El juego de Lucifer.

By MarDMMD

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Frialdad, inteligencia, sensualidad y sarcasmo, son palabras que pueden describir perfectamente a Lucille Fer... More

Sinopsis.
Rangos y Advertencias.
Prólogo.
Capítulo 01.
Capítulo 02.
Capítulo 03.
Capítulo 04.
Capítulo 05.
Capítulo 06.
Capítulo 07.
Capítulo 08.
Capítulo 09.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.

Capítulo 22.

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By MarDMMD

Capítulo 22.- Reyes del baile.

"Tú estás en el viento, yo estoy en el agua.
El hijo de nadie, la hija de nadie".

Chemtrails over the country club - Lana del Rey.


Lucille Feramore.

Mis ojos duelen cada vez que intento abrirlos.

Mi cuerpo duele.

Todo duele.

Mis párpados aletearon cuando intenté enfocar mi entorno.

Miré una sombra grande pasearse alrededor del lugar que ni fui capaz de reconocer.

¿Eso es fuego?

¿Esa sombra es Satanás?

Tal vez morí y ahora estaba en el infierno.

No pude resistir más y nuevamente perdí la conciencia.

No supe cuánto tiempo dormí, no supe cuanto más pasó hasta que finalmente volví a despertar con un poco más de energía que la primera vez.

Mi cuerpo aun dolía, ciertamente seguía doliendo mucho.

Traté de incorporarme mientras carraspeaba debido a la sequedad en mi garganta.

Me quité la manta blanca con movimientos torpes y me encontré mi cuerpo desnudo del torso para arriba. Solo llevo sostén, pero no hay rastro de la blusa negra ni del abrigo. Estos fueron reemplazados por dos vendas.

Una venda rodea mi abdomen donde sé que están esas heridas profundas que me hice con las púas y el roce de bala antes de lanzarme al mar. La otra venda rodea mi hombro que fue donde también me dispararon.

Tengo moretones en ciertas zonas del cuerpo y seguramente tengo en las piernas, pero estas afortunadamente están cubiertas por un pantalón para dormir.

Uno que no es mía.

Para ser sincera me queda algo grande. Parece ser un pijama de hombre.

Me pasé la mano por mi frente sudada e hice una mueca de asco.

Soy un asco.

Me levanté con movimientos temblorosos y mis pies pronto tocaron el suelo.

Dejé que mi vista viajara por todo el lugar de paredes hechas de roble. Era un lugar cálido y pronto supe que el fuego que había visto, era producto de una chimenea frente a la cama sencilla en la que estaba.

La cabaña no era muy grande. Era todo de madera y la "habitación" estaba separada de lo demás con otra pared de roble. No había una puerta así que cuando crucé el umbral, me encontré con una estancia bonita y limpia. Dos sillones y un puff frente a una chimenea. En el centro había una mesita en donde descansaban una taza y un libro.

Por otro lado había una cocina pequeña pero funcional. No había mesa, en su lugar había una barra con cuatro taburetes.

A pesar de no ser gigante como los palacios y mansiones a las que estoy acostumbrada, era tan cálido y bonito que me resultó perfecto y acogedor.

Perfecto para vivir en él una vez que todo termine.

Podría sentarme frente a esa chimenea, beber café y escribir algún libro nuevo.

Me llevé una mano al abdomen y caminé a una puerta cerrada que estaba pasando un pasillo entre la estancia y la cocina.

Agradecí cuando entré y me encontré con un baño limpio.

Abrí el grifo y comencé a refrescarme la cara. Una vez que terminé, alcé la cabeza para verme al espejo.

―Hm...no hay espejo ―Mascullé de mala gana.

Espero no verme como una muerta.

Suspiré con pesadez antes de salir del baño y recorrer la casa una vez más.

Me moría de sed, pero definitivamente no iba a tomar nada de la casa de un desconocido.

Desconocido que por cierto, debía encontrar.

¿Quién me trajo aquí? ¿Hace cuánto?

Por supuesto no lo encontré dentro de la casa, por lo que abrí la puerta que ya estaba semiabierta y salí de la cabaña.

Frente a mí encontré un lago enorme y precioso de agua cristalina y completamente limpia.

Había árboles frondosos a mi alrededor, junto con flores y plantas. No podía faltar el pasto para completar el cuadro de naturaleza hermosa y perfecta.

Di unos pasos y pronto me encontré con un hombre sentado en un muelle. Me da la espalda y parece muy concentrado pescando.

A su lado está un perro enorme acostado y pareciendo de lo más tranquilo.

Un perro que reconocí muy bien.

―Sultán ―Mi tono fue bajo.

Di unos pasos más, por lo que el perro levantó la cabeza y enfocó sus ojos oscuros en mí. Alzó ambas orejas al mismo tiempo que se levantaba de su lugar.

Ladró un par de veces de esa manera en la que suele hacerlo cuando me ve llegar.

