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Galing kay mooredark

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En un aburrido e insignificante pueblo llamado "Redfield", habita una adolescente llamada Luara. Su vida gir... Higit pa

Prólogo
Personajes
1. Encuentro
2. Humillación
3. Mirada
4. Horror
5. Terror
6. Decepción
7. Muerte
8. Sospecha
10. Interrogatorio
11. Evidencia
12. Desesperación
13. Reencuentro
14. Llamada

9. Espías

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Galing kay mooredark

—Es completamente absurdo lo que está diciendo.

¿Este hombre era idiota o qué?

Ya no me importaba mantener la paciencia o la tranquilidad. Eso se había esfumado cuando escuché sus palabras. Ni siquiera me di cuenta de que me levanté del sofá.

—Si no tiene nada coherente que decir, váyase de mi casa.

Seguramente me ví ridícula diciendo aquello, pero no me importó mucho. Me sentí con la libertad de decirlo. En realidad, esas eran las únicas palabras que había querido decirle.

El detective se levantó y percibí sus intenciones de intimidarme con su altura inminente.

Tragué saliva y me dispuse a cruzar los brazos. En todo el momento que me miró, me esforcé en sostenerle la mirada, aunque no sirvió de mucho; él debió notar muy bien lo nerviosa que estaba.

—Tu comportamiento sólo confirma mis sospechas...

Un poco más y me quedaba sin respirar. Me iba a dar un colapso si no se iba ya.

Dió unos pasos y se detuvo cerca de mi.

—Pero no creas que esto se acaba aquí. Ten por seguro que seguiré averiguando hasta dar con la verdad.

Quise responderle tantas cosas, pero difícilmente me contuve. Iba a resultar peor si alargaba más la conversación.

—Váyase ahora —hice énfasis en la última palabra.

Me dedicó una mirada que no supe interpretar, pero seguro significaba algo como: "ya nos veremos después".

Aborrecía la idea de verlo por segunda vez. Apenas lo había conocido y ya empezaba a detestarlo.

Mis piernas comenzaban a flaquear por los nervios. La situación parecía muy insoportable y exasperante.

No lo perdí de vista hasta que salió de la sala. Cuando confirmé que se fue, solté todo el aire que estaba reteniendo.

¿Pero qué mierda era esto? Ahora estaba en la mira de un jodido policía que probablemente seguiría atosigándome por mucho tiempo. ¿No era suficiente con lo que había pasado?

—¿Todo bien? —escuché la voz de mi tía. De inmediato me pregunté si habrá escuchado algo.

Recuperé la postura y fingí estar normal, como si un detective no me hubiera dicho que soy la principal sospechosa del asesinato de mi hermana.

Esto era tan ridículo. Ni siquiera sonaba creíble.

—Si.

—Vi que el detective se fue muy pronto, parecía enojado.

Pensándolo bien, ella no actuaba como si sospechara de mi. Todo debía ser producto de mi mente.

Por mi bien, esperaba que sólo fuera eso.

—Es que no tenía mucho que decirle. Todo se lo contaron mis padres y por eso se fue rápido —le mentí—. Voy a estar en mi habitación.

Me fui de la sala, no quería que siguiera preguntándome más cosas sobre el mal momento que pasé con el hombre ese.

Quizá ya era hora de regresar al instituto. Estaba segura de que las clases y las tareas me distraerían de todos estos problemas.

Me dirigí hacia la ventana para abrir las cortinas. Mi habitación se veía oscura y sólo eran las diez de la mañana. Me quedé viendo hacia afuera, pensando en la nada, hasta que divisé una silueta que se aproximaba por la acera.

Era Lysander.

Traía las manos dentro de los bolsillos del suéter color café y venía con una mochila. Seguro venía de la universidad.

De repente tuve un pequeño flashback.

Hace tres años yo estaba parada enfrente de la ventana, igual que en este momento. Estaba revisando mis redes sociales en mi teléfono, entonces en sugerencias me apareció un perfil, "Lysander Duffy", me metí a husmear pero no tenía publicaciones ni foto de perfil. No recuerdo cuantos amigos tenía, creo que teníamos pocos en común. En ese tiempo yo tenía trece años y creí que su perfil era nuevo, así que no le encontré nada raro. Me creí la valiente y sin pensar en las consecuencias le mandé solicitud de amistad; sin embargo, pasaron los días y aún no obtenía una respuesta.

Aquí viene la peor parte, de la cual me avergüenzo mucho.

