El juego de Lucifer.

By MarDMMD

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Frialdad, inteligencia, sensualidad y sarcasmo, son palabras que pueden describir perfectamente a Lucille Fer... More

Sinopsis.
Rangos y Advertencias.
Prólogo.
Capítulo 01.
Capítulo 02.
Capítulo 03.
Capítulo 04.
Capítulo 05.
Capítulo 06.
Capítulo 07.
Capítulo 08.
Capítulo 09.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 24.
Capítulo 25.

Capítulo 23.

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By MarDMMD

Capítulo 23.- Locos.


Un suave movimiento en mi hombro me hizo despertar. Al abrir los ojos me encontré a Dean mirándome mientras me mueve con su mano para despertarme.

―Despierte, hoy tiene que irse a su casa ―Me dijo antes de alejarse y darle un trago a lo que sea que hay en su taza.

Oh, un segundo.

Sé que hay en esa taza.

Puedo reconocer ese delicioso olor.

―¿Eso es café? ―Me escuché preguntar mientras me incorporaba sobre la cama.

―Sí.

Estiré las manos en su dirección e hice un ligero puchero.

―Yo quiero.

―En la cocina hay más ―Me dijo antes de darle otro trago, darse la vuelta e ir hasta la puerta que lleva al lago.

Abrí la boca con incredulidad.

―Que hijo de perra ―Gruñí para después quitarme las mantas de encima y así levantarme de la cama―. Anoche me trató bien, pero ahora vuelve a ser el mismo cabrón de...―Me detuve en cuanto vi un desayuno muy apetecible sobre la mesa junto con una gran taza de café; una taza más grande que la que él tenía―...siempre.

Me acerqué con lentitud, por lo que ese delicioso aroma a tocino, huevos, panqueques y café llenó mis fosas nasales.

A lo mejor y no es tan hijo de perra.

Me senté en la silla y tomé el café para acercarmelo a la nariz. Inhalé el aroma que solo terminó gustándome más.

Y al probarlo, simplemente sentí que fácilmente había sido privilegiada y me habían permitido tocar el cielo.

―Que maravilla ―Suspiré cuando me pasé el trago.

Continué comiendo y bebiendo hasta saciarme por completo. Al terminar mis alimentos, dejé mis platos en el lavabo después de lavarlos. Para entonces él no había regresado.

Bufé, lo que atrajo la atención de Sultán.

―Descuida, te guardé algo de tocino.

Me acerqué a él y le di los dos trozos de tocino que pronto devoró con todo el gusto del mundo. Solté una risa burlona al notar su felicidad.

―Tan grande que estás y no eres más que un cachorro mimado.

Lamió mis dedos en un intento de encontrar más ese sabor que dejó el tocino.

―Mimado ―Le repetí mientras acariciaba su cabeza con mi mano libre.

Pronto me levanté y me dirigí al baño para darme una merecida ducha. Él tenía razón, hoy volvería a casa y tenía que estar presentable para mi regreso del pequeño exilio que me otorgaron mis heridas.

Al salir de la ducha, noté que no tenía nada qué ponerme. Después de todo ya no podía ir por la vida con la ropa interior que le robé a él porque debía tener algo nuevo.

O mi propia ropa interior que ni siquiera sé dónde quedó.

Hmm.

Supongo que tendré que robarle otro a él.

Salí del baño con el cabello goteando, con la humedad deslizándose por mi piel totalmente descubierta y fui por ese pasillito que llevaba al pequeño recinto de lujo en el que me estuve hospedando mientras estuve casi muerta.

Antes de entrar a la habitación de la cabaña, pude notar que él ya había regresado.

Está en uno de los sofás sentado, con los ojos cerrados y la cabeza echada sobre el respaldo. La camisa se le subió un poco ya que mantiene sus brazos elevados detrás de su cabeza, por lo que puedo ver en la parte baja de su abdomen algunos trazos de tinta que se deslizan por su piel tonificada.

Este hombre no deja de parecerme tan deliciosamente masculino.

Caminé de puntillas hasta posarme delante de él y me incliné un poco, con esto ganándome el poder sentir su delicioso aroma inundar mi nariz.

―¿Sabe? Seguro que si no fuera un capitán tan traumado y atormentado, le iría bien como modelo ―Hablé, por lo que él abrió los ojos de inmediato―. Todas las agencias se pelearían por usted. Es muy, pero muy atractivo. No puedo quitarle los ojos de encima y no puedo dejar de pensar en esas manos maltratando mi cuerpo de una manera muy rica.

