7 noches con el mafioso

By LunaSerena85

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Andrea, una bella y virginal joven se ve obligada a hacer un trato con Dante Santoro, un mafioso, para salvar... More

1.- Secuestrada
2.- Cuando el mafioso la conoció
3.- Haciendo un trato
4.-Trato sellado con los labios
5.- En la recámara del mafioso
6.- La primera noche
7.- Rota
8.- Lágrimas inútiles
9.- En la ducha
10.- Al despertar
11.- Cuarta noche
12.- Quinta noche
13.- En el coche
14.- Sexta noche
15.- La última noche
16.- ¿Libre?
17.- Volver a empezar
18.- La noche que le debía
19.- Terrible noticia
20.- ¡Embarazada!
21.- Escape
22.- Nuevo trato
23.- Firma
24.- Madre de alquiler
25.- En el vestidor de damas
26.- El bebé se mueve
27.- Deseo al anochecer
28.- De viaje
29.- Sexo en el avión
30.- En los Emiratos Árabes
31.- El "padrino" del mafioso
32.- En el yate
33.- Pasión en la isla
34.- Advertencia
35.- Desilusión
36.- El cumpleaños del mafioso
37.- Confesión
38.- ¿Qué sientes por mí?
39.- Reencuentro apasionado
40.- El día de la boda
41.- Parto sangriento
42.- Peligro
44.- Después de la tormenta...
45.- Para siempre

43.- Disparo

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By LunaSerena85

En medio del humo y el desconcierto, Dante se levanta y choca con algo. O más bien, tropieza.

Es un cuerpo... un cuerpo ensangrentado con un vestido blanco que perteneció a una mujer. Le da la vuelta a la cara. El horror paraliza sus pulmones.

Es Victoria. Está muerta. Cubierta de sangre. Mirando con los ojos vacíos al techo.

Un fino hilo escarlata saliendo de su boca y todo un río saliendo de su pecho. Le han disparado.
Recibió varias balas... El vestido blanco se volvió rojo.

Con voz baja y quebrada, Dante siseó: ¡Victoria!

La sacude, sin que la mujer responda. Ella es ya solo un cuerpo inerte, sin vida... igual que su padre Gustavo Salvatierra, que yace muerto a unos cuantos metros.

Más disparos se escuchan y Dante se arroja al suelo, cubriéndose. Se arrastra hasta donde hay menos humo.

¿Qué hacer?, piensa. El atentado durante la ceremonia de su boda lo ha dejado tan desconcertado que ni siquiera presta atención al dolor que siente en el abdomen bajo.

Hay demasiada adrenalina en su torrente sanguíneo. Por eso, ni siquiera se da cuenta de que está herido por una bala que le rozó las costillas.

El mafioso se arrastra hacia la mansión, que ahora está en llamas.

Lo único en lo que Dante puede pensar en esos instantes es en: ¡Andrea! ¡Andrea!

Delante de él, el fuego del incendio está consumiendo rápidamente su mansión, sin perdonar nada.

Pero Dante sólo piensa en Andrea. ¿Estarán bien ella y su hijo? Le preocupa la idea de que Andrea esté en algún lugar por ahí, en medio de la carnicería.

Aún hay disparos. Hombres no identificados con ropa oscura disparan ametralladoras. Los guardias de Dante intentan devolver los disparos, pero quedan aturdidos. Muchos han muerto.

El cerebro de Dante entra en modo de emergencia, ¡intenta por todos los medios encontrar una manera de salir vivo de este lío!

Los disparos se detienen.

Escucha que alguien se acerca. ¿Acaso es alguien que le dará el tiro de gracia? Hay tanta adrenalina en su sangre que el dolor y la sangre que brota de su cuerpo le parecen nada.

Una voz le habla desde atrás: ¡Señor Santoro!

Lo reconoce, es Cerberus, el jefe de su guardia de seguridad.

Dante: ¡Cerberus! ¿Qué pasó?

