Entre el Silencio y las Lágri...

By stephifranco

45 5 21

Una aventura de dos amigas que trespasa los límites naturales. More

1. Amigas
2. Nuestras amigas, las estrellas
3. Intuición
4. En busca de Alma
5. Entre aquí y allá
6. El caminante
7. La llegada
8. La isla
9. El inexplicable caso de David
10. La meditación
12. La partida
13. La caminata
14. El palacio de los misterios
15. Neblina y mentiras
16. Los espejos de las ilusiones
17. Entre el silencio y las lágrimas
18. La huída
19. Un despertar inusual
20. Un despertar usual

11. Un inesperado pero muy grato encuentro

1 0 0
By stephifranco


El agua recorría mi espalda y mis brazos. Helada pero a la vez refrescante. Sentada en la arena, frustrada, comencé a darme una charla auto-motivacional. Recordé que todo esto era como un juego, como jugar ajedrez. No sabía cómo, pero quería conseguir más información. Tenía que comunicarme con David, era mi única opción. Yo era la princesa Leia y él era Obi Wan Kenobi, que pena que no tuviese un droide R2—D2.

Y en eso, como muchas cosas raras en este mundo, que cuando las quieres o las piensas generosamente, aparecen, vino un muchacho de ojos grandes y azabaches, pelo oscuro y ondeado, como el mío. Tenía un caminar ligero, pero claramente extraviado. Estaba bien bronceado, se parecía a Tarzán hasta en la ropa. Tenía una cara bastante conocida pero no podía precisar de dónde. Por la familiaridad de su rostro lo recibí con alegría.

— ¿Hola, tú conoces a David?— lo dije con una voz llena de esperanza, como si fuese una niña, llena de ilusión. Esperaba un signo o una señal como respuesta. No la recibí.

— ¿Yo?— me preguntó.

¡Me podía comunicar con él! ¡Qué alegría! Pero, vaya que no tenía mucha suerte con la gente/seres que se cruzaban en mi camino en este lugar. Todos parecían como estar o ser de otro mundo. Pareciese que todos estaban aquí de pasada. ¿Dónde estaban los locales, los nativos, así, esas personas que conocen su tierra? Extrañamente, hasta la voz del muchacho me parecía conocida.

—Vaya que no estamos muy brillantes hoy— le dije. El estrés me hacía poco gentil.

—Nadie me había hablado en mucho tiempo...— Me dijo con voz de incrédulo y ojos soñadores.

— ¿Quién es David?— preguntó luego.

Señalé a David.

Me sonrío. Y aunque ahora me miraba fijamente, a su voz no se le iba el tono de soñador.

— ¿Eres nueva por aquí no?—.

—Sí, ¿cómo sabes?—.

—Porque yo y David somos completamente distintos, tú y yo somos iguales—.

— Mmm, bueno si tú lo dices — mi voz rebosaba sarcasmo y mal humor. Sin embargo él pareció poco afectado por mis comentarios.

— Y ¿qué somos tú y yo, exactamente, que no es David?— volví a preguntar. Pero esa pregunta no estaba bien. Luego agregué: —y... mmm... lo que realmente quiero saber es qué es David—.

—No sé. Solo sé que tú y yo somos iguales. Aquí todos vienen solos. Bien raro que se conozcan—.

—Mmm, ya.... entonces, yo soy la que sabe más aquí: tú y yo somos humanos—.

— ¿Qué es eso?— contestó.

— ¿Me estas bromeando?—. Fantástico, hablaba con alguien que no tenía conciencia de su propio ser.

—Humanos. Eso es lo que somos tú y yo—.

—Se nota que eres nueva por aquí— volvió a decir.

— ¿Por qué?—.

—Por qué buscas respuestas. . . llega un momento aquí que la gente no busca respuestas... no sé porque... solo pasa, se confunden y se duermen y desaparecen. Lo he visto muchas veces—. Y esta vez habló con tristeza.

Nos sentamos en la arena, como dos viejos amigos. Yo me agarraba el cabello para tratar de mantener la calma. No quería más tormentas ni tinieblas en esta estúpida isla, perdón, en esta maravillosa isla. Hay que mantener una mente positiva y como en todo, comencé por lo pequeño. Noté con incredulidad, que mi pelo estaba más fuerte, más oscuro, más brillante, más largo, más ondeado, más todo. Por segunda vez, noté mis piernas. No solo ya no había ningún indicio de la mordedura, sino, estaban más fuertes, como si hubiera estado yendo al gimnasio todos los días por el último año. Vi bien a mi nuevo compañero. Se notaba de buen físico y de excelente salud.

