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By fanficssleti

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Aitana y Pedri. Pedri y Aitana. Así los conocían en su pueblo de Tenerife, Tegueste. Son mejores amigos desde... More

PERSONAJES PRINCIPALES
PRÓLOGO
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Aviso
Capítulo 9
Capítulo 10
Capitulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22

Capítulo 19

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By fanficssleti

-NARRA AITANA-
Todas las miradas estaban sobre mi hermano, y la de Adri sobre Pedri. Lo miraba tan serio, que podría haberle hecho un agujero en medio de la frente.

- ¿Qué acabas de decir Fermín? -dijo Adri.
- Yo... -Fermín parecía haberse arrepentido de soltar esa bomba, sobre todo delante de mi hermano.
- ¿Es cierto, Pedri?
- Adri -dije.
- No hables Aitana, quiero que me responda él.

Miré a Pedri. En sus ojos había terror. Adrián lo quería, pero si a Pedri se le ocurría admitir que me había ido de casa por su culpa y que había acabado en urgencias, mi hermano lo mataría.

- No fue así -dijo Pedri- ¿podemos hablarlo en otro momento?
- Una mierda.
- Adri, por favor -dije.
- Creo que nosotros debemos irnos -dijo Gavi.
- ¡No! Adri, déjalo, eso ya pasó, estamos bien.
- ¿Me estás diciendo que te echó de casa y estáis bien? ¿Qué cojones? ¿Fer?

Esta vez los ojos de mi hermano se posaron sobre Fernando. Este agachó la cabeza avergonzado, sabiendo que mi hermano no le perdonaría que no le hubiese contado nada.

- Pedri, vamos a hablar arriba -Adri se levantó.
- Tenemos invitados, por dios Adri déjalo estar.
- ¡No voy a dejarlo estar Aitana! ¡Que me diga a la cara que te echó de tu casa!
- No la eché -dijo Pedri- se fue ella.

Técnicamente era cierto. Y el resto de la historia solo lo sabía Gavi, así que nadie podía destapar la mentira que fuese a soltar a continuación.

- ¿Por qué? ¿Qué le hiciste?
- Le dije que no la creía. Bárbara entró en su habitación y leyó una cosa, llegué y estaban discutiendo. No creí a Aitana, así que se fue enfadada.

Todos nos miraron atentos. Eso técnicamente también era verdad. A medias. Se había ahorrado la parte de que le lloré casi de rodillas. Creo que así era suficiente para que Adri quisiese partirle la cara, mejor que no supiese los detalles.

- Chicos -me levanté- ¿os importa que dejemos esto para otro día?

Todos negaron, levantándose a toda prisa. Normal, yo también querría huir de esta situación. Mis amigas me abrazaron antes de irse y Fermín me dio un beso en la mejilla. En tres minutos estábamos los cuatro solos en el comedor.

- ¿Y tú no me dijiste una mierda? -Adri me miró- te vas de casa y te lo callas.
- Fue complicado -habló Fer- pero ya están bien.
- Tu hermano llama mentirosa a mi hermana, y están bien.
- No la llamé mentirosa -dijo Pedri- joder. Ni siquiera es cierto que no creí a Aitana. Sí la creí, pero sabéis que mi relación es complicada, no podía decirlo delante de mi novia y hacerla quedar a ella de mentirosa.
- Es mejor pisotear a mi hermana delante de tu puta muñeca plástica -soltó mi hermano.
- Adrián -lo regañé- no te pases.

Los tres me miraron asombrados al haberla defendido. Una cosa es que la odie por como es, otra es meterme con su físico, que encima es espectacular.

- Por favor -dije- déjalo estar. Estamos bien. Lo hemos hablado y ya está. Volví a casa hace días.
- Adri -dijo Pedri- ya le pedí perdón a tu hermana.

Pedri intentó acercarse a mi hermano, pero este puso la mano al frente para impedírselo.

- Como te acerques, te suelto un puñetazo.

Pedri retrocedió dos pasos.

- Por esta vez, lo dejaré pasar. Pero como me entere que vuelves a hacerle daño a mi hermana porque tú y tu novia sois unos gilipollas, te romperé las pelotas.
- No tengo cinco años -me crucé de brazos.
- Me da igual. Nadie va a pasar por encima de ti mientras yo viva. Que te quede claro, Pedri. Y ahora me subo a dormir.

