Besos en Guerra ©

By dayzaccardi

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"Solo físico. Beneficios. Cero sentimientos. Y ya" Regla uno: si una mujer ingresa al sistema será aniquilada... More

💋⚔️
ANTES DE LEER
⁰ Viento Negro
¹ Mushu
² El entrenador
³ Chat privado
⁴ Juego sucio
⁵ Yin Yang
⁶ El refugiado
⁷ Levántate, si puedes
⁸ Jugando con fuego
⁹ Tenemos un trato
¹⁰ Hola, ¿tú eres...?
¹¹ Apretados
¹² Vacío
¹³ Besame
¹⁴ Juguemos
¹⁵ Dibujos
¹⁶ Acurrucados
¹⁷ Ansiedad
¹⁸ Ultimátum
¹⁹ Las minas
²⁰ Debajo de ti (y de la lluvia)
²¹ Amigo
²² Sueños nublados
²³ Capitán
²⁴ Tú
²⁵ Quédate
²⁶ Mensaje
²⁷ Verdades a la luz
²⁸ Otro amor
²⁹ Quererte
³⁰ Contigo
³¹ Adiós
³² Sueños oscuros
³³ Fregadero
³⁴ ¿Quién es?
³⁵ Personaje secundario
³⁶ Cobarde
³⁷ Decisión
³⁸ Error del sistema
³⁹ Auxilio
⁴⁰ Caos
FINAL 1/2
EPÍLOGO
¿BEG EN FÍSICO?

FINAL 2/2

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By dayzaccardi

Joel

Mis padres habían elegido a mi hermano para rescatarlo de aquellos ladrones antes que a mí por falta de dinero. De todas formas, no los culpaba, siempre había sido más rebelde que Henry. Mucho más... distinto y un poco torpe, bastante torpe. Pero qué más da, al menos gracias a ellos y a su desamor conmigo pude pensar en mi gran invento.

Era una noche de octubre cuando todo pasó. A Kevin, el jefe de los ladrones, les había llegado un llamado para rescatarnos. La sorpresa vino cuando la palabra rescatarnos se volvió singular. Habíamos pasado unas semanas trágicas  con Henry. Días de puro llanto y miedo a aquellos con máscaras que nos habían secuestrado, pero sin embargo, estábamos juntos en eso. Siempre agradecía al de arriba por lo que tenía ya que... bueno, hubiera sido peor si nos hubieran raptado por separado, y lo terminé de confirmar cuando se lo llevaron a casa y a mí me dejaron solo.

Completamente solo.

Sin refugio.

Con un grupo de ladrones enmascarados que solo buscaba dinero para soportar los gastos del trabajo de parto de una mujer que estaba por allí embarazada.

A pesar de su locura y su coraje, al entregar a mi hermano, Kevin, un hombre con canas blanquísimas, ojos negros y un porte que llamabala atención, se quitó su máscara negra y me miró por primera vez con pena, entristecido. Hasta yo me di tristeza a mí mismo al ver su reacción. Claro que me sentía como la mismísima mierda, claro que extrañaba a mi familia, claro que sentía ciertas cosquillas en el estómago que me hacían cuestionarme la vida, pero sin embargo, había un sentimiento que persistía y estaba íntimamente relacionado con tener la sensación de que perdía mi hogar, de que me cerraron las puertas de mi casa, de que todo se iría a la mierda. De que ya terminaría como estos ladrones que se refugian en las minas y viven con lo que pueden y comen cada tanto como si de un privilegio se tratase.


—Macho, que puta mierda tu vida —fue lo primero que me dijo. A pesar de haberme amenazado de muerte y usarme para generar ingresos, no parecía mala gente. Ya lo había visto varias veces hablando tiernamente con la barriga de su pareja como si fuera un oso de peluche por dentro—. ¿Se han quedado cortos de dinerillo?

Suspiro.

—Si quieres matarme, hazlo ya, por favor.

