Medusa

By LectoraDelAma

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Enredada en mi cueva de soledad, Medusa, en tu mirada encuentro oscuridad. Tu corazón, una medusa de hielo, c... More

Cast.
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5.
Capítulo 6

Capítulo 2

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By LectoraDelAma

En la oscuridad de la noche, Rachel, una adolescente de 15 años, corre a través de un campo abierto, desesperada por escapar de aquellos hombres. Su respiración entrecortada y su corazón palpitante eran la única banda sonora de la persecución. El sonido de sus gritos y amenazas llena el aire, mientras Rachel se esfuerza por mantener el ritmo y el miedo a raya.

La adolescente se adentra en un espeso bosque, sin hacer caso a las ramas que le golpean el rostro y las espinas que se clavan en su piel. Sabe que cada segundo cuenta para su supervivencia.

Finalmente, Rachel encuentra una antigua granja abandonada en medio del bosque. Con la esperanza de encontrar un escondite seguro, se acerca cautelosamente a la entrada.

Empuja la puerta oxidada y logra entrar sin ser vista. El lugar está lleno de polvo y telarañas, y su aspecto desolado la hace sentir aún más vulnerable. Con un último impulso de adrenalina, empuja la puerta de madera y entra, dejando a sus perseguidores atrás.

Una vez dentro, Rachel se apresura a cerrar la puerta y se coloca detrás de ella para evitar que la encuentren. Su corazón amenazaba con salirse del pecho, el sudor le recorre la frente mientras busca desesperadamente una ruta de escape.

Los secuestradores irrumpen en la granja, su voz furiosa y amenazante llena el aire. Registran cada rincón en busca de Rachel, pero no la encuentran de inmediato.

Rachel se muerde el labio, luchando contra el miedo que amenaza con dejarla paralizada. Mira a su alrededor en busca de una salida o una distracción.

Mientras busca dónde esconderse de aquellos hombres, escucha un suave quejido de dolor mezclados con débiles sollozos proveniente de un rincón oscuro de la granja. Con curiosidad y preocupación, se acerca sigilosamente a investigar.

Rachel encuentra a un joven asiático, aproximadamente de su misma edad, atado y amordazado en un rincón sucio. Sus ojos están llenos de miedo y desesperación.

Decidida a ayudar, Rachel se acerca y libera al joven de sus ataduras. Él le agradece en un susurro entrecortado y ella le hace señas para que permanezca en silencio mientras buscan una manera de escapar juntos.

La adolescente ve un viejo barril de gasolina y una mecha abandonada en el suelo. Actuando por instinto, Rachel agarra el barril y lo coloca frente a la puerta principal. Pero aquello no lograría detener a esos hombres malvados y sus sucios deseos.

- ¡La encontré camarada!.- grita uno de los hombres, tomando a Rachel del cabello. El joven asiático trato de ir a defenderla pero sus heridas no le permitieron llegar muy lejos, ademas la mirada suplicante de la adolescente lo detuvieron.

Rachel estaba dispuesta a sacrificar su vida, sin conocerlo. Aquello hizo sentir impotente al joven herido.

-¡No suéltame! ¡Te lo suplico suéltame! -gritaba llorando con terror y desesperación tratando de liberarse de su captor.- ¡Se lo suplico!

El hombre que la tenía sujeta de su cabello, suelta una carcajada, seguida por los demás hombres que empezaban a rodearla, para luego lanzarla sin compasión al suelo.

- ¿Dónde crees que vas vaquita de papá? - decía uno de ellos de forma burlesca, para tomarla de forma brusca de la mejilla.- Tú te divertirás con nosotros está noche, seremos tus primeros y los últimos hombres que conocerás, ya que con el cuerpo que te cargas nadie querrá tocarte algún día.

Y nuevamente las carcajadas resonaron en aquel viejo granero, mientras que la adolescente, negaba con la cabeza, derramando lágrimas de pánico por lo que esos hombres pensaban hacerle.

- Aunque la cerdita no está tan mal -decia otro, acercándose por atrás de la adolescente y manosear de forma asquerosa sus nalgas hasta subir y llegar a sus cenos- Carajos! Malditamente suaves y rellenos para su edad. En definitiva nos divertiremos contigo pequeña.