Cerberus: Lo siento mucho señor... esos asesinos violaron toda nuestra seguridad... se infiltraron porque alguien los dejó entrar... alguien lo traicionó, jefe.

Dante hace poco caso a la explicación del guardia, pues solo tiene una preocupación en la mente: ¿Dónde... dónde está Andrea?

Hay demasiado humo, tanto que ambos hombres tosen.

Cerberus: ¡Debe estar en el jardín trasero! Ella se marchó antes que la ceremonia terminara... no estaba cuando comenzó todo...

Dante: ¡Dios todopoderoso! Gracias... ella y mi hijo tienen que estar bien...

Cerberus: No lo sé, jefe, pero usted está herido y...

Apretando los dientes, Dante interrumpe al hombre: ¡Sácala de aquí ahora! ¡Encuéntrala y llévatela lejos! No permitas que le pase nada. Eres responsable de ella, ahora ¿entiendes?

Cerberus: Pero jefe, usted también necesita ayuda, esos hombres pueden volver y...

Dante gruñó: Yo puedo manejar esto. Haz lo que te ordeno. ¡Rápido!

Cerberus asiente y Dante ve cómo el hombre se aleja.

El mafioso siente que las fuerzas lo abandonan... la herida abierta y la sangre que brota de ella lo han debilitado.

Por unos instantes se queda inmóvil, en medio de la masacre, escuchando su propia respiración y observando que la casa en la que había invertido millones se convierte en nada en pocos minutos.

No sabe cuánto tiempo perdió la consciencia, pero de repente la mente de Dante vuelve a la carga: ¡Vamos, Dante! No puedes terminar aquí ¡Te necesita! ¡ELLA TE NECESITA! No es momento de dormir. ¡Debes luchar! ¡Tienes que conocer a tu primer hijo! ¡Levántate! ¡Inmediatamente!

El mafioso abre los ojos bruscamente, respirando con dificultad y tosiendo. Sus pulmones arden. Es como si no hubiera inhalado humo, sino fuego.

Oye pasos pasos sobre cristales rotos y aprieta los puños por reflejo, preparándose para luchar a muerte.

"¡Señor Santoro! Soy yo, Nazar ¿Cómo está?"

Dante respira hondamente al ver a otro de sus guardias con vida, él es otro de los pocos que sobrevivió al atentado, pero también está herido.

Nazar ayuda a Dante a levantarse y le dice: Tiene que ir al hospital de inmediato. Ha perdido mucha sangre.

Dante: Dime, Nazar, ¿hay más sobrevivientes?

Nazar: Pocos, señor, muy pocos.

Dante: ¿Y Franco? ¿Dónde está mi primo?

El guardia baja la mirada sin responder.

Dante levanta la voz, tapando con su mano la herida para que deje de brotar sangre: ¿Por qué no respondes? ¿Qué pasó con mi primo? ¿Está muerto?

Nazar: No, señor, o bueno al menos eso creo... el señor Franco no debe estar muerto porque él es el responsable de todo esto.

Dante frunce el ceño, no por el dolor, sino por la sorpresa: ¿Qué has dicho?

Nazar: Sí, señor. Su primo lo traicionó. Instantes después que la ceremonia de la boda inició, yo mismo vi al señor Franco alejarse, se me hizo sospechoso y lo seguí... escuché cómo dio la instrucción para que dejaran entrar a los asesinos... su primo Franco planeó toda esta masacre.

Dante apretó los dientes, sabiendo que Nazar no le mentiría en algo tan grave: ¡Hijo de puta! ¿Cómo pudo hacerme esto? ¡Somos familia!

Nazar: Lo siento, señor, intenté hacer algo para detener el atentado, pero ya era demasiado tarde...

Dante se recompuso diciendo: Ya habrá tiempo de arreglar cuentas, pero ahora dime, ¿sabes dónde está Andrea?

