Amor en manos enemigas.

By SandyLee

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Imagínate que odias a un chico de tus años de colegio. Después, imagínate que ambos toman caminos separados. ... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Covers de Regalo
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Agradecimientos
Epilogo I

Capitulo 8

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By SandyLee


De nueva cuenta, su hora de comida se había retrasado casi dos horas. Una clienta lo entretuvo más de la cuenta, malgastando su tiempo. A esa mujer más le valía dejarse de coqueteos absurdos o bien podría irse buscando otro abogado. Él no estaba para jueguitos, nunca los tuvo con quienes representó en su momento, no tenía ninguna necesidad de hacerlo ahora. Aunque su conciencia le recordó un par de deslices que tuvo en sus primeros días como litigante, pero en su defensa podía decirse que cuando esos sórdidos asuntos ocurrieron, la relación abogado/ cliente, había concluido.

Para cuando entró al restaurante ya eran casi las tres de la tarde.

—Veo que empezaste sin mí. —Dijo Tom mientras tomaba asiento frente a Dave. Éste ya estaba degustando un plato de sopa.

—Pues ni que fuéramos novios... hace veinte minutos que estoy esperándote y por si fuera poco me querían quitar la mesa.  

—Ya, ya —se carcajeó al ver como Dave hacia una especie de puchero—. ¿Qué ordenaste?

—Sopa de guisantes, y un bistec con puré de papas y verduras cocidas al vapor. Y vale más que te guste, porque he pedido lo mismo para ti —tomó un sorbo de su bebida y dibujó una media sonrisa en sus labios—. ¿Sabes de qué me enteré hoy por casualidad? —Tom lo miró algo intrigado— Creo que te va a interesar un poco —se llevó un trozo de pan a la boca que saboreó lentamente, ganándose una mirada furibunda—. Celine envío un par de currículos a ciertas organizaciones, la mayoría son del tipo que ofrece ayuda legal.

El rubio se quedó un momento cavilando.

—Y... de casualidad, ¿sabes si unas de esas organizaciones incluye la fundación de mi padre? ¿De qué te ríes? —Agregó al ver como su amigo reía sonoramente.

—No tienes remedio —le guiñó un ojo—. Y casualmente, si sé: no ha enviado su currículo a la fundación, pero conociéndote...  estoy seguro de lo que va a pasar a continuación.

—Ahora resultaste adivino, ¿no? —Ahora fue él, quién se carcajeó— Pues después de todo, me da gusto que este expandiendo sus posibilidades.

—Tú tuviste algo que ver con esa "expansión" —aseguró Dave—. Me apuesto un par de dedos a que le estuviste echando sal a la herida.

—¿De cuando acá es un crimen opinar? Es un país libre —dijo poniéndose manos a la obra con el plato de sopa que le habían puesto enfrente—. No sé porque estás pensando mal.

—Piensa mal y acertarás –tomó un sorbo de su bebida—. Pero dime, ¿esto van en serio? Desde el club estás raro, pero de ti no me extraña tanto, sino de ella. ¿Cómo es que confía en ti? ¿Cómo es que de la noche a la mañana son amigos?

—Dudo que lo haga —admitió—. Pero estás de acuerdo que a ti te pasó lo mismo con Erin.

Dave se atragantó con el bocado que tenía en la boca.

—Sólo contéstame una cosa, ¿tus rencillas con Ashford están involucradas en esto?

—¿Y ése mierda que tiene que ver?

—Déjame pensar —Dave compuso una expresión de suma concentración—, supongamos que ahora que eres un hombre nuevo decides hacer una buena acción la cual de alguna manera terminará beneficiándote a ti. Entonces te topas con Celine, quién curiosamente es la ex de Ashford —Tom hizo una mueca de enfado—. Vas y le dices lo que piensas de ella, cierto o falso, el punto es que le haces saber que merece algo mejor. Ella duda al principio, y como no hacerlo si conoce la clase de buitre que eres; pero después le empieza a encontrar sentido a lo que le has dicho. Entonces comienza el tan ansiado cambio, una vez que ella se encuentre plena y realizada, vas a tratar de conquistarla y ella pensará que tú fuiste el único que le tuvo fe y eso te sumará buenos puntos a tu favor. Una vez que la consigas, harás alarde del trofeo que llevas del brazo delante de Ashford.  Para ese entonces habrás pulido un diamante en bruto y herido el ego de tu peor enemigo. Tú dime si me equivoco.

