KOOKGI : DESPUÉS

De yoonttom

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De lo único de lo que estoy seguro es de que mi vida y mi corazón jamás volverán a ser los mismos. No después... Mais

PRÓLOGO
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De yoonttom

En lo que parece un intento desesperado por estar aún más pegados mientras nos besamos, JungKook me coge con una mano por la nuca. Siento cómo toda su ira y su frustración se transforman en deseo y en cariño. Su boca está hambrienta y sus besos son húmedos mientras camina hacia atrás sin separar nuestras bocas. Me lleva a donde quiere con una mano en la cadera y la otra en mi nuca, pero tropiezo con sus pies y trastabillo justo cuando sus piernas llegan al borde de la cama y ambos caemos sobre ella. Intento arrebatarle el control, me encaramo a su torso y me quito la sudadera y la camiseta al mismo tiempo.

JungKook tiene las manos calientes y toca con ellos mi pezones y los masajea sin miramientos. Lo cojo de las muñecas, le aparto las manos y meneo la cabeza. Él ladea la suya confuso. Entonces desciendo por su cuerpo y le desabrocho los pantalones. Me ayuda a que se los baje hasta la rodilla, junto con el bóxer. De inmediato mis dedos se cierran sobre su pene, él traga saliva y cuando lo miro compruebo que tiene los ojos cerrados. Empiezo a acariciarlo a lo largo muy despacio y, con mucho valor, me lo meto en la boca. Intento recordar las instrucciones que me dio la última vez y repetir las cosas que me dijo que le gustaron.

— Joder..., YoonGi —jadea al tiempo que hunde las manos en mi pelo.

Nunca había estado callado tanto tiempo durante ninguna de nuestras sesiones de sexo y, para mi asombro, echo de menos que me diga guarradas. Me recoloco sin dejar de chupárselo y acabo entre sus rodillas. Se incorpora y me observa.

— No sabes lo sexi que estás así, con mi polla en esa boca de sabelotodo que tienes —dice, y me agarra del pelo con más fuerza.

Siento cómo aumenta la temperatura entre mis piernas y empiezo a chupar más deprisa. Quiero oírlo gemir mi nombre. Trazo círculos con la lengua en la punta y levanta las caderas para metérmelo hasta la garganta.

Empiezan a llorarme los ojos y me cuesta respirar, pero oírlo pronunciar mi nombre una y otra vez hace que no sea tan terrible. Al cabo de pocos segundos, suelta mi pelo y me coge la cara para que deje de moverme. El aroma metálico de sus nudillos ensangrentados me inunda la nariz, pero no hago caso de mi instinto y no me aparto.

— Voy a correrme... —me dice—. Así que, si quieres... si quieres hacer algo más antes, deberías dejar de chupármela.

No quiero hablar, ni que sepa que me muero porque me haga el amor. Me levanto, me bajo los pantalones vaqueros y me los quito. Cuando empiezo a quitarme los bóxers, su mano me detiene.

— Quiero que te los dejes puestos... por ahora —ronronea. Asiento y trago saliva. La anticipación me consume—. Ven aquí.

Se quita la camiseta, se recoloca en el borde de la cama y me atrae hacia sí. Nuestro ferviente intercambio inicial pierde ímpetu, y la tensión y el enfado que había entre nosotros ha amainado. El pecho de JungKook sube y baja, y tiene la mirada salvaje. La sensación de estar sentado en su regazo, con él completamente desnudo y yo sólo con los bóxers puestos, es maravillosa. Me sujeta por la cintura con una mano que me mantiene en mi sitio mientras sus labios acarician los míos de nuevo.

— Te quiero —susurra en mi boca mientras sus dedos apartan mis bóxers a un lado—. Te... quiero...

La intrusión me produce un placer inmediato. Mueve los dedos despacio, demasiado despacio, y de manera instintiva meneo las caderas hacia adelante y hacia atrás para acelerar el ritmo.

— Eso es, nene... Joder... Siempre estás a punto para recibirme —dice con voz ronca, y yo continúo restregándome contra su mano.
Se me acelera la respiración y gimo con fuerza. Todavía me sorprende lo rápido que mi cuerpo le responde. Sabe justo lo que tiene que decirme y hacerme.

— A partir de ahora vas a hacerme caso, ¿de acuerdo? —pregunta mordisqueándome suavemente el cuello.

«¿Qué?»

— Dime que vas a hacerme caso o no dejaré que te corras.

«Está de broma.»