Y pronto hizo lo que hace habitualmente: corrió en mi dirección.

El hombre enfocó al perro mientras este se abalanzaba contra mí.

En otro momento me habría sentido feliz de la emoción que Sultán demuestra al verme, pero en este momento solo pude sentir dolor.

Tanto dolor cuando sus patas terminaron en mi abdomen, en consecuencia haciéndome caer ya que no fui capaz de aguantar el dolor que me provocó su impacto.

Me quejé alto mientras él estaba de lo más preocupado lamiendo mi rostro.

―¡No! ―Jadeé, cerrando los ojos con fuerza.

―¡Sultán! ―Escuché su voz.

El perro se alejó cuando él llegó a nosotros para tomarlo del collar y alejarlo de mí sin ser brusco.

Más le valía.

Si se le ocurre maltratar a mi perro soy capaz de enterrarlo vivo.

―Estás sangrando de nuevo ―Masculló cuando notó el líquido carmesí traspasandose por las vendas de mi abdomen―. Joder.

Apreté los dientes y volví a cerrar los ojos.

Como duele esta mierda.

Le permití tomarme en brazos y llevarme al interior de la cabaña a pesar de que no debería.

Me depositó en la cama cuidadosamente y se movió por el lugar en busca del botiquín. Una vez que lo encontró, volvió a acercarse a mí para retirar las vendas en mi estomago y comenzar a limpiar la herida.

Siseé de dolor.

Y también me di cuenta de que tenía suturas.

Un par de puntadas se fueron a la mierda gracias a Sultán.

―¿Quién hizo las puntadas? ―Le pregunté―. ¿Fue un médico?

Alzó la cabeza para enfocar mis ojos.

―Fui yo.

―¿No me llevó a un hospital?

―No.

―¿Por qué no? ―Mi tono bajó.

Ciertamente eso me tranquilizaba.

Si nadie sabía que estaba herida, entonces no sospecharían de mí.

―Porque usted me lo pidió.

Hundí las cejas.

―¿Cuándo se lo pedí?

―La noche que la encontré cerca del puerto. Se estaba desangrando y quise llevarla a un hospital, pero usted no parecía cómoda con esa idea. Para ser sincero, parecía desesperada y asustada.

―¿Cómo es que me encontró? ―Le pregunté, por lo que de nuevo volvió a mirarme. Hice una mueca de dolor cuando presionó mi herida por accidente―. ¿Cómo es que supo que estaba en ese lugar?

―Porque soy un acosador de primera que sigue todos sus movimientos y los de su familia, señorita Feramore. Ese ha sido mi trabajo los últimos veinte años.

―¿Y no se tomará la molestia de negarlo? ―Ladeé la cabeza y le brindé una sonrisa burlona, una que se borró cuando él volvió a su labor de curar mi herida.

―¿Sirve de algo negarlo? ―Inquirió mientras tomaba el material para suturar―. No se mueva, esto va a doler.

―¿Sabe hacerlo?

―Le acabo de decir que yo lo hice el día que la encontré.

Sus palabras se repitieron en mi cabeza.

―¿El día que me encontró? ¿Cuántas horas dormí?

―¿Horas? ―Se mofó―. Ha estado cuatro días en este lugar. No sé cómo logré alimentarla e hidratarla. Siendo sincero, me preocupaba más el hecho de que muriera por alguna de estas dos en lugar de morir por sus heridas.

―¿Estuve cuatro días inconsciente?

―Y con fiebre.

―¿Y Sultán? ¿Cómo es que él está aquí?

―He enviado a alguien de confianza por él la primera noche que pasó en esta cabaña. Tampoco iba a dejar que él muriera de hambre.

―Ya veo por qué el maldito traidor lo quiere tanto ―Gruñí mientras miraba en dirección al perro que estaba cerca de la entrada luciendo como un niño recién regañado.

El capitán Causer soltó una risa que reprimió tan pronto que apenas si me di cuenta.

―Jamás te he visto reír de verdad. Ya sabes, reír con ganas y de manera espontánea.

―El día que me veas reír de esa manera, será cuando mis emociones se vuelvan más fuertes que yo y cuando ya no sea capaz de reprimirlas.

―Eso me suena a una promesa.

―No, no es una promesa, señorita Feramore.

―Y de nuevo dejaste de tutearme.

Suspiró con pesadez mientras terminaba de colocar la venda nueva y limpia.

Se levantó y me observó desde arriba; es muy alto.

―Ya está. Tenga cuidado al caminar, no haga movimientos bruscos porque la herida aun está fresca. No queremos que se abra o se infecte.

Y dicho esto, se alejó de mí para volver afuera. Solté un sonido de indignación al verme sola nuevamente, pero no fui tras él.

Preferí tomarme el tiempo para levantarme, buscar alguna prenda limpia en las cajoneras de madera.

Era un lugar tan rustico y...pintoresco.