Él niega con la cabeza.

—Pero hombre, ya no tienes hogar, te han dejado tirado, no comes hace dos días, ya eres casi uno más nosotros —jugó con el arma que tenía en la mano.

—No entiendo —solté con los ojos llorosos.

—Que no te mataré —me lo aseguró y apartó el arma a un lado—, me has dado pena.

—Joder, eso no ayuda

Se echó una carcajada.

—Bienvenido a tu nuevo hogar —alzó las manos—. ¿Qué se te da bien? Los que se quedan aquí siempre tienen que aportar nuestro granito de arena si quieren su ración semanal. ¿Has robado alguna vez?

Me mordí la lengua al oirlo y pensé: ¿En serio viviré con los que me secuestraron? Pero luego yo mismo me respondí: Al menos ellos sí te abren las puertas de su refugio.

De un segundo a otro se creó un gran silencio incómodo que me obligó a hablar. Aún no me atrevía a desafiarlo, no tenía tanta confianza con él, ni si quiera lo conocía, así que intenté contestar lo que, en su momento, creí más adecuado:

Soy mecánico y estudiante de medicina  —susurré por lo bajo—; también reparo autos y cosas en general. Antes de que ustedes llegaran estaba experimentando en aparatos para mejorar la calidad de vida de las personas, pero ya me rendí. De hecho... —saqué como pude algo de mi bolsillo— aquí hice mi primer prueba de un corazon virtual, se inserta en la cabeza por medio de una cirugía y funciona mucho mejor la circulación de la persona e incluso le puede quitar alguna que otra enfermedad —le mostré mi pequeño chip de metal—, tardé meses en hacerlo, de hecho, no lo sabe nadie. En casa me tratan de loco por estar tan encerrado a comparación de Henry y... —noté su cara de susto— perdón, me emocioné. Lo siento.

—¿Qué dices? Eso es cojonudo, lástima que no sé para qué nos serviría un maldito corazón virtual —bromeó y se me extendieron los extremos de la boca hacia arriba.

Necesito cambiar de tema.

—¿Quiénes más viven aquí?

—Magalí, mi esposa, el pequeño que está dentro de su barriguita que ya amenaza con salir en cualquier momento y Ricky con sus... mhm... hijos, es un colega —me explicó y se acercó a la silla en la cual me tenía acorralado—. Déjame que te sacó de aquí.

Le agradecí de todo corazón cuando me sacó y terminé la acción con una sonrisa simpática.

Los días siguientes ya fueron mucho más divertidos. Hablé con Maga, con el famoso Ricky y sus veinte niños y todo parecía ir demasiado bien. Las minas eran completamente nuestras y poco a poco se iban sintiendo como un hogar, montábamos habitaciones con cosas robadas, jugábamos entre los túneles con los más pequeños, hacíamos entrenamientos, era todo... ideal hasta que ese día llegó.

Magalí entró en estado de parto una semana después de mí llegada. Y estaba claro que no podíamos ir a un hospital siendo tremendamente buscados por el gobierno de Siria, entonces, todo fue catastrófico. Como una película de terror.

—¡Joel! ¡Ayúdanos! ¡Por favor! ¡Tú tienes que saber cómo se hace esto! —la voz desesperada de Kevin mientras sujetaba a su esposa en aquella piedra con mantas me traumó.

Lo peor, es que para no decepcionarlo, accedí. Accedí sin tener casi nada de información. Sin saber nada. En mi mente solo estaba el hecho de que tenía que ser útil de alguna forma, quizá no robando, pero sí como médico o mecánico. Solo quería ayudar para sentirme querido.

Maga, en medio de contracciones agonizantes, se comenzaba a aferrar a mí como si su vida dependiera de ello. Nos encontrábamos en un refugio improvisado, lejos de la civilización, ocultándonos del gobierno de Siria que nos buscaba implacablemente. Con cada empujón, el dolor se intensificaba, y yo, sin experiencia médica, me sentía impotente ante la situación.