Tom terminó su sopa con calma, mientras que Dave, con cada segundo que pasaba sin escuchar replica, ensanchaba más su sonrisa.

—No me cabe la menor duda de que serías un buen escritor de novelas románticas, estilo "Del odio al amor" —se mofó después de hartarse de la enorme sonrisa socarrona de su amigo—. Deberías considerarlo como una opción para cuando te jubiles —se llevó un trozo de bistec a la boca y después de tragarlo, miró a su amigo con reproche—. Y si, te equivocas.

—¿Qué quieres apostar? Te conozco mejor que ha nadie Thomas Lynch, algo tramas. 

—No soy fan de las apuestas, además, Ashford no es tan importante como para que yo me tenga que esforzar en una estúpida venganza. Las cosas están más que claras, él aunque ahora se haga llamar un respetado abogado, seguirá siendo un mediocre; eso no sé pierde de la noche a la mañana. Cualquiera que tenga dos dedos de frente te lo puede decir. —Se levantó de la mesa con aire ofendido.

—¿A dónde vas?

—A seguir con la mierda de caso que tengo. Esta vez te va a tocar pagar la cuenta, nada más porque me amargaste la comida.

—Eres un puto mamón.

—Puede ser —concedió con una sonrisa irónica—, pero al menos yo no me ando con mariconadas telenovelescas.

Dave le lanzó una mirada como toda respuesta y el rubio salió con la cabeza en alto.

—Y el marcador se empata una vez más.  —Dijo el moreno mientras que alcanzaba el plato que había dejado su amigo.

                                                              ≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪

A la mañana siguiente, después de haber dormido apenas un par de horas, Tom se levantó con una idea fija en la mente. Camino al trabajo se enfrascó en el tráfico, después de llegar a la oficina, Annie le pasó una llamada que se prolongó más de lo que le habría gustado. Justo cuando colgaba, de nuevo, otra llamada, esta vez de su madre. Un par de regaños disfrazados de interés más tarde, volvió a colgar el teléfono resuelto a no contestar ni uno más. Mientras preparaba un par de casos, se dio cuenta de la hora. Esta vez, por voluntad propia se saltaría la hora de comida.

Entró a paso seguro a la oficina del registro civil, sin pedir permiso, preguntar o saludar siquiera.

—Buenas tardes, vengo con Celine. —Agregó Tom al ver que otra de las empleadas lo veía con enfado.

—Buenas tardes. —Repitió una vez que estuvo cerca de la castaña.

Celine se volteó muy lentamente para ver de quién se trataba, más bien a comprobar si esa voz era la de Thomas Lynch o sólo era un producto de su imaginación.

—Buenas tardes, ¿qué te trae por aquí?

—Quería hablar contigo, pero veo que tienes mucho trabajo —su mirada se desvío a un par de carpetas que cubrían parte de su escritorio—. ¿Crees que podamos vernos después del trabajo?

—S-supongo que sí. —La castaña se maldijo por tartamudear.

—Perfecto, paso por ti a las nueve.

Celine lo miró extrañada, pero él simplemente esbozó una sonrisa y se dio la vuelta, dejándola absolutamente descolocada, y aunque le costara un poco admitirlo; contenta.

Como si se tratara de alguna jugarreta cómplice del destino, la castaña, logró librarse del trabajo antes de tiempo y llegó a casa temprano. Se dio una ducha rápida y se quedó envuelta en una toalla frente a las puertas abiertas de su closet, por lo menos unos veinte minutos, tratando de decidir que ponerse.

De entrada, no sabía de qué quería hablar con ella, y seguramente no era nada que tuviera algún tinte romántico. Seguramente Tom era del tipo labioso que enviaba rosas al por mayor con tarjetas melosas redactadas por su secretaría... Después de reprimirse mentalmente por siquiera considerar tener un ramo de rosas sobre su deslucido escritorio en el trabajo,  optó por un par de jeans oscuros y una blusa color naranja. Se calzó unos zapatos cafés y se peinó como de costumbre. Quizás se repasó las pestañas más veces de lo que normalmente lo hacía con rímel, pero fuera de eso, todo lucía como siempre.

