Esclava del Pecado

By belenabigail_

3.4M 143K 47K

Entregarse a un hombre como Alexandro jamás había sido tan divertido como también peligroso. Un trato, noches... More

Prólogo
Personajes
00
Advertencia
01
02
03
04
05
06
07
08
09
010
011
012
AVISO
013
014
015
016
EXTRA (Dulce Kat)
017
018
019
020
021
022
023
024
025
026
027
028
029
030
031
032
033 (Parte 1)
033 (Parte 2)
035
036
037
038
039
040
041

034

36.9K 1.9K 282
By belenabigail_



Dalila POV's





Tres días se convierten en una semana, y yo sigo juntando los pedazos, todavía sin poder sentirme entera desde que terminamos.

Realmente me esfuerzo porque no se note. Continúo haciendo horas extras en el gimnasio para mantener mi mente distraída respecto a cualquier cosa que tenga que ver con él, pero en las noches es diferente. Ya no tengo un cuerpo cálido que me abrace, ni que susurre palabras dulces en mi oído. Y su ausencia se siente. Tanto que duele.

Así que sonrío mucho. Es mi nuevo escudo. Pretender estar bien hasta que realmente lo esté.

Katherine no se traga el cuento, e intenta llegar a mi. Pero encerré mi corazón en esta clase de muro emocional, dónde no permito que mis sentimientos salgan afuera. Reconozco que es perjudicial, porque a veces siento que me ahogo con tanto adentro.

Sin embargo, ¿de qué me serviría hablarlo? no cambiará nada. No hará que Alexandro me ame, ni tampoco que me olvide de él, lo que desearía con todas mis fuerzas poder hacer.

Inspiro hondo, llevándome la taza de café a los labios, mirando a través de la ventana como los gordos copos de nieve caen desde el cielo. Escucho ruido detrás mio, no me doy la vuelta, es Kat, preparando otra noche de chicas. Últimamente hemos tenido demasiadas de esas. Su excusa fue que debemos convivir más (como si vivir en un mismo departamento no fuera suficiente de compartir) pero la verdad es que la rubia usa el recurso de las pijamadas para tenerme vigilada. No me enojo con ella, yo haría exactamente lo mismo, porque es mi familia y me preocupa. Aunque empiezo a pensar que está exagerando.

—¿Qué te parecen unos malvaviscos? también tenemos palomitas de maíz.—Su cantarina voz llega desde mis espaldas. Giro la cabeza solo un poco, mirándola sobre mi hombro.

—Suena bien—Dibujo una media sonrisa, pero sé que el gesto no llega a mis ojos.

El rostro de Katherine decae un poco, probablemente leyendo más de lo que me gustaría en mi respuesta; me da igual lo que vayamos a comer. Por un instante la culpa me invade, así que esbozo una sonrisa más grande, esa que aprendí a fingir, a la que recurro cuando quiero tranquilizarla. Ella agita las pestañas y dando unos cortos aplausos, festeja que tengamos una maratón de las películas de Harry Potter.

Me vuelvo a la ventana antes de que mi sonrisa se desvanezca, dándole otro sorbo al café, inevitablemente me preguntó dónde estará. ¿Quizás en el trabajo? Es la primera opción que salta a mi mente. No tiene amigos y detesta acudir a eventos. Aunque es un poco tarde, pero ahora que tiene más tiempo libre sin mi, tal vez lo dedica por completo a sus oficinas. ¿Me extrañará?

Suspiro. Me doy cuenta de que es un nuevo hábito que desarrollé en estos dias. Estoy bien y de pronto mis pensamientos divagan hacia él. A veces mi cerebro busca joderme, más de lo que ya lo hace, y me imagino  a Alexandro con otra mujer. Con su gran y posesiva mano en una cintura estrecha, guiándola hacía alguna habitación de hotel, tal como lo hicimos nosotros. Definitivamente me torturo a mi misma. Suelto una breve risa. Maldita masoquista.

—¿De qué te ríes?—Mis hombros se tensan, y el agarre que tengo sobre la manija de la taza se aprieta.

Carraspeo.

—Oh, recordé algo que ocurrió en el gimnasio—Miento con descaro.

También está eso. Con tal de eludir cualquier camino que pueda llevar directa o indirectamente hacia él, yo... miento. Cambio el rumbo de la conversación, finjo no entender las claras insinuaciones de Kat, o tan solo pongo en mi cara esa maldita sonrisa, y elijo no contestar.

—¿Con el boxeador? la historia no puede ser mejor que la que me contaste la otra vez —Enarco una ceja, volviéndome hacia ella—¡Cuando casi se caga en los pantalones!—Su estridente carcajada rebota entre las paredes del departamento. Esta vez mi risa es sincera.

—¡No lo digas tan fuerte!—Camino hacia el sofá. Dejo la taza en la mesa de centro, y después, apoyo la espalda sobre el cómodo respaldo.

—¿Por qué? no es como que todo Nueva York vaya a oír como hablamos de que tienes un cliente flojo de intestinos.

Bueno, tiene razón.

Su cabello rubio se sacude cuando otra carcajada la asalta, no me uno a ella, pero la miro desde mi lugar. Hacia muchísimo tiempo que no la veía tan relajada, feliz, incluso. Me alegro por ella. La pasó terrible con Hunter, y que ahora pueda disfrutar así, sin el peso de un hombre que buscaba mil y una formas de arruinarle la existencia, se siente muy correcto.

Kat deja ir un largo suspiro una vez que ha tenido suficiente, y yo levanto las cejas.

—¿Ya sacaste todo?—Inquiero.

Seca una lágrima solitaria.

—Depende, ¿tuvo otro apuro de esos? porque si así fue, entonces debe visitar a un médico.

Exhalo aire por la boca, negando suavemente.

—Vamos a ver la película—Estiro el brazo para agarrar la manta que está a mis pies, tapándome el cuerpo.

Mis oídos captan el sonido de sus pies descalzos contra las baldosas, como va de aquí para allá. Regresa con un enorme pote de palomitas de maíz. El dulce olor inunda mis sentidos, pero mi estómago gruñe en desaprobación, no tengo apetito. Tampoco de la bolsa de malvaviscos que trae bajo el brazo.

Kat se acomoda a mi lado y toma un enorme puñado de palomitas.

—¿Quieres?—Se mete unas cuantas a la boca. Sacudo la cabeza. Sus labios se fruncen, dándole una larga mirada a mi rostro—Te saltaste el almuerzo, Dalila. ¿Estás segura que no se te antoja? un poco de azúcar no daña a nadie—Menea el pote frente a mi cara.

