Remember Us This Way || Carla...

By anastark_

2.5K 325 580

"𝓦𝓱𝓮𝓷 𝓽𝓱𝓮 𝓼𝓾𝓷 𝓰𝓸𝓮𝓼 𝓭𝓸𝔀𝓷 𝓐𝓷𝓭 𝓽𝓱𝓮 𝓫𝓪𝓷𝓭 𝔀𝓸𝓷'𝓽 𝓹𝓵𝓪𝔂 𝓘'𝓵𝓵 𝓪𝓵𝔀𝓪𝔂𝓼 𝓻�... More

ᴘᴇʀsᴏɴᴀᴊᴇs, ᴘʟᴀʏʟɪsᴛ ʏ ᴅɪsᴄᴏɢʀᴀғíᴀ
ᴘʀóʟᴏɢᴏ
ɪɪ. ʟᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴇsᴘᴇʀᴀɴᴢᴀ
ɪɪɪ. ᴇʟ ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏ
ɪᴠ. ᴇꜱᴛᴏ ᴇꜱ ʟᴏ ǫᴜᴇ ʜᴀʏ
ᴠ. ʟᴀ ᴅᴇᴄɪꜱɪóɴ

ɪ. ᴋᴀʀᴀᴏᴋᴇ ᴇɴ ᴍᴀᴅʀɪᴅ

416 49 77
By anastark_

Aunque casi me cago del susto cuando escucho el claxon y el frenazo que pega el coche que casi me atropella, no me detengo y sigo corriendo, a riesgo de que en el próximo paso de zebra no tenga tanta suerte y termine espachurrado en mitad de la carretera. La gente protesta y me insulta cuando voy pasando (a empujones si es necesario), y aunque siento la tentación de pedir perdón a todo el mundo, tengo prisa, por si no se notaba.

Una señora me pega con el bolso cuando casi me la llevo por delante, y como sé que me lo merezco solo sigo corriendo. Si llego tarde me matan. Es casi cuestión de vida o muerte. Casi.

- ¡Mira por dónde vas, gilipollas!

Muchas gracias.

Siento un enorme alivio al cruzar las puertas del edificio donde trabajo, pero mi maratón no ha terminado. Paso por recepción como alma que lleva el diablo, y la mujer que ahí trabaja apenas puede saludarme cuando ya estoy subiendo las escaleras de dos en dos, incluso de tres en tres. Son cinco plantas, pero sé que soy más rápido que el ascensor. Si cuando llegue arriba me muero del cansancio, nadie se va a sorprender. Con las carreritas que me pego yo solo...

Logro llegar a la planta 5 con todo intacto, pero jadeando y sudando como un cochinillo. Y no me detengo. Corro todo lo que puedo y, cuando llego frente a la puerta de cristal que separa el pasillo de la sala de reuniones, me detengo, me ajusto la corbata, trato de regular mi respiración y compruebo si el sudor me hace oler tan mal como me lo parece a mí.

Si no me despiden, me mandan a casa a ducharme, mínimo.

- Carlos, justo a tiempo. Íbamos a empezar sin ti - mi tío me sonríe nada más me ve entrar, y me señala el sitio libre.

- Lo siento, había un atasco - murmuro sentándome al lado de mi primo, que me mira con una ceja enarcada, poniendo una mueca de asco cuando le llega mi hedor a sudor. - Me ha retrasado un poco.

- Por ducharte seguro que no ha sido - se burla en voz baja, ganándose un codazo de mi parte.

Mi tío y los demás de la sala fingen que no han visto (ni oído) nada y la reunión da comienzo. Y así me paso una hora escuchando hablar sobre finanzas y bla, bla, bla... Pero lo peor es que a mí también me toca hablar y exponer informes que hice anoche a última hora. Por eso esta mañana me he dormido cuando ha sonado el despertador. Por eso casi llego tarde. Soy muy consciente de que sigo en esta empresa porque le pertenece a mi tío. Si no fuera así, habría acabado en la calle hace mucho. Cuando la reunión termina, mi tío se encarga de dejármelo claro.

- ¿Te crees que esa es manera de presentarse al trabajo? - Me riñe cuando ya sólo quedamos él, mi primo y yo en la sala.