Y sus ojos viajaron por todo mi cuerpo.

Eso antes de cerrarlos de nuevo pero esta vez con fuerza.

Solté una risita baja.

―Cúbrase.

―Oh, vamos, no sea tímido ―Me burlé, esta vez sentándome sobre sus piernas. Así; totalmente desnuda―. Sabe que me ha visto desnuda varias veces. ¿Por qué se avergüenza ahora?

―¿Puede bajarse?

―La última vez no le molestó que yo estuviera arriba de usted ―Fruncí los labios―. ¿O no se acuerda de eso?

―Señorita Feramore...

―Lucille ―Protesté―. No seas malo y di mi nombre. Me gusta cómo suena con tu voz.

―Bajate.

Me acomodé mejor sobre él y llevé mis manos detrás de su nuca.

―De acuerdo, pero solo porque estoy muy herida y sé que eres tan brusco en la cama que solo terminarás por lastimarme más ―Hice un puchero―. Anda, quita esa expresión que estás más guapo cuando te enojas y eso solo hará que me quiera lanzar sobre ti.

Pasé mi índice por su ceño fruncido y antes de levantarme le di un beso rápido en los labios que solo lo tomó desprevenido.

Abrió los ojos.

―Ahora cúbrase.

Me llevé las manos a las caderas.

―No sé dónde quedó mi ropa. No puedo volver con tu ropa puesta, la gente comenzará a preguntarse en qué polla he estado saltando estos días en los que estuve desaparecida. Mi novio se molestará.

Gruñó.

―Puede decirle a su noviecito que no se preocupe. Al final de cuentas, si estuvo en una cama diferente a la suya es porque se estaba muriendo.

―Y seguro eso te molesta ―Fruncí los labios―. Lástima, pude ser completamente tuya todos estos días, pero la vida no lo quiso así. A lo mejor y en unas semanas nos podemos perder juntitos y regresamos a este lugar. Será algo así como nuestro nidito de amor.

―No.

Lo miré mal.

―Prometo que ya no me quejaré del lugar. No soy tan superficial.

Se levantó del sofá, por lo que tuve que alzar la cabeza para mirarlo.

El cabrón es muy alto.

Me tomó de los hombros y me hizo retroceder hasta la habitación. Abrí bien los ojos por la sorpresa, una que no desapareció ni siquiera cuando él me dejó cuidadosamente sobre la cama para que me sentara en ella.

Después tomó una manta y la colocó sobre mis hombros.

―Quédese aquí.

Y después se fue del lugar para ir en dirección al baño. Para cuando regresó, ya tenía el mismo botiquín que tenía ayer.

―Es maravilloso. Sigue siendo tan cuidadoso conmigo ―Suspiré dramáticamente―. Seguro por eso se contiene. No quiere lastimarme.

―¿Sabe que usted me saca de mis casillas? ―Murmuró al arrodillarse delante de mí para comenzar a cambiar el vendaje.

Llevé mi mano a su mejilla, por lo que pronto pude sentir esa barba incipiente cuando deslicé mis dedos con suavidad.

―Sabes que no es verdad. Te encanta cómo soy ―Ladeé la cabeza―. Adoras mi manera de ser. Jamás te aburres conmigo y por eso me amas.

Soltó una risa entredientes al mismo tiempo que alzaba la cabeza para mirarme.

―¿Amarte? ―Repitió―. Esto de ser escritora como que afecta mucho al cerebro. Te creas historias muy locas que lamentablemente me involucran.

―Mi madre dice que solo se cuida a quien se ama.

Negó con la cabeza.

―Es una idea equivocada.

―La gran Eve Bianchessi es muy sabia ―Me crucé de brazos―. Y yo comparto su idea. Una persona que carga con tanto odio y traumas no sería capaz de cuidar de alguien con tanta devoción si no le importara más de lo que quiere admitir. Me amas.

Las comisuras de su boca se alzaron en una sonrisa burlona.

―Con tales escenarios que te creas a lo mejor y puedes intentar escribir romance fantasioso en lugar de terror.

―A lo mejor y puedo escribir un libro romántico para ti ―Le respondí―. Te escribiré una gran historia de amor. Será la mejor historia de amor y será solo para ti.

―Realmente perdiste la cabeza.

―Por ti.