El primer impulso es contestar de mala manera, entonces comprendo que su preocupación es válida, además, no necesito tenerla más encima mío de lo que ya está. Por lo que me conformo con resoplar.

—¿Si como un poco dejarás de molestarme?—La miro con impaciencia.

Asiente rápidamente.

—¡Están buenísimas! ya verás, el punto perfecto de dulzura.—Agarro un puñado pequeño.

—¿Ahora puedes darle play a la película?—El azúcar se deshace en mi lengua, y no está tan mal, pero no me mata.

—Hecho, pero antes...—Mira a su alrededor, como si faltara algo—¿Dónde metiste esos dulces ácidos que tanto nos gustan?.

Es inconsciente la manera en la que me congelo en mi sitio.

—En el tercer cajón del mueble de la cocina—Digo, más cortante de lo que pretendía.

—¡Sólo un minuto más, ya vuelvo! es que esos dulces son tan malditamente adictivos...—A penas capto lo siguiente que dice.

Por el amor de Dios, sólo son dulces. ¿Qué más da? fueron un regalo suyo, como los vestidos que están dentro de una caja en el fondo del armario de mi habitación. A veces me odio por permitir que me importe tanto. No tendría por qué afectarme así. No tendría que doler como duele. Como si fuera la primera vez que alguien decide alejarse de mi.

La rubia vuelve con una expresión de felicidad surcando sus rasgos, y así, se deja caer en el sofá.

—Estoy tan emocionada, no puedo creer que por fin haremos juntas el maratón de Harry Potter. Me encanta. ¿De qué casa eres tú?—Sus resplandecientes ojos verdes capturan los míos.

Me gustaría corresponder al entusiasmo que tiene, así que sonrío, y la piel de mi cara se estira por el esfuerzo, porque es falso y ensayado.

—No lo sé, de la casa que sea Draco.—No estoy muy interiorizada con el mundo de los magos, y ella está al tanto. Varias veces intentó que me haga fan, pero estoy bien así. Muy buenos libros, sólo que mi género de lectura es otro.

—Mhm, Slytherin—Tararea—Te gustan los chicos malos.—Sube y baja las cejas.

Pongo los ojos en blanco. Aunque logra robarme una risita.

—¿A cual perteneces tú?

—Según el test que hice el año pasado en una página web, Gryffindor es mi lugar seguro—Se lleva una mano al corazón—Y como me gustó tanto lo que me dijo la máquina lo acepté sin rechistar.—Abre el paquete de Malvaviscos, también el de dulces ácidos—, pero yo lo siento, ¿sabes? mi cuerpo grita que pertenezco a Gryffindor.

—¿Ah sí?

—Sip—Mastica un malvavisco —Todo un alivio que no me tocara Hafflepuff.

—¿Eso por qué?—Un escalofrío recorre mi columna, así que me acurruco más con mi manta, casi acostada en el sofá.

Se inclina hacia mi, y sus ojos se llenan de culpa.

—Detesto lo que voy a decir, lo sabes, me siento como una mala persona.—Susurra —Pero allí sólo van los perdedores.—Habla tan bajito.

—¿Qué?—Me carcajeo, y cuando ella escucha el fuerte sonido, parece satisfecha.

Encoge los hombros.

—Yo no soy quien hace las reglas.—Me mira con diversión. —Pero así está la cosa, pequeña Dalila. Nadie quiere ir allí.

—Mhm—Mis párpados se cierran por un breve segundo, y la mano de Kat toca mi brazo.

—¿Te sientes bien?—La arruga en su frente se pronuncia.

Hago un gesto vago con la mano.

—Por supuesto —Pero otro escalofrío se desliza a lo largo de mi columna.

Reconozco los síntomas, ya me ha sucedido. Me voy a resfriar. Con este clima de locos, no debería de extrañarme. Demasiado frío. Demasiada nieve.

Con su palma tantea la temperatura de mi frente, y el muro alrededor de mi corazón sufre una fisura.

—¿Estás segura?—Su tacto se mueve a mis mejillas —, estás un poco pálida.

—Me siento perfecta, Kat.

Tal vez no me enferme, no me quiero adelantar. Pero usualmente mi olfato no falla para estas cosas.

Exhala un suspiro cargado de angustia.

—Es que estás trabajando mucho—Su intención no es darme un sermón, pero igual me irrita. Porque sé que tiene razón.—¿Estás durmiendo bien?

Aparto sus manos, y me meto dentro de mi caparazón, escondiendo lo más posible mi estado emocional actual. Lo último que Katherine debería oír es sobre mi falta de capacidad para superar a un hombre al que nunca le interesé. Pasaron siete malditos días y todavía no me lo quito de la cabeza. ¿Qué tan patético es eso?

—Si, Kat, ocho horas enteras —Mentirosa, susurra mi mente.

¿Cuánto dormí ayer? ¿Dos? con suerte fueron tres horas.

—Pensé que habíamos quedado en que ibas a tomarlo con más calma, eso de ir tan temprano al gimnasio y regresar por la noche no está funcionando para tú salud.

—Las horas extras pagan bien —Su ojo derecho hace ese tic cuando empieza a enojarse. Lo que es muy, muy, raro. La rubia casi jamás se enfada.

Aprieta las muelas y murmurando entre dientes se da por vencida, tomando el control de mando del televisor para ponerle play a la película. Suspiro. Ella nada más quiere mi bienestar, y aquí voy yo, siendo una perra total. Me siento fatal. Estoy a punto de remediarlo cuando su celular empieza a sonar con el tono de llamada. Trago saliva, acomodando de nuevo las mantas.

Baja la mirada hacia la pantalla del aparato, y en sus facciones atraviesa una leve ráfaga de pánico. Me mira de refilón y con el dedo rechaza la llamada.

Pero no digo nada, aunque es evidente que la razón por la que no contesta soy yo.

Mi visión se concentra en el televisor, no van más que los primeros minutos, y otra vez, el celular de Kat empieza a chillar. Me vuelvo hacia ella, justo para ver cómo se mordisquea el labio inferior, analizando qué hacer. Se nota que en verdad quiere atender. ¿Por qué simplemente no lo hace?

—¿No vas a contestar? —Esa situación tensa de antes queda a un costado. Está en medio de un conflicto, y se nota que no la está pasando nada bien. Aunque no entiendo porqué parece ser que yo tengo algo que ver.

Se sobresalta.

—No, no, está bien. Puedo tomarla después —Suelta una risa nerviosa.

Le pongo pausa a la película. Joder, creo que hoy no será el día de Harry Potter. Me incorporo con rapidez.