Quería salir corriendo.

Finalmente, tras horas de lucha, el bebé emergió entre gritos desgarradores. No sé cómo lo hicimos, pero lo hicimos. Sonreí triunfante al sostener al pequeño niño entre mis manos, era una cosa tan pequeña que hasta me parecía adorable y todo. El problema fue el silencio que siguió fue ensordecedor. El bebé no lloraba, no se movía. Con lágrimas en los ojos, me mantuve callado, esperando en vano un signo de vida. El corazón de la esposa de Kevin se rompió en mil pedazos en ese momento, y el dolor de perder a su hijo antes de siquiera conocerlo fue más allá de lo que cualquier palabra podría expresar.

El aire en la habitación se volvió espeso con la tristeza y la desesperación. Nos aferramos el uno al otro, buscando consuelo en medio de la devastación. Magalí, exhausta y con el corazón destrozado, apenas podía hablar. La realidad de lo ocurrido se había vuelto insoportable, y enfrentarla parecía una tarea imposible.

—¡Lo has afixiado! —Kevin es el primero que habló. Se encontraba en mi espalda, desacatado.

—No, yo no he hecho eso, lo juro, yo no...

—¡Mi hijo no respira, joder! —lo afirmó tocándole el pecho al pequeño mientras se larga a llorar junto a Maga.

—Es probable que haya nacido con un problema en el corazón, ni si quiera lo he tocado, Kev —explicaba tan rápido como podía—. Puede ser algo similar a una cardiopatía congénita —hablo veloz— es un problema cardíaco presente al nacer y se produce por una formación anómala del corazón durante el desarrollo fetal. Aún no se sabe porque pero...

—¡Dame una solución no me digas que es lo que tiene mi hijo! —suplicaba él viendo al recién nacido y a su esposa desgarrándose de la tristeza.

Bajo la cabeza y le entrego el niño a la madre, desestabilizado.

—Apenas está respirando —los intento hacer entrar a la realidad—. No hay forma de que este bebé pueda seguir viviendo, sería irrealista.

Kevin frunció el ceño por lo crudo que fui.

—Haz algo, por favor, Joel. Confíe en ti, maldición.

—Ayúdanos —el pedido de Maga me hizo sentir culpable.

Tenía que ayudarlos.

Debía ayudarlos.

Ellos eran mi nueva familia.

—No hay nada que pueda hacer al menos que...

—¿Qué?

Lentamente, saqué el chip de núcleo que creé de mi bolsillo y se los enseño. Ellos lo recordaron al instante y, a pesar de que se lo quedaron mirándolo por unos minutos, ambos, sin decir nada, asintieron con la cabeza dándome el consentimiento aunque sé que en el fondo no estaban tan seguros de aquello. Acto seguido, puse al bebé en un rejunte de mantas, tomé el chip entre mis manos y comencé con todo.

Hasta el día de hoy nunca vi tanta sangre en mi vida.

Trabajar en un cuerpo tan pequeño una cirugía como fue algo extraordinariamente difícil. Tanto que si les digo que el bebé sobrevivió no me lo creerían ni ustedes.

Pasó una semana desde ese entonces, el pequeño sin nombre seguía junto a nosotros y con vida. Kevin y Maga me lo agradecieron de por vida. Estaba orgulloso de mí por ello, aunque me pareció extraño el óptimo funcionamiento del aparato ya que el control, que se suponía que me daba la capacidad como para programarlo, no me funcionó. El pequeño era una mezcla humana y robótica, no actuaba como un robot, en lo absoluto, parecía un auténtico humano, pero sin embargo, ahora tenía un chip en la cabeza y también un corazón que funcionaba medio lento, pero al menos estaba allí.

Esa era la diferencia que tenía con el resto. Él fue salvado, no fue creado por nadie. Él siempre tuvo una parte humana con él porque nunca terminó de morir, nunca terminó de sentir. Y eso, eso lo hizo único.