Nazar: Sí... Vi a Cerberus llevársela al hospital... su mujer inició el trabajo de parto... ¡debe estar en la sala de maternidad!

Dante: ¿Qué? ¿Andrea ha dado a luz?

Al suponer que su hijo ya había nacido, el ánimo regresó a su cuerpo malherido. De repente, Dante se sintió mejor. Incluso la herida del estómago dejó de dolerle.

Dante: ¡Necesito ver a Andrea y a mi hijo inmediatamente! ¡Tengo que verlos! ¡Vamos al hospital!

Nazar asiente, pero antes de ir en busca de un coche, el guardia rasga una parte de su camisa para hacer con ese pedazo de tela una venda que presione la herida de Dante y evite que siga sangrando, al menos en lo que llegan al hospital.

Minutos después, ambos hombres se dirigen a toda velocidad al hospital donde Andrea dio a luz al primogénito de Dante.

El teléfono no funciona, Dante no puede ponerse en contacto con nadie. Están a diez minutos de la clínica, al menos Cerberus debería estar allí, pero no puede confiar en nadie ahora mismo.

No descansará hasta ver a Andrea y su hijo en persona, sanos y salvos. No descansará hasta arrancar personalmente el corazón del vil traidor de Franco.

¿Cómo ha podido traicionarlo? ¡Era como su hermano!

La ira abruma a Dante... Sólo las abrasiones y los moretones de su cuerpo, las manchas de sangre en la silla del auto le recuerdan que se ha enfrentado a la muerte. Pero los deseos de conocer a su hijo y ver a Andrea no le permitieron rendirse y morir.

Tenía que vivir por ellos... ¡por sus seres queridos!

Finalmente llegan al hospital. Nazar apenas está aparcando cuando Dante sale del coche y corre al interior del gran edificio blanco.

A pesar que ha perdido mucha sangre, el deseo de abrazar a Andrea y a su hijo lo impulsan a correr, a no detenerse para salvarlos. Protegerlos. Para garantizar su total seguridad.

El personal femenino del hospital lo detienen.

"¡Jesús, hombre! ¡Está herido!¡Necesita ayuda!"

Dante no hace caso y dice: Andrea, necesito ver a mi mujer y a mi hijo... Es Andrea Luján, díganme ¿en qué número de habitación está?

Una de las enfermeras que atendió a Andrea le dice a Dante el número de cuarto, también le dice que un guardaespaldas está cuidándola.

Dante no escucha más y corre a la habitación indicada, en tanto Nazar se queda con el personal del hospital explicando lo ocurrido.

Dante llega al pasillo donde está la habitación de Andrea. Está oscuro. Ya es de noche.

El corazón del mafioso late con fuerza cuando ve afuera del número indicado el cuerpo de Cerberus tirado en el suelo, boca abajo. ¿Está muerto?

Dante se agacha para comprobarlo. Escucha voces que provienen de adentro de la habitación de Andrea.

El varón saca del bolsillo de Cerberus su pistola y la empuña con fuerza.

Sigilosamente, se acerca a la puerta del cuarto de Andrea y escucha con claridad la voz de Franco.

"Que pena que te hayas enamorado de Dante... eres una estúpida, Andrea... salúdame a Dante en el maldito infierno".

Sin esperar un segundo, Dante abre la puerta rápidamente... Franco no esperaba su llegada y mucho menos que este le arrebatara la pistola de las manos, sujetándolo con fuerza y azotándolo contra la pared.

Todo ocurre en una fracción de segundos. Ambos hombres forcejean y en medio de la pelea, se escucha ¡Bang!

Un disparo... uno solo, pero fatal.

Un cuerpo pesado cae al suelo con un ruido sordo... es el cuerpo de Franco ¡muerto!

Respirando agitadamente, Dante ve a Andrea acurrucada en un rincón, cubriendo con su cuerpo un pequeño bulto que sostiene en sus manos.

Un llanto infantil resuena en toda la habitación.

