7 noches con el mafioso

By LunaSerena85

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Andrea, una bella y virginal joven se ve obligada a hacer un trato con Dante Santoro, un mafioso, para salvar... More

1.- Secuestrada
2.- Cuando el mafioso la conoció
3.- Haciendo un trato
4.-Trato sellado con los labios
5.- En la recámara del mafioso
6.- La primera noche
7.- Rota
8.- Lágrimas inútiles
9.- En la ducha
10.- Al despertar
11.- Cuarta noche
12.- Quinta noche
13.- En el coche
14.- Sexta noche
15.- La última noche
16.- ¿Libre?
17.- Volver a empezar
18.- La noche que le debía
19.- Terrible noticia
21.- Escape
22.- Nuevo trato
23.- Firma
24.- Madre de alquiler
25.- En el vestidor de damas
26.- El bebé se mueve
27.- Deseo al anochecer
28.- De viaje
29.- Sexo en el avión
30.- En los Emiratos Árabes
31.- El "padrino" del mafioso
32.- En el yate
33.- Pasión en la isla
34.- Advertencia
35.- Desilusión
36.- El cumpleaños del mafioso
37.- Confesión
38.- ¿Qué sientes por mí?
39.- Reencuentro apasionado
40.- El día de la boda
41.- Parto sangriento
42.- Peligro
43.- Disparo
44.- Después de la tormenta...
45.- Para siempre

20.- ¡Embarazada!

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By LunaSerena85

Una semana conviviendo con Andrea bastó para que Dante no dejara de pensar en la chica rubia de ojos azules que desvirgó para cobrarse la deuda con Fernando Valencia.

El mafioso no olvidaba los días de sexo y lujuria que pasó con la joven.

La virginal muchacha estaba tan estrecha que le apretaba tanto la verga provocando que el mafioso se corriera como un niño que acaba de llegar a la pubertad y tiene su primera erección.

Pasó el tiempo y Dante se enfrascaba en su rutina de negocios intentando olvidarse de Andrea... incluso soñaba con ella.

Varias veces se despertó en medio de la noche cubierto de sudor, con una erección de piedra en sus pantalones.

Para descargarse, Dante fue al gimnasio y golpeó un saco de boxeo hasta que le sangraron los nudillos, pero seguía sin poder calmarse.

Luego se emborrachó y se acostó con varias mujeres, pero ninguna producía en el mafioso lo que sintió al estar dentro de la vagina de Andrea.

Era como si la intimidad de Andrea hubiera sido creada especialmente para albergar el pene de Dante... la joven era la funda ideal para su pistola.

Una mañana, Dante marcó el número de uno de sus hombres de confianza, Cerberus, y le preguntó cómo estaba Andrea.

Dante: ¿Dónde está ella? ¿Cómo vive?

Unas horas más tarde, el mafioso recibió una respuesta con un mensaje.

"Vive sola en su departamento, rompió con Fernando, va a la universidad trabaja en el Golden Beach como camarera."

Dante respondió: "Bien, sigue observando".

Días después, el mafioso se comprometió con Victoria Sangenis, hija de un magnate petrolero. Era un compromiso por conveniencia, no por amor.

Victoria es una dama arrogante, de pura sangre, con una autoestima inflada. Como la mitad de las chicas de la alta sociedad. Ricas y mimadas hijas del paraíso de oligarcas glorificados. Los pretenciosos, pedantes en cuanto a su apariencia, rezan por los trapos de marca.

Para Dante, las llamadas "chicas de oro" son casi todas iguales, con el mismo comportamiento. Labios carnosos, pechos enormes, pelo oscuro, sin cerebro en el que sólo da vueltas la ropa y las joyas.

Durante su brindis de compromiso, Dante volvió a ver a Andrea y no dudó en comprar al dueño del restaurante para que le sirvieran a la rubia en charola de plata o mejor dicho en una habitación de lujo completamente desnuda y drogada.

Dante desfogó una vez más sus deseos sexuales dentro de la estrecha vagina de Andrea, usándola como puta de una noche, incluso le dejó un fajo de billetes como pago por una noche llena de satisfacción.

Un par de días después sonó una alarmante llamada telefónica para Dante.

La voz de Cerberus estaba innecesariamente tensa: Jefe, ¡hay noticias sobre Andrea Luján!

Dante: ¿qué pasa? ¡Habla o no te distraigas!

Cerberus responde: Andrea esta embarazada.

Haciendo sonar su puño sobre la mesa, el mafioso exclama gruñendo: ¿qué?

