Max se estaba dando una segunda oportunidad. Una segunda oportunidad para amar y dejarse amar.
— ¿Debería decirle a mis amigos?,
— Está bien, puedes decirle a quien quieras.
— ¿Tú lo harás?
— George y Charles lo sabían incluso antes que yo.
— Dios mío.
Aún seguían en aquel parque, exactamente en la misma posición.
Faltaban apenas quince minutos para que el reloj inteligente que adornaba la mano de Max diera las cuatro de la tarde. Habían estado hablando por un buen rato, tanto que olvidaron una de sus necesidades más básicas que era comer.
El estómago de Sergio se sentía extraño, no por tener a Max sobre sus piernas, tal vez sí pero era más por el hambre que comenzaba a sentir.
Max pudo escuchar claramente un ligero gruñido casi a la altura de sus oídos.
— Sergio, ¿tienes hambre?
— No.
— Vamos a comer algo. – dijo para después levantarse del lugar con un poco de esfuerzo.
— Estoy bien así, ¿tú tienes hambre?
— No, pero quiero comer.
Max extendió su mano en dirección a Sergio con la intención de que la tomara para poder levantarse, y así fue. Ambos chicos se sacudieron sus pantalones para después emprender camino, Max iba ligeramente por delante mientras que Sergio luchaba para llevar sus cosas.
— ¿A dónde iremos?
— Quiero pedirle permiso a tus padres para salir contigo.
— ¿Lo harás de verdad? – estaba algo extrañado, hace apenas uno minutos Max le había confesado que tenía miedo de su padre.
— Probablemente. – detuvo su paso levemente para ayudar a Sergio con las cosas que cargaba en sus manos.
Caminaron poco tiempo hasta llegar a casa de Sergio. Antes de entrar Max se maldijo por pocos segundos, el miedo que tenía de ver al padre o hermano de Sergio regresó. Ambos hombres eran altos y fornidos, un golpe de Antonio Jr. y Max se ponía a pedirle perdón hasta por nacer.
Los pensamientos de Max se vieron interrumpidos por una conocida y terrorífica voz que lo llamaba. Era Antonio.
— ¡Max! Que bueno que te veo.
— ¿Uh? – parpadeó repetidas veces por los nervios que comenzaban a reinar en su pálido cuerpo.
— Escuché por ahí que estás en el equipo de básquetbol de tu escuela, ¿es cierto? – no necesitaba que fuera confirmado, él mismo había escuchado a su hermano hablar del tema con sus amigos.
— ¡Sí! ¿Por qué..? – Max apenas y podía hablar.
— Ah.. – Antonio soltó un pequeño suspiro – Deberíamos jugar alguna vez.
— ¿Tú también lo prácticas?
— Antes de entrar a la universidad también estaba en el equipo.
— ¡Sí! Me parece bien, tú dime cuando y yo..– fue interrumpido por el llamado de la madre de Sergio.
— ¡Max! ¡Volvieron! – Marilú se acercó casi corriendo, dejó un beso en la frente de su hijo y un apretón de manos con Max.
— Debo terminar de estudiar, nos ponemos de acuerdo después. – Antonio se despidió de su madre, le dió un zape rápido a Sergio quien había escuchado todo en silencio tratando de no carcajearse por el rostro aún más pálido de lo normal de su ahora novio. Revolvió los cabellos de Max y se perdió una vez más entre los pasillos del hogar de los Pérez Mendoza.
— Acabamos de comer, aún hay comida en la cocina, tomen algo.
— Está bien mamá, iremos a comer, ¿verdad? – le dió una rápida mirada a Max quien aún se encontraba inmóvil en su lugar.
— Sí. – fue la única palabra que Max pudo articular.
— Bien, los dejo, estás en tu casa. – Marilú palmeó el hombro del neerlandés antes de desaparecer por las escaleras.
Una vez que Marilú estuvo fuera de vista de los dos chicos, Sergio soltó una carcajada jodidamente alta, tanto que tuvo que sostener su estómago por el leve dolor que estaba experimentando.
— No te rías... – Max habló, su rostro ahora estaba rojo a más no poder. Los ánimos de Marilú más la charla que tuvo con Antonio Jr. y como plus la risa de Sergio lo hicieron sentir diminuto.
— ¡Dios! ¡Discúlpame pero te viste tan lindo! – la risa del pecoso ya había cesado un poco, pequeñas lágrimas caían por sus mejillas producto de la liberación de endorfina. – Vayamos a comer.
Sergio tomó una vez más la mano del rubio para ir a la cocina. Max estaba apretando con fuerzas el peluche de tortuga que había ganado para Sergio, lo tenía en sus manos ya que tapaba la vista del pecoso al caminar.
Sergio se apresuró a tomar dos platos donde sirvió lo suficiente para saciar su apetito y calculando lo mismo para Max.
— ¿Quieres comer aquí? Podemos subir a mi habitación también.
— Por favor.
Sergio lo miró con diversión pues el bonito rostro de Max aún estaba coloreado de rojo con un poco menos de intensidad.
— Vamos entonces.
Sergio salió de la cocina siendo seguido por Max. Pronto subieron las escaleras, caminaron por el pasillo hasta llegar al frente de la puerta blanca que escondía la habitación del pecoso.
Max giró la chapa al ver a Sergio incapaz de hacerlo, llevaba ambos platos junto con dos vasos y una botella de jugo en las manos. Al entrar, Max dejó las cosas que llevaba en la silla acolchada del escritorio del Pérez menor quien dejó cuidadosamente lo que llevaba sobre su cama.
— ¿Está bien así? Puedo traer algo más.. – estuvo apunto de salir nuevamente de la habitación pero fue detenido por un suave agarre en su brazo.
— Está bien así, no te preocupes.
— Bien. – terminó por regresar a la habitación, tomó su plato y se sentó cuidadosamente al medio de la cama. Se recargó en la bonita cabezera que adornaba su cama, Max hizo exactamente lo mismo.
Ambos comenzaron a disfrutar de sus platos en silencio. Max observaba con detalle a su amante comer, le parecía curiosa la forma en la que tomaba los cubiertos pues era muy diferente a como él acostumbraba hacerlo. La forma en la que Sergio limpiaba los restos de aderezo de la comida de sus propios labios con su lengua le parecía extrañamente llamativa. Incluso ver sus mejillas moverse mientras masticaba le parecía lindo. Ver aquellas pecas estirarse levemente debido a los movimientos de su mandíbula...Max se dió cuenta de lo terriblemente lindo que era Sergio, todo de él le parecía una hazaña.
No se había sentido de esa forma en meses, juró que se sentía aún más motivado que nunca.
Apenas iban a la mitad de sus platos cuando la pantalla del celular de Max se encendió.
Ambos celulares estaban sobre el colchón, justo al medio de los dos. Una llamada entrante procedente del celular de Max interrumpió el tranquilo silencio que inundaba la habitación.
— Max...Te están llamando... – Sergio llamó la atención de Max quien estaba perdido en los labios rosados del pecoso.
Max bajó su mirada, apenas había tomado un bocado.
Sintió como su garganta se cerraba al leer el nombre que aparecía en la pantalla de su celular.
Incluso sintió que estaba apunto de escupir el bocado que acababa de llevarse a la boca.
Lewis lo estaba llamando, una vez más.
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Mañana se cumple un mes desde que el primer capítulo fue publicado, hace unos días fue el día del chestappen y no publiqué nada. 😢