Luego de un mes, cuando parecía todo enderezarse, empezaron a llegar llamados. Eran de mi familia. Querían poner todo el dinero para recuperarme, pero lo que no sabían era que yo ya había encontrado otra familia, otro refugio y ya no me sentía emocionalmente identificado con ellos. Por eso, cada vez que llamaban le suplicaba a Kevin que les colgara y eso hacía. Mi única preocupación era seguir estudiando mecánica en sincronía de medicina con puros libros dentro de las minas con el objetivo de poder ayudar al pequeño rubiecito en caso de tener algún inconveniente en su crecimiento.

O al menos sí, esa era mi única preocupación hasta que ocurrió lo más inesperado.

Justo el día que me tocaba cuidar al pequeño, que por cierto para ese entonces ya tenía nombre, atentaron a las minas con bombas. Las destruyeron casi en su mayoría y, pof primera vez, sentí odio en mi vida, ¿quién podía tirar cosas así sin pensar quién puede estar dentro?

Lo sostuve en brazos como podía mientras corría intentando deducir donde serían los próximos estallidos, el bebé llorando sin parar, pero lo peor no fue eso, lo peor era de quién se trataba, de quién era nuestro enemigo.

Y no era nada más y nada menos que Henry, mi hermano. En el fondo, sabía que él vendría a buscarme, pero nunca creí que en este tipo de rollo.

Cuando me lo crucé en ese túnel, sabía que él nunca sería el mismo si negaba su propuesta.

—Debes volver a casa —dictaminó y me abrazó, llorisqueando, sin darle importancia al crío que tenía en mis brazos enroscado en una mantita celeste—. Quisimos entregarles dinero, pero nunca aceptaron los llamados, entonces tuvimos que acabar con ellos por las malas, pero aquí estoy, hermano, aquí estoy. Y traje al ejército de papá, ¡no se dejarán vivo a ninguno!

Mi cara, que se refugiaba en su hombro, creyendo que solo le traería paz su presencia, se tornó de rojo al oír esas cinco palabras «tuvimos que acabar con ellos». Me obligué a separarme de él sacando cualquier tipo de emoción y lo miré con rechazo. Desconociendo a aquella persona. Incapaz de caer en la realidad: él, mi hermano, había asesinado a los padres del pequeño, de mi pequeño.

—¿Cómo pudiste...? —exclamé, luchando por contener las lágrimas mientras sujetaba con fuerza al bebé en mis brazos—. Lo has dejado sin nadie —murmuro, enfurecido—. ¡Lo has dejado solo en esta vida!

—¿Qué dices? Suelta a esa cosa y vamos a casa, estás delirando, ¿te lavaron el celebro o qué?

Mi mente se nublaba con una mezcla de dolor, ira y confusión. ¿Cómo podía ser posible que mi propio hermano fuera responsable de la muerte de los padres de un bebé recién nacido? ¿Cómo podría enfrentarme a la verdad de que él, quien alguna vez fue mi protector, ahora era una persona que se ponía contento por la violencia?

Las palabras se atascaban en mi garganta mientras luchaba por encontrar una manera de expresar mi dolor y mi desilusión. ¿Podría alguna vez perdonarlo por lo que había hecho? ¿Podría encontrar la fuerza para seguir adelante, sabiendo que el hombre que tenía delante era tan diferente del hermano que alguna vez conocí?

Abrazo al bebé con más fuerza.

—No. No volveré.

—Vamos, Joel, basta de dramas.

—No lo haré.

—Vuelve con tu familia, anda —susurró.

—Ellos eran mi familia y los mataste —sollozo—. Y también eran la suya —Miré los ojos del pequeño.

—Por el Ave Fénix, ellos te secuestraron.

Fruncí el ceño.

—¡Pero en poco tiempo supieron contenerme más que ustedes!