Mi hermano subió las escaleras con pasos fuertes. Fer me tocó el hombro con cariño y me indicó que subiese a junto de mi hermano. Subí las escaleras y entré en la habitación de Adri, que estaba cambiándose al pijama.

- Adri.

Se giró hacia mi, serio. Cerré la puerta detrás de mi espalda y me acerqué despacio.

- No te enfades.
- Claro que me enfado Aitana, no puede torearte. Acepto que estés enamorada de él, pero no que te vayas de tu casa. ¿A dónde fuiste?
- A casa de Gavi. No pasó nada. Pedri me creyó a mi, pero no podía decirlo delante de su novia.
- ¿Qué leyó?
- Mi libro, donde escribo mis sentimientos.
- ¿Sabe que estás enamorada de Pedri?

Asentí lentamente y Adrián respiró tan hondo que sus fosas nasales se ensancharon.

- ¿Va a decírselo?
- No lo sé, espero que no. No le conviene.
- Esto cada vez va a peor, en algún momento explotará Aiti.

Y porque ni siquiera sabía toda la verdad, si lo supiese ya estaríamos todos bajo tierra.

- Deja que yo me cuide. Entiendo que te preocupes, pero no pasa nada. Bárbara no le diré nada a Pedri, seguiremos como siempre. No importa.
- ¿No importa? Tienes que olvidarlo Aitana, esto no irá a ninguna parte. Te estás haciendo daño.
- Ya lo sé.
- Tienes que dejar de quererlo.
- ¡Ya lo sé! Joder, ¿te crees que es fácil para mi? Vivo con él, Adri. Vivo con la persona de la que llevo enamorada años. Es el primero que veo al levantarme, el último al acostarme.
- Aiti.
- Lo estoy intentando ¿vale? Pero no es fácil.

Mi hermano se acercó a mi cuando se fijó en cómo mis ojos se llenaban de lágrimas. No lo estaba intentando, todo lo contrario. Agarró mis mejillas entre sus manos y me sonrió dulcemente.

- Solo quiero que estés bien.
- Lo estoy, de verdad. Esa tontería ya se me ha olvidado. Deja que me cuide sola.
- Complicado -sonrió- eres mi ardillita.
- Tu ardillita tiene casi 21 años -sonreí.
- Bah.
- No te enfades con Pedri, ¿vale?
- Bueno, solo por esta vez no le daré un puñetazo, pero a la próxima lo mato.
- Vale -reí- pero no habrá próxima -espero.

Adri me dio un fuerte abrazo y salí de su habitación dejándolo solo. Bajé a la cocina para ver si los chicos seguían allí, pero solo quedaba Pedri recogiendo los platos.

- Hola -dije.

Se giró mirándome, dejando el último plato que tenía en las manos en el lavavajillas.

- Hola, ¿sigue enfadado?
- Más o menos, mañana ya se le habrá pasado.
- Lo siento.
- No importa.
- Por todo. Por eso y por haberme peleado con Fermín.
- ¿Y después soy yo la celosa? -sonreí, intentando que dejase de estar tan tenso.

Sonrió secándose las manos y acercándose a mi. Se quedó a unos centímetros, sin tocarme por si aparecía alguno de nuestros hermanos. Simplemente subió la mano y apartó un mechón de pelo detrás de mi oreja.

- Me voy a dormir -dije- ha sido un día intenso.
- Yo también.
- Buenas noches.
- Buenas noches Aitana, descansa.

Dejó un suave beso en mi mejilla y me di la vuelta para subir las escaleras. Una vez en mi habitación, me metí bajo las sábanas y mi cabeza empezó a repasar todos los problemas que tenía por estar liándome con Pedri. Mi hermano estaba en lo cierto, toda esta situación explotaría tarde o temprano. ¿Cuanto tiempo más podía esconder lo que estaba haciendo? ¿Conseguiría lo que tanto deseaba?

-NARRA PEDRI-
A la mañana siguiente, después de salir del entreno, me pasé por casa para coger mi disfraz y llevarlo a casa de Bárbara. Iba a comer con ella y a pasar la tarde juntos, para al final cenar con sus amigas e ir a la fiesta. Los últimos días había estado tan ocupado con Aitana, que apenas había contestado los mensajes de mi novia. En momentos como ahora, cuando mi cabeza estaba algo más despejada y podía pensar sin tener a Aitana delante, la culpa me comía por dentro. Estaba siendo un infiel, un mentiroso, un hipócrita y no estaba actuando de la forma en la que debía. Pensaba que después de acostarme con Aitana todo acabaría, pero después de la primera vez fue todo a más. Y también después de la segunda, tercera y cuarta. Me sentía fatal por lo que estaba haciendo, pero una parte de mi, una muy grande siendo sincero, se sentía vivo y lleno de adrenalina.

