Una belleza caída en desgracia

By PalomaCaballero

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(LGBT+) Lo único que Magnus espera de su viaje a la isla Tortuga es demostrar que es un hijo digno y volver c... More

Notas
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Epílogo
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By PalomaCaballero

Ya estaba amaneciendo y apenas quedaban un par de personas limpiando la playa, cuando un hombre apareció, seguido de pops alarmados que Magnus pudo entender. Maravillado se giró hacia el susodicho, pero este se encontraba tan aterrorizado que de inmediato olvidó su reciente descubrimiento.

"¡Cecil!¡Cecil!¡Tienes que venir a la casa principal! ¡Algo está pasando!" reconoció al hombre cómo uno de los isleños que trabajaba en el almacén de los Baker. En ese momento lo que llamó su atención fue el terror en la cara del susodicho, aquello sólo podía significar problemas.

Ante el llamado, Cecil levantó el rostro, poniéndose pálido, esperando obviamente lo peor.

"¿Qué sucede?" preguntó, frunciendo el ceño.

"¡Es Alquila! ¡Fue a la casa principal! ¡Ha intentado asesinar a tu marido!" exclamó, con una mueca desencajada. Ni Magnus ni Cecil dijeron nada, simplemente se echaron a correr hacia la mansión de los Baker. El camino estaba resbaloso por la lluvia, así que el camino era accidentado, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para que Cecil no se lastimara en el camino teniendo en cuenta que todo era lodo y rocas. Al mismo tiempo sus pensamientos se movieron rápidamente a Venus, que estaba solo en casa, esperando por ellos. Si era cierto lo del ataque, había una sola razón por la que Aquila se arriesgaría a enfrentarse a los Baker, las posibilidades de que le hubiera sucedido algo al chico eran muy altas.

Al llegar Magnus observó la escena que se desarrollaba en la entrada de la casa, donde un montón de trabajadores rodeaban a dos hombres que estaban discutiendo. Uno de ellos era Evangelous, el hermano mayor de Aquila, quien tenía los puños apretados, mientras sus ojos brillaban con furia. El otro era Jeffrey Baker, que sostenía una pistola, apuntando hacia el hombre, sus ojos tenían una determinación tan clara que nadie se atrevió a moverse excepto Cecil, quien corrió directamente hacia Evangelous, colocándose frente a él para cubrirlo con su cuerpo. Sin embargo, el chico era bastante pequeño, así que Jeffrey sólo levantó el arma, apuntando a la cabeza del hombre.

"¡Basta! ¿Qué está pasando aquí?" Cecil estaba frenético, asustado como nunca. Magnus sintió una furia salvaje apretujar su pecho, el sentimiento fue tan avasallador que lo tomó por sorpresa.

Nadie tocaba lo que era suyo y ese hombre, Jeffrey Baker, estaba tentando a su suerte al atreverse a apuntar un arma al muchacho.

—Hazte a un lado —ordenó Baker, frunciendo el ceño, furioso ante la intervención de Cecil.

Magnus no dijo nada, pero tampoco fue necesario, el arma se dobló, transformándose en una bola de hierro que cayó al suelo con fuerza. Jeffrey soltó una maldición, pero al encontrar el origen de la magia, no pudo decir nada.

—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó, su voz estaba llena de una autoridad difícil de ignorar. Jeffrey apretó los labios, negándose durante un momento a ceder. Magnus no supo la clase de expresión que había puesto, pero ciertamente hizo que Jeffrey finalmente retrocediera.

"Se ha llevado a mi hermano y no me permite verlo" las letras de Evangelous se ondularon con rabia. Magnus frunció el ceño pensando en Alquila, quien había estado trabajando casi toda la noche en el festival de la pesca.

—¿Eso es cierto? —Magnus observó al hombre, había un tono de acusación en su voz. Fingió que le daba la opción de excusarse, pero ya estaba seguro de la culpabilidad de Jeffrey.

—Su hermano vino aquí a acusarme de haber secuestrado a su marido, me atacó y mis trabajadores se lo llevaron, lo encerraron en la bodega mientras las autoridades venían en camino —explicó el viejo lagarto, levantando el mentón con aire de suficiencia—. Pero él escapó, no tengo idea de donde pueda estar.

Magnus se le quedó mirando, frunció el ceño.

—¿Secuestraste al marido de Alquila? —su mente se movió rápidamente hacia Venus y el recuerdo del chico inclinándose, mientras su esposo le besaba la frente unas horas antes le asaltó.

—Ni si quiera conozco a su marido, no sé de dónde sacó eso —dijo, frunciendo el ceño. Magnus apretó los puños, recordando las noches que había intentado entrar a la casa. Ese viejo lagarto era un buen mentiroso, pero no iba a dejar que se saliera con la suya, si le había tocado un solo cabello a Venus, iba a enterarse de lo que era amar a un dios en tierras extranjeras.

—Primero, busquemos a Aquila, muéstranos dónde lo encerraste, partiremos de ese punto, luego hablaremos de lo demás —enseguida le hizo una seña a varios de los aldeanos para que se quedaran cerca de Jeffrey—. Quiero que lo vigilen mientras el resto revisamos la isla y los almacenes.

El hombre quiso protestar, pero no se lo permitieron. Magnus tomó a Cecil del brazo y lo llevó a solas.

—¿Conoces algún sitio donde pudo haberse escondido? —preguntó, frunciendo el ceño.

