Contigo, siempre | Mi Luz (li...

By Gisse_Astrada

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Emily Becker, por mucho que le ha costado deja su oscuro pasado atrás. Sin querer relacionarse con nadie del... More

Dato.
Analepsis.
Cap. 1- Recuerdos.
Cap. 2- Llamada.
Cap. 3- Noticia.
Cap. 4- Sentimientos.
Cap. 5- Coincidencia.
cap. 7- Una oportunidad.
Cap. 8- Juntos.
Cap. 9- Contigo.
Cap. 10- Confesiones.
Cap. 11- De tu mano.
Cap. 12- Confesiones de un alma herida.
Cap. 13- Calma.
Cap. 14- Recuerdos de un alma herida.
Cap. 15- Demonios.
Cap. 16- Te amo.
Cap. 17- Fantasma.
Cap. 18- Confesión.
Cap. 19- Todo por ti.
Cap. 20- Contacto.
Cap. 21- Algo más.
Cap. 22- Dimitry.
Cap. 23- Sueños rotos.
Cap. 24- Tal vez.
Cap. 25- Propuesta.
Cap. 26- Para siempre.
Cap. 27- Sentimientos encontrados.
Capítulo especial - Fiesta universitaria.
Cap.28- Cena.
Cap.29- Verdad.
Cap. 30- Papá.
Cap. 31- Catarsis.
Cap. 32- Cartas del pasado.
Cap. 33- Oportunidades.
Cap. 34- Caos.
Cap. 35- Dejar ir lo que nunca fue.

Cap. 6- Dolor.

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By Gisse_Astrada

—¿Coincidencia? —Cuestionó Patrick intrigado. Por alguna razón quería saber el por qué. 

—Si, Pack; resulta qué nos cruzamos en una tienda para bebés —inició a explicar Polette con diversión en la voz y Emily, intentó reprimir una sonrisa—, y nos peleamos por unos globos. 

—¿Ustedes, pelearon por globos? —Cuestionó Sophie, con asombro y diversión.

—No. No entre nosotras —aclaró Polette y Emily se sonrojó por lo que diría—, si no con su amigo. Me peleé con su amigo por estos globos. —Señaló.

«—¿Amigo? ¿Qué clase de amigo, rubia?» —Se cuestionó internamente Patrick, con su ceño ligeramente fruncido y cuando su mirada se cruzó con la de Emily, ésta comprendió sin necesidad de palabras, que estaba malinterpretado todo otra vez.

—Los hubieras visto, Sophie, parecían niños peleando por un dulce.

intentó Emily, ignorar la sensación que la mirada de Patrick, le había generado. Pero le era imposible. El hombre estaba celoso y no sabía cómo sentirse al respecto.

—Créeme, puedo imaginarlo. —Río, Sophie. 

—¿Y cómo se llama tu amigo, Emily? —Preguntó Thomas, con la sola intención de molestar un poco a su hermano. Podía darse cuenta de que estaba celoso.

—Se llama, Ashton Kopelman. Estudia abogacía también, tomamos algunas clases juntos. Él es junto a Dylan y Giovanna, uno de los amigos que hice cuando llegué a la residencia. —Dijo aclarando su garganta un poco nerviosa.

—Interesante. —Dijo Thomas y Sophie, no se perdió ese brillo en la mirada de su hombre.

Sophie, observó a su amiga un poco sonrojada y luego a Patrick, y la seriedad de su mirada, entonces comprendió a qué iba el juego de palabras de Thomas. Intentó ocultar su sonrisa.

—Y al final, ¿Cómo llegaron juntas? ¿Consiguieron tren o compartieron un taxi? —Preguntó nuevamente Thomas, mirando esta vez a su hermana, un tanto perspicaz. Polette, supo leer el mensaje en su mirada.

—Nos trajo su amigo, Ashton —declaró Polette, poniendo a hervir la sangre de Patrick, de puros celos—. Decidió quedarse afuera, diciendo que era un momento familiar y no quiso molestar. Es un buen chico, es agradable. —puntualizó sonriente.

