Nos despedimos por un tiempo de Lewis y Sebastian, todo se centrará en la relación principal.
Pasaron exactamente ocho días desde que la relación de Sergio y Max se hizo oficial. Ninguno de los dos había dicho ni una sola palabra a sus amigos ni familia. Querían llevar su relación un poco más adelante por su cuenta, no involucraría a nadie más.
Después de todo, era el primer enamoramiento de Sergio.
Afortunadamente Max no recibió más llamadas de Lewis, tampoco lo buscó durante o después de sus clases. La semana transcurrió con tranquilidad, aunque Sergio aún compartía asiento con Max comenzaron a pasar tiempo con sus propios amigos. Dejaron de pasar tiempo juntos durante los descansos entre clases. Compensaban el tiempo perdido quedándose juntos horas extras después de finalizar su turno. Max empezó a llevar cada día sin falta a Sergio a su hogar, se despedían con un rápido beso discreto.
Sergio se había vuelto más cariñoso de lo normal, Max extrañamente comenzaba a mostrar más afecto hacia Sergio al frente de sus amigos quienes ya sospechaban sobre la relación de los chicos, no sería sorpresa para ninguno.
Los abrazos y besos en mejillas ya eran de todos los días sin importar la situación en la que estuvieran, sin importar quien los pudiera ver.
El suéter que Max había prestado a Sergio el día de su primera cita aún estaba en su hogar, específicamente envolviendo una de sus almohadas. Según Sergio aún conservaba un suave olor al perfume de Max, definitivamente no pensaba devolvérselo. Solía usarlo algunas veces, después volvía a usarlo como funda de almohada. Justamente cubría la almohada que usaba como peluche, la abrazaba cada noche para poder dormir, imaginando que era Max a quien estaba abrazando.
Era un martes, el reloj daba las 6:30 P.M.
La jóven pareja se encontraba en un gran parque un tanto lejos de las viviendas de ambos, era otra de sus citas entre semana. Grandes árboles adornaban el lugar, las flores de todos colores le daban el toque mágico al lugar.
Los chicos se encontraban sentados justo al frente de un bonito árbol demasiado alto, ramas largas con bonitas hojas acompañadas de pequeñas flores moradas. El árbol justamente estaba sobre una pequeña colina, la vista era increíble desde ese punto del parque.
La cabeza de Sergio descansaba sobre el hombro de su novio. Sus manos estaban entrelazadas sobre las piernas de ambos. Max mantenía sus ojos suavemente cerrados, Sergio miraba aquella combinación de colores naranjas y azules que adornaban el cielo, algunas nubes aún viajaban por ahí.
Sergio era testigo de un bonito atardecer, tenía la hora dorada ahí al frente y no iba a desaprovechar la oportunidad.
Retiró su cabeza del hombro del rubio quien abrió los ojos al no sentirlo cerca, pues también había apartado su mano.
— ¿Sergio...? – apenas habló fue interrumpido por un toque en su rostro.
El rostro de Max estaba siendo acunado entre los manos de su amado. Los ojos cafés de Sergio conectaron inmediatamente con los azulados de Max. Ambos sintieron un pinchazo en sus pechos, sonrieron casi a la vez. Pronto se unieron una vez más, de alguna forma de sintió diferente, besarse ante un atardecer era mágico. La poca luz los golpeaba directamente, el lento vaivén de sus labios era incluso más mágico. Su perfecta coordinación, las caricias en las mejillas de Max que eran repartidas por Sergio, la cercanía de sus cuerpos, la calidez...todo era increíble.
El cosquilleo que ambos sentían recorrer toda parte de sus cuerpos era intenso. Era un beso lento, lleno de mil y un sentimientos encontrados, incluso llegó a ser tierno. Tuvieron que separarse, el rostro de Max aún estaba entre las manos del pecoso, el atardecer estaba justo en su punto máximo.
— ¿Te he dicho lo lindos que son tus ojos?
— No lo habías dicho antes. – mintió, se lo había dicho decenas de veces.
— En tus ojos me imagino el mar, aunque nunca he ido.
— ¿Nunca fuiste? – rompió el espacio tan amoroso que se había formado sin darse cuenta.
— ¡Dios, obviamente he ido! No me dejas ser romántico contigo. – liberó el rostro de Max, con ligera molestía regresó su vista hacia el frente.
— Oh... – soltó un corto suspiro, había arruinado otro de los intentos de ser romántico de su novio.
Max lo pensó, optó por intentar recuperar ese espacio que había arruinado.
