Mienne

By Ezeca_

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Nada mejor que tener como compañera de vida a una chef, buena comida nunca faltará en casa. Sin embargo para... More

1 No solo la cocina arde
2 Frenazo y Sorpresas
3 Sin concentración
4 Vueltas
5 Mimosas
6 Verdades
7 Sensaciones
8 Sábanas y Acción
9 Un trago unas semanas
10 Impertinente
11 VIP
12 Sus cosas
13 Evapora
14 Dudas
15 Visiones
17 La Puerta
18 Sin salida
19 Tiempo
20 Texto
21 Sonidos
22 De golpe
23 Puerta cerrada
24 Platos y Estrellas

16 Master

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By Ezeca_

Valentina
 
Al día siguiente, le dí a la cocinera un par de días libres para que Juliana pudiera tener pleno conocimiento y dominio de la cocina antes de la cena. Trabajó incansablemente preparándose y yo ayudaba en lo que podía. Como de costumbre, Juliana escuchaba música  mientras trabajaba, y cada vez que miraba, sus sensuales caderas que bailaban al ritmo de la música. Me volvía loca.

Yo picaba y molía agresivamente los ingredientes, lo que pensé que me ayudaría a sacar mis frustraciones, pero sólo me dejaba concentrarme en mis pensamientos. A pesar de haber decidido que esperaría a que ella sacara a relucir nuestro futuro, había estado a punto de decirle lo que sentía cuando bailamos en la gala. Pero me acobardé.

Maldita cobarde.
Y ahora, nos quedaban poco más de veinticuatro horas de acuerdo a nuestro trato. Y luego volveríamos a Santa Isabel, y claro, tal vez la vería por ahí, pero la idea de cualquier tipo de romance empezaba a sentirse más lejana.

Ella lo diría si quisiera estar conmigo, ¿cierto?
Pensé que mis propias esperanzas eran lo suficientemente obvias. Incluso había dejado caer que seguiríamos juntas cuando Eva y Sandra vinieran de visita.
Así que tal vez eso no es lo que ella quiere.

Pero cuando bailamos, nos sentimos tan conectadas, es como si encajáramos perfecto, a un mismo ritmo, con un mismo sentir. Y luego, cuando volvimos a la mansión esa noche, tuvimos sexo. Divino, mientras estuvimos en la bañera las dos nos dimos cariño.

 
Tal vez en realidad ella está en esto por el dinero.
No es que deba culparla. Todo había sido idea mía.

Bien hecho, idiota.

-Valentina, su voz me sacó de mis pensamientos. -Eso está muy picado. Puedes parar.

Miré las hierbas que había estado picando como una loca. Eran prácticamente polvo.

-Oh, mierda. Lo siento, dije. -¿Las he estropeado?

-No, respondió Juliana mientras paraba su boca para besarme. Como siempre, sus labios eran suaves y dulces. -Gracias, lo haces muy bien, susurró, y me perdí en sus ojos y sus hoyuelos.

Decidí entonces tratar de disfrutar del tiempo que nos quedaba juntas en lugar de pensar en su final.
 
 
Juliana
 
Se acercaba el final del día, y el siguiente sería nuestro último día juntas. Si realmente iba a ser así, quería que nuestra última noche fuera especial. Después de una cena de salmón con jugo de limón, varios mariscos con unas verduras asadas, me puse algo de mi lencería de encaje más atrevida mientras Valentina se ocupaba de algunas cosas para el trabajo.

Cuando ella entró en la habitación, yo estaba posando en la cama con un camisón rosa y negro con bragas a juego.

-Wooow. Se quedó boquiabierta.

-¿Te gusta? Le pregunté.

-Mucho, dijo mientras se acercaba.

Me senté de rodillas en la cama y le mostré su estuche de travesuras, ese que había traído entre sus cosas,  comencé a desabrochar su camisa de pijama. Valentina puso una sonrisa traviesa y una de sus manos viajó suavemente a mi mejilla y me acarició la cara con el pulgar. Le miré a los ojos que pasaron a un azul intenso en segundos mientras desabrochaba el último botón, y no rompí la conexión durante varios segundos.

-Te echaré de menos.
Valentina se inclinó y me besó apasionadamente, luego me tomó en sus brazos y me recostó suavemente en la cama. Llevó sus labios a mi cuello y comenzó a bajar. Luego bajó hasta el final de la cama y me levantó la pierna, dándome un beso suave como una mariposa en el tobillo. Fue subiendo por la pantorrilla, la parte interior de la rodilla y volvió al muslo.