—¿Es Hunter?—Retengo un siseo. ¿Por qué asumí que se trataba de mi? jodida egoísta. No porque yo esté mal significa que el mundo gire a mi alrededor. Mis mejillas se ponen rojas debido a la vergüenza. Eres un desastre, Dalila.—Puedo mandarlo al demonio así de rápido—Chasqueo los dedos—Déjame el celular y yo haré el trabajo por ti. Maldito imbécil.

Los ojos de Kat se abren de par en par.

—¡¿Qué?! ¡No!—Se apresura en aclarar—No es nadie, te lo juro. Quita esa cara de asesina, me estás asustando.

—Kat —Advierto. Hemos pasado por esto centenares de veces. Y aunque no tengo el derecho de exigirle que se abra conmigo cuando yo no lo hago, esto es diferente. Podría correr riesgo—La última vez no intervino la policía porque tú no quería, pero si está de nuevo con eso de las fotos..., voy a llamarlos. ¿Entiendes?

Exhala el aire de sus pulmones, y el verde de sus ojos parpadea con cariño. Curva  los labios con una sonrisa tranquilizadora.

—Gracias, Dalila. En serio. Pero no es Hunter —Veo como su garganta se mueve al tragar saliva.

—Muy bien, entonces, ¿quién es para ponerte así? —Esquiva mi mirada hasta que la pantalla de su celular vuelve a brillar, con el nombre de un contacto que no logro distinguir.—¿Katherine?

Aplasta los labios en una delgada línea.

—Es Andrea.—Se disculpa, encogiendo los hombros mientras me lanza una mirada apenada.

La miro.—¿Pelearon?

Su rostro se frunce ligeramente.

—Mhm, no —Murmura—Pero no quiero, ya sabes, está todo muy delicado y tú eres mi amiga. Primero está nuestra amistad.—Sus ojos se ponen vidriosos, y al comprender sobre lo que está diciendo, me siento como una verdadera mierda.

¿Cree que tiene que alejarse de Andrea por mi? sé que ella es la hermana de Alexandro, pero no tiene nada que ver con lo que sucedió. Soy inteligente, puedo separar las cosas. Bajo ningún término Kat debe renunciar a lo que quiere por mi. Así que, si ella quiere a Andrea, ¿quién soy yo para decirle lo contrario?

—Estás confundiendo las cosas. Andrea no es responsable de cómo me siento—El celular dejó de sonar hace rato, y señalando hacia el aparato que aún sostiene entre sus manos, digo;—Llámala, debe estar caminando por las paredes. Si gustas, puedes invitarla a la noche de chicas, apuesto a que te ha extrañado muchísimo. O ve a buscarla, lo que quieras hacer está bien, lo digo en serio.

Su pecho se mueve cuando da una respiración entrecortada. La pobre está a nada de romper en llanto.

—Me preocupaba que pensaras que estaba siendo insensible por seguir saliendo con Andrea.—Sorbe los mocos. Niego. Jamás.—Nunca alguien me ha gustado de esta  forma, pero  tú eres mi pequeña Dalila, y has estado sufriendo tanto—Se abalanza sobre mi, rodeando mi cuerpo en un abrazo apretado. Mis brazos también la envuelven.—Sé lo mucho que te duele que otra persona te haya dejado, no interesa las veces que me lo niegues, estás herida.

Cierro los párpados, suspirando pesadamente.

—Ese es mi problema, Kat, no tuyo—Me separo para verla a la cara.—Tendré que resolver cómo superarlo yo misma, tú no tienes que cargar con esto —Pero no se equivoca, por mucho que actúe y pretenda, me está costando avanzar.—Lo siento. Lamento que hayas creído que tenías que hacer algo como esto por mi.

—Es la forma en la que mi cerebro actúa, porque sé que no me pedirías dejar a Andrea, pero a veces se me dificulta separar mis pensamientos de los que Hunter puso ahí—Su labio inferior se desliza en un puchero, y retiene el aliento por un milisegundo, aguantando las ganas de llorar —Porque antes nunca se trataba de lo que yo quería. Estaba atada a lo que él deseara, y diablos, tengo muy dentro esto de no tener que molestar, no enfadar a nadie, ni decepcionar.

—Podría decir que te entiendo, pero sería una mentira. Nadie más que tú y otra persona que haya pasado por la misma terrible experiencia puede entenderlo—Busco su mano. Le doy un suave apretón.—Mi amistad hacia ti no es condicional a nada, Kat, siempre me tendrás. Salgas con Andrea o si decides terminarlo, sea lo que vayas a hacer, debe ser por ti. Y sobre eso de tener la cabeza jodida, pues, bienvenida al club. Algún día cuando mires hacia atrás te darás cuenta de que estás mejor, y esta turbulenta etapa no será más que un simple recuerdo.

En esta ocasión no logra contener el llanto.

—Él fue tan malo para mi. —Su cuerpo tiembla, y yo extiendo la manta hacia ella, poniéndonos a las dos bajo el calor de la tela de algodón. Me quedo en silencio, dándole el espacio para que se sienta segura de hablar. Hunter no es un tema que se toque. Casi no se menciona desde que le han puesto punto final a su relación, pero sobretodo, Kat ha mantenido con llave el baúl que contiene los más desagradables momentos por los que la ha hecho atravesar. Es en la absoluta vulnerabilidad, dónde solo obtengo vestigios de esa época en la que salían —Me criticaba hasta el más mínimo detalle. Para él me equivocaba en todo, y era tan celoso. —La angustia tiñe sus facciones —Del jodido tipo que revisa el celular, o se queja porque tan sólo mantienes una inocente conversación con otro hombre. —Aprieto la mandíbula. Puede que ella haya salido de ese infierno, pero las marcas que le dejó fueron muy profundas —Pero él no sería fiel a mi, a sus ojos, no era más que una infeliz sin valor. Tenía permitido follar con la primera que se le cruzara, y si lo enfrentaba respecto a porqué se iba a otra habitación a hablar por teléfono, o llegaba tan tarde del trabajo, me decía que estaba siendo una paranoica.—Resopla—Lo peor es que durante mucho creí que era cierto.

—Pero saliste de ahí, y torturarse pensando en lo que podrías haber hecho o no, no te servirá de nada. Aquello quedó en el pasado. Cada día que eliges no regresar allí, te haces más fuerte y más valiente, aún cuando tú mente te susurra mentiras para engañarte a ti misma.

—A veces tengo su voz diciéndome que no lo voy a lograr, que no soy nadie sin él.