Sergio aún miraba el cielo, ahora su ceño estaba ligeramente fruncido, sus brazos cruzados al frente de él. Max tomó con algo de fuerza el brazo del pecoso que estaba casi pegado al propio, la fuerza que aplicó logró mover al mexicano con suma facilidad, Sergio era muy ligero, extrañamente muy delgado a comparación de Max.
Ignoró todas las quejas del pecoso, lo había jalado por sorpresa que ni siquiera le dió tiempo de reaccionar. Sergio se dejó ser arrastrado hasta terminar casi sentado sobre el regazo del neerlandés. Al instante la cintura del pecoso fue rodeada por uno de los fuertes brazos de Max quien también había comenzado a repartir bastantes besos por todo su rostro, casi besando cada una de las pecas que se encontraban repartidas por la zona.
Sergio se dejó hacer, ya había olvidado el corte de inspiración que había sufrido apenas unos segundos atrás. Suaves y cortas risas salían de él al sentir las cosquillas de los labios de su amado sobre sus mejillas, sentir su respiración casi chocando con la propia lo hacía alucinar.
— Basta. – dijo entre risas, detuvo al rubio poniendo una mano sobre su frente.
— ¿Qué? Tú tampoco me dejas ser romántico.
— Me gustas aunque mates los momentos románticos.
— ¿Debería ofenderme o agradecerte? – volvió a repartir pequeños besos, más en la nariz y algunos pocos en las comisuras de sus labios.
Sergio se limitó a sonreír y soltar de vez en cuando pequeñas risas. Sus manos se paseaban por la rubia cabellera de Max, jugaba con los mechones formando pequeños rulos.
Estaban viviendo la mejor etapa de su reciente noviazgo. Sergio aprovechó que los cortos besos ahora se centraban en los alrededores de sus labios, volvió a ponerlos sobre los de Max una vez más y lo besó. Max se tensó ligeramente, pues sintió algo diferente en aquel beso. El cuerpo del rubio se relajó al instante. El olor corporal de ambos se estaba mezclando, olores frescos chocaban con un dulce olor a vainilla y leves notas de canela. De alguna forma la temperatura comenzaba a aumentar en sus cuerpos, aquel besó tomó un sabor delicioso a calor. Sergio se tomó el tiempo para abrirse paso con su lengua y explorar el interior de la boca de Max quien lo recibió con gusto. Era la primera vez que iban más lejos, jamás habían pasado de besos simples y tiernos. Jugaban con sus lenguas, Sergio acariciaba la punta de la lengua de Max logrando que un escalofrío recorriera absolutamente todo su cuerpo cada vez que lo hacía. Las manos no se quedaron quietas, Sergio solía ser más liberal con ellas, se permitía pasearlas por los hombros y espalda de Max quien mantenía sus propias manos en la espalda baja de su amante, sin moverlas demasiado, simplemente dejando caricias por la misma zona. Uno que otro chasquido salía de ese caluroso beso, cada pequeño sonido lograba erizar la piel de ambos chicos, una diminuta sensación de placer se extendía por todas partes de sus cuerpos. Sin duda sería algo difícil de olvidar.
Max comenzaba a exigir aire, sus pulmones ya exigían una nueva carga de oxígeno. Su petición fue ignorada, Sergio aún estaba ocupando su boca, deseaba quedarse así para siempre. Sentir los labios de su ahora novio contra los suyos lo hacía sentir en las nubes. Había comenzado a pensar demasiado en la forma de demostrar cariño de Max, quería que fuera más atrevido, más intenso. Le gustaba tenerlo debajo de su cuerpo suspirando pesadamente. El agarré de Max fue ajustado aplicando más fuerza lo que obligó que Sergio dejara libres sus labios permitiéndole respirar después de un buen rato. Juntó sus frentes, habían comenzado a sudar ligeramente causando que pequeños cabellos húmedos adornaran ambas frentes.
Sus respiraciones se mezclaron una vez más, eran agitadas y temblorosas.
Era el primer beso profundo que tenían.
— ¿Estuvo bien? – preguntó Sergio con su voz aún entrecortada.
— Bastante bien, gracias.
Las manos de Max viajaron por toda la espalda del pecoso, visitaban cada parte que encontraban dejando una que otra caricia por su camino. Ahora sus respiraciones comenzaban a regularizarse.
Aquel beso era solamente uno de los muchos que formarían, habían encontrado una mejor forma de complacer sus necesidades.
Ahora los besos en las mejillas no serían suficientes para demostrar el cariño que sentían mutuamente.
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Trataré de actualizar dos o tres veces por semana, el estudio se está poniendo pesado. 😢