LA NUEVA ERA [MARVEL]

By aglopezz_z

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"No tuvieron un final feliz pero sonrieron todas las horas que pasaron juntos, y sólo por eso valió la pena"... More

𝘈𝘶𝘵𝘰𝘳'𝘴 𝘕𝘰𝘵𝘦
𝖮𝖱𝖨𝖦𝖨𝖭𝖲
𝑃𝑙𝑎𝑦𝑙𝑖𝑠𝑡
V. G.
F. S.
E.W.
I. G.
A. G.
B. B.
A.
G. E.
S. L.
𝖡𝖮𝖱𝖭 𝖥𝖮𝖱 𝖳𝖧𝖨𝖲
OBJETOS EXTRAÑOS
DESEOS REALES
ANHELOS OCULTOS
DESEOS MALDITOS
PRECIO PAGADO
SOLTAR
EL NOMBRE
𝖲𝖧𝖤 𝖪𝖭𝖮𝖶𝖲
DUDA

GOLPE FUGAZ

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By aglopezz_z

Tony Stark se encontraba solo en su estudio, rodeado de hologramas y tecnología avanzada. El traje de Iron Man descansaba en una esquina, como un testigo silencioso de sus hazañas pasadas.

En ese momento, Tony no era el genio multimillonario, ni el superhéroe. Era simplemente un padre que había cometido errores.

Alice Stark, su hija, estaba al otro lado de la puerta.

Había crecido sin él, con solo historias, dinero y fotografías para llenar el vacío. Tony había estado demasiado ocupado para darse cuenta de que también tenía una responsabilidad en casa. Ahora, con el tiempo en su contra, quería enmendarlo.

La puerta se abrió lentamente y Alice entró. Sus ojos marrones, tan parecidos a los de su madre, lo miraron con cautela.

Tony se levantó y se acercó a ella. No sabía por dónde empezar, pero sabía que tenía que hacerlo.

—¿Alice? —dijo Tony, su voz temblorosa—Nunca debí haberme alejado tanto. No debería haberme perdido tantos momentos importantes en tu vida.

Alice lo miró, sin decir nada. Tony continuó.

—Cuando eras una niña, estaba demasiado ocupado construyendo mi imperio, multiplicando la fortuna Stark. Pero ahora veo que eso no era suficiente. No puedo compensar el tiempo perdido, pero quiero intentarlo.

Alice parpadeó, y una lágrima rodó por su mejilla. Tony la secó con el dorso de la mano.

—Pepper siempre fue quien te cuidaba, siempre supo cómo equilibrar todo—continuó Tony—Ella era la que te llevaba al colegio, la que te leía cuentos por la noche. Yo solo estaba en las noticias, en las portadas de las revistas. Pero eso no es ser un padre.

Alice asintió, sin apartar la mirada de él.

—Quiero ser parte de tu vida, Alice. Quiero estar ahí para ti, para escucharte, para apoyarte. No puedo cambiar el pasado, pero puedo intentar ser mejor en el futuro.

Tony se arrodilló frente a ella y tomó sus manos.

—Perdóname, Alice. Perdóname por no haber estado allí cuando más me necesitabas. Prometo que a partir de ahora, seré un padre presente. No importa cuántos enemigos enfrentemos, siempre estaré aquí para ti.

Alice lo miró a los ojos y sonrió.

—Te perdono, papá — dijo—Todos cometemos errores. Lo importante es aprender de ellos.

Tony la abrazó con fuerza, sintiendo que una parte rota de él se estaba curando.

—Gracias, Alice —susurró—Gracias por darme una segunda oportunidad, te prometo que a partir de ahora pasaremos más tiempo juntos mi niña.

Tony Stark, el hombre de hierro, se dio cuenta de que su mayor batalla no era contra los villanos, sino contra su propio orgullo y ego. Y estaba decidido a ganarla por el bien de su hija. Mientras que Alice Stark estaba feliz, pues su padre había cumplido su mayor sueño.