—Pura mierda, eres quien eres por tú esfuerzo.—Mi tono es firme. De ser necesario se lo voy a repetir hasta que se harte de oírlo —Tienes un excelente trabajo, sales y te diviertes, y ¿qué más da si algo no funciona? eres joven, Kat, los errores son parte del trato de la vida.

Suspira, llevando las piernas hacia su pecho, apoya la barbilla sobre las rodillas. El esmeralda en sus ojos vuelve a iluminarse.

—A ti nunca te agradó.—Curva los labios en una media sonrisa, sin embargo, todavía quedan rastros de agua en sus sonrosadas mejillas.

—Imbécil —Farfullo. Suelta una ligera risa. Enarco una ceja —¿Vas a llamarla?

—Voy a ofrecerle que se una a nuestra noche de chicas.

—Puedo cuidarme sola, Kat.

—Ya lo sé—Asiente —Pero hoy no me apetece ir a su departamento.

La conozco tanto y tan bien, que sé que se sigue quedando por mi. Mi amiga me guiña el ojo, y luego, choca nuestros hombros en un empujón amistoso.

—Si es lo que quieres —Le devuelvo el empujón —Aunque no creo que Andrea sea de las que miren Harry Potter.

—Pues tendrá qué ser una de esas por hoy.

Se levanta del sofá con el celular en su oído y una invitación a la noche de películas que extiende en nombre de ambas.

Andrea llega veinte minutos después, vestida con un tapado que cubre parte del traje negro ceñido al cuerpo, y el cabello intacto. Aún cuando nieva afuera y el viento está siendo indomable. Los tacones de aguja le quedan espectaculares, y me cuestiono cómo hizo para caminar con ese buen par de centímetros en sus pies, con este suelo resbaladizo y poco confiable. Pero combinan muy bien con los labios pintados de color escarlata.

Ni bien la rubia le abre la puerta, la empresaria no se tarda en robarle un beso, susurrando muy cerca de sus labios que la echó de menos, y otras cosas más que, sinceramente, por elección, preferí de hacer oídos sordos. Pero por las mejillas sonrosadas de Kat supongo que ha sido una interacción bastante interesante.

En mi caso, mi corazón se detiene por un segundo entero. No comparte mucho parecido con su hermano, aun así, saber que es una Cavicchini de cierta forma me sacude desde los cimientos. Porque ellos son unidos y ella tiene información que yo no. Por ejemplo; saber cómo se encuentra, si está trabajando en exceso o si ha aflojado con la peligrosa ingesta de café que consumía a diario. Habíamos quedado en que probaría el descafeinado, pero eso fue antes, bueno, antes de esa noche.

Cuando su mirada se posa en la mía la italiana sonríe abiertamente, y me da un beso en cada mejilla. No hay diferencia en la manera en la que me trata, y agradezco en silencio que así sea.

Quizás desde el inicio estaba al tanto de que yo no sería más que un capricho pasajero, tal vez está acostumbrada a lidiar con la larga lista de mujeres que cayeron en los encantos de su hermano mayor.

—Es bueno que por fin podamos vernos. Has estado un poco perdida, al igual que tú amiga—Me mira a través de sus pestañas, como si estuviera estudiándome, y el acento que adorna sus palabras es seductor, no precisamente porque coquetee conmigo, sino por que ella es así. Naturalmente coqueta.

Me retracto. Tienen varias cosas en común con Alexandro. Como la intensidad con la que se adueñan de un espacio, la manera en la que parece que podrían comerse el mundo entero.

—Tomé un par de horas extras en el gimnasio—Explico, como si ese fuera el real motivo por el cual estuve esquivando a la mayoría de las personas que conozco. Sobretodo a las que tienen un lazo estrechamente ligado al italiano.

—Acabo de salir del Hotel, así que creo que eso también me convierte en una adicta al trabajo, y Kat ha sido otra en estos días. No soy quien para juzgar —Desliza el tapado por sus brazos. La prenda descansa sobre el respaldo de la silla del comedor. Asiento, aunque no alcanzo a captar por qué ha dicho eso de Kat. La rubia esquiva mi mirada—Aun así, con estos horarios disfuncionales me las sigo arreglando para verme fenomenal. Un poco de cremas para la cara y otros pocos pinchazos de mi cirujano favorito —Bromea, guiñándole el ojo a Kat. Las tres nos reímos.

—¿Voy por vino? —Ofrece la rubia, ansiosa por tomar otro rumbo en la charla.

—Que no se te olvide una copa para mi —Los claros ojos de Andrea se la devoran desde la distancia. Kat se pone nerviosa, y riendo entre dientes, mueve los pies hacia la cocina.

Me siento en la silla frente a la italiana, mordisqueando el interior de mi mejilla, indecisa sobre qué tema de conversación tratar.

—¿Cómo está el hotel? —Inquiero, rezando para mis adentros que Kat no se demore demasiado.

Tengo que relajarme. Ella está muy cómoda, y se maneja con una madurez admirable. Podría copiar su ejemplo.

—Divertido —La sonrisa que tira de las esquinas de sus labios es misteriosa. —Pero no vine a hablar de negocios, ya les dediqué mucha de mi atención por hoy. —Tiene las uñas de un tono perlado exquisito, tan elegante, y sin embargo, muy a la moda.—Me dió curiosidad lo que hacían en su pijamada.—Su expresión se torna atrevida —Supongo que es muy diferente a las que yo iba de adolescente.

—¿Ah sí?—Frunzo los labios —¿Te refieres a que en tú país lo hacen de otra manera?—Estoy confundida.

El sonido de su carcajada es rico y aterciopelado.

—Mi propósito para asistir a una pijamada de chicas eran otros.

—No te comprendo.

Suspira, rodando los ojos.

—Iba para follar, Dalila. ¿Qué no sabes? tantas chicas juntas, alguna tenía que gustar de mi, imposible que así no fuera —Levanta las cejas, arrogante —Siempre había alguien dispuesto a probar, y yo no era quien para negarles nada—Me pongo tan jodidamente roja. —Pero la mayoría tenía muy en claro mis gustos, así que no era esa clase de pervertida que fisgonea a escondidas. Puedo diferenciar entre una chica a la que le gustan las chicas, y otra a la que no, y como yo respetaba aquello no tenían drama en invitarme. Eso y que soy divertida. Todos me querían en sus fiestas.

Me uno a su risa, sintiendo como de a poco la tensión en mis músculos se disipa.

—Bueno, esta no es una fiesta del tipo europea. —Encojo los hombros —Pero hay vino y malvaviscos.

—¡Mucho mejor!—Canturrea.