―Uhm, jamás había estado en un lugar tan...peculiar ―Fruncí los labios―. ¿Así vivirán los más desafortunados? Que curioso.

Me metí a la ducha del lugar y por suerte obtuve agua caliente para lavarme. Tuve cuidado y cubrí mis heridas con plástico y cinta que encontré en uno de los cajones. Cuando salí, me vestí con su ropa limpia y fui al exterior.

De nuevo lo encontré en la orilla sosteniendo una caña para pescar.

Sultán estaba a su lado, pero al parecer aprendió de su error y simplemente se quedó quieto y esperando a que yo me acercara.

Acaricié su cabeza.

―¿Te ha alimentado bien? ―Al escuchar mi voz, el capitán Causer giró solo un poco.

―Sí, lo he alimentado bien.

―No le pregunté a usted.

―Como si él le fuera a contestar ―Gruñó para después limitarse a seguir pescando.

Me crucé de brazos.

―¿Realmente sabe pescar o solo finge para impresionarme? ―Ladeé la cabeza―. Me atraen mucho los hombres que son muy masculinos y maduros. Usted es ambos.

Suspiró con pesadez.

―¿Qué tal si vuelve adentro y no sé, hace algo para permanecer inconsciente otros cuatro días más? ―Se encogió de hombros―. No estaría mal, ¿no?

―Es un asno.

―Ya me lo ha dicho.

Él se limitó a ignorarme para seguir pescando.

―Tengo hambre.

―Ah.

―¿Ah? ―Repetí―. Alimentame.

―Tendrá que esperar. Vuelva a la cabaña.

―Pero tengo hambre ya.

Lo vi tomar una respiración profunda.

―Señorita Feramore, por favor espere que pronto estará lista la cena, ¿bien?

Su tono fue amable, pero evidentemente estaba intentando ocultar su exasperación.

―Bien, si tanto insiste volveré a ese lugar horrible al que denomina "cabaña".

Volví al interior de la cabaña y me dispuse a esperar en medio del aburrimiento. Vagué por la pequeña cabaña o simplemente me dispuse a observarlo por la ventana.

Cuando él terminó de pescar, lo vi movilizarse a uno de los extremos de la cabaña y tomar un hacha.

―Ese hijo de perra...―Siseé y me levanté de la silla de madera para buscar algo con que defenderme. Lo único que me encontré fue un jodido sartén y una espátula.

Que jodido.

Fue a la puerta entreabierta y observé todos sus movimientos para prepararme al ataque en cuanto entrara.

Contrario a lo que creí, él tomó unos troncos enormes y puso uno en una base más grande. Alzó el hacha y...lo partió por la mitad. Después hizo lo mismo con el segundo, el tercero, etc.

Ah...él estaba consiguiendo leña.

Mis ojos fueron a la chimenea.

Relajé los hombros casi en cuanto la puerta se abrió. Él entró sosteniendo pescados y leña, pero no un hacha.

Miró la sartén en mi mano y después enfocó mi rostro. Alzó una ceja.

―¿Me estaba esperando con eso? ―Cuestionó, frunciendo un poco los labios de esa manera en la que suele hacer―. ¿Y cuál era el plan? ¿Reventarme la cara a sartenazos como la última vez?

―Creí que iba a atacarme con el hacha, gran imbécil.

―Si quisiera, lo habría hecho cuando estaba inconsciente ―Dijo, esta vez pasándome por un lado―. No sea paranoica, señorita Feramore, de quererla muerta, la habría dejado donde la encontré o habría esperado hasta que se desangrara sobre el suelo.

―Prefiero no fiarme, una nunca sabe cuándo atacará el enemigo.

―Ya veo.

Dejó los pescados sobre un recipiente de la mesa y después fue a la chimenea para avivar el fuego. Una vez que terminó, fue a la cocina y comenzó a preparar la cena que consiguió para nosotros.

―Estoy aburrida.

―Juegue con Sultán a ver si se le pasa el aburrimiento.

―¿Por qué no mejor me deja ayudarle?

―No, no quiero que me estorbe.

―Yo no soy un estorbo.

―Aun así, es mejor que permanezca sentada o acostada. Sus heridas no han cicatrizado, debe guardar reposo.

―Ayudarle con la cena que también es para mí, no me matará ―Insinué y me crucé de brazos―. ¿Me permite?

Él se giró para observarme y yo esperé atenta por una respuesta que tardó mucho en llegar. Finalmente suspiró y se acercó con una tabla de picar, un cuchillo que quién sabe de dónde sacó y algunos vegetales. Los colocó en la mesa y después sacó una de las sillas.

Me tomó de los hombros y me hizo sentarme en la silla.

―Corte los vegetales, de esa manera podrá guardar reposo, no aburrirse y ayudar si es lo que quiere.