Caminando pesadamente, Dante se acerca a la rubia, y acaricia con sus ásperas manos la tierna mejilla de Andrea cubierta de lágrimas.

Dante: ¡Andrea! ¡Andrea! ¡Por favor, abre los ojos! ¡Mírame!

La rubia que estaba en shock, al escuchar la voz masculina, abre sus ojos y grita con alegría: ¡DANTE!

Andrea se abalanza a los brazos del mafioso, besando su rostro con avidez, estaba tan emocionada de saber que el hombre que amaba estaba vivo.

Dante los abrazó con fuerza diciendo: Este bebé es mi hijo... ¡Quiero verlo bien!

Temblando de emoción, Dante repitió: ¡Muéstrame a mi hijo, Andrea! ¡Déjame ver a mi heredero!

Andrea extiende sus brazos, mostrándole al varón ese pequeño bulto envuelto en una manta.

El mafioso toma suavemente a su hijo en brazos, acunándolo. No puede evitar sonreír.

El pequeño deja de llorar al instante en brazos de su padre.

Para Dante es un momento increíble, inexpresable, que no puede definirse con palabras, por lo que sólo puede decirle a la madre de su hijo: ¡Gracias, Andrea! ¡Gracias!

La rubia intenta sonreír, pero de sus ojos solo brotan lágrimas de emoción al ver a Dante abrazando a su pequeñito.

Pero la emoción del momento se ve interrumpida cuando Andrea se percata del cuerpo inerte que hay cerca de su puerta.

Asustada, pregunta: ¿Franco está muerto?

Dante devuelve el bebé a brazos de su madre, al tiempo de decir: Sí... la pesadilla terminó... ese desgraciado pagará en el infierno por la masacre que provocó.

Andrea abraza a Dante diciéndole: Gracias a Dios que estás vivo... temí tanto que tú...

La rubia no termina su frase al escuchar gruñir a Dante... ella se separa de él y entonces ve el charco de sangre a sus pies.

De la herida de Dante sale mucha sangre, tanta que hace que el varón se tambalee... sus piernas ya no pueden sostenerlo.

Andrea: ¡Danteeee!

Rápidamente, la rubia dejó al bebé en la cama y sujetó al varón por los hombros, para evitar que cayera. Apenas podía respirar.

Andrea: ¡No, no, no! ¡No, Dante, no te desmayes!

Ella le acarició las mejillas, le llamaba... pero él apenas podía responder.

Muy asustada, Andrea se dio cuenta de la gran mancha roja debajo de la costilla de Dante, que rezumaba líquido escarlata.

La ojiazul le dijo entre lágrimas: Por favor, Dante... tu hijo y yo te necesitamos... no nos hagas esto...

Dante habló débilmente con esfuerzo: No llores, Andrea, esto es lo que merezco por todo el daño que te hice, por haber querido separar a nuestro hijo de ti... voy a morir, pero al menos pude conocerlo... cuídalo y sé feliz con él...

Andrea gritó tan fuerte como pudo: ¡Ayuda! !Por favor! ¡Alguien! ¡AYUDA!

En esos instantes, entraron a la habitación varias enfermeras y paramédicos, quienes se horrorizaron al ver el espectáculo de sangre en esa habitación.

Pero no había tiempo para las preguntas... de inmediato, Dante fue colocando sobre una camilla para recibir atención.

Andrea quiso ir tras de él, pero una enfermera la detuvo.

Con el rostro empapado en llanto, la ojiazul vio cómo se llevaban a Dante en la camilla, quien mirándola le dijo con voz muy baja: ¡Vive, Andrea, vive por nuestro hijo! ¡Adiós!

Andrea no podía dejar de llorar, pues en su corazón sentía que esa era una despedida, como si fuera la última vez que veía a Dante.

¿Dante pagará con su vida todo lo que le hizo a Andrea?

Recuerden que para apoyar la historia, tienen que regalarle estrella a los capítulos y comentar...
Besos 😘😘😘

Continuará...

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