Me quedé expectante mientras me bajaba las bragas y me daba más besos en los huesos de la cadera. Finalmente me comería, daríamos ese paso tan íntimo, bajó hasta mi centro y dió un par de vueltas coquetas con su lengua. Pero entonces se detuvo y me miró con una sonrisa socarrona.

-No te burles de mí, dije con un suspiro. -Hace mucho que no lo hago y contigo todo es....

-Vamos a disfrutar si? . Valentina me dió un suave beso y se puso entonces más activa con su lengua, por primera vez compartíamos esta parte, degustar mi intimidad era lo que faltaba, en medio de los suaves y repetitivos movimientos yo dejé escapar un gemido carnal mientras Valentina lamía y chupaba mi clítoris.

Levantó mis caderas de la cama y empezó a hundir su lengua en mi centro. Me agarré a las sábanas y arqueé la espalda de placer. Pronto todo mi cuerpo se estremeció. La creciente tensión se apoderó de mí en forma de rayos de un éxtasis eléctrico.

-¡Oh, Dios! grité, mientras me desplomaba en la cama. Pasé mis manos por la cabeza de Valentina para que se quedará ahí, haciendo eso mismo y mis muslos se enroscaron en su cuello mientras me corría.

Valentina volvió a mirarme, limpiándose la boca con el dorso de la mano y sacó su torso de entre mis piernas. Tenía la camisa desabrochada, pero aún colgada sobre los hombros, así que le ayudé a quitársela y la tiré al suelo, no traía sujetador y sus pechos quedaron expuestos, luego fui por su bermuda, bajé las manos entre la tela y fuí apretando sus nalgas y su ropita interior que era minina, para también bajarla y dejarla lista para mí.

En silencio, abrí el estuche de travesuras y saqué uno de los juguetes, un masajeador, se lo mostré a Valentina y ella lo tocó también y deslizó los dedos por la superficie del masajeador hasta que encontraron los míos, como aprobando que lo usara.

En respuesta, acortó los pocos centímetros que nos separaban y unió nuestros labios. Fue un beso corto pero intenso, más bien un preludio de lo que estaba por venir. Como sellar un pacto, la promesa de que entre las dos había mucho más que entregas, ya estaban cambiando las cosas, me había comido y todo era diferente. Clavó los ojos en los míos todavía muy cerca de mi boca y, con la voz algo ronca, dijo:

—Usalo en mí. Me dijo

A pesar de la urgencia que destilaban sus palabras volví a buscar su boca. Tenía un sabor afrutado, su suavidad se entremezclaba con los vaivenes demandantes de sus labios contra los míos. Todavía sumergidas en aquel beso, dejé que mis yemas se pasearan por el juguete hasta que dieron con los botones. Presioné el icono central para que el dispositivo se pusiera en marcha y mantuve la atención de Val en mi boca con un mordisco en su labio inferior.

Mi mano rodeó uno de los extremos del juguete y pude notar cómo estimulaba de dos maneras. Primero, hacía un suave movimiento de vaivén que me recordó a los dedos expertos de mi amante; segundo, vibraba con fuerza. Seguí palpando el juguete hasta que mi índice dio con el orificio del estimulador externo. La boquilla era gentil, de bordes redondeados, y a pesar de que no había contacto directo con la piel parecía despertar cada una de las terminaciones nerviosas con sus ondas sónicas.

Agarré la muñeca de Val e hice que también tocara el juguete. Como respuesta, emitió un jadeo que acallé con un nuevo beso desesperado, responsable de que me humedeciera por momentos.

Sentía mucho calor con solo pasar la boquilla del juguete por su piel. Vi cómo se erizaba ante el contacto, de manera instantánea se quitó todo junto, camisa y bermudas con micro pantis incluidas, quedando dispuesta para mi.

—Estoy muy excitada —murmuró, con los ojos cerrados y la clara intención de que empezara con ella, lo que le había sugerido.

Yo también estaba excitada y mi mente funcionaba al mil, quería que se llevará una magnífica experiencia. Recordé lo que debía hacer primero. Siseé contra sus labios, como pidiéndole silencio, y aparté el juguete antes de decirle:

—Tenemos que lavarlo.

Siguió mis pasos al baño y apagué el juguete para lavarlo antes de usarlo por primera vez. Nuestras miradas se encontraban en el espejo y destellaban deseo, mi cuerpo también respondía moviéndose contra el de Valentina, que estaba detrás de mí. Sentía mi centro mucho más sensible, incluso el roce al caminar me resultaba provocador.

Lo que estaba sucediendo entre ambas había batido el récord de mis expectativas. Había imaginado a Val con sus juguetes pero ahora era yo la que iba a usarlos.