Tomó asiento en la sala, y comenzó a leer uno de sus libros favoritos, pero lo dejó después de un par de minutos, porque se quedaba en blanco mirando la página y pensando sobre qué el rubio querría hablar con ella.

Para cuando dieron las nueve escuchó claramente como sonaba el timbre. Tomó aire y se encaminó a la puerta, no muy decidida, pero llena de curiosidad. Abrió la puerta y Tom estaba en el umbral, usando jeans y una camisola a cuadros.

—Buenas noches, ¿estás lista? —A pesar de su atuendo desenfadado, el perfume seguía oliendo caro.

—De hecho no, ¿por qué no pasas? —Se hizo a un lado para que el rubio pasara.

Sintiendo que las entrañas estaban a punto de hacer notar su presencia o más bien su falta de comida, Tom entró, mientras que el característico dolor de cabeza que le daba por no comer a sus horas, estaba haciendo acto de presencia.

Se dio cuenta rápidamente que no era una casa muy grande, lo primero que se veía era la sala de estar. Le pareció tan acogedora, con un par de mullidos sofás color arena, y al fondo se podía ver un librero con toda clase de títulos para leer. En una mesita había un par de fotos, para su alegría, en ninguna estaba Ashford.

Estaba tan ocupado en ver a su alrededor, que no se dio cuenta de que Celine tomaba asiento frente a él y lo miraba inquisitivamente.

—¿Qué sucede? —La imitó y se acomodó en el sofá frente a ella.

—Pues... tú dime. ¿Sobre qué querías hablar?

—Ah, eso. Yo pensé que sería mejor hablar de eso mientras cenábamos.

—Yo preferiría... —Balbuceó.

—Está bien, te lo cuento. La otra noche me di cuenta de algo —dijo en tono serio, Celine tragó saliva con dificultad—, tienes muchas cualidades que en cierta parte admiro, sobre todo, calidad humana. ¿Sabes? La otra noche que cenamos,  me hiciste sentir algo mal conmigo mismo.

—No entiendo. —Alcanzó a decir Celine con hilo de voz.

—Eres inteligente, eso lo sé desde hace mucho; responsable y bueno... desde mi punto de vista, eres un talento desperdiciado.

¿Dónde había escuchado eso antes? De sus padres, de un par de colegas, de si misma frente al espejo. Pero nunca pensó escucharlo de Thomas Lynch.

—Si... bueno, que te digo.

—Me disculpo si te he hecho sentir mal, pero —tomó aire y se inclinó más hacia el frente—, la otra noche me dijiste que era una posibilidad de que volvieras a ejercer, y te gusta ayudar a los que no conocen la ley —Celine soltó un suspiró imperceptible mientras que una vocecilla su cabeza dijo un par de veces 'Tonta, tonta'—. Entonces me di cuenta de que en la fundación hay personas que acuden, no solo por terapias, sino también por ayuda legal. Ya sabes, compañías de seguros que quieren estafar a los beneficiarios. La cuestión es, ¿te gustaría trabajar en la fundación de mi padre?

Celine bajó la cabeza y se quedó pensando un momento. No sabía que era lo que le incomodaba, no podía aclarar sus pensamientos. Escuchó carraspear suavemente a Tom.

—No sé qué decirte. —Contestó al cabo.

—En lo que el estado te aprueba como litigante de oficina, ¿por qué no lo intentas? Podrías tener ambos trabajos, o ver a cual te adaptas mejor. Al menos considéralo, me puedes dar tu respuesta en un par de días.

—¿Por qué haces esto? De verdad espero que no te lo tomes a mal o pienses que soy una malagradecida, pero siento que hay algo que no me estás diciendo.

—Para este trabajo se necesita vocación, como la tuya—le guiñó un ojo—. Y no puedo soportar la idea de que no pueda machacarte en los juzgados —le sonrió socarronamente—. ¿Recuerdas nuestros días en la universidad? Tu estabas lista para hacer añicos a mi o a cualquiera con tus argumentos. Quisiera ver eso de nuevo, aunque quizás me arrepienta después.

Sintió un nudo en la garganta. De todas las personas, era precisamente Tom, quién le daba mérito. En momentos así, se preguntaba, ¿qué había pasado con toda su confianza y autoestima?

—¿Te parece si nos vamos? 