―Siguiendo tu lógica, entonces puedo decir que solo se escribe sobre amor a las personas a las que se ama ―Me dijo al mismo tiempo que comenzaba a desinfectar y cambiar el vendaje en mi abdomen―. Muchos escritores y poetas le dedicaron sus obras más personales a sus amores. Si es cierto que escribirás para mí algo que no sea terror, entonces significa que tú me amas y que por eso pareces una loca obsesionada.

―¿Es así?

―No, no es así. Pensarlo simplemente es ridículo.

―¿Y qué tal si lo hiciera?

―No te creería.

―¿Y si te lo demostrara?

―Te detendría.

―¿Por qué? ―Pregunté―. ¿Alguien como yo no merece amarte? ¿Tan contaminada estoy que no merezco sentir amor por ti?

De nuevo me miró.

―No es lo que quise decir ―Suspiró con pesadez.

―¿Entonces?

―Lo que quise decir es que alguien como yo, con todos los pecados que he cometido, con todo lo que he hecho para ser quien soy ahora y con todo lo que haré para cumplir mis juramentos, no merece amor ―Su tono fue tranquilo―. Independientemente que sea el tuyo o el de quien sea. Los que dejan de ser humanos para convertirse en monstruos, no merecen amor.

Se levantó y sin decir una sola palabra, se marchó para dejar el botiquín en su lugar.

Solté el aire retenido.

―Los que dejan de ser humanos para convertirse en monstruos, no merecen amor ―Repetí en un susurro, levantando la cabeza para mirar a...la nada―. ¿Entonces yo tampoco lo merezco? ¿Un monstruo como yo no merece ser amado? ¿No merezco ser amada?

Supongo que es parte de todo.

Es parte de permitir que tu venganza te envenene.

Recuperé la compostura cuando lo noté venir de regreso.

Le brindé una sonrisa arrogante y me levanté de nuevo, esta vez dejando caer la manta.

―¿Me dará mi ropa o me dejará volver a mi casa de esta manera? ―Ladeé la cabeza―. Soy una reina de belleza, pero no me siento cómoda con la idea de que mi cuerpo desnudo aparezca en todas las noticias solo porque decidí pasearme por las calles de Chicago sin ropa puesta.

Señaló una silla en una esquina.

―Para mofarse de que es muy inteligente y astuta, parece que es muy ciega. Su ropa ha estado ahí toda la mañana. No se preocupe que está limpia y seca ―Me dijo, dejando de señalar―. Realmente debería usar sus lentes todo el día. Sus ojos son un fiasco.

Me crucé de brazos, por lo que por una fracción de segundo sus ojos recayeron en mis senos antes de volver a mi rostro.

Te atrapé, bastardo.

―¿Puede culparme? Estoy acostumbrada a tener todo en la mano con solo chasquear los dedos, a tener a cientos de personas vistiéndome o arreglándome en cuanto lo ordeno ―Mi sonrisa arrogante creció―. En mi mundo eso se llama ser poderoso.

Dio un par de pasos hacia mí con lentitud y sin apartarme la mirada. Pronto se inclinó un poco para hablar cerca.

―Y en mi mundo, eso se llama ser inútil.

Mi sonrisa se esfumó en un pestañeo.

―Realmente es un bastardo engreído ―Le gruñí―. ¿Siempre tiene que hacer comentarios tan antipáticos?

―Creí que habíamos regresado a la normalidad ―Se hizo el inocente―. Ya sabe: usted provocándome y yo estando a la defensiva. Es un ritual habitual entre nosotros dos.

―¿Entonces admite que hay un nosotros?

―¿Lo ve? ―Picó mi pecho―. Su lengua venenosa no deja de provocarme. Realmente parece disfrutar el acabar con mi nula paciencia.

―Y no pararé hasta conseguirlo como todas las veces. Puedes callarme con un beso o una follada si no quieres que hable más.

Dio un paso hacia atrás.

―Vístase, señorita Feramore. La esperaré afuera.

―Puede esperar aquí. No me molesta que me vea.

―La esperaré afuera ―Repitió―. No tarde. El camino es largo.

Bufé cuando él salió de la cabaña sin agregar nada más. De mala gana comencé a vestirme, a tomar todo lo que supe que era mío y tratar de verme presentable. Una vez lista, salí de la cabaña y lo encontré a él poniéndole la correa a Sultán.

―Nos vamos, cachorrito ―Lo escuché decir al perro.

Mi boca se curvó ligeramente hacia arriba.

―Ya estoy lista ―Hice acto de presencia, por lo que Dean levantó la cabeza para verme.

La sonrisa que le dedicaba a Sultán se borró en cuanto me enfocó.

