Soy un mal padre

By ARIVLE_SH

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Jack Conway es una persona mandona, triste y solitaria. Pero esto solo dura hasta que dos niños hacen que su... More

Capítulo 1 - Vivimos en la calle
Capítulo 2 - Volkof
Capítulo 3 - Julia
Capítulo 4 - La casa del viejo
Capítulo 5 - Tengo miedo
Capítulo 6 - Día de descanso
Capítulo 7 - Afecto
Capítulo 8 - Papá
Capítulo 9 - Merecen una familia
Capítulo 10 - El chico que saltó del columpio
Capítulo 11- Me gustas, ¿te gusto?
Capítulo 12 - Somos tíos 1/2
Capítulo 13 - Somos tíos 2/2
Capítulo 14 - Cuídalo bien
Capítulo 15 - ¿Sigues vivo? 1/2
Capítulo 15 - La furgoneta 2/2
Capítulo 16 - Tú eres mi familia
Capítulo 17 - Ivadog
Capítulo 18 - Casitas y cocinitas
Capítulo 19 - Me duelen los pies
Capítulo 20 - Crucero
Capítulo 21 - Mentiroso
Capítulo 22 - Silencio

Capítulo 23 - Mis hijos

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By ARIVLE_SH

—Veamos... —comenzó a hablar el hombre de avanzada edad, acomodando sus gafas sobre su ancha nariz para leer bien los papales que poseía. —Desea la custodia de Gustabo García y Horacio Pérez.

Dejó de lado los papeles, viendo a los dos hombres sentados frente a él.

—¿Sabe lo que eso implica, señor Conway?

El superintendente miró de reojo a Volkov, como si él tuviese la respuesta a aquella pregunta que esperaba fuera retórica. Finalmente se encogió de hombros.

El abogado aclaró su garganta.

—Primero que todo, adoptar no es sencillo, es un proceso largo.

—¿De cuánto tiempo estamos hablando? —preguntó con impaciencia el superintendente, interrumpiendo al hombre.

El abogado pareció pensar en su respuesta.

—Un año, tal vez un poco más. Depende de muchas cosas.

Volkov miró a Conway, él estaba de todo menos calmado. Nunca había visto una pierna más inquieta como la de su superior en estos momentos.

—Vale, entonces, ¿qué debemos hacer? —respondió Conway.

El ruso movió su pierna, tocando la de Conway, tratando de calmarlo. El abogado pareció notar esto. Cogió aire, elevando un poco su pecho y señaló a ambos.

—¿Son pareja? —ignoró la pregunta del superintendente.

La cara de Volkov se puso roja y Conway se acomodó en la silla, algo incómodo.

—No, somos compañeros de trabajo. —respondió Conway en un tono más serio.

El abogado achicó los ojos, como si estuviese decepcionado.

—Es una pena, es mucho más favorable que una pareja adopte a dos niños en vez de un soltero.

—¿Cómo ve la adopción?

—Algo complicada. Verá, usted mantuvo contacto con los niños durante mucho tiempo y para adoptar se requieren ciertos requisitos. Por desgracia, Gustabo dijo ciertas cosas sobre usted que podrían desfavorecer el procedimiento.

—Ese crío... —Conway se contuvo de maldecir —¿Como qué?

—Como por ejemplo ser un padre ausente, cosa que es posible teniendo en cuenta su trabajo. O, Además, crear un mal ambiente para la crianza.

Conway rió, rascando con nerviosismo la palma de su mano.

—Tenemos un buen ambiente. —respondió. No era a su abogado a quién debía de convencer, aún así sintió la necesidad de decirlo.

—¿Está seguro? Porque ha entrado maldiciendo con malas palabras sobre una multa que le pusieron.

—Me quejo sobre las injusticias sociales.

Vio de reojo al comisario negando con la cabeza, juzgándolo.

—¡Solo me pasé de la hora cinco minutos! —habló directamente con Volkov.

—Y según lo que pone aquí —el abogado señaló el papel —hubo un accidente no hace mucho en un parque con una furgoneta que conducía Gustabo. Accidente por el cual el brazo de Horacio se rompió.

—No estaban bajo mi cargo —se excusó.

—¿Los suele dejar desatendidos?

—No —respondió rápidamente —O sea, sí. Pero puedo cambiar eso.

—No me mal entienda, señor Conway, pero... no es muy seguro que gane sus custodias.

-   -   -

—¡Vaya pedazo de anormales! ¿¡Desde cuándo se necesita tanto papeleo y mierda para adoptar a dos piojos!? —Conway gritaba, importándole poco que todos en la cafetería lo observaran.

Decidieron tomar algo para aclarar ciertas ideas, aunque fue más para tranquilizar a Conway. Se encontraba alterado por la situación complicada que se les presentó para poder recuperar a Gustabo y Horacio. Él estaba tan de los nervios, que se había pedido la mitad de la carta, dejando tan solo las migas sobre los platos en cuestión de segundos.