- No, no lo es, pero iba tarde...

- Joder, Carlos, pues llega tarde. Pero llega presentable, no apestando a atleta y jadeando como un bulldog con asma - interviene mi primo, dándome una colleja. - Ya tienes una edad para ir haciendo estas cosas.

- Tú me dejas - bufo apartándole la mano de un golpe. - Lo siento, tito, prometo que es la última vez.

- No me molesta si llegas tarde o algo desaliñado, hijo mío - mi tío me agarra por los hombros y me mira con seriedad, sus ojos castaños clavándose en los míos de igual color. - Pero tienes que demostrar que aunque estés aquí por ser mi sobrino, te mereces el puesto.

- Exacto, porque cuando yo herede la empresa te pienso despedir si sigues en este plan - se burla mi primo.

- Caco, deja al chico - lo riñe su padre, mirándolo de forma reprobatoria para luego regresar su atención a mí. - Le prometí a tu padre darte la mejor vida posible. Así que, por favor, ayúdame a cumplir con esa promesa.

Asiento con la cabeza, aunque sólo tenga ganas de echarme a llorar y decirle que no quiero dedicarme a esto, que lo que realmente quiero es no tener que volver a ver una puta gráfica de finanzas en mi vida.

- Prometo que es la última vez que llego así - digo con solemnidad.

- Sabemos que no va a ser la última - suspira mi tío, sonriendo. - Venga, marcharos ya que tenéis trabajo.

Cuando veo la oportunidad de largarme de aquí, la tomo. Mi primo y yo vamos juntos hasta el despacho que compartimos, y cada uno se sienta en su escritorio y se sumerge en cuentas y números sin fin. Como siempre, me paso todo el tiempo moviendo el pie y removiéndome en el asiento, incapaz de estarme quieto, y aunque tengo muchas ganas de salir de aquí y hacer algo más enérgico, debo aguantarme y quedarme sentado.

Apenas avanzo trabajo, muy distraído como para concentrarme, y al cabo de dos horas así, siento una ansiedad terrible. Mi primo, que me conoce y está acostumbrado a esto, no tarda en darse cuenta de lo alterado que estoy, y se levanta de su escritorio, estirando la espalda.

- ¿Vamos a tomar algo? Me apetece un café.

- Vale - asiento enérgicamente, levantándome como un resorte. - Me vendría bien una tila.

Me sonríe de forma comprensiva y los dos salimos juntos del despacho, hablando del proyecto en el que estamos trabajando ahora. A él le fascina el tema, pero yo lo detesto, y aunque lo sabe, insiste con ello. Tengo ciertas dificultades, y aunque me trata de ayudar siempre, dice que a veces me tiene que forzar un poco, que no todo puede estar a mi gusto. Y tiene razón, pero eso no hace que lo deteste menos.

El descanso me viene bien, y el ratito que pasamos en la pequeña cafetería de la planta, me relajo y me quedo más tranquilo, cosa que creo que es gracias a la tila. No me da sueño, sino que me calma, así que es mi mejor aliada la mayoría del tiempo.

- Esta noche el Hotel Rey Juan Carlos abre sus puertas para no residentes - comento distraídamente. - Ya sabes, para la noche de karaoke...

- Sí, pero para los pijos y ricos.

- Tu padre es rico. Por lo tanto, nosotros también.

- Te acompaño a todos los karaokes de Madrid siempre, Carlos, pero esta vez no - niega en rotundo, y el desánimo se instala en mi sonrisa, que desaparece.

- ¿Por qué no? En vez de cantar para trabajadores borrachos, cantaré para ricos borrachos - insisto con la esperanza de convencerlo.

- Porque alguien podría reconocernos. Y no nos podemos permitir eso, lo sabes. Si mi padre se entera...

- Nos mata, ya lo sé - suspiro y agacho la cabeza. - Realmente quiero ir, Caco. Habrá mucha gente, y la calidad de los altavoces y del micro serán mejores.

Hago mi mejor puchero y pongo mis mejores ojitos de cachorro, pero mi primo se volvió inmune a ellos hace tiempo.