Yo me sentí un poco mal porque él no me aceptaba la solicitud, así que decidí mandarle un mensaje... la verdad no me atreví a escribirle algo, por lo que sólo le mandé el icono del saludo con la mano. Eso fue cuando Messenger tenía disponible esa opción de "mandar un saludo" con el emoji de una mano agitándose. Pero no sé si fue un problema de mi teléfono o la aplicación, ya que se trabó cuando le piqué al emoji y en el chat no aparecía nada. Entonces me desesperé y le piqué varias veces al emoji, hasta que después en el chat aparecieron un montón de "saludos" que se enviaron por mi error.

Totalmente avergonzada, los borré todos y creo que sólo dejé uno. No recuerdo muy bien si al principio le escribí un "hola" o fue después. Casi no lo recuerdo, pero igual, él nunca respondió. Tuvo que haber pasado más de una semana después, y entonces ahí si borré el mensaje y cancelé la solicitud.

No hubo día en que no me reclamara mentalmente que fue un error avergonzante lo que hice. Me pregunto si Lysander habrá visto los mensajes. Seguro si los vió, pero ya no lo recuerda. Han pasado tres años desde eso.

Mi más grande duda es porque nunca me respondió. En aquel momento pensaba que tenía muchas solicitudes de amistad y por eso no me respondía. Ahora estoy dudando en si de verdad la cuenta era de él. La busqué hace tiempo, pero aparecieron varias y ninguna de ellas correspondía a la que ví.

No creo que si la vuelva a buscar aparezca algo.

Lo único bueno de todo esto es que tiempo después yo eliminé mi cuenta de Facebook. Recuerdo que mi foto de perfil era una foto mía con algún filtro de Snapchat, se trataba de una corona de flores, lentes y creo que un poco de pecas. Después la cambié por otra porque no me había convencido mucho, esa sólo fue con un filtro de maquillaje y corazones rojos arriba de mi cabeza.

Dios mío, como pude atreverme a publicar eso. Aunque tenía trece años, a esa edad no pensaba  con claridad lo que hacía.

Era imposible no sentir vergüenza cada vez que me acordaba de esas cosas.

Con una cara de horror por todo lo anterior, miraba a Lysander a través de la ventana. Mi expresión se fue transformando en una de melancolía. Aún no podía deshacerme de los recuerdos vagos de esa noche. Es que yo estaba segura de que era él y no Lainer.

Aunque ya me habían dado una respuesta lógica, había algo en mi que se negaba a aceptarla.

***

Al final, Nash terminó por convencerme de salir de mi casa. Estábamos en nuestro lugar favorito: una pequeña cafetería que quedaba al norte de Redfield. Hacía mucho tiempo que no veníamos.

Nash pidió un capuchino con una rebanada de tarta de fresa, yo sólo una malteada de chocolate.

Habíamos conversado muy poco. Él parecía disfrutar del postre, pero yo no podía hacerlo porque mi mente estaba en otro lado. Simplemente meneaba la pajilla del vaso de la malteada sin tener muchas ganas de tomarmela. No sé porque la pedí si no la iba a beber.

Nash me miraba y parecía contenerse de decir algo, pero al final habló.

—No puedes dejar que todo esto te afecte, Luara. Tienes que seguir con tu vida y dejar que el tiempo cure todo.

Esbocé una media sonrisa, sin mucho ánimo.

—¿Desde cuándo eres consejero? —quise mencionar con algo de gracia, pero no me salió bien.

—Luara, hablo en serio.

Suspiré.

—Es imposible que no me afecte porque ese hombre... —de repente, dejé las palabras en el aire.

—¿Que hombre? —preguntó, extrañado. Me quedé en silencio y evité mirarlo. Al no conseguir una respuesta de mi parte, insistió—: Luara, ¿cuál hombre? —esta vez sonó preocupado.

Apoyé los brazos sobre la mesa.

—Ayer en la mañana fue un detective a la casa. Interrogó a mis papás y después a mí —resoplé—. Ese detective sospecha de mi porque, según él, yo fuí la última persona que vió con vida a Aeris después de que ella saliera de casa. Creo que... él piensa que yo... maté a Aeris —bajé la mirada.

Nash se quedó inmóvil.

—¿Qué? —pronunció—. Pero... ese hombre está loco. ¿Cómo se le ocurre pensar algo así? —exclamó incrédulo—. ¿Tus padres lo saben?

Negué con la cabeza.

—No quiero que se preocupen más. Siguen demasiado afectados por la muerte de Aeris.

—Pero es necesario que lo hagas. No puedes enfrentar esto tú sola.

Joder, tenía razón.