Volkov solo escuchaba cómo vociferaba. No ponía quejas si podía tomar un café.

De la nada, su superior calló, viéndolo tomar lo poco de café que quedaba en su taza.

—Me llamó papá, Volkov... —lamentó, con un tono más bajo.

Volkov supo que se refería a Gustabo. Ese pequeño tan complicado de conquistar lo llamó papá cuando se encontraba en una situación complicada, pidió la ayuda del superintendente y en cualquier otra situación esas palabras dichas por Gustabo hubiesen alegrado al súper, pero ahora se sentían como una decepción. Tocó ligeramente la mano de su jefe, haciéndole saber que seguía ahí, junto a él.

Conway se quedó viendo al comisario por un buen rato. No existían las palabras para agradecer a su viejo compañero por el apoyo que siempre le brindaba. Conway era consciente de la carga que es, su humor no era precisamente encantador y Volkov lo soportaba. Era casi como estar en un matrimonio, claro que sin la parte divertida.

Los ojos de Conway se iluminaron, como si hubiese visto aparecer un milagro frente a él.

—Volkov, cásate conmigo.

El comisario escupió todo el café que tomaba en ese momento, ahogándose. Las personas volvían a llamarle la atención. Una vez retomó el aliento, miró con los ojos desencajados a su superior.

—¿Disculpe?

—Piénsalo. El abogado dijo que era más favorable adoptar siendo una pareja.

Se limpió la boca manchada por el café, tratando de recomponerse ante las palabras repentinas de Conway.

—Superintendente... —Volkov ni siquiera sabía por donde empezar a negarse ante esta idea.

—Volkov, —interrumpió —de esa forma mantendría mi puesto y tú también. Los niños nunca estarían desatendidos.

—¿Sabe lo que me está pidiendo?

Conway inclinó su cuerpo, apoyando sus codos sobre la mesa.

—Olvídate de lo ilegal que pueda resultar, centrate en la causa.

—La causa costaría una multa de una cantidad de dinero que ni siquiera me atrevo a pensar. —respondió alarmado.

Se hizo el silencio, donde el superintendente pareció pensarlo mejor. Entendía la posición de Volkov y tal vez estaba abusando de su amistad e ímpetu por ayudarlo en lo que fuera.

El comisario suspiró, observando aquel deje de decepción en la mirada de Conway mientras fijaba su vista en los platos vacíos. Se odiaba muchísimo por tener tan poca fuerza de voluntad para negarle cosas a Jack, incluso si la consecuencia era una multa o incluso la cárcel.

—Está bien.

Conway miró a Volkov.

—Me casaré contigo —aceptó Volkov.

-   -   -


Greco saltó sobre el sofá, con el corazón acelerado.

—¡Sí, lo sabía, estáis perdidamente enamorados!

—Creo que ha dejado de escuchar en la parte en la que mencionas que solo lo hacéis por la custodia de los niños —señaló Ivanov, hablando con Volkov.

Decidieron, después de haberlo discutido por unos días, contarlo a Ivanov y Greco. Ellos también desarrollaron cariño hacia los niños así que Volkov supuso que merecían saberlo.

Conway salió de la cocina con un donut en la boca, probablemente el sexto en todo lo que llevaba de día. Estaba ansioso y ya no solo por el juicio que se iba a llevar a cabo para recuperar de una vez por todas a lo que consideraba sus hijos, sino también por su futuro falso matrimonio con su compañero. Le parecía bien la idea, al menos cuando la propuso por primera vez, pero no ha estado con nadie desde de Julia. Casarse, incluso si era por una razón mayor, lo hacía pensar que traicionaba a su mujer. Sentía que debía mantener luto hasta la hora de su propia muerte.

Conway se hizo hueco en medio de los dos idiotas que vinieron a su casa y zampó el donut en cuestión de segundos.

—¿Quién es el activo en la relación? —preguntó de la nada Ivanov.

—Claramente Volkov —respondió Greco con un bufido, señalándolo como algo obvio.

—¿Tú crees? Yo pienso que es el super, siempre es serio e imponente. —contraargumentó Ivanov.

—No te has enterado de nada, ¿verdad? Obviamente el superintendente es más mandón y autoritario, pero a la hora de la verdad le gusta sentirse cuidado y débil en los brazos de otro hombre, en este caso Volkov.

Volkov puso sus manos en su cintura. Se sentía un tanto perdido en esta conversación.

—¿Y por qué no pueden hacerlo ambos? —contestó, levantando una ceja.

—Nadie le va a dar por culo a nadie. —interrumpió Conway, algo alucinado con que Volkov les estuviera siguiendo la corriente.

—Está bien, pero me pido ser el padrino —dijo Greco, levantando una mano.