- Tienes casi veintinueve años, Carlos, el chantaje emocional no te sirve conmigo - niega con la cabeza y me mira muy serio. - Soy al que más le jode decirte esto, pero... Quizá mi padre tiene razón cuando dice que tienes que sentar la cabeza de una vez. Olvidarte de la música y centrarte en esto, en la empresa. Este es tu futuro, no cantar en karaokes.

Ni siquiera soy capaz de mirarlo mientras me dice todo eso. Esas son las cosas que llevo escuchando desde que soy un niño pequeño, antes sólo las decía mi tío, pero ahora parece que Caco se ha puesto de su parte. Siempre me ha apoyado en cierta medida, nunca me ha frenado, y yo creía que... Creía que confiaba en mí, en mi sueño. Pero también debo admitir que si pretendo hacerme famoso cantando en karaokes, estoy muy equivocado.

- Carlos - me llama, preocupado, pero sigo sin poder mirarlo. El nudo que se forma en mi garganta es imposible de deshacer. - No te lo tomes a mal, por favor. Entiende lo que te quiero decir.

- Tienes razón en todo - admito en voz baja. - Por eso me duele - alzo la mirada y procuro mantener la compostura. - Tengo que ser un infeliz de mierda durante toda mi vida, sabiendo que nunca viviré de lo que amo.

- No es eso, Carlos - suspira sonoramente y se acerca a mí. Estamos solos en la sala de la cafetería, pero aún así me habla en apenas un susurro. - Te he apoyado siempre, llevo años diciéndote que te "rebeles" y luches por tus sueños. Y nunca te has atrevido. Yo ya tengo treinta años y me doy cuenta de lo importante que es tener una estabilidad, y... Tienes que tomar una decisión - pone sus manos sobre mis hombros y me sonríe apenado. - Lucha por lo que quieres o resígnate a trabajar aquí, pero las dos cosas a la vez no.

Asiento con la cabeza y vuelvo a apartar la mirada, comprendiendo perfectamente lo que me quiere decir.

- Si me largo de la empresa, tu padre jamás me lo perdonará, Caco. No me dejará volver si no triunfo - musito, sintiéndome asustado como un niño.

- ¿Por qué das por hecho que no triunfarás? - Enarca una ceja y yo sonrío un poco. - Ya eres famosillo, no por cantar, pero lo eres... Tienes una voz especial, primo. Y eres guapo; a la prensa y los fans les encanta eso.

- También estoy buenísimo - agrego de nuevo de mejor humor, haciéndole reír.

- También - asiente, dándome una palmadita cariñosa en la mejilla. - Dime, ¿qué vas a hacer?

- Esta noche, ir al karaoke. Luego, ya iremos viendo.

- Me parece bien - sonríe y niega con la cabeza de nuevo. - Al final siempre logras lo que quieres, enano.

- Las cosas de ser el menor.

Me termino de abotonar la camisa y me miro en el espejo, muy satisfecho con mi aspecto, sonriendo alegre. La emoción de saber que voy a cantar frente a gente, aunque solo sea un karaoke estúpido en el que cualquiera puede cantar, me encanta. Me siento vivo, y los nervios que siento constantemente desaparecen. Me siento como pez en el agua.

El timbre del apartamento suena y voy corriendo a abrirle a mi primo, que se ha vestido algo más formal que de costumbre, igual que yo. Hoy vamos a un sitio de más prestigio, la ocasión lo merece.

- ¿Listo?

- Por supuesto.

Cojo las llaves, la chaqueta y el móvil, y salgo de casa, cerrando la puerta y bajando las escaleras junto a mi primo. Me doy cuenta de que se ha cambiado de gafas, y me paso un buen rato chinchándolo y diciéndole que le quedan fatal.

- Ya vale o te vas andando - me amenaza de broma (espero), logrando que me detenga. Arranca el auto y pone la radio, en la que solo suena reggaetón. Me pongo a buscar otra cadena mientras él me pregunta: - ¿Qué vas a cantar hoy?

- Había pensado en algo en español... Como "El mundo", de Pablo López.

- Una canción potente, pero más bien tranquilita, me gusta.

