KOOKGI : DESPUÉS

By yoonttom

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De lo único de lo que estoy seguro es de que mi vida y mi corazón jamás volverán a ser los mismos. No después... More

PRÓLOGO
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By yoonttom

Me vuelvo hacia la ventanilla del coche; no quiero ser el primero en hablar. Pasadas un par de manzanas, JungKook enciende la radio y la pone a todo volumen. Pongo los ojos en blanco pero trato de ignorarlo. Hasta que no lo soporto más. Odio su gusto musical, y me está dando dolor de cabeza. Sin pedir permiso, bajo el volumen y JungKook me mira.

— ¿Qué? —salto.

— Caray, parece que alguien está de mala leche —dice.

— No, sólo es que no quería escuchar eso, y si alguien está de mal humor aquí, ése eres tú. Antes te has portado fatal conmigo, y luego vas y me mandas un mensaje pidiéndome que me quede a dormir contigo. No lo entiendo.

— Estaba enfadado porque has sacado el tema de la boda. Ahora que ya hemos decidido que no vamos a ir, ya no tengo por qué estar de mal humor —replica en tono tranquilo y seguro.

— No hay nada decidido, ni siquiera lo hemos hablado.

— Sí que lo hemos hablado, y ya te he dicho que no voy a ir, así que déjalo de una vez, YoonGi.

— Puede que tú no vayas a ir, pero yo sí. Y esta semana pienso ir a casa de tu padre a aprender a hacer pasteles con Elizabeth —le digo.

Aprieta los dientes y me mira fijamente.

— No vas a ir a la boda. Y ¿qué pasa?, ¿de repente Elizabeth es tu mejor amiga? ¡Si acabas de conocerla!

— ¿Y qué si acabo de conocerla? ¡A ti también acabo de conocerte!

Agacha la cabeza y me siento fatal, pero es la pura verdad.

— ¿Por qué estás tan respondon?

— Porque no pienso permitir que me digas lo que debo o no debo hacer, JungKook. Olvídalo. Si quiero ir a la boda, iré, y me gustaría mucho que vinieras conmigo. Podría ser divertido, a lo mejor hasta te lo pasas bien. Significaría mucho para tu padre y para Elizabeth, aunque a ti eso parece darte igual.

No dice nada. Deja escapar una larga bocanada de aire y yo me vuelvo otra vez hacia la ventanilla. El resto del trayecto transcurre en silencio, estamos demasiado enfadados para hablar.

Cuando llegamos a la fraternidad, JungKook saca mi bolsa del asiento de atrás y se la echa al hombro.

— ¿Por qué eres miembro de una fraternidad? —le pregunto. Llevo queriendo saber la respuesta desde que descubrí que tenía una habitación aquí.

Respira hondo, echamos a andar hacia los escalones de la entrada.

— Porque, para cuando llegué aquí, todas las residencias de estudiantes estaban llenas, y ni de coña iba a vivir con mi padre. Así que ésta era una de las pocas opciones que me quedaban.

— Y ¿por qué te has quedado?

— Porque no quiero vivir con mi padre, YoonGi. Además, mira qué casa: está muy bien, y tengo la habitación más grande. —Sonríe pagado de sí mismo y me alegro de ver que se le está pasando el cabreo.

— ¿Por qué no te vas a vivir fuera del campus? —le pregunto.

Se encoge de hombros. Es posible que no quiera tener que buscarse un trabajo. Lo sigo a su habitación en silencio y espero a que abra la puerta. ¿De dónde le viene la obsesión de no dejar que nadie entre en su cuarto?

— ¿Por qué no dejas que nadie entre en tu habitación? —pregunto.

JungKook pone los ojos en blanco al tiempo que deja mi bolsa en el suelo.

— ¿Por qué siempre haces tantas preguntas? —gruñe, y se sienta en una silla.

— No lo sé... Y ¿por qué tú nunca las contestas? —replico y, cómo no, él me ignora—. ¿Puedo colgar mi ropa para mañana? No quiero que se arrugue de estar en la bolsa.

Lo piensa un segundo antes de asentir y sacar una percha del armario. Saco una camiseta henley y mis pantalones khaki y las cuelgo en la percha sin hacer ni caso de la mueca que hace al verlas.

— Mañana tengo que levantarme más pronto que de costumbre —lo informo—. Debo estar en la estación de autobuses a las nueve menos cuarto. Hay una parada a tres calles que está en la ruta que me deja a dos manzanas de Vance.

— ¿Qué? ¿Vas a ir allí mañana? ¿Por qué no me lo has dicho?

— Te lo he dicho, pero estabas demasiado ocupado cabreándote como para prestarme atención —disparo.

— Te llevo yo, no hace falta que te tires una hora en el autobús.

Quiero rechazar su oferta sólo por chincharlo, pero no lo hago. Prefiero el coche de JungKook a un autobús atestado de gente.

