Peligrosa obsesión | tom kaul...

By kaulitzpromise

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Mis defectos según ella: -Eres impulsivo, cínico, irrespetuoso algunas veces, mujeriego, egocéntrico, narcisi... More

Sipnosis.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.

Capítulo 17.

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By kaulitzpromise

Comencé a despertar al sentir como unas leves manos me movían. Abrí un ojo y la miré. Ella me sonrió levemente.

—Buenos días, Ro —dije con voz ronca.

—¿Se puede saber que haces durmiendo en el sillón? —preguntó. Me senté y miré a mí alrededor.

—Mi cuarto está ocupado —contesté, y me puse de pie para ir al baño. Entré, me lavé la cara y los dientes. Salí y me acerqué a la mesada para sentarme frente a Rose— ¿Qué hora es?

—Las doce en punto, Tom —contestó y comenzó a sacar ollas y comida para cocinar.

—¿Tom? —escuché su adormilada voz.

Rose y yo nos giramos para mirar hacia el pasillo, del cual provenía su voz. Su rostro era una mezcla de sueño, confusión y dolor de cabeza. Ella me miró y luego miró a Ro. Me puse de pie y me acerqué a ella.

—Vamos al cuarto, cariño —dije y volvimos de donde salió.

Me giré a verla, después de cerrar la puerta.

—¿Dónde estoy? —preguntó mientras se sentaba despacio en la cama.

—En mi departamento —contesté. Sus ojos se abrieron bien y se puso rápidamente de pie.

—¿Qué hiciste conmigo? —dijo nerviosa— ¡Oh, dios! No me digas que tú y yo...

—No, cariño —la interrumpí divertido— Tú y yo no hicimos nada de lo que estas pensando. Te hubiera encantado, ¿verdad?

—No, claro que no —dijo rápidamente— Además como iba a encantarme, si no recuerdo nada de lo que pasó.

—¿Nada? —pregunté. Ella clavó sus ojos en los míos.

—Bueno, recuerdo un poco —dijo y me miró con desconfianza— ¿Qué estas insinuando?

—No, nada.

—Kaulitz... —dijo mi nombre con tono de advertencia.

—¿De verdad quieres saberlo? —pregunté. Ella asintió— Bueno, pues para empezar tomaste mucho por lo que adjudico todos tus actos al alcohol. Ni los chicos ni yo te juzgamos de verdad.

—Oh, Dios santo —dijo mientras se sentaba en la cama para escucharme con atención.

—Pusiste música en el bar, comenzaste a bailar muy sexy, me gusta verte bailar por cierto. Coqueteaste con Luke...

—¿Luke? —preguntó.

—Un grandulón, así le dijiste, que va allí siempre —respondí divertido— Me sedujiste.

—¿Qué hice que?

—Me sedujiste, me bailaste sensualmente... cerca, tocándome, provocándome.

—Yo...

—Luego te subiste a la barra, haciendo que todas las mujeres del lugar se subieran y bailaran sensualmente junto a ti. Pero debo decir, que aún así eras la más sexy. Luego un baboso quiso tocarte, lo puse en su lugar. Te rescaté de la perdición, salimos de allí, nos fuimos a Las Vegas, nos casamos y ahora eres mi esposa. Me debes la noche de bodas, cariño...

Ahora su rostro era una mezcla de vergüenza, preocupación y asombro. Hasta que clavó sus ojos en mí, los entrecerró y me miró con recelo.

—Eso último es mentira, ¿cierto? —dijo muy segura de ello. Sonreí ampliamente.

—Pensé que así el saber que me besaste anoche aligeraría la noticia.

Sus ojos se abrieron como platos.

—Eso es mentira —aseguró.

—No, no es mentira. Lo hiciste, y bueno yo no pude negarme...

—Eres un aprovechado, estoy segura de que tú me besaste a mi, y ahora me estas diciendo que yo te besé a ti...

—¿Para que voy a mentirte? —pregunté— Si yo te hubiese besado te lo digo: Castaña, anoche te besé. Pero no lo hice...

—Mmm, bueno si fue así entonces te pido perdón. Esa no era yo —dijo totalmente avergonzada.