- Aunque me apetece mucho cantar "I'm still standing", del grupo ese... No me acuerdo del nombre - reconozco encogiéndome de hombros. - Me gusta la letra, y es más viva. Creo que podría lucir mejor mi voz.

- Una actuación arriesgada.

- Ni que me fueran a ver jueces - murmuro encontrado una cadena que me convence. - ¿Te animas a cantar algo tú?

- Qué va - se ríe y niega con la cabeza. - Tengo sentido de la vergüenza.

Me río y me apoyo contra la puerta del coche, pensándome bien qué voy a cantar esta noche.

No "actúo" para un público que viene a verme. De hecho, los sitios a los que voy a cantar, siempre son karaokes donde esperas que todos los que canten lo hagan fatal y estén totalmente ebrios. Pero me gusta que la gente me escuche y me encantan sus caras de sorpresa cuando ven que por fin alguien canta bien. No me gustan los halagos, de hecho, odio cuando alaban mi voz, me pongo muy nervioso. Sé que canto bien, pero no necesito que me lo digan, eso... Es mucho para mí. Creo que porque mi tío siempre ha despreciado la música y mi talento y no creo que sea digno de admirar por nadie.

Suspiro y salgo de esa nube de pensamientos. En cuanto pienso o hablo de música, parece que mi tío es un completo villano. Y no lo es. Sólo es un hombre dolido, sólo hay que entenderlo. Me intenta proteger, lo cual es comprensible. Siempre me ha cuidado y querido, su único defecto siempre ha sido no entenderme, no querer entenderme.

- Ya hemos llegado - anuncia Caco cuando vemos la entrada del lujosísimo hotel. - ¿Estás seguro de que nos dejarán pasar?

- Si no es con tu apellido, será con el mío - contesto cuando paramos delante del aparcacoches.

Ambos bajamos con la seguridad de quiénes son amos del mundo, y mi primo le da las llaves del Mercedes al mozo, que se apresura a subirse e ir a aparcarlo, sin preguntar ni dudar, aparte de pedirnos el nombre para ponerle una etiqueta a nuestras llaves. La actitud siempre es lo más importante en el cómo afrontas una situación. Si te pavoneas como si fueses el dueño del local, levantas menos sospechas que si pareces nervioso y asustado.

- ¿Has visto la cara que ha puesto cuando ha oído el apellido "Sainz"? - Me susurra mi primo con diversión, a pocos pasos de entrar en el hotel.

- ¿Por qué crees que he dado el mío y no el tuyo? - Sonrío un poco y me detengo frente a las puertas, que rápidamente abren dos mozos trajeados igual que el aparcacoches pero usando un color distinto. - Buenas noches - los saludo con un ademán de cabeza. - Parece un castillo, no un hotel - murmuro impresionado.

- Y tanto que sí...

Nunca habíamos entrado, a pesar de ser el hotel más prestigioso de Madrid, y aunque era de esperar mucha elegancia y dinero, esto es... Es increíble. Parece un palacio digno de Disney, con el suelo brillante y de blanco pulido, las columnas altas y recias, al estilo romano, todo decorado con preciosos y minuciosos detalles dorados, con grabados en las paredes y columnas. El techo es altísimo, y está coronado por una gran cúpula de cristal, y los hierros que lo soportan parecen de oro macizo. Lo mejor es que esta es sólo la entrada a recepción. A izquierda y derecha, el hotel se extiende con cientos de habitaciones, cada una más lujosa que la anterior, y si se sigue hacia delante, se descubren piscinas, restaurantes, tiendas, spas, antros de fiesta y todo tipo de comodidades. Es como una pequeña ciudad. Incluso tiene jardines y un área de juegos para niños.

Ya sabíamos todo eso, pero no teníamos ni idea de cómo era todo eso por dentro. Ahora que lo sabemos, nos resulta más fascinante que antes. Pero lo más surrealista no es nada de eso, sino el hecho de que el hotel siempre está hasta los topes, sea la estación del año que sea. No me explico cómo hay tantísima gente que puede permitirse esto.

- ¿Sabes adónde tenemos que ir exactamente? - Me pregunta Caco, tratando de disimular su asombro, como yo.

