ღ Ineffable husbands - ONESHO...

By No_giving_up

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┏━━━━━━━━━━━━━━┓ Crowley x Aziraphale y otras parejas paralelas del multiverso Michael Sheen-David Tenn... More

「✦」Dolor de corazón.
「✦」San Valentín.
「✦」Sabor dulce.
「✦」Demon!Aziraphale - Te tantum diligo.
「✦」Angel!Crowley - Colonenses 3:5
「✦」Después del No-Fin de los tiempos.
「✦」Illogical! husbands-Una nueva oportunidad.
「✦」REV!Omens- Te adoro.
「✦」Puedes mirar, ángel. ANGST.
「✦」IneffablesWives -Una noche de lluvia
「✦」Killer!Husbands - Hazme gritar.
「✦」Rev!-Por ti haría cualquier cosa.
「✦」Lujuria de Ángel.
「✦」Illogical husbands! Herida por herida
「✦」Human AU- Lenguaje floral
「✦」Omnia vincit amor (Roma)
「✦」Baroque Husbands!- Búscame en Londres
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 1
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 2
「✦」Inner Demons!- Tras la Caída
「✦」Una vez en el Cielo
「✦」Rev! Dolorosa tentación
「✦」Fem! Aziraphale-- Crawling back to you
「✦」Fem! Crowley -- La Esposa del Sr. Fell
「✦」Tras la s2 - «1 Timoteo, 2:6 »
「✦」Arrodíllate
「✦」Sempiternus
「✦」Vampire AU! - La tua cantante
「✦」Mano de Santo
「✦」Primera tormenta (Edén)
「✦」Segunda tormenta (Mesopotamia)
「✦」Tercera tormenta (Tierra de Uz)
「✦」Huye. Quédate [Serial Killer Husbands]
「✦」 Baroque Husbands! pt.2- Completamente tuyo
「✦」Juego de posición [Fem!Aziraphale]

「✦」Juguetes [Fem!Crowley]

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By No_giving_up

[ "Cerró tras de sí, y dejó con cuidado el café y la bolsa sobre la mesa para luego mirar a su alrededor y ver que Crowley no estaba por allí.

Antes de poder hablar, pudo escuchar un murmullo en el interior de su hogar, y con una sonrisa, el ángel fue a su encuentro. La voz de la demonio se hacia más clara conforme avanzaba, y sus pasos se detuvieron al lado de la puerta cuando oyó los gemidos en el interior."]


[Contenidos: Smut, Female!Crowley]

________

" Juguetes"

Crowley permanecía frente al espejo, para poder recoger sus hebras rojizas aunque fuese en una trenza holgada. Su cabello había crecido bastante y aquel método que Aziraphale parecía adorar era perfecto para mantenerlo a raya mientras se encontraba en la comodidad de su apartamento. Un suspiro la abandonó cuando el ángel volvió a pasearse por su pensamiento, y sus dedos temblaron ligeramente. Se había acalorado sólo de pensar en cómo él lo trenzaba si quería entretenerse, con aquellas manos fuertes pero que sólo reposaban en ella con gentileza y roces muy sutiles.

Sólo habían compartido algunos besos desde que se habían vuelto más cercanos, y la sensación era maravillosa; pero su cuerpo parecía ansiar más de él. Invadía su mente durante todo el día en fantasías; también sus sueños, y despertaba bañada en sudor. No quería ser distante con Aziraphale por este motivo, tampoco presionarle a que las cosas cambiaran, si él estaba cómodo tal y como estaban. Así que buscó métodos más efectivos para aplacar sus deseos ella misma.

Fue hasta su dormitorio y abrió el cajón de la mesita de noche, donde la esperaba aquel juguete recientemente adquirido. Los humanos utilizaban cosas así para satisfacerse a sí mismos, y pensó en probarlo de una vez. Tal vez aquel objeto haría mejor sustitución de lo que hacían sus propias manos.

La demonio deslizó los pantalones de su pijama por sus muslos al tomar asiento en el colchón. Se recostó suavemente y su rostro se coloreó al tomar el juguete entre sus dedos, echando un vistazo a su ropa interior. Encontrarse con la vergonzosamente evidente humedad entre sus piernas siempre le infundía cierta culpabilidad. Aziraphale estaría disgustado si conociese la obscenidad con la que recurría a su imagen.

