Rumania High School

By Noemii_R

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¿Ser alumno nuevo en una escuela es lo peor, no? Yo pensaba eso y muchas cosas más, pero no sabía que mi vida... More

1 | Mi beca
2 | Llegada
3 | Conociéndonos un poco
4 | Galería de arte
5 | Tres duelos de esgrima
6 | ¿Qué hacen aquí?
7 | Una pijamada divertida
8 | El Boceto
9 | Favor
10 | Prácticas de baile
11 | Una noche de astronomía
12 | La curiosidad mató al gato, casi
13 | Madrugada en el Chat
14 | Sonido Hueco
16 | Baile de Bienvenida: Yo nunca, nunca
17 | Baile de Bienvenida: ¿Qué había en la Sala Común?
18 | Campañas escolares
19 | Su estúpida cuerda rota
20 | Castigo
21 | ¿Sonidos raros?
22 | Una petición y un encuentro extraño
23 | Hechos en la Feria de Caridad

15 | Mi plan...

26 2 17
By Noemii_R

Violetta

Mañana era el baile, por lo tanto, nuestra presentación.

Estaba muy emocionada, pero a la vez nerviosa. Quería mostrarme segura, ya que, después de todo, fui yo la que propuso hacer esto.

La coreografía no nos estaba quedando nada mal. Tenía muchas ganas de ver los resultados finales. A pesar de nuestros increíbles esfuerzos y que posiblemente todo nos saliera bien, Sebastián se sentía aún algo inseguro.

Ayer no fui a mi club porque me sentía cansada por los ensayos, así que me paseé inconscientemente por la cancha de fútbol, donde el equipo tenía entrenamiento a esa hora. Ahí, desde la parte trasera de la gradas, vi que Sebastián estaba hablando con Mateo, quien le pedía disculpas por pedirle hacer esta presentación cuando él en realidad no quería hacerlo.

Sebastián, sin embargo, le dijo que no era nada, y que si él aceptó era porque en serio daría lo mejor de sí y quería soltarse para empezar a mostrar sus talentos y dejar de ser tan vergonzoso. Mateo no le creyó del todo, pero Sebastián lo volvió a repetir con tanta seguridad que Mateo dejó de insistir. Aun así, dijo que se lo recompensaría con lo que él quisiera.

Después de eso me quedé a verlos como el equipo entrenaba (a escondidas, claro). Me sorprendí al verlos sincronizar perfectamente el balón con sus pies o las distintas tácticas que ejercían en el juego. No me considero fanática del fútbol, pero admito que me pareció genial lo que hacían.

Aunque, quien más llamó mi atención en ese momento, fue Mateo. Su manera de liderar era única. A diferencia del capitán del año pasado, Mateo demostraba tener más capacidad para liderar al equipo. Si se equivocaban, tenía la paciencia suficiente para enseñarles de nuevo; no tenía que volverse a explicar porque con una sola vez todos entendían; siempre se dirigía hacia los demás con amabilidad y con una hermosa sonrisa, de esas que solo él sabe dar.

Era tan... ¡Lindo!

Siempre era muy paciente cuando nos equivocábamos en algún paso de baile. Nos trataba bastante bien, lo que aflojaba el ambiente pesado que se formaba debido al cansancio. Mateo Brown era alguien realmente admirable.

Estábamos nuevamente en los ensayos. Hoy era uno de los últimos que tendríamos antes de lo de mañana y todo debía salir perfecto.

Suspiré, dejando caer mi barbilla sobre la palma de mi mano.

Levanté mi mirada, observándolo a la distancia: Sus cabellos largos saltar con cada movimiento brusco que hacía, su holgado abrigo negro moverse al ritmo de la música junto a él, sus ojos grises brillando con emoción y algo de orgullo cuando notaba que ya no habían errores, o su expresión de asombro cuando se dio cuenta que lo miraba...

Esperen...

¿Se dio cuenta que lo miraba?

Al principio me sorprendí. No creí que fuera tan obvia. Luego sacudí mi cabeza y volví a observarlo, notando así que él todavía me seguía mirando. Esto hizo que mi corazón palpitara con fuerza. Por un momento me sentí nerviosa, después sonreí y negué. ¿Por qué sentirme de esa manera? Así que, siguiendo mis instintos, le guiñé un ojo con coquetería.