- ¡No! ¡Por favor! ¡No me toquen! - decía practicamente rogando en gritos desesperados, hasta que su cuerdas vocales no tuvieran más fuerza de emitir algún sonido.

Dijiste que no dolería y me dolió
tus manos eran suaves
claro que eran suaves, pero punzaban.

Eran como esa piel que me arranco de los dedos cuando estoy nerviosa
la ternura de un pellejo que avanza abriéndose paso
hasta enrojecerlo todo
tú me enrojeciste
y tú también me enrojeciste
y tú también cuando decías qué joven
qué joven eres y qué peligroso es esto
que estamos haciendo
me enrojeciste

Cutícula inocente abriéndose paso en mi alma
pensaba que todo era justo
que si para ti y para ti y para ti eso era el placer
¿por qué no iba a serlo para mi también?
pasaste la mano de la nuca al coxis y me dolía
pasaste la mano del muslo a la vulva y me dolía
pasaste la mano del sí al no y me dolía
qué importa ahora que salivaras
qué importa ahora que del sí al no yo me callase
el cuerpo está abierto
supura rubores
yo sigo esperando a que pidas perdón.

Dime mujer!.

Qué haces tirada en medio de tanta sangre,
mancillada, como un maniquí deslucido,
como una muñeca de trapo desgastada
con ojos inertes pero llenos de odio,
pero con el terror de mover un solo dedo.

¡Dime mujer!.

Si es un cíclope con dos cavernas por ojos
o un hombre bestia,
el que ha traspasado tus fronteras psíquicas
dejando tu cuerpo inerte,
traspasado por una navaja sucia y de filo desgastado
de tanto usarla con otras mujeres,
(un pene diabólico en manos de un vulgar mal llamado...hombre).

Porque veo mucho odio en tus entrañas,
y en tu mirada,
un deseo irrefrenable de desgarrarle
el granito que le sirve de caparazón...
A ese tosco corazón.

No le permitas que te tenga encadenada
a su interno infierno de pasiones,
atemorizada, subyugada, poseída,
en tu fuero interno...
no se lo permitas,
no le des cabida a sus locuras.

Externamente podrá hacerte mucho daño,
siendo la oscuridad de la razón...una con él,
pero internamente eres tu dueña y señora
manteniendo ahí tú cordura,
no traspasándote su paranoia sexual
ni su más abyecta adoración por lo carnal.

¡No se lo permitas, no!.

Todavía tienes intacto el don de la palabra
y tus ojos revistiéndose de grandes verdades,
ambos grandes rompedores de ególatras,
masoquistas y defensores de religiones machistas.

Lo que pudieras llevar dentro de tu ser...
Es tu libre elección.

Y si ocurriera una segunda vez...
un buen escarmiento en sus órganos sexuales,
darán al traste con su compendio de maquinaciones,
transgresiones y violaciones.

La oscuridad y la poca evolución forman un tándem en él,
entre rejas tendrá tiempo de rectificar su compendio de prioridades
viendo a la mujer como un ser con todas sus bondades...
No como una posesión de usar y tirar.

¡Maldito seas hermano!.

¡Recapacita, regenérate y evoluciona!.

Sólo queda el silencio.

Un cuerpo vacío ultrajado...
Por cada segundo que pasa, el corazón late más lento...
El dolor comienza a recorrer, ¿Que dolerá más?

¿El alma? ¿Aún está ahí? Ya no al parecer la abandonó...
¿El cuerpo? Tristemente no soporto, sucumbió a la oscuridad..
¿La mente? ¿Preguntando por qué a ella? Jamás hallará respuesta... e insistirá en preguntar, ¿Que hice para merecer esto?

Y nadie respondió.

Nadie escucho sus ruegos, nadie pudo acudir a sus gritos desgarradores de aquella pobre adolescente inocente, que había caído en las garras de esos hombres, que con sus manos recorrieron su cuerpo en contra de su voluntad. La ultrajaron y sometieron a sus bajos deseos carnales. Nadie pudo evitar aquel atroz y vil acto de violación.

Nadie.