La ira ardía en mis venas mientras miraba a mi hermano, quien parecía cegado por su propia justificación. Mis ojos lo recorrieron con un fuego abrasador, sin poder contener la rabia que bullía en mi interior. Y aumentó cuando él, en vez de reconocer su error, se alejó con un gesto de desprecio ojeándome con odio, ignorando todo lo vivido juntos.

—Pues si prefieres a unos ladrones antes que a tu propia familia que se sacrificó por ti, pudrete aquí solo —espetó, enufercido, alejándose por el túnel.

Suspiré.

Mis manos temblaban con la intensidad de mis emociones mientras sujetaba al bebé con fuerza, como si fuera el único ancla que me mantenía aferrado a la realidad. Mi hermano se alejó sin mirar atrás, dejándome sumido en un mar de confusión y dolor.

El pequeño en mis brazos emitió un suave quejido, como si pudiera percibir la tensión en el aire. Lo abracé con ternura, prometiéndole que encontraríamos un camino juntos, lejos del caos y la violencia que nos rodeaba.

—Nunca te dejaré solo en este mundo de mierda, nunca —murmuré por lo bajo con lágrimas en los ojos—. Te quiero, Zayn. Serás mi nuevo refugio. Mi primer refugiado.

Arranqué el collar de mi cuello y se lo puse enredado al de él con una suavidad anormal de mí. Solo quería protegerlo de cualquier mal y si, de entregarle toda mi protección se tratara, lo haría. Si se tratara de matarme estudiando para conseguirle una mejor vida, lo haría. Y si se tratara de revivir a todos aquellos muertos con chips para su bienestar, también lo haría.

Y no. Todo esto no es el final del gran problema, porque todo lo demás vino después de dos semanas cuando salí de las minas a buscar provisiones y cuando regresé Zayn, que se encontraba en su cuna, ya no estaba. En su lugar, había una hoja con algo escrito:

"Nunca podrás criar a alguien como se debe si no tienes ni si quiera comida para darle. Déjamelo a mí, hermano, yo sí qué hago y de qué bando estoy"

Casi muero de la furia. Apreté mis puños y juré, juré por toda mi vida que lucharía por tener a ese niño devuelta, tarde lo que tarde. El conflicto estuvo cuando ese niño ni si quiera sé acordaba de mi existencia y él mismo empezaba a atacar a mis nuevas creaciones como si yo fuera el malo. Henry, al parecer, ¡hasta había adoptado a otro niño para hacerle creer que él era su hermanito y que los había rescatado de un orfanato! Pobre iluso.

Henry y el ejército de papá —incluyendo al mini refugiado humano que al parecer era más dotado que el resto por razones obvias— venían cada dos por tres a las minas a bombardear y, cuando ya superaron mi paciencia, decidí que no iba a quedarme más con una postura pacifista.

Limpiaría mi nombre.

O al menos, si ese pequeño rubio no me quería tanto como yo a él, estaba seguro de que aunque sea debía conseguir mi collar devuelta para poder abrir el centro de energía del ejército de papá y utilizarlo para mis refugiados y la mejora de ellos.

Fuera como fuera.

Y allí empezó el invento de los refugiados. Mis refugiados, todos conectados por las minas y por el abandono. Que aunque no tenían esa pizca de sentimientos y emociones que tenía Zayn y se controlaban por cápsulas y un control, podían imitarlas bastante parecidas a pesar de tener alguna que otra falla como Gafitas que estaba tan conectado a sus hermanos que podía predecir lo que sucedía de un lado bastante perturbador, esperen... ¿qué? ¿Yo dije eso? Maldición, esta Azulita me lo ha pegado. Gafitas no. Como 101, eso es, como 101.

Zayn

Ya no se oyen disparos. Ya no se oye guerra. Ya no se oye nada. Simplemente es blanco. Sí. Blanco es lo que veo. ¿Dónde estoy? Abro los ojos como puedo y ojeo mi alrededor. Habitación clara. Estoy acostado y vendado en mi vientre. No siento dolor, solo me siento cansado y con ganas de dormir sin parar por un rato. Mis músculos están tensos, creo que ya sé porque estoy aquí.