Areli Strange y Juliana Barton se adentraron en la vasta biblioteca del Sanctum Sanctorum, con la determinación de desentrañar los misterios de los dioses celtas.

Las estanterías se alzaban como guardianes silenciosos de conocimientos ancestrales y el olor a antigüedad impregnaba el aire.

Areli hojeaba un pergamino amarillento mientras murmuraba palabras en gaélico antiguo. Juliana, más pragmática y con gafas de montura gruesa, hojeaba un tomo titulado "Mitología Celta: Leyendas y Misterios".

El aire estaba cargado de misterio y electricidad. Areli trazó con el dedo las runas talladas en la madera de una mesa cercana, mientras Juliana hojeaba un tomo polvoriento.

—¿Crees que aquí encontraremos respuestas sobre los dioses celtas? —preguntó Juliana, su voz apenas un susurro.

Areli alzó la vista y sonrió apretando los labios.

Sus ojos brillaban con la promesa de secretos desvelados.

—Stephen siempre ha sido un coleccionista de rarezas —afirmó la chica—Si alguien tiene un libro sobre los dioses celtas, es él.

—¿Stephen? —le preguntó extrañada—¿Qué no es tu padre?

—Si, si lo es —sonrió nuevamente—Solo, no soy mucho de llamarlo "papá".

Juliana asintió y avanzó hacia una sección dedicada a mitologías olvidadas.

Los estantes crujieron bajo el peso de los volúmenes. Areli siguió sus pasos, sus dedos rozando los lomos de los libros.

—Aquí —dijo Juliana, extrayendo un tomo encuadernado en cuero. En la portada, un trisquel dorado brillaba como un faro en la oscuridad.

Areli trato de tomar el libro a lo lejos con su magia, sin embargo esto no tuvo efecto.

—Vaya, que extraño —se acercó a la chica y tomó el libro con reverencia.

Las páginas crujieron al abrirse, revelando ilustraciones de dioses con nombres impronunciables. Dagda, Morrigan, Lugh... Sus historias se entrelazaban como hilos de un tapiz antiguo.

—¿Qué buscamos? —preguntó Juliana, acercándose.

Areli señaló una ilustración de una diosa con cabellos de fuego y ojos de tormenta.

—Algo sobre un dios que pueda crear algo como el objeto que se perdió.

Juliana hojeó las páginas, sus ojos brillando con la misma curiosidad que Areli.

—¿Crees que aquí encontraremos algo?

Areli cerró el libro con cuidado y frunció el ceño.

—No lo sé —respondió Areli—Pero si alguien tiene respuestas, es Stephen. Vamos a buscar en su colección personal.

Se dirigieron al rincón más oscuro de la biblioteca, donde los libros estaban encantados para protegerse de los ojos curiosos. Allí, en una vitrina de cristal, reposaba un antiguo tomo de cuero con runas grabadas en la portada. Areli lo tomó con reverencia y lo abrió. Las páginas crujieron como hojas secas.

—"Los Dioses Olvidados: Secretos de la Antigua Hibernia" —leyó Juliana—Esto podría ser prometedor.

Pero al hojear el libro, se dieron cuenta de que los dioses malignos apenas eran mencionados, y lo poco que decían eran cosas que no coincidían. Areli suspiró y cerró el tomo con cuidado.

—No hay nada aquí. ¿Qué hacemos ahora?

La puerta de la biblioteca se abrió, y Wong, el fiel guardián de los conocimientos místicos, entró con paso silencioso. Sus ojos oscuros escudriñaron a las dos mujeres.

—¿En busca de respuestas, señoritas? —preguntó Wong.

Areli asintió.

—Si tío Wong —lo miró frustrada—Buscamos información sobre algún Dios Celta que pueda crear algo que le haga daño a las personas ¿Puedes ayudarnos?

Wong sonrió y se acercó a un estante cercano.

—Ya se a quien buscan, solo hay un Dios que podría hacer eso.