Al final de tanto grito y dolor, quedó el triste silencio. Tratando de olvidar aquella horrible situación.

Pero de algo que jamás olvidaría sería el rostro de aquellos hombres, que habían prendido una mecha, que con el pasar de los años prometía incendiar a todo los que se interpusiese en su camino. Hasta llegar a cobrar venganza a cada uno de ellos.

Trece hombres, Trece malditos pagarían con su vida aquel ultraje a esa pobre alma.

Los hombres tras acabar con su acto de violación, por el cuerpo de la pobre muchachita, que se encontraba desnuda, con moretones, mordidas y restos de sangre, deciden lanzarla violentamente en una foza, no muy lejos de aquel granero.

- Ahora vamos por nuestro dinero caballeros.- decía el hombre.- La perra de su madrastra no es espera con el botín.

- Lástima que ni sus padres la quieren.- suelta otro con fingida lastima.- Pero sus tetas son geniales.

Los hombres sueltan a reír a carcajadas, mientras se retiran de aquella foza en medio de aquel bosque.

Pero en medio de aquel denso bosque se encontraba oculta, entre el denso y en la espesura de los árboles una pitón joven, quién observaba al intruso que se encontraba en su oscura guarida. La serpiente rodeo el cuerpo de la joven viéndola como una amenaza, pero algo cambió la actitud de la serpiente que en vez de matarla decidió protegerla y muy a pesar de las circunstancias iniciales, Rachel encontró en esa oscura guarida un nuevo sentido de compasión y conexión con la naturaleza.

Cómo así también aquel joven asiático que aún estando mal herido, había decidido cuidar de ella en aquella oscura foza, bajo la atenta y protectora mirada de la serpiente.

Años después...

Actualidad.

En la elegante mansión de la alta sociedad. El lugar está adornado con luces tenues, música de jazz en vivo, y los invitados lucen sus mejores trajes de la década.

Entre la multitud, una mujer espectacularmente voluptuosa, con curvas acentuadas y una elegancia magnética destacaba.

Viste un exquisito vestido de terciopelo negro que realza su figura, mientras su melena oscura cae en suaves ondas sobre sus hombros. Sus ojos intensos y su sonrisa seductora atraen las miradas de todos los presentes.

En un rincón del salón, el sargento Anderson, un hombre apuesto y de porte imponente, se encuentra conversando animadamente con algunos invitados. Sin embargo, la presencia de dicha mujer no pasa desapercibida para él. Sus ojos se clavan en ella de manera hipnótica, incapaz de resistirse a la poderosa atracción que despierta en él.

La mujer consciente de las miradas furtivas que recibe, decide acercarse al sargento Anderson. Con una andar felino, se dirige hacia él moviendo sus caderas de forma sutil pero impactante a la vez, atrayendo las miradas de todos los presentes. El sargento, paralizado por su belleza, deja de hablar y sus compañeros distinguen el atisbo de una sonrisa en sus labios.

Cuando ella finalmente llega a su lado, ambos se quedan en silencio por unos instantes, sin despegar sus ojos el uno del otro. El sonido de la música de fondo parece desvanecerse en el aire, creando una burbuja íntima en medio de la fiesta.

La mujer de curvas mortales, rompe el hielo con una risa suave y coqueta, susurrando al oído del sargento palabras tan dulces como provocadoras.

A medida que avanza la noche, el sargento y la bella mujer se sumergen en una conversación apasionada, como si el tiempo se hubiera detenido para ambos. Su complicidad aumenta a medida que intercambian risas, gestos y leves caricias. La energía entre ellos es palpable y las miradas envidiosas de los demás invitados no importan en ese momento.

La fiesta continúa, pero para el sargento Anderson y su bella acompañante, el mundo exterior parece desvanecerse. En ese instante, solo existe la intensidad de su conexión, alimentada por el encanto seductor y la fascinación que ella ha despertado en él. Se sumergen en un juego de seducción y promesas silenciosas que solo ellos comprenden, dejando a todos los presentes con envidia y admiración a su paso.

- Quisiera seguir nuestra conversación en un lugar más tranquilo y relajado -susurra seductor el sargento, emocionado con lo que prometía su noche y aquella mujer-. ¿Sería tan amable de acompañarme en los jardines?

