Rompiendo Barreras © ✓ (Compl...

By LucyKasia-

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Para mantener su pequeño hogar seguro y cálido, harán lo que esté a su alcance para cuidar el uno del otro y... More

Prólogo
1. Tendremos un bebé
2. Un nombre especial
4. Lo que realmente importa
5. No, no tocar
6. Risas
7. La petición de Einar
8. Una inquietud
9. Un giro inesperado
10. Te lo prometo
11. Killer
12. Oculto entre nosotros
13. Confrontación
14. El verdadero culpable
15. Mami
16. Juntos otra vez
17. El cuerpo no miente
18. Pequeños momentos
19. Mis recuerdos
20. Hogar
21. Un pequeño Santa
22. Mi único amor
Epílogo

3. Mi bebé, y ella

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By LucyKasia-


ELIAN HANSEN

—¡El bolso, el bolso, el bolso! —repetí mientras corría al auto, abrí la puerta para tomarlo y también la mochila de Aurora, volví a correr al hospital. Subía las escaleras con rapidez  hasta que llegué al piso correcto.

¿Cómo se me iba a olvidar dejar el bolso del bebé en el auto? Los nervios me estaban matando.

—Estoy aquí ¿Ya dilató? —pregunté al entrar, Diana tomaba la mano de Aurora.

—Aún no, pero tuvo otra contracción —respondió y luego volvió a verla —. Respira profundo, lo estás haciendo bien.

—Diana, gracias por venir con nosotros, pero ya casi es año nuevo, debes ir a casa.

—¿A casa? Todos vienen en camino, estaremos en la sala de espera. Si vamos a celebrar un año nuevo, que sea cuando este pequeño nazca —aseguró, tenía un cintillo de muñecos navideños sobre su cabeza.

Ella giró sobre sus pies para verme, estaba feliz. Y yo era un saco de nervios.

—Iré con los demás  —entonó, dando saltitos hasta la puerta.

Yo me acerqué a Aurora, afuera todo estaba un poco agitado y temía que eso la pusiera nerviosa. Acunó su carita en mi mano, acaricié sus mejillas y besé sus labios. Debía ser fuerte, debía demostrarle que estaba junto a ella, en cada segundo de este proceso, por muy nervioso que yo estuviera.

—Ahora cada vez que tenga contracciones, me acordaré de cuando te pusiste esos parches —comentó, soltando una pequeña risa.

—Quería sentir el mismo dolor que sentirías tú, y fue un dolor espantoso —afirmé—. Ustedes las mujeres, son increíbles, capaces de aguantar el máximo dolor para traer a sus bebés, capaces de llevar una vida dentro de sus cuerpos y hacerlos crecer nueve meses. Eso es, digno de admirar y respetar para siempre.

Ella sonrió y se recostó de mi pecho, acaricié su pelo. Hasta que se arqueó hacia atrás. Una mueca de dolor se apoderó de su rostro, pero ella se lo tomó con calma, respiró profundo y cerró los ojos, su entrecejo permanecía un poco fruncido. Yo sabía lo fuerte que era mi esposa, pero aún así me ponía tan nervioso verla, también estaba angustiado.

—No me veas así —habló, aún con los ojos cerrados, ella sonrió —. Daré todo de mí para que nuestro bebé nazca, luego verás que todo habrá pasado y él estará bien.

Ella abrió sus ojos y por alguna razón recordé aquella noche en la playa, nuestro noviazgo, el día de nuestra boda. Todo pasó ante mí en secuencias, hermosas secuencias que me hacen amarla cada vez más.

—Lo sé, mi amor, y yo estaré aquí. Estamos juntos —susurré, inclinándome.  Ella extendió su mano para acariciarme y sonreír—. Te amo, preciosa.

—Yo también te amo, cielo.

Le dí un pequeño beso en los labios, la acompañé hasta que una enfermera entró para revisarla. Dijo que ya estaba dilatando, Aurora siguió teniendo contracciones, parecía que el bebé se estaba acomodando para nacer. Diana me avisó que todos estaban en la sala de espera.

Unas pocas horas después, trasladaron a Aurora, y me hicieron vestirme igual a ellos. Todo estaba preparado para la llegada del bebé. Estaba demasiado nervioso, ella sujetaba mi mano con fuerza y yo acariciaba su pelo, se veía lista, no dejaba de hacer respiraciones como lo indicaban. Una enfermera se ofreció a fotografiar el momento en que tuviéramos al bebé.