— Veamos... — musitó, activando la vibración y acercando la punta de aquel elemento de silicona a sí, aún por encima de la tela. Cuando la suave agitación la alcanzó, un tembloroso suspiro se derramó de sus labios. Tanteó la región para recolocarlo apropiadamente y la fricción sobre su punto más dulce se sintió absolutamente deliciosa.

Crowley dejó caer la cabeza hacia atrás ligeramente, y al recoger las piernas, las sábanas se arrugaron. Su anatomía no tardó en reaccionar a aquellas placenteras sensaciones, de la mano de las ensoñaciones que ahora asaltaban su mente con total libertad y arrancaban los gemidos de su garganta.

Aziraphale había llegado al apartamento de Crowley para darle una sorpresa; llevaba consigo una bolsa con dulces y su café favorito. Su mano se congeló cuando fue a llamar a la puerta y suspiró, tocando la madera de esta.

Chasqueó sus dedos y con un pequeño milagro hizo que la puerta se abriera, entrando curioso al interior. Cerró tras de sí, y dejó con cuidado el café y la bolsa sobre la mesa para luego mirar a su alrededor y ver que Crowley no estaba por allí.

Antes de poder hablar, pudo escuchar un murmullo en el interior de su hogar, y con una sonrisa, el ángel fue a su encuentro. La voz de la demonio se hacia más clara conforme avanzaba, y sus pasos se detuvieron al lado de la puerta cuando oyó los gemidos en el interior.

Aziraphale tapó su boca con su mano, ahogando su sorpresa y su mirada trató de ver de reojo el interior, pero apenas era visible. Su boca se secó conforme escuchaba la voz de Crowley tan diferente a la que solía oir; suave, lastimera y profundamente llena de placer. El ángel cerró sus ojos, frustrado al sentir como su cuerpo reaccionaba a ella, culpandose por ello y por que al otro lado de aquella puerta estaba la culpable de toda su lujuria y placer.

En el interior de aquel dormitorio, los sentidos de Crowley comenzaban a nublarse más y más en efecto de aquel placer, como para poder prestar atención a algún mínimo rastro de su sigilosa intromisión en el apartamento.

Se removió sobre las sábanas y separó más las piernas, mientras el trazo titilante de aquel juguete curioseaba por la región más placentera bajo su ropa interior. Cerró los ojos cuidadosamente y su semblante enrojeció cuando consultó los recuerdos de las manos de Aziraphale, de sus labios, de su regazo, su espalda... Imaginaba de qué manera la acariciaría, cómo se sentirían sus dedos complaciéndola en lugar de aquel juguete, tal vez que la asentaba sobre él y tanteaba sus muslos con su tacto elegante, mientras besaba su hombro; o que su boca la probaba con la misma predilección que probaba los manjares humanos.

La necesidad en sus gemidos creció y sus temblorosas caderas se mecieron desesperadamente. Sin saber en qué momento exacto, los labios de la demonio se atrevieron a suspirar su nombre; en un primer hilo de voz casi inaudible.

Aziraphale sintió retumbar su corazón cuando su nombre fue pronunciado de semejante manera. Apretó sus ojos cerrados y suspiró, teniendo que llevar una de sus manos a su propia entrepierna que había despertado y se sentía dolorosa bajo la tela de su pantalón.

Crowley siempre causaba aquel efecto en él, pero en las noches solitarias. Pensar en lo que debía estar sucediendo en el interior de aquel dormitorio.

Finalmente, Aziraphale se armó de valor y pasó su mano por la puerta, abriendola hasta dejar que su cuerpo fuese visible cuando se apoyó en el marco de esta, llevando su mirada hacia el rostro de Crowley, y a su cuerpo desnudo que se contraía a cada espasmo, dejandole sin aliento.

Los orbes nubilosos de la demonio se encontraron con los suyos por instinto, casi como aquel no fuese más que un mero espejismo. No obstante, en cuanto su juicio pudo procesar la situación, Crowley pensó que podría sufrir una taquicardia.