—Agradable. —Refunfuñó Patrick, por lo bajo en un murmullo imperceptible.

—¿Dijiste algo, Pack? —Cuestionó Thomas, con un deje de burla.

—¿Yo? Nada —dijo con seriedad evitando la mirada de Emily y que nadie más notará sus ardientes celos—. Quisiera escuchar otra vez la historia de la bebé del milagro —dijo cambiando rotundamente la conversación sobre aquel agradable muchacho y centrándose en lo más importante que eran las bebés—. ¿Cuál de las dos es nuestro milagro?

Sophie, sonrió comprendiendo el cambio de humor de Patrick.

—Es ella. Michelle.

Señaló Sophie, emocionada, relatándole a todos los presentes, lo vivido dentro de aquella sala de parto, arrancándole un par de lágrimas a las mujeres allí presentes, junto a las suyas propias.

Escuchando cada palabra de Sophie, atentamente; Patrick, deseó también que la vida hubiese sido amable con él, brindándole un milagro aquella tarde negra en la que lo había perdido todo.

Pero no; ni Dios, ni la vida, ni el universo había querido que él fuese feliz aquellos años. No era su destino, había comprendido al fin con amargura.

La cabeza empezó a retumbarle en los oídos y si no salía de esa habitación de inmediato, terminaría perdiendo el control frente a todos.

—Disculpen.

Fue lo único que pudo decir antes de ponerse de pie y abandonar la habitación con prisa.

A la mitad del pasillo, Thomas, lo detuvo. Fue el único que había decidido seguirle los pasos.

—Pack, espera. ¿Qué sucede? —Quiso saber Thomas, con evidente preocupación.

—Necesito… salir a respirar. Déjame. —Intentó soltarse del agarre que su hermano impuso en su brazo.

—No. –Quiso refutar Thomas.

—Thomas, por favor. —pidió y la desesperación en sus ojos fue evidente para su hermano.

—Patrick, habla conmigo, lo que sea que te suceda, no te lo guardes.

—Hoy no —dijo con dificultad—. Regresa con tu mujer y disfruta de tus hijas. Tú si puedes hacerlo, Thomas. Yo ya no.

Con esas palabras Thomas, aflojó su agarre con perplejidad y Patrick, siguió su camino sin mirar atrás.

—Hay algo que no me has dicho aún, Patrick —se cuestionó Thomas, una vez quedó solo—, pero ¿qué?

A paso presuroso atravesó las puertas de entrada del hospital y avanzó alejándose algunos metros de allí.

Respiró con dificultad hasta que lentamente logró regular su respiración y el ataque de ansiedad que había sufrido.

No. No quería culpar a la felicidad de los demás por no saber combatir a sus demonios. Por no saber acallarlos cada vez que gritaban en su mente.

—Mierda. —Dijo entre dientes furioso consigo mismo.

Sacó de sus bolsillos el paquete de cigarrillos y su encendedor y como no lo había hecho más temprano, lo hacía en ese momento, comenzando a fumar.

Era mejor esa opción que una botella que lo llevaría a perderse como antes, encerrándose en cuatro paredes hasta perder la consciencia.

Él ya no quería ser ese despreciable y desdichado ser, que no sólo había perdido a quien creyó el amor de su vida, si no junto a ella, el fruto que ambos habían creado juntos.

Y para rellenar el vaso de su dolor, los malditos celos que no sabía cómo carajos controlar. Sumándole junto a ello el hecho de que Emily, había venido en compañía de otro.

¿Por qué razón vino con otro? ¡Ahg! Se había vuelto un inseguro respecto a las mujeres; no, respecto a ella. No sabía cómo actuar, qué decir. Parecía un jodido adolescentes con miedo al amor. Y eso era, eso lo describía muy bien. Le temía al amor y volver a sufrir por ello.