Lo cierto es que no me apetecía nada ir a la fiesta, pero ni a esa ni a la de Ferran, solo quería encerrarme en mi habitación e ignorar al resto del mundo por unos días. Adrián apenas me dirigía la palabra y no había visto a Aitana porque se había levantado más tarde que yo, así que hoy no la vería en todo el día. Me sentía raro al saber que tenía más ganas de verla a ella que la había visto el día anterior, que a mi novia que llevaba sin ver cuatro días. También me daba algo de miedo, porque no estaba seguro de lo que eso significaba.

- Hola -sonrió mi novia al abrirme la puerta.
- Hola ¿puedo pasar?
- Claro.

Entré en su casa y caminé hacia su habitación. Dejé mi disfraz sobre su cama y Bárbara se acercó para observar que era.

- ¿Batman? ¿En serio? Eso ni siquiera da miedo.
- Mentira, es genial. Además, valió 15 euros.
- Con el dinero que tienes eso es de ser un rata.
- Es que no tengo porqué gastármelo en idioteces.

Rodó los ojos ignorándome y salí detrás de ella, siguiéndola hasta la cocina. Había pedido la comida, así que solo tuvimos que sentarnos y echarla en los platos.

- ¿Qué has hecho estos días? Porque ni siquiera te has interesado en verme o contestarme los mensajes.
- Nada -me encogí de hombros- pasé tiempo con mi hermano y con los chicos.
- Ajá, ¿y no has tenido un rato para mi?
- Bárbara, sabes que necesitamos pasar tiempo separados también.
- Eso lo dirás tu, se supone que una pareja tiene que quedar.
- También tenemos que salir con nuestros amigos, no es bueno verse todos los días.
- Ah, pero a tu amiga si puedes verla todos los días.

Respiré hondo e ignoré su comentario. La compañía de Aitana no era lo mismo que la de Bárbara. Aitana siempre tenía cosas sobre las que hablar, siempre me hacía reír, pocas veces discutíamos (exceptuando los últimos meses), así que era muy distinto a la compañía de Bárbara que la mayoría de las veces se resumía en sexo y peleas. Las pocas veces que salíamos de casa, no sabía como pero los putos paparazzis acababan encima nuestra, así que terminábamos volviendo. Por no hablar de que Bárbara siempre me echaba en cara todas las cosas que le molestaban, que solían ser idioteces, como ahora.

- Por cierto ¿Como está? -sonrió mirándome- desde que se fue de tu casa no he vuelto a saber de ella.
- Ni falta que hace, suficiente con lo que pasó la última vez.
- No es mi culpa que sea una mentirosa.

Apreté la mandíbula guardándome las malas palabras. No quería discutir, no quería enfadarme y mucho menos quería que ella se enfadase. Ya empezaba a cansarme que estar con Bárbara fuese sinónimo de pelea.

- No hables de ella si lo único que vas a hacer es insultarla.
- No la insulto, más bien fue ella la que me insultó a mi. ¿La has dejado volver?
- No tengo que dejarle volver porque esa casa también es suya.
- Ya, claro, seguro que paga como tú.
- Creo que eres la menos indicada para decirme eso.
- ¿Qué quieres decir?
- Cuando salimos yo pago, cuando vamos de compras yo pago. Respiras, yo pago.
- ¿Me estás diciendo que me aprovecho? Esto es increíble.
- No te estoy diciendo eso, pero tú no hables sobre si Aitana paga o no la casa. Sí paga, y sino lo hiciese, yo no tendría ningún problema en pagárselo porque es mi amiga y quiero que viva conmigo.
- Y yo soy tu novia, creo que es bastante obvio que voy por encima.

Me metí el tenedor en la boca para no seguir con esta conversación. Era ridículo. Para Bárbara ella siempre podía gastarse mi dinero en la más mínima tontería, pero a los demás no podía dejarles ni un céntimo. Al principio puede que estuviese algo ciego, pero ahora que lo veía con más claridad y que ella cada vez era más obvia, no pensaba volver a gastarme un euro de más. 