La bella mujer sonríe de forma coqueta, sus ojos transmitiendo fascinación a lo que iba a continuar, prometiendo una noche de mucha pasión. Todos los invitados, que se encontraban en aquella mansión, llenos de envidia por la pareja, habían decidido ignorar el escape de ellos.

Cómo sí fueran un par de adolescentes se retiran, sonriendo cómplices de la aventura que prometía suceder en los jardines de la mansión.

En el camino uno que otro beso compartían los amantes, hasta que el sargento Anderson sin poder aguantar el deseo que empezaba a calentar su cuerpo, empuja a la mujer por la pared y poder robarle un ardiente beso.

Ni el pinchazo que recibe en su cuello lo hace apartar de los labios de la mujer, pero de repente su cuerpo pierde la fuerza, sintiéndose extraño, cae inmóvil sobre aquel fino mármol pidiendo ayuda con los ojos a la mujer, quién le sonríe de forma malvada.

- Q..que...m..e..haz... h-echo mal..di..tta.

- Aún nada querido sargento.- responde coqueta- La noche aún es joven y recién empieza. Salgamos de aquí.

El sargento había caído en la trampa, de aquella astuta, bella y voluptuosa mujer, quién con ayuda de un desconocido ahora lo arrastraban por la espesa hierba dirigiéndose a un lugar desconocido para él.

Un viejo y descuidado granero se encontraba a la espera de recibir a su invitado, que con puertas abiertas lo recibe, pareciendo por dentro oscura y lúgubre, con paredes de madera cubiertas de moho y un aire viciado, se encuentra un hombre atado con cuerdas a una estructura de madera en forma de cuna. Su cuerpo está arqueado hacia atrás, formando una posición incómoda y dolorosa.

El suelo está lleno de objetos metálicos y puntiagudos, lo que hace que cada movimiento del hombre desencadene un roce con dichos objetos. A medida que se acerca la cámara, se pueden apreciar las marcas y heridas en su cuerpo, evidencia de torturas anteriores.

El sargento, desesperado y visiblemente debilitado, mira con ojos vidriosos a su torturadora, quien se encuentra de pie junto a él con su compañero de dicha tortura, sonriendo sádicamente.

Su torturadora empuja lentamente la estructura, haciendo que la cuna oscile hacia adelante y hacia atrás, como un péndulo macabro.

Cada vez que la cuna se inclina hacia adelante, el hombre siente cómo su columna vertebral se estira y se disloca, causándole un dolor insoportable. Luego, cuando la cuna se balancea hacia atrás, su cuerpo cae bruscamente hacia atrás y se impacta contra los objetos punzantes que cubren el suelo, generando nuevas heridas y aumentando su agonía.

La mujer mantiene esta tortura repetitiva y despiadada, aprovechando el miedo y el sufrimiento del hombre para ejercer su poder. Cada vez que el hombre intenta gritar o suplicar por piedad, la torturadora le golpea con fuerza en la cara, silenciándolo con violencia.

El hombre, ahora casi sin fuerzas, temblando de dolor y lleno de sangre y heridas.

-P..p...or f..av...or suel...t..t..ame.- súplica el hombre moribundo. La mujer suelta una carcajada.

- En este mismo granero un chiquilla suplicó a unos desgraciados que se detuvieran.- le dice la mujer con rabia, tomando de las mejillas herida del hombre, apretándolo con fuerza.- Pero ellos jamás se detuvieron, acaso no recuerda este lugar donde usted fue participe de aquella violación sargento.

El hombre traga saliva de forma pesada, en medio de su cruel tortura y buscar en su memoria aquellos acontecimientos.

- T...tu .-dice el sargento recordando arrepentido-. P...pe..per..d..o..na...me..e t.e... lo ...s..su..p..pli..c..o

- Que Dios te perdone -le dice la mujer sonriendo de forma macabra.- Por qué yo no, escoria número 7. H, trae a nuestra amiga.