—Me encanta esa película. —sonrió Ivanov.

Conway negó con la cabeza, resentido con lo idiotas que podían resultar ser.

—Superintendente, ¿podemos hablar un momento a solas? —habló Volkov, señalando a la cocina.

Rápidamente se marcharon, dejando a Ivanov y Greco seguir con su despropósito de quién dominaba en la relación. Al entrar en la cocina escucharon silbidos cómplices, cuya única respuesta de Volkov fue suspirar.

—¿Está seguro de querer hacer esto? —preguntó, más para sí mismo que para Conway.
Joder, hacía solo cinco meses desde la muerte de Julia y ya se estaban casando.

—Volkov, no puedo volver a perderlos, no puedo volver a decepcionarlos. Les voy a demostrar que merezco una segunda oportunidad... —Conway hizo una pausa, mirando por la puerta de la cocina, asegurando que no los escuchaban —Incluso he empezado a ir al psicólogo.

Las cejas de Volkov volaron hacia arriba.

—Estoy arreglando ese tema de problema de ira... No sé si lo has notado.

Realmente Conway quería demostrar que merecía a esos niños y estaba dando todo de sí para conseguirlos y tenerlos de vuelta.

—No quiero obligarte a que hagas esto, Volkov. Has hecho mucho por mí durante toda mi vida y puedes negarte.

—¡No! —se interrumpió a sí mismo, dándose cuenta que sonó algo desesperado —Es decir... no me importa hacerlo.

—Sois adorables.

Giraron sus cabezas a la vez, viendo a Greco parado en la puerta de la cocina, apretando sus labios con un brillo en sus ojos, formando una expresión enternecida.

—Greco... —suspiró Volkov, esperando que no hubiera escuchado algo que no debía.

—Perdón, solo vengo a por unas galletitas.

Conway arrugó su frente. Escuchar la palabra "galletitas" salir de la boca de un hombre como Greco se veía ridículo. Greco se movió, abriendo las puertas de las estanterías, buscando el alimento.

—Suerte encontrándolas, ya no las compro. —dijo Volkov.

Greco los miró, casi ofendido.

—¿¡Qué!?

-   -   -

El flash de la foto cegó a Volkov, que tuvo que parpadear para recuperar su vista. Greco insistió en crear un recuerdo haciendo una foto de recién casados, justo frente al ayuntamiento. Fue una ceremonia discreta, solo como invitados a Greco e Ivanov, unos papeles del ayuntamiento y listo. Ya eran oficialmente marido y marido.

Volkov apenas podía concebirlo. Estaba casado con Jack Conway, el jodido hombre que lo traía loco desde hace años. ¿Fue triste aceptar casarse solo porque estaba enamorado y era lo único que podría obtener aparte de un amor de pura amistad? Sí ¿Se sentía satisfecho con lo realizado? También.

Greco se acercó a los recién casados con emoción evidente, sacando de su bolsillo un pequeño pañuelo que contenía dos anillos con fechas grabadas por el lado interno. Volkov pudo notar lo tenso que se puso el cuerpo de su marido.

Su marido.

—Los ordené a hacer, ya sabéis, no es del todo un matrimonio sin los anillos de compromiso.

Los ojos de Volkov viajaron hasta las manos de Conway, pudiendo notar cómo él jugaba con el anillo en su dedo, el anillo de Julia. Algo se retorció en el pecho del ruso. Joder, no quería esto. Estaba feliz aunque fuese un matrimonio de mentira, pero no quería que Conway se viera tan inmerso en la misión y dejase atrás su romance con Julia.

La mano de Volkov se extendió para tomar los anillos, a punto de negarse, sin embargo Conway se adelantó a él. De manera rápida colocó en el dedo anular de la mano izquierda del comisario uno de los anillos y le extendió el otro para que él se lo pusiera.

Conway elevó su mano, dónde aún estaba el anillo de Julia. Él estaba dejando que Volkov se lo arrebatara. Hacer eso sería equivalente a romper la promesa que ambos tuvieron en el altar de jurarse amor eterno. Volkov sabe a la perfección que Conway moriría amando solo a Julia, por esa misma razón sacar de su dedo el anillo es tan difícil. No podía hacerlo. Agarró su mano con delicadeza, como si Conway no fuese un maldito bruto.

—Super...

—Ponme el jodido anillo, Volkov.

Tragó saliva y quitó el anillo para poner el otro. Le quedaba perfecto y sintió el impulso de besar su mano. Pero no lo hizo. Esta boda era mentira, estos anillos eran mentira y el amor que sentía por él no era recíproco.

—VIVA LOS NOVIOOOOOSSSS

Greco sin duda fue quien disfrutó de esta boda.