- Sí, a un restaurante que se llama Saturday Nights, es el más informal que hay en el hotel. Suele hacer eventos como el de hoy. He oído hablar mucho de él.

- ¿Y nos dejarán pasar? No dejo de ver carteles de "Solo residentes".

- Ya nos las ingeniaremos, Caco.

Me dejo guiar por los mapas del hotel que hay puestos estratégicamente para ayudar a ubicarse a los usuarios, y los carteles también son de gran ayuda. La cantidad de lujo que vemos a cada paso parece excesivo y demasiado glamuroso. Nos hemos criado en una casa llena de comodidades, grande e incluso con criados, pero esto es otro mundo. Esto parece un Edén lleno de soberbia y excesos.

Tras un rato caminando, al fin llegamos a la zona recreativa, que parece un centro comercial dentro del propio hotel. Tiendas de las mejores marcas y restaurantes de las mejores calidades se extienden por un amplísimo pasillo transitado por gente vestida como si fuese una alfombra roja de los Oscars. Fascinante es la palabra para describirlo. Busco con la mirada el letrero del restaurante que me interesa, y pronto doy con él, a unos doscientos metros de nosotros.

- Ahí está - señalo con ilusión, apretando el paso.

Por suerte, logramos pasar desapercibidos y nos dejan entrar sin problemas, encontrando una mesa cerca del escenario con facilidad. La hora del karaoke aun no ha comenzado, así que aprovechamos para pedir algo de picoteo y beber alguna cosa. Los precios no son tan altos como en otros locales del hotel, así que comemos sin miedo, y charlamos tranquilamente. El ambiente del lugar es tranquilo, poco iluminado, de un estilo fiestero pero sobrio a la vez. Es un sitio oscuro, con luces suaves y decoración negra en su mayoría. Está lleno, pero no mucho. Sobran algunas mesas, y el ruido es bastante poco, apenas un murmullo de conversaciones y risas.

- Es muy agradable, ¿verdad? - Le digo a mi primo, cogiendo una aceituna, la cual descubro que está deliciosa.

- Pues sí. No tiene nada que ver con el resto de instalaciones del hotel - asiente, y veo que su mirada se dirige hacia el escenario. - Mira.

Hago lo que me dice y veo que una preciosa mujer con un vestido escotado y de un rojo intenso se ha subido al escenario, con un micrófono en la mano. Tras llamar sutilmente la atención de los comensales con un toque en el micrófono, sonríe amablemente y comienza a hablar:

- Damas y caballeros, bienvenidos a la noche de karaoke del Saturday Nights. Como ya saben, es una noche de micro abierto en la que podrán subir a este escenario e interpretar la canción que más les guste, ya sea en solitario, pareja o en grupo - hace una breve pausa, y a continuación nos da las siguientes instrucciones: - Los que quieran actuar, escaneen el código QR que hay en sus mesas. Los llevará a una web donde deberán poner la información sobre el espectáculo que quieran dar, y se les asignará un número. El número aparecerá e la pantalla que hay sobre mí, y cuando el vuestro aparezca, significará que es vuestro turno, y yo procederé a presentaros. Cualquier duda, consúltenla con los camareros. Muchas gracias.

Y finalizado su discurso, baja del escenario. Me he concentrado como nunca en mi vida para enterarme bien de las instrucciones, pero cuando me giro hacia mi primo, él ya está móvil en mano, rellenando la información.

- ¿Canción?

- I'm still standing - decido sin muchas premeditaciones.

- Vale... - murmura poniendo no sé qué más. - ¿Nombre?

- Carlos Vázquez - contesto, logrando que Caco alce la mirada del teléfono. - No quiero llamar la atención más de lo necesario.

- Como el señorito diga - pone lo que le he dicho y envía la solicitud. - Caballero, usted es el número siete.

- ¿El siete? - Protesto, impaciente.

- No te desesperes. No creo que aquí las actuaciones sean como esperábamos, mira la gente que nos rodea.

Doy un vistazo a nuestro alrededor, y no parece haber borrachos ni bromistas. Pero no quiere decir que canten bien.

- Es un karaoke, lo raro es cantar bien - le recuerdo con terquedad.