—Ese detective debería investigar más y hacer bien su trabajo —señaló—. Es absurdo, está perdiendo el tiempo contigo.

—Estoy segura de que va seguir atosigándome y no sé como va a terminar esto —mencioné algo angustiada.

—¿Sabes qué creo? —expresó—. Que lo que está haciendo es una excusa para no buscar al verdadero culpable —negó con la cabeza—. Además, Aeris pudo encontrarse con alguien más cuando se fue. No necesariamente pudiste ser tú la última persona que la vió —dijo con obviedad.

—Yo también lo creo, pero el detective no parece tener esa idea —hice una mueca.

—Me parece que ese detective no tiene ni una pizca de inteligencia —recalcó—. Cualquier idiota sabe que lo último que dije es una probabilidad en un caso como ese, ¡por Dios, que le pasa a ese tipo! —exclamó.

Un fuerte alivio me recorrió al ver la reacción de Nash. Mi lado paranoico creyó que se pondría en mi contra, o que tal vez no me creería.

—Gracias por apoyarme, Nash —tomé su mano—. Si no fuera por ti, ahora mismo estaría perdida.

—Somos mejores amigos, ¿no? —elevó la comisura derecha de sus labios—. Siempre te apoyaré.

Le regalé una sonrisa sin despegar los labios. Nash siguió disfrutando de su postre y yo le di un trago a la malteada por primera vez. Enseguida me arrepentí de no haberlo hecho antes, pues sabía deliciosa.

—¿Sabes? Creo que perdí un poco el tiempo al no probarla antes —comenté con gracia.

Iba a comentar algo más, pero entonces me fijé que Nash no me estaba poniendo atención. De repente, su mirada estaba enfocada en dirección a la calle. Parecía muy concentrado mirando algo, aunque minutos después su rostro se tensó.

—Luara, ese hombre que va allá —me hizo un gesto con la cabeza sin dejar de mirar en esa dirección; yo volteé hacia donde me indicaba, totalmente extrañada por su cambio de actitud. Había un hombre que iba del otro lado de la calle caminando por la acera, pero no le ví bien la cara porque iba hablando por teléfono.

—¿Quién es? No lo reconozco.

—Ese hombre estaba aquella noche en la discoteca. Estaba junto al tipo que bailé, lo recuerdo perfectamente, es él.

Sentí un escalofrío al recordar aquella noche tan horrible y todo lo que hice para salvarme.

En ese momento también recordé que Nash y yo teníamos una conversación pendiente sobre lo que pasó. Aquella tarde que me marcó me iba a contar algo, pero yo lo interrumpí y le dije que mejor lo habláramos en persona.

No estaba segura de querer hablar ahora sobre eso.

—¿Estás seguro? —volteé por segunda vez a ver al hombre—. Esa noche tomaste mucho, a lo mejor no lo recuerdas bien —mencioné un poco nerviosa, quería que dejara ese tema por la paz.

—Estoy completamente seguro de que es él —se levantó de la silla—. Vamos a seguirlo.

Por Dios, no hablaba en serio.

—¿Qué? —me quedé pasmada, viendo como dejaba dinero en la mesa—. Nash, eso puede ser muy peligroso —susurré mirando a mi alrededor, asegurándome que nadie escuchó lo que le dije.

—Ya lo sé, pero yo estoy seguro de que esos tipos tienen algo que ver con lo que te pasó. ¿Acaso no tienes curiosidad de saber quién estuvo detrás de todo eso? —claro que la tenía—. Quizá esta sea una oportunidad para descubrir algo.

Sin más, comenzó a caminar hacia la puerta, dejándome con las palabras en la boca.

Tuve que seguirlo porque no me estaba dejando otra opción. Cuando salí rápidamente para alcanzarlo, él ya iba llegando a su auto.

—¿Y qué haremos si nos ve? —dije una vez que ambos nos subimos al vehículo.

—Trataré de asegurarme de que eso no suceda.

Crucé los brazos.

—No puedes estar seguro...

—Mira —lo señaló. Estaba a unos cuantos metros delante de nosotros, ya había cruzado la calle y ahora se estaba montando en un auto—. El maldito ya se va, esperaremos un momento para ir detrás de él.

Y así lo hizo. Nash procuraba ir algo lento para que el tipo no se diera cuenta que lo estábamos siguiendo. Teníamos cierta ventaja porque estaba una camioneta delante de nosotros, pero aún así Nash no perdía de vista el auto rojo en el que iba el sujeto.