- ¿A que hora salimos para la fiesta? -pregunté cambiando de tema.
- No lo sé,  yo me voy con las chicas.
- ¿Qué?
- Sí, Ana pasa a buscarme a las ocho para vestirnos en su casa.
- ¿No íbamos a cenar juntos?
- Tú desapareces cuatro días, no esperes que yo no pueda hacer mis planes.
- Pero si vamos a la misma fiesta.
- ¿Y? Sabes donde es, pásate cuando quieras.
- Bárbara, no voy a ir a la de Ferran porque me pediste ir contigo, y ahora me dices esto.
- Como evidentemente no quieres ir conmigo porque te pesa tu novia y no quieres pasar tiempo con ella, vete a donde quieras.
- No es justo, yo no he dicho eso.
- ¿Sabes? Ni falta que hace.

Se levantó de la mesa, dejando el plato aun con comida encima.

- Me voy.
- ¿Como que te vas?
- Estoy harta de discutir contigo, de que hablemos y siempre defiendas a los demás antes que a mí. Empieza a comportarte como un buen novio y ya hablaremos.

Bárbara se fue de su cocina y me dejó solo. Alcé las cejas flipando. Era increíble como esta mujer le daba la vuelta a las cosas la mayoría de las veces. Siempre la escogía a ella primero, siempre dejaba a otros colgados por verla, iba a donde me pedía y discutía con mis amigos y con mi familia por defenderla. Casi pierdo mi amistad con Aitana por ella. Pero nunca era suficiente, Bárbara me quería todas las horas del día, estar disponible para cuando a ella le diese la gana.

Me levanté enfadado para irme, pero antes le dejé todo limpio. Salí de su casa y no me quedó más remedio que irme a la mía, donde no había nadie. Decidí llamar a Fer y preguntarle dónde estaba, ni siquiera había comido en condiciones.

- Dime -dijo.
- ¿Dónde estás?
- Con Aiti y Adri en su hamburguesería preferida.
- ¿Ya habéis comido?
- No, ¿por?
- Pídeme la de siempre, voy para allí. 

Ni siquiera dejé que mi hermano respondiese cuando colgué la llamada. Estaba tan cabreado, que sentía que me salía fuego por las orejas. No era justo que me enfrentase a todo el mundo por Bárbara y ella nunca diese su brazo a torcer, que me tratase como su propiedad y cuando ella no quería estar conmigo me dejaba tirado. Quizás ahora entendía un poco a Aitana, ese malestar que se sentía cuando pasaban de ti. Realmente no me molestaba que Bárbara pasase de mi porque tampoco tenía muchísimas ganas de estar con ella, pero me molestaba que me tratase como un muñeco. Por no hablar de que empezaba a darme cuenta de todo desde que empecé a sentir estas cosas raras por Aitana. ¿Como la que se suponía que era mi novia podía enfadarme cada vez que estaba con ella? ¿Había sido así realmente todo este tiempo y yo de verdad había sido un ciego? ¿Había sido Aitana la que me había abierto los ojos? ¿Y que sentía yo por Aitana? ¿Seguía queriendo a Bárbara? Siempre las mismas preguntas y nunca una sola respuesta.

Llegué al restaurante donde se suponía que estaban y entré por la puerta principal, buscándolos con mi mirada. Subí a la parte superior y enseguida mi estado de ánimo cambió al ver cómo Aitana reía agarrándose la barriga. Era increíble como solo con verla podía cambiarme la actitud, como podía pasar de estar cabreado a sonreír solo por tenerla delante. ¿Qué significaba eso exactamente?

Me acerqué a su mesa y los tres me miraron mientras intentaban dejar de reír.

- Hola -dijo Aitana- ¿que haces aquí?

Le hice un gesto para que se echase hacia un lado y me senté a su lado. En frente estaban nuestros hermanos, en dos sillas, mientras Aitana y yo compartíamos un sofá.

- ¿Pelea en el paraíso? -dijo mi hermano.
- Y que lo digas.
- Y te nos acoplas -dijo Adri.

Lo miré todavía sintiéndome mal por lo de la noche anterior, pero me relajé al ver que sonreía. Supongo que ya no estaba tan enfadado.

- Sí -suspiré- ya no sé si iré siquiera a la fiesta.
- ¿Por? -preguntó Fer- ¿que ha pasado?