Sus manos abandonaron mi cuerpo y después se alejó. Me quedé quieta unos segundos antes de sacudir la cabeza y tomar el cuchillo para comenzar a rebanar.

―Y ah...no se le ocurra apuñalarme mientras no la veo.

―Intentaré no hacerlo ―Respondí de manera dulce.

Él estaba muy ocupado en lo suyo, así que no me dirigió la palabra por un rato, al menos hasta que terminé y le informé que ya estaba listo lo mío. Él lo tomó y lo llevó hasta la estufa.

―¿Nadie me ha llamado estos días?

―¿Llamado?

―Sí, llamado. A mi celular ―Aclaré con obviedad―. ¿Dónde está mi celular?

―¿Su celular? ―Repitió como si fuera estúpido―. Ah, su celular. Sí, estaba dentro del bolso de su ropa y estaba empapado. Intenté encenderlo, pero no funcionó. Está dentro del cajón derecho y me parece que sigue sin funcionar.

―¿Sin funcionar?

Me levanté deprisa para ir al cajón que me indicó. Y sí, dentro estaba mi celular que efectivamente no encendió cuando traté de hacerlo funcionar. Incluso tomé un cargador que estaba sobre un mueble y lo conecté. Pasados unos minutos volví a intentar, pero nada.

Mi celular estaba muerto.

Se supone que es resistente al agua.

Mierda.

Acabo de perder las pruebas por las que agregué mi jodida vida.

―¡No, no, no! ¡Joder! ―Grité alto, en el proceso asustando a Sultán que no tardó mucho en levantar las orejas―. ¡Fortuna di merda! ¡Vita di merda! ¡Non toccherò mai più il mare nella mia cazzo di vita!

El capitán Causer me miró desde su lugar con extrañeza.

Tomó una respiración profunda, me puse recta y me sacudí los trapos que estaba usando.

―¿Por qué me mira tan fijamente? ¿Acaso le resulta sexy que hable en mi lengua materna?

Sonrió burlón y negó con la cabeza.

―Parece una loca cuando habla en italiano.

Rechisté y apreté los dientes.

―Más loca parezco con estos trapos horrorosos que me consiguió. Soy una Feramore, uso las telas más finas, me visten los mejores diseñadores y uso los bolsos que las simples mortales solo pueden ver en sus mejores sueños ―Me crucé de brazos―. ¿Sabe cuántas matarían por mi Diamond Birkin Himalaya?

―Pues para jactarse de que viste las telas más finas, la visten los mejores diseñadores o tiene bolsos de sepa qué mierda ―Movió las manos y rodó los ojos―, actúa como una niña por un simple celular. Sí, tiene dinero, así que compre mil celulares más y deje de hacer un escándalo. Y ah, si no le gusta lo que viste, en primer lugar nadie la invitó a ponerse lo que lleva.

―No tengo más ropa, no crea que lo uso por gusto. Es culpa de usted que ni siquiera puede conseguirme algo decente.

Volvió a rodar los ojos antes de volver a su labor de cocinero.

―Desde que despertó está más insoportable de lo normal ―Masculló―. Se lo dejaré pasar solo porque considero que se debe a que está preocupada porque nadie ha tenido noticias de usted todos estos días.

―Sí, es justo esa razón por la que estoy así que no me aguanto ni yo ―Mascullé―. Mi madre no sabe de mí, mi novio no sabe de mí, mi familia, mis amigos y mis empleados no saben de mí. ¿Tiene idea de toda la gente que debe estar preocupada ahora mismo?

―¿Y por qué suena a que me lo está recriminando? Yo no la secuestré ni hice algún truco de magia para mantenerla inconsciente. Nadie la está reteniendo y la puerta es muy grande, Lucifer ―Señaló la puerta―, puede largarse cuando se le plazca.

Tomé una respiración profunda.

―Ese es el problema. No puedo marcharme, no así como estoy, no con todas estas heridas porque si no...―Me quedé callada al instante.

―¿Por qué si no qué? ¿A qué le teme tanto? ¿Por qué le preocupa que alguien sepa que está herida? ¿De qué estaba huyendo esa noche? ―Dejó la comida en el fuego para acercarse a mí con lentitud. Estuvo tan cerca que pude sentir un aroma amaderado, jodidamente delicioso e irresistible―. ¿Qué pasó la noche que la encontré?

Se inclinó para intentar igualar mi estatura.

Le sostuve la mirada.

―Alguien quiere matarme.

Hasta yo me creí mi mentira por el tono tan asustadizo y serio que usé.

―Ese truco ya lo usó conmigo, señorita Feramore, no le funcionará de nuevo.

―¿Cree que es un truco? ¿Cree que yo planeé desangrarme sobre el asfalto? ¿O verme obligada a nadar por kilómetros después de que me arrojaron al mar para dejarme morir en él? ―Apreté los dientes―. ¿Cree que yo lo llamé telepáticamente a usted para que fuera a mi rescate? ¡No sea idiota!

