inmigrante en un país desconocido.

    Con mi mano extendida detengo un taxi. El taxi se detiene en la misma acera del frente de la empresa, así que facilitándome la entrada, agarro la puerta, la abro y me adentro en él.

   —¿A dónde la llevo? —me pregunta el taxista antes de arrancar.

    Ahora no sé qué hacer.

   Estoy entre la espalda y la pared.

  ¿Visito a Sebastián para que no sospeche o visito a Spencer y a su preciosa Elizabeth?

    Elijo a Spencer.

   Le digo la dirección al chofer y él de inmediato arranca hacia esa dirección.

   Me recuesto del asiento, con una inhalación profunda.

   Mis manos empiezan lentamente a moverse y a toquetearse la una la otra.

   Sebastián me va a matar al ver que no lo visité ayer ni hoy tampoco. De igual forma, no puedo quedarme en la casa de Sebastián, ya que el seguridad de Spencer recogió todas mis pertenencias y las llevó a la casa de él. Es obvio que tendría que irme en cualquier momento a la casa de Spencer.

   Acaricio mi cabello y lo peino como puedo con mis manos. Mi cabello es rizo y ahora mismo me lo he colocado lacio para poder peinarlo más fácil. No tengo tiempo para definir mi cabello.

   —Ha llegado, señorita. —dice él señor y es allí cuando veo que estoy en frente de la casa de Spencer.

   Saco el dinero de mi bolso, pagandole rápido para que no siga esperando, luego de eso me bajo del taxi colocándome frente a la puerta de su jardín.

   No sé cómo él puede mantener su jardin tan limpio, oerfecto y deslumbrante. Él tiene un don, juro que si.

   Rasco mi cabeza pensando en que le diré cuando toque la puerta.

   No quiero verme como una necesitada.

    Frunzo mi ceño preocupada porque no sé que hacer.

   Sin embargo, la puerta de la casa es abierta lentamente de pronto, dejándome ver a Spencer con una camisa blanca y un pantalon negro, mientras que en su cuello y hombro, hay una correa, supongo que es la que tenía su pantalón.

   Él se acaricia el cabello mientras camina entre el jardín dirigiéndose hacia mi.

   Cuando llega a donde estoy me abre la puerta del frente y extiende su mano para que pase.

   —Vamos, entra. Hace demasiado frío.  —son las palabras que menciona con voz gruesa.

   Auch.

   Él no suele hablarme de esa forma tan seca.

   Mi rostro debe de mostrar lo triste que me siento por como él me está tratando.

   Lentamente me desplazo dentro de su casa, caminando hacia la cocina, sentándome en la isla. Sé que él no me dijo que me sentara, pero igual lo hice.

   Luego de varios segundos, él aparece en el centro de la cocina.

   No me mira.

  ¿Me está evitando?
 
   Él sin mirarme, lentamente se desplaza hacia la isla y agarrando un plato de pancakes, con fresa y chocolate, rodea la isla de la cocina y me coloca el plato en frente.

   —Come, te hará bien. —expresa secamente con el fin de darse la vuelta y dirigirse hacia el fregadero para lavar los platos sucios.

   Miro a mi alrededor y no veo a Elizabeth.

   Hace tiempo que no la veo y la extraño más de lo que debería ya que ella no es mi hija, pero, no sé cómo esa niña se ganó mi corazón.

   Al distraerme no reparo en darme cuenta de que Spencer está concentrado lavando los platos. Se ve hermoso. Como sus músculos se flexionan cada vez que el mueve su cuerpo es angelical y provocador.

   Miro el plato con pancakes y aunque se ven muy buenos, necesito hablar con Spencer.

    Lentamente me deslizo por la cocina, hasta llegar a donde él está. Sé que sabe que estoy al lado suyo.

   —Spencer... —menciono, pero él mueve la cabeza dos veces.

    —No digas nada, solo come, duchate y ve a descansar. Imagino que has tenido un dia largo, así que lo que quieras decirme ahora, lo puedes dejar para mañana. —expresa él muy tranquilo mientras coloca uno de los platos en el escurridor de utensilios de cocina.

   Ni siquiera me mira.

  ¿Cómo me hace esto?

   Me siento tan mal por los problemas que le he causado y lo unico que busco es repararlo.

   —Pensaba visitar a Sebastián, pero decidí venir a verte. —menciono esperando que me haga caso y me vea.

   No lo hace.

   ¿Qué hice?