Como si pudiera leer mi mente, Valentina tomó las riendas y me agarró de la mano para regresar a la cama, dónde pudimos acomodarnos gracias a lo grande que era, pero tan solo un poco antes de que se explayara por completo y se acariciara sus kilómetricas piernas.

—Sigue... —suplicó

Me sentía extasiada, de solo verla, y esa sensación se potenció cuando asumí mi rol dominante, con los dedos me deslicé por su cuerpo. Lo hice sin prisa, pero sin pausa, hasta que alcance su sexo. Acaricié su humedad y la esparcí de arriba abajo, arrancándole un gemido con cada roce. Llevé el juguete a su entrada, lo coloqué antes de empujarlo hacia adentro. Estaba sucediendo, la miré y le besé la rodilla. Entró con facilidad por lo lubricada que estaba, y luego lo encendí de nuevo.

Val contuvo un grito al sentirlo vibrar dentro, pero liberó otro al presionar el botón central y agregarle movimiento. Era mi turno de darle placer, suave pero firme posicioné la boquilla sobre su clítoris. Hice un pequeño ajuste hasta que estuvo en el lugar apropiado, luego eché rienda suelta, me incliné y la besé profundo, con la mano firme en la actividad al sur, los gestos, gemidos, y hasta el silencio demostraban lo mucho que estaba disfrutando de la estimulación simultánea.

Era intensa, potente, profunda. Sin dejar de sostener el vibrador lamí y ataque sus pezones, alternaba entre uno y otro.

Tenía la impresión de que todas las zonas erógenas de su cuerpo estaban estimuladas en ese momento. Los gemidos de Valentina parecían multiplicarse, lo sabía, ya habíamos probado una vez los movimientos del juguete en mi interior, y eran tan precisos que deseabas más y más.

Al poco, el orgasmo llegó sin previo aviso y Val se sacudió como lo haría una tormenta tropical. Busqué sus labios y la besé con impaciencia, mientras sentía los estragos del  clímax que arrasaba con ella.

Me recosté a su lado, Valentina todavía estaba desvanecida perdida en el orgasmo, casi sin tocarla pero sintiendo su cuerpo, tomó mi mano y la guió hacia su intimidad, retirando el dildo. Se hizo espacio por mi cuerpo y acompañó el dildo a mi interior. Lo introdujo sin titubeos, se movió con frenesí, lo movió con agilidad y sentí cómo era yo quien llegaba al orgasmo nuevamente. Lo alcanzamos allí, juntas, frente a frente, temblando por completo, perdidas en las miradas.

La tormenta nos había atrapado a las dos, y ahí tumbadas de lado, con las manos en la intimidad de cada una, sintiendo nuestros fluidos, desesperadas pero en calma. Sentí que no quería que esto terminara.
No quiero que lo nuestro termine. Pensé
Entonces, Valentina me miró a los ojos, besándome de nuevo antes de escuchar su voz casi agónica.

-Juls... dijo sin aliento, -Te amo.

Me quedé sin palabras.
Escuchar sus palabras me llenó de calidez, pero tenía que estar segura de que no era algo que se había dicho en el calor del momento. La miré y le puse mis manos en la cadera para poner distancia.

-Por favor, no digas eso si no es verdad, susurré.

-Es verdad, insistió Valentina. -He estado tratando de reunir el valor para decírtelo. Te amo.
Sentí que una lágrima se me formaba en los ojos y el pecho.

-Yo también te amo, admití finalmente. -No quiero que esto termine.

-¿Por qué no dijiste nada antes? preguntó Valentina.

-Tenía miedo de que no sintieras lo mismo. ¿Por qué no lo hiciste tú?

-No quería que te sintieras presionada por el tema económico, dijo. -Estaba esperando a que dijeras algo primero. Llevo días agonizando por ello.

Me reí a pesar de la lágrima que resbalaba por mi mejilla. -¡Somos tan estúpidas!

-Entonces..., dijo, ¿te quedas conmigo?.

-Sí, respondí mientras me apretaba por la cintura.

-¿Sí?, volvió a besarme.

-Sí, le correspondí y me giré poniéndome encima de ella, poco a poco volvimos a coger el ritmo, de acariciarnos, de unir nuestros centros.

En unos minutos más, ambas estábamos de vuelta en nuestra entrega de amor.

-Valentina, grité con voz jadeante.

-Juntas, me dijo al oído, y ambas montamos las olas de euforia de nuestro clímax hasta que Valentina se vino y me atreví a  besarla toda, bajar por su cuerpo y a saciar mis ganas de probarla de saberla mía.

