Alexander
Fue algo muy extraño, pero divertido. Estaba acampando en la zona central del territorio australiano. A unos siete kilómetros de Alice Spring y a casi diez, de la roca Ayers. Una gran fogata ilumina el paisaje alrededor y en la semi penumbra de ese paraje el cielo nocturno, es totalmente claro. Se nota a simple vista la Vía Láctea y la Cruz del Sur es inconfundible.
Vestido con la apariencia de Crocodile Dundee: Camisa de mangas largas enrolladas hasta el antebrazo, chaqueta sin mangas, pantalones caquis, botas y hasta el sombrero de cuero, pero sin el adorno de los dientes de cocodrilo. «¿Qué puedo decir? Siempre me gustó ver películas viejas con mi madre».
A mi lado está Bunji Grant, mi guía. Un hombre origen aborigen; agradable, jovial y amistoso, porque como él mismo dice: «Está en mi nombre». Y es que su nombre, Bunji, significa «Amigo», en lengua aborigen; y ambos disfrutábamos de un caldo hecho con carne seca, cuando el teléfono satelital de mi amigo sonó.
—¿Hola? —responde el guía con toda naturalidad.
Escucha unos segundos y de pronto extiende el aparato hacia mí.
—¿Para mí? —pregunté extrañado y Bunji asiente con su siempre presente sonrisa.
Tomé el teléfono para hablar.
—¿Hola?
—Que bueno que te pude encontrar —Fue toda una hazaña.
Reconocí de inmediato el acento y la formalidad de James, la pareja de Lory. Ahora sí estaba confundido. No tenía idea de porqué me llamaba y menos para qué.
—Disculpa —dijo—. Voy al grano, porque esta llamada es sumamente costosa. ¿Aceptarías ser mi padrino de bodas?
«Así mismo como reaccionaron, yo también reaccioné».
—Te dejé un mensaje en tu correo electrónico —continuó James—. En cuanto puedas, respóndeme. Tenemos solo dos meses.
Y luego de tirarme esa bomba, colgó.
Bueno. Al parecer la roca Ayers, tendrá que esperar. Nunca me habían pedido ser padrino de bodas y esa era una experiencia que no dejaría pasar. Al amanecer, el LandRover de Bunji me llevó de regreso a la ciudad.
Alexander
Dos meses, menos un día después, estaba en el mismo hotel que James y pasé un buen rato insistiéndole en que fuéramos en una despedida de solteros. «No sean mal pensados, no soy tan mala influencia». Salimos a las calles de Nashville y no fue difícil encontrar donde pasar un rato jugando billar, tomando cervezas y escuchando rock country. Todo muy agradable.
—Esto debe ser un poco aburrido para ti —comenté mientras esperaba a que hiciera su tiro.
—Es más tranquilo que la despedida de solteros que me hizo mi ex cuñado —respondió él.
—¿Cómo estuvo? ¿Algún club de caballeros? ¿Una sesión privada? ¿Eh? —le piqué el costado con el hombro en complicidad.
—Para nada. Fuimos a la taberna de O'Flagerty. Y terminé hecho un desastre.
—¡Ja! Eso quiero oírlo —dije curioso.
—La taberna de O'Flagerty, es un tranquilo bar en el pueblo de Adare en Irlanda —comenzó a relatar—. Allí van muchos de los lugareños a tomar; y tomar en serio.
—Me imagino —comenté y mi expresión le instó a continuar.
«Nos sentamos, pedimos un par de Guiness y charlamos. Cuando llegaron las cervezas, negras como la conciencia de un pecador y fuertes como la patada de una mula; Harry, mi anterior cuñado, levantó su tarro en alto y gritó a viva voz para que todos le oyeran: "¡Brindo por mi futuro cuñado! ¡Va a casarse con mi hermana; y que Dios tenga piedad de su alma!"».
«Todos en la taberna rieron y corearon el brindis. Y de uno en uno, se acercaron para felicitarme, aconsejarme e invitarme tragos. En Irlanda es una ofensa muy grave negarse a tomar un trago por invitación. Para resumir, lo último que recuerdo es que se formó algo parecido a una fiesta en la que bailé y tomé y estoy casi seguro de que varias chicas me besaron».
—Terminaste arrastrado —comenté divertido.