Pisó el resto del cigarrillo con su pie y mirando el cielo contempló la luna en todo su esplendor. Suspiró y observó el resto del cielo y las estrellas, tan lejanas, tan brillantes y tan únicas. Tal vez en una de ellas vivían su amor perdido.

Dejó salir un suspiro como si de una gran roca se tratara.

No pasó mucho para que el resto saliera del hospital y se reuniera con ellos nuevamente. Al menos su mente había logrado calmarse. Y nadie, solamente su hermano, sabría qué algo le había pasado.

—Me quedaré ésta noche con Sophie, no quiero dejarla sola. —Anunció Thomas, frente a todos.

—De acuerdo, pero vendremos a verla mañana. —Avisó, Emily.

—No hay problema —concordó, Thomas—. No está demás decir que puedes quedarte en la mansión, tú y tu amigo, que por cierto ¿en donde está? —Cuestionó y aunque Patrick, hubiese querido protestar y hacer un gran berrinche, debía recordarse así mismo sus modales.

—Ehm… —Emily observó de un lado a otro, buscando a su amigo— ¡Ahí está! —señaló una vez lo divisó— ¡Ashton, ven!

El moreno acudió de inmediato al llamado de su amiga y no pasó por alto la inspección detallada de Patrick, que lo hizo sonreír. Podía jurar que el hombre le tiraba dagas al pecho con la mirada.

—Rubia, ¿todo bien con tu amiga? —Preguntó sonriente con el afán de molestar al tipo.

—Sí, ella está perfecta y las bebés son preciosas —informó alegre—. Quiero presentarte al resto de los Müller. Él es Thomas, es el amor de Sophie. —Dijo divertida y Ashton, río en complicidad estrechando su mano con la de Thomas.

—Un gusto. —dijo Ashton.

—Igual —respondió y luego miró a Emily—. Algo me dice que has hablado de nosotros. —Se adelantó, Thomas.

—Solo cosas buenas, cuñado, no te preocupes —tranquilizó—. Sus hijos, Annette y Alex.

—¡Hola niños! —Sonrió y agitó una mano hacia ellos.

—¡Hola! —Saludaron los mellizos al unísono.

—Y él es, Patrick. —Por más que Emily, lo intentó no pudo disimular el sonrojo frente a su amigo al presentarlo.

—¿Patrick? —repitió Ashton, evitando sonreír al conocer al fin a aquel misterioso hombre— Un gusto. —dijo y estrecharon sus manos.

—Igual. —Respondió Patrick, y enarcó una ceja un poco extrañado por la actitud de Ashton.

—Y ella es Diana y Víctor, trabajan en la mansión. —Terminó Emily, de hacer las presentaciones.

—Un gusto. —Saludó Ashton, a ambos por igual.

—Bueno —dijo Thomas—, la invitación también es para ti Ashton, pueden quedarse en la mansión. Diana, les acondicionará unas habitaciones para ambos.

—No es necesario, puedo pagar un hotel. —Refutó Ashton, y Patrick, no pudo negar el alivio que sintió al escucharlo. 

—Insisto. No hay problema con que se queden.

—Bien. De acuerdo. —Accedió Ashton, y no pasó por alto la mueca de desacuerdo de Patrick.

—Nos vemos mañana, entonces —empezó a despedirse Thomas—. Anni, Alex; le hacen caso a Diana, y a sus tíos, ¿de acuerdo?

—Sí, papá.

—¿No podemos quedarnos también? —Preguntó la pequeña Annette.

—No es posible, amor. Solo un adulto puede quedarse con ella, por la noche. —Respondió Thomas, y abrazó a su hija cuando hizo un puchero en desacuerdo.

—Pero vendremos mañana a verla y a las bebés. —aseguró Annette.

—Muy bien, cariño. —sonrió Thomas.

—Despídeme de Sophie, por favor —pidió Patrick, y Thomas, asintió—. Polette, ¿te vienes conmigo?

—Sí, claro.

—¿Peques? ¿Se van con Diana y Víctor, o con sus tíos? —Les preguntó, Patrick.