Su rostro se encendió en diferentes tonos de rojo y se cayó de espaldas debido a la impresión. Sebastián dio un pequeño saltito y lo fue a socorrer tan rápido como pudo.

—¡Mateo! .—exclamé—. ¡¿Estás bien?!

—¡Sí, l-lo estoy! .—me contestó nervioso, incluso Sebastián lo miró con extrañeza.

Diana se sentó a mi lado, dándome una botella de agua. Ambas ya habíamos terminado de repasar nuestras partes, así que nos tomamos un leve descanso hasta que los chicos terminen con lo suyo para volver a bailar la coreografía los cuatros juntos.

—¿Por qué se cayó? .—me preguntó Diana, curiosa. Encogí mis hombros.

—No lo sé. —la verdad, no sabía si fue por mi gesto hacia él, o por otra cosa completamente diferente.

Abrí el agua y empecé a tomar.

—¿No se avergonzó por tu coqueteo?

Encogí mis hormonas—. Ni idea, aunque no lo creo. Mateo siempre reacciona así con cualquier gesto de chicas hacia él.

—No, señorita. —Diana rió, propinando un toque en la punta de mi nariz—. Él solo sonríe con algo de pena y agradece avergonzado ante los halagos, pero nunca se sonroja o se pone así de nervioso como pasó ahora. —alzó su ceja, con picardía.

Miré a Mateo nuevamente, quien había retomado el baile con Sebas. Alcé una ceja. No puede ser real... ¿o si?

A ver, ¿Cuáles son las posibilidades de que también le gustes a tu crush? Ni en las películas me dan las suficientes esperanzas.

—Tal vez solo fue una simple coincidencia. —me excusé, arrimando mi espalda a la pared con tranquilidad.

—No lo creo. —dijo Diana, soltando leves carcajadas. Le di un pequeño codazo lleno de diversión y también me uní a sus risas.

Me gustaba Mateo, desde hace un tiempo en realidad.

Bueno, antes solo era una simple atracción física. Sabía que él era amable y una linda persona, pero no lo conocía y tampoco tenía muchas ganas de hacerlo. Después estuvimos una noche juntos en la pijamada y, luego, casi tres meses juntos por los ensayos de la presentación. En ese tiempo me di cuenta de su personalidad y cómo era más a fondo.

Mateo era alguien realmente admirable como persona y sabía escuchar y entender, como esa vez que le comenté sobre el divorcio de mis padres en uno de los ensayos...

—¿Te pasa algo? .—preguntó, sentándose a un lado de mí con una mirada preocupada. Yo recogí mis piernas y oculté mi rostro en medio de ella, apegándolas a mi pecho. Negué con mi cabeza, intentado convencerle de que nada pasaba, pero él no me creyó—. No, algo te pasa sin dudas. No me digas qué es si no quieres, solo... Permíteme ayudarte.

—No hay manera de que me puedas ayudar en esto. —dije, limpiando las pocas lágrimas que salían de mis ojos—. Mis padres se van a divorciar, dime, ¿Qué vas a hacer?

Él me miró algo sorprendido por mi repentina confesión. Llevó su mano a su nuca sin saber exactamente qué hacer y suspiró, apartando su cabeza y mirando el suelo.

—No puedo hacer nada. —declaró, con una pequeña mueca.

—Intento verle el lado positivo a esto. Los matrimonios forzados se vuelven un infierno y, si ambos no son felices, supongo que... lo mejor es separarse. No quiero que sigan juntos por mi hermana y por mí, pero... Dios, qué difícil. —restregué mis ojos con enojo. Habían veces que ni yo mismo lograba entenderme. Odiaba cuando me pasaba.

Quería que mis padres se divorciaran. Sus constantes peleas en casa eran un completo tormento. Siempre estaban en desacuerdo, siempre se gritaban, ¡Incluso una vez mi mamá dejó caer la olla arrocera al piso en un ataque de ira!

Ya no aguantaba esta situación más tiempo. Sin embargo... aun así, era difícil imaginármelos separados. Toda la vida, desde que nací, ambos estuvieron unidos, pero, ¿ahora las cosas venían a cambiar?

Sollocé, abrazando mis piernas con más fuerza antes.

