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Supongo que la razón por la que aún están aquí leyendo estas memorias es porque realmente tienen interés en conocerme.
O simplemente les gustan los chismes sobre celebridades.
¿Cuál es la razón? Probablemente jamás la sepa, pero estoy segura de que sus pensamientos sobre mí serían divertidos de leer.
¿Cómo podría comenzar a narrarles mi historia? Nunca fui buena en la escritura; lo mío solía ser estar detrás de una cámara, y hasta el día de hoy lo sigue siendo.
Pero prometo hacer mi mejor intento.
¿Qué les parece si comenzamos con algo triste? Sí, estoy de acuerdo, las mejores historias comienzan con eso.
─────── ❝ 𝑳𝒂 𝒄𝒉𝒊𝒄𝒂 𝑰𝒅𝒆𝒂𝒍 ❞ ───────
No recuerdo algún momento de mi vida en donde no estuviera tratando de cumplir con las expectativas de los demás. Estudiando durante horas y asistiendo a clases que ni siquiera entendía el por qué debía de ir.
Pasé 9 años de mi vida normalizando este sentimiento de soledad, pensando que la relación de padre e hijos debía de ser así, pero no podía culparme, era el único mundo que conocía.
Hasta que, claro, llegó aquel recital de Ballet. Los recuerdos de cómo a esa niña que solía odiar por ser engreída era abrazada por sus padres con tanto cariño que me hizo fruncir el ceño en confusión. Su actuación había sido horrible, pero ¿Por qué sus padres le celebran?
Esa noche, después del recital, mientras observaba desde la distancia cómo aquella familia se abrazaba y compartía risas, me di cuenta de que nada en mi vida era normal. Nunca había experimentado esa conexión, esa calidez en mi propia familia. Mis padres siempre estaban ocupados con sus propias vidas, sus carreras, sus compromisos sociales.
Y aún así, años después, seguía buscando su aprobación de una u otra forma, tomando clases estúpidas solo porque ellos me lo pedían. Como cuando tenía 12 años y me inscribí en clases de equitación. Fue idea de papá, dijo que ayudaría a mi postura. Gané premios por eso, pero jamás lo disfruté.
Por otro lado, papá estaba encantado de que yo hiciera un deporte de tan alto nivel, o eso era lo que le decía a sus amigos y al equipo de trabajo en el ayuntamiento, porque jamás fue a verme a alguna competencia, y ni siquiera hablaba conmigo en casa.
Las pocas interacciones que recuerdo tener con él al crecer eran saludarlo cuando llegaba por las tardes, luego él se encerraba en su despacho y salía por la noche cuando yo ya estaba durmiendo. No es como si las cosas con el tiempo hubieran cambiado, solo habían empeorado ya que papá estaba inmerso en su trabajo y en el café con ron.
Porque papá amaba más su café y ron que lo que podría llegar a amarnos a Harry y a mí.
Mi madre no se queda atrás tampoco, obviamente ella es y era hermosa, posiblemente la mujer más hermosa en ese suburbio. Y lo que tenía de belleza también lo poseía en inteligencia, estudió medicina, fue la mejor de su clase, todos hablaban del futuro prometedor que ella tenía. Pero mi padre apareció en su vida y 2 meses después quedó embarazada de mí siendo obligada por mi abuelo a casarse.
Todo para no arruinar el nombre de la familia.
Era obvio que mi madre jamás se sintió feliz con su vida después de tenerme. Ella venía de Nueva York, la gran ciudad. Creció rodeada de lujos y la ropa más costosa que se puedan imaginar, después de todo era la hija mayor de una familia de alto estatus que siempre la impulsó a cumplir objetivos cada vez más altos.
Creo que ese pueblo siempre le quedó pequeño, y nosotros éramos solo un estorbo en el camino para cumplir sus sueños. Y lo mucho que solía ignorarnos a Harry y a mí solo lo confirmaba.
Siempre quise tener esa clase de relación madre e hija como la de Peggy y Kelly Bundy en "Casado con Hijos", en donde pudiera contarle todo lo que sentía y cuando estuviera triste ella hiciera bromas para hacerme reír. Pero mamá era demasiado fría como para siquiera sonreírme cuando yo le sonreía.
En toda mi vida jamás me ha sonreído a mí, sí a otras personas, pero jamás a mí, ni siquiera cuando obtuve protagónicos en el ballet ella me sonrió. Así que simplemente supuse que me odiaba.
Igualmente jamás me rendí con ella, me inscribí en clases de maorí, después de que pasó por una extraña fase de amar su ascendencia polinesia cuando la madre de Jackie Taylor le dijo que le parecía encantadora su mezcla de genes. Yo pienso que aquella mujer solo lo decía de forma ignorante para tapar su racismo, pero mamá adoró sus palabras.
Incluso llegó a viajar a Nueva Zelanda bajo la excusa de que quería conocer más de su cultura.
Spoiler: no le gustó, es más, lo odió. Dijo que le pareció horrenda la forma en la que sacaban la lengua y gritaban.