Ella se había preparado bien, muchos meses antes, comenzó a ejercitarse conmigo, también hizo gimnasia íntima para ayudar al parto y a su cuerpo a volver a la normalidad. Todo este proceso de tener a nuestro bebé, requirió una preparación muy anticipada de nuestra parte. Yo había investigado mucho, me encargaba de hacerle comidas apropiadas para ella y el bebé, la ayudaba a sentirse menos estresada. Estuve siempre ahí, en cada momento.

Aurora seguía con sus respiraciones.

Y entonces, le dieron la señal de pujar, mi corazón no dejaba de latir con fuerza cada vez que la veía esforzarse, creo que hasta las piernas me temblaban, estaba tan nervioso que comencé a entender el porque algunos padres se desmayaban. Presenciar un nacimiento era algo indescriptible, me sentía tan pequeño, hasta que tuve que recordar que era mi bebé también, que Aurora es mi esposa, y que yo debía permanecer fuerte frente a esta nueva emoción.

—Lo estás haciendo bien, mi amor —le susurraba, presionando su mano.

Aurora tenía experiencia de estar en un parto, comentó que había acompañado a su madre durante el nacimiento de los mellizos, también sabía atender a un bebé porque tuvo que cuidar de sus hermanitos los primeros años después de que nacieron.

Yo en cambio, no sabía nada, absolutamente nada. Ella me explicó, y también estuve leyendo durante estos últimos meses, libros acerca del cuidado que debía darle al bebé, hasta primeros auxilios en caso de emergencias. Tuve el deseo de prepararme sabiendo esas cosas, porque quería ser lo mejor para mi bebé y para ella.

—Una vez más, Aurora, puja —indicó el doctor, y así lo hizo ella.

Los fuegos artificiales fueron lanzados al cielo y entonces lo escuché.

Un llanto.

Un llanto inundó la habitación y supe al instante que lo protegería tanto como a ella, vi a mi pequeño ser envuelto por la enfermera y luego lo trajo hasta el pecho de Aurora. Ella comenzó a sisear para acallarlo.

—Estoy aquí, estoy aquí —le dijo, el bebé guardó silencio y tal escena me pareció la más conmovedora del mundo. Me bajé el cubre bocas y Limpié algunas lágrimas que se habían escapado de mis ojos, no podía dejar de sonreír al ver lo hermoso que era.

Es tu bebé, es tu hijo, sobre el pecho de la chica que amas, y ella es su madre. Se repetía una y otra vez en mi mente.

El flash de la cámara instantánea nos iluminó, luego una enfermera tomó al bebé para acercarse al mesón y hacer su protocolo, otra enfermera se acercó para ayudarla. Miré con emoción a Aurora, quien recostaba su cabeza, había sudado un poco, y escuchaba con atención al bebé que volvía a llorar.

Compartimos una mirada, saqué mi pañuelo con rapidez para limpiar su frente y sonreírle.

—¿Quién es un hermoso bebé? —preguntó una de las enfermeras que lo atendía, lo limpiaron, comprobaron sus latidos, su respiración y procedieron a pesarlo —. 3.2 —informó a la enfermera que anotaba todo—. Buen peso y excelentes latidos.

—Felicidades por el nuevo niño ¿Cuál será su nombre?

—Einar —respondí, ella asintió y escribió en otro papel con dibujos de oso.

—El parto no tuvo complicaciones y el bebé nació justo a los nueve meses, así que podrá quedarse con ustedes. Haremos todas las observaciones desde aquí —me explicó—. Sin embargo, estará en una incubadora hasta que el ambiente sea seguro, ya que apenas comenzará a hacer defensas.

—No pueden visitarlo todavía, solo ustedes dos podrán verlo, cuando lo saquemos de la incubadora podrá ser alimentado y es importante que reciba el calor de sus cuerpos.

La otra enfermera lo extendió hacia mí y sentí que el mundo se detenía, un pequeño rostro y unas pequeñas manitos fue lo primero que ví. Lo tomé en mis brazos y se sentía tan frágil, tan pequeño. Sus mejillas estaban enrojecidas y tenía los ojos cerrados. Lo bajé con mucho cuidado hasta Aurora, ella acomodó su brazo para recibirlo.

Los fuegos artificiales iluminaban el cielo todavía, en varios colores, el bebé había nacido el primero de enero. Justo en año nuevo.

Cuando trajeron la incubadora, colocaron al bebé cerca de la cama. Salí a la sala de espera para avisar que Einar ya había nacido, el bullicio y la alegría no se hicieron esperar. Les mostré la foto que le tomé a mi bebé.

—¡Miren que precioso! —exclamó Diana —. ¿Viste a tu primo? —le preguntaba a Marlon, quien parecía recién despierto, extendió su dedo hasta la pantalla.

