Entre Caníbales - KookMin

Por BlumeVil

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🩵Ambientado en los 80s. Jimin está viviendo sus años dorados como vocalista de una banda en ascenso. Es des... Más

Advertencia
Discordia
Solos, los dos
Tinta, menta y cigarros
La sociedad de los corazones rotos
Por encima de todo el ruido
Bajo el sol
Derramar algunos sentimientos
Piel

La naturaleza de nuestra relación

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Por BlumeVil


Entre caníbales el dolor es veneno.
-Soda Stereo.

El gin tonic de frutos rojos siempre había sido su favorito, lo bebía cada vez que los meseros en los clubes le ofrecían una cortesía de la casa.

Le fascinaba la sensación efervescente que estallaba en su paladar mientras los sabores dulces se mezclaban en su lengua. Había una emoción distinta en beber un trago después de haber estado en el escenario, era más que la satisfacción del descanso o la recompensa por un trabajo bien hecho. Nunca fue bueno con las palabras, pero era genial con las emociones. Jimin amaba sentir.

Sentir era una de esas pocas cosas que no estaban sobrevaloradas. Incluso el odio o el dolor eran disfrutables, porque no había prueba más fehaciente de vida que sentirlo a en tu piel y quemando en tu alma.

El club estaba lleno esa noche, Jimin podía mirar al pasado y recordar la primera vez que estuvo allí. Inseguro, pequeño, perdido. Ahora las personas venían a verle a él, a escucharle. Eso siempre le sorprendía, tanto o más que si alguien le dijese que las sirenas existían. Quizás porque al cumplir un sueño uno nunca creería que realmente había sucedido.

Los cristales que cubrían por completo la zona vip brillaban reflectados por las luces de colores. Tonos neones de rojo y azul. Él miró hacia abajo, a la pista de baile, donde una chica le observaba con esa sonrisa gatuna que a él le encantaba. Era así como prefería a las personas, libres y salvajes, sin domesticar y sin querer domesticarle porque Jimin no podría soportar atarse a alguien que no fuese a si mismo.

Quería divertirse, vivir.

Y no le gustaba aburrirse, ni que las personas a su alrededor se aburriesen. Tenía la creencia firme de que sentiría lástima de sí mismo si, al llegar a los ochenta, abriese los ojos y se diese cuenta de que había pasado más tiempo aburrido que divertido. Por eso, Jimin le devolvió la sonrisa a la chica y echó la cabeza hacia atrás, dejando que el dulce trago se deslizase por su garganta hasta la última gota. Solo entonces se acercó al enorme gorila en la escalera y le pidió que invitase a subir a la linda chica de corto vestido blanco.

–No la traigas a casa– masculló una voz perezosa.

Las comisuras de Jimin flaquearon al ver los ojos enrojecidos de Tae. El chico tenía un problema con estar por encima de las nubes últimamente. Lo habían discutido la otra noche y desde entonces esta era la primera vez que se dirigían la palabra.

–No lo haré, dile a Hoseok que tomaré la furgoneta. Procura no meterte vidrio molido por la nariz.

Tae esbozó una sonrisa torcida. Tenía una facilidad extraña para verse bien aun estando cerca de quedarse dormido entre bolsas de basura.

–Eres un sujeto divertido– gruñó–, ve a decírselo tú mismo.

Jimin apoyó las manos en el apoyabrazos del sofá y se inclinó para besar la mejilla de Tae. Este murmuró una maldición pero no hizo intento alguno de asesinarle.

Miró hacia el corredor y caminó por allí, pasando cuadros que en su vida habría esperado que valiesen un dineral con el que se podía comprar su propia isla privada. Pero eso era lo bueno de trabajar bajo un sello importante, siempre encontrarías mierdas como esculturas importadas sin sentido alguno. Aunque a Jimin le gustaba esa estatua de medio metro que se encontraba en mitad del estudio y constaba de dos cuerpos humanos enredados como una sola pieza amorfa. Había algo catastrófico en ello, él no comprendía el deseo de una persona en pertenecer a otra y amoldarse juntas. Ver la estatua le hacía estremecer.

Se detuvo frente a la puerta cerrada de un intenso color rojo. El último tema que había escrito se llamaba rojo sangre, por supuesto todos lo vetaron sin darle una segunda oportunidad. La composición no era el fuerte de Jimin, mucho menos idear títulos que no sonasen como una película slasher. La puerta se abrió y lo primero que vio fue el cuerpo de Hoseok recostado en el diván de cuero.