Cerberus: La hemos vigilado como nos pidió, y nos hemos dado cuenta de que ha hecho muchos viajes a la clínica prenatal. La oí hablar con otra paciente en el vestíbulo de la clínica, una amiga suya desde hace mucho tiempo, al parecer. Andrea le dijo que estaba... embarazada de ocho semanas.

El rostro de Dante palideció ante la inesperada noticia. Se puso en pie de un salto, tomó su chaqueta del respaldo de la silla y salió furioso de la oficina, ordenando a su secretaria que cancelara todas las citas de hoy.

En la mente del mafioso se repetía una y otra vez la palabra ¡EMBARAZADA! Era como una sierra en el cerebro, las palabras de su subordinado.

No dudó ni un segundo que el bebé era suyo. Sabía que Andrea no había estado con ningún otro hombre... el único hombre en su vida había sido él, el mismo que la desvirgó y no se cansó de follarla hasta dejarla preñada.

Dante pensó: ¡la dejé embarazada! Maldita sea... Y ella trató de ocultarlo.

Tras subir al todoterreno y dar la orden al chofer del lugar a donde dirigirse, el mafioso tenía una sola idea en mente: Porque sólo hay una decisión sensata dando vueltas en mi cabeza: este
embarazo no va a ser. He estado soñando con tener un heredero, pero no tengo otra opción... Mi heredero debe nacer en el matrimonio, de alguien a quien he unido oficialmente mi vida, no de una aventura de una noche.

El todoterreno se detuvo justo delante de la entrada de la clínica. Fue entonces cuando el mafioso vio a Andrea.

La rubia estaba aún más hermosa y deseable. Con un cuerpo más redondeado, más bonito, más femenino, pensó el varón ojinegro.

En lugar de un saludo, Dante va directamente al grano con la rubia: ¿Intentaste ocultarme el embarazo?

Le sujeta del cuello y le aprieta un puñado de pelo con fuerza, apretando su frágil cuerpo contra su pecho de plomo.

Las fosas nasales del mafioso se agitan con su aroma. Tan delicada, ligera, femenina. Con un toque de flores y vainilla.

Aspira el aroma de su pelo y el instinto del mafioso desea arrancarle las bragas ahí mismo, para enterrarle la verga en las tiernas profundidades del placer.

Ella tiembla como un cordero indefenso en las garras de la bestia, sabiendo que está acabada.

Andrea: ¡¿A dónde me llevas?!

Dante responde en medio del jaloneo: A una clínica.

Andrea: ¿Para qué?

El mafioso responde fríamente: para que te hagan un ABORTO.

Dentro del todoterreno, la joven suplica: ¡Lo juro! Me iré de la ciudad, me esconderé en medio de la nada, ite olvidarás de mí! ¿Se da cuenta de que si me opero puede haber consecuencias negativas? Puede que no vuelva a quedarme embarazada. Porque soy Rh negativo.

Dante: Te llevaré a los mejores especialistas. No te preocupes, lo harán bien.

La rubia intenta disuadir al mafioso, por lo que sin pensarlo bien, dice: se lo ruego, Dante, no me haga abortar al niño, estoy dispuesta a hacer lo que sea, lo que quiera por usted... piénselo, al menos, este niño también es su hijo...

Ante esas palabras, el ojinegro responde con una sonrisa maliciosa: ¿lo que quiera? ¿hablas en serio?

Andrea asiente diciendo: sí, lo que sea...

Con la voz enronquecida, el mafioso levantó la falda del vestido de Andrea y sin desprenderse de los claros ojos de la chica le acarició con suavidad las piernas diciéndole: lo que quiero es tu coño abierto para mí...

Asustada, la rubia percibe que el cuerpo de él parece acero en fundición, su calor traspasa el elegante traje haciéndola consciente de la temperatura ardiente que comienza a impregnarla, sofocándola y deshidratándola más que el desierto.

Andrea intentó negarse causando que el brillo oscuro cielo de los ojos de Dante se tornaran más turbios: no, espera, esto no...

El varón aseveró tumbándola sobre el asiento y aprisionándola con su cuerpo: dijiste que me darías lo que quisiera, pues quiero follarte ahora mismo...

Andrea: pero el chofer y tus guardias están aquí... me da p-pena...

El mafioso vociferó con voz parecida a la de un trueno: ¡Paren el maldito coche y piérdanse un rato!

Bajo la inexorable orden, el chófer aparcó en la orilla de la no transitada avenida. Los guardias y el conductor descendieron del todoterreno con una sonrisa socarrona, pues sabían lo que su jefe iba hacer con la hermosa rubia.

Cerberus le dijo a los hombres: el jefe es un cabrón... vamos por unas tortas porque se va a tardar cogiéndose a esa lindura.