Cuando recuperamos el aliento y me recosté en los brazos de Valentina, me sentí completamente en paz. Nos quedamos dormidas y, por primera vez en mucho tiempo, sólo sentí esperanza.
 
***
 
Cuando me desperté a la mañana siguiente, busqué a Valentina en su lado de la cama, pero no estaba allí. Sentada, miré alrededor de la habitación y me asomé al baño.

-¿Tina?
Segundos después, el inconfundible pitido de una alarma de humo irradió por toda la casa. -¿Qué demonios...?

Agarré mi bata y la envolví alrededor de mi cuerpo desnudo mientras corría hacia la puerta.

Recordando las precauciones de seguridad, toqué la puerta del dormitorio para asegurarme de que no estaba caliente al tacto.
Se siente normal.

Al abrir la puerta, me asomé al segundo piso de la mansión mientras el pitido se intensificaba. Todo parecía estar bien, excepto por el leve olor a comida quemada. Regresé la cuarto, me puse un hot pant y la bata nuevamente.

Bajando de puntillas las escaleras, vislumbré a Lucia corriendo hacia la cocina con un mini extintor. Al doblar la esquina y entrar yo misma en la cocina, me sorprendió ver a Lucia apagando el fuego de los fogones mientras Valentina golpeaba la alarma de incendios del techo con una escoba y un paño, hasta que finalmente se desprendió y cayó al suelo. Valentina se apresuró a abrir la parte trasera de la alarma y sacó las baterías para que dejara de sonar.

Tanto Valentina como Lucia miraron en mi dirección como si fueran niñas a las que acababan de haber pillado haciendo algo que no debían hacer.

-¿Qué es esto? Pregunté.

-¿Almuerzo? dijo Valentina con una débil sonrisa.

-¿Estabas cocinando para mí?

-Quería sorprenderte... Valentina miró la estufa, que ahora estaba cubierta de espuma del extintor. En la almohadilla que había estado usando había un desastre carbonizado. -Espero que te gusten las tostadas francesas bien hechas, bromeó.

Me reí y me acerqué a ella, estaba en pijama largo y rodee su torso con mis brazos.

-Tal vez necesites más lecciones de cocina, dije, besando su mejilla.

-Bueno, tenemos mucho tiempo para eso. Me sonrió.
Asentí soñadoramente. -Abramos algunas ventanas y pongamos en marcha un ventilador, luego podemos preparar el desayuno juntas, te parece?, le ofrecí.

Nos pusimos a trabajar alegremente para deshacernos del humo, y Valentina y yo preparamos unas nuevas tostadas francesas de brioche con crema batida de miel casera y moras del huerto de la casa. Hicimos suficiente para Lucia y el resto del personal, así que Valentina invitó a todos a la cocina para comer juntos.

Después del desayuno, Carmen e Isabel nos ayudaron a quitar el olor a quemado que aún quedaba en la cocina, y yo me puse a preparar todo para la cena.
Valentina se pegaba a mí cada vez que se le presentaba la oportunidad y me ayudó en lo que pudo, pero entre todos los besos y las caricias, se las arregló para ser más una distracción que una ayuda. Honestamente estaba tan contenta que no me importó, y finalmente conseguí tener una preciosa comida de seis platillos para trece personas lista para empezar a servir justo antes de que llegaran los invitados.

-Muy bien, dije, repasando mi lista de control con Valentina por encima del hombro. -Lo primero será el amuse bouche de vieiras al pesto servido en media concha.

-¿Y la sopa? preguntó Valentina.

-Sí, el gazpacho de pepino, servido frío.

-¿Segura que no quieres que te lo caliente?, se burló Valentina mientras se acercaba a la perilla del horno. Le aparté la mano de un manotazo y se rió.

-Luego los crostini. Esperaré a cubrirlo hasta justo antes de que se apague para que no se empape. Prosciutto, queso de cabra y chutney de dátiles están listos para eso...

-Eres tan sexy cuando estás a cargo, Valentina mordisqueó mi oreja.

-Luego la ensalada... Le aparté de un manotazo juguetón porque estaba demasiado tocona. -Quiero que el orzo y las verduras asadas estén calientes, pero quiero que las espinacas, el tomate y el aguacate estén fríos, así que ese también esperará a ser emplatado. Luego el plato principal...

-¿Es el cordero y el pisto francés?

-Sí. Y la panna cotta de naranja sanguina de postre. La dejaremos en la nevera hasta que se sirva. 

Tan pronto como terminé la frase, sonó el timbre de la puerta.

-¡Oh, Dios!

-Lo vas a hacer muy bien, dijo Valentina mientras cubría uno de los crostini con queso de cabra y se lo llevaba a la boca.