Tomó un pergamino antiguo y lo desenrolló. Las runas brillaron con luz tenue.

—Balar, el Tuerto —dijo Wong—Vengan, les contaré la leyenda.

Las dos mujeres se sentaron en el suelo, atentas a las palabras de Wong.

—Poseía un ojo en la frente y otro maligno en la parte posterior del cráneo que habitualmente mantenía cerrado. Cuando lo abría, su mirada era mortal para aquel en quien la fijara.

Juliana frunció el ceño.

—Lugh, queriendo vengar a Nuada, se aproximó a Balar, cuyo ojo maligno se había vuelto a cerrar después de matar a Nuada. Al darse cuenta de que Lug se le acercaba intentó volverlo a abrir. Pero Lugh fue más rápido, le lanzó una piedra con su honda que le dio en el ojo maligno, atravesándole el cráneo. Balar cayó muerto de inmediato.

—Entonces, ¿Ya está muerto? —preguntó la joven Strange.

—Si, así es. De hecho Balar era abuelo materno de Lugh, y a pesar de eso, murió en sus manos —añadió Wong.

—Señor Wong... —lo llamó Juliana, a lo que el hombre se rió.

—Solo Wong —le sonrió—Si me dices "señor" me siento tan viejo como lo es Strange.

Areli soltó una carcajada y la pelinegra sonrió apenada.

—Bueno, Wong, ¿Crees que el podría crear un artefacto que hable sobre deseos y sacrificios?

—La mitología celta es un tapiz de luces y sombras —concluyó Wong—Balar representa la oscuridad, pero también la vulnerabilidad.

Areli y Juliana asintieron y agradecieron a Wong.

Salieron de la biblioteca con nuevos conocimientos, ahora tenían una pista. Quizás, si esperaban a lo que Heimdall le respondiera a la diosa asgardiana encontrarían más respuestas.

Los Vengadores, exhaustos y con el corazón acelerado por la reciente embestida, descendieron en picada hacia la base de los soldados.

Rhodes los había llamado en el momento en que recibieron un ataque feros por parte de un desconocido.

El humo y los escombros flotaban en el aire, y el olor a quemado se impregnaba en sus trajes. El sol se ocultaba tras las nubes, arrojando una luz sombría sobre la escena.

Wanda aterrizó primero, siendo que su hermano Pietro hizo un remolino. Sus ojos centelleaban de ira mientras inspeccionaba los restos de lo que alguna vez fue una instalación militar.

El Capitán América, con su escudo en alto, siguió de cerca a su compañero. Sus músculos tensos y su mandíbula apretada, listo para enfrentar cualquier amenaza.

Natasha Romanoff, la Viuda Negra, se deslizó entre los escombros con agilidad felina. Sus ojos escanearon cada rincón, buscando signos del enemigo. A su lado, Clint Barton, Ojo de Halcón, tenía su arco preparado, listo para disparar. Su mirada se cruzó con la de Natasha, y ambos asintieron en silencio.

Bruce Banner, transformado en Hulk, rugió y golpeó un muro de concreto, reduciéndolo a escombros. Su furia era palpable, y todos sabían que estaba al borde de perder el control.

Tony Stark, Iron Man, aterrizó junto a él, su armadura chamuscada pero aún funcional.

—¿Quién fue el bastardo que hizo esto? —gruñó Tony, sus ojos brillando detrás de la visera.

De repente, una figura emergió de entre los escombros. Un hombre alto, vestido de negro, con una capucha que ocultaba su rostro. Sus ojos brillaban con una luz inhumana mientras miraba a los Vengadores.

Sin decir una palabra, levantó la mano y disparó un rayo de energía hacia ellos. Thor lo bloqueó con su martillo, pero la explosión resultante los arrojó a todos hacia atrás.

El desconocido se dio la vuelta y huyó, desapareciendo en la oscuridad. Los Vengadores se pusieron de pie, heridos pero decididos.

—No escapará —gruñó Hulk.