El compañero asiente, para luego dirigirse en una esquina de la granja, el sargento trata de mantener abiertos los ojos y observar lo que el asiático traía en sus manos, al parecer era un cesta de mimbre que al destapar, el silbido parecido a lo que al parecer se trataba de una serpiente, en este caso una cobra negra, en todo su esplendor, de forma lenta y macabra se desliza saliendo de la cesta observando en todo momento al sargento que ya para ese entonces se encontraba temblando del terror.

— Te presento a mi bella Didi.— suelta con voz cantarina la mujer, tomando a la cobra de forma delicada acariciándola.— Es toda una belleza, ¿no lo crees? Sabes esa noche cuando me dejaron tirada muerta en vida en aquella fosa, sucedió algo sorprendente, una serpiente cuido de mí de forma leal y fiel. Pero desde ese entonces creo que puedo tener una relación o conexión como lo quieras llamarlo con las serpientes y aquí como me ves acariciando a esta preciosa cobra es la prueba de ello.

El sargento aterrorizado observaba la interacción, por así decirlo cariñosa, de la mujer con la cobra sin que el reptil quisiera atacarla, parecía hipnotizado.

— El mundo las odian, las toman por traicioneras, pero en realidad son inocentes —continua diciendo, acariciando a la cobra.— El ser humano es quien no respeta, hasta el punto de destruir su hábitat. Entonces, ¿quién es el que traiciona? Solo son, la villana de una historia mal contada.

— P...pu...d...dre...te e..en ...el ... in..f..fierno mal...d..di..ta — dice el sargento escupiendo sangre, sobre el vestido de la mujer.

Rachel suelta una carcajada.

— Pues mándale mis saludos al diablo.— dice para, luego soltar a la cobra, que sin más se lanza por el hombre, mordiendolo en varias partes del cuerpo.— En total ya son siete, faltan solo seis.

Para ser un sargento aguanto poco.— comenta Hong de brazos cruzados, observando con su amiga como la cobra se divierte con en el cuerpo del casi ya sin vida sargento.— Esperaba que pudiera soportar más la tortura.

— Ya no son entrenados como en la vieja escuela.— contesta desanimada Rachel.— Ahora los consienten demasiado y salen unos inútiles. Ya veo por que regresaron muy pocos. Salgamos de aquí Hong, debemos seguir, dejemos a Didi que se divierta por aquí. Quiero llegar al hotel, descansar un poco, mañana debo ir al palacio.

— ¿Aún piensas continuar tus encuentros a escondidas con el príncipe? A pesar que la loca de tu madrastra te acaba de comprometer en un matrimonio arreglado con el pandillero de Birmingham.— suelta el asiático y niega sonriendo.—  Estás superando tu voltaje Rachel.

La castaña sonríe, guiñando un ojo.— Son dos problemas diferentes, que no tienen nada que ver y necesito asegurar mis propósitos con Henry. — responde simple.— Y lo del matrimonio, nadie lo va a saber. Ya Susi se a encargado de redactar un documento de confidencialidad y más una jugosa recompensa que no se podrá negar en aceptar. Así que tranquilo, seguiremos como siempre querido amigo.

Satisfecha con su obra de crueldad, se aleja dejando el cuerpo del hombre abandonado siendo el juguete de la cobra negra. Es una imagen espeluznante y perturbadora que muestra la perversidad y la brutalidad de una mujer que busca venganza. Sin más ambos amigos leales se retiran, subiendo en el coche, para volver a la ciudad y continuar con sus vidas como empresarios normales en la sociedad británica.


*

Al día siguiente... en la noche

Lentamente, Rachel se deslizó por el pasillo iluminado por velas de la majestuosa mansión real. La suave brisa que entraba por las ventanas abiertas movía delicadamente las cortinas de seda, creando un ambiente de sensualidad y misterio.

Al llegar a la estancia donde se encontraba el príncipe Henry, vislumbró su imponente figura sentada en un elegante sofá de terciopelo. Sus ojos azules como el mar se clavaron en ella, transmitiendo una profunda pasión y deseo.

Rachel, con su belleza exuberante, avanzó con gracia hacia el príncipe. Sus curvas perfectas y su cabello castaño como el chocolate le conferían un aire irresistible y seductor. Henry la observó, fascinado, mientras se mordía ligeramente el labio inferior.