—¡Qué bonito! —exclamó Sofí.

Una vez que lo vieron y se alegraron, me alejé un poco con Matt, mientras ellos hablaban entre sí.

—¿Y te desmayaste?

—Estuve a punto, mis piernas parecían espaguetis —respondí—. Pero después sentí una felicidad inmensa de poder escuchar a mi bebé.

—Te lo dije, después de que el bebé nace, la felicidad es más grande —afirmó.

Sonreí y miré hacia el frente, mi suegra me abrazó.

—Estoy muy feliz, no puedo creer que sea abuela. No sabes cuánto soñaba con estos momentos, mi niña teniendo su hogar.

Limpió una lágrima que corría por sus mejillas.

—Prometo cuidarlos siempre —aseguré, tomando sus manos, ella asintió con una cálida sonrisa.

—¿Y cuándo podremos ver a mi hermana? —intervino Lucas.

—Tal vez mañana, amigo.

—Sí mi niño, el bebé apenas nació y no tiene defensas, por eso necesita tiempo para hacerlas.

Él abrió la boca en un gesto de comprensión, pero volvió a verme para preguntar:

—¿Y cómo está ella?

—Está bien, el parto no tuvo complicaciones, y tu hermana hizo un gran esfuerzo por Einar.

—Mi hermana es muy fuerte, no puedo creer que sea tío tan joven —opinó.

—¡Pero él podrá presumirnos! —intervino Sofí—. Seremos unos tíos geniales.

Lucas asintió y siguió hablando con su hermana acerca de las cosas que podrían enseñarle al bebé cuando creciera, cuando alcé la mirada, mis abuelos venían por el pasillo.

Sus rostros se iluminaron en cuanto Diana les dijo que el bebé había nacido, los abracé a ambos para mostrarles la foto.

—Oh Dios mío, que bonito. Me alegra que ahora tengamos a otro miembro en la familia.

—Mi muchacho, tu abuela y yo estamos orgullosos de verte ser padre. Lo harás muy bien —afirmó mi abuelo.

—Gracias abuelo, y gracias a todos por venir.

—¡Y feliz año nuevo! —exclamó Diana, el pequeño Marlon sonrió y elevó sus manos.

—Oigan, es hora de irnos, o nos van a sacar —murmuró Matt, viendo a las personas en la sala de espera, nos observaban a todos.

—Cierto, gente es hora de volver a casa, tenemos que cenar y celebrar este año —dijo Diana, dándole el niño a Matt.

—No olvides pasar la foto al grupo familiar —recordó mi abuela, yo asentí y me despedí de ellos.

Volví a la habitación. Aurora me dió una pequeña sonrisa, y unas inmensas ganas de besarla, aparecieron.

Todas mis emociones eran inmensas en este momento.

Me acerqué a ella para inclinarme y besarla, luego la miré, sus lindos ojos cafés. Junté mi nariz con la suya.

—¿Te sientes bien, mi amor?

—Sí, estoy bien —susurró, me alejé un poco para apartar un mechón de su rostro—. Fue muy doloroso, pero ¿Lo viste? Es tan bonito, tan pequeño.

Con su pulgar, rozaba el dedo que el bebé había estado sujetando. La observé, y pude sentir su alegría. El amor de mi vida se había convertido en madre, la madre de mi pequeño.

—Sí, quiero tenerlo tenerlo de vuelta en mis brazos.

Acaricié su pelo con suavidad.

—Tengo algo que decirte, cuando salgamos del hospital, nos iremos a una nueva casa. Estuve preparando todo, para que te guste mucho, y también algunas cosas que voy a mostrarte cuándo lleguemos.

—¿En dónde será?

—En la misma zona donde vive Diana, podremos estar cerca, y los bebés podrán crecer juntos —respondí.

—Me parece increíble —expresó, se veía algo cansada, sus ojos comenzaban a cerrarse.

—Duerme, amor. Estaré aquí, cuidando de ti, y de nuestro bebé.

La ayudé a recostarse, y acaricié su pelo hasta que se quedó dormida. No tienes ni la más mínima idea de lo mucho que te amo. Deposité un beso en su mano.

Estuve navegando en mi teléfono, tengo un nuevo proyecto que llevaré a cabo pronto. Me gusta innovar, ser creativo, y aprovechar mis conocimientos al máximo.

Levanté la mirada para verla dormir, e imaginar todo lo que seríamos ahora, todas las cosas que podríamos hacer junto a nuestro pequeño.

****

Una enfermera había entrado para hacer un chequeo, y justo cuando se iba, el bebé comenzó a llorar. Me ayudó a sacarlo, diciendo que Aurora debía amamantarlo.