—No, no me pidas perdón, cariño. Por mí, puedes hacerlo las veces que tengas ganas.

Ella bajó su mirada nerviosa, intentando evitar mi mirada.

—¿Quién es la señora que esta en la cocina? —preguntó desviando el tema.

Arqueé una de mis cejas ante ese cambio de tema tan repentino. Ella ya no quería seguir hablando de eso. Sonreí levemente.

—Rose. Viene los fines de semana, para cocinarme y dejarme la comida preparada. Soy un desastre cocinando.

—Que tierno de ti, Kaulitz.

—Lo ves, no todo es pecado en mí, cariño.

Rió por lo bajo y salimos de la habitación, para ir a la cocina. Rose nos miró y sonrió levemente.

—Ro, ella es Marjorie —la presenté.

—Es un gusto, señora —habló la ojiverde amable.

—El gusto es mío, niña —dijo Ro.

—¿Puedo pasar al baño? —preguntó Marjorie.

—Sí, sí —le dije— Aquella puerta de allí.

—Ya vuelvo —se disculpó y fue hasta el baño. Me senté frente a Rose, y ella me miró bien.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Nunca habías traído a una chica aquí —dijo con tono pícaro.

—Va a la Universidad conmigo. Ayer tuvimos un pequeño percance y no podía dejarla sola en su casa.

—Es muy linda, me agrada —dijo y volvió a cocinar.

—Que extraño, nunca te agradan... por eso no las traigo.

—No parece ser una tonta con pelo teñido —dijo exasperada. Yo reí— Ella tiene un aura especial.

Marjorie llegó a la cocina y nos miró.

—¿Quieres comer algo, niña? —le preguntó a Marjorie.

—No, señora, gracias... —dijo y al instante su panza gruñó. La miré divertido.

—Tonterías, estás muriéndote de hambre —le dije, y miré a Rose— Ro, dale la lasaña de espinaca. Ella solo le hace el feo a lo que yo consumo.

Rose la miró.

—¿Eres vegetariana? —preguntó algo sorprendida.

—Trato de serlo. Desde hace ya dos años que no como carne —dijo orgullosa de si misma.

Rose sonrió y sacó la lasaña del refrigerador.

—Es lo único que puedo hacer que Tom coma, sino no hay caso. No consume casi nada no proveniente de un pobre animal —le contó Rose.

—Sí —dijo Marjorie mientras se sentaba a mi lado— Es un carnívoro sin control.

—Lo se, lo se. Ya le he dicho que un día todos los pobres animales que le han dado de comer, van a venir en busca de venganza...

—Y se la merecerá, Rose, todo se paga en esta vida.

—Además de que algún día le agarrara un paro cardiaco de tener las venas todas tapadas de carne y comida chatarra —agregó— Y a pesar de que come como una bestia, está perfectamente bien corporalmente.

—Sí, lo se, yo tampoco entiendo porque —dijo la castaña— Y es una injusticia de la vida. Imagínese, yo llego a comer un poco más de lo que como normalmente, engordo como cinco kilos, y parezco un globo.

—Eso es terrible, y nosotras las mujeres somos las que más lo sufrimos. Y él come, come y come, y no engorda.

—Ya lo volveré menos carnívoro de alguna manera.

—¿Ya terminaron de defenestrarme? —les pregunté. Ambas rieron— Tengo hambre.

—Ya va a estar pequeño —avisó Rose.

Se acercó al horno para sacar la lasaña. Marjorie me miró y yo también lo hice. Me sonrió levemente y sentí aquel extraño impulso de besarla. Levantó su mano y acomodó mis trenzas hacia atrás. La sensación de estar así con ella se convirtió en algo totalmente extraño.

Era como si yo significara algo para ella. Quizás un amigo...

Nunca tuve amigas mujeres, pues considero que no existe la amistad entre el hombre y la mujer. Lo único que hay entre el hombre y la mujer es deseo. Deseo, que arde en mí, cada vez que tengo cerca a Marjorie.

Rose puso un plato frente a Marjorie, haciendo que ella mirara al frente. Sonrió al ver en el plato la humeante lasaña.

—Mm, esto se ve delicioso —dijo ella.

—No tanto como tú —le susurré para que Rose no me escuchara.