— Voy a tener que comprarme un coche, no creo que pueda vivir sin uno mucho más tiempo. Si me cogen para las prácticas, tendré que ir en autobús.

— Te llevaría yo —dice casi en un susurro.

— Me compraré un coche —insisto—. Lo último que necesito es que un día te cabrees conmigo y no vengas a recogerme.

— Yo nunca te haría eso —replica en tono serio.

— Sí que lo harías, y yo me volvería loco intentando encontrar un autobús de vuelta a casa. No, gracias —digo medio en broma.

Creo que podría fiarme de él, pero no voy a arriesgarme. Es demasiado temperamental.

JungKook enciende el televisor y se pone de pie para cambiarse. Me lo quedo mirando. Por muy enfadado que esté con él, nunca me perdería la oportunidad de verlo desnudarse. Primero se quita la camiseta y luego sus músculos se contraen bajo su piel mientras se desabrocha y se baja los pantalones vaqueros negros y ajustados. En un primer momento pienso que va a dejarse puesto sólo el bóxer, pero luego saca un pantalón de algodón fino del armario. Sin embargo, no se pone camiseta, qué suerte la mía.

— Ven —musita, y me tiende la camiseta que acaba de quitarse.

No puedo evitar sonreír cuando la tengo en mis manos. Es nuestra costumbre, se ve que le gusta que duerma con su camiseta tanto como a mí el olor de su fragancia en la tela. JungKook se pone a ver la tele mientras yo me cambio y me pongo su camiseta y unos pantalones de hacer yoga. JungKook se aclara la garganta y sus ojos recorren mi cuerpo.

— Son... muy... sexis.

Me ruborizo.

— Gracias.

— Mucho mejor que los pantalones de franela con nubecitas —bromea, y me echo a reír.

Me siento en el suelo. No sé por qué, pero estoy muy a gusto en su habitación. Puede que sean los libros, o JungKook, no lo tengo claro.

— Lo que has dicho en el coche, lo de que apenas me conoces..., ¿iba en serio? —dice en voz baja. Es una pregunta que no me esperaba.

— Más o menos. No es fácil llegar a conocerte.

—Yo tengo la impresión de que te conozco —responde mirándome a los ojos.

— Sí, porque te dejo. Te cuento cosas sobre mí.

— Yo también te cuento cosas. Puede que no lo parezca, pero me conoces mejor que nadie.

Baja la mirada y luego vuelve a mirarme a los ojos. Parece triste y vulnerable, nada que ver con su intensa rabia de siempre, aunque sigue igual de cautivador.
No estoy muy seguro de cómo responder a su confesión. Creo que conozco a JungKook de un modo muy personal, como si conectásemos a un nivel mucho más profundo que simplemente conocer detalles de información el uno del otro, pero ni mucho menos lo conozco bien. Necesito saber más.

— Tú también me conoces mejor que nadie —le digo.

Me conoce, a el verdadero YoonGi. No al YoonGi que tengo que fingir que soy con mi madre o con Jimin. Le he contado a JungKook cosas sobre cómo mi padre abandonó a mi madre, le he hablado de las críticas de mi madre y de miedos que jamás le había referido a nadie.

A JungKook le complace lo que he dicho, una sonrisa ilumina su bello rostro, se levanta del sillón y se me acerca. Me coge de las manos y tira de ellas para ayudarme a ponerme en pie.

— ¿Qué quieres saber, YoonGi? —me pregunta, y el corazón se me derrite.

JungKook por fin está dispuesto a hablar de sí mismo. Estoy un poco más cerca de comprender a este hombre complicado, enfadado con el mundo y, a la vez, adorable.

Nos tumbamos en la cama, mirando al techo, y le hago al menos un centenar de preguntas. Me habla del lugar en el que se crio, Hampstead, y de lo mucho que le gustaba vivir allí. Me habla de la cicatriz que tiene en la rodilla, que se la hizo la primera vez que montó en bicicleta sin ruedecillas auxiliares; su madre se desmayó al ver la sangre. Su padre se pasaba todo el día en el bar, de sol a sol, así que tuvo que enseñarle su madre. Me habla del posgrado y de que se pasaba el día leyendo.
Nunca ha sido muy sociable y, con el transcurso de los años, su padre empezó a beber más y más y sus padres se peleaban de continuo. Me cuenta que a los dieciséis años lo expulsaron del instituto porque se pegaba con los demás y su madre suplicó para que lo readmitieran. Empezó con los tatuajes a los dieciséis, se los hacía un amigo en el sótano de su casa. Lo primero que se tatuó fue una estrella, y en cuanto estuvo terminada supo que quería muchos más. Me cuenta que no hay ninguna razón en concreto para que no se haya tatuado la espalda, sólo es que aún no se ha puesto a ello. Odia los pájaros a pesar de que lleva dos tatuados en la clavícula, y le encantan los coches clásicos. El mejor día de su vida fue el día en que aprendió a conducir y, el peor, el día en que sus padres se divorciaron. Su padre dejó de beber cuando él tenía catorce años, y desde entonces ha estado intentando compensar los horrores del pasado, pero JungKook no quiere saber nada.

