The War [Corregida]

By Blue_Dog1515

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La humanidad se ve amenazada con la existencia de supuestos humanos con habilidades sobrenaturales, dando pie... More

Capítulo 1: «Introducción al caos»
Capítulo 2: «No son zombies»
Capítulo 4: «Luz en tiempos oscuros»

Capítulo 3: «Traumas y un próximo resurgir»

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By Blue_Dog1515

Chloe Baker era víctima de las circunstancias, pero eso nadie lo decía, exceptuando a la misma Chloe cuando se victimizaba cada vez que tenía un problema gordo. Le funcionaba, pero no le gustaba hacerlo. Se sentía vulnerable, débil. Y pese a todo, no quería que la gente la recordara así, no en su totalidad. Ella quería poder, más del que tenía ahora mismo y la única forma de conseguirlo, era pisoteando a los demás.

Eso iba a hacer.

Pisar fuerte y que el suelo retumbe porque viene ella. Temida, odiada, ovacionada con miedo. Quería eso más que nada.

Le entregarían sus emociones fuertes con devoción, porque las necesitaba. Lo que sentía ella no se equiparaba a lo que sentía un ser humano normal, tal vez porque de partida, no era un ser humano. ¿Quién diría que entre los Wizards existían psicópatas? Sí, ella era un verdadero monstruo y todavía no sabemos por qué.

...

—¿Piensas que Dios existe? —preguntó la pequeña su madre.

—Por supuesto que existe —respondió la mujer acompañada de un trago de su botella de ron.

—¿Y cumple milagros?

—Claro, muchos.

—¿Y por qué no cumple los míos?

—No lo sé.

Chloe observó cómo Victoria se empinaba la botella con esa última respuesta. Había cumplido apenas ocho y tenía claro que Dios no existía, porque de lo contrario, la habría salvado.

Pero Chloe no era una blanca paloma, y dado que su ambiente era sumamente tóxico, la había llevado a adquirir mecanismos de defensa impropios a su edad.

—Uno, dos, tres, cuatro...

El cuerpo del gato aullaba de dolor. Con las patas destrozadas y suplicando para que las cosas no se le dieran bien a la niña, así conservaría su ojo izquierdo. Pero Chloe conocía la verdad, ¿no? Si Dios no existía, nadie iba a salvar al animal.

Las noches para la niña eran una pesadilla. Usualmente las tenía, pero no se comparaban a las de la vida real, cuando su padre se metía a su habitación, borracho para aprovecharse de ella desde que tenía memoria.

Era hija única y lejos de encontrar eso repugnante, lo veía normal porque para ella no había punto de comparación.

Pero su padre no fue quien la convirtió en lo que es ahora. Todo su ambiente había contribuido a que su personalidad se desarrollara de esa forma, eso y su propia genética. Hija de un traficante sin escrúpulos y una camarera alcohólica que se prostituía cuando su trabajo no era suficiente para pagar sus cuentas. Ella no fue deseada ni un poquito y siempre lo tuvo claro.

Su actuar era inexpresivo, como si no supiera cómo sentir. Pero era buena imitando a ojos de otros. Imitaba para ser considerada normal. Sin embargo, su desdén por las reglas se empezó a manifestar con mayor notoriedad en sus años de escuela.

—¡¿Por qué?! ¡Solo dilo! —clamaba su madre después de su citación a la escuela de Chloe, de la cual la habían expulsado.

—¡Porque no entiende! —dijo su padre y antes de dar un golpe a la mesa, continuó—. ¡NUNCA ENTIENDE!

Chloe no quería ceder. Odiaba la debilidad, la odiaba. Ni pestañeó con el atropello de furia de su padre. Estaba sacando a relucir su personalidad inexpresiva, que casi nunca sacaba a la luz, para culminar con el plato fuerte.

—Llamé a tía Melanie.

Su madre abrió los ojos como platos, pero su padre, Gaige, se puso como loco. Lo tomó como una traición a la familia. Su tía era exitosa, con una casa, un auto. Cuando sus padres comían mierda todos los días y se encontraban estancados en empleos degradantes a ojos de su hija, su única hija.