El corazón se me aceleró al darme cuenta de que se estaba dirigiendo a la salida de Redfield. Miré a mi mejor amigo, pero él no parecía inmutarse; seguía muy aferrado a la idea de seguirlo, que no le importaba a que lugar fuéramos a parar.

De pronto todo esto me dió mala espina. ¿Y si ese tipo nos estaba vigilando y nos puso una trampa para que lo siguieramos?

Oh, por Dios.

El aire comenzó a faltarme tan sólo de pensar que aquello fuera verdad.

—Nash, ¿te das cuenta hacia dónde va? ¿Y si ya notó que lo estamos siguiendo? —el pánico era notorio en mi voz.

—Tranquilízate, Luara. Estaremos bien.

No podía estar tranquila. Desde el principio esto no me pareció buena idea. Sin embargo, aquí estaba cometiendo otro error que me traía malos recuerdos.

El sujeto se metió al autopista y nosotros íbamos detrás de él como perros falderos. Me estaba poniendo más nerviosa porque ya casi iba a anochecer.

Después de no sé cuantos minutos en la carretera, Nash y yo vimos como el auto rojo se desviaba del autopista y se metía por un estrecho camino de terracería. Nash orilló el auto y esperó a que el sujeto avanzara un buen tramo antes de meternos por ese camino.

Yo estaba a punto de morderme las uñas por la desesperación. Ninguno de los dos volvió a hablar, preferí callarme para evitar distraer y alterar a Nash.

Esperamos unos tres minutos y Nash volvió a poner en marcha el auto. Nos desviamos hacia el camino de terracería y entonces lo que ví fue suficiente motivo para abrir la boca.

—Nash, por lo que más quieras hay que regresarnos ya. Pronto va anochecer y no sabemos a donde se dirige este tipo.

El extenso camino parecía la entrada a un bosque de terror, estaba lleno de maleza a los alrededores y parecía no tener fin. Ya ni siquiera se veía el auto rojo.

—Espera un poco más —dijo con algo de impaciencia.

Lo veía y no lo reconocía. Tenía mucho miedo, no sabíamos en donde nos estábamos metiendo y, sobre todo, a quién estábamos siguiendo.

Íbamos muy lento, pero de pronto Nash detuvo el auto.

—¿Qué haces?

—Tenemos que ver en dónde se metió, si vamos en el auto corremos el riesgo de que nos descubra.

Una vez más tenía razón. Él se bajó y yo me quedé en el auto un momento más. Por un instante tuve el impulso de tomar el volante y obligar a Nash a subirse para irnos, pero yo no sabía manejar.

Y como quedarme sola dentro del auto tampoco era opción, me bajé soltando un resoplido.

Caminamos un poco y descubrimos que más adelante había otro camino que doblaba hacia la izquierda. Ambos creímos que el coche se fue por ahí, así que tomamos ese camino.

Resulta que ese camino llevaba hacia una cabaña de dos pisos, ahí estaba aparcado el auto rojo y el tipo ya se había bajado, pero seguía hablando por teléfono. Aunque estuviera de espaldas, nosotros nos escondimos detrás de un árbol en cuanto lo vimos. Tenía la esperanza de escuchar lo que decía, pero todavía estábamos algo lejos de él como para alcanzar a escuchar algo.

Procuramos no hacer ruido y nos acercamos un poco más, esta vez nos ocultamos por separado detrás de dos árboles.

—...se está cagando de miedo, por eso se fue de aquí, ella nos metió en un gran problema y no tardarán en descubrir que era propiedad de él.

Nash y yo nos miramos boquiabiertos.

—Sólo vine a recoger mis cosas y yo también me iré antes de que esto se complique más —el tipo se estaba dirigiendo a la entrada de la cabaña—. Es una lastima que ya no pueda pagar por lo que hizo —esto último lo mencionó con rabia.

Dejamos de escucharlo porque se había adentrado en la cabaña, y eso sólo significaba una cosa: si no nos íbamos ahora, el sujeto vería el auto de Nash y estaríamos en graves problemas.

Me giré para mirar a mi mejor amigo, y lo contemplé asustada; había sacado su celular y parecía estar tomando una foto.

—¿Qué estás haciendo? —susurré exaltada.

—Le tomé una foto a la placa del auto. A lo mejor puede servir para algo.

Después, con el miedo corriendo por nuestras venas, corrimos como pudimos hacia donde habíamos dejado varado el coche. Nash condujo a toda velocidad y en poco tiempo logramos meternos al autopista.

Mi corazón seguía latiendo a toda prisa por las palabras de ese tipo. No sé en qué momento llegamos tan lejos al seguirlo.

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