Era obvio que pasaría, mamá fue criada en un penthouse en la zona más exclusiva de la Gran Manzana. Ella es una estadounidense al 100%, todo lo contrario a tío Stuart.
Oh, Tío Stuart, cómo lo extraño. Probablemente el único adulto en mi vida que me dio estabilidad y cariño familiar.
Papá solía decir que él era un loco hippie e imprudente; pero yo jamás podría verlo así, yo lo veía como todo un conocedor de la vida, un ejemplo a seguir.
Tío Stuart en realidad tenía mucho dinero. Creó una empresa de veleros que se había vuelto realmente popular entre los millonarios jubilados de Beverly Hills, así que tenía el suficiente dinero como para comprarse una casa donde quisiera, incluso si deseaba podía comprar nuestra mansión con nosotros dentro.
Pero a él jamás le interesaron las cosas materiales. Usaba ropa de segunda mano y vivía solo en un bote en el Pacífico. La definición de ser un alma libre.
Cuando venía a casa, solía tener largas discusiones con mi madre sobre la forma "estúpida" en la que él malgastaba su dinero donándolo a beneficencias o sobre lo imbécil que era al querer vivir en medio del océano en un antiguo velero. Pero el hombre ni siquiera le importaban los comentarios de su hermana mayor y comenzaba rápidamente a molestarla con sus bromas.
El 13 de enero, 2 días antes de mi cumpleaños número 15, nos informaron que el barco de tío Stuart se había perdido en el océano tras un terremoto menor en las costas chilenas, pero que por el tamaño y condiciones de la embarcación que usaba como casa, esta no habría sobrevivido.
Pero a nadie en casa pareció importarle. Solo a Harry y a mí, pero me sorprendió aún más la actitud de mamá, quien seguía con su vida como si nada hubiera pasado. Como si su hermano jamás hubiera existido.
Era cruel ver cómo todos se veían casi aliviados de que el hombre hubiera muerto. Aun hay veces en las que pienso sobre la muerte de tío Stuart. En el hecho de que murió solo, y me parte el corazón pensar en lo que pasó por su cabeza en ese instante.
Jamás encontramos su cuerpo, así que solía llorarle a la única foto que tenía de él cada noche.
La depresión tras la muerte de mi tío fue un hoyo gigante; en la escuela siempre mantenía mi sonrisa ante todos, haciéndoles creer que estaba completamente bien. Pero al llegar a casa, el parásito que habitaba en mi cabeza se encargaba de recordarme todas las cosas que había querido evitar durante el día.
Dicen que la soledad es el peor enemigo para un humano, pero ya, tras varios años, esta se había convertido en un amigo cercano. Mi mente, por otro lado, al nunca haber sido escuchada por mi parte, se había convertido en mi enemigo.
Si no fuera por Harry, es probable que ya hubiese sucumbido a los pensamientos pesimistas que me llamaban a hacerme cosas horribles, pero él fue mi luz. Creo que fue la única cosa buena que mis padres han hecho por mí es haber tenido a aquel niño.
Harry era todo para mí. Fue el sol en mi vida cuando las cosas iban mal. Ambos teníamos todo el dinero que podríamos desear, pero no teníamos padres. Por lo menos no de la forma que ambos queríamos.
Él era especial, un ángel en la tierra.
Harry no necesitaba mentir sobre ser perfecto para que las personas lo amen. Con su amabilidad y empatía, podía hacer que cualquiera estuviera en sus bolsillos. Y me alegraba que, a pesar de las reglas estúpidas que papá ponía sobre nosotros, él siguiera siendo un niño feliz.
El solo ver la sonrisa de Harry me hacía sentir cálida, lo quería tanto que ni siquiera podía imaginar el perderlo.
Harry y Natalie son lo único bueno en mi vida.
Conocí a Natalie a los 13 años cuando ambas hicimos la prueba para entrar al equipo de fútbol. Le dije que me gustaban sus ojos, y ella dijo que le gustaba mi sonrisa. Fuimos mejores amigas desde ese momento y de todo corazón no sabría qué hubiera hecho sin ella en mi adolescencia.
Tenía en claro que Natalie no tenía la mejor reputación, pero ella jamás dejó que esto arruinara la mía.
Hasta que papá me prohibió volverla a ver tras enterarse de que la rubia se había acostado con un chico en una feria frente a todos. No podía salir con ella y la rubia tampoco podía ingresar a nuestra casa.
Obviamente, no respeté ninguna de esas reglas; las ventanas habían sido instaladas por algo y los entrenamientos de las YellowJackets eran nuestro momento para poder hablar.
Yo jamás la juzgué. Mientras todos la trataban de zorra, yo estaba a su lado, porque sabía perfectamente la razón detrás del porqué hacía las cosas que hacía. Así que jamás podría hacerla sentir culpable.
Al final de todo, todos tenemos nuestros métodos para superar la tristeza. Algunos la escondemos y vivimos de las apariencias, otros la aceptan y viven con ella. Y otros viven con ella pero intentan ahogarla obsesionándose con otras cosas.
Quién iba a predecir lo que pasaría después con nosotras, pero sí sé quién es el culpable, Travis.
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