Ladrón de Besos(Completa)

By ChrisRivera1116

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ALEXANDER : "Cuando estuve en la escuela, me divertía haciendo bromas. Pero la mejor broma, fue la de robarle... More

Soy todo un
La Tía Clara
Se Lo Buscó
Algo en tu Pestaña
Lo que No Esperaba
¡No estoy Celosa!
Besos Consentidos
Con otros ojos
Levántate
Llegó papá
Represalias
Derrumbe
El Baile de la Escarcha
Corazones Rotos
El Banco del Cerezo
Con el Paso del Tiempo
James
Natalia
La Cita
Bailes y Rudeza
Mancha
Tregua y Promesas
Posibilidades
Para que Funcione
Escapes
Odisea por la Campiña
Champagne
Flores y Nostalgia
¿Y este tipo?
Rescate y Salida
Cambio de Emociones
Decepciones y Disculpas
El Peso de la Indiferencia
¿Se conocen?
Sentimiento Reencontrados
Retribución
Despertar
Retos
La Luna sobre Paris
Encuentro Inesperado
Phillipe al Rescate
Invocación y Pasión
De Absoluciones y Amores
La Movida de Karen
Decisiones, Decisiones
Un Detalle Olvidado
Hablando Claro
Remontando el Futuro
Sorpresas, Sorpresas
La Sonrisa de Bertha Ellis
La Magia del Cerezo
Para que compartamos nuestra Felicidad
De Corazón
De Vestidos y Cambios
Las Despedidas
Uno que otro beso
La inspiración
Agradecimientos

El Esperado Día

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By ChrisRivera1116

Loryann

¿Será normal que la mañana de tu boda todo se sienta tan raro? Millones de preguntas me vienen a la mente sentada aún en la cama y recordé a mi maestro de quinto grado que solía decir: «No existen las preguntas estúpidas». Pero cuando le pregunté a mi madre: «¿Y si James no llega? ¿Si se arrepiente?».

La mirada que la doctora Shaw me dirigió, decía exactamente eso que están pensando: «Que pregunta tan estúpida». Y aun así remató.

—A no ser que en realidad sea gay —dijo en su claro tono sarcástico.

Me lo merecía.

Animada y segura de que James no era gay, me levanté a tomar el baño más largo y concienzudo de mi vida desde que fuera a mi primera pasarela internacional; pensando que durante estos años había hecho pasarelas con vestidos de novia ajenos. Pero este, iba a ser mi vestido, mi boda y repetí esa frase varias veces para caer en cuenta. Con cada vez que la repetía, sonreía más.

Una vez metida en el vestido, Marie cayó sobre mi rostro armada con su maletín de maquillajes. Le pedí algo sencillo esta vez, y lo logró. Me veía diáfana y clara. Lo único malo en ese momento era, no poder llorar de la emoción al verme en el espejo.

Al bajar las escaleras, la sorpresa de mi padre estaba presente. Un soldado vestido con uniforme de gala, se cuadró en atención, me dirigió un saludo militar y se presentó.

—Señorita Shaw —dijo en el tono formal de los militares—. Soy el sargento de primera clase Richards, seré su chofer y su escolta le espera.

Miré a mi madre y ella solo se encogió de hombros sonriendo. Para mí, me pareció una exageración, pero un lindo detalle de papá.

Y fue de lo más conveniente porque al salir, un ejército de fotógrafos y reporteros me esperaba afuera y el sargento Richards procuró cubrirme todo el camino a la limo para que no tuvieran ni una sola buena foto de mí.

Frente a la limo ocho soldados, también en uniforme de gala, impedían el paso a los reporteros. Era como si mi padre hubiera predicho eso y se lo agradecí. Y una vez abordé el vehículo, subieron a dos Humvees y me escoltaron a casa de mi padre.

El sargento se apresuró a tomar la avenida principal, antes de que los reporteros pudieran seguirnos. «Mañana habrá muchos artículos resentidos»; pensé una vez estuvimos libres.

Cuando llegamos, los soldados se adelantaron y esperaron a que me ubicara entre ellos. Y así, escoltada por un detalle militar, llegué por fin junto al ex general Shaw.

Me ofreció su brazo y luego de tomarlo, comenzamos a caminar hacia la parte de atrás de la casa.

—¿No fue un poquito exagerado? —le pregunté a mi padre mientras nos acercamos al punto de partida.

—Lo mejor para mi niña —respondió sin dejar de mirar al frente.

—¿Y no se meterán en problemas? —pregunté preocupada.

—Pues, un coronel me debía un favor y se tomará como un ejercicio para los muchachos.