— JungKook... —le suplico intentando moverme más deprisa. Me detiene.— Vale... Vale... Pero, por favor... —le suplico, y sonríe satisfecho.

Quiero abofetearlo por hacerme esto. Está usando mi momento de mayor vulnerabilidad en mi contra, pero no consigo encontrar ni un ápice de enfado; ahora mismo sólo lo quiero a él. Soy demasiado consciente del roce de su piel desnuda. Mis bóxers son lo único que se interpone entre nosotros.

— Por favor —repito.

Asiente.

— Buen chico —me susurra al oído, y ayuda a que mis caderas intensifiquen el ritmo mientras su dedos se deslizan dentro y fuera de mí.

En un abrir y cerrar de ojos, me tiene justo ahí. JungKook me susurra guarradas al oído, palabras desconocidas que me alientan a seguir de un modo que no puedo describir. Son de lo más atrevidas pero me encantan, y tengo que agarrarme a sus brazos para no caerme de la cama cuando me deshago con sus caricias.

— Abre los ojos. Quiero ver lo que sólo yo puedo hacerte —me ordena, y hago lo que puedo por mantenerlos abiertos mientras el orgasmo se apodera de mí.

Luego dejo caer la cabeza sobre su pecho y le paso los brazos por debajo de las axilas para abrazarlo con fuerza mientras intento recobrar el aliento.

— No puedo creer que hayas intentado... —empiezo a decir, pero me hace callar acariciándome con la lengua el labio inferior.

Suelto bocanadas irregulares de aire, todavía estoy tratando de recuperarme del torbellino. Bajo la mano y se la cojo. Hace una mueca, me muerde el labio y me lo chupa con delicadeza. Decido adoptar una de las tácticas del manual de sexo de JungKook Jeon y aprieto un poco.

— Pide perdón y te daré lo que quieres —le susurro al oído con voz seductora.

— ¿Qué? —La cara que se le ha quedado no tiene precio.

— Ya me has oído.

Intento poner cara de póquer mientras lo masturbo con una mano y me deslizo los dedos por encima de los bóxers empapados con la otra. Gime mientras lo restriego contra mí.

— Lo siento —balbucea con las mejillas encarnadas—. Déjame follarte..., por favor —suplica.

Yo me echo a reír, aunque se me cortan las carcajadas cuando saca un preservativo de la mesilla de noche. No pierde un segundo en ponérselo y volver a besarme.

— No sé si estás listo para hacerlo en esta postura, encima de mí. Si es demasiado, avisa. ¿Vale, nene?

De repente vuelve a ser el JungKook dulce y cariñoso.

— Vale —respondo.

Me levanta un poco y siento el roce del condón y luego cómo me va llenando a medida que me baja.

— Hostia —digo cerrando los ojos.

— ¿Estás bien?

— Sí..., sólo es... diferente —tartamudeo.

Duele. No tanto como la otra vez, pero sigue siendo extraño y desagradable. Sin abrir los ojos, muevo un poco las caderas para tratar de aliviar la presión.

— ¿Diferente en el buen o en el mal sentido? —dice con la voz ronca y la vena de la frente hinchada.

— Calla..., no hables más —contesto moviéndome de nuevo.

Gime y se disculpa. Me promete que me va a dar un minuto para que me acostumbre. No tengo ni idea de cuánto tiempo pasa hasta que muevo otra vez las caderas. Cuanto más me muevo, menos desagradable me resulta y, en un momento dado, JungKook me rodea con los brazos y me estrecha contra sí mientras empieza a moverse y a hacer chocar sus caderas con las mías. Mucho mejor ahora que me abraza y nos movemos juntos. Tengo una de las manos apoyada en su pecho para sostenerme y se me están cansando las piernas. Intento ignorar las protestas de mis músculos y sigo montándolo. Trato de mantener los ojos abiertos para ver a JungKook. Una gota de sudor desciende por su frente. Verlo así, mordiéndose el labio inferior y mirándome tan fijamente que noto cómo sus ojos me queman la piel, es la sensación más alucinante del mundo.

— Lo eres todo para mí. No puedo perderte —dice mientras mis labios se deslizan por su cuello y su hombro. Tiene la piel salada, húmeda y perfecta—. Estoy a punto, nene. Me falta un pelo. Lo estás haciendo muy bien. —gime, y me acaricia la espalda mientras yo intento coger velocidad.