— ¿Ángel?— Mientras se incorporaba, trató de cubrirse con aquella sábana y adecentarse un poco. Atisbar a Aziraphale bajo el marco de la puerta como si su propia voz le hubiese invocado le acaloró el cuerpo— Por Dios bendito, ¿quieres matarme de un maldito infarto? ¿cuánto... cuánto hace que estás aquí?

— Lo suficiente. — dijo ladeando su cabeza y mordió su labio inferior cuando chasqueó sus dedos e hizo desaparecer aquella sábana con la que trataba de cubrirse.—Puedes continuar, no te cortes por mí. Parecías realmente... Dedicada a lo que tienes ahí.

Su mirada fue directa al juguete que continuaba entre sus piernas, y caminó hacia el interior de la habitación, sin apartar su mirada ni un segundo de la demonio en su cama.

— N-No, yo...

Crowley balbuceó alguna cosa; pero la dificultad para componer nada coherente se reducía con cada paso que el ángel daba en su dirección. Tenerle allí parecía una auténtica ensoñación, más si la miraba de aquella forma. No tenía nada que ver con la reacción que hubiese esperado de él, no había disgusto alguno; en su lugar, parecía atento a cada centímetro de su cuerpo y eso le aceleró el pulso.

— ¿Quieres que continúe? —murmuró como un pensamiento en voz alta, echando un vistazo rápido a su propia ropa interior, desastrosamente húmeda a aquellas alturas; y, sin esperar su reafirmación, una de sus manos ascendió en un trazo suave por su vientre. Se deleitó con el seguimiento de la mirada de Aziraphale por su recorrido, hasta que alcanzó su pecho en una caricia reticente.

— ¿Y dejarte así? Claro, que quiero que continues. — habló en un tono calmado, mientras que su mirada seguía sus manos, para luego suspirar. — Deja que lo vea todo bien.

Una de sus manos acarició su pierna, subiendo por la cara interna de su muslo. Aziraphale sintió como su miembro crecía e inspiró profundamente mientras se alejaba de su cuerpo para tomar asiento y poder contemplarla con lujo de detalles.

Las piernas de Crowley se estremecieron al separarse aún más y exponer su necesidad con tanto descaro la hizo enrojecer. La voz templada del ángel entonando aquellas demandas disparó una ola de excitación por todo su cuerpo.

—Ángel... ¿Seguro que estás bien? —suspiró apenas con aliento, esforzándose por dejarse oír con claridad entre los pequeños gimoteos que le arrancaron los primeros roces tiernos de sus yemas sobre la piel de su pecho. La mirada amarillenta de aquella se deslizó hasta su rostro, nublada por la lujuria— Esto... No es propio de ti...

— Completamente bien. —una suave sonrisa asomó por sus labios mientras la miraba. Aziraphale humedeció sus labios con la punta de la lengua cuando su voz comenzó a resonar de nuevo.— Tampoco es propio de ti...Verte así.

El ángel apoyó su mano sobre su entrepierna, cubriendola de la mirada dorada de la demonio mientras trataba de aliviarse un poco.

Crowley se relamió con interés, prestando atención al rumbo que tomaban las manos de aquel. Hizo a un lado la tela de su ropa interior y coló el vibrador entre sus piernas, suspirando profundamente cuando se deslizó dentro con lenta facilidad.

— No te cubras, no sería justo— Sus caderas temblaban según aquel juguete la invadía hasta el fondo y, lo mantuvo en su interior al reacomodarse sobre manos y rodillas para avanzar hacia Aziraphale, al extremo de la cama— ¿Por qué no te acercas un poco más? No muerdo. Aunque, si se trata de ti, tal vez no pueda resistirme.

Aziraphale ahogó un gemido en su garganta cuando vio como el juguete se adentraba en su interior y su mano apretó suavemente su entrepierna.

Alzó la mirada al oirla y mordió su labio inferior cuando comenzó a avanzar lentamente hacia él. Su mano libre tomó su mejilla, acariciándola con su palma. Su pulgar tomó su labio inferior y los separó, bajando su mirada a ellos para luego buscar sus ojos.

— Quiero demasiadas cosas, Crowley. Y temo no saber controlarme si me acerco más a ti... — su voz era un susurro grave.

