Ladrón de Besos(Completa)

By ChrisRivera1116

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ALEXANDER : "Cuando estuve en la escuela, me divertía haciendo bromas. Pero la mejor broma, fue la de robarle... More

Soy todo un
La Tía Clara
Se Lo Buscó
Algo en tu Pestaña
Lo que No Esperaba
¡No estoy Celosa!
Besos Consentidos
Con otros ojos
Levántate
Llegó papá
Represalias
Derrumbe
El Baile de la Escarcha
Corazones Rotos
El Banco del Cerezo
Con el Paso del Tiempo
James
Natalia
La Cita
Bailes y Rudeza
Mancha
Tregua y Promesas
Posibilidades
Para que Funcione
Escapes
Odisea por la Campiña
Champagne
Flores y Nostalgia
¿Y este tipo?
Rescate y Salida
Cambio de Emociones
Decepciones y Disculpas
El Peso de la Indiferencia
¿Se conocen?
Sentimiento Reencontrados
Retribución
Despertar
Retos
La Luna sobre Paris
Encuentro Inesperado
Phillipe al Rescate
Invocación y Pasión
De Absoluciones y Amores
La Movida de Karen
Decisiones, Decisiones
Un Detalle Olvidado
Hablando Claro
Remontando el Futuro
La Sonrisa de Bertha Ellis
La Magia del Cerezo
Para que compartamos nuestra Felicidad
De Corazón
De Vestidos y Cambios
Las Despedidas
El Esperado Día
Uno que otro beso
La inspiración
Agradecimientos

Sorpresas, Sorpresas

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By ChrisRivera1116

Alexander

El Citroën cruzaba a toda velocidad por aquella carretera y por el rostro de Nat, tuve la impresión de que estábamos perdidos. Solo árboles a la derecha e izquierda. Un bosque con pinos y abetos. Al menos hace fresco y yo permanezco tranquilo, mientras que mi chica se ve cada vez más preocupada.

—En cuanto vea una desviación, la tomaré —asevera decidida.

—No. ¿Qué no has visto películas en las que la gente se pierde más por desviarse? Solo sigue GPS.

—Ya no confío en esa cosa.

—Pronto saldremos, confía.

—Eso espero —replicó ella—. Más bien deseo.

Unos minutos después, pudimos ver la bifurcación y la señal indicadora hacia la derecha: la ciudad de Caen a uno veinte kilómetros y se nos hizo gracioso escucharnos suspirar de alivio al mismo tiempo.

Una hora más y llegamos a la pintoresca ciudad de Caen, con menos de un cuarto de gasolina en el tanque y un cansancio más mental que físico. Por lo que pasamos un buen rato, tirados en el suelo de la habitación del hotel, discutiendo quién sería el primero en ir a tomar un baño. Finalmente, Natalia cedió porque se negaba a quedarse dormida sin bañarse. Y luego, me pateó para que fuera yo; y con un «te amo», entré a la ducha más fría de toda mi vida.

—¡Me habrías avisado! —le grito desnudo y pegado a la pared de la ducha.

—No habría sido divertido escucharte gritar —respondió ella riendo.

Definitivamente nos habíamos vuelto una pareja de bromistas. Lo que no era broma entre nosotros era la pasión con que nos besamos y acurrucados en la cama calentando las cosas.

Loryann

James y Katie regresaron a Inglaterra y la familia Payton me acompañaba en una cena muy agradable.

«Está bien. Ponía a Marie al día».

—¿¡Acaso estás loca!? —exclamó al escuchar lo ocurrido—. ¿Rechazaste el anillo?

—Temporeramente —aclaré levantando mi dedo índice—. Quiero que sea algo formal. Pero ya sé que siente por mí.

—¿Y tú? —sonó más como un regaño que pregunta.

—Para serte sincera, tengo algo de miedo.

—¡Ay, por Dios!

—Déjala, Marie —interrumpe de pronto su esposo—. Tu tía me contó que tuviste las mismas dudas cuando te comprometí.

—¡Ay, Randy! Creí que estarías de mi lado.

­—Estoy a tu lado, cariño.

—No se peleen por mí, por favor —dije lamentando verlos con sus ceños fruncidos.

—Acostúmbrate, Lory —dijo Marie—. Es parte del matrimonio. Pero eso no significa que no nos amamos.

Randy pasó su brazo por sobre los hombros de su esposa y se dieron un tierno beso que provocó muecas y exclamaciones de asco en las niñas y yo me ría de lo espontáneas que eran las dos.

Unas horas más tarde, estaba hablando con mi padre, solo para saber detalles como, cuándo estaría disponible y por cuánto tiempo. Planeaba sorprenderlo yendo a Tennessee. Pero la sorpresa me la llevé yo, pues el general estaba en proceso de retirarse del ejército. Me sentí feliz, aunque sé lo mucho que él amaba su servicio.

Me dormí pensando en ese encuentro entre mi padre y James. Quise imaginar que se llevarían bien. Algo así como se llevaban Katie y mi madre. Pero lo que más revoloteaba en mi mente, era ese hermoso anillo, una vez lo tuviera en mi dedo. Mirando al techo, me admití lo confundida que estaba. Por un lado, siento que amo a James. Por otro, tenia miedo de que no todo fuera como esperaba.