—Gracias papá —alcancé a decir posando mi cabeza en su hombro.

Por fin nos detuvimos en el punto desde donde comenzaríamos a caminar al altar. La puerta hacia el patio estaba cerrada, pero podía escuchar los murmullos de la gente reunida para la ceremonia.

El sargento Richards salió y cerró tras él. En ese momento, se hizo silencio y unos segundos después, comenzó la música que marcharíamos. La puerta se abrió y del brazo de mi padre, la crucé.

Alexander

Saqué a James por la parte trasera del hotel, porque al llegar al recibidor, había reporteros esperándolo y yo estaba demasiado elegante para pelear. Fue una operación al estilo de «padrino imposible». Como imaginé, contando con que su objetivo no era una celebridad, todos esperaban a la salida.

Subimos a la Cherokee de servicio uber, previamente llamado, y nos colamos en sus narices.

—¡Hasta la vista, idiotas! —exclamé cuando pasamos por el frente del hotel.

—Ingenioso —comentó el novio.

—Gracias a mi nuevo amigo, Charlie.

El conductor asoma su mano con el pulgar arriba y llegamos al lugar de la boda sin contratiempos.

El evento se llevaría a cabo en el claro tras la casa del padre de Lory, justo al borde de un frondoso bosque de abetos. Las sillas estaban dispuestas en filas con un pasillo en medio y final de este, un arco decorado con flores rodeaba una mesa, también decorada, detrás de la cual el juez de paz esperaba sentado a que comenzara la ceremonia.

Apartados, una serie de toldos bajo los cuales estaba la comida, el bar improvisado y una plataforma que sería la pista de baile. En fin que todo estaba dispuesto, decorado y preparado para una gran boda en un sencillo lugar. Solo faltaba la novia.

James se veía muy tranquilo. Pero pronto me percaté de que tamborileaba con sus dedos sobre su pierna.

—Se tarda un poco —comenta fingiendo desinterés.

—Las mujeres se tardan en arreglarse —dije.

—¿Tienes los anillos? —preguntó de pronto.

—Justo aquí —respondí tocando el bolsillo de mi saco.

—Las flores se ven bien —comenta y entonces me di cuenta de que trataba de entretener su mente—. Justo las que Lory quería.

—Ok.

Se inclinó levemente y miró a su derecha.

—Los músicos están listos.

Me hizo mirar y vi lo mismo: un pianista frente a un piano eléctrico y a una violinista, que eran quienes tocarían la marcha de la novia, esperaban ansiosos por comenzar.

—Se está tardando; ¿No te parece?

Ahora sí no tenía duda. James estaba nervioso a más no poder. Las invitaciones decían que la ceremonia comenzaría a las diez de la mañana y ya eran las diez con quince. Los británicos suelen ser quisquillosos con la puntualidad, pero para los del otro lado del gran charco, estaba dentro del rango.

—El día está claro y hermoso —comentó mirando esta vez al cielo.

Ya no pude más. Le topé el brazo con mi puño.

—Va a venir —le dije.

—Ella es joven... y hermosa —replicó—. No me sorprendería que cambiara de opinión de casarse con un hombre mayor.

—No te menosprecies, amigo —repliqué—. Apuesto mi cámara. Ella vendrá, confía. En cualquier momento entra y...

Escuché, en medio de los murmullos de la gente reunida, que una puerta se cerraba y segundos después la madre de Lory apareció, recorrió el pasillo y fue a sentarse al frente, junto a Lucy que cargaba al bebé, profundamente dormido.

Tiró una mirada confiada a James y asiente por lo que este por fin sonríe, algo nervioso, pero era algo.

Un par de minutos después, la puerta lateral del patio se abrió y para sorpresa de todos, excepto para el novio y el padrino, un soldado en uniforme de gala, la atravesó, Alzó la mano y el juez de paz se levantó.

—Damas y caballeros. Todos de pie para recibir a la novia.

Fue en ese momento que me percaté de donde estaban mi madre y mis tíos. También pude ver a Phillipe Saint Jean, vestido con un llamativo traje amarillo. Y no perdí de vista a Karen Harland acompañada de su esposo y la tía Clara colgada del brazo con un señor alto y corpulento. Pero a la mayoría no los conocía. Todos del lado de la novia.

Del lado del novio, había pocas personas. Una señora mayor que me recordaba a la escritora Agatha Christie, con sus manos entrelazadas enfrente, permanecía de pie muy erguida junto a la hija de James. Un hombre de porte ejecutivo, profundas entradas y semblante serio. Dos mujeres jóvenes cuchichean divertidas.