La demonio cerró los ojos brevemente al tacto gentil sobre su rostro y dió una lenta inspiración para dejar que las palabras de Aziraphale le invadieran los oídos. Sentía que podría derretirse bajo el efecto de su voz acompañando aquella vibración que la estimulaba.

Dejó escapar un gemido al abrir los ojos para volver a contemplarle, rodeando el pulgar del ángel con los dientes en una tierna mordida. Le temblaron las caderas cuando sus orbes ligeramente cristalizados encontraron los celestes de aquel.

— Si quisiera que lo hicieras no estaría así para ti, maldito idiota— Crowley acarició su piel con la punta de la lengua sin prisa.

Aquellas palabras calaron en el ángel, sintiendo como su cuerpo se estremecía al repetirlas una y otra vez en su mente.

— Haz algo más por mí, querida. — gruñó y saboreó suavemente sus palabras.

Sin apartar su mirada de ella, deshizo su cinturón y abrió la cremallera de sus pantalones, moviendose con cuidado para bajarlos y dejar libre al fin su erección. Devolvió la mano a su mejilla, pero esta vez viajó hasta su espalda desnuda, acariciando su piel lentamente hasta tomar una de sus nalgas con la mano; masajeó y palmeó su piel, contemplando su rostro completamente embelesado.

Crowley jadeó y su espalda se arqueó al recibir aquel ligero golpe, que removió el juguete en su interior. Atendió a la erección liberada del ángel y separó los labios apropiadamente, sin importar que el fino rastro de saliva se deslizase por su mentón al acercarse incluso más.

—¿Es así cómo te sientes por mí? —tarareó.

— ¿Tú qué crees...? — jadeó el ángel, mordiendo su labio inferior al verla.

Deseaba más que nada poder probarle finalmente, y efectuar de una vez todas sus fantasías. La excitación le nublaba el juicio sólo al imaginar cómo sería tenerle en su boca y complacerle, que Aziraphale la dejase aplacar sus más impuros deseos.

Entre cálidos jadeos, se aproximó a deslizar la lengua por su longitud en un trazo lento y cerró los puños alrededor de aquellas sábanas bajo sus palmas.

Un profundo gemido salió de entre los labios del ángel, que aferró su mano a la piel de su nalga, tomándola con fuerza y arañandola. Inspiraba profundamente, dejando que le tomase en su boca, buscando con su mano el juguete en su interior.

Aziraphale finalmente lo alcanzó, y lentamente, lo movió, acomodándose en la cama y así, mover de forma más cómoda su mano. Su mirada se deslizó hasta lo que sucedía bajo su cintura, deleitandose del rostro de Crowley.

A efectos del vibrador removiéndose más profundamente en sus entrañas, su garganta vibró con gemidos sonoros escapando de sus labios, según le tomaba en su boca una y otra vez. Los orbes cristalizados de la demonio ascendieron a su rostro del mismo modo, suplicando más de sus toques; y alzó el trasero ligeramente para facilitarle el acceso; a pesar del temblor en sus caderas.

Movía la cabeza en aquel ritmo ascendente y descendente, relajándose para permitir que Aziraphale llegase todo lo profundo que quisiera. Tenía las mejillas enrojecidas, por lo evidente que debía ser lo mucho que la excitaba aquella situación ahora que la cálida humedad resbalaba por sus muslos separados y goteaba sobre las sábanas.

— Qué primor... — susurró el ángel sintiendo en sus manos la humedad que emanaba Crowley al otro lado del juguete. — ¿Haces esto siempre pensando en mí, querida? No creo aceptar otra respuesta que no sea si.

Su mano libre tomó las hebras rojizas de su cabello y gimió cuando la ayudó a alcanzar lo más profundo de su garganta. Aziraphale dejó el juguete en su interior y tomó el rostro de la demonio entre sus manos, alejándose de su miembro erecto; húmedo, rojizo y tan necesitado por más de ella en aquellos instantes.