Entonces recordé a Marie y a Randy. Y ella me dijo que ese viaje a París ha reavivado el romance entre ellos. Incluso dijo que teme estar embarazada de nuevo. Pensé que sería gracioso ver a mi amiga con su vientre de embarazada, mientras trata de alcanzar un rostro para maquillarlo.

Me toqué el vientre y mi mente me dejó ver otra realidad: «¿Y tú? ¿Cómo te verías modelando trajes de embarazada?». La sola idea me aterró y me fascinó.

«Sé lo que piensan: "Lory, eres un mar de contradicción"».

Alexander

Tomó solo una hora para llegar a la playa. Una en la que, a pesar de verse hermosa, nadie va a nadar.

—Aquí estamos —anuncié—. Una de las playas de Normandía. Playa Omaha.

—Se ve tan pacífica —comentó Nat.

—Ahora —aclaré—. Sin embargo, fue el escenario de una batalla encarnizada.

Donde quiera que mirábamos, los remanentes de la batalla se asomaban. Viejos vehículos, barcos atracados en la orilla y una extraña estructura semejante a cuchillas que brotan de la arena, a modo de monumento.

—Hay otras playas como estas; ¿cierto?

—Sí —respondí tomando fotos—. Pero esta fue la más difícil de tomar. Por eso la llamaron la sangrienta Omaha.

—¿Para qué quieres tomar fotos de un lugar tan triste?

—Es como la mezcla entre la vida de la playa y la muerte del hombre. Un homenaje a los caídos.

—Esa es una buena frase —comentó Nat anotando en su libreta.

Tomé varias fotos mientras paseábamos, examinando los escombros de una batalla importante de la segunda guerra mundial. Pues esta marcó el inicio del fin para el dominio nazi.

De regreso, cenamos en el restaurante del hotel.

—¿Dónde quieres ir primero para comenzar el libro? —preguntó mi chica.

No tenía idea, pero sí quería que fuera algo memorable.

—Deberíamos ir a Holanda —añadió ella al ver que no respondía.

—¿Qué hay en Holanda aparte de molinos? —pregunté curioso.

—Tulipanes —respondió Nat con emoción—. Adoro los tulipanes.

—Pensé mal.

—¿Pensaste mal?

—Pensé que querrías uno de esos brownies.

Por respuesta Natalia tomó un guisante de su plato y me lo aventó a la cara mientras me reía de mi comentario.

—Sabes cómo me pongo con el licor, no querría saber cómo me pongo con un brownie con mariguana.

La miré directamente a sus ojos y mis cejas se levantaron dos veces corridas. Y ella estalló en una carcajada que llamó la atención de los otros comensales, por lo que tuvo que cubrirse la boca. Y entonces, fui yo quien se rio a todo pulmón.

—¿Qué tal Corea? —pregunté.

—¿Qué tal Alemania? —riposta ella con otra pregunta.

—Bermudas —dije.

—Costa Rica.

—Utah.

—¿Qué tal New Hampshire? —preguntó ella de pronto.

Noté que sus mejillas enrojecieron y fijó su mirada en el plato.

—¡Ah, ya veo! —exclamé sonriendo—. Quieres presentarme a tus padres.

—Hay muchos bosques hermosos en Massachussetts —dijo sin levantar la mirada—. Pero eso podría pasar. ¿Te da miedo?

Posó su mano sobre la mía.

—Me da miedo que...

—¡Alex, sam! —escuché decir a una voz algo familiar.

Al voltearme, no pude disimular mi sorpresa.

—¡Keiko! —exclamé. Sorprendido y nervioso.

—¿La conoces? —preguntó Natalia luego de un contundente apretón a mi mano.

Y la japonesa no me dejó responder. De inmediato, hizo una reverencia hacia Natalia y me dio un beso en la mejilla.

—Veo que nuestros destinos no se juntarán al final —dijo con su acento chillón japonés.

—¡Ah! ¿Cómo has estado Keiko?

—Muy bien, Alex —respondió y luego dirige su mirada a Nat—. Alex y yo hicimos reportaje en Japón.

—Ya veo —responde Nat en un tono que no me agradó. Está molesta.

—¿Es novia de Alex? —preguntó la japonesa.

—¡Sí! —respondió Nat con tanta rapidez que se sintió la ola de celos la bañó.

Pero Keiko no reaccionó. Simplemente le dirigió una sonrisa y volvió a hacer una reverencia.

—Es bueno que Alex sam tenga novia —dijo con tranquilidad—. Así sonreirá más. Me alegro por ustedes.

Se retiró sacudiendo los dedos, del mismo modo en que lo hiciera en el aeropuerto de Tokio. Natalia me miró de reojo y continuó comiendo como si nada.

—Hablábamos de tus padres —dije, arriesgando mi integridad física.

—¿Sabes? —dijo ella tranquila, demasiado tranquila—. Estoy segura de que no quiero ir a Japón.

No pude evitarlo. Tal vez por los nervios o por la ocurrencia, pero me reí aún más divertido.


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