Y mientras su padre había pasado a romper todo, Victoria quería entender.

—¿Por qué?

Y Chloe sintió que era el momento para soltarlo, después de 10 años de vivir con ellos.

—Porque los odio —Victoria empezó con los lloros—. Los odio y no quiero tenerlos cerca.

—¡Serás malagradecida! —saltó su padre en lo que se le iba directo al cuello.

Chloe sonrió triunfante y el hombre la soltó tras escuchar ruido afuera de la casa. Fue cuando la entrada a esta cayó al suelo y la policía entró, a sabiendas de los crímenes de narcotráfico infringidos por su padre, cosa que le había comentado a su tía. Todo era un elaborado plan para llevarse a sus dos padres tras las rejas.

Chloe disoció las siguientes tres horas. El ver a su padre amedrentado por armas de fuego, muerto de miedo, no le pareció igual a como era en su imaginación. No cumplió sus expectativas. Creyó que tras eso sentiría una felicidad genuina, pero solo se quedó en blanco, mirando todo a su alrededor como si se tratara de una película. Chloe no estaba destinada a sentir felicidad genuina.

No fue capaz de procesar el evento que marcaría su existencia, daba igual la cantidad de mimos que le ofreciera su tía Melanie, ella no iba a reaccionar. El origen de sus problemas había sido erradicado y ella no era capaz de sentirse feliz. Estaba aliviada de que todo cambiara, pero no era suficiente.

Su padre fue a prisión y su madre a una institución mental porque convenció a un psiquiatra de que era mentalmente incompetente. Chloe no pudo diferir debido a que su único argumento eran opiniones sin fundamento. Daba igual los traumas que le había causado, ella no estaba en sus cabales, aunque Chloe pensara que sí lo estaba.

...

—Ah, Chloe. Lily no me avisó que estabas aquí —comentó Fernanda.

—¿Y Maybel? —preguntó Chloe.

—Se quedó platicando con Andrés y Daniel. ¿Seguirás ocupando el baño? Necesito una ducha.

—Adelante.

Fernanda entró y cerró la puerta, a lo que la pelinegra empezó a mirar el cuarto y tocar los objetos de este. Encontró veinte dólares en el escritorio de Maybel y se los guardó en el bolsillo antes de salir. ¿Por qué? No los necesitaba, pero llevaba un día sin delinquir y si conoces a Chloe, sabrás que su necesidad de hacer estas cosas era algo patológico.

***

Ed y Anna no eran pareja. Nunca lo fueron, pese a que todos pensaban que lo eran o lo llegarían a ser. Siempre quedaron estancados ahí. Se veían todos los días en el puesto de suministros y les gustaba esa rutina. No necesitaban etiquetas para considerable cercanos y hasta cierto punto les venía bien porque les apetecía ligarse a otras personas, siendo ambos, considerados muy atractivos ante todo público.

—¿Quieres quitar tu zapato de la mesa? —dijo Anna, asqueada del comportamiento de Ed.

—Un idiota dejó un chicle en la acera y yo lo pisé.

—No me interesa, espantas clientes.

Pero Edwin logró sacar el chicle y se lo arrojó a Anna, ella se agachó y la goma fue a parar a la pared del pequeño remolque.

—¡Já! —se burló la chica.

Así era la dinámica con ambos, les gustaba pese a lo disgustados que se mostraban de cara a la sociedad.

De pequeños habían aprendido a confiar en el otro más que en cualquiera. Anna aún recordaba esos días de niña en los que la perseguía un trastorno alimenticio. Había demostrado que podía ser igual de víbora que otras y por ese motivo se había quedado sola. Ed estuvo ahí y no por lástima. Le agradaba Anna, daba igual lo que dijeran otros, la quería y necesitaba el apoyo de aunque sea una persona.

...

—Te traje algo —dijo Ed en lo que se acercaba a su camilla en el hospital.

