Búscame en el agua

By remolatxa313123

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Han pasado tres años desde que Anlieese ganó los 72 Jueos del Hambre. Tres años desde que se vio obligada a m... More

2: La segunda cosecha
3: Una profunda charla con Johanna
4: El desfile
Nota del autor
5: El entrenamiento y los vigilantes
Capítulo 6: La entrevista
7: El agua
8: Lluvia de sangre

1: La vida de un vencedor

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By remolatxa313123

Habían pasado tres años desde mis juegos. Me había movido a la Villa de los Vencedores, y ahora tenía tanto dinero que no sabía ni que hacer con él. Le había dado parte de él a la familia de Rupert. Era lo mínimo que podía hacer por haber matado a su hijo. 

En el Capitolio, me había convertido en una especie de ídolo. La serpiente. La tributo de dos caras que había traicionado a todos sus aliados, incluido al compañero de su distrito. Ese quien afirmó ser su mejor amigo. 

Obviamente, el Capitolio no sabía lo que había pasado en la cueva donde había matado a Rupert. Nadie excepto unos pocos sabían que Rupert me había suplicado que lo matara. El recuerdo de sus gritos todavía me perseguía por las noches. 

Aun así, había encontrado un refugio en la bebida. Durante los 73 Juegos del Hambre, un vencedor del 12 llamado Haymitch me había prestado de su botella en un evento especial. Su estado era lamentable, pero al menos su cerebro no estaba pensando en todos los horrores que había vivido, así que terminó por coger algunos de sus hábitos. 

Estaba viendo la televisión mientras iba por mi segunda botella de ron cuando alguien tocó la puerta. Me levanté del sofá para dejar de ver la gira de la Victoria de los dos nuevos vencedores del 12: Katniss y Peeta.

Los odiaba. Los odiaba porque los envidiaba. Tan felices y tan juntos... habían conseguido escapar de la arena juntos. Podríamos haber sido Rupert y yo. Aunque habría sido diferente: porque Rupert y yo nos queríamos de verdad. Lo de esos dos era cosa de puro teatro. 

Abrí la puerta para encontrarme con Raldo. Él había sido mi mentor en los Juegos, y era uno de los pocos vencedores que se mantenía sano.

—Veo que has venido a verme. —dije, mirando a Raldo de arriba a abajo. Tan limpio, vestido con esa chaqueta de invierno azul... me daban ganas de vomitar. O puede que solo fuera el alcohol.

—Me estoy preocupando. —fue lo único que dijo.

Puse mis ojos en blanco mientras empezaba a cerrar la puerta, pero Raldo puso una pierna en el medio para interrumpirme.

—Lo digo en serio. Has empeorado mucho en dos años. Otros vencedores opinan lo mismo. Si sigues así, acabarás como ese borracho del 12.

—Si, bueno, ese es mi objetivo.

—Solo te digo que esta no es la solución. ¿Qué intentas conseguir con esto, Anlieese? ¿Olvidar a Rupert?

Me quedé en silencio un momento, mirando el suelo.

—Si —respondí.

—Pues no deberías. No está bien que lo intentes borrar de tu vida.

—Si tanto te molesta lo que hago, deberías haberte preocupado de salvarlo a él, y no dejarlo morir. —escupí dos veces al suelo.

—Sabes perfectamente que no podía...

—¡Claro que podías! —grité— ¡Tú estabas al otro lado! ¡Y lo dejaste morir después de prometerme que lo sacarias vivo! Eres un mentiroso, y te odio. ¿Me oyes? TE ODIO. 

—Creo que ya va siendo hora de que dejes eso...

Raldo intentó quitarme la botella de la mano, yo me resistí de la rabia, y esta acabo cayendo en el suelo de la entrada. 

—Perfecto. Ahora tendré que limpiarlo. —dije, tambaleándome hacia dentro.

—Tampoco es que tengas tu casa muy limpia. —dijo Raldo, haciéndose paso hacia dentro.

—Lárgate, no te quiero en mi casa.

Empecé a buscar los trapos por la cocina. Recordaba haberlos dejado por ahí en alguna parte... aunque no podía decir si los había cambiado de sitio.

—Anlieese, solo intento ayudarte. —dijo Raldo a mis espaldas.

—¡HE DICHO QUE TE LARGUES!

Sujeté una botella vacía que había en la mesa y se la tiré a Raldo. Este se aparto justo a tiempo, y me miró con disgusto en los ojos. O eso creo, porque tampoco podía distinguir bien su silueta con la oscuridad que había en la casa.

—Está bien, me voy. —dijo Raldo.

Raldo desapareció por la puerta y me dejó sola en casa. Tambaleé hacia el sofá. Ya habían terminado de enseñar el resumen de la gira, y ahora estaban enseñando una imagen de una propuesta de matrimonio entre los dos.

Estupideces.

 Apagué la televisión y me quedé mirando la pared. No había decorado mucho la casa. Tampoco es que tuviera muchas pertenencias de antes. Un reloj roto que había pertenecido a mi abuela la tuerta, y una pulsera de amistad que habíamos hecho Rupert y yo cuando teníamos doce para nuestra primera cosecha. Eso era lo único que me quedaba de mi vida antes de los juegos.

Muchas de las otras cosas que tenía se habían quedado en la vieja choza de mi abuela. No había ido ahí en mucho tiempo. Quizás si iba... encontraría algo.