―Me esperaría cualquier truco de usted.

Solté una risa entredientes.

―Crea lo que se le dé la gana. Quería una respuesta y yo se la di, si no me quiere creer entonces no me interesa ―Siseé y di un paso atrás―. De cualquier manera, no le estoy pidiendo su ayuda ni su protección. Si tanto desconfía de mí, entonces me hubiera dejado donde me encontró.

―¿Ahora se va a portar como una malagradecida?

―¿Y qué quiere que haga? ¿Que le bese los pies o que se la chupe a modo de agradecimiento?

Se llevó los dedos al puente de la nariz y respiró profundamente.

―La conozco tan bien que no espero que me agradezca, que me bese los pies o que me ponga un puto altar. Lo único que espero de usted es que tenga la suficiente decencia como para portarse amable y no reclamar por cada cosa que no le gusta ―Su tono fue serio―. Sí, no está en un palacio, no está usando esos vestidos ridículos a los que está acostumbrada, pero no está muerta. Al menos eso debería ser suficiente para usted en este momento.

Intenté articular una frase, pero simplemente no lo conseguí.

Él vio que no tuve más intenciones de decir algo, así que simplemente se dio la vuelta y volvió a la estufa.

―Al menos deberías disculparte ―Murmuró desde su lugar.

Alcé la barbilla y caminé hasta la chimenea.

―Solo obtendrás una disculpa sincera de mi parte el día que realmente me destroce el haberte lastimado.

Me senté en el suelo mientras lo escuchaba gruñir.

―Esto realmente no tiene caso.

No agregó nada más, así que durante minutos eternos nos sumimos en un silencio eterno y abrumador.

Sí, probablemente él tenía razón.

No estaba siendo la más amable.

Estaba siendo toda una desgraciada con el hombre que lo único que hizo, fue salvarme la vida.

―Tiene razón, capitán Causer.

Sentí su mirada sobre mí.

―¿Perdón?

―Creo que estoy a la defensiva con usted a causa de las palabras que compartimos hace unos días, tal vez por eso lo estoy tratando así.

―¿Se disculpará?

―No, pero quiero decirle que hace unos minutos fui toda una idiota que no se detuvo a ver lo que hizo por mí. Curó mis heridas, veló por mi salud cuando tuve fiebre y me trajo a un lugar en donde estoy segura, incluso se tomó la molestia de traer a mi perro para que él también estuviera bien ―Miré el fuego con fijeza―. Y sí, no es un palacio, pero es cálido y me mantuvo con vida. Usted me mantuvo con vida. Por eso...gracias, capitán.

Lo sentí observarme por todos esos segundos que permaneció en silencio.

―Bien.

No agregó nada más y yo tampoco. Me quedé en mi lugar esperando a que él terminara de hacer todo lo que estaba haciendo. Pronto Sultán se unió a mí y se tiró cerca de la chimenea para dormir como es su costumbre cuando se siente tranquilo.

Sentí al capitán moverse por el lugar hasta acercarse a mí. Dejó un plato con arroz, pescado cocinado con una salsa que realmente huele bien, verduras y un vaso con jugo natural. Lo tomé y después él se dio la vuelta para alejarse.

―¿No comerá? ―Mi voz lo detuvo.

―Sí, comeré afuera.

―Coma conmigo. No disfruto comer sola.

Debería estar acostumbrada a comer sola porque mi padre nunca estaba y mi madre siempre estaba intoxicada en su habitación, pero ciertamente no me gusta la soledad en la mesa, es por eso que muchas veces hago banquetes e invito a cualquier persona con cualquier excusa.

―Prefiero no discutir.

―Me comportaré ―Le aseguré―. Solo acompañeme.

Lo observé dudar y pronto mis hombros bajaron cuando él volvió a caminar lejos de mí.

Cuando creí que saldría, él simplemente tomó su plato y se sentó frente a mí.

―Coma ―Me ordenó antes de comenzar a engullir lo suyo.

Me mantuve en silencio mientras ingería la cena que para ser sincera, no estaba nada mal. Estaba perfecta.

Que sorpresa saber que este hombre cocina tan bien.

―¿La salsa la compró o la hizo usted?

Me miró.

―La hice yo ―Me respondió―. ¿No le gustó?

Alcé ambas cejas.

―Es deliciosa ―Mi tono estaba lleno de fascinación―. Jamás había probado un pescado sazonado con una salsa tan buena. ¿Dónde aprendió a cocinar?

Se encogió de hombros.

―Por ahí.

―¿Por ahí?

―Sí, por ahí. Coma.

Bufé y de nuevo alcé mi tenedor para seguir comiendo. Solté otro sonidito de satisfacción que llamó su atención aunque trató de ocultarlo.

―Bueno cocinando, bueno cazando la comida, fuerte, con vibras de sexy leñador. Como me encantan los hombres tan varoniles.