Los hombres desaparecieron del radar de la pareja que continuaba dentro del todoterreno.

Andrea: No puedes estar hablando en serio.

La rubia pasó saliva con dificultad mientras miraba a los lados aterrada.

En respuesta, Dante le arrancó el
vestido diciéndole: luces hermosa, pero te prefiero sin nada.

Ella miró su vestido sobre los asientos de al frente, distracción que el mafioso aprovechó para deshacerse de sus bragas de encaje.

Al ver sus bragas rotas, el cuerpo de Andrea reaccionó, pero no de la forma en que debería hacerlo, el corazón le late frenéticamente y un torrente de sensaciones la embargó cuando siente los dedos del hombre acariciar su clítoris.

De inmediato, el varón desabrochó su cinturón, se bajó la cremallera, dejando libre su verga que ya estaba enhiesta y duro como piedra.

La rubia abrió la boca al ver el enorme falo del hombre, sabía que le dolería lo que vendría a continuación.

Sin esperar más, Dante la embistió de un certero y desesperado golpe al tenerla de piernas abiertas y debajo de él.

La vagina de la ojiazul se abrió como una flor para recibir a la gigantesca verga del mafioso.

Andrea: ¡Ahhhhhhhhh!

Dante: tu coño está hecho a mí medida, estás hecha para mí...

Las embestidas del varón comenzaron y fueron creciendo, sus potentes caderas metían su caliente sexo en el de la chica cada vez con más rapidez y más fuerza, destrozaban esa vagina al acometer con fuerza una y otra vez, sus testículos incluso le hacían daño a la rubia al rebotar.

Andrea notaba cómo su vagina se dilataba ante cada empujón de esa gruesa barra de carne que no paraba de moverse adelante y atrás, atrás y adelante, caliente e hinchada, más y más rápido con cada empujón, en cada embestida, en cada choque contra su útero, más y más fuerte.

Acto seguido, la mano de Andrea presionaba el vidrio del coche cuando Dante la volteó
arremetiéndola mientras la tomaba de las caderas, jadeando excitado y con la respiración pesada por el cerrado lugar.

Un automóvil no es lo mejor para tener sexo exceptuando que cuando el placer sobrepasa los límites, el lugar es lo de menos.

El mafioso gruñó extasiado: Eres la muñeca idónea para saciar mi apetito.

La camisa de él estaba abierta y dejaba a la vista un fornido tórax, unos abdominales marcados, unos musculosos y fuertes brazos que sujetaban a la rubia como una pluma alzándola y empalándola al ritmo feroz que acostumbra, bombeando por fuera y por dentro hasta sentir como ella sucumbe y refriega las nalgas al encuentro de sus embestidas.

Lo poco que la ojiazul veía a pesar de la posición en la que se encontraba era su tórax y el pantalón desabrochado, el miembro que más tendía a ser una estaca que la perforaba, sobresalía y se insertaba en su agujero con la misma intensidad de un martillo, golpeando con dureza su cavidad hasta sentirlo clavarse en sus entrañas.

Ella pidió apoyada con una mano sobre el asiento de cuero y la otra aún sobre el cristal de la ventana: Dame un respiro ya no puedo más.

La mano exudaba calor y humedad a través de la ventana polarizada a medida que la potencia de las embestidas se intensificaban golpeando su cavidad con fuerza, extraña sensación ser penetrada con rudeza, una exquisita violencia que la torturaba junto con un calor que la sofocaba, un calor que se asemeja a la ardiente hoguera y que la hace implorar que Dante termine y la deje libre.

El ojinegro la tomó del cuello y la atrajo a su tórax pegándola a su cuerpo: Aún no logro descifrar por qué me excitas tanto cuando no aguantas ni un polvo...

La chica replicó con una escasa respiración: me duele...

Dante aseveró sin detener sus embestidas llevando una mano hacia el erecto pezón de la joven, pellizcándolo y magreándolo con posesión: Cierra la boca que te follaré cuánto yo quiera...

Un placentero toque que hizo a Andrea gemir y a Dante curvar la comisura de los labios profundizando los embates.

Dante la puso en cuatro aferrándola del cuello y atrayéndola hacia su cuerpo, arremetiéndola con brusquedad y un salvajismo que desencadena el rudo sonido del choque de sus cuerpos en tanto que su miembro sale y entra de ese estrecho coño.

La volvió a dejar sobre el asiento amasando sus nalgas sin dejar de embestirla, observándola con ojos ardientes de deseo.