–¿Está durmiendo?– preguntó.

NamJoon se encogió de hombros.

–Tuvo una mala noche, Jungkook no le dejó dormir.

Jimin desvió la mirada hacia la estufa apagada. Tamborileó los dedos mientras buscaba evitar ese tema en específico. La simple mención del nombre le incomodaba profundamente.

–Tal vez deberíamos buscar un lugar más grande.

–¿También tienes problemas con SeokJin?

–Estamos bien, es un bebé grande, puedo manejarlo.

NamJoon se peinó el largo cabello hacia atrás. Tomó asiento en la silla detrás del escritorio y con un movimiento de su mano pidió a Jimin que tomase asiento frente a él.

–Entonces supongo que no es ese el tema que has venido a discutir.

Jimin metió los dedos por debajo de los hilos deshilachados de su pantalón. Unos grandes agujeros descubrían sus rodillas y le cortaban la piel. No era fan de la ropa ajustada, pero las personas que venían a escucharle parecían encantadas con un look desprolijo y urbano. No iba a admitirlo, pero le dolió cambiar sus cómodos suéteres por camisetas sin mangas y chaquetas de cuero.

–Tomaré la furgoneta esta noche, necesito despejarme.

NamJoon rio libremente. –No utilices toda tu energía, te necesito en el estudio temprano.

–Estaré ahí, Nam. Yo estaría más preocupado por Hobs. –Le dedicó un segundo de atención, parecía estar realmente agotado. –Espero que no se le haga costumbre dormir aquí.

–Hablaré con Jungkook, no ha parado desde que los productores adelantaron la fecha de entrega.

Jimin se mordió el interior de la mejilla.

–Sabes cómo es, no debiste dejar que lo presionaran.

NamJoon arqueó las cejas.

–No creí que te importara. En realidad siempre he tenido curiosidad acerca de su relación.

Un latido se adelantó y entorpeció al resto por lo que fue una eternidad contenida en un segundo. Hasta que el corazón de Jimin logró la estabilidad suficiente para recomponerse. Sonrió.

–¿Relación?

NamJoon relajó su expresión.

–Bueno, ya sabes, por lo que sé ustedes se conocen desde ¿cuándo, siete años o más? –Se puso de pie y lanzó dos cubos de hielo dentro de un vaso para llenarlo con whisky. –Cualquiera creería que eso los convertiría en amigos, o por lo menos tendrían un vínculo. Pero no lo hay, ¿o sí?

Los párpados de Jimin bajaron una vez y demoraron en subir. No le gustaba ese tema, siempre que alguien especulaba acerca de la naturaleza de la relación entre Jungkook y él, Jimin aguantaba las ganas de salir corriendo. Y el problema no era que hubiese algo, mejor dicho, no había nada. Nunca lo hubo y nunca lo habría, porque Jungkook era... diferente a cualquier persona, diferente en una medida inexplicable. Cómo ponerle en una categoría cuando Jimin no sabía si existía una donde Jungkook pudiese encajar. Podía decir que eran amigos, o que sencillamente se reconocían como camaradas y eso era todo. Pero, ¿lo era?

Y si lo era, ¿por qué le costaba tanto afirmarlo?

–Qué puedo decir, me conoces, soy todo polvos mágicos y volar hacia la libertad, Jungkook cree que soy tan raro y mitológico como un unicornio. Somos compañeros, eso es todo.

NamJoon torció el rostro hacia un lado.

–Mmh. Hoseok dijo que Jungkook era su mejor amigo pero no creía que Jungkook lo viese a él de esa forma. Es extraño, me refiero a no saber la manera en la que Jungkook piensa porque nunca nos lo dice.

Jimin quería evaporarse mágicamente o saltar desde la ventana, lo que le hiciese desaparecer más rápido estaba bien.

–No lo sé. Pregúntaselo a su novia cuando la veas, ella debe conocerlo mejor que cualquiera de nosotros.

Se puso de pie y tomó las llaves que Nam había puesto encima del escritorio. Aguantando la respiración, cerró la puerta al salir. Conseguiría a la chica de vestido blanco y tendría sexo en una furgoneta vacía. Sip, ese es un buen plan para olvidar.

Excepto que cuando llegó a la chica de vestido blanco, las ganas se habían esfumado y solo podía pensar en llegar al pequeño departamento que compartían para amotinarse en soledad debajo de las sábanas, mientras escuchaba la música que venía del cuarto de al lado.

Olvídenlo, Jimin seguía estando inseguro, pequeño... perdido.

🦋

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