Peligrosa obsesión | tom kaul...

By kaulitzpromise

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Mis defectos según ella: -Eres impulsivo, cínico, irrespetuoso algunas veces, mujeriego, egocéntrico, narcisi... More

Sipnosis.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.

Capítulo 29.

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By kaulitzpromise

No podía creer lo que Harriet me estaba diciendo. Gustav no pudo haber hecho una estupidez como esa.

—Sí, ya tenemos una parejita formada, ¿no son lindos? —preguntó ella.

—Tengo que hablar con Gustav, estoy completamente seguro de que tú me estas mintiendo.

—No, no te estoy mintiendo, ¿Por qué lo haría?

—Porque eres... una...

—¿Una que tonto? Yo no soy nada, y si no me crees llámalo y verás que tengo razón.

—Eso mismo haré.

—¡Perfecto! ¡Adiós!

—Adiós, ¡Y no llegues muy tarde! —le seguí gritando

—¡Está bien! ¡Cuídate! —utilizó el mismo tono que yo.

Colgó el teléfono y no pudo evitar reír. Harriet siempre encontraba la forma de hacerme reír, hasta en el momento menos pensado.

Como dije que iba a hacerlo, llamé a Gustav y lo llené de preguntas. Al final, lo que mi loca prima dijo era verdad. Uno de mis mejores amigos estaba de novio.

¿Entienden eso? Y es más, de novio con un angelito diabólico. Pobre de él, el mini-infierno que lo espera.

Al día siguiente, me levanté con tiempo de sobra para ducharme y desayunar. El maldito Lunes ya había llegado, y con él un nuevo comienzo de semana.

Salí de mi departamento y me estaba por prender un cigarrillo. Pero me detuve al recordarla.

—No vuelvan a fumar sin antes haber desayunado...

Como si ella estuviera por ahí, guardé el cigarrillo en la caja y me subí a mi moto para llegar al purgatorio, o sea a la Universidad. Divisé a mis amigos y me acerqué a ellos.

—¿Cómo están? —les pregunté.

—Mejor que tú —respondió Georg.

—¿Por qué? —lo miré sin entender.

—Por tu cara —me dijo Gustav— Tienes cara de estar muy perturbado...

—No, estoy bien. No tengo nada.

Aunque ellos tenían razón, ayer había estado demasiado preocupado y pensando demasiado en Marjorie. Tal vez yo no me sentía tan así, pero mi rostro demostraba lo contrario.

Divisamos como dos chicas llegaban a las risas. Eran Kamil y Harriet. Los ojos de Gustav se iluminaron y su cara de idiota apareció de inmediato. La diminuta de anteojos y ojos cafes se sonrojo un poco al verlo. ¡Oh Dios santo, esto era demasiado cursi!
Gustav se acercó a ella y la besó cortamente en los labios.

—Buen día, bonita —la saludó.

—Buenos días, bonito —le dijo dulce.

—¿Ya dejaron la cursilería? —les pregunté. Harriet rió divertida.

—Te mata la envidia —me dijo mi rubia prima.

—Si no sabes, estoy muriendo —dije irónico.

Todos rieron y comenzamos a caminar para entrar. Miré para mis costados y me faltaba la castaña. Me faltaba ella...

Llegamos al salón. Kamil se fue para su clase avanzada y nosotros cuatro entramos. Nos acomodamos y luego de unos minutos el profesor entró. El profesor de estadística era el hombre más sucio y ordinario que alguna vez yo haya visto en mi vida. De verdad era repugnante. La clase comenzó y traté de concentrar mi atención en otra cosa. No estaba Marjorie para molestarla, así que me quedaba Harriet para hacerlo. Pero no era lo mismo molestar a mi prima, que molestar a Marjorie.

La puerta del salón se abrió y dirigí mi vista hacia allí. Una radiante Marjorie entró con una sonrisa de oreja a oreja. Tenía un aura muy distinta al de los otros días. Parecía estar relajada y en completa armonía. Se veía realmente hermosa...

—Tarde señorita, Abrams  —le dijo el profesor.

—Lo siento —se disculpó ella— Aquí tiene mi permiso por la llegada tarde.

Le tendió el papel y caminó hasta tomar asiento al lado de Harriet. La rubia le dijo algo y ella asintió. Esperé a que se girara a verme, pero no lo hizo.

¿Qué diablos le sucede? ¿Qué fue lo que hice para que ni siquiera me dedicara una mirada?

La clase pasó lenta para mí. El comportamiento de Marjorie me tenía más que confundido.