Anna pensaba que sería como sus otros presentes. Su madre le había traído un pote de frutas picadas porque sabían que necesitaba comer. Pero la muchacha estaba harta de la comida. Su padre y hermana mayor habían llegado con unos ositos de goma y lejos de ayudarla, se sentía presionada. Pensó que el regalo de Ed iba a ser algo del estilo y se negó a recibirlo.

—Ed, gracias, pero ya he recibido mucha comida.

—¿Quién dijo que traía comida? —dijo y mostró los CD's de las películas de Harry Potter. A Anna le encantaban y se sorprendió de que Edwin lo recordara o que se tomara la molestia de conseguirlas todas—. Haremos un maratón hasta que las enfermeras me saquen del hospital.

La sonrisa de Anna decía más de mil palabras.

Ambos se quedaron en el hospital y una de las enfermeras les consiguió una televisión, la cual, acompañada con el DVD que Louis (el mejor amigo de Edwin) había prestado, fue la combinación ideal para una visita perfecta.

Anna nunca lo olvidó. Sus peleas absurdas no equiparaban a la cantidad de momentos hermosos que Edwin le había traído. Daba igual lo mala que podía llegar a ser con el resto, a Ed no le importaba y le seguiría dando su apoyo incondicional, cosa que ella en un principio no entendía. Y fue al despertar y ver a Edwin mirando El prisionero de Azkaban, que se decidió por preguntar.

—No he sido una buena persona, ¿por qué eres amable conmigo?

—Porque me importas.

Anna lo miró a los ojos y notó cómo los suyos se llenaban de lágrimas. Trató de aguantar el llorar, pero no le duró más de tres segundos.

—Gracias —dijo pensando en que tal vez Edwin no la había visto, pero...

—Toma, llorona —dijo y le entregó un pañuelo a la chica, dedicándole una cálida sonrisa.

Anna supo desde ese entonces, que todo estaría bien si tenía la compañía y los inesperados pero jocosos comentarios de Edwin mirando su saga favorita de la infancia. No importaba la magnitud de sus problemas.

...

—Son las dos, ¿quieres comer?

—Sí —comentó ella, preguntándose qué habría pasado con la niña que no podía comer sin vomitar si Edwin no hubiera estado ahí para ella.

Hace tiempo que no sentía gusto por comer y se sintió poco merecedora de lo que había conseguido, ya que no se trataba de un logro propio.

—No sabes cuánto esperé para oír eso. Lo lograste, Anna. Te di un empujón, pero tú seguiste avanzando.

Y ella lo entendió. El mérito si era suyo después de todo y ahora no había forma de que pensara lo contrario. Las palabras de Ed tenían una magia en ella que el resto de las cosas no.

***

Daniela Grace estaba buscando el momento correcto, ya que la reunión del equipo (Max, Marcela y Zack) aún no terminaba. Ella tenía la mentira de querer ir al baño cuando todo acabe, pero la verdad es que iba a hacer algo de lo que nadie se podía enterar, al menos no en las instalaciones de Red Soldier.

—¡Me urge orinar, Zack! Deja de interrumpirlo —dijo cuando notó que las preguntas de Zack sobre el nuevo plan de Max solo retrasaban lo que era más importante.

—¿Acaso soy el único que se da cuenta de que vamos camino a la mierda?

—Déjalo expresarse —replicó Dani.

—Pero...

—¡Zack! —clamaron tanto Marcela como Daniela.

Max se sentía orgulloso de haber sido defendido de esa forma por las chicas. Carraspeó y continuó su presentación.

—... Me lanzarán con la catapulta a la ventana del cuartel del jefe a cargo de los Wizards y yo romperé el vidrio a disparos para culminar dándole a él. Y cuando yo tire de la cuerda a la cual estaré atado, ustedes me jalan y todos en las instalaciones nos rendirán tributo por haber asesinado al enemigo. ¡¿Quién a favor?!

—¡En contra! —respondieron sus tres amigos de una.