Dudo que sea sincera, pero valoro que quiera generar un ambiente ligero.

Inspiro profundo, mientras la miro a los ojos, con la súbita necesidad de disculparme. Inconscientemente he influido para que Kat se distancie de ella, y aunque parezca no estar enfadada conmigo, me gustaría poder enmendarlo.

Andrea nota el ligero cambio en el aire, y frunce el ceño, inclinándose hacia el borde de la mesa.

—Me alegra de que hayas aceptado venir, en serio. —Entrelazo las manos sobre mi regazo —Y disculpa si he acaparado a Kat esta última semana, no fue mi intención. —Carraspeo. Volver esto sobre mi no es la idea, y tampoco ella debe tener ganas de oír lo que sucedió con su hermano, incluso si ya tiene los detalles. Por lo que lo mantengo sencillo. —He sido un desastre y la arrastré conmigo. Otra vez, no lo quise, pero así fue.

La italiana se ve jodidamente desorientada, y mi estómago da un vuelco. Hay algo en sus ojos que se ensombrece y después una chispa.

—¿De qué estás hablando? —Dice. Noto que no es de su agrado estar desinformada, lo que justamente parece que ocurre—Ella tuvo un par de reuniones importantes a las que asistir, y se le complicaba quedar conmigo, al menos, eso es lo que me comentó. —Endereza la espalda.

Casi puedo ver los engranajes de su cabeza trabajar, y yo me quiero morir. ¿Acabo de meter la pata? Katherine hace su aparición, con una copa en cada mano y una sonrisa que se desvanece al vernos.

—¿Qué está pasando? —Deja las copas sobre la mesa.

—Eso mismo es lo que me pregunto yo, Katherine —Andrea clava su mirada en ella. Siento como la sangre abandona mi rostro, y me pongo pálida. Mi mente corre a la misma velocidad que la de Andrea. ¿Por qué Kat le mintió? —¿Muchas reuniones? ¿Imposible cenar conmigo? —Aprieta la mandíbula —Ya me han visto la cara de idiota una vez, Kat, no volverá a suceder.

Se levanta bruscamente, poniéndose el abrigo.

—¡Aguarda, Andrea! —Se apresura a detenerla. Kat me mira de soslayo, la culpa filtrándose en sus ojos. ¿De qué se siente culpable? —¡Lo siento! fue una semana complicada y...

—¿Por qué creería algo de lo que vayas a decirme? ¡Me mentiste! —Respira, luchando por calmarse. Cierra los párpados, y exhala el aliento de sus pulmones, recalculando. Al encontrarse de nuevo con Kat, su dura expresión se afloja, como si recordara que no puede gritarle. No a ella. —Está bien, no voy a montar un espectáculo. Vamos a dejarlo aquí. Gracias por la invitación.

—No, no, no —Murmura, siguiéndola hasta la puerta mientras que yo permanezco congelada en mi sitio. ¿Qué diablos? —¡Dame la oportunidad para explicarte! por favor, Andrea. —Kat la sostiene por el brazo y la italiana detiene su andar. —Por favor —Susurra, mirándola con ojos suplicantes y dulces.

Creo que la he jodido, y ni siquiera sé cómo es que lo hice.

—Es evidente que tenemos un malentendido aquí —Intervengo. Carajo, me siento responsable. Andrea se vuelve hacia mi. Trago saliva. También es igual de intimidante que su hermano, y mi corazón sangra ante la realización de que todavía no puedo quitarlo de mis pensamientos. —¿Cierto, Kat?

Asiente repetidas veces—¡Si! ¡Sólo tienes que escucharme!

Andrea se toma un segundo para meditar, y al final, suspira. Pero está impaciente.

—Habla —Demanda.

La rubia titubea.

—¿Ahora? —Me mira de soslayo. Su voz suena diminuta.

—¿Estás bromeando conmigo?—Gruñe, dispuesta a salir del departamento.

—¡Que no!— Se interpone Kat. Me doy cuenta de que la italiana le quita varios centímetros de altura, y si quisiera, podría fácilmente sacarla del camino. Sin embargo, no lo hace. Su tacón da golpecitos contra el suelo.

—Abre la boca y habla, Kat. Ahora. No dentro de un rato, tampoco mañana. Me importa un rábano la privacidad en estos momentos, porque tengo una imaginación bastante desarrollada, y no la estoy pasando bien con las imágenes que se me vienen a la cabeza. —Se inclina sobre ella. Yo abro los ojos de par en par. Joder. ¿Estará en los genes Cavicchini? —Dime, ¿estoy sacando suposiciones apresuradas?

—¡Por supuesto! —Se ofende. —No se trata sobre nada de eso. Yo nunca te haría algo así. Para mi solo eres tú. — Parpadea.

Veo como cada fibra de su cuerpo se alivia. Aunque guarda sus sospechas, porque sigue en la oscuridad y quiere la verdad.

—¿Qué es, entonces?

Katherine juega con los dedos de sus manos, removiéndose sobre su lugar, otra mirada se le escapa en mi dirección.

—¿Qué?—Articulo en un susurro.

Andrea pasea los ojos de ella a mi y viceversa.

—No voy a esperar mucho más —Advierte la italiana.

Hago sonar la garganta. —¿Por qué no me voy? —Ofrezco. —Tal vez así...

—No. —Su tono es serio, la mirada feroz —¿Katherine? —Presiona.

La rubia exhala un suspiro pesado, y resignada, sus hombros caen.

—Sé que no estuvo bien mentirte, así que perdóname, por favor —Dice. —Pero Dalila me necesitaba y yo no quería dejarla sola.

Andrea arquea una ceja, recelosa.

—¿Por qué me habría de enfadar por eso? Podrías haber sido honesta conmigo desde el principio.—Espeta —¿Por qué me lo ocultaste? —Entonces se vuelve a mi. —¿Es algo de lo que no deba enterarme? ¿Tienes un problema de salud, Dalila? ¿Necesitas un cheque?

—No. —Murmuro, frunciendo el ceño. —Es que tú no... —Respiro. La comprensión anuda mi estómago. ¿Kat no se lo dijo? ¿Alexandro tampoco? Imposible. —Ella se quedó conmigo porque estaba preocupada, no hay más en la historia.

—¿Preocupada de qué? —Cruza los brazos. —Vamos, ya hemos llegado hasta aquí, y sí, yo creo que hay mucho más en la historia. ¿Qué están ocultando? —Su paciencia comienza a agotarse.

Ella en serio está completamente ajena a lo que sucedió.