Entrelaza los dedos con los míos y me derrito con ese gesto tan íntimo. Me encanta cómo me alienta, me encanta todo en él. Se me tensa el vientre cuando JungKook me agarra de la nuca con una mano.

Sigue susurrando lo mucho que le importo y su cuerpo se torna de acero. Lo observo, consumido por sus palabras y por el modo en que apenas me masturba y me hace estallar en un instante. Nuestros gemidos y nuestros cuerpos se entrelazan cuando los dos terminamos. Él se deja caer hacia atrás en la cama y me tumba consigo. Cuando vuelvo en mí, apenas lo noto deshacerse del condón.

— Me alegro de que hayas venido a buscarme cuando he bajado la escalera —digo al fin tras un silencio largo pero placentero. Tengo la cabeza apoyada en su pecho y oigo cómo se calma el latir desbocado de su corazón.

— Yo también —responde—. No iba a hacerlo, pero no he podido evitarlo. Siento haberte dicho que te fueras. A veces soy un poco capullo.

Levanto la cabeza y lo miro.

— ¿A veces? —Sonrío.

Levanta una de las manos que tiene en mi cintura y me pellizca la nariz. Me río.

—No he oído que te quejaras de nada hace cinco minutos —recalca.

Meneo la cabeza y la dejo caer otra vez en su piel bañada en sudor. Con los dedos, dibujo el contorno del tatuaje en forma de corazón que lleva en el hombro y veo que se le pone la carne de gallina. No se me escapa que el corazón está pintado con tinta negra como la noche.

— Eso es porque se te da mejor eso que salir con alguien —lo pincho.

— No voy a discutírtelo.

Se ríe y me aparta el pelo de la cara. Me encanta cuando me acaricia la mejilla, es de lo que más me gusta. Sus dedos son ásperos pero, de algún modo, muy suaves en contacto con mi piel.

— ¿Qué es lo que ha pasado entre Dan y tú? Quiero decir antes de esta noche —pregunto.

Probablemente no debería, pero tengo que saberlo.

— ¿Qué? ¿Quién te ha dicho que haya pasado nada entre Dan y yo? — inquiere al tiempo que me levanta la barbilla para verme la cara.

— Dylan. Sólo que no me ha contado qué exactamente. Sólo ha dicho que se veía venir. ¿A qué se refería?

— A una mierda del año pasado. No es nada de lo que tengas que preocuparte, te lo prometo —dice y sonríe, pero sus ojos no.

Será mejor que lo deje estar. Estoy contento de que hayamos hablado del problema, por una vez, y que empecemos a llevar mejor lo de la comunicación.

— ¿Quedamos mañana cuando termines en Vance? No quiero que nos quiten el apartamento.

— No tenemos muebles —le recuerdo.

— Está amueblado. Pero podemos añadir cosas o quitarlas cuando ya estemos viviendo allí.

— ¿Cuánto cuesta? —pregunto, aunque sé que no quiero oír la respuesta. Debe de ser carísimo si viene amueblado.

— No te preocupes de eso. Tú sólo piensa en el recibo de la tele por cable. — Sonríe y me besa en la frente—. ¿Qué me dices? ¿Te sigue gustando la idea?

— Y la compra —añado, y él frunce el ceño—. Pero sí, me gusta la idea.

— ¿Vas a decírselo a tu madre?

— No lo sé. En algún momento se lo tendré que contar, aunque ya sé cuál será su respuesta. Creo que primero debería dejar que se acostumbre a la idea de que estamos saliendo. Somos muy jóvenes y, si se entera de que ya nos vamos a ir a vivir juntos, acabará con una camisa de fuerza.

Se me escapa una carcajada a pesar del dolor que siento en el pecho. Ojalá las cosas con mi madre no fueran tan complicadas y pudiera alegrarse por mí. No obstante, sé que eso no es posible.

— Siento que estéis así. Sé que es culpa mía, pero soy demasiado egoísta para alejarme de ti.

— No es culpa tuya. Es que mi madre es... como es —le digo, y lo beso en el pecho.

— Tienes que dormir, nene. Mañana tienes que madrugar y ya es casi medianoche.

— ¿Medianoche? Creía que era mucho más tarde —digo separándome de él y acostándome en la cama.

— Bueno, es que si no estuvieras tan prieto habría aguantado un poco más —me susurra al oído.

— ¡Buenas noches! —gruño muerto de la vergüenza.

Se echa a reír y me besa en la nuca antes de apagar la luz.


















A la mañana siguiente, bien temprano, vago por la habitación de JungKook cogiendo lo que necesito para ir a darme una ducha.

