MI DULCE REGALO

By CrystalCassanova

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Él es un militar. Ella es una escritora. Él no cree en el amor. Ella escribe sobre hombres amorosos y perfect... More

Prólogo
CAST
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Epílogo
Extra 1

12

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By CrystalCassanova

¿Cómo puedo amarte en tan poco tiempo? Te has tatuado en mi corazón y en mi ser y por más que intento alejarte, vuelvo a caer en tus ojos que parecen un bello amanecer...

—Spencer Tae-moo.

EMMA:

   Dos semanas después...

   Han pasado apenas dos semanas en las que no he podido ver siquiera el rostro de Spencer. Es como si después de esa noche en su casa, se volviera un fantasma.

   Es una tortura no poder verlo y realmente suena estúpido luego de haber rechazado sus sentimientos hacia mi, pero es que fue tan insistente y estuvo cerca mio por 4 días, que para mi mala suerte, me acostumbré a él.

  Lo único bueno de todo es que todavía puedo ver a Elizabeth. Ella le da ese color a mi vida que antes no tenía.

   Despues de que ella regrese del colegio, siempre la llevo al parque a jugar con algunos nuevos amigos que ha hecho. Y, justamente hoy, estamos aquí, ella jugando y tirándose del tobogán, mientras que me la paso viendo el bonito cielo.

    "Spencer, ¿dónde estarás? Déjame verte" son mis pensamientos que delatan cuanto me gustaría verlo.

   ¿Y si le hice daño al rechazarlo? ¿Se sentirá muy mal y por eso no quiere verme?

   Maldita sea. Todos esos pensamientos abundan en mi mente no dejándome en paz.

   Bufo, estoy molesta.

   Mientras estoy pensando en lo estúpida que soy, un hombre vestido con un traje negro de tres piezas, se sienta a mi lado. Tiene que ser un rico esperando a que su hijo deje de jugar.

    Entro mi mano en mi bolsillo derecho y saco mi teléfono. Busco en mis contactos el nombre de Spencer y sin antes pensar en lo que hago, marco su número.

   Maldigo en mi cabeza. Lo estoy llamando.

   Espero pacientemente que conteste y es en eso que él teléfono que tiene el hombre que se acaba de sentar a mi lado empieza a sonar.

   Giro mi rostro para mirar su teléfono y intentando ver quién lo llama, veo que su nombre es Emma.

   OH POR DIOS.

   Levanto mi rostro y observo el perfil del hombre que pensaba que era un desconocido, pero es Spencer.

    —¿Pasa algo por el cuál usted me llama? —pregunta con voz gruesa.
 
    No parece su voz, su voz sonaba más dulce que esta.

   No le respondo, más bien me quedo viéndolo admirando su perfil por primera vez. Debería ser modelo de rostro, es completamente perfecto.

   Toso dos veces para salir de mi ensueño y eso me trae un deja vu, de cuando Spencer se quedaba mirándome y se sonrojaba, para luego toser y hacer como que no me estaba mirando.

   Cruzo mis piernas queriendo esconder la verguenza que siento de estar a su lado. No suelo ser así, pero Spencer está creando ese sentimiento en mi.

   Trago en seco intentando sacar la palabra que tengo atascada en mi garganta.

    —¿Cómo estás? —pregunto por fin, combinando la pregunta con un suspiro.

   Spencer en ningún momento me mira.

    —Bien en lo que cabe ¿y usted? —responde con demasiada formalidad.

    ¿Qué le pasa? ¿Por qué me habla de esa forma?

   Cuando nos conocimos ni siquiera allí me habló con formalidad, pero ahora mo hace de repente.

    —Te desapareciste... ¿Estás bien? —le pregunto buscando alguna señal en su rostro de que está bien.

   No responde de inmediato, más bien se desabrocha el botón que sujetaba su traje y gira su rostro hacia mi.

   ¡Me está mirando, por fin lo hace!

    Pero esos ojos negros no muestran ningun sentimiento. Neutral, así está él.

   —Tenía compromisos. Tuve que viajar y reunirme con la madre de Elizabeth, pero ya está todo resuelto.

   ¿Qué?
 
   ¿La madre de Elizabeth volvió?

    —¿Qué pasó con la madre de Elizabeth? ¿Quiere a la niña de vuelta? —le pregunto no dejándolo ni respirar por mis multiples interrogamientos.

   Espero muy preocupada por su respuesta.

    —No, solo sé acaba de casar con otro hombre y quería humillarme en su boda, exponiendo que mi vida privada en cuanto a se refiere a mujeres, ha sido un total desastre, antes de ella y después de ella. —suspira profundamente antes de levantarse del banco—. Señalando con mucha alegría que no he podido olvidarla y que por eso sigo soltero.

   Oh mi Dios. Esa mujer es una desgraciada. Si estuviera en mi pais, le haría pagar todo lo que le ha hecho a Spencer y a Elizabeth.

   Me levanto del banco colocándome al lado de Spencer.

    Lo que diré a continuación es muy vergonzoso, pero lo diré.

   —Te extrañé...

   Suelto todo el aire que tenía comprimido.

   Cierro los ojos esperando su respuesta.

    —No tienes que decir eso para hacerme sentir mejor, dijiste que no quieres tener sentimientos por nadie y el extrañar es un sentimiento... —expresa girando su cuerpo hacia mi, acercándose lentamente como un depredador.

   Me echo hacia atrás, nerviosa de su mirada.

    Ha cambiado, ya no es neutra.

    Rasco mi cabeza no sabiendo que responder.

    —Yo... no sé qué decir, lo siento. —comento mirándolo enojada por lo que me dijo.

   Estoy tratando de solucionar lo que cause y al final no le agrada.

     —Ten... —me entrega una rosa blanca—. Una flor blanca, para la dueña de mi corazón.

   Recibo la flor mientras mis ojos están fijados en los suyos.

    —¿Una flor? Pensé que comenzaste a odiarme cuando te rechaze. —le explico queriendo entender su regalo.

   Él se acerca a mí aún más de lo que estabamos anteriormente y eso causa que choque con una piedra lo suficientemente grande para hacerme caer al suelo, lo que causa que Spencer agarre mi cintura y me pegue a su cuerpo suavemente.

    —Me dijiste que no una sola vez, la tercera vez es la vencida o puede ser perdida, tu eres la única que decide, mientras tanto, castaña... —acerca sus labios colocándolos muy cerca de los míos—. Permíteme besar tu dulces labios y hacer una sinfonía con el sonido de nuestras bocas unidas...

  Me quedo estática.

  No sé qué decirle. Me ha tomado por sorpresa su confesión.

   —¿Aún quieres enamorarme? —le pregunto mirando sus ojos y sus labios al mismo tiempo.

   El deseo de besarlo me traspasa y no sé qué hacer.

   —No... —responde sonriéndome—. Quiero que me ames y así será, estoy seguro. —responde.

   —¿Y si no sucede? —le pregunto lo cuál hace que el brillo de sus ojos se apague un poco.

   Él no me responde de inmediato.

   Me mira. Parece que quiere leerme.

   —Sí no sucede, te dejaré ir para que otro te haga feliz...

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