Y así, durante la siguiente hora, cada persona que sube al escenario, se dedica a cerrarme mi bocaza de soberbio y prepotente. El nivel de las voces que suben al escenario me recuerdan a todos esos programas que veo los fines de semana, como Got Talent o La voz. Las canciones son de un gusto exquisito, y cantan en español, inglés, italiano, francés... Y estamos hablando de que solo había seis actuaciones antes de la mía.

Sinceramente, mis ánimos cuando mi número aparece en pantalla, están bastante bajos. La presión de, por primera vez, no ser la voz más impresionante de un karaoke, se cierne sobre mí, y cuando la mujer me presenta, estoy más nervioso que nunca.

- Y ahora, en la séptima actuación de la noche: Carlos Vázquez, con su interpretación de "I'm still standing", originalmente de la banda Formula Love.

Subo al escenario con pasos dudosos, y mi primo levanta los pulgares, dándome ánimos. Yo sonrío débilmente, y miro a mi exigente público. El miedo de no ser tan bueno como creía se instala en mi pecho, pero cuando cojo el micrófono y cierro los ojos, respirando hondo, y la música comienza a sonar, me quedo solo. Solo con las notas que comienzan a sonar.

El ritmo rápidamente se apodera de mí, y mi pie sigue el compás, mi cabeza moviéndose a la vez que el tempo de la canción, preparándome para empezar a cantar. Y por fin llega, la primera línea:

- You could never know what it's like - sonrío ampliamente al escuchar la seguridad en mi voz. - Your blood like winter freezes just like ice...

(Tú nunca podrías saber cómo es / Tu sangre, como el invierno, se congela como el hielo)

Entonces, sólo tengo que dejar que todo en mí, fluya. Las palabras salen con perfecta pronunciación y en el tono ideal, sin gallos y sin ahogarme. Saco el micrófono del soporte, y me adueño por completo del escenario, bailando y cantando como un profesional, desprendiendo la fuerza y la buena vibra de la canción, cantando con énfasis y emoción, como si no hubiese nadie más aparte de mí y este micro. Las preocupaciones, las dudas, los miedos, los problemas, los males del mundo... Todo desaparece.

Somos yo y mi música contra todo y todos.

- Don't you know I'm still standing better than I ever did? - Le guiño el ojo a una chica de primera fila y me paseo hasta la otra punta del escenario. - I'm looking like a true survivor, I'm feeling like a little kid.

(¿No sabes que sigo de pie, mucho mejor que nunca antes? / Luzco como un verdadero superviviente / Me siento como un niño pequeño)

Cada verso es una frase perfectamente entonada y pronunciada, llena de potencia y de pasión, y cada movimiento que hago sobre el escenario es mejor que el anterior. No uso toda mi potencia, no llego a las notas más graves o más agudas de las que soy capaz; pero mi actitud lo es todo. Por eso, cuando termino de cantar, estoy jadeando, satisfecho, viendo con una radiante sonrisa cómo me aplauden todos, más que a ninguno de los anteriores.

Miro a mi primo, que me aplaude y vitorea con más energía que nadie, con su sonrisa orgullosa en la cara. Me bajo del escenario, sudando acalorado, pero sintiéndome un auténtico rey. Lo he bordado, maldita sea. Que me llamen arrogante, me da igual. Acabo de actuar mejor que jamás en mi vida.

Me dejo caer en mi sitio junto a mi primo, y me palmea la espalda enérgicamente, haciéndome reír.

- ¿Qué bicho te ha picado hoy? Madre mía, Carlos, has estado radiante - me elogia, a sabiendas de que lo odio. Una cosa son los aplausos y otra los halagos.

- Estaba inspirado - le resto importancia, encogiéndome de hombros.

Poco después presentan la siguiente actuación, y nos permitimos relajarnos y tomar un par de copas. Nadie supera mi actuación, y mi ego se regocija en ello. Hay voces increíbles, mejores que la mía, pero de nuevo: la actitud lo es todo.

Decidimos irnos, porque empieza a hacerse tarde y no queremos beber más, pues tenemos que conducir de regreso a casa. Nos levantamos y vamos hasta la barra, para pagar la cuenta, y rápidamente nos atiende una camarera pecosa.

