MI DULCE REGALO

By CrystalCassanova

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Él es un militar. Ella es una escritora. Él no cree en el amor. Ella escribe sobre hombres amorosos y perfect... More

Prólogo
CAST
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Epílogo
Extra 1

17

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By CrystalCassanova

¿Es tan difícil para ti amarme? ¿Por qué no puedes hacerlo? Dime, ya no me mates como lo estás haciendo.

—Spencer Tae-moo.

  SPENCER:

   Antes de que ambos salgan de mi casa, sostengo la mano izquierda de Emma, haciendo que esta me mire.

   —¿Por qué haces esto? Se nota que este hombre te maltrata y... —ella levanta su mano diciéndome que me detenga.

   —Detente, no hagas esto más difícil. Te dije que no te quiero y que no voy a estar contigo, creo que fui muy clara. —expresa de manera contundente.

   No le pesa la voz al hablar, ni siquiera tartamudea.

   —¿Estás... casada... con... él? —le pregunto nervioso de su respuesta.

   Que diga que no es cierto, por favor.

   El nerviosismo, el pánico y el miedo me están matando lentamente como un veneno.

   —Si, él es mi esposo y a él es al único hombre que he amado y que sigo amando. —responde con una mirada triste.

   No creo que tenga una palabra o frase que pueda describir como me siento.

   Mis ojos no se despegan de los suyos, mi mirada se mantienen firme en ella.

   Siento como mi garganta se seca y es allí cuando trago en seco. Creo que hasta calor tengo.

   Ese hombre, el cuál no voy a mencionar que es su esposo, la empuja hasta que ella está más cerca de él y colocando su cuerpo pegado al suyo, coloca una de sus manos en su espalda baja y la otra en su trasero.

    Mis ojos se desvían para ver lo que él está haciéndole y ella no le dice nada. Él tiene su rostro cerca del suyo, pero ella echa su cabeza hacia atrás. Sin embargo, él le agarra la nuca y la echa hacia delante, besándola enfrente mío.

   Sabía que lo iba a hacer. No lo detuve, no debía hacerlo, sabía que si lo hacía ella se enojaria conmigo.

   De igual forma, mi cuerpo ya no tiene control. Creo que estoy en shock.

   Bajo la cabeza y trago en seco de nuevo.

   —Cómo ves... somos muy felices. —informa él queriendo obviamente causar un sentimiento o una reacción en mi.

   Echo dos pasos hacia atrás y levantando mi mano, acaricio mi pelo.

   No lo soporto.

   No creo soportarlo.

   Mi pecho duele.

   Siento una presión muy fuerte en mi pecho y ella se junta con mi garganta haciéndome difícil respirar.

   Maldita sea.

   ¿Qué me está pasando?

    —Salgan ambos de mis casa... —murmuro agarrando mi pecho porque siento que me dará un ataque.

   Levanto la cabeza como puedo pata ver el rostro preocupado de Emma, quien extiende su mano para acercarse a mí.

   —¡Salgan los dos de mi maldita casa ahora mismo! ¿No me entendieron? —me acerco al hombre colocándome frente a él.

   Algo en mi mirada le hizo saber que debía irse. Agarrando a Emma de la mano, empieza a salir de mi casa y con esto cierra la puerta.

   Caigo.

   Me dejo caer en el suelo. Lo necesitaba como loco, maldición.

   —¡Maldita seaaa! ¿Acaso no puedo ser feliz? ¿Tengo que ser infeliz obligatoriamente? —le pregunto a Dios mirando hacia el techo, con ambos brazos extendidos hacia los lados—, ¿es tan difícil amarme? ¿Será tan difícil? —lloro no cohibidome.

   La lágrimas se desbordan por mis mejillas y solo miro hacia la puerta.

   ¿Por qué ella no puede amarme?

   ¿Por qué esto me duele tanto?

  ¿Por qué me duele que ella no me quiera?

  Esto se siente como una odisea. Una que me duele estar pasando.

♧♧♧♧

   Ahora recuerdo lo que se siente no querer ni despertarse a trabajar. Tengo un bajón emocional que ni dos kilos de dulces podrían quitarlo.

   ¿Eso se llama depresión o solo es un bajón emocional?

   De igual forma soy quien tiene la culpa por haberme enamorado tan rápido de ella. Debí medir mis sentimientos y no caer tan rápido en sus encantos.

   Me siento gratificado de no haber roto nada en la casa ayer. Pude controlar mis sentimientos y no sé cómo lo hice. El dolor en mi pecho fue y es tan fuerte que aún lo siento.

   Este día va a ser una gran tortura para mi. Tengo que ver a Emma en el trabajo, si es que su esposo le permite ir.

   Abro los ojos y los tallo para poder abrirlos correctamente. Los cierro nuevamente y me agarro el puente de la nariz meditando en el fuerte dolor de cabeza.

    Mi plan se cayó. Ya no voy a intentar enamorar a Emma. Ella ya tiene esposo aunque se ve que es un maldito abusador.

   Me quito las sábanas del cuerpo y colocando mis pies fuera de la cama, voy hacia al baño para darme una ducha.