Estoy mareado de tanta información, y siento que por fin empiezo a entenderlo. Aún quedan muchas cosas que me gustaría saber de él, pero se queda dormido hablándome de una casita de juguete que su madre, una amiga y él construyeron con cajas de cartón cuando tenía ocho años.

Cuando duerme parece mucho más joven ahora que sé cómo fue su infancia. Por lo visto fue muy feliz hasta que el alcoholismo de su padre lo envenenó todo y nació el JungKook  enfadado con el mundo. Le doy al rebelde orgulloso un beso en la mejilla antes de acurrucarme y cerrar los ojos. No quiero despertarlo, así que sólo me echo el edredón por encima. Esa noche sueño con un niño de pelo rizado que se cae de la bici.

















—¡No!

Me sobresalto al oír la voz atormentada de JungKook. Lo busco y me lo encuentro retorciéndose en el suelo. Me levanto de un brinco y corro a su lado. Lo cojo por los hombros con cuidado para intentar despertarlo. La última vez me costó mucho, así que me agacho y lo rodeo con los brazos cuando intenta apartarse de mí. Un balbuceo se escapa de sus labios perfectos y abre los ojos.

— Yoon —dice con un grito ahogado.

Me abraza. Está jadeante, sudoroso. Debería preguntarle por sus pesadillas, pero tampoco quiero pasarme. Me ha contado mucho más de lo que esperaba.

— Aquí estoy, aquí estoy —digo para consolarlo.

Le tiro del brazo para que se levante y vuelva conmigo a la cama. Cuando sus ojos encuentran los míos, el miedo y la confusión desaparecen lentamente.

— Creía que te habías ido —susurra.

Nos acostamos y me estrecha contra sí todo lo físicamente posible. Le peino con los dedos el pelo húmedo y enredado y cierra los ojos. No digo nada, sólo sigo pasándole los dedos por el pelo.

— No me dejes nunca, Yoon —susurra antes de quedarse dormido.

El corazón casi se me sale del pecho al oír su ruego, y sé que mientras él quiera aquí estaré.


















A la mañana siguiente me despierto antes que JungKook y me las apaño para quitármelo de encima y desenredar nuestras piernas sin despertarlo. El recuerdo de oírlo pronunciar mi nombre aliviado y de todos los secretos que me ha contado hace que me revoloteen mariposas en el estómago. Anoche estaba tan relajado y tan abierto que hizo que me pillara aún más. Me asusta cuán profundos son mis sentimientos hacia él. Sé que están ahí, pero aún no estoy preparado para hacerles frente. Cojo una toalla y me dirijo directo al baño.

El pasillo está vacío y nadie llama a la puerta mientras me arreglo. No tengo tanta suerte de vuelta a la habitación. Tres chicos avanzan por el pasillo, y uno de ellos es Lucas.

— ¡Hola, YoonGi! —me saluda alegremente y me deslumbra con su sonrisa perfecta.

— ¿Qué tal? —Estoy muy incómodo con los tres mirándome fijamente.

— Bien, íbamos a salir. ¿Te vas a quedar a vivir aquí? —me pregunta, y se echa a reír.

— Para nada. Sólo estoy... de visita. —No sé qué decir. El tío alto se agacha para susurrarle algo a Lucas al oído. No oigo lo que dice, pero miro hacia otra parte—. Bueno, os veré luego —añado.

— Sí, nos vemos esta noche en la fiesta —dice Lucas, y se marcha.

¿Qué fiesta? ¿Por qué JungKook no me ha comentado nada de ninguna fiesta?
A lo mejor es que no tiene pensado quedarse. «O no quiere que vayas», añade mi subconsciente. Y ¿quién demonios celebra una fiesta un martes?

Cuando llego a la puerta de la habitación de JungKook, ésta se abre antes de que toque el pomo.

— ¿Dónde estabas? —pregunta, y la abre lo justo para que yo pueda entrar.

— Peinándome. Quería dejarte dormir —contesto.

— Te he dicho que no te pasees por los pasillos, YoonGi —me regaña.

— Y yo te he dicho que no me des órdenes, JungKook —replico con sarcasmo, y sus rasgos se suavizan.

— Touché.

Se ríe y da un paso hacia mí. Con una mano me coge de la cintura y mete la otra por debajo de mi camiseta y toca mi vientre. Tiene los dedos ásperos, pero los desliza con delicadeza sobre mi piel, ascendiendo por mi estómago. Acerca la boca a mi oreja en el mismo instante en que sus dedos encuentran mi pecho.