Noté como Aitana agarraba su bebida y la acercaba a su boca para no intervenir en la conversación. Sabía que no quería escuchar nada que proviniese de Bárbara, así que prefería hacerle ese favor y no cargarme su alegría hablando de alguien que no le hacía sentir bien, ya fuese porque la odiaba o porque también se sentía culpable.

- Da igual, una tontería.
- ¿Entonces vendrás a la de Ferran?
- ¡Mierda! Me dejé el disfraz casa de Bárbara. Me pasaré después a por él si eso, o me quedaré en casa. Tengo cero ganas de fiesta.
- ¡Venga! -dijo Adri- que mañana me voy. Haz el esfuerzo, no seas soso.
- Bueno, vale.

Fer y Adri chocaron sus manos, haciéndome reír. Nos trajeron la comida y de vez en cuando miraba a Aitana, que estaba muy callada desde que yo había llegado. En un momento, aproveché para bajar la mano y tocarle la pierna en un gesto cariñoso, pero Aitana se apartó tan bruscamente que me dio incluso miedo de que su hermano lo notase. Arrugué la frente levemente y subí la mano para coger mi bebida. ¿Qué coño le pasaba?

- Dios, estaba buenísima -dijo Adri tocándose la tripa.
- Una vez al mes venimos -rio Fer- sino Aitana nos mata.
- Normal, son las mejores.
- Lo sé -dijo Aitana.

Mi hermano se levantó para ir al baño y el de Aitana bajó para pagar en la barra. Aproveché para girarme hacia ella y hablarle.

- ¿Qué te pasa?
- Nada.
- No te creo.
- No me pasa nada.
- ¿Y por qué te has apartado cuando te he querido tocar?
- Creo que bastante jugamos con fuego ayer, no quiero que mi hermano sospeche nada.

Fer llegó en ese instante y tuvimos que frenar la conversación. No sabía porqué, pero esa excusa no me sonaba del todo cierta.

Salimos del local y nos acercamos a los coches que estaban aparcados al lado.

- ¿Nos vamos ya a casa? -preguntó Adri.
- Yo tengo que pasar antes por una tienda a cogerle una pintura de cejas a Laura, que se le ha olvidado y está en una comida con su familia -dijo Aitana.
- Yo te llevo -intervine- tengo que pasar por casa de Bárbara, así que no me importa.

Aitana me miró como si quisiese matarme, pero yo quería hablar con ella porque estaba muy rara. Adrián y Fer aceptaron sin problema y subieron en el coche del segundo para ir a casa, mientras nosotros subíamos en mi coche.

- Voy a tener que sacarme el carnet y comprarme un coche -dijo.
- ¿Y perder el privilegio de tenerme de taxista? -sonreí.

Rodó los ojos y giró la cabeza hacia la ventana para no mirarme.

- Vale -dije- ¿que te pasa?
- Nada.
- Para de mentirme, porque es obvio que te pasa algo.
- ¿Para que me llevas? Si vas a pasar por casa de tu...novia.
- Porque quería hablar contigo.
- A mi no me apetece mucho.

Suspiré girando el volante en la siguiente salida.

- ¿Por qué estás enfadada conmigo?
- No estoy...

Respiró hondo mirándome, frotándose las manos contra sus piernas. Solía hacerlo cuando se ponía nerviosa, como morderse el interior de las mejillas tal y como hacía ahora mismo.

- No estoy enfadada -dijo- en serio.
- ¿Entonces?
- Nada -miró de nuevo a otro lado.
- Aitana.
- Nada Pedri, solo vete a coger tus cosas y vámonos a casa.

Asentí sin decir nada más. Me molestaba mucho que no me dijese qué es lo que le pasaba, porque evidentemente le pasaba algo. Más tarde volvería a insistir, ahora me parecía mejor dejarla tranquila.

Antes de pasar por casa de Bárbara, llevé a Aitana a la tienda para cogerle la pintura a su amiga. Después retomamos el camino hacia casa de mi novia, sin mirarnos o dirigirnos una sola palabra. A veces la miraba de reojo para ver si así intentaba descifrar de algún modo lo que estaba pensando, pero evidentemente no servía de nada.

- Vuelvo enseguida -dije aparcando.

Aitana solo asintió y miró hacia sus manos para no mirar hacia la puerta de la entrada.