—Dalila —Susurra Kat. Cuando no respondo, ella se dirige a Andrea, aunque titubea —Pasó algo entre Dalila y Alexandro. Hace unos días cuando hablamos tú y yo, me dí cuenta de que no lo sabías. Así que pensé que dejarlo así era lo mejor. Me parecía incorrecto contarte sobre esto porque es muy personal, y no me pertenece. Además, él es tu hermano. No quería que sintieras que te ponía en el medio de algo. Al final, me doy cuenta de que hice un gran lío, pero solo quería cuidarlas.

—Estabas en una posición incómoda, entiendo. Aunque no lo justifica —La línea entre sus cejas se relaja —Te equivocaste Kat, si no querías contarme, no lo hacías. Pero debo confesarte que me habría dado gusto que confiaras en mi. Yo no tomo partido en esta clase de cosas. Has insultado mi inteligencia.

—Lo siento muchísimo—La vergüenza tiñe sus mejillas.

—Sé que así es—Acaricia su mejilla con delicadeza. Andrea me mira —¿Ustedes dos terminaron? ¿Se trata de eso? —Va directo al grano.

—Si. —Aguanto las repentinas ganas de llorar.  ¿Tan poco me consideró que ni siquiera le contó a su hermana?

Su gesto se suaviza por completo. Da un paso hacia mí.

—Es una lástima, lo digo en serio —Suspira. —Me imagino que tuvo que ver con su regreso a Italia.

Me congelo en mi lugar, incapaz de pronunciar una respuesta.

—¿Qué? —Mi rostro debe ser un libro abierto de emociones, porque Andrea se queda muy quieta, y cierra los ojos por un instante, como si estuviera maldiciendo para sus adentros.

—¿No te lo dijo? —Mantiene el tono tranquilo, pero escucho la sorpresa detrás. —Mañana hará una semana desde que se marchó.

Conociendo el balde de agua fría que es esta noticia para mi, Kat de inmediato clava sus ojos en los míos, descolocada. Pero yo no veo más allá del dolor que me consume el pecho.

No puedo controlarlo cuando el sentimiento de abandono hace de un nudo mi garganta.

Mi sien palpita con fuertes pinchazos. Me siento más enferma que nunca.




•••




Katherine POV's


Dalila está dormida en el sofá individual, mientras que de fondo, Harry Potter se reproduce a un volumen bajo. Con la manta sobre su cuerpo y la cabeza descansando en el apoyabrazos, la luz que irradia del televisor refleja los surcos de las lágrimas que derramó en silencio.

Hizo un enorme intento por aparentar no estar afectada, sin embargo, ni bien las luces de la sala de estar se apagaron, y la película comenzó, supe que ella estaba llorando. El sutil sacudir de sus hombros y los sollozos ahogados la delataron. Pero no presioné, le dí su espacio, aunque me mantuve cerca. Entonces se quedó dormida.

—Detesto verla así —Susurro para no despertarla.

—Eres una buena amiga, es lógico que te sientas mal por ella. —Giro el rostro hacia Andrea, su nariz rozando la mía.

—Pero no pude protegerla de este dolor —Mi labio se desliza en un mohín. Me ajusta sobre su regazo. Las dos estamos acurrucadas en el sofá más grande.

Su mano recorre los largos mechones rubios de mi cabello.

—Hay veces en las que debemos transitar ciertos caminos solos, y para ella, esta es una de esas veces. No puedes hacer otra cosa más que acompañarla, dulce Kat, pero este es su recorrido.

—Yo sé que está en un conflicto con sus sentimientos, porque sabe que lo de ellos no era algo formal, pero es otra persona que se suma a la larga lista que decide apartarla —Seco una lágrima traicionera.

Frunce el ceño.

—¿Quienes fueron los primeros? —Pregunta. Aprieto los labios en una línea. —Confía en mi y habla conmigo. Hará que te sientas mejor. —Me sujeta por la barbilla —¿Puedes, bebé?

Inspiro profundo.

—Sus padres la dejaron a su suerte con su hermano mayor, ellos los abandonaron a ambos —Pronuncio.

Andrea levanta las cejas, y suspira.

—Mierda —Sisea. —¿Alexandro estaba al tanto de esto? —Inquiere, de pronto, con un matiz molesto en su voz.

—Supongo que sí, no estoy completamente segura.

—Si así era, fue jodidamente insensible de su parte. No importa que hayan terminado, él debió despedirse. —Pone los ojos en blanco —Cometió un error.

—Eso mismo pienso yo, ¿sabes? —Me recuesto sobre su cálido cuerpo, y Andrea rodea mi cintura con sus brazos. La curiosidad hace que me remueva sobre sus piernas —¿Puedo saber por qué se fue?

Ella baja la mirada hacia mi rostro. Hay una leve contracción en su mandíbula.

—Teníamos un asunto que atender en Italia, pero estaba controlado, y quedamos en que el viaje se aplazaba. Así que también me sorprendí cuando me dijo que iba a volar a casa para comprobar que las cosas estuvieran marchando bien. —Corre un mechón rebelde de mi frente.

—¿Dices que Dalila tuvo que ver con su decisión?

Encoge los hombros, dudosa.

—Ni siquiera me contó que habían terminado, es tan reservado, al punto de ser frustrante. Pero lo conozco demasiado bien, y mi instinto no falla. Desde el principio supe que ella era diferente, por supuesto, él ya lo había notado. Cuando los vi juntos por primera vez ví el click entre los dos. Creo que él también lo sintió y eso lo desestabilizó. Es muy malo para ceder el control, para aceptar que a veces las cosas no salen según lo planeado.

—No puedo unir las piezas, Andrea. Si ella le importa, ¿por qué no quedarse? ¿Por qué decirle que no la quiere?

Sus ojos se abren con asombro.

—¿Dalila lo ama? —Entrecierra los ojos—Maledizione, sapevo che c'era di più. (Maldita sea, sabía que había más)

—Claro, muchísimo. Se lo confesó la otra noche.—Mi corazón se encoge por ella. No lo diré en voz alta, pero es un maldito imbécil. ¿Cómo alguien no podría querer a Dalila? me ofusco. A la mierda, sí lo diré —Tú hermano es un idiota. —Digo —Sin ofender.

La esquina de su boca se curva con una sonrisa divertida.

—Ugh, lo sé. —Me da un casto beso en la frente, y yo me derrito bajo su agarre —Es más que obvio para mi. Se asustó.

—Puede ser, o tal vez él en serio no se sienta igual que ella. Así que viajó a Italia, y ya está. Es triste, pero sigue siendo una posibilidad— Desvío la mirada a la pantalla, justo para capturar a Hermahione discutir con Ron.