Acaricia los pezones con los pulgares y éstos se ponen duros al instante. Coge aire y yo me quedo helado, aunque el corazón me late a toda velocidad—. Uno nunca sabe con qué clase de pervertido puede encontrarse —me susurra al oído.

Sus pulgares dibujan círculos en mis pezones y luego los pellizca un poco. Dejo caer la cabeza contra su pecho y no puedo controlar mis gemidos mientras sus dedos continúan el asalto.

— Apuesto a que podría hacer que te corrieras sólo con esto —dice aplicando más presión.

No tenía ni idea de que esto pudiera ser tan... agradable. Asiento, y JungKook se ríe con la boca pegada a mi oreja.

— ¿Eso quieres? ¿Quieres que haga que te corras? —pregunta, y asiento de nuevo con la cabeza.

¿Para qué me lo pregunta? Mis rodillas temblorosas y mis gemidos hablan por sí solos.

— Buen chico. Vamos a... —empieza a decir.

Pero entonces suena la alarma de mi móvil y vuelvo al mundo real.

— ¡Mierda! Tenemos que salir dentro de diez minutos y tú ni siquiera te has vestido. ¡Y yo ni siquiera me he vestido!

Me aparto, pero él menea la cabeza y me atrae de nuevo hacia sí, esta vez bajándome los pantalones y los bóxers. Coge mi móvil y lo apaga.

— Sólo necesito dos minutos. Me quedan ocho para vestirme.

Me coge en brazos y me lleva hasta la cama. Me sienta en ella, se arrodilla delante de mí y tira de mis tobillos hasta que me tiene justo en el borde.

— Abre las piernas —susurra, y obedezco.

No lo tenía previsto en el horario de la mañana, pero no se me ocurre mejor forma de empezar el día. Sus dedos largos recorren mis muslos. Luego hunde la cabeza entre ellos y me lame arriba y abajo, frunce los labios y succiona. Joder, es esa sensación otra vez. Echo las caderas hacia adelante y casi me caigo al suelo. Vuelve a sentarme en el borde, sin soltarme. Con la otra mano, me mete un dedo en medio de mis mejillas. Va mucho más deprisa que antes. No sé si me gusta más lo que me hace la mano o la boca, pero la combinación de ambas es alucinante. En unos segundos siento ese ardor en lo más profundo de mi vientre. Mete y saca el dedo más deprisa.

— Voy a intentar meterte dos, ¿vale? —me dice. Asiento con un gemido. La sensación es extraña y un tanto incómodo, como la primera vez que me metió un dedo, pero cuando su boca vuelve y empieza a succionar de nuevo mi longitud me olvido del leve dolor. Gimoteo cuando JungKook retira la boca otra vez.

— Joder, estás muy prieto, nene. —Me bastan sus palabras para rematarme—. ¿Todo bien? —me pregunta.

Lo cojo del pelo y llevo su cabeza a la zona entre mis muslos. Se ríe y luego aplica la boca con esmero. Gimo su nombre y le tiro del pelo y tengo el orgasmo más bestia de mi vida. No es que haya tenido muchos, pero éste ha sido el más rápido y también el más intenso.

JungKook me da un pequeño beso en lo alto de la pelvis, se pone en pie y camina hasta el armario. Levanto la cabeza e intento recobrar el aliento. Vuelve y me seca con una camiseta. Me daría vergüenza si no estuviera todavía medio en la luna.

— Vuelvo enseguida —dice—. Voy a lavarme los dientes.

Sonríe y sale de la habitación. Me levanto, me visto y miro la hora. Tenemos que salir dentro de tres minutos. Cuando JungKook regresa, se viste en un santiamén y nos vamos.

— ¿Sabes cómo llegar? —pregunto cuando arranca el coche.—Sí, el mejor amigo de mi padre de sus días de universidad es Christian Vance —me dice—. He estado allí un par de veces.

— Vaya.

Sabía que Ken tenía contactos allí, pero no sabía que el presidente fuera su mejor amigo.

— No te preocupes, es un buen tío. Un poco cuadriculado, pero majo. Encajarás a la perfección.—Su sonrisa es contagiosa—. Por cierto, estás muy guapo.

— Gracias. Parece que hoy estás de buen humor —digo coqueto.

— Sí, empezar el día con la cabeza entre tus muslos es una señal de buen augurio.

Suelta una carcajada y me coge la mano.

— ¡JungKook! —lo riño, pero él se echa a reír otra vez.

El trayecto se pasa rápido y casi sin darnos cuenta ya estamos dejando el coche en el aparcamiento que hay detrás de un edificio de seis pisos con cristales de espejo y una gran «V» en la fachada.

— Estoy nervioso —le confieso a JungKook mientras me lavo la cara frente al espejo.

— No lo estés. Lo vas a hacer muy bien. Eres muy inteligente, y tiene que verlo —me reconforta él. Dios santo, cómo me gusta cuando es tan amable.