   Tenía su atención y ahora no tengo ni la mitad.

    —Excelente por ti, es lo mejor y lo sabes... —no termina de hablar porque su teléfono empieza a sonar y el deja de lavar los platos.

   El presiona el botón de aceptar y se coloca el teléfono en la oreja.

    —¿Sí, Lee Su-Ho? —responde frunciendo el ceño.

   Mientras está en la llamada solo asiente.

   —Los boletos de avión ponlos para mañana. Debemos partir lo más rápido posible. —expresa dejándome en shock.

    No lo puedo creer.

   Spencer se va. Se está alejando de mi.

   Él sabiendo lo que hace, gira sus ojos hacia donde mi, entonces cierra la llamada.

   Nos miramos.

   No decimos nada.

   Nuestras miradas se entrelazan, pero ninguno da el primer paso. Sé que él no lo va a hacer, ya que él siempre espera que le dé el si para hacer cualquier cosa por no invadir mi espacio personal ni obligarme a nada que no deseo.

   Esto tal vez esté mal, pero debo hacerlo, no voy a perder a Spencer. Eso no sucederá.

   Y solo por ese pensamiento, acerco mi cuerpo al de él y colocando mis manos detrás de su cuello, empujo su cabeza cerca de la mía y lo beso.

    En shock.

    Él se ha quedado en shock.

    Nuestros labios están juntos, ninguno da el segundo movimiento, pero como si las ansias no se aguantaran, el mueve sus manos, coloca una en mi espalda y la otra en la nuca, entonces es allí que me besa con pasión.

   Me besa como hace lo hizo ayer. Estuve pensando toda la noche en lo cómoda que me sentí en sus brazos, mientras él me devoraba la boca, como lo hace ahora.

   Acaricia mi espalda con su mano mientras me muerde los labios y los disfruta como un dulce que desea comer.

   Nunca pensé ver a Spencer con esta pasión y estas ganas de besarme, juro que me siento en la gloria.

   Y mientras estoy pensando, Spencer me levanta en brazos, cogiendo una de mis piernas y colocándola alrededor de su cintura, lo que hace que yo suba la otra y termine de rodearlo por completo.

   Nos separamos por falta de aire y Spencer directamente va hacia mi cuello, chupando y lamiendo, hasta llegar a mi oreja donde se detiene a chupar y moder suavemente.

   Un gemido sale de mis labios sin yo querer, lo que hace que Spencer se distraiga y saque su cabeza de mi cuello para mirarme.

   Ambos estamos respirando fuertemente.

   Ambos nos deseamos en este momento y espero que él no detenga esto.

   Sin saber su próximo movimiento, él agarra mis piernas, las suelta de su cintura, mientras coloca una en mi espalda con el fin de que me suelte. Cuando yo estoy parada frente a él, Spencer agarra mi mano y empieza a caminar.

   Subimos las escaleras lentamente lo que se me hace extraño. Pensé que él quería estar conmigo, pero al parecer no.

   Llegamos a la puerta de su habitación, la cuál está abierta. Cuando ambos entramos, él me detiene entre la puerta y él.

   —¿No estás jugando conmigo, cierto? —me pregunta mirándome a los ojos.

   Su habitación es alumbrada por una lámpara que está en la mesa de noche. Apenas puedo ver sus ojos ansiosos por una respuesta.

   —No, de verdad quiero esto, Spencer. Quiero estar contigo. —respondo esperando su reacción.

   Ni siquiera tengo que esperar mucho a causa de que él, lentamente se acerca y empieza a besarme.

   Lo hace suave y dulcemente, como si quisiera disfrutar el momento.

    Él empieza a besarme el cuello mientras que ambos nos movemos hasta que caemos en su cama. Spencer abajo y yo encima de él.

   Él deja mi cuello para empezar a besarme con devoción, disfrutando cada beso. Sus manos no saben que dirección coger, sé que está nervioso. Supongo que es por el largo tiempo de 5 años que no estuvo con una mujer.

    —Desde ahora me disculpo si soy un desastre en esto, yo... me da vergüenza decirlo. —murmura Spencer dejando de besarme.

   Suspiro profundo sintiendo pena por él.

   —No te preocupes, no eres un desastre, sigue como ibas antes... con pasión desmedida. —espeto queriendo que ejecute mi consejo.

   Y así lo hace.

   Recibo su ansiosa invasión con la misma intensidad. Mientras me besa y su lengua explora toda mi boca, se va desabrochando la camisa poco a poco hasta que ella ya no es una interferencia para ver su hermoso cuerpo.