Sin poder contenerse, el príncipe tomó las manos de Rachel en las suyas y las acarició suavemente. Una electricidad recorrió sus cuerpos en ese instante, envolviéndolos en un torbellino de deseo y amor.

- Rachel, enamorada eres mi musa, mi perdición, mi deleite y mi reina - susurró el príncipe Henry con voz ronca y seductora. - No puedo vivir sin tí, mi corazón solo late por ti.

Las mejillas de Rachel se tiñeron de un rubor intenso mientras sus ojos se tornaban llenos de pasión. Con ternura, acarició el rostro del príncipe y susurró:

- Henry, mi príncipe, eres el dueño de mi corazón. Desde el momento en que te vi, supe que mi destino estaba unido al tuyo. Eres mi anhelo más profundo y eres el hombre con el que deseo pasar el resto de mi vida.

Los labios de Henry atraparon los de Rachel en un beso ardiente y apasionado. Sus bocas se fundieron en una danza sensual, explorando cada rincón con avidez. La pasión que los unía se desbordaba como un torrente incontrolable.

El príncipe, con suavidad, deslizó una de sus manos por la espalda de Rachel, acariciando su piel de melocotón. Sus cuerpos se juntaron en un abrazo intenso mientras sus gemidos de placer resonaban en la habitación.

Henry separó sus labios de los de Rachel, pero sin soltar su turgente cuerpo. La miró intensamente a los ojos y susurró:

- Rachel, te deseo más que a la vida misma. Eres la única mujer con la que quiero compartir mi trono y mi lecho, no creo poder seguir mi compromiso con la hija de tu madrastra. ¿Aceptarías ser mi esposa y gobernar juntos este reino?

"Bingo, caiste", pensó Rachel.

Debía actuar con gran emoción, aunque ahora se pondría a llorar de la emoción. Así que con los ojos llenos de lágrimas de felicidad, asintió con la cabeza mientras pronunciaba un suave "sí". Ambos se dejaron llevar por el éxtasis del amor y la pasión desenfrenada, sabiendo que sus cuerpos y sus almas estaban destinados a unirse en una unión sagrada.

Otro hombre había aceptado el dulce veneno... Oh pobre alma!

Así, en aquella esplendorosa habitación, bajo la luz cálida y mágica de las velas, Rachel y el príncipe Henry consumaron su amor en un torbellino de placer. Dos almas ardientes que se encontraron en un reino hecho de deseo y sentimientos profundos, donde gobernaban juntos, tanto en la intimidad como en el honor, pero solo uno soñaba con una vida de amor, compartida para siempre.

*

Las callosas y asquerosas manos recorrían sus brazos...

Cómo apto de reflejo y de forma brusca, Rachel sujeta las manos de uno de los sujetos

- Rachel...

- Rachel...

- Rachel, ¡despierta! -la voz de su mejor amigo, logra despertarla de aquel recuerdo y soltar las manos de su amigo, quién fue por ella después de terminar su encuentro fortuito con el príncipe y asegurar sus planes, se dirige a su hogar.

-Si, si ya estoy aquí.- responde Rachel, tratando de recuperar el aliento, para luego observar que aún se encontraba en el asiento de copiloto del coche a punto de llegar a su hogar.




- Soñando nuevamente con el pasado, Rachel.- comenta Hong Tao, mientras conduce.

Rachel rueda los ojos.- No es nada grave. Solo son recuerdos de como te conocí a tí y a mí preciosa Petunia, además son motivacionales para continuar con el plan. -decía mientras observa las frías calles de Londres. Adoraba la temporada de invierno.

Pero ni aquello podía detener a los ciudadanos que impregnaban con energía y bullicio los años postguerra y por un momento Rachel se sintió atrapada observando, mientras avanzaban lentamente por las calles.

Había logrado pasar casi dos meses fuera de la mansión donde vivía con la insoportable de su madrastra y su nuevo esposo. Logrando escapar de sus responsabilidades con la elite londinense y así también descansar de las miradas despectivas y las malas palabras de su madrastra hacia su cuerpo voluptuoso, ya había pasado la etapa donde todo aquello le dolia y se perdia llorando en algún rincón de la mansión. Ahora solo lograba hacerle cansar y la aburrían de sobremanera. El repertorio era el mismo.