—¿Qué le dijo Alexandro? ¿Cuál fue la excusa?

Vuelvo los ojos a ella.

—¿Excusa?—Me enderezo un poco. —Nada en específico, le recordó que lo suyo no era más que un trato y que los sentimientos no estaban permitidos. La hirió mucho.

Ella sacude la cabeza, claramente en desacuerdo, y puede que molesta.

Non se n'è andato, maledetto è scappato. (no se fue, maldita sea, se escapó.)—Murmura. —Non posso credere di avere così tanta paura di amare e di essere amato. (no puedo creer que tenga tanto miedo de amar y ser amado)

—Voy a ponerte un traductor —Hago una mueca. Ella ríe.

—Sólo digo que se está perdiendo una gran chica, y que tienes razón. Es un idiota.

Arqueo una ceja.

—¿Tengo que ponerme celosa? —La miro debajo de las pestañas. La sonrisa que esboza alcanza su mirada. Estoy jugando. Podría decirse.

—No —Aprieta su boca contra la mía, y al retirarse, tira de mi labio inferior —Quita esa cara de maniaca, bebé —Susurra.

Me pongo como un tomate, por lo que decido volver al rumbo original de la charla. Su risa vibra entre las paredes del departamento, y mi pecho se llena de una sensación reconfortante.

—¿Entonces, crees que él la ama? porque de ser así, lo demuestra que da pena.—Gruño.

Andrea suspira.

—Creo que tiene miedo de que así sea.

—Después dicen que las mujeres somos un acertijo complicado e indescifrable —Me burlo.

—¿Ves? por eso desde muy joven yo sabia que con los hombres simplemente no era. —Bromea.

Le doy un golpecito en el brazo. En respuesta, ella toma la mano con la que la golpeé, y la envuelve con la suya.

Entrelazo nuestros dedos.

—¿Por qué no dejarse amar? ¿Qué es a lo que le teme? —Tal vez me este entrometiendo, pero puede ser mi única oportunidad de preguntar, así que avanzo otro casillero. Hasta donde la italiana marque la línea.

Ella contempla por un minuto cómo contestar a eso, y cuando creo que no va a decirme, vuelve a hablar.

—Hace algunos años Alexandro pasó por una temporada  muy difícil, y le costó horrores salir adelante —Traga saliva. No a menudo veo a Andrea ponerse emotiva, por lo que me siento aún más derecha, poniendo toda mi atención. —Desde entonces se enfoca en los negocios. Nada de encuentros sociales, poca o nula comunicación con gente que no tenga que ver con la empresa, incluso con ellos es reacio a tratar, pero lo hace por deber no por elección. —Carraspea —Es más distante conmigo, también.

Oh.

Me gustaría poder consolarla, sólo que no sé cómo hacerlo. Así que le doy un beso en la mejilla.

—¿Era muy distinto antes de lo que le sucedió?

Se queda en silencio.

—No realmente, no con el resto. Pero conmigo era más cariñoso, no del tipo que te asfixia con abrazos, pero si del que te trae obsequios o te envía mensajes para chequear cómo estás. Simplemente se encerró en si mismo. De hecho, Dalila es la primera mujer con la que ha estado después de... no lo sé, ¿meses? —Resopla —Es que me tiene al margen de su vida, soy una simple espectadora. No podría decir con total certeza qué es lo que hace o a dónde va. Ya ni siquiera sé la forma en la que piensa. Sólo da órdenes.

—Toma, aquí tienes —Le extiendo uno de los pañuelos descartables que están sobre la pequeña y redonda mesa de centro. Antes fui yo quién los usó. Andrea me mira, confundida. —Estás llorando. —Explico con ternura. Ella parpadea, desconcertada, y con el dedo pulgar barre una lágrima que se desliza por su pálida mejilla. Parece que está un poco avergonzada, quizás desacostumbrada a mostrar otras emociones que no tengan que ver con sonrisas descaradas y chistes fuera de lugar. Así que la limpio yo por ella—Ya está. —Sonrío.

Sus ojos son dos tanques verdes, tan profundos e intensos, que me cortan la respiración mientras me observan como si contemplaran el más impresionante de los paisajes. Y yo me siento jodidamente extasiada, casi tocando el cielo con las manos.

Me encanta cuando me mira así.

—¿Sabes lo millonaria que me hice al conocerte?

Me toma desprevenida y me río con una carcajada que me apuro a callar. Dalila sigue dormida.

—Ya tenías mucho dinero cuando nos conocimos.—Señalo lo obvio.

Chasquea la lengua, clavando su dedo índice y pulgar en mi barbilla. No hay existencia de duda o diversión en sus ojos.

—No, porque tú eres mi mayor tesoro, Katherine. Que se te grabe en la cabeza.

Los latidos de mi corazón se aceleran. El golpe constante retumbando en mis propios oídos. De repente, se me dificulta articular las palabras, y me quedo así, quieta y tratando de procesar lo que acaba de decir.

—¿Lo- lo dices en serio? —Susurro. Odio no tener la suficiente autoestima para aceptar lo que me dice sin rechistar, pero es algo en lo que continúo trabajando.

Me besa en los labios, lento y significativamente cargado con todas las cosas que ninguna es capaz de poner afuera. Porque ambas estamos sanando, cada una con sus respectivas heridas, pero de igual manera juntas.

—Yo no me voy a ir, ¿lo captas? vas a tener que aprender a aguantarme las jodidas veinticuatro horas, los malditos siete días de la semana. —Promete, el tono duro y sin lugar a reproches —Estás jodida bebé, de ahora en más, sólo seré yo para ti. Y como vuelvas a alejarme sin una mínima explicación, dime, ¿cómo te quedará el culo?

Sonrío abiertamente.

—Rojo —Como tengo en estos momentos mi cara. Casi agrego.

Clava los dientes en su labio inferior.

—Dame otro beso. —Exige.

Lo hago.

Al separarnos mi frente descansa en su hombro.

—Gracias por abrirte conmigo —Sus brazos se aprietan en mi cintura. —Lo valoro mucho.

—Estaba en deuda, tú me contaste sobre el imbécil de tu ex. —No tengo que verla a los ojos para saber que se han oscurecido peligrosamente  —Aunque sospecho que sólo me has dicho una parte. —Todavia es cálida al hablar, pero logro capturar esa tensión que hay detrás. No dirigida a mi, sino a Hunter.