   Sentir como el agua acaricia mi cuerpo adolorido y cansado por una larga noche en la que no pude dormir; es refrescante y de mucha ayuda.

   Me quito el agua del rostro y ordeno mis pensamientos.

   Tengo a mi hija y ella me necesita. No puede verme así. Tengo que alejarme de ella lo más que pueda, no creo soportar verla o aun peor sentirla cerca mío, pero eso lo solucionaremos más tarde.

   Salgo de baño, intentando vestirme los más rápido que puedo. Mi madre llevará a Elizabeth al colegio, entonces luego iré a buscarla. Ya la extraño demasiado. Ella me subirá el humor con su bella sonrisa y esos pequeños dientes.

   En mi cabeza luce igual de adorable que siempre.

   Al terminar de vestirme, paso por la cocina, abro la nevera y agarro una bolsa de frutas secas para comerlas en el camino a la editorial.

   Cierro el refrigerador con el fin de entrar mi mano en mi bolsillo y sacar mi teléfono.

   Debo llamar a mi hermana antes de que me mate.

   Mientras la llamada suena, me encamino hacia afuera de la casa, cerrando la puerta con seguro.

   —Hola, idiota. ¿Ahora es que me llamas? ¿Te he matado a un familiar o qué? —pregunta Jennie sin siquiera dejarme hablar.

   Maleducada. Se salva que le soporto porque es mi hermana y me paga bien.

    —Buenos días, bello hermano. ¿Cómo estás? ¿Cómo amaneciste? ¿Dormiste bien? ¿Desayunaste? A eso se le llama educación, maleducada. —respondo queriendo que se enoje.

   Y eso hace.

   Empieza a reírse muy alto, tanto que hace choque con la llamada y el ruido es insoportable.

    —Idiota... ¿Cómo está todo? —pregunta luego de finalizar su burla hacia mi persona.

   Suspiro.

   Debo obviar lo que me está sucediendo.

   Coloco el teléfono en alta voz poniéndolo a mi lado para poder conducir con más comodidad.

   —La editorial va bien y cada día se suman más escritores. Hoy vamos a firmar un contrato con Wattpad Studios para escritores de esa app en Corea del sur, creo que será una nueva oportunidad. —le comento queriendo ver que le parece mi decisión.

   Se hace un silencio en la llamada, pero me quedo pasible porque sé que me va a contestar.

   —Ya sé todo eso, mi secretaria me mantiene al tanto de tus decisiones, lo que si quiero saber es como va lo que sea que hay entre tu y Emma. —expresa haciendo que la poca energía y felicidad que tenía por estar hablando con ella, se esfumara en un dos por tres.

    Acaricio mi cabello mientras doblo en una esquina, dejándome muy cerca de la editorial.

   —No hay nada, no hubo nada ni habrá nada entre nosotros, son solo cosas en tu imaginación... —espeto claramente enojado por su pregunta.

   Maldición.

   ¿Por qué todo me tiene que recordar a ella?

   —Cobarde... —dice Jennie.

   Frunzo el ceño no entendiendo a que se refiere.

    —¿Qué?

   —Te estás rindiendo solo porque no quieres luchar. El hombre que verdaderamente ama, haría lo que sea por esa persona.

   Me detengo en frente de la editorial y le coloco el freno de emergencia al auto.

   —Es muy fácil hablar y otra cosa hacer, Jennie. Ella está casada y me dijo que la deje en paz. Que ama a ese hombre y que por mi no siente nada ¿Y quieres que haga algo? ¿Cómo qué? ¿Humillarme más de lo que he hecho? ¿Suplicarle aún más? ¿O tal vez quieres que me arrodille ante ella? —la cuestiono ni siquiera sabiendo que hacer.

   Este tema de Emma me tiene estresado.

   Claro que quiero luchar por ella.

   Pero si ella me dijo que ama a ese hombre, no voy a interrumpir su relación. Tengo ética y moral. Lo mismo que hago eso me harán y ya me fueron infiel una vez, para ahora yo volverme el amante o el que termine esa relación.

   —No sabía eso, Spencer. —dice Jennie con un tono suave—. De igual forma, si sientes que ella no es sincera cuando dice que lo ama, no la dejes ir, Spencer o luego vas a lamentarlo...

   Y cierra la llamada.

   Maleducada, ni siquiera me dijo adiós.

   Tiene razón, pero no voy a volverme más loco de lo que estoy. Si es feliz con ese maldito infeliz, que lo sea, ya no puedo hacer nada o al menos es lo que creo por el momento.

   Salgo del auto, cierro la puerta y le doy la vuelta al auto con el fin de empezar a subir las escaleras para abrir la puerta de la editorial.

   Entro a la editorial y de inmediato voy a la recepción para inscribir mi hora de llegada.

   —Buenos días, señor Spencer. —expresa la chica de recepción mirándome lascivamente.

   Ignoro sus miradas y le sonrío falsamente como respuesta.

   Luego de eso me doy la vuelta con vista a ir a mi oficina.

