Esa misma noche, por la madrugada, Jimin no conciliaba el sueño.
Una mano sobre su estómago y con otra detenía su celular, deslizando su dedo por la pantalla, intentado distraer su mente. No le gusta pensar en Jungkook, sin embargo, al parecer su mente no pensaba lo mismo al tenerlo presente 24/7.
Cansado, apagó su celular, dejándolo en su mesa de al lado. Suspiró con enfado, apoyando su cabeza con fuerza sobre la almohada.
¿Por qué sentía celos? ¿Por qué se emocionaba con Jungkook cuando sabía que iría a su casa? ¿Por qué se sintió bien cuando por esos mismos celos de Jungkook? ¿Fue una demostración de que al menos existía algo ahí?
Esas y miles de preguntas más no paraban de rondar en su cabeza.
—Tenías que volver —su tono decaído se escuchó en la habitación—. ¿Por qué?
Su estómago seguía revuelto, y ya no tanto por tan sólo la idea de Jungkook, sino también por algo nuevo.
El miedo de aceptar sus sentimientos.
Lo hacía, estaba completamente consiente de que seguían vivos en su interior. Flotantes, un poco perdidos en su profundidad. Tan sólo bastó una pequeña marea azul brillante para sacarlos a relucir de nuevo.
Amor, cariño, nostalgia, tristeza, emoción, admiración. Salieron a la luz.
—Malditos sentimientos —revolvió sus rizos—. Tenían que morir ese día. ¿Por qué soy tan estúpido y débil?
No se permitía tenerlos. Todo sería extraño, ademas, ¿qué le podía asegurar que todo iría bien esa vez? No arriesgaría la relación de su hija para algo de tan sólo semanas o meses.
Ya arruinó la vida de sus hijos una vez, no pensaba hacerlo de nuevo.
Estiró su mano a su mesa de noche, con decisión, tomando su celular antes de ponerse de pie y ponerse sus pantuflas.
Caminó por su habitación hasta su cesta de ropa sucia, sacando de ahí la ropa que usó para la graduación de su hija. Rebuscó en su ropa el papelito que le dio el mesero.
Sabía lo que le prometió a su hija en la mesa, lo que aseguró no hacer, sin embargo, podría ser su salida de escape para no seguir permitiendo el paso de los sentimientos hacia Jungkook.
Es decir, si se daba la oportunidad de conocer a otro, podría tener sentimientos por esa nueva persona en su vida, ¿no es así? Así suele pasar.
Un día no te importa nadie, y después lo conoces y lo es todo para ti.
No lo pensó dos veces antes de enviarle un mensaje.
Jimin:
Hola, soy Jimin el del restaurante a quien le diste su número esta tarde.
Su celular no tardó en sonar de vuelta.
Taeyong:
Hola, Jimin!
Creo que ahora puedo respirar jaja.
Jimin:
Lo siento, tuve cosas que hacer en el día.
Mintió.
Pensaba ignorarlo y dejarlo pasar, pero su mente traicionera hizo lo que hizo y ya estaba hecho.
Jimin:
Pero no dudé en enviarte mensaje.
Taeyong:
No te preocupes, entiendo.
Entonces... crees que puedas aceptarme una cita algún día?
Jimin:
Mmm... no lo sé...
Si!
Taeyong:
Qué día te gustaría y en dónde?
No quiero arruinar mi primera impresión con el lugar que yo escoja. 😅
—De verdad necesito esto para olvidarlo —murmuró antes de teclear la respuesta del lugar y el día.
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Jungkook limpiaba el comedor, cuando Jongsuk salió disparado a la puerta principal, abriéndole a Jarin para recibirla con un sonoro beso en sus labios.
Permitió que los menores se saludaran entre ellos, comprendía que se echaran de menos a pesar de verse hace dos días. A su edad él no se cansaba de ver a Jimin y quería estar siempre con él.
—Buena tarde, señor Jeon —alzó la voz desde la puerta principal.
Jungkook seguía escuchando el motor del auto de Jimin.
—Hola, linda —sonrió y agitó su mano—. Pasa, sabes que estás en tu casa. Igual dile a tu papá que pase por si gusta tomar algo —voz indiferente fingida que cada vez le costaba más.
—Ou, sí. Papá ya se va. De hecho, pensaba pedirle a Jongsuk si podía dejarme en casa, porque no sé cuánto vaya a tardar papá y lleva su auto.
Jungkook dejó de hacer lo que hacía, enderezando su postura.
—Claro, no tengo problema con prestarle el auto para eso —sonrió con cariño—. ¿Y a dónde fue?
Jarin sonrió y dio pequeños brincos sobre sus talones, emocionada por su papá. Jongsuk fruncía su ceño con una sonrisa dibujada en sus labios.