Max estaba desconcertado.

—¡¿Qué?! Dani, Marcela, creí que estarían de mi lado.

—Lamento ser yo quien te lo diga Max, pero este plan es más suicida que cualquier otro que hayas tenido —se explicó Marcela.

—Y me urge orinar —sentenció Dani metiéndose al baño de su habitación.

La rubia cerró la puerta, pero contra todo pronóstico, no fue al baño, sino que se quedó con la oreja en la puerta esperando a que todos se fueran. Y esto pasó después de tres eternos minutos. Fue cuando la muchacha cerró los ojos, moldeando una esfera invisible con ambas manos, la que se volvió tangible con el pasar de los segundos. Era una esfera azul que flotaba cerca de su pecho, de la cual brotaban imágenes de la misma chica, recuerdos en azul de quien muchos pensaban a esta altura que estaba muerta.

—Sole —murmuró Dani.

La esfera tembló y las imágenes se desorganizaron, llevando a Dani a comunicarse con la que era su mejor amiga, esa chica que había desaparecido hace años.

Dani abrió los ojos y Sole la contempló dentro de la esfera, siendo esta un medio de comunicación, de los cuales no poseían por haber sido privados del uso del celular desde hace tres años.

—Sole, hola, ha pasado un mes, ¿cómo estás? ¿Qué...? —pero la castaña la interrumpió.

—¿Hiciste lo que te pedí?

La rubia se hallaba claramente decepcionada. No había visto a su mejor amiga durante un mes y ella solo alegaba sobre los mandados que le había dado. Ni un hola, un cómo estás, nada.

—Sí, lo hice.

Todavía no se acostumbraba al hecho de que Soledad había cambiado y que probablemente no volvería a ser la misma en lo que le queda de vida. Triste, pero cierto. Y ahora Dani tenía que lidiar con quien se había convertido su persona favorita en todo el planeta.

—Bien, recuerda lanzar las bombas lacrimógenas con tus poderes y que nadie se dé cuenta. Louis y yo estaremos ahí para atacar.

—Sole...

—¿Qué?

—¿Crees que pueda ir a las instalaciones y pasar un día los tres, junto a Louis? Ya sabes, ver una película, comer hasta reventar.

Sole rodó los ojos y cambió de semblante.

—No tengo tiempo para esa mierda.

Y desapareció de la esfera que Dani había creado, dejando solo el reflejo de la rubia en el cristal azul en escena. Era lo más cercano a cortarle el teléfono, cosa que Sole nunca hacía. Siempre se quedaba sacando plática y más plática hasta que la persona al otro lado de la línea insistía que se debía ir y no lo hacía porque la muchacha no paraba de ser graciosa. Nunca sabías lo que diría, era el encanto del personaje, pero ese personaje había cambiado. Dani lo lamentaba, y como este era su momento, resbaló hasta el suelo apropósito, para empezar a llorar después de destruir la esfera con ambas manos.

Los pequeños fragmentos quedaron en el suelo, brillando de su tono azul tan característico. Pero con el llanto de la chica, se tiñeron de rojo carmesí. Dani sabía que eso se debía a su pensar negativo, pero era lo menos relevante en ese momento. Estaba destrozada.

Pero pese al comportamiento de ella, no la iba a dejar a un lado. Sí, Sole había cambiado, pero fuera de no ser ella misma, no se merecía una traición por su parte. Su personalidad era diferente, pero sería una idiota después de recriminarle eso a sabiendas de todo lo que había vivido su mejor amiga.

***

No era propio de los Wizards atacar sin motivo o provocación previa. Pero dado lo mucho que puedas afirmar esta frase, aplica para todos, exceptuando a cierta persona, y cierta persona estaba molesta, y no tenía una molestia pasajera, sino una de las que son imposibles de controlar.