Después de la persecución, aquella persona los llevo a una parte de la ciudad, los Vengadores se encontraron con solo ruinas.

El desconocido había dejado un rastro de destrucción a su paso, y la gente estaba asustada y confundida. Los héroes se dividieron en equipos para buscar pistas y ayudar a los heridos.

Natasha, Wanda, Pietro y Clint recorrieron las calles, interrogando a los sobrevivientes y revisando los edificios derrumbados. Bruce, aún en su forma de Hulk, ayudó a levantar escombros y rescatar a las personas atrapadas.

Tony, en su traje de Iron Man, rastreó las señales de energía dejadas por el desconocido.

—Esto no es tecnología terrestre —murmuró mientras analizaba los datos—Es algo más avanzado.

Un científico herido le habló a Barton de un laboratorio secreto en las afueras de la ciudad.

—Seguramente ese hombre estaba buscando algo —dijo el científico—Algo poderoso.

Los Vengadores se dirigieron al laboratorio, donde descubrieron una máquina experimental. Parecía ser una fuente de energía, pero estaba dañada y fuera de control.

El desconocido había estado tratando de activarla, pero algo salió mal.

—¿Qué es esto? —preguntó Tony, examinando los circuitos destrozados—¿Por qué alguien querría esto?

Bruce estudió los escombros.

—Creo que estaba tratando de abrir algo. Pero la energía se desbordó.

El Capitán América miró a sus compañeros.

—Tony, Bruce, Wanda, Clint... —los llamó Natasha—Miren esto...

Eran diferentes imágenes que habían sido tomadas de Alice Stark, Fátima Maximoff, Valentina Banner y Juliana Barton, en su día a día.

Bruce se acercó a tomar las fotografías de Valentina, algunas habían sido capturadas en su escuela, otras caminando por la calle.

—Tenemos que encontrar al desconocido y averiguar quién está detrás de esto —afirmó Tony.

—Hay que volver a la base —Wanda los miró a todos.

Esta vez, no solo estaban luchando contra un enemigo desconocido, sino también contra el tiempo. El mundo y sobre todo, su familia, estaba en peligro, y dependía de ellos detener la amenaza antes de que fuera demasiado tarde.

Daniel Lang se paró frente a la antigua casa de madera junto al lago.

El viento susurraba entre las ramas de los árboles, como si la naturaleza misma guardara secretos. La casa, con su pintura descascarada y ventanas rotas, parecía haber sido olvidada por el tiempo. Pero para el chico, era un lugar lleno de misterio y preguntas.

Scott Lang, su padre adoptivo, le había contado la historia muchas veces. Cómo lo encontró enredado entre los arbustos cerca del lago cuando era solo un bebé. Cómo decidió criarlo como su propio hijo, dándole el nombre de Daniel. Pero nunca mencionó nada sobre los padres biológicos de Daniel.

Daniel empujó la puerta chirriante y entró en la casa.

El aire estaba cargado de polvo y nostalgia. Las tablas del suelo crujieron bajo sus pies mientras avanzaba hacia la habitación principal.

Allí, en una esquina, encontró una vieja caja de madera cubierta de telarañas. Dentro de la caja, una carta amarillenta y vieja lo esperaba.

Con manos temblorosas, Daniel abrió la carta. La caligrafía estaba desgastada, pero legible.

Querido hijo,

Si estás leyendo esto, significa que finalmente has encontrado la casa en el lago y que sobreviviste.

Soy tu padre, y quiero explicarte por qué te dejé abandonado entre los arbustos.

Era una época difícil para mí y tu madre. Teníamos tanto que ocultar al exterior, pero, dentro de esta casa, podíamos ser felices.

Teníamos sueños y ambiciones. Queríamos darle a nuestro hijo una vida mejor. Así que tomé la difícil decisión de dejarte ahi, en un lugar donde alguien te encontraría y cuidaría en caso de que yo no pudiera regresar.