Me levanté del sofá y salí de la casa. Caminé por todo el Distrito 9. Era invierno, pero nunca nevaba. Caminé hacia mi antigua casa por el camino más largo: los campos. 

Ahí era donde se encontraba la tumba de Rupert. Sus padres habían preferido enterrarlo ahí que en el cementerio. Habían puesto un palo de madera para marcar donde se encontraba su hijo. 

Me paré frente a la tumba. La iba a visitar a diario. O al menos, siempre que estuviera lo suficientemente bien como para caminar sin caerme. 

Luego seguí mi camino hacia mi antigua casa.

La choza seguía donde siempre. Debajo de ese árbol. La puerta estaba abierta, y las ventanas estaban rotas. No había pisado aquel lugar desde mi última cosecha, casi tres años atrás.

Me quedé en la puerta. La pequeña cama seguía ahí con las sábanas puestas. En su momento habían sido blancas, pero en ese momento estaban llenas de sucias manchas que las hacían parecer marrones.

Empecé a llorar. Años atrás, yo vivía ahí con mi abuela. Luego murió cuando yo tenía catorce, y después había perdido a la única persona que me quedaba después de ella...

—¿Qué te pasa? —dijo una voz. Me giré para encontrarme con la cara más fea y desagradable de todo el distrito. Eliza, con su fino y mugriento pelo rojizo recogido en una fina trenza, me miraba desde una distancia de dos metros.

—No quiero verte. —dije. 

Ella era una de las personas a las que culpaba por todo. Siempre me había odiado, y había estado cogiendo teselas a mi nombre durante un año entero con la ayuda de su novio agente de la paz. Tenía entendido que lo había dejado meses atrás, pero la verdad era que no me podía importar menos.

Vi algo extraño en sus ojos. Desde que había vuelto de los juegos, cada vez que me la cruzaba solo veía culpa en sus ojos. Yo nunca la perdonaría, y ella lo sabía. Parecía haber olvidado por completo todas nuestras confrontaciones. Como cuando le pegué un puñetazo en la nariz el día de mi cosecha en frente de toda la nación.

—Vivías aquí. —dijo ella, simplemente.

—Si. —dije. Tenía las rodillas clavadas en el suelo y la cabeza gacha.

—Se que no te lo he dicho nunca, pero nunca quise que Rupert muriera.

Rupert. No yo. Me lo esperaba, la verdad. Nunca le había caído bien, y el hecho de que ahora estuviera traumatizada no cambiaría las cosas.

—Siempre me cayó bien. Cuando era pequeña quería ser su amiga. —siguió diciendo Eliza— Por eso te odiaba. Porque Rupert te prefería a ti antes que a mi. 

 —Me odiabas desde mucho antes. Rupert y yo no éramos amigos cuando tú empezaste a molestarme. —miré a Eliza por primera vez. Tenía en cuenta de que mis ojos estaban hinchados, y seguramente era un momento humillante. Pero no me importaba en absoluto. En ese momento, estaba enfadada con Eliza por estar trayéndome recuerdos de Rupert otra vez, cuando lo único que quería hacer era olvidarlo.

—No. No lo erais. Pero Rupert siempre había sentido admiración por ti. Por alguna razón, siempre hablaba de ti, incluso cuando no os concíais.

—Y decidiste hacerme la vida imposible con eso. Felicidades, Eliza, deberían haberte dado el premio a la niña con más estabilidad emocional del año.

Eliza sonrió, pero su fea sonrisa desapareció enseguida, en cuanto vio que yo no estaba bromeando.

—No me soportas. —dijo ella. 

—¿Alguna vez lo he hecho?

Eliza me miró, herida. Pero me daba igual. Por mi podía irse a llorar hasta su casa y seguir arrepintiéndose de todas las estupideces que había hecho. Sus sentimientos no me importaban en absoluto.

—Lo siento... fui una estúpida... fui una idiota. —ahora era ella la que lloraba. Yo me levanté del suelo y caminé hacia ella.

—Por tu culpa fui a esa maldita arena. Por tu culpa tuve que matar a Rupert, y por tu culpa ahora estoy así. No pienses que vaya a perdonarte.

—No estaba pidiendo tu perdón...

—Mas te vale, porque nunca llegará.

Eliza bajó la mirada. Yo mire su nariz, esa misma que había golpeado hace tiempo. Volveria a hacerlo. Volveria a hacerlo una y otra vez hasta que la cara de Eliza quedara completamente roja de sangre. Pero en vez de eso, la empujé para apartarla del camino y me marché. 

Cuando llegué a casa, Raldo me estaba esperando en la puerta. Probablemente otro de sus intentos por intentar hablar conmigo. Pero en cuanto me vió llegar, no dijo nada, y me dejó entrar en casa sin detenerme para nada. 

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A/N: Holaaa!! Ya estoy de vuelta con la segunda parte de "Búscame en los campos", con la secuela "Búscame en el agua". Como ya dije en mi libro anterior, esta historia se centrará en la historia del Vasallaje de los 25. Aqui voy a introducir personajes que ya son conocidos, y como podeis ver en la portada, Johanna Mason va a tener mucho protagonismo mas adelante. No digo mas para no hacer spoilers! 

Agradecería mucho que votarais y comentarais en esta historia, ya que es la segunda vez que escribo y todavia soy novata, asi que agradecería vuestro apoyo <3 

GRACIAS POR LEER!!!

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