Jupiter. (Jenlisa)

By sherley809

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Lalisa Manobal es una profesora que se mudó a la ciudad para así tener una oportunidad más abierta en su prof... More

Sinopsis.
𓂃 ࣪˖Capítulo 1. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 2. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 3. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 4. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 5. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 6. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 7. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 8. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 9. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 10. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 11. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 12. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 13. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 14. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 15. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 16. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 18. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 19. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 20. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 21. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 22. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 23. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 24. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 25. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 26. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 27. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 28. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 29. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 30. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 31. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 32. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 33. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 34. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 35. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 36. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 37. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 38. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 39. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 40. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 41. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 42. ִֶָ𐀔
𓂃 ࣪˖Capítulo 43. ִֶָ𐀔
Epílogo.

𓂃 ࣪˖Capítulo 17. ִֶָ𐀔

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By sherley809

૮꒰ྀི⸝⸝LALISA MANOBAL⸝⸝꒱ྀིა

Me llevé la mano a la cabeza mientras revisaba las respuestas de mis alumnos, aquellos ya habían salido del aula, así que tenía tiempo de sobra, la segunda hora aún no tocaba. Pero era un tiempo perdido intentar concentrarse porque mi cabeza no tenía espacio para eso ahora.

Estaba pensando en la fiesta de los profesores y también en el asunto con Jennie, en el error tan grande que cometí para llegar a esos límites, cosa que yo antes evitaba y ahora ocurrían como si fuese parte del destino, ese poder estaba en mis manos y yo lo estaba dejando escapar.

El dolor de cabeza era punzante, no quería estar ni un segundo más en esta silla, quería llegar a mi casa y cancelar la cita de ir a esa fiesta, porque mi mente no estaba preparada para eso.

Me estaba terapiando siquiera para poder darle clases a mis alumnos, estaba tan sumergida en mis propios pensamientos que le dije a Rosé que si iría sin pensármelo, o quizás si era mi propósito, pero Jennie lo arruinó.

Yo misma lo arruiné.

–¿En qué tanto piensa nuestra profesora Manobal? —preguntó Rosé, entrando al aula y sacándome una pequeña sonrisa—. ¿Interrumpo?

—Para nada, terminaba de corregir estos ejercicios, ¿tú qué?

—Yo solo paso a confirmar tu asistencia a la fiesta de esta noche o reunión privada, como le prefieran llamar —al notar mi cara, Rosé se cruzó de brazos inconforme—. No me salgas con que no vas, porque me enojaré muchísimo contigo si es así.

—Vas a pasarla superbién sin mí.

—No, no la pasaré superbién sin ti, eres mi amiga, Lisa. Tengo más tiempo aquí y con la única que hablo de esta manera es contigo, no me falles —sostuvo mi mano entre la suya—, vamos, levanta ese ánimo, ¿algo ocurrió que te tiene así?, ¿es Jennie otra vez?

—Rosé —aparté mi mano—, en este caso no es Jennie, soy yo, me siento rara desde anoche.

—¿Algo que ver conmigo?

Fruncí el ceño, —No, tú no has hecho nada —pude ver como se sintió más aliviada, eso me extraño—. Si me siento mejor prometo presentarme.

—¿Segura?

—Segurísima, tranquila, tomaré dos pastillas para eso.

—Me parece maravilloso, me esperan en dirección, pero ya sabes —dejó un beso rápido en mi mejilla y se marchó.

Rosé así como puede ser una gran amiga, también puede ser una muy extraña. A veces sus conductas o sus palabras hacia mí parecen tener doble intención.

Volví a mi trabajo.

La segunda hora pasó igual de lento que la primera, se me hizo eterna, pero cuando finalizó agarré mis cosas y sin pararme, me dirigí a mi coche. Estaba evitando a Jennie de igual manera, no quería encontrármela, me daba vergüenza mi conducta de anoche, quizás ella no sabía nada de lo que hice, pero eso no quitaba el hecho de que me sentía incómoda.

Mi imaginación en estos momentos era mi peor enemigo.

A punto de abrir la puerta de mi coche, una mano se posó en el cristal, era una mano masculina, solo sentí el perfume para girarme y ver a William ahí parado. Pasé saliva y solté un suspiro, notando el vaho salir de entre mis labios debido a las temperaturas. Me sentí incómoda con su presencia, lo quería lejos de mí por el momento, pero parece que el buscarlo, empeoró las cosas.