Y al parecer así lo hicieron. Cuando volví a buscarte, ya no estabas.

Supongo que hubo alguien que se compadeció de ti y te llevó a su hogar.

No puedo pedir perdón por lo que hice, pero espero que entiendas que fue un acto de amor. Quería lo mejor para ti, incluso si eso significaba separarnos.

Con cariño, L. G. B.

Las lágrimas llenaron los ojos de Daniel mientras doblaba la carta con cuidado.

Finalmente, tenía respuestas. Sus padres biológicos no lo habían abandonado por crueldad, sino por amor.

Y Scott Lang, el hombre que lo crió, era más que un padre adoptivo; era un héroe que lo salvó y le dio una segunda oportunidad.

Daniel miró a través de la ventana rota hacia el lago. El sol se reflejaba en el agua, como si estuviera iluminando su camino hacia el futuro. Con la carta en la mano, salió de la casa y se dirigió hacia Scott, quien lo esperaba en la orilla.

—Gracias, papá —susurró Daniel, sabiendo que tenía padres que lo amaban de maneras diferentes pero igualmente profundas.

Ambos hombres volvieron a su hogar entre abrazos y lágrimas.

—Entonces, ¿Hay un Dios que se llama Balar? —Alice las miro.

Un zumbido agudo llenó el aire. Ninguna de sus dos compañeras tuvo tiempo de responder cuando las luces parpadearon y, antes de que pudieran reaccionar, una explosión sacudió los cimientos de la base. Los agentes fueron arrojados al suelo, sus cuerpos golpeados por escombros y polvo.

La explosión había sido devastadora. Daniel, quedó atrapado bajo una viga de acero retorcida.

Las agentes lucharon por incorporarse, tosiendo y sangrando. Sus comunicadores eran inutilizables, y el humo dificultaba la visión. El corazón de cada una de ellas latía con desesperación.

Lizeth atorada por un mueble luchaba por respirar.

Su mente giraba mientras intentaba recordar las tácticas de supervivencia. Las agentes Valentina y Alice, aunque heridas, se arrastraron hacia ella.

—Ayuda... —sollozó Diana que tenía una varilla encajada en su pierna.

Unas pisadas sonaban por encima del desastre.

—Tranquila... —murmuró Areli tratando de mover con su magia algunos escombros—¡Ah! Carajo... Duele...

Sintió una punzada dentro suyo, como si le lastimará utilizar su magia.

La risa malévola de Drakar, resonó en la distancia como un suave susurró burlón. Había logrado su cometido, dañar a las hijas de los Vengadores.

La base estaba en ruinas.

Maritza liberando finalmente su brazo de una viga de los escombros, se puso apenas de pie.

—¿Quién eres? —su rostro estaba ensangrentado.

—Un hombre que tiene un gran deseo... —dijo antes de darse la vuelta ocasionando una segunda explosión que los hizo desmayarse.

Los Vengadores descendieron con gracia desde el cielo. El humo y los escombros se alzaban alrededor de la base de SHIELD, testigos mudos de la devastación que había ocurrido.

El Capitán América, con su escudo en alto, lideraba el grupo. A su lado, Natasha escaneaba los alrededores en busca de signos de vida.

A medida que avanzaban, encontraron cuerpos esparcidos entre los restos de lo que alguna vez fue una instalación de alta tecnología.

Dentro del lugar que parecía haber sido testigo de las detonaciones, encontraron a nueve agentes de SHIELD desmayados entre los escombros.

Sus uniformes estaban chamuscados y ensangrentados.

Fátima yacía junto a una pared derrumbada. Su cabello oscuro estaba manchado de sangre y su respiración era tenue. En cuanto Wanda la noto se acercó a ella y comenzó a utilizar sus habilidades para intentar ayudarle.

Natasha se arrodilló junto a una de las agentes, Juliana, verificando su pulso.

—Están vivos, pero necesitan atención médica urgente —informó.