—Has perdido mucha sangre, por eso te desmayaste —es la voz de Grillo la que me sorprende. Me da un alivio impresionante entender que está bien, pero lo que me hace ruido es que esta habitación no pertenece a la de nuestro bando, es la del otro. Dejo de pensar cuando él me abraza—. Estás vivo, amigo.

Suspiro con alivio.

—No entiendo nada. Me han disparado muy cerca del corazón y no he sentido nada, ¿habrá sido tan fuerte el dolor que mi cuerpo reaccionó así o...?

—Hay muchas cosas que no sabes —Joel ingresa a la habitación junto a Blair, sonrío de punta a punta al verla, ella también arquea sus labios pero de una forma mucho más simple—. Las sabrás cuando te sientas mejor.

—Me siento espectacular —hablo rápido sin apartar la mirada de ya saben quién.

Ella camina hacia donde estoy acostado y apoya la mano en la superficiee de la camilla mientras me mira con ternura. Apoya su mano en ella, yo la cubro con la mía. Se le eriza la piel, pero sin embargo, no me besa, no llora, no se desespera, no nada. Eso me deja un sabor amargo en la boca. Tengo que hablar con ella unas cuantas horas para que me crea luego de todo lo que pasó, por suerte, fui astuto y me encargué de grabar cada conversación con Lidia para que sepa que siempre le fui leal porque sabía que ella no sería fácil  de convencer. Para que sepa que siempre fue ella.

Que aquel día no la escogí porque sabía que la refugiada estaba oyéndolo todo y solo quería protegerla.

—Te tiene que hacer una cirugía —me explica la de pelo azul por lo bajo cortándome el rollo romántico—. Coser y quitar la bala aunque no..., olvídalo.

—¿Ella sabe lo que no sé? —enarco una ceja— ¿Tengo alguna enfermedad terminal o algo parecido acaso? —inquiero dubitativo. Joel la mira y ambos asienten, tengo entendido que esa es la respuesta de la primera pregunta, si fuera la segunda ya directamente prefiero matarme yo mismo.

—Pero no por voluntad propia, me amenazó con una daga para que se lo cuente —El líder de los refugiados baja la cabeza—. Casi me mata.

Típico de mi Blair.

—¿Y tú crees que yo le dejaré al líder de mis enemigos que me haga una cirugía?

—No me percibo como tu enemigo.

—Zayn, Joel detuvo a la guerra, frenó a los refugiados con el centro de energía para que dejen de herir a los nuestros, no es mala gente, lo sabrás cuando te cuente el resto de la historia, solo estaba defendiéndose de lo que comenzamos nosotros en un pasado —traga grueso y me mira con esos ojazos celestes que me dejan loco—. ¿Confías en mí?

Esta es la primera vez que Blair después de que le pida modales no me habla por usted. Le sonrío y asiento, gracioso.

Claro que confío en ti, guapa.

—Háganme lo que tengan que hacerme, pero luego me deben unas cuantas explicacio...

—Siempre es así de pesado, tendrás que acostumbrarte, Joel —balbucea ella mientras se aleja, triunfante.

Me volverá loco.

Ya no puedo esperar a terminar la cirugía y salir de aquí para hablar con ella.

__⚔__

Tres días después, ya vuelvo a estar en condiciones físicas de moverme. Estos días no estuve con nadie más que con Joel y, como dijo Blair, no parece ningún monstruo. Supongo que a veces las apariencias engañan.

Salgo de la sala blanca con él, contento, olvidándome de todo lo que ocurrió antes y entre la guerra. Me preocupa Henry, todo lo que tiene que ver con él luego de mi traición hacia su persona. También me preocupa mi hermano, cómo estará en el campalento, si me está esperando, si tiene miedo o no, quiero saberlo. Lo extraño tanto como a ella, pero por suerte, la de pelo azul nunca tarda más de un minuto en aparecer frente a mis ojos llevándose toda mi atención.