Este asintió con la cabeza, Magnus suspiró, pidiéndole que se hiciera a un lado, luego organizó las búsquedas para que revisaran cada rincón de la casa y de la isla, todavía tenían que asegurarse de que realmente hubiese escapado, así que mandó a revisar los rincones de los almacenes. Luego le pidió a Cecil y Evangelous que revisaran los lugares en los que solía pasar el rato, si veía una cara conocida le sería más fácil salir.

Él se fue con Cecil y Evangelous se fue sólo. El primer sitio que visitaron fue la cava, donde ambos solían ir a despejarse, además de ser su antiguo lugar de encuentros. No había nadie, sin embargo, nada más llegar el joven tritón de pelo rosa se asomó en el mar.

"Magnus" lo llamó, sacando medio cuerpo del agua "Necesitamos tu ayuda" el chico lo llamó, Magnus se dio cuenta que tenía un arañazo en la mejilla y moretones en los brazos.

—¿Pero que te ha pasado? —preguntó, frunciendo el ceño e hincándose a su lado.

"Me encontré con ese hombre hace unas noches" dijo, sus ojos frenéticos miraban a todos lados cómo si este fuera a aparecerse de la nada "Y trató de secuestrarme, pero logré escapar" a juzgar por sus heridas, no lo hizo ileso.

"¿Haz visto a Aquila?" preguntó Cecil de repente, hincándose junto a Magnus.

El chico miró de uno al otro y luego se encogió de hombros.

"No lo he visto" luego sonrió hacia Magnus "Ya puedes entendernos" una sonrisa se le escapó "Sabía que podrías" agregó.

Este se quedó quieto, Cecil lo miró, sorprendido por este hecho, estaba tan acostumbrado a cambiar de letras a pops que no se dio cuenta que estaba comunicándose sin escribir en el aire.

—Eso no importa —Magnus salió de su ensimismamiento, centrándose en el asunto—. Tenemos una situación urgente aquí.

El tritón hizo un ruido y le tomó de la mano.

"Tienes que venir conmigo, Ametysth descubrió que su hijo estaba siendo secuestrado, lo siguió y con un grupo de nosotros intentaron sacarlo, pero también quedaron atrapados, no conocemos hechizos humanos, así necesitamos a alguien que pueda romper las guardad de la prisión en donde los tienen" explicó, frenéticamente. Magnus se giró hacia Cecil, el rostro de ambos se iluminó ante esta información.

—Cecil, continúa con la búsqueda, yo iré por Venus —y se lanzó al agua, sin darle tiempo de decir nada, transformando sus pies en una cola para continuar nadando hacia donde el tritón le señalaba.




Su destino era un islote cercano a la isla Tortuga, se dio cuenta enseguida que estaba oculto por un hechizo protector, sintió el cosquilleo de la magia cuando pasaron la barrera hasta llegar a la playa. El lugar no era muy grande, había una especie de mansión que lo ocupaba todo. Cuando salió del agua Calixto, se quedó debajo.

"No puedo ir más allá o quedaré atrapado también" explicó, apretando los labios "No seré de mucha ayuda si te sigo"

—No te preocupes —respondió, con una sonrisa en los labios.

Magnus observó el lugar, su piel estaba hormigueando, la magia era muy fuerte, las guardas seguramente ya les habrían avisado a los cuidadores que estaba ahí. Se preguntó exactamente que era ese lugar. Frunció el ceño, la barda tenía una segunda barrera que él podría romper si se lo proponía, pero cómo no tenía idea de donde estaban los secuestrados era mejor ser prudente.

Deambuló alrededor buscando una forma de entrar, cuando alguien le llamo.

—¡Oye tú! ¡No puedes estar aquí!

Magnus estaba en cuclillas, revisando algunas rejillas que dejaban pasar el agua cuando escuchó aquella voz. A sus espaldas los pasos de varias personas llamaron su atención.

Magnus se transformó en otra persona, una que conocía muy bien, un rostro que le ayudaría a que le abrieran las puertas del castillo más custodiado. Se giró y vio a varios guardias acercándose, en medio de ellos estaba la figura de un hombre que conocía muy bien.

Rápidamente echó un vistazo a la ropa cara de la capital, las arrugas en el rostro, el andar arrogante. Sin embargo, cuando estuvo cerca frunció el ceño al darse cuenta de algo: se había equivocado.

Norman Baker observó al chico en la playa, era un ángel de ojos verdes, cabello rubio rizado, labios llenos, cintura pequeña, su piel era cómo de porcelana, casi traslucida, estaba empapado, la ropa se le pegaba al cuerpo y lo miraba con expresión de cautela. El chico no debía ser mayor de veinte años, tenía un cuerpo delgado, con piernas largas y bien torneadas. Era un regalo caído del cielo.

—Niño ¿Qué estás haciendo aquí? —sus ansias apenas se mantuvieron a raya en su tono de voz. El chico le miró, agitando sus enormes pestañas.

—Mi barco naufragó —sus ojos se llenaron de lágrimas, parecían piedras preciosas brotando de aquellos impresionantes ojos verdes. Norman no pudo resistirse, le tocó la mejilla limpiando el llanto que lo empapaba.

—Debes estar asustado, ven aquí, te llevaré a casa para que tomes un baño caliente —Norman lo rodeo de los hombros, el chico tembló ante su toque y una oleada de excitación le recorrió el cuerpo. Una joya cómo esa no se encontraba fácil, incluso el grupo de sirenas no tenía algo de semejante calidad.

No podía esperar a que comenzará a servir en su cama.

Con cuidado lo guío dentro de la mansión, donde las puertas se cerraron a sus espaldas, pesadas e impenetrables.

Nuestro querido tritón no se queda quieto jamás *equisde*

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