—¿Qué haces aquí, William?

—Ya que tu cabeza es tan dura, supuse que no me buscarías —chasqueó la lengua—. Y yo quiero estar cerca de ti, ahora más que nunca.

—Yo no —intenté abrir la puerta, pero él me lo impidió—. Vete, William, no quiero que estés cerca por ahora, respeta mi momento y estamos fuera de donde trabajo.

—Sí —lanzó una mirada hacia la universidad—, eso veo, pero no me interesa, dame tus llaves, yo conduzco —estiró una de sus manos.

—Quítate —dije en un tono más flemático—. Apártate de mi camino, William.

Aquel me regaló su característica sonrisa maliciosa, era justamente lo que solía hacer en el pueblo, imitando esa conducta que detesté por tanto tiempo.

—Yo soy tu camino, Lis —levanto la mano para acariciar mi mejilla, pero yo me aparté—. Soy tu casa, dame las llaves, mi amor.

—Te dije que no —escupí.

La sonrisa se le borró del rostro.

—No me hagas obligarte, Lisa. Deja lo terca y sube al puto coche, pero antes dame las llaves —abrió los ojos como si de un maniático se tratase.

—No te daré nada —bramé—. Si intentas algo prometo gritar, así te vas detenido y vas a tener prohibido acercarte a mí.

—Tú haces eso y yo te...

—¿Qué le hará? —ambos giramos para ver de donde provenía esa voz, y me sorprendió al ver a Jennie—. ¿La golpeará?

William soltó una pequeña carcajada, mostrando su burla.

—No puede ser, apártate, niñita. ¿¡Quién eres tú para meterte en cosas de pareja!? —William era muy intimidante cuando quería, esta no era la excepción, pero Jennie no parecía intimidada en lo absoluto.

Jennie se detuvo a mi lado con los brazos cruzados, usualmente las personas tenían las manos sueltas por si se presentaba cualquier cosa, pero Jennie demostraba su fuerza a través de la mirada y no inmutándose, con el mentón en alto y no dejándose intimidar por lo que haría o diría William.

—Por lo que puedo ver, ustedes no son pareja, tú la estás obligando a hacer algo que ella no quiere, lárguese de aquí o llamaré a la autoridad de la universidad, a mí me defienden mucho, no lo dude —advirtió Jennie—. Si ella no quiere hacer lo que usted le ordena, es por una razón, no tolero que hombres como usted quieran hacer sentir a la mujer su títere.

—Eres una... —William dio un paso al frente para atacarla, pero yo intervine.

—Si la tocas, no respondo —amenacé—. Y no, no es una advertencia, William.

William retrocedió al ver que por primera vez no titubee en mi reacción. Incluso yo me desconocí, nunca actué de esa manera, como si se tratase de un león defendiendo a su familia o algo similar, con Jennie salió a relucir una parte de mí que yo no sabía que tenía. Quise protegerla de cualquier cosa que le pudiese hacer William.

Quizás porque esto era mi culpa, y no quería que saliera lastimada, ella no tiene nada que ver en mis problemas ni el porqué pagar mis platos rotos.

—Nunca te vi así —dijo—. Cualquiera diría que la prefieres a ella, mal ahí, Lisa. Nos veremos luego, cuando esa mocosa no esté en mi camino.

Se dio la vuelta, lo observé hasta que lo perdí de vista.

Solté el aire de mis pulmones y me recosté de la puerta de mi coche, Jennie, por otro lado, solo se dedicó a observarle impasible, la discusión con William no le afectó en lo más mínimo. Jugué con mis dedos, aun tratando de tranquilizarme y de recuperar la respiración.

—Odio este tipo de enfrentamientos —musité.

—¿Por qué no le pones una orden de alejamiento?, se ve desde lejos que ese tipo es un agresivo —replicó.

—No te metas, Jennie, no es momento —abrí la puerta de mi coche—. Gracias, me ayudaste, por lo menos me libré de él por hoy, adiós.

Estuve a punto de subirme al coche, pero Jennie me agarró del brazo para detenerme, provocando un hormigueo en todo mi cuerpo. Me mordí el carrillo y ahogué un gemido, no sé qué maldita reacción tiene mi cuerpo ante el toque o la cercanía de Jennie, pero era molesto y quería buscar la manera de calmarlo.