— Gracias —respondo, y me acerco para besarlo. Es un beso dulce y sencillo.

— Te espero aquí en el coche —me dice y me da otro beso.

El interior del edificio es tan elegante como el exterior. Cuando llego a la recepción, me dan un pase de un día y me indican que suba a la sexta y última planta. Una vez en el mostrador de la sexta, le digo a la joven que lo atiende mi nombre.

Me lanza una sonrisa blanca de anuncio, me acompaña a un despacho enorme y le dice a un hombre de mediana edad con barba clara que puedo ver desde el pasillo:

— Señor Vance, el joven YoonGi Min está aquí.

El señor Vance me hace un gesto para que entre y me estrecha la mano. Sus ojos verdes se ven desde la otra punta de la habitación, y su sonrisa es muy agradable y hace que me relaje. Me dice que tome asiento.

— Es un placer conocerte, Min. Gracias por venir.

— YoonGi, llámeme YoonGi. Gracias por recibirme —respondo con una sonrisa.

— Dime, YoonGi, ¿estás en primero de Filología Inglesa? —pregunta.

— Sí, señor. —Asiento con la cabeza.—Ken Jeon me ha dado muy buenas referencias. Dice que perdería una gran oportunidad si no te diera un puesto de becaria.

— Ken es muy amable —digo.

Él asiente y luego se acaricia la barba con los dedos. Me pregunta qué he leído últimamente, mis autores favoritos y aquellos que no me gustan, o me gustan poco, y que le explique el porqué. Asiente y me anima a seguir durante mi explicación y, cuando termino, sonríe.

— Bueno, YoonGi, ¿cuándo puedes empezar? Ken dice que será fácil agrupar tus asignaturas para que puedas venir aquí dos días a la semana y asistir a clase los otros tres.

La mandíbula me llega al suelo.

— ¿De verdad? —es todo lo que consigo decir.

No me lo esperaba. Imaginaba que iba a tener que ir a clases por la noche y venir aquí durante el día... En caso de que me aceptaran.

— Sí, y también recibirás créditos por las horas que pases aquí.

— Muchísimas gracias. Es una oportunidad increíble. Gracias, gracias otra vez. —Tengo una suerte que no me la creo.

— Hablaremos de tus honorarios el lunes, cuando empieces.

— ¿Tengo un sueldo? —Pensaba que eran prácticas no remuneradas.

— Por supuesto que cobrarás por tu tiempo —sonríe.

Me limito a asentir con la cabeza por miedo a abrir la boca y volver a darle las gracias por enésima vez.

Vuelvo corriendo al coche y JungKook sale a recibirme al verme llegar.

— ¿Y bien? —me pregunta, y yo suelto un gritito.

— ¡Me lo han dado! Me van a pagar y las primeras semanas tendré que venir cada día para coger el ritmo, pero luego sólo tengo que trabajar dos días a la semana, así que podré ir a clase los otros tres, y me van a dar créditos y el señor Vance era supersimpático y tu padre es genial por hacer esto por mí, y tú también, claro está. ¡Estoy muy emocionado y...! En fin..., creo que eso es todo.

Me echo a reír y me rodea con los brazos, me estrecha contra su pecho y me levanta del suelo.

— Me alegro mucho por ti —dice, y hundo los dedos en sus rizos.

— Gracias —le contesto al tiempo que me deja en el suelo—. De verdad, muchas gracias por haberme traído y por haberme esperado en el coche.

Me asegura que no ha sido ninguna molestia, nos subimos al coche y me pregunta:

— ¿Qué quieres hacer hoy?

— Volver a clase, por supuesto. Todavía podemos llegar a literatura.

— ¿De verdad? Te apuesto a que se nos ocurre algo mucho más divertido.

— No, ya me he perdido muchas clases esta semana. No quiero faltar a más. Voy a ir a literatura y tú también. —Sonrío.

Pone los ojos en blanco pero asiente con la cabeza. Llegamos justo antes de que empiece la clase y le cuento a SeokJin todo sobre las prácticas. Me da la enhorabuena y un fuerte abrazo. JungKook, que es un maleducado, hace como si tuviera arcadas detrás de nosotros, y le pego una patada.

Al salir de clase, JungKook se viene con SeokJin y conmigo y hablamos de las hogueras de este viernes. Quedo con SeokJin en su casa a las cinco para cenar y luego nos iremos a las hogueras a las siete. JungKook permanece en silencio durante la conversación, y me pregunto si me acompañará. En cierto momento dijo que sí que iría, pero estoy casi seguro de que sólo lo decía por competir con TaeHyung.

SeokJin se despide cuando llegamos al aparcamiento y sigue su camino a pie y silbando.

— ¡Jeon! —llama alguien entonces.
Los dos nos volvemos y vemos a Chan y a Yuqi, que vienen hacia nosotros. Yuqi... Genial.