Mi relación con Andrea es muy diferente a lo que había armado en mi cerebro. Yo me estaba encariñando demasiado rápido y no quería volver a sufrir. Guardaba mis temores. Entonces reuní el valor, y charlamos durante mucho rato. Después sucedió lo de Dalila, y mierda, quería correr a una montaña para esconderme. Sentía que debía tener lealtad para ambas, al final, lo arruiné. 

—Basta de Hunter —Digo.

Sus rasgos se endurecen.

—Hasta oír su nombre me fastidia.

Sonrío.

—Una buena razón para regresar al tema de Dalila y Alexandro —La miro con ojos suplicantes.

De su garganta brota una risa burlona.

—Tienes un tiro más, luego, basta de ellos dos también.

—¿Sólo una pregunta? —Bateo las pestañas. Vuelve a reír

—Si.

—¿Por qué?

—Porque prefiero pasar mi tiempo besándote.

Uhm.

—Bien —Suspiro dramáticamente, como si la oferta fuera una tortura. De lo que ella es ajena es que mis labios cosquillean por volver a sentir los suyos. Pero con lo astuta que es, seguro nota mi pobre intento de parecer desinteresada. Reflexiono muy bien cómo formular mi pregunta. Voy directo a la más importante, y a la que podría generar un punto de no retroceso para Dalila y Alexandro. Aunque quizás ya sea demasiado tarde para eso.—¿Él va a regresar a Estados Unidos?

Su expresión se mantiene serena, sin embargo, veo la vacilación destellar en sus orbes. Suspira.

—¿Recuerdas esos negocios que te mencioné que tenemos en Italia? —Asiento —No te engañé cuando dije que estaban controlados, y que Alexandro podría haber viajado después. Hasta hoy, al menos, no parecía que íbamos a tener mayores inconvenientes. Pero esta tarde se comunicó conmigo, y su presencia es... bastante requerida.

Mi visión se desplaza a Dalila, hecha una bolita en el sofá individual, con el rostro sonrojado y los rastros de llanto marcando sus mejillas.

—¿Se va a quedar allá? ¿Para siempre?

Sonríe con dulzura.

—Para siempre es mucho tiempo, bebé. —Aprieta la mandíbula —Pero de volver, no lo hará pronto. Si es que lo hace.

Mierda.

¿Eso es todo? La va a dejar así. ¿Sin despedirse? ¿ni siquiera una mísera carta? ¿un texto?

Tenían un trato y lo entiendo, nada de ataduras, pero es una actitud tan cruel de su parte. Sobretodo para Dalila. Apuesto a que lo sabía, estaba en conocimiento del abandono de sus padres, y él se subió al primer avión sin mirar atrás.

Mis ojos siguen clavados en mi amiga, y mi corazón se hunde en mi pecho.

Repito, podría haberla llamado. Por los momentos compartidos, los lindos recuerdos, no lo sé, joder, ¡por simple empatía!

¿Cómo le voy a decir esto a Dalila? va a estar destrozada, incluso cuando finja que no es así. No se desmoronó hace un rato porque estaba Andrea, pero apenas pudo contenerlo. Igualmente, tampoco ha demostrado querer expresar sus sentimientos conmigo, lo que me preocupa todavía más. Va a llorar en soledad, si es que no se obliga a encapsular sus sentimientos hasta para ella misma. Lo va a ocultar, se va a convencer de que está bien, pero sólo irá acumulando hasta explotar.

Mis ojos conectan con los de Andrea, y observo su rostro enmarcado por su largo y lacio cabello negro. La nariz respingada, los pómulos altos, y el delicado arco de cupido de sus labios.

Entonces se me viene a la cabeza la idea de que quizás tenga que reunirse con su hermano en Italia, porque según comprendo, es un negocio familiar.

Un sentimiento de pánico me atraviesa.

—¿Qué hay de ti? ¿Tendrás que irte también? —Sueno alarmada, y en otro momento me reprocharía por dar una impresión desesperada, pero es justo así como me siento.

Acaricia mi mejilla.

—Mi lugar está aquí, además, te dije que de ahora en adelante vas a tener que aprender a convivir con mi sombra pegada a la tuya —Arquea una ceja. Recalcula. —Mierda, ¿me escuché como de las cavernas, no?

Me asalta una suave risa.

—¿Lo prometes?

Suelta una corta exhalación, y esta vez, se demora más en responder.

—Adoro Italia, es donde nací, pero elegí Nueva York como mi nuevo hogar —Sus ojos se llenan de determinación —Tengo demasiado que hacer aquí. Alexandro tiene otras responsabilidades que lo atan allá, y lamentablemente, el peso de nuestro apellido recae más sobre él, y nunca fue de los que eluden las obligaciones. Pero también tengo un rol en esta familia y jamás lo abandonaría. Así que no puedo prometer que no tenga que irme algún día. Si me llama, iré. Aunque puedo prometer que volvería. ¿Me oyes? tengo mucho por lo que volver a esta ciudad. —Al decir aquello, se cerciora de que mis ojos no se aparten de los suyos.

La lealtad que tengo para Dalila, ella la tiene con su hermano. Por lo que asiento. Yo haría lo mismo de estar en su posición.

Abrazo la calidez que irradia su cuerpo y ella me recibe con gusto. Respiro su perfume y cierro los párpados.

Ha sido una noche plagada de emociones.

—Creo que me voy a quedar sin mis besos—Susurra en la piel de mi cuello.

Sonrío.

—Veinte minutos de siesta y luego te daré todos los besos que quieras.

Su pecho vibra al reír.

Dormi bene, tesoro (que duermas bien, tesoro)



•••

Holaaaa, bellas brunas ;)

gracias x leer. 💗💗 escribir me hace más que feliz y saber que disfrutan del libro me llena el corazón.

lxs amo MONTONES.

Pd: pasate por HEAVEN si todavía no lo leíste. Hay cupcakes y chicos con tatuajes 😌🫶

instagram: librosdebelu

Continue Reading

You'll Also Like

17.5K 999 62
Trilogía Zafiro.💎 El reto final. Las cartas han sido puestas sobre la mesa, ahora todos están molestos y listos para conseguir lo que quieren. La ca...
5.2M 454K 83
Nunca debí caer por él. Sin embargo, tampoco detuve mi descenso. Nada logró apaciguar las maliciosas llamas de deseo que se prendieron dentro de mí. ...
322K 17K 39
"Él monstruo se esconde detrás de las sombras" Atenea Stuart es una de las mejores detectives en el mundo, aún así, siendo la más joven, sus misiones...
334K 10.5K 20
Ella después de varios años regresara a su hogar, volverá a encontrarse con su familia y vivirá con ellos... Lo que no sabe es que un desconocido viv...