Marjorie me miró asesinamente, yo solo reí por lo bajo, y Rose puso otra plato frente a mí.

Un jugoso trozo de carne, con el mejor puré del mundo.

Mmm, ¿Cómo sería una jugosa Marjorie desnuda con crema y una cereza encima? Eso sería interesante. Muy interesante.

Rose se sentó a comer con nosotros, un poco de lasaña. Hablaba con Marjorie como si se conocieran de toda la vida.

Yo solo las observaba y comentaba muy de vez en cuando sobre alguna de sus conversaciones, de lo cual me ganaba una venenosa mirada de parte de ambas. Cuando Marjorie había terminado de comer, yo ya iba por mi segundo plato terminado. Ella me miró algo sorprendida.

—De verdad, eres una bestia comiendo —me dijo.

—Y tú de verdad pareces un pajarito comiendo.

Marjorie se puso de pie y juntó sus cosas.

—Bueno, Rose estuvo delicioso, ya te pediré la receta —dijo dulcemente.

—Cuando quieras, Marjorie —dijo ella sonriéndole.

—Kaulitz, ya me voy —me aviso.

—Bueno, entonces te llevo —dije cuando terminé de tomar agua.

—No, ya es suficiente. Ya no es necesario, no soy una niña —dijo quejándose.

—Bueno, esta bien, cariño, esta vez acepto tus condiciones —dije, y ella suspiró aliviada. La miré divertido— Pero te acompaño hasta abajo.

—Y si no hay más remedio, ¿Qué puedo hacer? —dijo y Rose rió. Se acercó a ella— Hasta luego, Rose, fue un gusto conocerte. No entiendo porque teniéndote a ti, el muchachito es así.

—Yo tampoco, cielo —dijo divertida Rose.

Revoleé los ojos y busqué las llaves mientras Marjorie caminaba hacia la puerta.

—Dile que me agrada —susurró Rose antes de que yo fuera detrás de ella.

—Se lo digo —dije y salí de allí con Marjorie.

Nos subimos al ascensor y bajamos en planta baja. Caminamos hasta la puerta y ella se giró a verme.

—Bueno, Kaulitz, gracias por todo. No recuerdo muy bien lo de anoche, pero... voy a creer en tus palabras.

—Así tiene que ser —dije. Ella sonrió.

—Gracias —musitó. La miré fijo y no pude detenerme.

Levanté mi mano y acomodé un mechón de su cabello detrás de su oreja, para luego bajar mi mano por su mejilla y acariciarla levemente. Posé mi mirada en sus labios, y volví a sus ojos.

—No es nada, cariño, se hacer mi trabajo —dije.

Trató de no sonreír, pero le fue imposible.

—Eres un tonto, adiós —dijo y comenzó a caminar.

—¡Oye! —la llamé. Se giró a verme.

—¿Si? —preguntó.

—Rose me pidió que te dijera que le agradas. Y eso no es fácil de conseguir, no le agradan mucho las mujeres. Menos las chicas que tratan de corromperme...

—Yo no quiero corromperte —dijo rápidamente.

—Exacto —hablé y sonreí de costado— Rose, sabe que soy yo quien trata de corromperte.

Vi como sus mejillas tomaban un poco de color, y las ganas de besarla fueron casi ilógicas en mí. Negó con la cabeza y siguió caminando. ¿Por qué demonios es tan linda?

Sacudí mi cabeza y me metí al edificio, subí a mi casa y entré. Rose estaba terminando de lavar todo. Me miró y sonrió.

—Es encantadora —dijo apenas entré a la cocina.

—¿Te agrada, enserio?

—Claro que sí, me recuerda a tu...

Dejó de hablar y bajó la mirada.

—¿A quién? —pregunté.

—A una vieja amiga que tengo, es así como ella. De carácter fuerte, convicciones inamovibles y sobre todo una extraña pero dulce forma de llegar a las personas.

—Para mí es como todas las demás —mentí descaradamente.

—Sí, seguro —dijo con ironía— Te conozco tanto, pequeño.

—¿Qué quieres decir?

Ella sonrió divertida y dejó de lavar, para mirarme a los ojos.

—Tú, te estas enamorando de Marjorie.

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