Lo escuché gruñir.

Oh, me hacía falta ese sonido.

―Y es más sexy cuando gruñe. Me encanta escucharlo gruñir, suena como una bestia tan candente.

Dejó caer su tenedor en su plato.

Me miró mal.

―Dijo que se iba a comportar.

Formé un puchero.

―No sé controlar mi boca, aunque sé que a usted le encanta lo que mi boca puede hacer.

De nuevo gruñó.

Que deleite.

―Ya ―Masculló sin dejar de mirarme mal.

―Sí, definitivamente es una bestia muy candente ―Murmuré solo para mí antes de llevarme un bocado a la boca.

Mastiqué y tragué sin dejar de observarlo.

Dejé mi plato a mi lado y tomé mi jugo para darle un trago. Volví a bajar el vaso y después le brindé una mirada atenta a Causer.

―¿La cabaña es de usted? ―Pregunté de repente.

No quería estar en silencio.

Quería platicar.

Hizo un mohín sutil.

―Era de mi padre.

―¿De su padre?

Asintió.

―Sí, cuando era joven mi padre nos traía a mi hermano y a mí a pescar al lago. La cabaña siempre estuvo aquí y cuando él supo que la pusieron en venta, entonces la compró ―Me explicó, finalmente dejando su plato a un lado―. Le gustaba mucho esta zona, era su lugar favorito en la tierra, así que por eso compró la única cabaña en todo este sitio. El plan era venir de vez en cuando para tomarnos unos días de vacaciones en familia.

―¿Y por qué no hizo remodelaciones? Digo, no es un chiquero, pero ustedes eran una familia algo grande. No creo que sea el lugar apropiado para una familia.

―La compró poco antes de su muerte. No tuvo tiempo.

―¿Y usted por qué no la remodeló? ¿Por sentimentalismo?

―Porque no puedo ―Se encogió de hombros―. No es de mi propiedad.

―Era de su padre. Por ley, se supone que la herencia y todos los bienes los obtiene el único familiar vivo, ¿no?

―No, señorita Feramore, que no se le olvide que para el mundo yo estoy muerto ―Rio sin ganas―. No tengo una herencia, no tengo las propiedades de los Lane y no tengo un nombre. La fortuna de mi familia le pertenece al Estado, incluyendo esta cabaña y la mansión en la que crecí. Para el mundo entero, yo morí esa noche junto con todos ellos.

Guardé silencio por algunos segundos.

―Ya veo...―Carraspeé―. Siendo así, ¿por qué estamos aquí si no le pertenece?

Miró a su alrededor.

―Porque a nadie le interesa este lugar en medio de la nada. Me encargué de retirar las barras que bloqueaban la puerta y vengo a pescar algunas veces cada año. Nadie se ha dado cuenta nunca porque siendo honestos, ¿por qué al Estado le interesaría una simple y vieja cabaña si se logró quedar con todas las riquezas de los Lane?

―Tiene un buen punto ―Suspiré bajo―. Bien, ya no me quejaré de esta cabaña tan...curiosa.

No la remodela porque tiene que pasar desapercibido, si alguien encuentra este lugar diferente, entonces supongo que cosas malas podrían pasarle.

―Se lo agradezco ―Murmuró.

Coloqué mi codo sobre mi pierna y sostuve mi barbilla con mi mano.

―Ahora cuénteme sobre su infancia, mi capitán.

―¿Y por qué lo haría?

―Porque estamos aquí solitos.

―No se confunda. La traje aquí y estamos juntos porque usted estaba mal, pero lo que le dije hace unos días no ha cambiado. En cuanto salgamos de aquí, mantendremos la distancia justo como debe ser, señorita Feramore.

―Si quiere que sea de esa manera, bien, pero al menos esta noche concédame el deseo de platicar conmigo. No seremos amigos ni nada cuando nos vayamos, pero por esta noche seamos dos desconocidos que se encontraron por casualidad solo para tener una charla agradable. No le pido nada más.

Entornó los ojos.

―Era fiestero ―Se limitó a decir.

―¿Y ya?

―Era popular.

―Siga.

―Ya, es todo.

Lo miré mal.

―No sea cabrón y platique conmigo.

Suspiró.

―Era capitán del equipo de mi instituto, aunque mis calificaciones por poco me arruinaban mi carrera como deportista; no me interesaba la escuela la verdad.

―O sea que eras un vago.

―Sí, era un vago. No puedo decir que era estúpido porque no era así, pero simplemente no era aplicado y me interesaban más otras cosas que sobresalir academicamente. Aprobar era suficiente para mí ―Hizo un mohín sutil―. Prefería salir de fiesta, ser popular, salir con muchas chicas, gastar dinero y blah, blah, blah.

―Muy diferente a su yo actual.

―La gente cambia, señorita Feramore. La vida da golpes que cambian todo tu rumbo.

Me incliné un poco hacia enfrente y asentí con lentitud.