El timbré sonó y todos salimos. No dejé de seguir con la mirada a Marjorie, hablaba efusivamente con mi prima. Me alejé de mis amigos y caminé hasta ellas dos.

—¿Qué hacen? —les pregunté.

—¿Sabes? Me llaman en la rectoría, luego te sigo contando, Harriet —dijo sin mirarme.

Comenzó a caminar alejándose de nosotros.

—¿Me puedes decir que demonios le pasa? —le dije a mi prima.

—No lo se —dijo y quiso caminar para alejarse de mí, pero la detuve.

—Si lo sabes, y vas a decírmelo —le dije mirándola amenazadoramente.

—¿Sabes donde puedes meterte tu mirada asesina, verdad? —preguntó y empujó mi brazo para pasar.

—¡Ya vas a querer mi habitación! ¡Ya vas a llorar por ella! ¡Y yo no te la voy a dar! —le dije elevando mi voz, ya que se estaba alejando

Giré para ir al jardín y fumar un cigarrillo, pero detuve mis pasos al verlo allí mirándome con una sonrisa cínica.

—Te soltaron, Becker  —le dije.

—No podían tenerme ahí siempre, Kaulitz —dijo. Reí por lo bajo y lo miré con diversión.

—¿Te gusto la cárcel? Es un lugar muy parecido a tí —dije.

—Sí, puede ser —afirmó y caminó un poco más hacia mí— Ya se la verdad de todo Kaulitz, ¿y sabes? No estoy enojado, ni nada de eso. Es más quería pedirte perdón...

—¿Perdón? ¿Por qué?

—Y por como me comporte, yo no quería herir tus sentimientos —dijo con sonrisa irónica. Estaba logrando sacarme de nuevo— Yo actué así porque pensé que tenías algo con Marjorie...

—Si lo tengo.

—Ya quisieras —me dijo divertido. Se acercó más y apoyó una de sus manos en mi hombro. Lo miré despectivamente— Conozco perfectamente a Marjorie, de los pies a la cabeza. Conozco su forma de ser, su forma de pensar... Y se que todo lo que dijo en el juicio fue solo para sacarte de allí. Y lo entiendo, ella haría cualquier cosa por un amigo.

—Pues no le parezco muy amigo cuando nos revolcamos —dije despreocupado.

—Marjorie no se acuesta con cualquiera, y mucho menos con tipos como tú. Que tienen más nombres de mujeres en una cama, que un propio motel de mala muerte.

—Ella parece disfrutarlo bastante...

—Como digas, Kaulitz, ya entendí como es la cosa. Tú estás loquito por ella, ella ni te registra y por eso estas un poco 'extraño' últimamente.

—Si no quieres terminar peor que la última vez, mejor cállate —le advertí.

Se alejó de mí y puso sus manos en el aire.

—Tranquilo, tranquilo. Yo no quiero pelea, solo quería aclararte que ya no hace falta que sigas esforzándote por mostrar algo que no sucede...

—Está bien, puede ser que aún no me la haya llevado a la cama. Pero ¿Quién te ha dicho que no lo voy a hacer? Falta menos de lo que imaginas para que eso suceda —dije muy seguro de aquello.

Me miró con ojos venenosos. Él sabía que yo estaba hablando muy enserio.

—Eso lo veremos.

—Sí, si lo verás. Cuando ella haya sido mía, vendré a refregártelo en la cara. Tal vez nos grabe, para que veas como lo goza.

—Infeliz... —murmuró.

—Tranquilo, Becker, no quiero pelear contigo. Solo quiero que dejes de esforzarte para ser un imbécil, te sale muy bien por si solo.

—¿Pasa algo amigo? —me preguntó Georg apareciendo detrás de Becker. Del otro lado apareció Gustav.

—No, nada muchachos. Solo intercambiamos opiniones con Travis, ¿no es así? —le pregunté.

Me miró fijo y luego se fue sin decir nada.

—¿Qué quería? —preguntó Gustav.

—Nada, es solo un pobre idiota —respondí despreocupado.

Las horas comenzaron a pasar y la actitud de Marjorie parecía empeorar, ahora no solo no me miraba, ni siquiera me hablaba. Yo de verdad creo que ella quiere acabar conmigo y luego anotarlo como una victoria realizada en su vida.

En esas horas que pasaron mi humor había empeorado, ni siquiera yo mismo podía aguantarme. Mis amigos se acercaron a mí y gruñí frustrado.

—Uh, ¿Qué sucede, Tom? —preguntó Georg.

—No molesten —les advertí, mientras terminaba mi cigarrillo y tiraba la colilla con fuerza.

