3. Mi bebé, y ella

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ELIAN HANSEN

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ELIAN HANSEN

—¡El bolso, el bolso, el bolso! —repetí mientras corría al auto, abrí la puerta para tomarlo y también la mochila de Aurora, volví a correr al hospital. Subía las escaleras con rapidez  hasta que llegué al piso correcto.

¿Cómo se me iba a olvidar dejar el bolso del bebé en el auto? Los nervios me estaban matando.

—Estoy aquí ¿Ya dilató? —pregunté al entrar, Diana tomaba la mano de Aurora.

—Aún no, pero tuvo otra contracción —respondió y luego volvió a verla —. Respira profundo, lo estás haciendo bien.

—Diana, gracias por venir con nosotros, pero ya casi es año nuevo, debes ir a casa.

—¿A casa? Todos vienen en camino, estaremos en la sala de espera. Si vamos a celebrar un año nuevo, que sea cuando este pequeño nazca —aseguró, tenía un cintillo de muñecos navideños sobre su cabeza.

Ella giró sobre sus pies para verme, estaba feliz. Y yo era un saco de nervios.

—Iré con los demás  —entonó, dando saltitos hasta la puerta.

Yo me acerqué a Aurora, afuera todo estaba un poco agitado y temía que eso la pusiera nerviosa. Acunó su carita en mi mano, acaricié sus mejillas y besé sus labios. Debía ser fuerte, debía demostrarle que estaba junto a ella, en cada segundo de este proceso, por muy nervioso que yo estuviera.

—Ahora cada vez que tenga contracciones, me acordaré de cuando te pusiste esos parches —comentó, soltando una pequeña risa.

—Quería sentir el mismo dolor que sentirías tú, y fue un dolor espantoso —afirmé—. Ustedes las mujeres, son increíbles, capaces de aguantar el máximo dolor para traer a sus bebés, capaces de llevar una vida dentro de sus cuerpos y hacerlos crecer nueve meses. Eso es, digno de admirar y respetar para siempre.

Ella sonrió y se recostó de mi pecho, acaricié su pelo. Hasta que se arqueó hacia atrás. Una mueca de dolor se apoderó de su rostro, pero ella se lo tomó con calma, respiró profundo y cerró los ojos, su entrecejo permanecía un poco fruncido. Yo sabía lo fuerte que era mi esposa, pero aún así me ponía tan nervioso verla, también estaba angustiado.

—No me veas así —habló, aún con los ojos cerrados, ella sonrió —. Daré todo de mí para que nuestro bebé nazca, luego verás que todo habrá pasado y él estará bien.

Ella abrió sus ojos y por alguna razón recordé aquella noche en la playa, nuestro noviazgo, el día de nuestra boda. Todo pasó ante mí en secuencias, hermosas secuencias que me hacen amarla cada vez más.

—Lo sé, mi amor, y yo estaré aquí. Estamos juntos —susurré, inclinándome.  Ella extendió su mano para acariciarme y sonreír—. Te amo, preciosa.

Rompiendo Barreras © ✓ (Completa)Where stories live. Discover now