El mafioso la follaba sin importarle estar dentro de un coche y en medio de la avenida, aun así la situación no ha disminuido el deseo, tampoco el ritmo de sus acometidas ha desacelerado, y es que la imagen erótica que ella le ofrece, su trasero empinado y saliendo al encuentro de sus arremetidas, la cabellera rubia desparramado por la espalda y los hombros, las manos sujetándose sobre cualquier superficie que haga de soporte le daban un cuadro de una diosa del sexo nacida para ser follada todos los días y en todas las posiciones.

Ella suplicó: Ya no por favor...

Él jadeó y la atrajo de nuevo a su cuerpo, la abrazó por detrás y comenzó a besar cada rincón de su cuello: Tienes un maldito y perfecto cuerpo tallado para ser follada...

La chica sintió que algo quemaba desde su interior y dijo: Creo que...

Dante: Córrete conmigo adentro muñeca...

El mafioso le susurró al oído y Andrea sintió su respiración hacerle cosquillas en el cuello: Quiero sentir cómo me aprisiona tu estrecho coño.

La rubia echó la cabeza a un lado permitiendo a Dante devorar su cuello, su cuerpo tembló, la debilidad la cegó, cerró los ojos y se aferró al poderoso cuerpo que no la dejaba respirar con cada brusca y profunda embestida.

Algo estalló en el interior de la rubia, o, mejor dicho, se extendió desde su manoseado clítoris, contra el que esa barra de carne no dejaba de frotarse, e incendió todo su coño hasta que una mezcla de calor y humedad pareció estallar en su interior, haciéndola temblar de arriba abajo como un papel arrastrado por un huracán.

Dante sonrió triunfante al percatarse del orgasmo de Andrea.

Mientras los fluidos internos de la joven bañaban el pene del mafioso, que no dejaba de martillear el inflamado coño de la chica, dijo: aunque lo niegues, te encanta tenerme dentro, clavado en ti... naciste para ser mi puta...

La ojizul sintió que desfallecería de calor de deseo de hormigueos que la aturden.

La excitación y el cansancio pudo con ella, sin fuerzas se tumbó sobre el asiento con la mitad de su cuerpo a disposición de las arremetidas de Dante que no bajaron de intensidad, acaba de correrse está sensible y él sigue empalándola con desenfreno, con dureza y con el miembro enorme que amenaza con estallar y partirla en dos.

La potencia de las embestidas la martilleaban, la verga del hombre es incluso peor que un martillo que la golpea a cada estocada, los cuerpos de ambos y las ventanas polarizadas sudaban y transpiraban a cada necesitada respiración. La hoguera parecía consumirla, todo le ardía y la incendiaba a pesar de yacer recostada mientras él la embestía.

Los ojos de Andrea se abrieron cuando notó que el cuerpo que golpeaba su canal se tensó, las arremetidas se volvieron más profundas, más feroces, más potentes y una carga eléctrica la corroyó haciéndola sentir llena cuando Dante echó la cabeza hacia atrás y la inundó explotando en su interior.

Dante: tu coño siempre debe estar lleno de mi leche...

El hombre estableció antes dar darle la última y dura embestida que fue el inicio para él y el final para ella.

Pasó cierto tiempo hasta que Dante decidió sacar su miembro del coño que martilleó sin restricción y sin precaución.

El mafioso se sentó relajado y comenzó a acomodar su ropa mientras que veía a Andrea exhausta con fluidos de semen escurriendo de su coño, sobre los asientos de cuero de su flamante coche, cuadro o imagen que en vez de asquearlo o repugnarlo lo excitó hasta el punto de querer otra vez enterrarse en esa vagina recién usada.

Dante abrochó el cinturón oscuro con hebilla plateada y enseguida dijo: ya lo pensé y vamos a ir a la clínica para que abortes...

Con una voz apagada y débil, Andrea dijo: ¿qué? pero si permití que me usaras fue para que no me llevaras a esa clínica...

Dante sonrió maliciosamente, al tiempo de refutar: no, me pediste que lo pensara, a cambio de darme lo que yo quisiera... ya lo pensé y decidí que abortes... nada puedes hacer para impedirlo...

El tramposo hombre le entregó a Andrea el vestido que él mismo le quitó para follarle el coño y le dijo: vístete que mis hombres ya vuelven y no quiero que vean lo que solo yo puedo disfrutar... solo yo puedo verte desnuda...

Llorando, Andrea se vistió sintiéndose humillada y usada... Dante la engañó para penetrarla y al final la llevará a la clínica para abortar, la diferencia es que ahora la rubia llegaría a la clínica con el coño enrojecido, inflamado y escurriendo la simiente del mafioso.

Dante sonrió satisfecho de ver que la estrecha vagina de Andrea rezumaba su semen.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
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