—Al parecer usted no sonríe ni cuando le salvan la vida —suelta ella con los brazos cruzados. En respuesta, sí que arqueo un poco mis labios y miro los suyos un poco sin que llegue a notar el gesto.

Me sorprende su nuevo look. Está vestida con ropa cotidiana que le queda espectacular y su pelo... su pelo se lo ha teñido de azul intenso denuevo. Luce estúpidamente hermosa.

—Supongo que pocas cosas me hacen sonreír —me acerco a ella e intento pegar sus labios con los míos cuando ella me tira su mejilla en forma de rechazo.

Apreto la mandíbula.

No pasa nada Zayn.

Me voy a matar.

Solo está confundida por todas tus señales.

Quiero llorar.

—Supongo que así es —termina agregando—. Me alegro de que estés bien, de verdad lo hago.

No llego ni a responder cuando Joel decide hablar:

—Los dejo solos, creo que tienen mucho de lo que hablar —da un paso hacia atrás—. Luego de eso, por favor ven a verme a mi oficina, Zayn. Debemos tener una charla sincera acerca de unas cuantas cosas.

Le hago un okey con mi pulgar y él se aleja.

—Te ves muy linda —le confieso que me gusta lo que veo como de costumbre.

—Ya —corta todo—, me hice unos retoques.

—Estoy orgulloso de ti, ¿sabes?

Ella se sonroja.

—¿Por qué lo dice?

—Has logrado todo esto por tu propia valentía hasta incluso mejor que yo.

Blair achina sus ojos y me desafía con la mirada.

—Yo le dije que era capaz a pesar de ser mujer y yo no miento —carraspea su garganta—. Aunque hay que admitir que su ayuda me ha hecho crecer bastante como persona y como guerrera.

Dejo mi mano apoyada sobre su hombro y le hago una pequeña caricia en medio de un silencio incómodo.

—Oye... con respecto a lo que pasó con lo nuestro, yo...

—De verdad lo quiero —murmura ella con los ojos llorosos—, pero ni usted ni yo estamos preparados aún para pelear por lo que sea que comenzamos a crear estos meses. A usted le ha ganado la cobardía y a mí mi impulsividad.

Me tiembla el pulso cuando quiero quitarle el mechón de pelo de su cara y ponerlo atrás de su oreja.

—No es todo tan así, hay varias cosas que no sabes y...

—Creo que antes de las confesiones debemos sanar varios temas con nosotros mismos si quiere algo formal conmigo en algún momento.

—Lo haré. Haré lo que sea por esto.

—Necesito acciones, no palabras, Zayn.

—Las tendrás —aseguro—, las tendrás.

—Fue un placer conocerlo, capitán —murmura ella por lo bajo, sin mirarme a los ojos.

—El placer es, será y siempre fue mío, Blair —respondo forzando una sonrisa al ver la mochila que cuelga de sus hombros. Esto es una despedida—. ¿Vas con tu familia?

Arruga la nariz.

—Así es.

—Tu padre estará orgulloso de ti.

—Ojalá —susurra tan bajo que apenas llego a oírla.

—Yo supongo que iré a... alguna parte —ya definitivamente no tengo hogar.

—Teo te necesita —me lo recuerda.

Asiento y me la quedo mirando, embobado, hasta que vuelvo a abrir mi boca:

—Hasta que la vida nos vuelva a cruzar, mujer guapa de pelo azul —le tiendo la mano.

—Hasta que la vida nos vuelva a cruzar, rubito amargado —me devuelve el apretón.

Y sin más, ella se aleja caminando por el pasillo. La miro hasta que la pierdo de vista y, en el fondo, sé que ella sabe que lo estoy haciendo.


















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