Tenía razón.

―Dígame más.

―Pues...desde que era un niño me comenzó a gustar la pesca. Como le dije; mi padre nos enseñó a pescar a mi mellizo y a mí y cada vez que tengo tiempo libre, vengo y me siento por horas frente al lago. Soy un buen pescador ―Se encogió de hombros―. También soy un buen bailarín. Me obligué a mí mismo a aprender a dejar de ser un tronco en la pista después de que fui nombrado rey del baile y fui más una estatua que persona cuando tuve que bailar con la reina de esa noche.

Me llevé una mano a la boca para reprimir una risa.

―¡Oh! No puedo creerte eso, la vez que bailamos no parecías para nada un tronco. Para ser honesta, bailas mucho mejor de lo que me imaginé.

―Sí, es porque me obligué a aprender para no hacer otro ridículo como el que hice esa noche.

Volví a reír.

―Hmm, ahora me pregunto si el que fue mi rey habría bailado bien o si se habría quedado como usted ―Ladeé la cabeza y adopté un aire pensativo―. Supongo que jamás lo sabré.

―¿Por qué lo dice?

―También fui coronada como la reina del baile, pero no me quedé al típico primer baile entre la reina y el rey ―Le respondí―. Y a veces me pregunto si mi vida habría sido diferente si me hubiera quedado esa noche ―Mi tono fue más bajo con esta última oración.

Fui la reina la misma noche que mi vida comenzó a desmoronarse.

―¿Y por qué no se quedó? La reina siempre recibe toda la atención ―Señaló con obviedad―. Y usted sabe que disfruta ser adorada.

―No me sentía muy bien, así que me fui y me perdí del resto del baile. Aun me arrepiento ―Me recargué contra el sofá detrás de mí―. Seguro habría sido bonito.

Se levantó de su lugar y extendió su mano en mi dirección.

―Vamos, levántese.

―¿Para?

―Somos generaciones distintas, pero también fui rey, así que por derecho se me debe conceder la primera pieza de la reina, ¿no es así como funciona? ―Inquirió sin dejar de extender la mano―. Baila conmigo, Lucille.

Entrecerré los ojos.

―No está hablando enserio.

―Sí, sí lo hago.

Bufé con diversión.

―¿Es que sabe...? No tengo mi corona, mi banda y mucho menos un vestido lindo ―Hice una mueca―. No luzco como una reina ahora mismo.

Entornó los ojos.

―De acuerdo, si no quiere...

Tomé su mano enseguida.

―No, aguarde. No me deje sin mi baile.

Soltó una risa entre dientes antes de ayudarme a incorporarme. Pronto se movió hasta donde estaba su teléfono y escogió la primera canción que se le cruzó. Por suerte era linda y lenta, perfecta para el momento.

Se acercó a mí de nuevo y me pegó a su cuerpo de un solo movimiento.

Llevó una de mis manos a su hombro y sostuvo la otra con la suya. Su brazo libre rodeó mi cintura y me acercó más a él.

La canción siguió sonando, pero él...

―¿Por qué no se mueve?

―Ah, ¿no estábamos fingiendo que de nuevo éramos los adolescentes que fueron elegidos como rey y reina? ―Cuestionó mientras me miraba a la cara―. Le dije que no sabía bailar.

Una risa escapó de mí antes de que pudiera contenerla.

―Que idiota.

Vi el reflejo de una sonrisa en sus labios.

―Solo estoy jodiéndola.

Y esas palabras vinieron justo antes de que comenzaramos a movernos al ritmo de la canción. Los movimientos fueron suaves y coordinados. Nuestros cuerpos y nuestros pasos encajaron perfectamente bien, por lo que seguirnos no fue un problema.

Simplemente fluyó y nos deslizamos en ese pequeño cuadro.

―Con cuidado ―Lo escuché susurrarme al oído―. No quiero que se lastime.

Sé que habla de mis heridas.

Ciertamente duele si me muevo, pero es un dolor que estoy dispuesta a soportar por este momento.

Esto me resulta...refrescante.

Aunque no debería.

―Me está confundiendo, ¿lo sabe, no? ―Hablé de la misma manera mientras recargaba mi cabeza contra su pecho―. Hacer esto está mal si ya me dejó claro que me quiere muy lejos. Si al final de todo seré su enemiga cuando estemos afuera, ¿entonces por qué hace esto?

No respondió por algunos segundos, pero tampoco dejamos de bailar.

―No lo sé.

―Al final del día seré la hija del hombre que arruinó tu vida y a pesar de que me lo dejas claro siempre y que me alejas por esa razón, ahora estás tirando de mí como si realmente no me quisieras lejos ―Tragué saliva―. No soy de piedra, Dean y contrario a lo que tú piensas; que soy una arpía sin corazón, cada vez me cuesta más alejarme y al hacer esto, al tratarme de esta manera como si de repente hubieras olvidado quién soy de dónde vengo, solo terminas creando un torbellino en mi mente con el que no sé lidiar ―Continué hablando―. Tan solo dime si es parte de tu plan, si confundirme es parte de tu venganza y si yo sigo siendo un medio para llegar a él.