— ¿Esto os lo enseñan en el infierno, Crowley? — Aziraphale hizo un ademán de besarla, pero se alejó con una sonrisa en su rostro cuando la recostó en la cama, y descendió hasta que quedó entre sus piernas; con estas sobre sus hombros. — Tendré que enseñarte ahora el cielo de nuevo... — murmuró como promesa, acercando su boca a su punto más sensible, lamiendolo en la largura de su lengua.

— N-No, yo... Eso no... — El rubor en su rostro había crecido al contemplar la magnífica imagen de aquel entre sus piernas; y la poca cordura que le quedaba se disipó en el instante en que su boca la alcanzó.

Crowley se retorció sobre la blanda superficie del colchón, deshaciéndose en los gemidos lastimeros que le arrancaban las caricias en una zona tan sensible, acompañadas de la vibración de aquel juguete. Sus caderas trataron de rehuir en espasmos el asfixiante placer que recibía, mientras la voz le temblaba en balbuceos incoherentes pidiendo más.

Enterró los dedos en los rizos rubios de Aziraphale, tiró ligeramente de su cabello y arrugó la tela que le cubría los hombros con el tacto nervioso de sus manos, que sólo buscaba aferrarse a más de él o aliviar las intensas emociones a causa de la sobreestimulación.

— Ángel...—fue capaz de llamar en un hilo de voz entre aquellos suspiros, buscándolo con la mirada— Bastardo, dónde... ¿dónde has aprendido todo esto?

— Pensaba que sabías que leía mucho. —susurró contra la sensible piel de sus muslos, mordiendo esta antes de volver a dedicarse a ella por completo.

Un gruñido se agolpó en su garganta, meciendo sus caderas para crear fricción contra el colchón; su cabeza se hundía en el ápice entre sus piernas.

Crowley entonó una ligera risa sin aliento en respuesta a aquella picardía, que no dejaba de sorprenderle en el ángel; pero se difuminó en jadeos cuando la atención regresó. Se removía para dirigir la presión en su interior a su punto más dulce y deleitarse con más del húmedo recorrido de su lengua. Sus manos se aferraron a la tela del chaleco que le cubría los hombros, mientras se permitía perderse en el delicioso placer que le brindaba.

— Por todos los demonios, Aziraphale...Es demasiado, me voy a volver loca —gimió, descansando la cabeza sobre el colchón. Deslizó la mirada para contemplar de soslayo la manera en que rozaba su miembro con el colchón en busca de alguna satisfacción. Su rostro se acaloró y sintió que se le hacía la boca agua— Déjame tocarte...

— Cuando acabe contigo. — susurró el ángel acariciando sus piernas.

Una de sus manos fue hasta el juguete, comenzando a simular pequeñas estocadas en su interior, sin apenas moverlo hasta el exterior. Su otra mano separaba su piel, dejando el espacio suficiente para succionar suavemente.

Los gemidos de la demonio se volvieron más desesperados y sus caderas temblaron según Aziraphale retomaba sus movimientos. Le correspondía meciéndose contra él, con la piel enrojecida a causa del calor delirante que sentía extenderse por su cuerpo; y sus pechos ascendían en aceleradas respiraciones.

—No voy a aguantar...— jadeó, mientras dirigía la mano por su propio abdomen para alcanzarlos y provocar la carne sensible de uno de sus pezones, pellizcándolo entre sus dedos.

Crowley arqueó ligeramente la espalda cuando el orgasmo comenzó a abordarla, y sollozó, con las lágrimas de placer agolpándosele en los ojos.

Su mano y su boca se detuvieron lentamente, siguiendo los espasmos de su cuerpo hasta que se calmó. Aziraphale alzó su cabeza mientras se relamía y su mano comenzaba a limpiar lo fluidos que habían manchado su boca y barbilla. Se incorporó sobre la cama, quedando arrodillado entre sus piernas, con aquella dolorosa erección.

— ¿Puedes aguantar más? Quiero verte sentirme a mi, y no a ese dichoso juguetito.

Contemplándole con los orbes nublados, tensó su abdomen cuando el orgasmo se difuminó y la tenue vibración se volvió insoportable para su cuerpo sensibilizado.

— Apaga...Apaga esa maldita cosa...— Crowley tarareó al alargar el brazo vagamente para palpar el extremo perdido entre sus piernas empapadas y tiró con cautela, sacando el juguete de su interior. Gimoteó al sentir aquel nuevo vacío y la manera en que sus paredes se contraían a efectos de la excitación.