—Contigo, tío Pack. —Respondió un animado Alex.

—Pues vamos.

Y así cada uno se subió a su respectivo vehículo luego de despedirse de Thomas, y emprendieron regreso a los viñedos.

Un viaje completamente opuesto a lo que había sido más temprano con la preocupación y los nervios a flor de piel.

Pero el día resultó bueno después de todo.

—Así qué… ese es el gran Patrick, el que habita en los sueños de mi amiga. Hasta que al fin lo conozco. —Molestó Ashton, con dramatismo.

—¡Ahg! Eres molesto. —Se quejó Emily, y puso sus ojos en blanco.

—Por cierto, el hombre casi me asesina con la mirada cuando me acerqué. —Comentó con diversión.

—Exageras.

—Claro que no —aseguró—, lo hubieses visto. Me escaneó completo, como si fuese un bicho raro.

Emily, no pudo evitar reír a carcajadas.

—Sólo te voy a pedir que te comportes frente a él, por favor.

—¿Qué me comporte? Ni que fuese un niño, Emily; me ofendes.

Emily, lo observó con seriedad. Conocía a su amigo y lo imprudente que podía llegar a ser.

—Lo intentaré, ¿De acuerdo? —Accedió dándole la razón. 

—Mejor. 

Unos veinte minutos después aparcaron el vehículo frente a la mansión. 

—No me dijiste que era así de increíble este lugar. —Comentó Ashton, fascinado. 

—Y eso que no lo has visto de día, es aún mejor. —Aseguró Emily, y ambos descendieron del vehículo. 

—Ya quiero que sea de día. —Ambos rieron y se unieron a los demás. 

Al ingresar se dirigieron todos a la sala en donde nadie se esperaba que una muy preocupada Imelda los estuviese esperando. 

—¿Qué hace aún despierta señora, Waltz? —Preguntó Patrick, con frialdad. 

Polette y Emily, se miraron sin comprender esa actitud. Levantándose del sofá, Imelda, se acercó a él. 

—Quiero saber cómo se encuentra, Sophie. —Pidió y por un breve segundo parecía realmente preocupada por lo que había ocasionado. 

—Diana, lleva a los niños a dormir, por favor —pidió Patrick. No quería que los pequeños estuviesen presentes en el caso de generarse una discusión—. También muéstrale a Ashton, qué habitación ocupará, ¿Sí? 

—Sí, muchacho. —Comprendió Diana, llevándose de ahí, a los niños y a Ashton. 

—¿De verdad quiere saber? —ironizó Patrick, observando a su tía con una furia que intentaba reprimir— Pues no parecía muy preocupada antes, señora Waltz. Disculpe si no le creo ahora. 

—Pero sí lo estoy. —Contradijo Imelda, un poco consternada. 

—¿Qué exactamente quiere saber? ¿Sí con todo lo que usted dijo, ella perdió su embarazo o no? ¿Eso la preocupa? —Preguntó con verdadera furia. 

Emily y Polette, no comprendían bien de qué iba la acusación de Patrick. ¿Y qué culpa tenía Imelda, con el parto prematuro de Sophie? 

—Esa nunca fue mi intención. —Se defendió Imelda. 

—¡¿Entonces cuál fue?! —bramó furioso— ¡¿Por qué mierda dijo todas esas cosas sobre ella y su familia?!  ¡¿Qué pretendía ganar con todo eso?!  ¡Responda! —Exigió con rudeza.

—Yo… yo… a ti no te corresponde preguntarme. —Evadió. Patrick, río con sarcasmo. 

—Usted me da vergüenza, señora Waltz —le hizo saber con desprecio—. Y respecto a lo de mis padres, lo que hizo, yo no se lo perdono —advirtió e Imelda, no pudo sostenerle la mirada—. Y si no se ha dado cuenta aún, usted dejó de ser mi tía el día de hoy. Solo es una desconocida y si tiene un poco de decencia, va a largarse de esta casa. 

Sentenció Patrick, dando media vuelta para salir de allí, pero la voz de Imelda, lo detuvo. 