   ¡Que cuerpo tiene este hombre! Me dan deseos de besar ese pecho bien esculpido.

   Acaricio sus hombros desnudos y me deleito sintiendo por primera vez su piel bajo mis manos. Es mejor de lo que había imaginado. Su lengua penetra en mi boca con fervor, dejándome con ansias de más y más cada segundo.

   Spencer no aguanta más estar debajo de mi cuerpo, así que me gira, colocándose encima mío. 

   Y así este hombre tiene vergüenza de quedar mal conmigo, pero es que está loco.

   Besa de maravilla, es tremendamente bueno, nunca me han besado así, ni siquiera Sebastián. 

   Ardo de deseo, al igual que él. Él sentido común me ha abandonado de nuevo.

   Spencer me suelta del cuello y agarra el dobladillo de mi camiseta, lo levanta hacia arriba y separa nuestras bocas para quitármela por la cabeza, de modo que me veo obligada a soltar sus hombros y levantar los brazos. Por un momento me olvidé de que no tengo ropa interior sexy, cargo con unas bragas blancas normales.

   En mi cabeza no cabe más nada que no sea Spencer ahora mismo. Su dulzura y su pasión me tienen loca.

   —¿Estás segura de querer hacer el amor conmigo, Emma? —pregunta mientras sus ojos con las pupilas dilatadas me miran.

  —Sí —suspiro, y cierro los ojos con fuerza para intentar asimilar lo que está pasando.

   —Por favor no cierres los ojos, Emma. Necesito ver que eres real, que lo que estamos haciendo es real —expresa suspirando.

   Está estresado.

   Aún sigue nervioso.

   Este hombre es puro amor. No entiendo como antes pensé en alejarme de él. Spencer es el hombre que siempre quise.

   Él se inclina y me besa con ternura, suavemente, disfrutando de mis labios.

  Luego se separa y bajándose la cremallera de su pantalón, se lo quita por completo dejándome en shock.

   ¿Qué?

   ¡Ay!

   ¡Agárrenme que me desmayo!

   Tan solo ver el bóxer de Spencer y observar como esta su erección de grande me hace querer esconderme en una cueva y nunca salir. El miembro de Sebastián es insignificante delante del de Spencer. No podría decir cuanto mide, pero sé por lo que veo que es ancho y grande.

   No estoy segura de querer que él se lo tome con mucha calma ahora. El deseo que invade está alcanzando límites incontrolables.

  Entonces se acerca y empieza a bajarme la cremallera de mi pantalón, para luego agarrar los bordes de este y empujarlo hacia abajo.

   Y, después de eso, me empuja suavemente para que me recueste de la cama, subiéndose encima de mi, con su entrepierna pegada a la mía.

   —Deseo con locura hundirme lentamente en ti, castaña... —menciona en mi oído haciendo que mi piel se estremezca.

   Ahora de verdad que estoy deseosa de que me toque.

   Pero de un momento a otro me coloco nerviosa y es al sentir como él introduce dos dedos en la parte superior de mis bragas, quitandomelas poco a poco, bajándolas por mis piernas. Entonces cuando me las ha quitado, levanta mi pierna izquierda, acercando su boca a mis muslos, colocándome tensa de inmediato. No es por vergüenza ni porque esté nerviosa, ya que él está siendo muy cuidadoso, es más por la fuerte punzada en la parte baja de mi estomago que se intensifica a cada segundo.

   No recuerdo la última vez que tuve un orgasmo. Podría decir que hace 2 años, como máximo y él sentir que vuelvo a estar viva me hace querer desear todo ahora mismo.

   Entonces de un momento a otro se levanta y alarga sus manos por detrás de mi espalda, cogiendo el corchete de mi sujetador y desabrochando a este. Cuando lo hace lo tira al suelo y luego se baja de la cama, colocándose en el frente.

   Traga en seco.

   —Por favor, quitame el bóxer. —murmura nervioso.

   Sus palabras me ponen en marcha y, lenta y cuidadosamente, deslizo el bóxer por sus definidos muslos, sin atreverme a mirar más abajo. Mantengo la vista en su bello rostro y lo encuentro reconfortante. Sin embargo, no puedo evitar notar su erección cuando la libero del encierro de su bóxer.

  Dejo escapar un grito ahogado y me aparto de él por el susto, sentándome en el medio de la cama.