—No sé cómo llegué a mi habitación y al otro día casi no podía ver, por la resaca. ¿Y qué hizo el padrino? Darme otra cerveza. Curiosamente funcionó. Aunque Harry insistía que en el altar me tambaleaba como péndulo. Obviamente, Miranda, la novia estaba hecha una fiera.
—Que desastre.
—Ni que lo digas.
Jugamos por un rato más y luego nos sentamos a charlar.
—Alex —comenzó a decir James, luego de recibir otra cerveza—. Tuviste un romance con Lory, eso lo entiendo. Y fuiste franco conmigo cuando nos encerraron en Paris. Por eso te elegí como padrino.
—Y el fotógrafo —dije antes de tomar de mi tarro, para luego añadir—: Pero eso fue en el colegio. Te aseguro que la Loryann que yo conocí, no se parece en casi nada a la Lory que conoces hoy.
Me quedé en silencio un momento. Y luego, tal vez por efecto del alcohol, confesé.
—No voy a negarte que intenté revivir ese amor de colegio, pero ya era demasiado tarde. Ya te tenía en el corazón. Te llevas la mejor versión de Loryann Shaw.
James me miró. No había recelo o enojo en su mirada. Más bien comprensión.
—Recuerdo que peleamos —soltó de pronto—, pero lo gracioso es que no fue exactamente por ella.
Me reí.
—Le prometí que te llevaría a verla, a como dé lugar —respondí.
—Y ahora me alegro que lo hayas hecho —comentó ofreciendo su tarro para chocarlo con el mío.
—Es mejor tenerte de amigo. Solo te pido que cuides a Lory, es una chica especial.
—Y tú cuida de tu chica, Natalia, se ve que te quiere en serio.
—Por supuesto —respondí muy seguro—. Ella me completa.
Al escucharme, el británico miró hacia arriba.
—Me completa —murmuró—. Es una buena forma de decirlo. Pasamos la vida buscando quien nos complete. Y cuando la encontramos, logramos lo imposible.
—Tú lo has dicho, amigo —dije ofreciendo mi tarro esta vez para brindar—. Somos afortunados de tenerlas. Por ellas.
—Por ellas —secundó James y brindamos.
—Ahora es mejor irnos, porque ya nos pusimos filósofos. Luego terminaremos cantando y tirados en alguna cuneta.
James titubea, pero luego de apurar su cerveza, nos fuimos.
«Nos comportamos».
Loryann
El hombre musculoso y casi desnudo frente a mí sacudía su... «ya saben»; cubierta con una trusa brillosa, exhibiendo sus músculos. Cuando desvío la mirada sonriendo, con el rostro caliente por el sonrojo, veo a Janice dejando que otro se roce entre sus senos y a Natalia riendo nerviosa mirando a otro que le invitaba a tocarle el trasero.
Marie se entretenía riendo y pataleando divertida, mientras Carla amenaza con pegarle a próximo que le pretenda acercarse.
—¡Por favor, por favor! —le gritaba al hombre frente a mí para que se apartara un poco.
Y todo ese lío se formó por culpa de la tejana Janice, que nos llevó a ese lugar, y se las arregló para correr la voz de que yo me casaría al día siguiente. DE pronto escuché al DJ, diciendo mi nombre y pidiendo a los bailarines que me demostraran sus «congratulaciones». Solo podía agradecer al cielo, que mi madre no viniera.
Y me sentía horrible. No voy a negar que me encontraba en una excitante situación, solo que esa situación me sería más agradable con mi James. Así que lo que realmente me hacía reír, era el imaginármelo haciendo esos bailes exóticos, en nuestra intimidad.
Tomé la iniciativa y me levanté para retirarme, era demasiado. Si no había hecho estas cosas de soltera; ¿qué le haría pensar a Janice que disfrutaría esto? Bueno. Tal vez si se hubieran mantenido en el escenario...
Pero así no. Tomé a Marie del brazo y esta a su vez a Natalia. Carla vino por su propia voluntad y Janice, aunque no quería, se unió a nosotras y salimos.
—Aburridas —declaró Janice al salir.
—Pudiste quedarte —le espetó Carla.
—Demasiados para mí sola —replicó la tejana causando una risa general.
—¿Qué dicen chicas? —intervine para no entrar en polémicas—. ¿Unas cervezas antes de ir dormir?
Con todas de acuerdo, nos fuimos y no fue difícil encontrar un buen lugar en la ciudad de la música. Tomar unos trago, y mañana cambiar mi vida.