—Tú no… tú no puedes echarme. Ésta también es mi casa. —Refutó indignada. 

—Se lo advierto, señora Waltz; Sophie, regresará dentro de unos días, y para el bien de todos, es mejor que resida en un hotel mientras tanto. 

Dicho eso abandonó la sala dejando allí a una Imelda, muy ofuscada y humillada.  

Polette y Emily, inmediatamente le siguieron los pasos a Patrick, ni por gusto compartirían más tiempo con esa señora. 

—Pack… —llamó Polette, antes de que éste se encerrará en su habitación— ¿Qué fue todo eso? 

—Ay, hermanita —suspiró, Patrick—, será mejor que entres y te explico, ambas. —Dijo mirando a Emily, quién estaba detrás de Polette. 

—Como digas. 

Una vez dentro, Patrick, cerró la puerta y no pudo evitar caminar de un lado a otro, nervioso. Y Emily, no pudo evitar hacer una pequeña inspección por todo el lugar, recordando. 

—La razón por la que a Sophie, se le adelantó el parto, es por culpa de Imelda —reveló y ambas mujeres quedaron perplejas ante la información—. Discutieron muy fuerte. Ambas. Y luego Thomas, también. Eso provocó mucho estrés en Sophie. Y en medio de la discusión nos enteramos de algo que hizo nuestra tía, cuando éramos niños. 

—¿Cómo? ¿Qué dijo esa mujer de mi amiga? Porque no me perdí el detalle cuando mencionaste a los padres de Sophie. —Señaló Emily, con seriedad. 

—Dijo cosas feas, rubia; sobre ella, sobre sus padres. Que Sophie, era una oportunista y ese tipo de cosas, y… Sophie, descubrió gracias a mi tía que mi padre fue el responsable de la muerte de los suyos —mencionó abatido. Esa información le costaba procesarla aún, más al saber la causa que lo originó—. Todos nos enteramos junto a ella, esa información solo lo sabía la señora Waltz. 

—¡Pero que vieja desgraciada! —bramó Emily, indignada— Pero ya me va a oír. Tengo muchas cosas qué decirle a esa mujer. 

—Espera, ¿Qué vas a hacer? —La detuvo Patrick, del brazo cuando Emily, intentó cruzar la puerta. 

—Decirle las verdades a la cara. —Obvió Emily, inquieta por el contacto. 

—Tranquila rubia, no hará falta que le digas nada. Ya Thomas, se encargará. Él no lo dejará así no más y yo menos. —Aseguró. 

Patrick, fue consciente en ese instante de su agarre en el brazo de Emily, y con una lentitud tortuosa, la soltó.  

—¿Entonces qué… qué fue lo que hizo nuestra tía? —Preguntó Polette, con temor. 

—Algo imperdonable. —Patrick, la miró con algo de culpa. 

—¿Tiene qué ver con mamá y papá? —Cuestionó. 

—No quisiera decírtelo de esta forma, prefiero que Thomas, también esté presente. Es mejor.

—No. Tú no puedes soltar una acusación contra nuestra tía y no decirme el motivo que hay detrás de eso. —Reclamó.

—Por favor, hermanita —intentó conciliar, Patrick—. Es algo difícil de contar y prefiero que Thomas, esté presente. Él también tiene cosas que decirte. Solo espero que puedas comprendernos.

—¿Comprender qué? ¿Qué no me estás diciendo? —Cuestionó sin comprender qué sucedía realmente.

—Lo hablaremos cuándo esté Thomas. —Dijo Patrick, sin dejar lugar a otro cuestionamiento.

—Bien. Está claro que no me dirás más nada. Hasta mañana. —Se despidió Polette, abandonando el lugar con rapidez.

Allí se quedaron ambos, frente a frente, sin saber qué decirse o cómo actuar.

—Yo... también me iré, es algo tarde —titubeó Emily, nerviosa—. Que descanses, Patrick.

—Igual tú, rubia.

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