Se separó un poco para verme.

―No lo es ―Su tono de repente se llenó de sinceridad―. Simplemente...esta noche quiero fingir que no te conozco, que tu apellido no significa nada para mí o que lo he olvidado. Quiero fingir que eres la desconocida que tambalea todo mi mundo con tan solo respirar.

―¿Y eres capaz de olvidarlo?

―No sería la primera vez que me haces olvidar todo.

No fui capaz de darle una respuesta, simplemente me quedé muda ante sus palabras.

Lo único que atiné a hacer, fue de nuevo recargar mi cabeza contra su pecho y continuar bailando a su lado como si esta fuera la primera vez que nos vemos, como si no hubiera una historia trágica detrás que nos obligue a no bajar la guardia el uno con el otro.

Que nos obligue a mantener la distancia a pesar de lo que nos cuesta estar lejos.

Y que nos obligue a pelear contra el otro para cumplir nuestros objetivo a pesar de que cada vez nos cuesta más recordar que no somos aliados sino enemigos.

Enemigos que en cualquier momento pueden apuñalarse por la espalda.

***

Dean Causer.

Noches antes.

Terminé de colocar la venda y después la acomodé a ella sobre la cama con cuidado. Ella todo este tiempo mantuvo los ojos cerrados, pero en algún momento mientras la suturaba, soltó pequeños y suaves jadeos de dolor.

Llevé el pañuelo húmedo a su rostro y le sequé el sudor.

Sus párpados temblaron cuando intentó abrir los ojos, pero no lo consiguió.

Por horas que me parecieron eternas, estuve a un lado en la cama cuidando que no dejara de respirar o que la fiebre no empeorara.

¿Yo siquiera debería estar aquí?

¿Debería irme y dejarla morir?

¿Por qué me involucro?

Suspiré con pesadez y me levanté de la silla. Retrocedí unos pasos para salir de ese pequeño espacio que funge como habitación y fui al baño a lavarme el rostro para refrescarme.

Una vez que me sequé, miré su ropa humeda en el suelo. Tomé las prendas y las llevé hasta la lavadora del lugar.

―No debería tomarme tantas molestias ―Mascullé, de nuevo regresando al mueble en donde dejé su celular cargándose.

Primero lo dejé secando y una vez que estuvo completamente seco, lo puse a cargar ya que no encendía.

Presioné el botón lateral y esperé hasta que la pantalla se iluminó.

Alcé la cabeza para mirar a la habitación donde ella aun duerme.

Sigue respirando.

Bien.

Fui a ella y tomé su mano para obtener su huella y desbloquear el aparatito. La satisfacción me embargó cuando finalmente pude ingresar.

Me retiré del lugar e inmediatamente comencé a revisar cada cosa. Sus mensajes, sus llamadas, sus aplicaciones y su galería, esta última siendo la más interesante.

Me senté frente a mi portátil aun sin despegar la vista del celular y el vídeo que pronto comenzó a reproducirse.

Lo grabaron con este mismo celular.

Puedo ver mujeres atadas y en las condiciones más deplorables, puedo ver decenas de niñas y mujeres en el suelo. Puedo escuchar llantos, jadeos de sorpresa y terror proveniente de la persona que grabó esto.

¿Ella?

El vídeo paró casi en cuanto unos disparos se escucharon en este mismo.

De nuevo miré en su dirección.

¿Qué es esto?

¿Qué mierda es todo esto?

Sacudí la cabeza y carraspeé antes de conectar el teléfono a mi portatil para pasar el vídeo. Cuando terminó de cargar, lo desconecté, me levanté y salí de la cabaña para dirigirme a mi auto. Abrí el maletero y saqué los cables para pasar corriente. Seguido de eso fui al motor del vehículo para conectar unos de los extremos al motor y el otro a la pila del celular.

Dejé el teléfono allí antes de ir a encender el coche.

Una vez todo hecho, volví al celular y traté de encenderlo.

No cedió.

Lo intenté de nuevo.

Nada.

Ya está.

Lo que sea que signifique ese vídeo para ella, ya no importa porque no lo tiene más en su poder.

Lo tengo yo.

Y voy a encontrar el origen de todo esto.

*
*
*
*
*
*
N/A.

¡Hola!
Espero que estén teniendo un excelente inicio de año, de mes y de semana.♡♡

Aquí les traigo un nuevo capítulo que espero les haya gustado.💕💕

La verdad me dio flojera corregir, así que si encuentran errores nomas hagan como que no los vieron JAJAJAJA.

En fin.
¡Nos leemos pronto!♡
Besooos.💋

Ig: mard.mmd

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