―Andando ―Señaló a su coche estacionado a unos metros de nosotros―. ¿No olvida nada?

―Sí, olvido el beso que no me ha dado.

Puso los ojos en blanco.

―Deje las niñerías.

Se encaminó a su auto y me abrió la puerta del copiloto. Hizo un gesto a modo de invitarme a subir.

―Vamos, suba.

―No te cuesta nada hablarme bonito ―Me crucé de brazos mientras subía.

Mientras lo hacía, lo escuché reír bajo y apenas perceptible.

Cerró mi puerta y procedió a abrir la trasera para subir a Sultán en los asientos. Una vez con él montado, el capitán fue de su lado para subir y encender el coche.

Se colocó el cinturón y finalmente arrancó el coche para marcharnos de la cabaña que simplemente se sintió cálida desde que desperté.

Estuvimos un largo rato en silencio. Yo mirando por la ventana y él enfocando su vista en la carretera.

Quiero recordar el camino.

―¿Podré venir de nuevo? ¿O a partir de ahora se me prohibirá la entrada a su cabaña? ¿Necesitaré una visa de turista que solo puedo conseguir con usted?

Me miró de reojo.

―Creí que no le gustó el lugar. ¿Ahora quiere volver?

―Suena bien para una escapada.

―No es seguro estar allí. El Gobierno puede poner su mira en el terreno y bueno...

Suspiró con pesadez.

―Realmente lo quiere, ¿no es así?

―Aunque así sea, no puedo hacer nada al respecto.

―¿Y su rango no le sirve?

―A estas alturas ya he intentado de todo siempre y cuando no ponga en evidencia mi identidad. Solo hay una opción.

―¿Cuál?

Se detuvo en un alto y me miró.

―Tu padre debe morir para que yo recupere todo lo que me pertenece por derecho.

―Eso parece una amenaza ―Le dije―. ¿Vas a matarlo?

―¿Por qué? ¿Va a estar ahí para detenerme?

―Soy su hija, ¿por qué no te detendría? ¿Realmente crees que te dejaría asesinar a mi padre?

―¿No le parece justo que lo haga? ―Me preguntó en un tono tranquilo―. En mi opinión, es justo que ninguno de los dos tenga la dicha de tener a su padre, sobre todo cuando el tuyo se ha ganado mi odio por asesinar al mío. Una vez que acabe con él, tal vez te deje vengarte de mí así como yo lo estoy haciendo.

―¿Y yo soy culpable de lo que te pasó? ¿Tengo la culpa y por eso no merezco tener a mi padre conmigo?

―¿Y acaso yo tuve la culpa y por eso no merecía lo mismo? Es mayor, señorita Feramore, mucho mayor de lo que yo era en ese entonces ―Su gesto se endureció―. Y al menos a usted aún le quedará una familia en la cual refugiarse cuando él ya no esté.

―No te dejaré asesinarlo, amor ―Clavé mi mirada en él―. Porque antes lo asesinaré yo. Le vendí mi alma al diablo con tal de tener ese privilegio. Aposté mi vida cuando decidí empezar este juego.

Él frenó de golpe y me miró al instante.

Su mirada se llenó de confusión.

―¿Qué ha dicho?

Una carcajada escapó de mi interior.

―¡Oh, pero que fácil es aturdirte! ―Me llevé una mano al pecho―. Es tan divertido ver cómo te escandalizas.

―Estaba bromeando ―afirmó.

Llevé mi mano a su brazo y me incliné en su dirección.

―Por supuesto que estaba bromeando, bebé ―Le sonreí mientras lo miraba a los ojos―. Es mi padre y como su única hija, mi deber es protegerlo y amarlo. ¿No es esa la obligación de un hijo?

―Supongo que lo es ―Murmuró antes de regresar su vista a la carretera para continuar conduciendo.

Durante el resto del camino nadie dijo nada más. Pronto me di cuenta de que no nos dirigíamos a nuestro vecindario, sino a una zona un poco más alejada llena de bodegas gigantes que la gente suele rentar para guardar objetos.

―¿Por qué hemos venido aquí?

―Por su auto. Lo dejé aquí mientras estuvo inconsciente ―Me respondió mientras se bajaba del coche, por lo que inmediatamente lo seguí―. Si lo hubiera dejado donde estaba, alguien lo habría encontrado y quién sabe qué habría pasado.

―Me encanta que piense en todo. Es tan atractivo.

―¿Nunca se va a cansar de coquetearme descaradamente?

Sacó unas llaves y se acercó a uno de los almacenes para abrir el candado y levantar la cortina metálica.