   El aire se siente pesado o eso es lo que creo ya que tengo por seguro que Emma va a estar en la oficina.

   Maldita sea, ella y la secretaria trabajan en la misma oficina que mi hermana Jennie, la que ahora estoy ocupando.

   Por un momento pienso en cambiarme de oficina y colocar la mía en el segundo piso, pero eso sería muy cobarde, así que mejor enfrento mi problema.

   Abro la puerta de cristal dándome la primera vista del cuerpo de Emma agachado en el suelo recogiendo unos papeles.

   Acaricio mi cabello y respiro profundo queriendo demostrar falsamente que estoy bien.

   La secretaria de mi hermana sale de la sala de juntas y camina hacia mi al parecer para saludarme. Ella estaba de licencia porque se operó el cuerpo.

   —Buenos días. —murmuro atrayendo la mirada de Emma.

   —Buenos días, Spencer.  —dice ella quitando la mirada rápidamente.

   No logré poder verla bien, no entiendo porque quitó su rostro tan rápido. Es como si quisiera que no la viera.

   —¿Cómo está, querido Jefe? —pregunta la secretaria sonriéndome cordialmente.

   —Bien ¿y usted? —le pregunto sentándome en mi silla y agarrando el primer documento que encuentro en mi escritorio para comenzar a leerlo.

   —Bien, pase buen día. —recoje unos papeles de su escritorio—. Le llevaré esto a la jefa, nos vemos en la tarde.

   Asiento lentamente sin quitar la mirada del documento que estoy leyendo. Pronto escucho cómo la puerta es abierta y luego cerrada.

   Trago en seco aún nervioso por la presencia de Emma.

   La miro de reojo observando que esta está despeinada y esconde su rostro con su cabello, mientras escribe en la computadora.

   Echo hacia atrás mi silla, quedándome observándola por varios segundos.

   Algo le pasa o le sucedió.

   Cuando veo que ella levanta la cabeza, quito mi cara y me acerco al escritorio nuevamente.

   —¿Quiere algo, Spencer? —pregunta con voz melancólica.

   Suena como si quisiera llorar.

   Acaricio mi cabello no sabiendo que responder.

   —No, gracias. —respondo queriendo evitar a toda costa pasar muchas palabras con ella.

   Ya no me tutea, eso me hace sentir incómodo.

   —Ummmm, ¿Quieres café? Siempre bebes uno a estas horas. —explica.

   —No, gracias. Ya bebí en casa. —expreso pero sin mirarla aunque es lo que más quiero.

   El silencio claramente es incómodo y así lo pasamos no una, ni dos horas, sino tres. Ya no lo aguanto más, me iré a buscar a mi hija. Debo salir de aquí lo más rápido posible.

   Me levanto de la silla y agarro las llaves de mi Audi con el fin de darle la vuelta a mi escritorio.

   —Spencer... —menciona Emma.

   No quiero girarme, pero es de mala educación no prestar atención cuando te hablan.

   Me giro para verle la cara.
  
   Maldito.
  
   Maldito hijo de puta.
 
   ¿Cómo se atreve? Lo venía venir, pero obvio que no podía decirle porque ella diría que no es así.

   ¿Cómo pudo golpearla? Tan solo de mirar su rostro, deseo torturarlo y matarlo.

   Doy un paso hacia delante para ver más de cerca sus moretones, pero ella se adelanta y me abraza.

   —Lo único que quiero es llorar y tener a alguien que me abrace... —expresa ella mientras me abraza de repente. Sus brazos están totalmente expandidos en mi espalda—. Abrázame por favor, Spencer. Ayúdame a aliviar el dolor que siento físicamente y interiormente.

   No hago nada. No levanto ni un solo hueso.

   Me está utilizando y eso no me gusta.

   —No soy el clavo que saca a otro clavo. Tampoco soy plato de segunda mesa para que quieras utilizarme. —expreso muy enojado.

   Me duele verla así, pero más me duele es que me utilice sabiendo que con cualquier mínima atención que ella me dé, me voy a ilusionar y sufriré más de lo que actualmente estoy.

   —No te estoy utilizando, te necesito, Spencer. A ti, necesito al Spencer cariñoso. —me abraza más fuerte, pero aún no la abrazo.

   La ira me carcome.

   Él la ha golpeado.

   ¿Cómo se atrevió?

   —¿Por qué te golpeó? —le pregunto queriendo saber rápidamente la respuesta.

    —Porque estaba en tu casa y él pensó que me había acostado contigo. —responde ella ocultando su rostro.

   Me separo lento de ella con el fin de agarrar su barbilla.

   —Lo mato, voy a matarlo por ponerte tan solo las manos encima. —espeto tajantemente—. Tú no hiciste nada para que el te hiciera daño. Lo mataré no importando lo que me digas. Nadie puede golpearte, él ni siquiera debió de haberlo hecho.

   Estoy tan enojado que podría explotar.

   Mi puerta es abierta de par en par, estrellándose con la pared.

   —Si me vas a matar, comienza...

    Sufte malditooooo.🔥
  

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