—Papá fue a una cita con el mesero del restaurante que fuimos la otra vez. Se llama Taeyong.
Jongsuk enarcó una ceja hacia su papá. Jarin, tenía razón. Podía haberse sentido cómodo y no había necesidad de que su papá interrumpiera.
—Que bien, linda —fue lo único que salió de sus labios antes de disculparse y subir a su habitación.
Subió las escaleras, cerró la puerta con fuerza. Fue cuando se permitió rascar su nuca y llevar una mano a su cintura, paseándose por toda la habitación.
Namin tenía razón. Tuvo que haber sido rápido, porque ese imbécil que le coqueteó en la semana, fue con quien tiene una cita.
Jungkook podía estar casi seguro, que si le daba más señales a Jimin, probablemente tendría una oportunidad.
✧✦✧
Jimin movía sus dedos sobre la mesa. Giraba su anillo de su dedo anular y ya estaba por terminar con su segunda copa de vino en treinta minutos de cita.
Taeyong, notaba el nerviosismo en sus movimientos. Se limitó a hacer contacto físico, temía que se pusiera peor.
—¿Estás bien, Jimin? Te noto algo nervioso. ¿Fui muy rápido al pedirte una cita?
El rizado negó con rapidez. Moviendo de un lado a otro su cabeza con sus ojos abiertos de par en par.
—No, no, no. No es eso. Es que mi última cita fue un desastre —rió.
Era preferible decir eso a decirle: "Es que me volví a encontrar con mi ex, y todavía tengo sentimientos por él, entonces estoy saliendo contigo."
Taeyong torció sus labios y sonrió.
—Uh, citas que terminaron en fracaso, creo que tengo una buena anécdota que contarte.
Una sonrisa temblorosa comenzaba a asomarse por los labios de Jimin.
—No creo que me ganes con esa —bebió un poco de su vino, relajando sus manos en la base de la copa—. La mía terminó en buscar quien podía llevarme a casa.
Taeyong rió y estiró su palma en su dirección, pidiéndole con ese gesto que él contara primero su anécdota.
A los minutos, tanto Taeyong como Jimin sonreían y reían. Park dejó de jugar con sus manos, al igual que su copa de vino duró más de quince minutos con tan solo 3/4 de copa.
No estaba yendo tan mal su cita después de todo.
Taeyong parecía ser alguien interesante y divertido. A Jimin le gustaba eso, y ahora más, alguien que le mantuviera ocupada su mente.
Fue tan amena su cita, que tardó un poco más de tiempo que el que pensó. Primera cita de la cual no huía.
Con una sonrisa, bajó del auto y sacó las llaves del bolsillo de su pantalón. Abrió la puerta, pero no la cerró por completo cuando escuchó el motor del auto de Jungkook cerca suyo, o mejor dicho, estacionándose frente a su casa.
Su hija a la distancia lo saludaba agitando su mano, una sonrisa que le llegaba hasta las mejillas por ver que su padre duraba más de tres horas en una cita. Jimin le devolvió el saludo.
Jarin no tardó en llegar corriendo a su lado, dejando un beso en su mejilla.
—¿Cómo te fue, papá? ¿Lo disfrutaste?
Jimin soltó una risa nerviosa, sonrojándose. Jungkook lo notó a la distancia, tuvo que apartar su mirada o estaba a punto de bajarse del auto y preguntarle él mismo cómo le fue en esa cita y qué tan bien le pareció salir con ese idiota.
—¿Me esperas aquí? Quiero saludar al señor Park —Jongsuk habló deshaciéndose del cinturón de seguridad. Jungkook asintió—. ¿No piensas bajar tú también? Siempre quieres saludarlo.
Jungkook negó tamborileando sus dedos sobre el volante.
—No, estoy cansado. Ve tú, yo te espero.
Jongsuk asintió y bajó del auto.
Seguía mirando a Jimin a la distancia. Su sonrisa bien marcada, los ademanes con sus manos al explicarle a Jarin lo que fuese que le contara en el momento. La forma en que acomoda su cabello para que no caiga sobre su frente y la punta de sus pie derecho golpeando detrás del talón de su pie izquierdo.
Si a Jungkook le pidieran describir a Jimin en una sola palabra él diría: Perfecto.
Pasó su lengua encima de sus dientes frontales, terminando con un chasquido.
No, él no se iba a quedar atrás si de Jimin se trataba.
Quería a Jimin, lucharía por él y daría todo de sí. Porque, lo perdió una vez, y no estaba dispuesto a volver a hacerlo.
No le importaba competir con Taeyong, ni con nadie más. Confiaba en él, y en lo que sabía que podía hacer.