Tom se puso de pie, interrumpiendo el dialogo mental de la castaña. Asintió torpemente y se puso de pie en busca de su bolso. 

  ≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪  

—Iremos al centro, ¿te gustarían unas hamburguesas de Bernie? —Propuso mientras encendía el auto.

—La última vez que vi a Erin, comimos ahí... —Las hamburguesas de Bernie eran sustanciosas, y le hacían honor a la frase: "todo es más grande en Texas".

—En ese caso, vamos al Jarro Café por unos tacos.

Celine estuvo a punto de soltar una risita, la verdad es que el rubio no parecía del tipo al que le gustaran los tacos, él era más bien de las cenas en restaurantes caros y elegantes, y vestido en traje y corbata.

Para cuando llegaron, Celine ya podía considerarse relajada. Mientras que se acercaban al carro de comida, fueron entrando en el ambiente lleno de gente y música que sonaba. Ordenaron y fueron directamente a la única mesa que estaba libre. Tom musitó un apagado "provecho", antes de darle una buena mordida a su taco de sirloin.

Para cuando siguió con el segundo, captó la sonrisa de Celine. Ella estaba muy ocupada en observar como una joven pareja, cenaba junto con un bebé que no alcanzaba el año de edad, más allá estaban un par de amigas,  que le hicieron pensar en Deena y Erin. Después de unos minutos de sano escrutinio y de llevarse un par de bocados a la boca, fue ella ahora quién captó la sonrisa de Tom.

—Hay buen ambiente, ¿verdad?

—Bastante... y bueno... ¿cómo estuvo tu día? —Celine no pensaba que fuera una buena idea simplemente cenar sin nada de plática.

—Más o menos, tengo un caso que no me está gustando nada y para colmo ni siquiera comí bien.

—Sé lo que es no comer bien y tener un montón de trabajo —concedió con una media sonrisa-. ¿Qué es lo que no te está gustando de tu caso, si se puede saber?  —La vena curiosa de la castaña, volvió a hincharse.

—Para empezar, yo no llevo casos de divorcios, si lo estoy haciendo es porque la mujer ésta —agitó su mano derecha con energía— , es conocida de mi madre. Y para terminar rápido, hay demasiadas peticiones estúpidas. ¿Te haces una idea?

—Bastante. —Y se llevó el último bocado a la boca, con la vista baja.

Tom se arrepintió de haber entrado en detalles, ¡claro que ella tenía una idea sobre lo que era pasar por un divorcio!

—¿Y qué me dices del tuyo? ¿Desaparecieron esas carpetas de tu escritorio?

—Aunque no lo creas, sí. Y dentro de lo que cabe todo bien, al menos hoy no tengo clases de cocina con Deena.

—¿Clases de cocina? ¿En serio?

—Sí, un buen taco como este —señaló el que le quedaba en el plato—, tiene una reñida competencia, esta semana es sobre comida italiana.

Mentalmente el rubio, se imaginó degustando una rica lasagna, o quizás una buena pasta a la puttanesca.

Después de terminar con la cena, decidieron dar un paseo por la avenida. Algunas tiendas aún estaban abiertas y las que no, tenían iluminados sus aparadores. De vez en cuando paraban en alguno para verlo detenidamente. De regreso a casa, mientras Tom conducía con una extraña tranquilidad, que seguramente se debía a su estómago lleno, Celine se puso a pensar en el trabajo que le esperaba al día siguiente.

Pensó también en todos aquellos currículos enviados y que de momento todos habían sido contestados con la misma frase: "Gracias por interesarse en nuestra organización. Revisaremos su currículo y a la brevedad le llamaremos".

La fundación Louis Lynch, no era nada despreciable y desgraciadamente había muchas personas y empresas que siempre trataban de tomar ventaja ante los siniestros y sucesos inesperados. Cuando el auto se detuvo frente a su casa, Celine le tocó levemente el hombro a Tom, haciendo que éste la mirara con extrañeza.

—Tom... —dijo con una sonrisa nerviosa— Creo que no será necesario que me piense lo del trabajo en la fundación —Tom sintió que por el tono de voz ella estaba a punto de mandarlo al demonio—. Acepto tu oferta.

El rubio sonrió como toda respuesta y en el fondo de su mente, la imagen de su amigo, David Sizamore lo miraba reprobatoriamente.

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