Lleva una camiseta de tirantes y una falda roja de cuero. Sólo estamos a martes y ya ha hecho el zorrón para toda la semana. Debería reservarse esos modelitos para los fines de semana.

— Hola —saluda JungKook, y se separa de mí.

— Hola, YoonGi —me dice Yuqi.

Le devuelvo el saludo y me quedo de pie, incomodísimo, mientras JungKook y Chan intercambian saludos.

— ¿Estás listo? —le pregunta Chan, y entonces me queda claro que JungKook ha quedado aquí con ellos.

No sé por qué pensaba que íbamos a estar juntos. Está claro que no podemos pasar todo el tiempo juntos, pero al menos podría haberme dicho algo.

— Sí, estoy listo —contesta JungKook. Me mira—. Nos vemos, YoonGi —dice como si nada, y se va con ellos.

Yuqi se vuelve y me mira con una sonrisa de cretina en su cara embadurnada de maquillaje. Se monta en el asiento del acompañante del coche de JungKook y Chan se sube detrás. Y yo me quedo plantado en el asfalto preguntándome qué diablos acaba de pasar.





















Durante el paseo de vuelta a la residencia me doy cuenta de lo tonto que hesido al esperar que JungKook fuera distinto esta vez. Debería habérmelo imaginado. Debería haber sabido que era demasiado bueno para ser verdad. JungKook besándome delante de SeokJin. JungKook siendo amable y queriendo más. JungKook hablándome de su infancia. Debería haber sabido que, en cuanto sus amigos aparecieran, volvería a ser el JungKook al que detestaba hace tan sólo dos semanas.

— ¡Eh, YoonGi! ¿Te vienes esta noche? —me pregunta Momo en cuanto entro en nuestra habitación.

NaYeon está sentada en la cama, mirándola con adoración. Ojalá JungKook me mirase a mí de ese modo.

— No, voy a estudiar —digo.

Es bonito saber que todo el mundo está invitado y, aun así, JungKook ha olvidado mencionarme la fiesta. Probablemente para poder pasar un rato con Yuqi sin distracciones.

— ¡Venga, hombre! Será divertido. Estará JungKook. —Me sonríe y me obligo a sonreírle.

— No, de verdad. Tengo que llamar a mi madre y preparar los trabajos de la semana que viene.

— ¡Pedooooorro! —Se burla Momo cogiendo su bolso—. Como quieras. Estaré fuera toda la noche, llámame si necesitas algo.

Me da un abrazo de despedida y se marcha con NaYeon.

Llamo a mi madre y le cuento lo de las prácticas y, como buena madre, se alegra un montón de que me hayan dado una oportunidad. No menciono a JungKook, pero sí a Ken, aunque le digo que es el futuro padrastro de SeokJin, cosa que es verdad. Me pregunta por Jimin, pero me hago el loco. Estoy sorprendido y agradecido de que Jimin no se lo haya contado. No me debe nada, pero le agradezco la omisión. Después de escucharla hablar durante mil años sobre su nueva compañera de trabajo, que ella cree que está teniendo una aventura con el jefe, le digo que tengo que ponerme a estudiar y cuelgo. De inmediato empiezo a pensar en JungKook, como siempre. Mi vida era mucho más sencilla antes de conocerlo y ahora, después de..., es complicada y estresante, y o bien estoy muy feliz o bien siento esta quemazón en el pecho cuando me lo imagino con Yuqi.

Voy a volverme loco si me quedo aquí sentado, y sólo son las seis cuando me doy por vencido y dejo de estudiar. ¿Y si voy a dar una vuelta? Necesito ver a alguien. Cojo el teléfono y llamo a SeokJin.

— ¡Hola, YoonGi! —Parece animado, y me calma un poco la ansiedad.

— Hola, SeokJin, ¿te pillo ocupado?

— No, sólo estaba viendo el partido. ¿Por? ¿Pasa algo?

— No. Es que me preguntaba si podrías venirte un rato... O, si a tu madre no le importa, podría ir a veros y aceptar su oferta de enseñarme a hacer madalenas. —Dejo escapar una leve risita.

— Cómo no. Le va a encantar. Voy a decirle que vas a venir.

— Vale. El próximo autobús no sale hasta dentro de media hora, pero estaré ahí lo antes posible.

— ¿El autobús? Ah, sí. Se me olvidaba que aún no has encontrado un coche. Iré a recogerte.

— No, no hace falta, de verdad. No quiero ser una molestia.

— YoonGi, no son ni veinte kilómetros. Salgo hacia allí —dice, y accedo.

Cojo mi billetera y miro la pantalla del móvil por última vez. Pues claro que JungKook ni me ha escrito ni ha llamado. Odio cómo dependo de él. No quiero obsesionarme.