— ¿Y por qué eso no te pasa a ti? ¿Es por qué llevas poco tiempo acá? ¿Hace cuánto tiempo llegaste? —.

— ¿Yo? Eh no sé, sólo sé que no siempre he estado aquí. Me acuerdo que al comienzo no estaba acá porque cuando llegué estaba triste y muy sólo y quería regresar a casa, pero no sabía cómo.

—Eso es lo que a mí me pasa— interrumpí.

—No sé porque a mí no me pasa lo que a otros sí. Creo que es porque no tengo historia. Llegué sin saber nada, sin saber nadar ni andar. Creo que eso ayudó a que no me volviera loco. Nada me pareció raro en este mundo, porque no conocía otro. Me acuerdo que llegué, pero no de donde vine—.

Pobre. Qué aburrido estar sólo. Como no supe qué decir, no dije nada y él continúo con su historia.

—Me acuerdo que llovía todo el tiempo y estaba oscuro. A veces escuchaba voces familiares que me hablaban pero no podía ver quiénes eran. Había mucha neblina. Pero un día amaneció y vino una persona. Me enseñó a caminar y a correr. Con ella conocí a los delfines que ahora son mis amigos, pero un día se fue y nunca volvió. Pero desde que vino, ya nunca anochece y el sol brilla siempre. Muchas veces me siento sólo. Pero no importa...algún día iré a casa... lo sé...porqué ella me dijo—.

Fue el testimonio de vida más breve y sincero que había escuchado.

— ¿Quién es ella?—.

— La que te regaló la rosa, yo tengo varias—. Y muy emocionado sacó como cinco o seis rosas de su bolsillo. Rápidamente me di cuenta que esas rosas eran lo más preciado que tenía.

— Estoy emocionado. Ella una vez me dijo que vendrías—.

—Fantástico, previó mi futuro, ¿no dijo nada más?— le pregunté sarcásticamente.

—Aparte nadie me había hablado en mucho tiempo— dijo.

—Sí lo mencionaste—.

Me quedé callada. Pero el muchacho no paraba de hacerme preguntas. ¿Y quién puede culparlo? Hace tiempo que nadie le hablaba.

— ¿Y cómo sabes que se llama David? ¿Y lo puedes ver? No muchas personas nuevas como tú pueden verlos—.

— ¿Hay más personas como nosotros?—.

—Sí, te dije, pero no se quedan mucho tiempo. Cuando eso pasa, se vuelven locas, luego algunas recuperan la lucidez, pero esas se van también. No puedes quedarte aquí mucho tiempo sin volverte loco. Pero yo no tengo miedo. Sé que algún día me iré a casa también—.

—Ah—.

Si vas a casa, es porque yo te sacaré de aquí, pensé. Pero no lo dije.

— ¿Cómo te llamas?— le pregunté.

— ¿Yo?—.

—Sí—.

—No sé— respondió.

— ¿No tienes nombre?—.

—No—.

—¿Quieres uno?—.

—Sí—.

— ¿Cuál Quieres?—.

—No sé—.

Wow, este chico no sabía nada. Estaba en la calle, como decimos en mi tierra. Le miré la cara y luego me miré las manos. La mejora en mi piel era visible (ya no tenía las pecas en mis manos que tanto había odiado de niña). Sentía mi piel más lisa, mis músculos más definidos... me sentía más hermosa, más fuerte. Creo que poco a poco me estaba volviendo más sana, más perfecta, no había ni la más mínima cicatriz dónde me mordió el perro. Otra cicatriz que tenía en la pierna derecha, también había desaparecido. Volteé a ver a Alma, que incluso en este lugar donde todo se revitalizaba, seguía petrificada. Sin embargo, el muchacho decía que todos aquí terminaban mal... qué extraño era todo esto...

Suspiré y con mi suspiro vino una palomita. Era parecida a las de mi tierra, grises, gordas, con carácter lozano. Esta paloma no era cualquier paloma, tenía mucha osadía y se puso a picotear el pelo de mi nuevo amigo. Él la ahuyentaba, pero la paloma no se dejaba intimidar. La risa de mi nuevo amigo era fuerte y jocosa, esas que al reír, te hacen doler el estómago, esas que ahuyentan hasta las penas más amargas. Era la risa de alguien que se sabe amado. La verdadera pregunta, era ¿quién lo había amado? Mientras él se distraía con la paloma yo seguía viendo el horizonte, pensando: ¿A dónde llevaría el fin del mar? ¿Qué pasaría en la intersección del horizonte con el cielo, en este mundo? ¿El infinito?