Aunque debía estar extasiada, sólo deseaba continuar con aquello, tenerle a él, más que a ningún otro insulso sustituyente; que la arruinase por completo todas las veces que así lo quisiera.

— Aziraphale, te necesito de una vez. No puedo soportarlo—acarició su miembro en algunas estocadas lentas y le dió un gentil empujón en el pecho para hacer que se sentase— Sé un buen chico y déjame devolverte el favor.

Trepó sobre él con hambre y le alineó contra su entrada, antes de sentarse sin piedad sobre sus caderas, tomándole por completo de una sentada.

Aziraphale se acomodó en la cama sin apartar su mirada del cuerpo de la demonio. El sudor resplandecía sobre su piel, como una gran obra maestra de arte.

Sus labios se entreabrieron para gemir, tomando asiento y reclinandose hasta apoyarse en sus antebrazos en la cama, y contemplarla por completo sobre su cuerpo. Su interior se sentía terriblemente bien, y Aziraphale obviaba el pecado que allí estaban cometiendo; era ella, sola y unicamente suya.

— M-Muevete por todo lo más sagrado, muevete...

Crowley se relamió antes de morder su labio inferior con fuerza, a la tentativa visión de aquel recostado y respirando pesadamente a causa de la excitación. Meció sus caderas una primera vez y cuando aquel llegó aún más profundo, gimió temblorosamente.

Sus dedos aterrizaron sobre los botones de su chaleco y lo desabrocharon, siguiendo con la camisa para colar una de sus manos por su pecho desnudo y acariciar su piel. Con el cabello despeinado y el semblante enrojecido por el deseo, la imagen del ángel la instó a querer moverse con más insistencia; descansando las manos atrás, sobre los muslos de aquel y serpenteando el vaivén de sus caderas hacia adelante, para que se clavara con certeza donde más le gustaba.

Aziraphale estaba completamente hipnotizado bajo el embrujo de los movimientos de Crowley, sintiendo verdadero placer a cada estocada que daba en su interior. Su melena estaba completamente despeinada, sus ojos tan brillantes como las estrellas estaban rojizos de los sollozos por el placer, y sus labios... Inflamados y tan rojos como la manzana del Edén.

El ángel se incorporó y tomó a Crowley de sus nalgas, ayudando a moverse en su interior, pudiendo observar más de cerca su rostro.

Su semblante se tiñó con una expresión de puro placer, separando los labios para jadear y arrugando el ceño. Sentir cómo Aziraphale la acogía con sus manos en aquel agarre firme le implantaba un dulce nerviosismo en el estómago, que se enfatizaba cada vez que se encontraba con su mirada celeste. Contempló su rostro en embeleso, incapaz de abandonar aquella íntima atención, y bebiendo felizmente cada uno de los cambios en las facciones del ángel, ahora que podía disfrutarle tan de cerca.

Bajó el mentón con el calor tomándole las mejillas, seducida por el trance de sus suspiros y se atrevió a acercarse a acariciar su nariz con la suya, tanteando suavemente antes de unir sus labios en un beso.

Aziraphale abrió su boca y acogió la lengua de la contraria, besando y jugando con su lengua. Los gemidos se agolpaban en su boca, ahogándose en el placer de probar aquellos labios.

Sus manos movían y mecían el cuerpo de la demonio sobre su cuerpo, gimiendo y contrayendo su ceño a cada movimiento profundo al que conseguía llegar. Le estimulaba, pero necesitaba más, más y más de ella.

Crowley jadeaba sobre sus labios, entre aquellos besos desordenados y recorría sus hombros bajo la tela. Se apoyó en el cuerpo del ángel para alzar las caderas y descender en un vaivén más brusco y desesperado, dejando salir gemidos dulces cuando volvía a tocar fondo, arremetiendo aquel sensible punto en su interior.

Le montó con insistencia durante algún tiempo más, disfrutando del tacto de aquellos dedos clavados en su piel, apresando la carne de sus caderas y sus muslos. Sin embargo, deseaba más y detectaba la misma necesidad insaciable en Aziraphale.