Soledad era el nombre de la persona que estamos hablando, y no, no era ni por asomo la alegre chica de narraciones anteriores. Esa antigua Sole había muerto y la nueva bailaba sobre su tumba, lastimando a todo aquel que se le acercase. Su cabello castaño ahora estaba a la altura de los hombros, luciendo un disimulado fleco un poco más ancho que el de antes. Pero daban igual, ella había despertado de malas y pese a que las emociones que podía sentir eran limitadas, no se detuvo a analizar los hechos.

—¿Segura de que quieres hacer esto? —le dijo Louis, su fiel acompañante en toda locura que se le pasara por la cabeza.

Pero Louis aún no podía asimilar bien el que el amor de su vida era diferente a la de un principio, por eso hacía estas preguntas. Con Daniela, la cosa estaba más que asumida, pero solo porque Louis no había perdido la esperanza que la rubia sí.

No sería lindo, aunque él ya había visto cadáveres y haría lo que fuese por ver a Sole satisfecha.

—No cuestiones —habló ella.

Eso no calmó a Louis, solo le dio una idea de lo que se avecinaba.

Sole era una bruja, y una de las mejores, junto con Chloe. Nadie sabía cómo explotar su potencial de forma positiva y ella solo se hundía más y más profundo en la oscuridad.

Y la chica, a diferencia de otros, no la había corrompido la guerra. Su cambio de actitud no se debía a la destrucción del mundo. Todo iniciaba con ella y el día en que descubrió sus poderes, luego se mezclaba con la llegada de Chloe a su mundo, perturbando su caótica tranquilidad y haciéndole entender que no necesitaba preservar su ambiente y mucho menos a quienes la rodeaban. Como eso había repercutido en sus relaciones sociales, solo contaba con Louis y Dani. Ellos eran su nueva familia, dado que la de verdad solo procuraría asesinarla.

Louis se había vuelto su marioneta, sin hacer nada que ella no ordenara, siguiéndole el juego sin cuestionar, sin pensar en las consecuencias.

Dani era alguien autónoma. Pero cuando se trataba de Sole, existía una excepción ante sus reglas. Era su mejor amiga y sentía que se lo debía, pero tenía límites que con Louis ya se habían sobrepasado. Dani no podía ser la marioneta que Sole tanto necesitaba y hasta cierto punto, la rubia lo prefería así.

Pero el daño estaba hecho y nadie podía sanar a Sole y sus ideas homicidas.

—Vamos.

Le extendió la mano a Louis, él se apresuró a tomarla y así poder ser teletransportados por la chica.

Ella solía ocupar la magia sin restricción, lo que significaba que no era la primera teletransportación de Louis y tras estar preparado y mentalizado, ya no sentía las náuseas después del viaje. Y como Sole se superaba cada día más, su teletransportación era más precisa. Ya no caían en medio de un lago junto a un cocodrilo. Louis se sentía orgulloso de Sole por ello. Ella apreciaba sus halagos, pero la verdad es que Louis sentía que engrandecer su ego la volvía cada vez más narcisista. Nunca se lo dijo, no quería más problemas de los que tenía con la chica.

Se hallaban a las afueras de unas cabañas, junto a la calefacción que acompañaba a este frío invierno.

—Disculpen, ¿puedo ayudarlos? —se les acercó una empleada.

—Sí, queremos pedir una habitación —se adelantó Sole. Pero el lugar se veía más ostentoso que en su folleto, lo que la hizo entender que tendría que pagar de más. Y no es como si ella fuera tacaña, pero estaba de tan mal humor que gastar su dinero en un hotel no la animaría. Debía hacer algo—. Disculpe, nos acaban de robar durante el viaje, ¿cree que con esto sería suficiente? —y le mostró un tercio menos de lo requerido para alquilar la habitación que buscaba.

—Lo siento, pero...

—Mamá dijo que sería suficiente —comentó.

—Tal vez deban llamarla y le explicamos que...

—El asaltante se llevó todo, hasta la vida de mamá, y yo...

Sole se lanzó a los brazos de Louis y empezó a llorar desconsolada. Este le correspondió, captando de una su plan. Está bien, sí era tacaña, pero el punto ahora no era ese, sino que Louis le siguiera el juego o estarían perdidos.