No sé porque me encariñé con aquellos dos seres, tan parecidos y a la vez tan diferentes. Al mismo tiempo, dejé de sentirme frustrada por la excéntrica personalidad del muchacho y por la osadía de la paloma. Creo que fue en ese momento que me acostumbré a sentirme segura en lo inseguro y a aceptar que este nuevo mundo era diferente a mi tierra, a aceptar que capaz no tendría todas las respuestas, pero eso no significa que iba a dejar de preguntármelas. Que no supiese, no significaba que no hubiese respuestas.

— ¿Te gusta mi paloma?—.

—Es linda, ¿Cómo se llama?— le pregunté.

—Paloma—.

No discutí, pero en mi opinión era como llamar a un restaurante, El Restaurante, ósea súper aburrido aunque sumamente práctico. Extendí la mano hacía la palomita y también me picoteo los dedos, pero no me dolió. Más bien, sentí cosquillas y me dio risa, mucha risa. Así estuvimos un buen rato, jugando con la paloma. Y en eso se me ocurrió la mejor idea que había tenido desde que pisé este lugar:

— ¿Sabes cómo te puedes llamar? —.

— ¿Cómo?—.

— ¡Palomino! ¿Te gusta?—.

— ¡Como Paloma! ¡Sí! Me encanta—. Sus ojos, enmarcados por grandes y oscuras pestañas, centelleaban con un nuevo brillo. Y en eso obtuve una muestra de amor. Palomino me abrazó y sentí algo que no pude explicar, era como si hubiese estado esperando su abrazo por mucho tiempo. No sabía cuánto tiempo había estado en la isla porque como nada cambiaba, no podía medir el tiempo. Con sus brazos alrededor de mis hombros, me sentí acompañada y hasta protegida. Sentí esa conexión con otro ser humano y se me vinieron lágrimas a los ojos. Palomino no me soltó, pero me susurró en mis oídos... Tranquila, estoy contigo, ¿o capaz fue el viento? No sé, pero puedo decir que su abrazo, no sólo abrazó este nuevo cuerpo, sino también abrazó mi alma, lo más esencial de todo mi ser. Cuando por fin me soltó, Palomino me limpió las lágrimas de la cara, con dulzura y paciencia. Sentí la urgente necesidad de explicarme. No sé, de explicar mi debilidad.

—No sé qué pasa, no sé qué va a pasar con Alma—.

Palomino me miró y dijo:

— ¿Cuándo entenderás que no todo se puede explicar con palabras?—.

Le quería preguntar a qué se refería con eso, que era lo mismo que Alma me había dicho.

— Y ahora con Alma, ¿cómo hacemos? ¿Has visto algunos casos así?—.

Palomino miró al horizonte o a la nada, o a ambos. Y sentada junto a él, también estuve pensando. O capaz estuve pensando en nada, simplemente observando. A lo lejos vi delfines jugando. Vi las colas, unos eran más grandes de lo habitual, otros eran de color rosa, como los hay en la Amazonía. Era normal en este mundo, que todo sea, no sé, como más perfecto. Y a perfecto no me refiero a más bonito, si no a que cada cosa en si era más de sí misma: el delfín era más delfín, el agua era más agua. La verdadera naturaleza de uno mismo estaba muy presente en todo, incluso en mí.

— ¿Cómo se llama este lugar?—.

Palomino volteó a verme y dijo:

—No, esta es la isla sin nombre...—.

Después de un largo silencio me dijo:

—Una vez hablé con alguien, sólo una—.

— ¿Quién era? ¿Cómo era? ¿Fue hace poco, hace mucho, fue cuando eras chiquito? ¿Recuerdas?— lo interrumpí desesperadamente.

— ¿Chiquito?— Me contestó desconcertado.

— ¿Qué, nunca has sido pequeño, enano, así, como la mitad de lo que eres ahora?—.

—No... siempre he sido igual—.

— ¿Pero no era que no sabías ni caminar, ni correr, etc?— pregunté.

—Sí, pero me veía igual—.

— Entonces ¿qué hacías?—.

— Nada, miraba mis manos, mis piernas, no hacía mucho, era como un árbol creo...—.

— Wow— contesté.

Luego preguntó:

— ¿Y tú, en tu mundo, sí?—.

Acentúe la cabeza firmemente.

—Es de lo más normal— afirmé.

— ¿Y ahora te quedarás así?—.

—No, cambias, te pones más viejito—.

— ¿Cómo es eso?—.

—No sé cómo explicarlo, te pones arrugadito, un poco encorvado y tienes pelo blanco—.

— ¿Y después qué pasa?—.

—Bueno, después te mueres—.

— ¿Y qué pasa?—.

— Eh... bueno, mucha gente cree diferentes cosas—.