-No más degustaciones, dije antes de besar sus labios. -No quiero quedarme sin nada, te comes todo

-De acuerdo, chef. Me envolvió en sus brazos y me dio un apretón.

Oí que Mario abría la puerta y que Eva y Mateo entraban charlando. Pronto les siguió la propia Sandra Kazan. Respiré hondo mientras Isabel me ayudaba a sacar las bebidas. Antes de atravesar la puerta de la cocina, sentí la mano de Valentina en mi hombro.

-Oye, me susurró al oído, y me detuve y me volví hacia ella. -Te amo, dijo con una sonrisa.
Me derretí un poco allí mismo. No pude ocultar la enorme sonrisa que se extendió por mi rostro aunque no hubiera querido.

-Yo también te amo.
 
*** 
 
-¡No puedo superarlo! dijo Eva, raspando la copa de postre en busca de los últimos restos de panna cotta. -Juls, esta fue una de las comidas más increíbles que he probado en mi vida. Todo estuvo perfecto. ¡Y tan hermoso! Casi me sentí mal al metérmelo en la boca, ¡era tan bonito!

Eva, al igual que el resto de los comensales, se había deleitado con cada uno de los platillos. Me sentí más que orgullosa. Pero la verdadera pregunta que me hacía era si fue lo suficientemente bueno como para que Sandra Kazan respaldara mis habilidades cuando se tratara de mi restaurante. La suya era la opinión más importante de la sala.

-Estoy de acuerdo, dijo finalmente Sandra.

¡Oh, gracias a Dios!

Sentí que la mano de Valentina daba un apretón de felicitación a la mía por debajo de la mesa.

-Juliana, ¿cuándo piensas hacer tu gran inauguración? preguntó Sandra.

Con tantas cosas sobre mi divorcio pendiente en el aire, aún no podía asegurarlo. No podía arriesgarme a tener un restaurante como activo si Nayeli podía arrebatarmelo.

-Pronto, espero, respondí. -Tengo un par de cosas que hacer antes, pero realmente espero que sea antes de fin de año.

-Lo haremos realidad, me aseguró Valentina con una cálida sonrisa.

-Bueno, cuando tengas tu gran inauguración, avísame, dijo Sandra. -Aquí está mi tarjeta, me pasó sus datos. -Llámame y puedo traer algunos críticos gastronómicos y chefs famosos allí. Puede ser un gran evento de lanzamiento para ti. También conozco a la editora de la revista Delicacy. Siempre está buscando nuevos lugares de moda con un sabor explosivo para presentarlos, y tu cocina le va como anillo al dedo.

-Muchas gracias, dije, casi abrumada.

-¿Buscas socios silenciosos?, preguntó un amigo de Stanford llamado Frank .

-¿Te refieres a ti? pregunté.

-Sí, dijo. He ayudado a abrir un par de restaurantes hasta ahora y los dos siguen funcionando bien, uno desde hace diez años y el otro desde hace ocho. No tengo ningún papel en el día a día ni en la gestión; sólo obtengo un rendimiento de las inversiones que hago. Si te interesa, dímelo. Frank  también me pasó su tarjeta.

No podía creer la suerte que tenía. Había encontrado oro con esta cena y, de repente, la arriesgada empresa que había decidido emprender se sentía mucho más segura con todos estos nuevos contactos a mi lado. No sólo tenían el poder de ayudar a mi reputación como chef, sino que podían conseguir que mi negocio floreciera. Las posibilidades de que mi restaurante siguiera abierto más allá de su primer año e incluso fuera un verdadero éxito se habían multiplicado por diez en una sola noche.

Cuando los invitados se marcharon, yo ya estaba mareada de adrenalina y de vino. Sólo podía hablar de la puesta en marcha del restaurante.

-Una vez que regresemos mañana a CSI, vamos a conseguirte otra reunión con Robert para finalizar el divorcio, dijo Valentina mientras nos acurrucábamos en el sofá de la sala. -Entonces nada podrá detenerte.

Esa noche casi hicimos el amor en el sofá frente a la chimenea de la sala, pero no queríamos dar espectaculo a los trabajadores que podrían estar por ahí. Para cuando nos fuimos a la cama, yo estaba mareada de emoción y de ganas. Después de alistarnos nos dimos un ratito de cariño en la cama. A la mañana siguiente, prepararía el desayuno antes de emprender el viaje de hora y media a casa de Eva para darles nuestra cariñosa despedida a los niños, y luego tomaríamos el avión de vuelta a Santa Isabel. No podía esperar a empezar esta nueva etapa de mi vida.

Y lo haría con Valentina a mi lado.
 
 
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