Se había dedicado a ser muy paciente y aprendió a soportar aquello, mientras que en secreto llevaba a cabo su plan. Al convertirse en una mujer madura y fuerte, dispuesta a obtener todo lo que se proponía. Estaba dispuesta a demostrarle al mundo que mujeres como ella, con peligrosas podrían también llegar muy lejos.

Ya no era una mecha, se había convertido en un fogata.

- Recuerda que Petunia tiene hambre, aunque no trague mierda, tu madrastra podría ser la excepción.-dice el asiático, bromeando.

- Nhaa, la pobre se me muere de intoxicación y la bruja seguro sobrevive.- sigue la broma sonriendo la castaña.- Por ahora nos toca seguirle la corriente con esta estupidez del matrimonio.

- Piensas aceptar al pandillero.

Rachel, chasquea la lengua.

- Por ahora no tengo más remedio que aceptar ese matrimonio -acepta Rachel con desgana.- El tipo es un post traumático de guerra, que volvió sin un quinto y necesita trabajar en cosas ilegales, ya que la corona a quien juraron proteger los abandonó a su miseria en aquel infierno. Y eso mí querido amigo, me viene como anillo al dedo, además ya oíste al escribano, que estando soltera no soy apta para recibir el cien por ciento de la herencia del General. Y no estoy dispuesta a dejarle a esa zorra mi dinero. Seguiremos trabajando desde Birmingham.

-Por qué  mejor no haces público lo tuyo con el príncipe y listo; es por sobre mucho mejor— contes el asiático.— Además, ¿Que sucederá con Los miembros de La Orden?

- Les enviaré un mensaje a través de los periódicos.- responde.- Lo que menos necesito es que aparezcan por Birmingham.

- Darius le rompería todos los huesos.- añade Hong Tao.- Machete haría una puerta de filo con su cuerpo y sin morfina, mientras que Mariachi toca una dulce melodía con su guitarra.

- Y si aún sobrevive Ginebra lo torturaria con sus técnicas medievales - agrega Rachel divertida-

- Raly lo remata .- terminan diciendo juntos, para sonreír.

— Pero no te olvides de los otros miembros, que están en la cima.— agrega el asiático un poco preocupado.— Ellos son mercenarios crueles y no dudarían en desaparecer al pandillero, para ellos el matrimonio es algo serio. Y el plan inicial es llegar a la corona.

Rachel suspira pesadamente, sabía de primera mano todo aquello y lo estaba cumpliendo al pie de la letra de las indicaciones, pero su madrastra quería sacarla de la herencia a toda costa y no estaba dispuesta a perder todo sus años de trabajo. Ya que su padre en realidad jamás fue el creador de tanto éxito, siempre ha sido ella.

Desde su niñez había descubierto que era más inteligente que las niñas de su edad, era una niña genio, pero aquello no era bien visto, tuvo que vivir aislada de la sociedad leyendo libros de grandes poetas clásicos, logrando mejorar su forma de hablar, luciendo elegante a la hora de entablar conversación. Leyendo documentos y libros de científicos y filósofos matemáticos logrando expandir y ampliar su conocimiento en los números, aprendiendo la contaduría y la arquitectura llegando a superar a muchos. Era políglota, hablaba en ocho idiomas: inglés, español, japonés, italiano, francés, alemán y ruso.

Sabia todo sobre armas, sus familiares fueron ex militares y mercenarios, sabía pelear cuerpo a cuerpo, había aprendido con Hong Tao las artes marciales, había descubierto su don con las serpientes y utilizar el veneno de algunas de ellas.

Su padre solo era la imagen que aquella sociedad aceptaba. Se había convertido en una audaz empresaria, era una gran abogada reconocida en la elite londinense, inversionista en bienes raíces desde los diecisiete,

— Pues ya estamos en el baile, así toca bailar.— contesta la castaña.— Así que es hora de conocer a mí futuro esposo.






Nuestro príncipe 😍...

Adivinas quién es?

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