—Me debes una —dijo—. Y una grande.

—¿Haces favores esperando algo a cambio? —enarqué las cejas.

—Tal vez, si es de usted sí —miró el cielo—. Está nublado, parece que va a llover y hace frío, me iré con usted.

—No, Jennie...

—Dije que me iré con usted —me soltó y se dirigió al coche para subirse.

Maldije por lo bajo, pero no discutí, me subí y lo encendí poniéndolo en marcha, Jennie sonrió victoriosa.

—No sonrías que no has ganado nada —le respondí.

—¿Quién dice que no? —me miró—. Gane tenerla por un buen trayecto, encima la defendí de su ex.

—Lo trataste como si estuvieses acostumbrada a luchar con ese tipo de hombres —comenté.

—¿De qué tipo? —su tono de voz se volvió sombrío.

—Agresivos —me detuve en un semáforo—. ¿Estás acostumbrada?

—No le interesa, quizás sí —jugó con su piercing—. Me muero por besarla, Profesora, ¿cuándo me levantará el castigo?

—Jennie, limítate, si hago esto es porque comenzará a llover y te quiero evitar el trayecto —declaré—. No por gusto.

Quizás en estos momentos me esté mintiendo hasta a mí misma, era cruel, pero quería estar tiempo con ella. Por alguna razón, la quería tanto lejos como cerca, su maldito perfume en mi coche era una droga, un aroma fresco y floral, y el trayecto aún era largo o quizás ahora se me hacía más largo de lo normal. Quería estar a solas con ella, me estaba haciendo el daño yo misma.

Pero aunque me provocaba vergüenza saber que ella o más bien, la imagen en mi cabeza, la cual se trataba de Jennie, me hizo llegar a un orgasmo, no podía tenerla lejos, yo era tan culpable como ella, o tal vez más.

—Lo que tiene de inteligente en matemáticas —su mano cayó en mi pierna y fue suficiente para frenar de golpe en otro semáforo—. Lo tiene de mentirosa.

—Jennie, no lo hagas, espera —posé mi mano sobre la de ella mirándola mal—. ¡¿Qué carajos te pasa?!, puedo chocar.

—Lo que te preocupa es eso, que puedas chocar —se burló.

—No, el que soy tu profesora también —agregué—. Estás siendo diligente, cometiendo una falta como estudiante. Si hago esto es porque... porque no quiero dejarte mojar.

—Ya lo hace...

—Hablo de la lluvia, no de nosotras —discutí.

Levantó las manos, —Soy inocente de todo lo que se me quiere culpar, mantendré mis manos muy lejos para que no tengamos un accidente, Profesora.

—Gracias —carraspeé—. Mejor preocúpate por tus clases, eso debería ser mil veces más importantes.

—En mis clases voy de maravilla, si eso es lo que le preocupa, y en mi vida personal por igual —le dio a la palanca que ajusta el asiento y se recostó—. Así es mucho mejor. ¿Por qué la persigue de nuevo su ex?

—No te diré, supongo que porque aún siente obsesión por mí.

—Seguro lo llamó para coger y cree que tendrá otra oportunidad con usted —se burló Jennie, me quedé en silencio—. Le atiné.

—Mejor haz silencio, calladita luces mejor.

—En la cama gimiendo no lo creo.

—Jennie.

—Yo solo decía. ¿Siempre fue así de amargada? —preguntó—. ¿O solo lo es conmigo?

—Lo soy con alumnas que no mantienen su límite, o sea contigo –le di toquecitos al volante, ansiosa por hacerle una que otra pregunta—. ¿Por qué te llaman Júpiter?

–Puedo apostar que se lo dijo la chismosa de Park Roseanne —chistó—. Se lo diré solo si —se sentó y me tomó de la mejilla para que la mirara–, me besa.

—Mejor no me digas nada —arrugué el ceño–. Para comprar a las personas eres un arte en persona. No me haz dicho donde vives.

—Estamos cerca.

—¿Vives cerca de mi departamento?

—Creo que sí, si usted lo dice. Doble en esa esquina y a tres esquinas más, está mi casa —me dio instrucciones—. Y del porqué me llaman Júpiter, lo empezaron a hacer cuando mis salidas con chicos se hicieron más frecuentes.