— Voy contigo —gruñe, pero me río.

— No, no vienes conmigo. ¿Eres consciente de que sólo son las seis? ¿Qué ha sido de tu regla de las siete y media? —le digo medio en broma cogiendo mi bolsa de aseo.

— Te acompaño.

Me encanta su voz ronca por las mañanas.

— ¿Adónde? ¿Al cuarto de baño? —resoplo, y se arrastra fuera de la cama—. Soy un hombre hecho y derecho, puedo cruzar el pasillo yo solo.

— Ya veo el caso que me haces.

Pone los ojos en blanco pero sé que le ha hecho gracia.

— Vale, papi, llévame al baño —protesto en tono de burla. No tengo intención de hacerle caso, pero decido seguirle la corriente por ahora.

JungKook arquea las cejas y sonríe.

— No vuelvas a llamarme así o volveré a meterte en la cama.

Me guiña el ojo y me apresuro a salir de la habitación antes de caer en latentación. Viene detrás de mí y se sienta en la taza del váter mientras me ducho.

— Vas a tener que llevarte mi coche —dice, cosa que me sorprende lo indecible—. Ya buscaré yo a alguien que me lleve al campus y allí cogeré el tuyo para ir al apartamento.

No pensé en nada de eso anoche, cosa que aún me sorprende más. Normalmente lo tengo todo planeado.
— ¿Vas a dejarme conducir tu coche? —La mandíbula me llega al suelo.

— Sí. Aunque como le hagas un arañazo más te vale que no te encuentre —dice.

Parte de mí sabe que lo dice medio en serio, pero me río y contesto:

— ¡Lo que me preocupa es que me destroces mi coche!

Intenta abrir la cortina pero la cierro con fuerza y lo oigo reír.

— Nene, piensa que a partir de mañana podrás ducharte todos los días en tu propio cuarto de baño —dice mientras me aclaro el champú de la cabeza.

— No creo que sea consciente hasta que de verdad estemos viviendo allí.

— Espera a verlo. Te va a encantar —asegura.

— ¿Le has contado a alguien que vas a alquilar un apartamento? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.

— No, ¿por qué tienen que saberlo?

— No tienen por qué. Sólo era curiosidad.

El grifo chirría cuando lo cierro. JungKook sostiene una toalla y, cuando salgo de la ducha, me envuelve con ella el cuerpo empapado.

— Te conozco, sé que crees que les estoy ocultando a mis amigos que vamos a irnos a vivir juntos —dice.
No anda desencaminado.

— Bueno, es que me parece muy raro que vayas a mudarte y que nadie lo sepa —replico.

— No es por ti, es porque no quiero aguantar rollos sobre abandonar la fraternidad. Pienso contárselo a todos, incluida Yuqi, una vez estemos instalados. —Sonríe y me pasa los brazos por los hombros.

— Quiero ser yo quien se lo cuente a Yuqi. —Me echo a reír y le devuelvo el abrazo.

— Hecho.

Tras múltiples intentos de quitarme a JungKook de encima mientras me arreglo, me pasa las llaves de su coche y me voy. En cuanto estoy en el coche, me vibra el móvil. Es un mensaje:

Ten cuidado. Te quiero.

Lo tendré. Cuídame el coche
Te quiero. Bss.

Me muero por volver a verte.

Quedamos a las cinco.

Tu mierda de coche estará bien.

Sonrío para mis adentros en cuanto le envío la respuesta:

Cuidado con lo que dices, o es
posible que choque contra un
poste al aparcar el tuyo.

Deja de darme la tabarra y vete a
trabajar antes de que baje y te
arranque la camisa.

Por muy tentador que sea, dejo el móvil en el asiento del acompañante y arranco el coche. El motor ronronea al volver a la vida, nada que ver con el rugido del mío. Para ser un coche clásico, la conducción es mucho más suave que la de mi coche. Se nota que está muy bien cuidado. En cuanto entro en la autopista, suena el móvil.

— No puedes estar ni veinte minutos sin mí, ¿eh? —me río al aparato.

— ¿YoonGi? —dice una voz masculina.

«Jimin...»

Me aparto el teléfono del oído y miro el nombre en la pantalla para confirmarlo. Horror.

— Ostras..., perdona... Creía que... —balbuceo.

— Creías que era él... Lo sé —dice. Suena triste, no resentido.

— Perdona. —No lo niego.

— No pasa nada.

— ¿Qué tal...? —No sé muy bien qué decir.