Sole se separó del chico con lentitud mientras la dependienta asimilaba la situación. Louis la vio. Ella lloraba de verdad, lágrimas reales salían de sus ojos verdosos. Y su expresión, como si lo que estaba narrándole a la mujer de verdad hubiera pasado.

—Descuida, no es necesario que pagues el total. Nosotros... lo veremos como un descuento.

Sole consiguió la habitación y Louis no podía estar más impresionado. El que ella hubiera dado semejante teatro y que sonara creíble, solo podía decir que la chica que él conoció y su magnética personalidad, habían desaparecido.

Repasaron el plan una vez más. Louis se pensó en que la chica ya no podía decir que no fue premeditado, luego recordó la adicción a las mentiras que Sole tenía y todo se disipó. Lo que lo llevó a pensar en algo más; el hecho de que apoyaba a Sole en esto, significaba que le daba igual que murieran sus conocidos. Todo con tal de mantener a Sole "feliz". Y pese a esto, no se daba cuenta de lo enfermizo que era.

—La habitación que nos dieron tiene dos camas —comentó Sole.

—Por el teatro que diste es probable que se piensen que somos hermanos.

—Qué asco.

—¿De qué hablas?

—¿Tendrías sexo con tu hermano? —Louis se horrorizó.

Luego volvió en sí, captando la indirecta al momento en que Sole hacía volar sus pantalones al otro lado del cuarto.

***

No era usual que Daniela estuviera nerviosa, ella controlaba su ansiedad bastante bien, pero la visita de Sole la tenía de un lado a otro. Quería a su amiga, pero los últimos años parecía que estaba tratando con una persona diferente. No quería ser desleal con ella puesto a que la castaña no la había atacado previamente, pero la situación la superaba. Está nueva persona era alguien ególatra y que busca hacer daño sin regirse por las reglas de la sociedad. Dani sentía que debía gritar cada vez que interactuaba con ella, pero le guardaba cariño y no había roto parámetros en su amistad, entonces no le veía motivos a hacer un drama por algo que solo estaba en su cabeza.

—¿Qué haces? —le preguntó Marcela al verla caminar en círculos con sus pantuflas de perrito.

—Nada —dijo Dani—. Yo, me llegó el período.

Era una buena excusa porque la rubia siempre se descompensaba cuando eso pasaba. Fueron a la cafetería y mientras desayunaban con el resto del equipo, platicaron.

Estaban Max y Zack en la mesa junto con Marcela y Dani. Kate no se levantó, pero eso era pan de cada día. Lo que era novedad era que Max estaba como nuevo, con unos cuantos parches y su piel aún rondaba en lo grisáceo, pero como nuevo al fin y al cabo.

—Chico zombie, pasa el azúcar —comentó Zack, siendo burlesco. Max estaba cansado por todo el procedimiento que lo llevó a estar normal otra vez, por lo que no discutió y entregó el azúcar—. Gracias, chico zombie —Max no respondió—. Oye, chico zombie...

Y Max soltó un chirrido digno de un animal antes de comentar algo.

—¡¿Cuál es tu puto problema?!

Zack rio con disimulo y Marcela llamó a la calma. Dani estaba callada, con un comportamiento impropio.

—¿Escucharon eso? —cuestionó la pelirroja, Marcela.

Dani reaccionó al sentir un pinchazo en su cuello. Sus amigos se acercaron al ventanal y ella los siguió. No eran los únicos en contemplar el acto dentro del edificio. Pero Dani no vio nada más que una mancha de humo a través del cristal.

El pinchazo volvió con mayor intensidad, acompañado de una explosión en el edificio posterior al que se encontraban en las instalaciones de Red Soldier. El lugar colapsó y se hicieron presentes unos cuantos gritos de los refugiados.

En cuanto al sentir de Dani, no estaba segura de cómo reaccionar o que pensar, pero si algo tenía claro, es que Sole había llegado.

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