—Sé que duele. —habló Mateo, luego de un corto silencio—. Dolerá lo que tenga que doler, pero recuerda que los malos momentos son solo eso: momentos. Pronto pasará y la herida habrá sanado; no solo la tuya, también la de tu hermana y sobre todo la de tus mismos padres. Esto solo es pasajero, Violetta. Además, recuerda que... no importa en qué circunstancias estén; ellos siempre serán tus padres, y tú siempre serás su hija.

Levanté mi cabeza y lo miré un momento, él también me miró. Esas palabras de alguna forma habían hecho reconfortar mi corazón, me habían recordado que no todo estará gris y que en unos días el sol volverá a salir de entre las nubes que lo cubrían... Era justamente lo que necesitaba...

Mis ojos se volvieron a cristalizar y me abalancé sobre él, dándole un fuerte abrazo. Lo noté tenso a los primeros segundos, aunque, luego de analizarlo, relajó su cuerpo y me devolvió lentamente el gesto. Empecé a mojar su camisa de lágrimas, pero a él parecía no molestarle.

—Gracias... —murmuré, sobre su clavícula.

—Sí, no hay de qué...

Me sonrojé al recordarlo. Eso fue hace tan solo un mes y medio atrás. Mis padres se terminaron separando después de eso y no pude hacer nada al respecto. Una parte de mí sigue creyendo que eso es lo mejor. Mi mamá suele hacerme videollamada todas las noches, y, luego de su divorcio, la he notado más tranquila; también a mi papá. Ese hecho me hace feliz. Tal vez... todo esto fue lo correcto.

Mis labios se curvearon, muy alegre.

—Hey. —sin darme cuenta Diana ya se había ido, en su lugar se encontraba Mateo, quien me mostraba una hermosa sonrisa de dientes—. ¿Recuerdas nuestra parte?

—¿La del baile? .—él asintió, y yo sonreí—. Sí.

—Ven, tenemos que ir a practicar todo junto. —él se levantó y me tendió la mano. Yo acepté su ayuda y así ambos nos acercamos a Sebastián y a Diana para bailar la coreografía completa.

Más tarde teníamos que hacer pruebas vocales y probar nuestra resistencia para cantar y bailar a la vez. Sigo cruzando los dedos para que todo salga bien ese día.

.

.

.

.

.

Ivanna

—Espera, espera, ¿Por qué quieres hacer eso?, ¿Estás loca? .—me reprendía Frederick, casi mordiéndose las uñas de los nervios.

—No estoy loca. —rodé los ojos—. Es cierto. Sé qué hay algo en la sala común y no descansaré hasta averiguar qué es.

—Ay, Ivanna. —Frederick se tumbó en mi cama, empezando a revolcarse como un perrito cuando se quiere secar en el pasto—. ¡Nos meteremos en problemas!

—¡No! .—negué enseguida—. Porque iremos a ese lugar cuando todos estén en el baile. Los profesores estarán en el auditorio al igual que los estudiantes, ¡Ninguno sabrá que estaremos ahí!

Frederick bufó y se puso una almohada sobre su cara, irritado.

Hace dos días los estudiantes de New York High School llegaron a Rumania. Cabe recalcar que yo estaba muy feliz, ya que no había visto a Frederick en seis meses, o sea, medio año. ¡Ya quería verlo en persona!

En fin, nuestro reencuentro no fue el típico cliché de las películas donde corren en dirección a su contrario y se abrazan mientras una música sale de fondo.

No.

Nuestro reencuentro fue literalmente un choque. Nos chocamos, nos miramos y nos golpeamos por nuestro despiste. Luego de pelear un rato, nos abrazamos y nos pusimos a saltar como si nada hubiese pasado.

Lo sé, somos raritos.

Bueno, yo le había dicho a Frederick lo que me había pasado estos últimos días y las cosas que me intrigaron. Él me dijo que estaba loca, pero yo le dije que no y que se lo demostraría, así que, ideé un plan: La noche del baile, en una hora específica donde los alumnos y maestros no estén rodeando la escuela; Frederick y yo saldríamos del auditorio e iríamos a la sala común para ver de una vez por todas qué hay debajo de ese pedazo de cerámica.

Si no me quieren decir qué hay, yo lo averiguaré por mi cuenta.

Y, claro, Frederick, como mi confidente y mejor amigo, me acompañará.

—Eres la peor. —dijo, con un puchero.

—También te quiero. —sonreí, burlona.

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