Ella se despertó al escuchar el llanto, sostuvo al bebé y éste movía sus brazos. La ayudé a abrir la bata para exponer su pecho, mientras acomodaba al bebé.

Ahí estaba yo, embelesado, por un lado viendo lo hermosa que se veía ella, y por el otro, admirando cada vez más todo el proceso de la mujer al convertirse en madre. Insisto, las mujeres son increíbles, también capaces de alimentar a sus bebés.

—Si me necesitan, estaré afuera —afirmó la enfermera para retirarse.

—Muchas gracias.

—¿Tenías mucha hambre, verdad? —le preguntó, ver a nuestro bebé comer era tan bonito.

—Mira sus mejillas, es tan precioso como tú —comenté y luego una curiosidad surgió—. ¿Cómo se siente, hacer eso? ¿Te lastima? —pregunté. Ella levantó la mirada y me vio con diversión.

—No, pero ya estoy acostumbrada a ciertas cosas.

Me aclaré la garganta, nervioso. Desvié la mirada al recordar lo que yo hacía. En mi defensa, fui muy gentil. Escuché la risa de Aurora.

—Ya te pusiste todo rojo —afirmó.

—Claro que no —refuté, con una sonrisa.

—Hasta tu nariz está roja —aseguró, para volver su vista al bebé—. ¡Elian, mira! —susurró emocionada.

El bebé estaba abriendo los ojos, ambos lo miramos en silencio y asombrados, ese pequeño sorbia todo el alimento que le proporcionaba su madre mientras abrió un poquito los ojos.

—Hola mi bebé —entonó Aurora, él reaccionó a su voz, abrió los ojos por completo, eran enormes, y azules claros—. Se parece ti, estaba segura de que sería igual a ti, Elian.

Le dí a Aurora un pequeño beso en la frente y luego le hablé al bebé:

—Hola pequeño —toqué su cabeza, él ahora me buscaba con la mirada—. Papá y mamá están aquí.

Siempre estaremos aquí, mi pequeño príncipe.

****

A la mañana siguiente, Aurora se levantó para darse una ducha, mientras el bebé dormía. Nos dijeron que debíamos permanecer 48 horas en el hospital antes de poder irnos a casa.

—¿Segura que ya puedes levantarte, preciosa? —pregunté, dejando su mochila sobre el lavado.

—Sí. Me siento rarísima y estoy hinchada —respondió, tocando su vientre.

—Poco a poco te vas a desinflamar. Por ahora no levantes ningún peso, solo al bebé.

Caminó hasta el baño y me quedé con Einar, seguía dormido. Minutos después, trajeron el desayuno, Aurora salió del baño con un cómodo vestido que llegaba por encima de sus rodillas, y el pelo recogido.

Cuando se recogía el pelo se veía tan hermosa, me encantaba ver cada cosa que se ponía o cada peinado simple que se hacía. Estaba tan orgulloso de ella, y verla feliz me hacia sentir el doble de feliz.

—Te trajeron el desayuno —comenté, acercándome a ella—. Te ves preciosa.

—Gracias, cielo  —se levantó de puntitas para besarme, me incliné y la dejé besar mis labios, perdiéndome en los suyos.

Me tienes, siempre me tienes Aurora.

Se sentó sobre la cama y le alcancé las cosas. Comenzó a comer.

—Hay suficiente para los dos, come conmigo. También necesitas energía.

—No te preocupes por mí, compraré cualquier cosa después  —le dije, ella me dió esa mirada a la que no podía decir que no, a la que debía temer. La mirada de advertencia.

—Elian —llamó—. Siéntate y come.

—Sí, mi amor —acepté, sin reprochar—. Regla número uno de supervivencia —comencé a hablar con drama—. Siempre digan que sí ante esas miradas si no quieren que las cosas se pongan feas.

Aurora comenzó a reírse, hasta cubrir su boca. Me dio una palmada en la pierna.

—¿Qué cosas estás diciendo? —preguntó con diversión, me alcanzo la comida para preguntar:—. ¿Cuándo vamos a trasladar nuestras cosas?

—Solo voy a trasladar nuestra ropa, las cosas de  cocina, por lo demás no te preocupes, todo lo compré nuevo. Solo quiero que te relajes y no te preocupes por nada —le expliqué.

Hace un par de meses que, mientras los mellizos y su madre la iban a visitar, yo aprovechaba para ir a la nueva casa, arreglar detalles, supervisar las cosas que quería cambiar o agregar.

Y todo estaba listo, para que ella y el bebé pudieran habitarla.

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