-   -   -


Se miró en el espejo, con su traje todo arrugado, sin su chaqueta ya que no la encontraba. Sin embargo no se atrevía a salir camino a pelear al primer juicio por la custodia de los niños. Gustabo obviamente no estaría de acuerdo en volver junto a él. Rompió su promesa y su confianza. Horacio por otro lado, seguro que tampoco estaría por la labor después de haber sido él quien provocase su ataque de ansiedad.
Los niños le odiaban y él se habría involucrado en un psicólogo y un matrimonio falso para nada.
Entre esto y los capullos que vigilaban si su matrimonio con Volkov era cierto se estaba volviendo loco.

La puerta de su habitación se abrió y no necesitó echar un vistazo para saber que era Volkov.

—¿Está listo?

Conway se mantuvo mirando su reflejo en el espejo. Los pasos de Volkov se acercaron hasta ponerse tras él. Los ojos de Conway se encontraron con los de Volkov, él también llevaba su traje, con la diferencia de estar bien arreglado, aunque era totalmente de esperar por su parte, siempre tan calmado y organizado.

—Me odian, Volkov.

Volkov metió sus manos en los bolsillos.

—Correción, odian al antiguo Jack Conway, el superintendente con malas pulgas de Los Santos. Ahora eres una persona nueva, has cambiado y sigues esforzándote para mejorar. No te preocupes, seguro que todo saldrá de maravilla.

Conway se dio la vuelta para ver cara a cara a su compañero.

—¿Siempre se te ha dado así de bien mentir?

Volkov escondió una sonrisa y se encogió de hombros. Conway quería abrazarlo, pero no lo hizo. Se retocó su corbata y salieron por la puerta.

-   -   -


Después de dos largos meses por fin les abría las puertas de su casa una vez más a ambos niños. Tocaban unas semanas de prueba para que el juez viese que Conway podía ser capaz de criar a los niños de forma segura.

Volkov entró con Horacio agarrado de su mano. El pequeño ha dejado crecer un poco su pelo, sin ser tan notoria ahora su cresta. La escayola en su brazo ha sido quitada y se veía más delgado. Miró la casa, justo igual de la misma forma que la primera vez que entró. Asombrado, pero esta vez asombrado de estar aquí una vez más y feliz porque Conway al final no los dejó tirados como hizo su madre y volvió a por ellos.

Ivadog ladró, acercándose a Horacio para lamer su rostro con entusiasmo.

Al escuchar la risa de Horacio el corazón de Conway se llenó... de algo. Le gustaba ese sonido. Le gustaba que su casa no estuviese en silencio y realmente esperaba que se mantuviera de esa forma.

Gustabo entró por la puerta un momento después, con una expresión desinteresada. Justo después pegó una patada en la espinilla a Conway, que se agarró la pierna hasta estar en la misma altura que Gustabo.

—Esto lo hago por Horacio.

Y era cierto, en los juicios Gustabo se portó bien y desmintió algunas de las cosas en las que inculpó de malos tratos al superintendente. Obviamente como hermano mayor quería lo mejor para Horacio. Y si su hermanito quería una familia, se tragaría su terquedad y escondería en un baúl todas las cosas que Conway les hizo a ambos para ser capaz de soportar vivir en esta casa, si es que ese era su destino final.

Sin decir más se acercó a Horacio, acariciando a Ivadog.

Conway miró a los niños a lo lejos, aún agachado, tocando su pierna. Iba a cambiar las cosas, quería levantarse todos los días y ver, si Dios quería, a sus dos hijos en el salón, jugando y haciendo bromas sobre lo pequeña que era la cabeza del comisario.

FIN



Nota:

Primero lo primero. Mil gracias por leer este fanfic y tener una paciencia de oro al esperar cada actualización ♥️♥️♥️
No me esperaba tanto apoyo, lo agradezco muchísimo.
También agradecer a una amiga mía, lola_molins, que me animó a publicar este fanfic en su momento y me ha ayudado siempre que he pedido ayuda con los capítulos, además de potenciar mi confianza en la publicación de algunos capitulos cada vez que lo necesitaba.
Además ella me crea las portaditas, cosa que se agradece 🫂❤️

Ahora diré algo que podría o no interesar.
Esta historia desde un inicio estaba planeada para dividirse en dos partes para no hacerlo tan pesado. Os puedo contar que en la segunda parte habrán pasado siete años, (por lo que Gustabo y Horacio serían adolescentes) se desencadenará un distanciamiento entre Gustabo y Horacio, aparecerá Pogo, se desarrollará el romance de Conway y Volkov y aparecerá una nueva figura paterna para Gustabo que a su vez se interpondrá en la relación amorosa del Volkway.

Por el momento tengo organizados los capítulos y escrito algunos. Aún no sé si publicar está segunda parte o no ya que no estoy últimamente muy animado a escribir. Aún así mantendré noticias por aquí y el tablón de mi perfil.

Gracias por todo ♥️

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