—Ya se lo que te tiene así —dijo Gustav y apoyó una de sus manos sobre mi hombro. Lo miré de reojo, como advirtiéndole que no se pasara de listo— Has perdido tu talento, ¿verdad?

Lo miré realmente sorprendido, como se nota que estos dos me conocen.

—¿Cómo supiste? —dije mientras seguíamos caminando.

—Ni siquiera tu padre logra ponerte de ese humor, cuando no tienes sexo —me aclaró Gustav.

—Lo que Gustav dice tiene sentido —habló Georg— Tom, tú definitivamente eres un ninfomaníaco.

—Eres un sexo-dependiente —agregó Gustav.

—No puedes estar mucho tiempo sin ello... te vuelves completamente loco.

—¡Es que no puedo entenderlo! —bramé nervioso— ¡No puedo acostarme con ninguna! ¡No me producen nada! ¡Estoy con ellas y... y no... no me excito!

—Pues claro —dijo Gustav soltando un suspiro— Tantos años de desenfreno tenían que cobrar su factura.

Fruncí el ceño ante su tonta teoría.

—Apenas tengo diecinueve años —dije y volví mi vista al frene.

Los tres nos dirigíamos a otro día de clases. Las malditas clases, en la maldita Universidad.

—¿Y hace cuanto no pasas más de un mes sin acostarte con nadie? —me preguntó Georg. Lo miré extrañado y me puse a pensar.

—No... nunca —dije. Los miré consecutivamente— ¿Debería ver a un medico?

—Me parece amigo que tu carrera sexual ha llegado a su fin. Debiste pensar un poco antes de usarla tanto —aseguró Georg.

—Claro no debemos ser pesimistas, estamos en el siglo XXI. Existen los tratamientos y diversas cosas para solucionarlo —me alarmó más mi buen amigo Gustav.

—Ya, Gustav, lo estamos asustando. Mira su cara —le dijo Georg divertido— Amigo lo que a ti te pasa es simple y tan claro como el agua.

—¿Qué es? —le pregunté esperanzado de que me diera una respuesta.

—Necesitas un psicólogo —sentenciaron los dos al unísono.

Mi mirada se distrajo por su diminuta figura caminando descaradamente al salón.

—No, no —aseguré y ambos miraron lo que yo miraba— Lo que yo necesito acaba de entrar a ese salón, y me está volviendo completamente loco.

Ambos se miraron entre sí y entramos. La divisé sentada al lado de Harriet. Mi rubia prima me miró y me sonrió, mientras que ella seguía con sin siquiera dirigirme la mirada.

¡No consigo entender que pasó con ella! Ayer estaba todo bien, se quedó a cuidarme... éramos muy felices. Y ahora no somos nada. No dejé de mirarla en ni un solo segundo. Ella parecía no notarlo, pero estoy completamente seguro de que si lo notaba.

Ella estaba muy conciente de que yo la estaba mirando, tiene ese sexto sentido que tiene todas las mujeres. Pero aún así no es capaz de mirarme. ¡No es capaz!

Y yo ya no puedo tolerar su indiferencia, su desprecio y su... forma de ser. Todo lo que me sucede es culpa de ella, absolutamente todo. Yo no puedo acostarme con ninguna otra, porque estoy completamente seguro de que ella me ha tirado algún embrujo o algo parecido...

¡Oh, Kaulitz! ¡Escucha lo que estas diciendo! ¿Embrujo? ¿Qué idiotez es esa? Lo único que necesito es acostarme con Marjorie Abrams, sacarme las malditas ganas que le tengo y volver a ser el mismo de antes. Solo eso. Simplemente eso... Todas las tonterías y cursilerías que me dijo Khloe el otro día eran totalmente incoherentes y sin sentido.

Yo solo necesito sexo con ella y asunto arreglado. Primero tengo que arreglar las cosas, pedirle perdón y volver a tomar confianza. Entablar una especie de... 'amistad' para luego llevármela a la cama. Pero maldita sea, ¿Cuánto tiempo va a llevarme eso?

—¡Tom! —me llamó Georg sacándome de mis pensamientos. Me giré a verlo.

—¿Qué? —le dije.

—Ya terminó la clase —afirmó mi amigo.

—¿Cómo? —dije y me puse de pie.

Ya nadie estaba en ese salón.

—No —dijo Gustav mirándome con cara de preocupación— De verdad, ya me estas asustando.

—Bueno, no importa —les dije— Pero vamos, salgamos de este maldito lugar.

El resto del día se me pasó lento y pesado. La indiferencia de Marjorie cada vez me hacía sentir un poco más impotente.

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