Se levantó con un cálido suspiro y se recolocó sobre sus rodillas, lanzando una mirada al ángel detrás de su cuerpo, antes de descansar el pecho sobre el colchón suavemente, para arquearse y exponerse a él con más descaro.

—Vamos, ven— le susurró con una gentil tentación, y sus dedos le invitaron, separando sus pliegues a espectáculo de aquellos ojos— En esta posición se sentirá mucho mejor.

Aziraphale suspiró al verla, sintiendo su respiración pesada, y como todo su ser ardía por más.

Llevó sus manos a sus nalgas, separándolas y admirando su ser antes de tomar su erección para rozarla con su entrada. Se deslizaba lentamente, hasta que entró por completo de una estocada, cubriendo su espalda con su cuerpo para acomodarse sobre ella.

— Esto es como estar en el cielo... — gimió con un hilo de voz, aferrandose al cuerpo de la demonio para poder moverse a placer.

Crowley giró el rostro para dejar besos lentos sobre los labios del ángel, mientras una de sus manos buscaba la piel de su mejilla en una tierna caricia.

—Disfrútalo. Podrás tenerme siempre que quieras— derramó sobre su boca con complicidad, llevando la caricia a los rizos desordenados de su nuca.

Por algún motivo, su corazón se estrujaba si pensaba demasiado en lo que aquel secreto podía suponer para el principado, las oleadas de deseo que percibía de él y la pecaminosa fricción entre sus cuerpos.

Sin embargo, el placer de aquellas nuevas estocadas profundas era demasiado delicioso como para no imponerse sobre las dudas, y sus labios se llenaron de dulces gimoteos.

Aquella promesa quedó sellada entre sus labios, ahogando sus gemidos conforme sus caderas profundizaban en su interior a cada embestida; bebiendo de sus labios el placer que le proporcionaba.

Sus manos se aferraban al cuerpo de la demonio, apretandola contra el suyo y calmar aquella necesidad de ella. La necesitaba, la quería disfrutar y que fuese completamente suya. El deseo y el placer carnal debía de ser tan desconocidos para Aziraphale, y completamente impensable; y sin embargo, el ángel pecaba de ello, del disfrute que aquel acogedor interior le proporcionaba.

Los ojos de Crowley se llenaron de lágrimas de placer y sus dedos se aferraron a aquellos rizos dorados, según el cúlmen la azotaba y hacía temblar. Acogió las estocadas con la espalda arqueada, sosteniéndo aquella boca junto a la suya en desordenados besos, y pronunció su nombre en tenues suspiros.

La voz de Aziraphale se ahogaba en los labios de Crowley, gimiendo su nombre cuando de varias embestidas finales, culminó en su interior. Su cuerpo se pegó al suyo, hasta que cedió y se tumbó de lado, sosteniendo a la demonio por su cintura. No quería salir de su interior y solo la abrazó, mientras su aliento chocaba contra su nuca, tratando de recuperarse.

Mientras regulaba su propia respiración, Crowley buscó con los dedos su mejilla y le dió una caricia liviana, permaneciendo cerca para compartir el agradable calor que aquel cuerpo le propiciaba. Separó los labios con la respiración pesada, y se estremeció ante la sensación que llenaba su interior lentamente, de la que tampoco deseó alejarse, al menos por algunos instantes más.

— ¿Ángel? —murmuró, ladeando el rostro. Según la intensidad se rebajaba en silencio, la vergüenza abordó sus mejillas con sutileza— Para... ¿para qué habías venido?

— Yo... —el ángel jadeó y frunció el ceño. De pronto, parpadeó y se incorporó suavemente, sin apenas separarse de su cuerpo. — Te había traído una bolsa con dulces y pasteles. Y tu café favorito. Quería darte una sorpresa, y al final, me la llevé yo.

Crowley entonó una risa sincera al oírle, y se incorporó junto a él, rodeándole con los brazos en una tierna caricia.

— Pues... Si no has saciado tu apetito por completo— comenzó, acercándose a dejar un beso sobre la mejilla del ángel sin borrar la sonrisa de sus labios—, déjame tentarte a que te quedes y los probamos juntos ¿sí?

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