Decido emanciparme y apago el móvil. Si lo dejo encendido, me volveré loco mirándolo cada cinco minutos. Lo mejor será que lo deje en la habitación, así que lo guardo en el cajón de arriba de la cómoda antes de salir a esperar a SeokJin en la entrada. Aparece unos minutos más tarde y da un pequeño bocinazo. Bajo de la acera de un brinco al oírlo, sorprendido, y los dos nos reímos mientras subo al coche.

— Mi madre ha tirado la casa por la ventana. Prepárate para una clase con todo lujo de detalles.

— ¿Sí? ¡Me encantan los detalles!

— Lo sé, en eso nos parecemos —dice encendiendo la radio.

Escucho los compases familiares de una de mis canciones favoritas.

— ¿Puedo subir el volumen? —pregunto, y asiente.

— ¿Te gusta The Fray? —dice sorprendido.

— ¡Sí! ¡Es mi grupo favorito! Me encantan. ¿A ti te gustan?

— ¡Claro! ¿A quién no? —Se echa a reír.

Estoy a punto de decirle que a JungKook no le gustan, pero decido callarme. Cuando llegamos a su casa, Ken nos recibe en la puerta con una acogedora sonrisa. Espero que no estuviera esperando que viniera con JungKook, pero no veo ni rastro de decepción en su rostro. Le devuelvo la sonrisa.

— Elizabeth está en la cocina. Avisada estás —me dice en tono travieso.

No bromeaba. Elizabeth tiene la gigantesca isleta de cocina llena de moldes, cuencos y un montón de artilugios que no sé ni qué son.— ¡YoonGi! ¡Estoy terminando de prepararlo todo! —Está resplandeciente de felicidad, y con una mano me señala todos los extraños utensilios.

— ¿Puedo ayudarla con algo?

— De momento, no. Casi he terminado... Ya, listo.

— Espero no haber avisado de que iba a venir con muy poca antelación.

— Ay, no, cielo. Aquí siempre eres bienvenido —me asegura, y se nota que lo dice de corazón.

Me pasa un delantal. SeokJin se sienta en la bancada y nos habla un par de minutos mientras Elizabeth me enseña todos los ingredientes necesarios para hacer madalenas caseras. Los echo en el robot de cocina y lo dejo trabajar al mínimo.

— Ya me siento como un profesional —digo.
Me río y SeokJin se acerca y me pasa la mano por la mejilla.

— Perdona, es que te habías manchado de harina. —Se ruboriza y sonrío.

Empiezo a verter la masa de las madalenas en los moldes. Cuando termino, las metemos en el horno y hablamos de la universidad y de nuestra casa. SeokJin abandona la «charla de chicas» y se va a ver terminar el partido.

Nos perdemos en la conversación mientras nuestras creaciones se hornean y se enfrían y, cuando Elizabeth me dice que es hora de ponerles la cobertura, las miro y me siento muy orgulloso de cómo han salido las mías. Elizabeth me enseña a usar la manga pastelera para dibujar una letra «S» encima de una madalena, y la reservo para SeokJin. Ella, que es una experta, dibuja flores y hojas de césped en las suyas. Yo hago lo que puedo con las mías.

— La próxima vez haremos galletas. —Sonríe y coloca las madalenas en una fuente.

— Por mí, genial —le digo, y le doy un mordisco a una de mis madalenas.
Mientras Elizabeth arregla las madalenas para que luzcan en la fuente, me pregunta:

— ¿Dónde está JungKook?

Mastico muy despacio mientras intento comprender por qué ha tenido que preguntarme eso.

— En su casa —me limito a responder.

Ella frunce el ceño pero no insiste.
SeokJin reaparece entonces en la cocina y Elizabeth sale para llevarle unas madalenas a Ken.

— ¿Ésa es para mí? —pregunta SeokJin sosteniendo la madalena con la «S» chuchurrida.

— Sí, tengo que mejorar mucho con la manga pastelera.

Le da un mordisco.

— Lo importante es que está muy rica —dice con la boca llena. Me río, y él se limpia la boca.

Mientras me como otra madalena, SeokJin me habla del partido. Me importa un comino, pero es muy majo y finjo escucharlo. Mi mente viaja otra vez hacia JungKook y me quedo mirando por la ventana.

— ¿Te encuentras bien?

SeokJin me saca de mi ensimismamiento.

— Sí, perdona. Estaba prestando atención... al principio. —Sonrío a modo de disculpa.

— No pasa nada. ¿Es por JungKook?

— Sí... ¿Cómo lo sabes?

— ¿Dónde está?

— En la fraternidad. Celebran una fiesta esta noche... —empiezo a decir, y luego decido contárselo todo—. Y no me ha dicho nada. Ha quedado con sus amigos y se ha despedido con un «Nos vemos, YoonGi». Me siento como un idiota sólo de decirlo, sé que parezco imbécil, pero es que me está volviendo loco. Solía liarse con esa chica, Yuqi, y ahora está con él y no me ha dicho qué somos... Si es que somos algo —añado con un pesado suspiro.