   Spencer con rostro preocupado se sube a la cama y se acerca a mí, agarrando mi cintura.

   —Lo siento, no sé qué hice, pero lo siento. —murmura mirándome con esos bellos ojos.

   Cuando él dice esto es cuando me doy cuenta que lo estoy acobardando más. No le estoy dando seguridad de que lo que hace está bien y me gusta.

    Coloco mi mano en su mejilla.

    —Tranquilo, relájate. —expreso queriendo darle seguridad.

   Me recuesto de la cama, esperando que él me siga, pero no lo hace. Se acerca al cajón de la derecha y saca de este un condón, con el fin de colocarse de rodillas entre mis piernas, mientras lo abre y se los coloca.

   —Bebo pastillas anticonceptivas, no tienes que usar condón. —expreso llamando su atención mientras él termina de colocarselo.

   Sus ojos me dicen que no le parece lo que le acabo de decir.

    —No vas a seguir dañando tu cuerpo con esas pastillas. Yo también puedo cuidarme, así que desde ahora en adelante usaré condones y tú disfrutarás tanto como si no los usara. —murmura mirándome a los ojos dejándome sin ni una objeción.

   Creo que me he enamorado. Estoy segura que si.

   —¿Estás bien? —pregunta.

   Me coloca las palmas de mis manos a ambos lados de la cabeza y me insta a separar los muslos con la rodilla.

     —Sí —digo asintiendo sin saber muy bien que hacer con mis manos que descansan a los lados de mi cabeza, pero entonces siento el miembro de Spencer en mis pliegues, haciendo que de mi salga un grito ahogado.

   ¡Dios mio. Que grande es este hombre!

   Es allí cuando el empuja suave y lentamente. Cruza despacio mi entrada y se va deslizando de mi con una sonora exhalación. Siento una pequeña molestia que me hace gemir en silencio, haciendo que le clave las uñas en los hombros.

    —¿Te duele? —me pregunta mirándome a los ojos con un deje de preocupación.

   Su respiración y la mía chocan y nuestros ojos no se despegan.

    —Eres demasiado grande... —digo acercando mis labios para que me bese y él lo hace con gusto.

     Spencer retrocede lentamente haciendo que la fricción dolorosa por el tamaño de su miembro, se convierta en una deliciosa al cabo de 10 segundos.

    —Lo siento, no quise lastimarte... —dice Spencer con la respiración forzada. Apenas puede hablar.

   Él vuelve a empujar solo hasta la mitad, intentando que me acostumbre. Entonces cuando vuelve a retirarse y al cabo de unos segundos se adentra, siento la gloria.

   ¡Que rico!

   De repente levanto las caderas deseando que se hunda más profundamente, ahora que la molestia se ha ido, creándose algo deliciosamente torturador.

   —Me estás provocando —menciona con una sonrisa en su rostro.

   Que bien, ya no está nervioso.

   —Más, más, Spencer —murmuro agarrando su espalda con mis manos.

   Mis gemidos no se hacen de esperar porque ellos solos salen sin mi permiso.

    Se apoya en sus codos y acerca su boca a la mía.  Retrocede y vuelve a hundirse aún más, al mismo tiempo que traza círculos con su cadera, haciendo que hasta tenga delirios.

    Siento que estoy flotando.

   Spencer coloca su rostro en mi cuello y allí gime por primera vez. Luego quita su cabeza de mi cuello y la coloca enfrente de la mía.

   Nunca nada me había colocado el corazón al mil como la acción que acaba de hacer Spencer. Se está mordiendo el labio inferior mientras su ceño está fruncido.

   ¡Dios, que bello se ve este hombre!

    Lo incito a acelerar el ritmo con otro golpe de pelvis, haciendo que el pegue sus labios contra los míos, tentandome con un breve lameton.

   Así es como tiene que ser el sexo. Algo que los dos puedan disfrutar, no lo que hacía Sebastián. Él era el único que disfrutaba.

   Mi vagina empieza a contraerse con cada Embestida de Spencer.

   —¡Dios, Emma! —gime Spencer—. Vuelve a hacer eso, por favor.

   Sé a lo que se refiere.

   Me contraigo de nuevo y él no aguantando echa su cabeza hacia atrás.

   —Te estás tensando por dentro, Castaña. —menciona besándome suavemente.

   —No lo sabía. —digo en un espacio mientras lo beso.

   Él se separa de mis labios, aunque aún sigue embistiéndome.