Caminé hacia el umbral y llamé al timbre, mirando antes unos segundos hacia mi coche para ver cómo estaba Aitana. Simplemente evitaba mirar hacia aquí.

Bárbara abrió la puerta y su sonrisa desapareció, mirándome con sorpresa y cerrando un poco la puerta.

- ¿Qué haces aquí?
- Venía a por mi disfraz.
- ¿Solo?
- Sí, solo.
- ¿Disculparte no?
- ¿Por no hacer nada? No.
- Vale, pues espera aquí, yo te lo traigo.
- ¿No puedo ir a buscarlo yo?
- No.

Me cerró la puerta en la cara y suspiré apoyando las manos en mis caderas. Me giré hacia el coche y vi como Aitana miraba su teléfono.

Me quedé cinco minutos de pie hasta que la puerta volvió a abrirse y Bárbara me tendió el disfraz. Lo cogí y nos miramos en silencio unos segundos.

- ¿Sigues queriendo que vaya a la fiesta? -pregunté.
- Te dije que hicieras lo que quieras.
- Joder Bárbara, que difícil pones las cosas siempre.

Levantó una de sus cejas rubias y una risa ronca se escapó de su garganta, mientras miraba por encima de mi hombro.

- Que poca cara tienes para traerla a mi casa.
- Estábamos haciendo recados.
- Seguro. Pues ya puedes irte.
- Me parece increíble que te estés comportando así.
- Lo que tú digas.
- Genial, pues adiós.

Me di la vuelta caminando hacia el coche, escuchando como cerraba la puerta detrás de mi sin ni siquiera despedirse. ¿Como es que seguía con Bárbara después de estas cosas? ¿Qué me ataba a ella para soportar esto? Quizás estas situaciones y lo que me estaba pasando con Aitana eran señales de que mi relación con Bárbara estaba en su final, sobre todo porque seguía sin responder a la pregunta de si la quería o no.

Subí en el coche y Aitana por fin levantó la mirada del suelo cuando entramos en la carretera. Se apoyó de nuevo contra la ventana y evitó mirarme lo máximo posible.

- ¿Vamos a hablar de lo que te pasa o no? -pregunté.
- No me pasa nada, te lo he dicho.
- Te conozco.
- ¿Tú crees?
- Lo sé.
- Ajá.

Suspiré cansado y no volví a hablar hasta que llegamos a casa. Estaba harto de intentar sacarle las palabras a la fuerza. La verdad es que hoy llevaba un día horrible.

Aitana subió a su habitación y no volvimos a vernos.

-NARRA AITANA-
Después de cenar fuera con mi hermano y mis amigas, fuimos a mi casa para prepararnos para la fiesta. Laura daba vueltas frente a mi espejo, viendo como le quedaba el disfraz en cada parte de su cuerpo. Iba del Joker, con el pelo y las cejas tintadas de verde, los labios rojos mal pintados, los párpados morados, y un conjunto de top y pantalón corto negros, con una camisa de manga corta negra por encima junto a una corbata morada desatada. Estaba muy muy guapa. Lucía iba de chuky, con un mono de colores y sangre por las manos y la cara, junto a un hacha de plástico. Y yo... bueno, había sido una opción de última hora ya que el día de compras con Fermín no había dado sus frutos. Tampoco es que me hiciese muchas ilusión ir, pero las chicas me llevarían por las orejas.

Desde que había hablado con Adri, mi cabeza estaba hecha un lío. Había empezado a pensar aun más en las consecuencias de estar liándome con Pedri a escondidas, todas las cosas que podían salir mal. Sin duda, yo acababa mal de todas las formas, menos en aquella ilusión de que  Pedri me querría que había querido creer que se haría realidad. No había nada que me garantizase eso, y odiaba sentirme culpable y mala persona. Pero también adoraba pasar tiempo con él, sentir que por momentos nuestros sentimientos estaban a la misma altura. Mi cabeza era un caos y no sabía como arreglarlo.

- La ostia Aitana, si no fueses mi amiga, te tiraría la caña -rio Lucía.
- Idiota -rodé los ojos- si es un disfraz súper simple.
- Pero estás cañón -sonrió Laura.
- Y vosotras amores -sonreí.
- Pues listas, vamos a bebernos hasta el agua de los floreros -dijo Lu.

Las tres reímos saliendo de mi habitación y bajamos hasta la entrada, donde nos encontramos a mi hermano y a Fer que nos esperaban. Mi hermano iba de preso sangriento y Fer de zombie.

