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Creo fielmente que estás ciega, Emma. ¿Aún no ves lo ilusionado y enamorado que estoy por ti? Por usted castaña, pongo el mundo a sus pies y luego me rindo ante ti, convirtiéndome en tu esclavo en esta vida y en todas las próximas.

—Spencer Tae-moo.

  SPENCER:

  
    Después de que Emma rechazó mis sentimientos, mi vida ha vuelto a ser la de antes; sin emoción. Claramente, mi hija es mi todo y soy más que feliz por tenerla, pero hay un vacío en mi corazón que mi hija no puede llenar y en mi creer, pensé que la persona que podría llenar ese rincón vacio dentro de mí, sería Emma.

    Me he equivocado.

    No obstante, no creo que esté bien.

   ¿No se supone que cuando rechazan a una persona, por dignidad esa persona debe alejarse?

   No lo estoy haciendo.

   Mientras estaba de viaje, he reflexionado tantas cosas que con anterioridad, no lo he hecho. Cabe resaltar, que los pensamientos acerca de que Emma me ha rechazado, no dudaron en vagar por mi mente y colocar mi humor más deprimido del que estaba antes.

   No obstante, todo empeoró cuando la madre de Elizabeth me invitó a su boda.

   El ver que ella se casaba con otro hombre después de abandonar a su hija y luego a mi, removió en ese instante una herida que ya creía que estaba cerrada.

   ¿Cómo alguien puede ser feliz lastimando a otros?
  
   ¿Por qué ella es feliz cuando me ha hecho tanto mal y yo que nunca he lastimado a nadie, no tengo esa felicidad que ella muestra?

   ¿Acaso no merezco que me amen?

   ¿No merezco ser feliz al lado de la persona que me gusta?

   Todas esas preguntas prometí responderlas una vez regresara a mi casa, Corea del sur.

    La boda fue bonita. Las sonrisas de todas las personas y los aplausos inundaron la capacidad de aguante que tenía para seguir viendo ese espectáculo mal hecho, entonces cuando pensaba en irme del lugar, Ji-Woo, la madre de Elizabeth, me llama e invita al altar para que diga unas palabras.

   No tuve el valor de hacerlo.

   Me levanté de la silla y la miré a los ojos.

   —Qué seas feliz, Ji‐Woo. —en ese momento volví mi mirada hacia su nuevo esposo—. Hazla feliz, ya que yo no pude...

   Y cuando esas palabras salieron de mis labios, me giré en mis pies y empecé a caminar fuera de ese lugar.

   De corazón deseo que ella sea feliz y también deseo no volver a verla nunca más.

   —Spencer... —me llama alguien, pero no presto mi mirada para ver quién es.

   Mi cabeza está plagada hasta más no poder de pensamientos depresivos.

   Me prometí a mi mismo no dejar de insistir en enamorar a Emma, pero tampoco quiero agobiarla y que ella se canse de mi cercanía cuando ella me dejó claro y contundente que no quiere nada conmigo.

   Debo preguntarle si ella desea que la acorteje y si Emma responde con un sí, entonces no me sentiré como si estoy invadiendo su paz y espacio personal.

    —¡Spencer, cariño. Estoy llamándote! —grita alguien con voz dulce.

   Levanto mi cabeza de mirar el escritorio, encontrándome con mi madre, Hannah.

MI DULCE REGALOWhere stories live. Discover now