―Soy una mujer coqueta, amor, y sobre todo, tú consigues que este rasgo de mi personalidad sobresalga más.

―Busque la manera de guardarselo.

―No puedo ―Pataleé―. Es que me encantas.

Noté las comisuras de sus labios temblar ya que quiso ocultar una sonrisa. Tan pronto se dio cuenta de su inesperado gesto, se puso tenso y carraspeó.

―Me marcho ―Formuló tomando mi mano para darme mis llaves.

―¿No me vas a dar un besito de despedida?

―No.

Me dejó con la palabra en la boca y las ganas en el cuerpo y simplemente se marchó del lugar sin siquiera esperarse para cerrar el depósito en donde estaba mi auto.

Refunfuñé antes de darme la vuelta, pero tan pronto reaccioné, volví a mirar el coche que se alejaba por las calles.

―¡Eh! ¡Gran imbécil, se llevó a mi perro!

No regresó.

Que hijo de perra.

Ambos son unos hijos de perra.

De mala gana me acerqué a mi coche para montarme en él y marcharme de una buena vez del lugar para regresar a mi casa. Al momento de llegar, me di cuenta de que él no lo había hecho, así que no me quedó de otra más que volver a quejarme antes de entrar.

Una vez dentro, me tomé con una nota pegada en la puerta.

Un post it rosa.

«¿Dónde carajo te metiste? No respondes el celular, nadie sabe nada de ti y ciertamente me tienes bastante preocupada.

Por favor comunícate conmigo en cuanto veas esto. Solo quiero saber que todo va en orden, beba.

Atentamente Carlita a la que amas con todo tu negro corazón».

Suspiré antes de despojarme de la ropa para darme una ducha bien merecida. Una vez limpia, me vestí con ropa nueva y me arreglé para volver a ser esa Lucille Feramore Bianchessi a la que todo mundo estaba acostumbrado.

Una vez lista, salí de casa para dirigirme a la mansión Feramore en donde estaba segura que encontraría al mismísimo diablo hecho una furia.

Mi padre.

Al llegar al lugar, los guardias enfocaron toda su atención en mí aunque intentaron ser disimulados. Esto solo comprobó lo que ya sabía.

Mi padre estaba aquí y seguro alguien ya le había avisado de mi llegada.

Y lo comprobé a la mala cuando una bofetada me tiró al suelo apenas entré a la casa. La mejilla me ardió tanto que estuve segura de que eso tendría que cubrirlo con kilos de maquillaje.

―¿¡Se puede saber dónde estuviste, jodida zorra!? ―Sus gritos me taladraron los oídos.

―¡Basta, déjala en paz! ―Mamá intentó defenderme cuando él buscó golpearme de nuevo, pero solo se ganó que él la tirara al suelo con fuerza.

―¡No toques a mi madre, hijo de puta! ―Gruñí, levantándome de una para llegar a él.

Me tomó del cabello fuertemente.

―¿Me llamas hijo de puta? ¿Tan osada te crees para faltarme al respeto? ―Siseó sin soltarme―. No te equivoques, cielo, que a mí nadie me trata así y menos una buena para nada como tú.

Me tiró junto a mi madre, por lo que ella me abrazó enseguida.

Joder, como se me abran las puntadas por culpa de este imbecil.

―¡Basta, Alonzo! ¡Ni siquiera sabes si ha estado bien estos días, ni siquiera le has preguntado si está bien o si la pasó mal!

―¿Qué la va a pasar mal esta puta? Seguramente se perdió con algún amante por ahí ―Masculló mi padre―. ¿Qué mierda tienes en la cabeza? ¿No eres capaz ni de responderle las llamadas a Loughty? ¡Ha estado preocupado por ti mientras tú andabas saltando en la cama de otro hombre!

―¡Basta, Alonzo!

―¿Quieres saber dónde estuve todo este tiempo y con quién? ―Apreté los dientes mientras me levantaba―. ¡¿Lo quieres saber?!

―Dime ahora.

Iba a hacerlo.

Iba a decirle que yo fui la que se metió al barco, que fui yo quien descubrió toda esa mierda que han hecho a mis espaldas.

Controla tus sentimientos.

No dejes que ellos te controlen a ti.

―Estuve escribiendo. Fui a una comunidad Amish para hacer una investigación sobre un libro nuevo que estoy escribiendo. Como sabrás, la tecnología por esos lugares no es algo que se aprecie, así que tuve que estar incomunicada ―Mi tono fue relajado―. Respecto a Xander, no debes preocuparte por él. El hombre entiende más que nadie mi amor por la escritura y lo perfeccionista que soy. No me será difícil contentarlo.