- Coño, pero ¿no se supone que tenéis que dar miedo? -rio Fer.
- Anda que vosotros -rio Laura- mucho miedo no dais.
- Ya verás si te como el cerebro como te doy miedo.
- Seguro -reí.
- Vámonos anda -sonrió Adri- que ya son casi las doce.
- ¿Y Pedri? -pregunté.
- Al final no viene -dijo Fer- dice que no tiene ganas.

Todos asentimos y salimos de casa para subirnos en el coche de Fer. Durante el camino pensé en Pedri, en porqué no había venido. ¿Tanto le jodía estar mal con su novia? Dios, ¿por qué me preguntaba eso? Era su novia, claro que le molestaría estar mal con ella.

Sentí unos dedos tocar mi mano con cariño y miré a mi hermano, que estaba en la parte de atrás del coche entre Lucía y yo. Me sonrió dándome ánimos, y me apoyé sobre su hombro. Ojalá estuviese siempre aquí conmigo.

Una vez en casa de Ferran, saludamos a los chicos, entre ellos Fermín, que besó mi mejilla con cariño. Nos separamos de ellos y saludamos a la gente que conocíamos mientras nos dirigíamos a la zona de copas y nos hacíamos unas bien cargadas.

- Aún es medianoche eh -reí.
- Tú traga -rio Lucía.

Aún no habíamos visto a Gavi, y Laura giraba la cabeza cada dos por tres para ver si lo veía.

- Pareces un búho -reí.
- Calla, quiero verlo.
- Ya me valía con una obsesionada, ahora otra -Lucía rodó los ojos.
- Me quedo con esa frase para cuando te encoñes de una tía y empieces a acosarla -reí.
- Yo no acoso querida, esas sois vosotras.

Ambas la miramos con las cejas en alto y las tres estallamos a reír.

Después de media hora, un chico vestido con un mono de calavera y la cara pintada se acercó a nosotras. Gavi. Nada más verlo, Laura lo miró sonriendo, y antes de que nadie hablase Lucía ya lo estaba pinchando.

- Menuda mierda de disfraz, no das miedo -rio.
- Vosotras dais mucho -rio Gavi.
- Obvio -sonreí.

En cero segundos, se estaban comiendo la boca, así que Lucía y yo nos fuimos alejando hasta dejarles solos, o todo lo que se podía en medio de una fiesta llena de gente. Lo bueno es que todos eran conocidos y nada podía salir de esas paredes.

Una hora más tarde también perdí a Lucía, que se había ido detrás de una mujer alta disfrazada de novia cadaver. No me quedó otra opción que ir a molestar a mi hermano, que estaba con Ferran y lo demás chicos. La mayoría ya estaban contentillos, la verdad es que la mitad de la gente de la casa ya estaba borracha. Por mi parte solo sentía calor en las mejillas, y en todo el cuerpo, ademas de reírme por todo, pero lo tenía controlado.

- Venga va -dijo Ferran- jugamos al beer pong, Adri, Fermín y Aitana contra Araujo, Frenkie y yo.
- Con la mala puntería que tiene mi hermana -rio Adri, recibiendo un codazo de mi parte.

Empezamos a jugar, y con cada chupito mi cabeza aumentaba su energía. Claramente íbamos perdiendo, así que también estábamos más borrachos que ellos. Adri tenia razón, se me daba fatal. Finalmente el juego terminó y nos juntamos riendo.

Cerca de la dos de la mañana, estar dentro de la casa me abrumaba. Tenía mucho calor, el mono se me pegaba a la piel ardiendo, así que decidí salir a tomar el aire. Miré la diadema que tenía en mis manos mientras dejaba que el sudor de la nuca y la frente se secase.

Cerré por unos segundos los ojos, pensando en Pedri. Siempre pensaba en él, borracha o sobria, enfadada o enamorada, mis pensamientos le pertenecían, igual que yo misma, aunque él no lo supiese. Volví a colocarme las orejas y me giré para entrar de nuevo a la fiesta. Hasta que escuché una voz.

- Que coincidencia, ¿no Catwoman?

Me giré hacia él, y su sonrisa pícara fue suficiente para que mi cuerpo recuperase el ardor que tenía hace unos minutos. Pedri iba disfrazado de Batman, y yo de la que se suponía que era su novia. Genial.

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