— Ayer vi a tu madre.

— Ah.

El dolor en la voz de Jimin y el recuerdo del odio que mi madre me demostró hacen que me duela el corazón.

— Sí... Está muy cabreada contigo.

— Lo sé... Amenazó con dejar de ayudarme a pagar la universidad.

— Se le pasará. Sólo está dolida.

— ¿Que está dolida? Me tomas el pelo, ¿no? —Resoplo. No es posible que la esté defendiendo.

— No, no; sé que no lo ha enfocado bien, pero sólo está enfadado porque estás..., ya sabes..., con él. —El asco que siente es más que evidente.

— Ya, pero no le corresponde a ella decirme con quién puedo o no estar. ¿Para eso me has llamado? ¿Para decirme que no debo seguir con él?

— No, no, YoonGi. No es eso. Sólo quería ver si estabas bien. Nunca habíamos estado tanto tiempo sin hablarnos desde que teníamos diez años —dice. Me imagino perfectamente que tiene el ceño fruncido.

— Ah... Perdóname por saltar así. Es que tengo muchas cosas entre manos ahora mismo, y pensaba que sólo me llamabas para...

— Que no estemos juntos no significa que no vaya a estar ahí para ti —dice, y se me parte el corazón.

Lo echo de menos. No nuestra relación, sino a él, porque ha sido parte de mi vida desde que era pequeño y es difícil dejar todo eso atrás. Ha estado conmigo a las duras y a las maduras, y yo le he hecho daño y ni siquiera he sido capaz de llamarlo para darle explicaciones o pedirle perdón. Me siento fatal por cómo quedaron las cosas entre nosotros, y se me llenan los ojos de lágrimas.

— Perdóname, Jimin. Por todo —digo en voz baja. Suspiro.

— Todo irá bien —me contesta también en voz baja. Pero entonces, como si necesitara cambiar de tema, dice—: He oído que estás haciendo prácticas.

Y así seguimos charlando hasta que llego a Vance. Cuando cuelgo, me promete que hablará con mi madre sobre cómo se está comportando conmigo, y siento como si me hubieran quitado un gran peso de encima. Jimin es el único que siempre se las apaña para calmarla cuando se pone insoportable.

El resto del día transcurre sin contratiempos. Me lo paso terminando el primer manuscrito y redactando notas para el señor Vance. JungKook y yo nos escribimos de vez en cuando para ver dónde y a qué hora quedamos, y mi jornada laboral termina sin darme cuenta.

Cuando llego a la dirección que me ha dado JungKook, me sorprende que esté justo entre el campus y la editorial. Sólo tardaría veinte minutos en coche en llegar si viviera aquí. Parece una idea abstracta, JungKook y yo viviendo juntos.

No veo mi coche cuando llego al aparcamiento. Llamo a JungKook y me salta el buzón de voz.

«¿Y si ha cambiado de opinión? Me lo habría dicho, ¿no?»

Empieza a entrarme el pánico pero justo en ese momento aparece JungKook y aparca el coche a mi lado. Bueno, parece mi coche, aunque está distinto. La pintura plateada está impecable, y se ve nuevo y reluciente.

— ¿Qué le has hecho a mi coche? —digo en cuanto se baja.

— Yo también me alegro de verte. —Sonríe y me besa en la mejilla.

— Va en serio: ¿qué le has hecho? —Cruzo los brazos.

— Lo he llevado a pintar. Por Dios, podrías darme las gracias. —Pone los ojos en blanco.

Me muerdo la lengua sólo porque estamos donde estamos y venimos a lo que venimos. Además, el coche está estupendo. Lo único que no me gusta es que JungKook se gaste dinero en mí, y que te pinten el coche no es barato.

— Gracias. —Sonrío y entrelazo la mano con la suya.

— De nada. Ahora entremos. —Atravesamos juntos el aparcamiento—. Te sienta bien mi coche, sobre todo con ese traje. No he podido dejar de pensar en él en todo el día. Ojalá me hubieras enviado las fotos desnudo que te he pedido —me dice, y le pego un codazo—. No te costaba nada. Las clases habrían sido mucho más interesantes.

— ¿Has ido a clase y todo? —digo sin poder parar de reír.

Se encoge de hombros y me abre la puerta del edificio.

— Ya hemos llegado.