— Pero ¿vosotros dos no estáis saliendo? —pregunta SeokJin.—Ya... Bueno, eso pensaba yo, pero ahora ya no lo sé.

— Y ¿por qué no intentas hablar con él? ¿O vas a la fiesta?

Lo miro.

— No puedo ir a la fiesta.

— ¿Por qué no? Ya has estado en sus fiestas, y JungKook y tú estáis saliendo, o lo que sea, y tu compañera de habitación estará allí. Si yo fuera tú, iría.

— ¿De verdad? Momo me ha invitado... pero no sé.

Quiero ir sólo para ver si JungKook está con Yuqi, pero pareceré un idiota cuando llegue allí.

— Yo creo que deberías ir.

— ¿Te vienes conmigo? —pregunto.

— Ah, no, no. Lo siento, YoonGi. Somos amigos, pero no, gracias.

Sabía que no iba a querer, pero tenía que intentarlo.

— Creo que yo sí voy a ir. Al menos, para hablar con él.

— Bien. Pero será mejor que primero te limpies la harina de la cara.

Suelta una carcajada y le pego en el brazo. Me quedo un rato más con SeokJin. No quiero que piense que sólo lo he estado utilizando para que me acompañara a la fiesta, aunque sé que en realidad él no piensa eso.

— Buena suerte. Llámame si me necesitas —me dice cuando me bajo del coche delante de la fraternidad.

Luego se va y pienso que es irónico que me haya dejado el móvil en la residencia para no pensar en JungKook, aun así, he acabado presentándome en su casa.

Hay un grupo de chicas ligeras de ropa en el jardín y, al verlas, contemplo mi atuendo: vaqueros y chaqueta de punto. Apenas me he maquillado y llevo el pelo peinado de lado. «Pero ¿en qué estaría pensando cuando he decidido venir aquí?»

Me trago la ansiedad y entro en la casa. No veo a nadie conocido excepto a Lucas, que se está bebiendo un chupito del cuerpo de una chica que sólo lleva puestos las bragas y el sujetador. Entro en la cocina y alguien me pasa un vaso de plástico de alcohol puro. Me lo bebo. Si voy a enfrentarme a JungKook, necesito alcohol. Me abro paso entre la multitud que abarrota la sala de estar, hacia el sofá en el que su grupo suele sentarse. Entre cuerpos y espaldas, aparece el pelo rosa de Yuqi...

Y me pongo malo en cuanto veo que no está sentada en el sofá, sino en el regazo de JungKook, que tiene la mano en su muslo mientras ella está recostada encima de él, riéndose con sus amigos como si fuera lo más normal del mundo. ¿Cómo me he metido en esto? Debería haberme mantenido bien lejos de él. Lo sabía y ahora lo tengo delante, restregándomelo por la cara. Debería irme. Éste no es mi sitio y no quiero volver a llorar delante de esta gente. Estoy harto de llorar por JungKook, y estoy harto  de intentar convertirlo en lo que no es. Cada vez que pienso que he tocado fondo, hace algo que me lleva a pensar que no tenía ni idea del dolor que causan los sentimientos no correspondidos.

Veo que Yuqi coge la mano de JungKook. Él la aparta pero sólo para ponérsela en la cadera y apretar para hacerle cosquillas. Ella se ríe. Intento obligarme a moverme, a retroceder, a echar a correr, a hacerme una bola... Lo que sea con tal de salir de aquí. Pero mis ojos no se apartan del chico del que me estaba pillando mientras él no le quita el ojo de encima a ella.

— ¡YoonGi! —me llama alguien entonces.

JungKook se vuelve y sus ojos verdes encuentran los míos. Los abre como platos. Yuqi mira en mi dirección y se pega más a JungKook, que abre los labios como si fuera a decir algo pero no dice nada. TaeHyung aparece a mi lado y por fin consigo desviar la mirada de la de JungKook. Intento sonreír, pero tengo todas mis energías empleadas en no convertirme en un mar de lágrimas.

— ¿Te apetece beber algo? —me pregunta.

Bajo la mirada. «¿Yo no llevaba un vaso de plástico en la mano?»

El vaso está en el suelo. La cerveza se ha derramado en la moqueta. Doy un paso atrás. Normalmente lo limpiaría y pediría perdón, pero ahora mismo voy a fingir que no he sido yo. Aquí hay tanta gente que nadie lo notará.

Tengo dos opciones: puedo salir corriendo de aquí con lágrimas en los ojos y dejar que JungKook  sepa que me ha hecho daño, o puedo hacerme el valiente y actuar como si me importaran un pimiento él y el modo en que Yuqi sigue acurrucada en su regazo.
Me decido por la segunda opción.

— Me encantaría —digo con voz forzada.

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