— ¿ Pero, tú que crees?—.

—Yo creo que nada... o no sé... fácil vuelves a nacer... o te vas a otro mundo... —.

— ¿Qué, cómo este? ¿Estás muerta?—.

— Ehhh... no sé...— era la primera pregunta de Palomino que no supe contestar.

Luego recordé que Gabriel me había contestado el teléfono... a él le esconden muchas cosas, pero no le esconderían que yo hubiese pasado a mejor vida.

—No, no estoy muerta... estoy casi segura de ello— agregué.

—Ah sí, he visto gente de tu mundo hablando de lo mismo, son las que entran por el bosque —.

—Sí, aparentemente ese es el camino que conduce a mi tierra— lo dije llena de cariñosos recuerdos.

— ¿Qué sabes de este lugar, quien es esa persona que viste?— continué.

— Bueno, creo que tú lo has visto más que yo. Es como tú dijiste. Arrugado, encorvado, y con pelo blanco. Usaba el palo de un árbol para caminar— contestó.

— Qué extraño ¿Sólo lo viste una vez?—.

—Sí, bueno, creo que era como tú y como yo... le entendí cuando habló... me cayó muy bien y me dijo que si lo quería acompañar en su camino que él sabía cómo llegar a casa—.

— ¿Y no fuiste? —.

—No—.

—Tonto, por no ir a buscarlo...—.

— Pero, ¿quién es? —.

— Ugh... no importa, ¿Pero por qué no fuiste?—.

— Porque esa voz me dijo que no—.

— ¿No fuiste porque alguien que no vez ni conoces te dijo que no? —.

—Sí—.

— UGH —.

—Sí la conocí, ella me enseñó a andar y correr, sí te conté...—.

— Verdad. Verdad. ¿En serio la conociste bien? ¿La tocaste?—.

—No, era como aire, pero un poco más denso, pero se parecía a ti un poco—.

—Ese ser... este... el denso del que hablas, ¿es igual al ser que te habló, el viejo?—.

—No para nada, totalmente distinto, no sé cómo explicarlo, la voz era más como la tuya, bastante parecida a la tuya. El otro era más como yo, pero al mismo tiempo no... —.

—Mmm...— Nos quedamos callados. Por un rato. Él recordando y yo maquinando. Miré mis manos, mi cabello y como se había sanado mi pierna. Vi cómo esta isla era estática y el sol no se movía. Este lugar no era casa. Teníamos que regresar. No era seguro que aquél viejo tuviera respuestas y menos que supiera curar a Alma, pero era nuestra mejor opción. Ojalá pudiéramos regresar a casa. Volteé a ver a Alma, junto con David. Eran dos estatuas. Dos bellas y dramáticamente esculpidas obras de arte. Eran hermosos y llenaban mi alma de una profunda tristeza. Increíble. Noté que seguía sin saber el paso del tiempo y que no tenía hambre ni sueño. ¿Extraño o perfectamente normal?

—Sí, creo que ahí podemos encontrar lo que estás buscando— dijo Palomino con voz abrupta.

—Me dijo que era un sabio y si alguna vez quería saber algo, que vaya a buscarlo, que él dice que sabe mucho— su voz cada vez más agitada con la emoción.

— ¿Y nunca has querido saber nada, ni quién eres? —.

— No —.

— ¿Sabes cómo encontrarlo?—.

— Sí—.

— ¿Cómo?—.

— Me dijo que siga el litoral de la costa y que vería un castillo—.

Se puso de pie y me dijo:

— Si quieres, ¡vamos! Así tu amiga se pone mejor— y me tendió la mano.

Por una fracción de segundos dudé en tomarla. Al final del día, necesitas aventuras y un amigo con quien vivirlas. De eso está hecha la vida.

—Vamos— me dijo.

—Ahora somos un equipo— le dije.

— ¿Qué significa eso?—.

—Que ganamos y perdemos juntos—.

— Ah... que bueno — y me sonrió. 

Continue Reading

You'll Also Like

11.8M 519K 74
◤ SEMIDEUS SAGA #02 ◢ Elysian Oracle - the oracle of Elysium, the highest oracle of the realms. The Alphas know it isn't over. The Gods are cons...
11.7M 302K 23
Alexander Vintalli is one of the most ruthless mafias of America. His name is feared all over America. The way people fear him and the way he has his...
7.4M 422K 56
''You remind me of the ocean..'' ''Is it because I'm deep and mysterious?'' he asks. ''No, because you're salty and scare the shit out of people'' ©2...
10.1M 506K 199
In the future, everyone who's bitten by a zombie turns into one... until Diane doesn't. Seven days later, she's facing consequences she never imagine...