- ¿Qué mesa?

- La ocho - contesta Caco sin titubear.

- Un momentito - sonríe con dulzura y busca la cuenta en el ordenador que tiene en el mostrador, y su ceño se frunce. - Aquí dice que ya la han pagado.

- ¿Cómo?

Creo no haber oído bien, y miro a mi primo, que está igual de desconcertado. El barman, que está prácticamente junto a la chica, se mete en la conversación, eliminando nuestra confusión.

- Ha venido a pagarla un guiri, hace un rato. Se fue al poco de ver su actuación - me señala con la cabeza y se saca algo del bolsillo. - Dijo que le diéramos esto al señor Vázquez.

Tardo en entender que se refiere a mí, y cuando me doy cuenta, extiendo la mano, y el barman deposita una tarjeta en ella.

- ¿Qué es? - Me pregunta Caco.

- Ni idea... Muchas gracias - le digo al barman. - Y a usted, señorita. Pasad buena noche - les sonrío y mi primo y yo caminamos hacia la salida del local.

- ¿Qué pone?

- Es un número - murmuro girando la tarjeta entre mis dedos. - Aquí hay algo escrito. Está en inglés. "Call to this number tomorrow, 9am". Que llame mañana a las nueve - traduzco, ante la mirada molesta de mi primo.

- Tengo el C1 en inglés, listillo, no necesito que me lo traduzcas.

Me encojo de hombros y sonrío, guardándome la tarjeta en el bolsillo de la camisa, metiéndome las manos en los bolsillos del pantalón mientras caminamos de vuelta a la salida al hotel.

- ¿Qué querrá?

- Al principio pensé que habías ligado - me chincha, empujándome con el hombro. - Pero te dice que llames mañana por la mañana.

- ¿Será algún ojeador?

- Esto no es fútbol, primo.

- Bueno, pues algún directivo de alguna discográfica - digo, esperanzado.

- ¿No crees que habría venido a hablar con nosotros directamente? No sé, esto es raro.

- Mucho - asiento, suspirando.

No hablamos más del tema mientras esperamos a que el aparcacoches traiga el Mercedes de Caco, y aunque mi primo y yo hablamos de más cosas durante el trayecto hasta casa, mi mente no deja de darle vueltas al asunto.

¿Quién quiere que lo llame mañana a las nueve?

No mentiré: en cuanto llego a mi apartamento y me cambio de ropa, la curiosidad me vence. No soporto no saber, y aunque son las 2am, marco el número de teléfono. Rezo para que la persona siga despierta, que responde al quinto tono. Espero escuchar a algún inglés o alemán, nada más alejado de la realidad.

- ¿Se puede saber quién tiene los cojones de llamarme a las putas dos de la mañana? - Gruñe una voz con acento claramente español, juraría que de un hombre adulto.

- ¡Lo siento, me he equivocado! - Susurro entrando en pánico, colgando y llevándome la palma de la mano a la cara. - Tonto, tonto, tonto - me riño en voz baja.

Me voy a la cama arrastrando los pies, sintiéndome un idiota. Ha sido una broma, seguramente me hayan dado un número falso. O quizá se equivocaron al escribir el número, porque no tendría sentido pagar la cuenta para hacer una broma, ¿no?

Sea como sea, no pienso llamar de nuevo.

Continue Reading

You'll Also Like

35.2K 974 35
¿Si tuvieras la oportunidad de que tus bromances favoritos se hicieran realidad la aceptarías?. pues es tu momento aprovéchalo.
6.1K 463 11
Tal vez cuando alguien se olvida de responder, eso es porque está asustado de mostrar demasiada simpatía. Así es como el romance de Max y Charles emp...
1.1K 106 8
Charles Leclerc sufre un accidente en el GP de Mónaco, su vida está en peligro y en el intervalo una misteriosa chica con ojos ámbar aparecerá para a...
694K 90K 63
"Y si no eres el amor de mi vida diré que me equivoque de vida y no de amor" Cuando Izuku observó como Kacchan le decía que sería padre, supo que en...