―No creas que te dejaré vivir en paz si me arruinas esto. Te lo juro, Lucille, si cagas mi oportunidad de llegar a la presidencia, si cometes un solo error que me arruine, te encerraré en el peor lugar que te imagines y no saldrás de ahí hasta que te mueras.

―¿Un peor lugar que este?

Su gesto se endureció.

―Estás advertida, cielo.

Y dicho esto, se dio media vuelta para marcharse.

Mamá me tomó del brazo.

―¿Dónde has estado? ¡Dios! Estás más delgada, mi dulce bebé. Dime dónde estuviste, dime si al menos te has alimentado bien.

Me giré para mirarla y al instante todo en mi rostro perdió seriedad para darle paso a una sonrisa amorosa.

Llevé mis manos a su cabello.

―He estado bien, mami. Es verdad lo que le dije; estuve trabajando en mi próximo libro.

―No estás siendo honesta. Yo te parí, Lucy, te conozco mejor que nadie.

Nadie me conoce, mamá.

Ni siquiera tú.

Mi sonrisa creció.

―Mamá, no tengo razones para mentir ―Negué con la cabeza―. Y ahora si me disculpas, debo ponerme en contacto con Xander, ¿de acuerdo? Debo arreglar el desastre que mi padre cree que causé.

Mamá suspiró con pesadez.

―Confiaré en tu palabra.

―Bien ―Carraspeé.

Me despedí con un beso antes de salir de la casa para volver a montarme en mi auto. Al estar dentro, me miró en el espejo retrovisor para comprobar qué tan notoria era la marca en mi piel.

Esta estaba irritada, pero afortunadamente no es para tanto.

―Iré a ti pronto, Xan, pero antes debo hacerme cargo de algo ―Susurré al mismo tiempo que encendía el auto para salir de la mansión.

Conduje por algunos treinta minutos por la carretera hasta que finalmente llegué al edificio gris con ventanas aseguradas. Algunas enfermeras iban por ahí caminando con algunos pacientes, cuidándolos y asegurándose de que todo estuviera en orden.

Tomé el teléfono de repuesto de la guantera, hice el movimiento bancario y después marqué al número telefónico que me dio la mujer.

―El pago ya está hecho. Ahora haz lo que te toca.

―Deme unos minutos para preparar todo. ¿De acuerdo?

―Bien. No te olvides de las cámaras.

―Estás desactivadas. No tendrá problemas, se lo aseguro.

―Más te vale.

Apenas si colgué cuando pasaron unos minutos antes de que las alarmas y las alertas sonaran por todo el lugar. Las enfermeras y los pacientes se volvieron locos. Ellos por el ruido y ellas intentando controlarlos e ingresarlos nuevamente al interior del hospital mental ya que se encuentran en el patio también asegurado para que no escapen.

Ellos corren de lugar a otro. Todo es un caos.

Más enfermeras salen por las puertas para ayudar a sus compañeras.

Pero hay una que se desvió de su camino solo para ir a las puertas de seguridad y usar la tarjeta de salida. Pareció aliviada y emocionada cuando las puertas se abrieron.

No se lo cree.

No se cree que finalmente quedó libre.

Corrió lejos del lugar para alejarse lo más que pueda antes de que los refuerzos comiencen a llegar. Yo fui detrás de ella siguiendo su paso y alejándome más de las cámaras.

Hasta que pronto llegamos a un callejón.

Al ver las luces parpadeando, corrió en esta dirección y apenas estuvo a milímetros cuando abrió la puerta para subirse.

Soltó un suspiro mezclado con un jadeo.

―¿Crees que alguien se habrá dado cuenta de que escapé? ¿Crees que comenzarán a buscarme al instante, Lucille?

Le dediqué una sonrisa amable.

―Lo harán, te buscarán, Fabiana ―Me encogí de hombros―, pero no te preocupes, nadie va a encontrarte.
.
.
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.
.
.
.
.
N/A.
YA LO SÉ.
Soy horrible por abandonarlos por tanto tiempo, perdónenme😭🥺

Espero ya no desaparecerme tanto tiempo:((

En fin, aquí tienen un capítulo cortito que espero les haya gustado.
No corregí porque tenía una huevaaaa, así que disculpen los errores jajajaja

Nos leemos prontoooo.❤️
Besooos.💋

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