  Sé que quiere preguntarme acerca de que si nunca he tenido un orgasmo y agradezco que no lo haga. Al no preguntarme, su rostro cambia a uno dulce y me da un beso en la nariz y luego otro en la frente.

   Luego aparta su rostro y empieza a embestirme de una manera menos controlada.

   —Sí, así... —digo sintiendo que estoy levitando en el aire.

   Me agarro a sus hombros sintiendo desesperación por la forma en la que me embiste.

  ¡Coño! Que rico se mueve este hombre.

   Spencer acelera el ritmo y con eso aumenta la tensión en mi sexo. Me aferro a sus ante brazos y levanto mi cadera aún más queriendo que se hunda aún más de lo ha hecho.

   —No aguanto más... —dice Spencer en mi oído—. Déjate llevar...

   No sé qué pasa, solo sé que siento como si el mundo se hubiera detenido a mi alrededor. Siento como si algo estalló entre mis piernas y gimo por el sentimiento.

   —Sebastián... —menciono no sabiendo lo que hago.

   Maldición.

   Sebastián siempre me obligaba a decir su nombre cuando él terminaba y mi subconsciente se dejó engañar, arruinando el momento tan lindo que Spencer y yo hemos tenido.

Spencer que tenía su rostro en mi pecho levanta su cabeza y me mira con una expresión dolida.

   —¿A quién acabas de nombrar? —pregunta él con el ceño fruncido, los ojos cristalizados y la respiración descontrolada.

  No sé qué decirle.

  Me he quedado en shock.

  Él no me creerá que se me ha salido sin querer.

   —Spencer... —menciono queriendo que no sobrepiense, pero ya lo hace.

   Se limpia una lágrima que ha salido de sus ojos, mientras me mira con una expresión destrozada.

    —¿Lo amas, no? —pregunta él confundido—. ¿Y si lo amas por qué viniste? ¿A lastimarme? ¿Te parece gracioso jugar con mis sentimientos? —me atosiga con todas esas preguntas haciendo que me ponga histérica.
 
   Me bajo de la cama y agarro mi camisa para cubrirme.

   —¿Quién te crees para hablarme así? Ni siquiera somos nada ni lo seremos, creo que eso quedó claro. Te quiero, pero no nacimos para estar juntos... —expreso sabiendo que lo estoy dando donde más le duele, pero no puedo evitarlo.

   Spencer me sonríe con una sonrisa claramente triste y luego abaja su cabeza agarrandola con sus manos.

    —¿Y si no somos nada, si nunca vamos a estar juntos, por qué dejaste que te hiciera el amor? ¿Por qué me permitiste conectar contigo de esa manera? —pregunta mientras se levanta y se coloca frente a mi.

   Maldición.

   No sé que responderle y verlo de esa manera me lastima.

   Lo estoy lastimando con mis palabras y no puedo evitarlo.

   —Quería sentirme verdaderamente querida aunque sea por una hora. —expreso dejándolo pasmado.

   Él se ríe cinicamente y se echa hacia atrás acariciándose el cabello.

    —Ser feliz por una hora, mientras que yo seré infeliz por siempre ya que recordaré que solo me utilizaste. —bufa—. Excelente, Emma. Acabas de arruinar este momento con el cual pensaba que tú y yo podríamos comenzar desde cero. Alejándote de un hombre que te maltrata, a estar con uno que te ama. —espeta él tallandose los ojos.

   Me coloco la camisa botón por botón y luego sigo con mi pantalón.

    —No puedes obligarme a estar contigo si en verdad no quiero, Spencer. Búscate a alguien que quiera cargar con tus traumas. —agarro mis zapatillas—. Por algo tu ex mujer se divorcio de tí...

  Es lo último que digo antes de quitarle el seguro a la puerta y abrirla, quedándome pasmada al ver a Elizabeth detenida enfrente mío.

   Dios. Ojalá que no haya escuchado lo que le dije a Spencer.

   —¿Qué fue lo que le acabas de decir a mi padre? —pregunta Elizabeth claramente enojada por su pequeño rostro.

   Sin poder responderle, oigo como algo se cae al suelo y me giro para ver que ha sido.

   Spencer.

   Se ha dejado caer en el frente de su cama recostado de ella, agarrando su cabeza con sus manos.

   No puedo estar aquí ni un segundo más, es por su bien que hago esto. Es por su bien que me alejo.

  


Duele, molesta y arde.

No tengo palabras para definir este capítulo. 😭

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