Daniel, seguía atrapado bajo una viga de acero retorcida. Su traje estaba rasgado y su rostro estaba pálido. Lizeth tenía una pierna rota,

En el centro de la sala Alice, yacía inconsciente. Su labio partido, y la costilla estaba cubierta de sangre.

El Capitán América se arrodilló a su lado, preocupado.

—Vamos a llevarlos al laboratorio de SHIELD en la base principal —dijo—Allí podrán curar sus heridas y evaluar si pueden sobrevivir.

En otro rincón, Diana sangraba lentamente por su pierna izquierda.

Natasha, Tony y Hawkeye cargaban a los otros agentes. Hulk, con su fuerza sobrehumana, recogió a dos agentes a la vez.

Juntos, los Vengadores salieron de la base en ruinas y se elevaron hacia el cielo.

La base principal de SHIELD estaba a pocos kilómetros de distancia.

En el laboratorio, los médicos de SHIELD trabajaron incansablemente para estabilizar a los agentes heridos. Las máquinas pitaban, monitoreando sus signos vitales.

Los nueve agentes yacían en camillas metálicas, sus cuerpos doloridos y confundidos.

—¿Qué pasó? —despertó Maritza con un fuerte dolor de cabeza.

Su mente luchó por recordar lo que había sucedido antes de la explosión. Recordaba la conversación con sus compañeras y compañero, Juliana estaba diciendo lo que Wong les dijo antes de que todo se fuera al infierno.

La última imagen que tenía era la de la sala en llamas y un hombre yendose entre ellas junto con el sonido ensordecedor de la detonación.

A su lado, Diana se incorporó con una mueca de dolor. Sus ojos escudriñaron la habitación, evaluando la situación. A pesar de su entrenamiento, no pudo evitar sentirse vulnerable. ¿Dónde estaban? ¿Qué había pasado con el resto del equipo?

—Odinsdöttir —murmuró al ver a la diosa perdida en el ambiente.

Juliana, se tambaleó al ponerse de pie. Su cabello estaba chamuscado en las puntas, y su uniforme estaba rasgado. Revisó su muñeca, donde su reloj inteligente parpadeaba con datos confusos.

—¿Alguien sabe qué demonios está pasando? —preguntó cuando ya no pudo sostenerse más por si misma y tuvo que recargarse en una camilla.

Los ojos azul y negro de Daniel recorrieron la sala, evaluando cada detalle.

—Estamos en un laboratorio de SHIELD. Eso es seguro. Pero no sé cómo llegamos aquí ni por qué.

—Los Vengadores los trajeron —habló la doctora Helen Cho.

—¿Y en dónde están? —cuestionó Diana confundida.

En ese momento, la puerta se abrió con un chirrido. Entraron dos figuras familiares, Natasha Romanoff y Steve Rogers.

—¿Cómo se sienten chicos? —cuestionó el rubio.

—Como si me hubiera pasado un tren encima, al menos unas tres veces —Daniel trato de reírse, pero de solo intentarlo le dolió el estómago.

—Si me imagino Daniel... —se acercó Steve a Alice Stark para mirarla y luego volvió hacia el chico.

—Al parecer su mejoramiento está tardando demasiado, no entiendo por... —poco antes de que Helen terminará la frase un pitido los alertó.

El monitor mostraba un pulso débil, descendiendo peligrosamente. La piel de Areli estaba pálida, y su respiración era apenas perceptible. Helen sabía que cada segundo contaba.

—¿Qué le pasa? —pregunto Daniel.

—No está respondiendo —fue lo único que pudo responder.

El equipo médico se movía con precisión a su alrededor. Helen ajustó los parámetros del goteo intravenoso.

—¿Por qué esto no funciona? —murmuró Helen por lo bajo.

Le dio una dosis de epinefrina.

Finalmente, el pulso de la chica Strange comenzó a estabilizarse. Helen exhaló aliviada, seguía inconsciente, pero al menos estaba viva.

Después de algunas horas, habían despertado las chicas restantes.

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