El soldado junto a la puerta la abrió. La música comenzó, y en vez de la clásica marcha nupcial compuesta por Felix Mendelssohn; se trató, según aprendí más tarde, del Canon en Re Mayor de Johan Pachelbel. Una melodía suave, rítmica y relajante. Por fin, James sonríe e hincha el pecho a la expectativa.

Y ahí entró la novia, del brazo de su padre con paso suave, siguiendo el ritmo de la música. Encara el altar iluminándolo todo, con sus ojos y una hermosa sonrisa. Camina por el pasillo entre las sillas y las personas la admiran. Quedaron embelesados en el vestido, coronado con un peine de perlas que llevan un largo velo de tul. Sostenido con tiras de encajes que cubre su pecho con un escote en forma de corazón.

El resto del vestido desciende por su figura bastante entallado hasta las rodillas, donde se abre en una pequeña falda cuya parte de atrás, a modo de cola. También mas tarde, Natalia me explicaría que era un vestido tipo sirena. Uno muy bello, en su opinión.

Por unos segundos, quedé igual de embelesado, pero al reaccionar, saque un pañuelo de mi bolsillo y se lo ofrecí al novio.

—Límpiate, estás babeando —le susurro.

—¿Podrías culparme? —responde James con una elegante sonrisa en su rostro.

Levanté la cámara, que llevaba colgada a mi espalda y tomé fotos en los momentos precisos. Una toma de cuerpo entero de Lory junto a su padre caminado al altar, seguida de las damas entre las que estaba mi Nat. Una de padre e hija mirándose con cariño y una mientras se acercaba al novio que coincide con la conclusión de la música.

James se le acercó, con la intención de besarla, pero el juez de paz carraspeó.

—Recuerden que el beso es la última parte —les recordó, y ambos tomaron su posición.

—Estamos aquí presentes —comenzó a decir el juez—. Para unir en matrimonio a Loryann Shaw y a James Mathew Ward...

«Me saltaré el discurso del juez de paz y vayamos a la parte bonita: Los votos».

Ambos se miraron a los ojos y fue James el primero en hablar.

—Lory —dijo—. Cuando te conocí, esperaba solo llegar a ser uno más de tus amigos. Porque eres tan hermosa... Pero con el tiempo nos fuimos acercando, y aunque tuve miedo de mal interpretar tus atenciones, me enamoraste. Y desde que estoy contigo, me di cuenta de que tú, me completas.

«¡Hey! ¡Esa es mi frase! Que más da, le quedó bien».

—Te prometo, hacerte sentir orgullosa y segura de que decidiste bien. Amarte hasta el final.

Otra vez estuvieron a punto de besarse, pero el juez interpuso su mano entre ellos.

—Por favor, dejen lo mejor para cuando termine.

Llegó pues, el turno de Lory.

—James —comenzó a decir ella—. No tenía idea de lo que era amar a alguien más que a mis padres, hasta que comprendí que también te amaba. Me enseñaste otra forma de vivir, compartiendo conmigo más que tu amor. He vivido contigo lo que es la vida en familia. Te prometo amarte y ser tu apoyo como lo has sido tú, para mí. Hasta el final.

«¿Qué si me sentí mal de escuchar esas palabras? Curiosamente no. Solo pensaba en Nat».

Escuché un sollozo y para mi sorpresa, se trataba de la doctora Shaw. Y la madrina, Marie, recogía sus lágrimas en el ramo que tenía en las manos.

—Los anillos, por favor —dijo el juez y por primera vez toda la atención recayó sobre mí.

Metí la mano en el bolsillo derecho de mi saco para sacarlos. Dos alianzas de oro, una más fina que otra, con grabados convexos que brillaban con destellos en líneas. Se los pasé a James y este el suyo a Lory. Paso seguido, cada uno le puso el anillo al otro sin dejar de mirarse a los ojos.

—Debo suponer —habló de nuevo el juez—, que nadie se opone ni tiene ningún motivo, para que esta pareja no deba unirse en su amor.

Silencio absoluto. Solo roto por los quedos gemidos del hermanito de Lory.

—Siendo así, por el poder investido en mí, los declaro: marido y mujer.

El silencio continuó y los novios seguía mirándose con sus manos unidas. El juez carraspea.

—Ahora sí pueden besarse —dijo.

Así lo hicieron, y un estruendoso aplauso se escuchó.

Pensé que ya podría comenzar la fiesta, pero me esperaban muchas, muchas fotos por tomar. Comenzando por ese beso.


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