Sonrío ante el gesto galante, tan poco propio de él, y entro. El vestíbulo no es para nada lo que esperaba. Es todo blanco: suelo blanco, paredes blancas y limpias, sillones blancos, sofás blancos, alfombras blancas y lámparas blancas en mesas transparentes. Es elegante pero intimida un poco. Un hombre bajo y calvo vestido de traje nos da la bienvenida y le estrecha la mano a JungKook. Parece nervioso. O puede que JungKook lo ponga nervioso.

— Tú debes de ser Jhon. —Sonríe. Tiene los dientes tan blancos como las paredes.

— YoonGi —sonrío y lo corrijo mientras JungKook disimula una sonrisa.

— Encantado de conocerte. ¿Firmamos?

— No, quiere verlo primero —replica JungKook en tono cortante—. ¿Por qué iba a firmar sin haberlo visto?

El pobre hombre traga saliva y asiente.

— Faltaría más. Acompañadme —dice señalando el pasillo.

— Pórtate bien —le susurro a JungKook mientras los tres nos dirigimos hacia el ascensor.

— No. —Sonríe y me aprieta la mano.
Lo miro y su sonrisa llena de hoyuelos se hace más amplia.

El hombre me habla de lo bonitas que son las vistas, y dice que éste es uno de los mejores edificios de apartamentos que hay en la zona y también de los más diversos. Asiento educadamente y JungKook permanece en silencio mientras bajamos del ascensor. Me sorprende el contraste entre el vestíbulo y el pasillo. Es como si estuviéramos en otro edificio... En otra época.

— Es aquí —dice el hombre abriendo la primera puerta—. En esta planta sólo hay cinco apartamentos, por lo que tendréis mucha intimidad.

Hace un gesto para que pasemos, pero aparta la vista cuando JungKook lo mira. No hay duda: JungKook lo intimida. No lo culpo, pero es divertido verlo.

Me oigo a mí mismo ahogar una exclamación de sorpresa. El suelo es de hormigón impreso, a excepción de un enorme cuadrado de madera que imagino que será la sala de estar. Las paredes son de ladrillo, preciosas; antiguas y estropeadas, pero perfectas. Las ventanas son gigantes y el mobiliario es antiguo pero está limpio. Si pudiera diseñar el apartamento perfecto, diseñaría uno igual que éste. Es como un recuerdo del pasado pero absolutamente moderno.

JungKook me observa con atención mientras yo lo miro todo y entro en las otras habitaciones. La cocina es pequeña y tiene unos azulejos multicolores encima del fregadero que le dan un airedivertido y alternativo. Me gusta todo de este apartamento. El vestíbulo me tenía asustado y creía que iba a odiar este lugar. Pensé que iba a ser un apartamento recargado y carísimo, y me encanta que no lo sea. El baño es pequeño pero lo bastante grande para los dos, y el dormitorio es tan perfecto como el resto. Tres de las paredes son de ladrillo rojo antiguo, y la cuarta es una librería que va del suelo al techo. Tiene una escalera y todo, y no puedo evitar echarme a reír porque siempre imaginé que tendría un apartamento igual que éste cuando terminara la facultad. No pensé que lo encontraría tan pronto.

— Vamos a llenar la estantería. Yo tengo muchos libros —musita JungKook nervioso.

— Pues... yo... —empiezo a decir.

— No te gusta, ¿verdad? Pensé que te gustaría. Parecía perfecto para ti. ¡Joder! —exclama al tiempo que se pasa la mano por el pelo con el ceño fruncido.

— No... Yo...

— Venga, vámonos. Enséñenos otros —le dice JungKook al hombre.

— ¡JungKook! ¡Déjame acabar! Iba a decir que me encanta.

El hombre parece tan aliviado como él. Su ceño fruncido se transforma en una gran sonrisa.

— ¿De verdad?

— Sí, me daba miedo que fuera un apartamento pijo y frío, pero es perfecto —le digo, y es la verdad.

— ¡Lo sabía! Bueno, me tenías algo nervioso, pero en cuanto vi este sitio pensé en ti. Te imaginé ahí... —señala el banco adosado al ventanal—, leyendo un libro. Fue entonces cuando supe que quería que vivieras aquí conmigo.

Sonrío y siento mariposas en el estómago al oírlo decir eso en público, aunque sólo sea delante de un agente inmobiliario.

— ¿Estamos listos para firmar? —dice el hombre incómodo.

JungKook me mira y yo asiento. No me puedo creer lo que vamos a hacer. Hago caso omiso de la vocecita que me recuerda que es demasiado pronto, que soy demasiado joven, y sigo a JungKook a la cocina.

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