—¿Y por eso? –quise saber.

—No, cuando quería follar era muy selectiva, siempre me cuidaba mucho, y aún me hago análisis, pero hubo un chico en mi vida el cual me apodó así —explicó.

—¿Un novio?

—Un amante muy fiel.

—¿Qué pasó con él? —pregunté al momento de detenerme frente a la que me dijo que era su casa.

–Una noche me dijo que no quería más la relación —ladeó la cabeza—. Y murió. Supongo que el rechazarme le dolió mucho. Gracias por traerme, Profesora.

—Espera, Jennie —sostuve su antebrazo antes de que ella terminara de salir—. ¿Quién te hace esas heridas?

—No le importa —respondió friamente.

—Sí me importa, por algo te lo pregunto.

–¿Por qué es así?, me dice cosas, pero al mismo tiempo se preocupa por mí, usted es... exasperante.

—Porque no te sabes comportar conmigo, Jennie. Yo quiero estar cerca de ti, pero como una amiga.

—Ese es el problema —cerró la puerta del coche y se acercó más a mí–. Yo a usted no la quiero como amiga —rozó sus labios con los míos—. Me arde verla con Dahyun o con su ex, hasta con la misma Rosé.

—¿Qué tiene que ver ella aquí?

—Mucho, porque usted no se da cuenta de que ella también está interesada en ti —la respiración de Jennie, empezó a tropezar con la mía, la cercanía entre nosotras era prácticamente nula—. Me muero por besarla, porque me toque, no sabe lo bien que se siente follarse en su nombre, pensar que es usted la que está ahí.

Apreté las piernas y cerré los ojos, tentada a mandar todo al diablo si ella no se alejaba.

Ansiosa por sentir ese piercieng, por perder los estribos y hacerle caso a mis instintos más salvajes.

—Sabes que no podemos –susurré.

—El poder se puede ir a la mierda, si no la beso es porque deseo que sea usted la que tome la iniciativa, porque si fuese por mí, hace rato, lo hubiera hecho —deslizó sus labios hasta mi mejilla y dejó un beso ahí—. Te deseo. Te deseo mucho, Lisa.

Su mano se posó entre mis piernas, acariciando de arriba abajo, pero sin llegar a mi zona erógena. Ahogué un gemido mordiéndome el labio, ansiosa por detener el dolor entre mis piernas, mi sexo latía, sé lo que quiere.

Quiere ser tocado por Jennie, y yo quiero tocarla a ella. Mi mano ardía y quería sentir la cálida piel de ella.

—Así de rico se siente cuando das paso a lo que deseas —me regaló una media sonrisa—. Pídeme que te folle, pídeme que te meta los dedos hasta que chorres, yo lo hice anoche, si hubieras estado ahí...

—No, detente —le supliqué soltando un gemido en el momento que su mano apretó mi muslo—. Jennie, por favor, detente.

—Hubieras salido con la cara empapada, fue tan rico —mordió mi labio inferior, jalándolo con delicadeza y sin lastimarme—. Gemí tan sucio para ti, hice honor a tu nombre.

—Basta, basta, basta —alejé su mano y me recosté del asiento—. Vete, sal de mi coche.

—Eres tan cobarde, Manobal —se mofó—. Pero me pones como no tienes una idea. Feliz noche, Profesora. Me tocaré pensando en ti, después de todo, usted no se encarga, o quizás busque a alguien.

—Claro, yo también —le lancé a modo de respuesta, ya que lo que me dijo me desagrado.

—Tú no, tú no puedes buscar a nadie.

Me giré hacia ella, —¿Quién te dice que no?

—Yo. Soy peligrosa cuando de defender lo mío se trata, porque usted es mía y yo soy suya, muy, muy suya —abrió su celular y envió algo—. Revise el chat, disfrute.

Salió de mi coche y corrió hasta su casa. Con incertidumbre abrí nuestro chat de Instagram y lo primero que vieron mis ojos es una foto de Jennie en ropa interior, con un sostén rojo mostrando sus voluptuosos pechos. Me recosté de mi asiento y esperé a recuperarme.

—Estoy cayendo, no puede ser.

Estaba cayendo.

Si es que ya no había caído.

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